lunes, 7 de marzo de 2016

Explosión

   La explosión empujó mi cuerpo contra la pared opuesta. Tiempo después agradecería no haberme sentado del lado del lado de la vitrina donde ponían todos los pasteles y galletas y demás delicias. Pero sí estaba al lado de la ventana para ver por donde llegaba mi cita, que por supuesto nunca se llevó a cabo. En un momento estaba yo tratando de leer la carta, fingiendo interés en lo que vendían, tratando de no pensar en lo que tenía que hacer. Al siguiente me sentí como un muñeco al que lanzan de un lado al otro de la habitación, como si no tuviese ni peso ni nada que me permita quedarme quieto en un sitio. Me cuerpo se convierto en una bolsa llena de tripas. No recuerdo caer al piso. Solo el un pitido molesto que no me dejaba oír nada y como todo parecía moverse en cámara lenta.

 No sé cuanto tiempo estuve allí tirado en el piso. Solo veía polvo y vidrios y sentía algo pero parecía tan lejano, como si le pasara a alguien más y yo lo sintiera por él o por ella. Quise extenderme los brazos y ponerme de pie, quise gritar o llorar, quise decirle a alguien que veía a la mujer de la mesa siguiente en una posición que no era normal en un ser vivo. Quise tantas cosas pero no podía hacer ninguna de ellas. Mucho después, creo, me levantaron y sentí como si volara y luego, lentamente, me fui hundiendo en mi cuerpo y mi mente para quedarme allí un rato largo. Lo feo fue que no soñé nunca nada, me sentía encerrado en un cuarto oscuro y húmedo en el que no había sonido ni luces ni nada. Era como ser prisionero dentro de mi mismo y daba mucho miedo pensar en que podría ser así para siempre.

 Cuando desperté, recibí un bonito bloc de notas y pude ver las caras sonrientes y llenas de lágrimas de mis padres. Me abrazaban y creo que decían algo pero yo no escuchaba nada. Oía todo como si manos invisibles me taparan los oídos. Cuando desperté y cuando ellos estaban o alguna de las enfermeras, no decía nada. Escribía y ya. Pero cuando estaba solo hablaba o más bien trataba de hablar. No me oía o al menos no nada que pudiese escuchar y mi voz parecía no estar igual, pues me dolía la garganta cada vez que quería decir algo. A veces lloraba de la frustración pero me consolaba pensar que al menos no estaba muerto.

 Pero muchas veces prefería haberlo estado pues la vida no es vida cuando has tenido algo y te lo quitan. La gente puede decir muchas cosas y podrá superar todo lo que le lancen, pero para mi no oír nada era un suplicio y peor aún no poder hablar sin que me doliera todo el cuerpo. Después de un tiempo decidí no seguir con la actuación y lloré cuando quería y lanzaba objetos, más que todo el bloc de notas, cuando me frustraba por algo. Para qué fingir que estaba todo bien cuando no lo estaba? Porque seguir siendo una buena y bonita persona cuando el mundo no había sido ni bueno ni bonito conmigo?

 La terapia era estresante y me frustré mucho al comienzo pero poco a poco le tomé la práctica. Lo que nunca le cogí fue el gusto pues yo ya sabía hablar y escuchar, entonces no era algo que me alegrara hacer por segunda vez. Pero creo que ayudaba el hecho de ver lo guapo que era mi terapeuta. Es una estupidez, pero tener a quien mirar a veces sirve mucho en semejantes ocasiones en las que el mundo te priva de tantas cosas. Mirando las hermosas pestañas del doctor, así como su perfecto trasero, me di cuenta que no había perdido la cualidad de poder apreciar la belleza, donde quiera que la encontrase. Eso me alegró y también me di cuenta que el placer, el deseo, seguían vivos. Eso me dio un poco más de aliento para seguir con la terapia, por muchas veces más que le lanzara el bloc de notas al guapo terapeuta.

 En los meses que viví en el hospital no solo me visitó mi familia, quienes iban casi todos los días, sino también mis amigos de toda la vida e incluso el pobre tonto al que iba a ver ese día en el café. Ya oía un poco mejor para entonces pero igual solo lo vi llorar frente a mi. Creo que le daba pena no haber llegado a tiempo y ayudar o algo así. Le escribí que eso era una tontería y que menos mal no había estado allí conmigo. Le pregunté porqué se había retrasado y me contestó, con pena, que su ex novio lo había llamado y se había quedado conversando con él. Se puso rojo y no habló más y yo me reí y le di la mano y le dije que no se apenara por algo tan tonto como eso. Creo que quedamos de amigos, aunque la verdad nunca lo volví a ver después de esa visita.

  A mis amigos les gustaba que les contara la historia de la explosión una y otra vez. Por alguna razón les parecía una historia divertida o al menos digna de contar. Ya estaba cansado de escribirla así que una noche resolví escribirlo todo en el portátil que mi padre me había traído de casa. Con ortografía y gramática perfecta, mis amigos y todo el que quisiera podría leer sobre mi experiencia. De hecho, a pedido de otra amiga, o publiqué en un blog y, para mi sorpresa, lo leyeron unos cuantos miles de cibernautas en el primer día que estuvo en línea. Muchos comentaban y, aunque no todos los comentarios eran amables, muchos eran de apoyo, para que mejorara. Hasta había otros que me animaban a seguir escribiendo puesto que les había gustado la manera en que yo veía las cosas.

 Y pues eso hice. El resto de tiempo que estuve viviendo en el hospital, lo dediqué también a escribir. Era un fastidio ya poder oír mucho mejor y poder oír mi voz, que nunca me había gustado, pues esas dos ausencias habían sido importantísimas para la manera en como había escrito mi primer relato. Pero hice lo que pude y publiqué un segundo, en el que hablaba del hospital, de las enfermeras malas y de las buenas, de los médicos distraídos y del trasero del terapeuta que parecía no saber que estaba más bueno que el pan.

 Después de ese texto no solo recibí más comentarios, la mayoría amables, sino que el mismo día que pude por fin ir a mi casa, me llamaron de un periódico en el que querían publicar mi primer relato. Después me llamaron de una revista y así todo el día, me pasé horas diciendo que no había decidido todavía y que los contactaría pronto. Casi todos los días de la semana siguiente llamaron a preguntar si ya me había decidido y era tal el fastidio de mis padres que me exigieron decidir de una buena vez antes que todos en la casa se volviesen locos con la timbradera del teléfono. Me decidí por una revista que no estaba atada a creencias políticas, que yo supiera, y que no era tanto de actualidad como de arte y critica y otras cosas que a la gente le daban igual.

 El mes siguiente mis amigos y mi familia, todos y cada uno, compraron ejemplares de la revista solo para volver a leer el texto que ellos habían conocido de primera mano. Recibí más comentarios, ahora sí más malos que buenos pero los buenos parecían pesar más. Seguía yendo a las terapias y en el camino ahora algunas personas me gritaban cosas horribles a la cara o me daban la mano sin razón aparente. Todo se había complicado por las investigaciones que había en curso y creo que la gente pensó que mi relato tenía algo que ver con la política de un país acosado por las serpientes que gustaban controlarlo todo. Mi relato no era controlable y eso los volvía locos a todos.

 A mi no me importó nada de eso. Mi siguiente cumpleaños fue celebrado por todo lo alto, en parte porque ya no necesitaba más terapia: podía oír bien aunque no tanto como los demás y mi voz había cambiado un poco pero ya era algo más cercano a lo que podría llamarse normal. Mi enfermera favorita, el doctor y el terapeuta de culo perfecto fueron a mi casa y tomaron algo de champaña y comieron pastel y arroz con pollo. Mis amigos también y mi familia, que ya sabían mi primer secreto después de tanto tiempo de no tener ninguno: me habían ofrecido trabajo, mi primer trabajo en la vida a los veintiocho años, en la revista en la que habían publicado mi relato. Todos estaban muy felices por mi y yo estaba muerto de miedo pero también feliz porque parecía que el capitulo se cerraba y ya no tendría que volver a ese rincón oscuro y húmedo.

 Muchos años después, casi una vida entera había pasado. Estaba casado y ya no vivía en el país, solo iba a visitar a mis padres. Y en uno de esos viajes quise mostrarle mi ciudad a mi esposo y fue entonces que la vi, la cafetería. O bueno, el lugar donde había estado. El local seguía del mismo tamaño pero lo habían reformado y ahora era un local de hamburguesas al estilo de los años cincuenta gringos. Entramos y nos sentamos en la mesa que estaba donde estaba la que yo había elegido ese día. Una ligera brisa me lo recordó todo. Por alguna razón, sonreí.

 Él me preguntó porqué. Y yo solo me acerqué a darle un beso y dejé esa respuesta para después. Prefería vivir ahora y pensar luego.

domingo, 6 de marzo de 2016

Ballad of the dead

   A couple of crows flew by, landing next to a large mausoleum, belonging to a general who had died long ago, in a battle no one remembered, in a country no one cared about anymore. The crows turned around on their dark feet and gazed at what appeared to be a shadow slowly walking up the hill. But the shadows was not such, she was a beautiful woman all dressed in black, walking slowly, trying not to make a strong effort climbing the hill that served as a cemetery in this region. The place was beautiful but grim and grey because of the many storm clouds travelling through the sky. Rain had already fallen and it would possibly fall again soon.

 The woman passed the general’s mausoleum and also a small patch of grass where several small crosses indicated the presence of bones belonging to several unidentified soldiers. But they were not marked as “unknown”, they were just marked with white crosses and some dead flowers. She only glanced at them, putting then her hands inside her pockets. A gust of wind had swept through the hill and she had received it full on her face. She was trembling and apparently had the urge to go back, because she stopped and turned around and looked at the town, which could be seen perfectly from there. She had been born in that place long ago and had left soon after. She didn’t know the place like her father and her grandfather before him. She was just there to see them.

 Finally, she took a left on a row of tombstones and knelt at the end of that path, were flowers and grass grew large and beautiful because of the soil that was so rich in nutrients. She caressed the tombstone, cleaned it with her hands covered in gloves and read the name of her father, slowly, as if she had no idea who he was. Almost instantly, a big lonely tear ran down one of her cheeks. And then, another one. Finally, she really cried, she allowed herself to do what she hadn’t done in all these years. She cried because she hadn’t been there when he had died and she cried because she had left home so young and had put them all at bay, fearing they might convince her to make the same mistakes they did.

 She wasn’t scared when a voice, a very cold and raspy voice, asked her not to cry anymore. She said, out loud, that she couldn’t bring herself to stop, because she felt guilty and needed to get it all out of her system.

   - So it’s all about you?

 The voice was right. She was crying just to cry, just to make herself feel better and free of any guilt from having been responsible for her father’s death. She knew she hadn’t been there, that she had been missed and they had asked her to return so many times. But, to her, that town was death itself and tried not to go back for many years.
 The woman had finally decided to do it, to confront her life and just do what she had to do.  But apparently it hadn’t been enough. Because now she saw him, her dad, standing in front of her, judging her choices and thoughts and actions. He was silent and wouldn’t say a single word about anything. He had always been like that, even when she was a kid, he would just look at her and she could know what he thought of her just by paying attention at his expressions.

 It was his fault too and that had to be proof. He had always been so far, so private and cold. How could have he asked for more from her when she never saw anything more at home. Her mother was not much different. She would always get busy doing something, just in order not to be depressed. She had some sever episodes when she couldn’t even see other people but she couldn’t be alone either. Besides, she suffered from migraines, so things where always charged with a level of tension no kid should ever have to bear.

 So the daughter stood up and followed the image of her father, that had stopped looking at her and was now just walking through the graves as if he had know the place like the palm of his hand. They didn’t have to walk much to find the grave of the mother, where the woman pour some more tear and realized how unfair she had been with all of them. She sat down on the damp grass and just touched the stone, the letters of her mother’s name and asked her why she had been so distant, why they had been so judgmental when they had raised her to be exactly who she had grown up to be.

 The woman had a nice boyfriend, a good job and a home, where she was happy most of the time. She had come to this town to be miserable, as miserable as she had ever been in all her life away from them. And now they looked at her as if she was the one who had been wrong, as if she had been the one that had caused the rupture between all of them, causing her to flee that life that was unbearable to any living person.

And then she remembered little Roby. His death had occurred six months after she had left to the city. Of course, she heard they had blame it all on her. They said he had been heartbroken that she had left because he had lost his big sister but that was just another lie, another attempt to make her feel worthless. The kid was too young to even notice he had a sister. And he had been born with so many problems. She cried for him to but they were tears of anger that she shed all over the graves of small boys and girls that had died long ago, Roby among them. She dedicated all those tears to damn, as they needed to know how wrong their parents were.

 Her parents, on the other hands, started talking and talking, and she was not interested in hearing anything they had to say. She stood up and ran up the hill, as fast as she could until she fell to the ground, having stepped on a large rock covered in moss. The fall had hurt but not as much as it hurt to hear them accusing her for so many things that she hadn’t even been there for and for other things that she didn’t even remembered. Her mother’s voice was especially annoying, very loud sometimes, the voice of someone who doesn’t speak too much.

 The woman slowly stood up and cursed her parents, told them to burn in hell or in heaven or wherever their real souls were. She yelled at them, saying that she was tired of having to carry the weight of a family that had been crumbling own for so long. Her father was a worthless maggot and her mother a crazy bitch.

    - There you have it! Now leave me alone!

 They did stop talking but they didn’t leave, their images still standing by, waiting for her to say something more. And she did. She told them it had been their fault that Roby died and it also had been their fault hat he existed, that he lived for such a short period of time suffering every single day. It was because of their sick minds and bodies that he had been born with so many problems and it was that that killed him, not her or anyone else for that matter.

 She walked the remainder of the hill and when she was at the top. She noticed the son was filtering through the clouds of rain. She felt its rays touching her skin, making her feel like she had finally done what she had to do, what she hadn’t been able to do when they were all alive. But then, they reappeared and several other figures like them. Their faces accused them of being of the same family, generations and generations of unstable people that had been raising awful families for children to turn into maniacs themselves. She had seen the light beforehand and she had been so grateful for it.

 They grew closer and closer and she just felt her body give in, kneeling there, being caressed by the cold wind of a region filled with people that were more dead than alive. She raised her hands to the sun and begged for peace and calm in her life. All the images of relatives looked at her and only one came closer and touched her head softly. She looked at the ghost and realized it was her grandmother, the only one that she had talked to during her exile in the city. She understood why she had fled and she didn’t judge. And now, even dead, she was on her side.


 That same night, the woman drove back to the city and she never heard or saw anyone again. Her prayers had been answered and she would never have to be a victim of her family anymore.

sábado, 5 de marzo de 2016

Niebla de Año Nuevo

   A lo lejos se oyeron las campanas de alguna iglesia y por cada una de las callecitas se escucharon los gritos de jubilo de todos los que estaban afuera esperando que el año nuevo llegase. Había gente con amigos esperando con unas cervezas, familias con niños besándolos y premiándolos con algún dulce, como si un nuevo año tuviese que empezar premiándolos por nada. También había muchas personas de otros lugares, con otras tradiciones, a las que el año nuevo les daba un poco lo mismo. Sin embargo, algunos estaban en la calle con el resto de sus amigos que sí celebraban o porque estaban de turismo y deseaban unirse a la fiesta o simplemente porque eran dueños de algún negocio y tenían que aprovechar cada momento.

 En uno de esos negocios estuvo P unos diez minutos antes de que sonaran las campanas. Vendían allí muchas cosas pero lo que él compró fue un gofre cubierto de chocolate liquido y calientito. Era lo mejor para una noche tan fría y para distraerse mientras eran las doce de la noche. Había decidido salir a pasear a esas horas solamente porque hubiese resultado muy triste irse a dormir antes o pasar la medianoche en la cama con los ojos abiertos, pues sabía que iba a estar despierto de todas maneras.

 Más temprano había salido a dar una vuelta por ahí, visitando algún museo o no sé qué. El caso es que había caminado mucho y ya estaba cansado de sentir los pisos de piedra de las calles antiguas del centro de Bruselas, donde estaba solo de visita. Era una ciudad curiosa, como comprimida en un pequeño valle, casi se podía decir que era una ciudad en miniatura, pues todo parecía haber sido puesto ágilmente por las manos de un gigante, nada parecía nuevo pero seguro que había muchas cosas que no tenía sino meses de existir o menos.

 Comiendo el gofre, paseó por las calles que ya se sabía de memoria y vio como ya había borrachos, turistas despistados y una fila enorme para entrar en la plaza principal y ver las luces y el  show musical. Como ya lo había visto otras noches, ni siquiera intentó entrar. Mucho menos sabiendo que no iba a haber juegos artificiales ni nada por el estilo. Todo iba a ser muy normal, muy sobrio. Caminaría hasta que la medianoche lo encontrase, terminaría de comer y se iría al hotel a dormir. P ya lo había pensado así y no pensaba cambiar de plan.

 Sin embargo las cosas nunca pasan exactamente como uno las prevé. Caminando por ahí, pensando en su familia y sus amigos, tan lejos de allí, P se dio cuenta de pronto que estaba en un barrio que no conocía. De hecho, no sabía cuanto había caminado desde el centro de la ciudad para encontrarse allí. Sacó el celular para buscar la ruta más corta al hotel pero el aparato no servía, la pantalla no se encendía. Siguió caminando por miedo a quedarse solo en la mitad de la nada y entonces lo vio.

 Salió de un bar, o lo que parecía un bar. La verdad era que todo su entorno tenía algo raro, como si lo estuviera viendo a través de una botella o de un vidrio empañado por el frío. Pero apenas lo vio, supo que era él. En sus sueños siempre lo sentía, no lo veía nunca lo suficientemente claro. Pero esta vez lo veía completo y era lo más hermoso que hubiese visto nunca. Su nombre era Q, lo sabía. Sacó él su celular y contestó una llamada y eso le causó curiosidad a P, pues el suyo seguía sin servir. Se acercó con cuidado para no asustarlo y cuando Q colgó, P lo saludó.

 Ambos entrecerraron los ojos. Al parecer el fenómeno visual lo sentía todo el mundo. Pero cuando Q lo tuvo en frente, se le dibujó una sonrisa enorme y se le lanzó encima a abrazarlo y besarlo. Y P no hizo nada para detenerlo, al contrario, le correspondió tanto el abrazo como el beso. Fue un tanto extraño pues no conocía bien a Q, al menos no en persona, en al realidad. Pero ahí estaban los dos abrazándose, Q diciéndole que menos mal que había decidido venir pues no le gustaba cuando peleaban. Le preguntó a P si había estado en la casa todo el tiempo y P asintió, sin saber de que le hablaba.

 Fue todo tan confuso, que P solo se dejó llevar de la mano hacia el interior del local donde los esperaba gente que no conocía pero que lo saludaron como si ellos sí lo conocieran. A algunos creyó reconocerlos de alguna parte y a otros no los había visto jamás. Estaban apenas bebiendo algo y decían que después de las doce era la hora perfecta para comer. El sitio no era un bar sino un restaurante y el dueño era uno de ellos que empezó a acercar fuentes y platos y bandejas con comida deliciosa. Q le dio otro beso a P antes de atacar las berenjenas gratinadas y otro más antes de los corazones de pollo con especias.

 Era surreal pero P quería estar allí todo lo necesario y aprovechaba cada segundo para verle la cara a Q, para recordar cada detalle de su rostro para que nunca la olvidase: tenía el pelo suave y algo más claro que él, era más alto y con una sonrisa enmarcada por unos labios color rosa. Tenía la nariz ligeramente grande pero muy bonita y la línea de la mandíbula marcada pero sin ser brusca. Su cuello era el de un hombre trabajador así como sus hombros. Sus manos eran suaves y él, todo él, olía a una mezcla de mandarinas y vainilla, algo fantástico.

 Entonces P se giró a la puerta y esperó que entraran miembros de su familia y sus amigos, gente a la que extrañaba profundamente. Pero ellos no venían. Pensó en qué estarían haciendo y esperó que no estuvieran solos, que no pasaran esa noche mirando las estrellas o durmiendo para escapar de la realidad, que es dura y fea.

 Sirvieron lasaña y hubo más besos de parte de Q, que se dio cuenta que P estaba algo triste. Solo dijo la palabra “familia” y eso lo hizo acreedor de un beso suave y largo, que les mereció burlas bienintencionadas del resto de los comensales. Fue ahí que P se dio cuenta pero no le importó. La lasaña estuvo deliciosa, así como el postre después e incluso la cidra casera. Se despidieron de los demás hacia la una y media de la mañana. A esa hora, las calles estaban cubiertas de niebla pero Q parecía tan seguro caminando que P solo se dejó llevar, una vez más.

 De la mano fueron hablando y compartiendo silencios. El camino pareció durar una eternidad pero no podía haber sido mucho tiempo. En ese lapso hablaron de su vida futura, de si comprarían por fin esa mascota de la que tanto hablaban o si siquiera la tostadora que a veces hacía tanta falta. A P le encantaba como Q era gracioso pero sin exagerar, era romántico pero lo justo y era autentico, cuanto podía serlo. Y P estaba más que feliz.

 Llegaron entonces a un edificio que parecía ser de eso que no llevaban meses en la ciudad y P siguió a Q cuando sacó unas llaves y abrió la puerta principal. Subieron dos pisos por las escaleras y luego Q abrió otra puerta y P trató de disimular que había quedado sin habla. Mientras P guardaba un vino que les habían regalado y hablaba de lo delicioso de todo en la cena, P se quedó en el recibidor y contempló algo que nunca había visto: su casa. Había fotos de él y de Q, en algunas juntos y en otras no porque había fotos de hacía muchos años. Cuando estaba en el colegio, por ejemplo. Q lo pilló viéndolo las fotos y no dijo nada, solo se le acercó en silencio y le tomó la mano.

 Lo llevo a la habitación y allí empezaron a besarse más y abrazarse y tocar los cuerpos del otro. Una a una, las prendas de vestir fueron cayendo al suelo formando montoncitos con los que nunca tropezaban. Primero las bufandas que se habían puesto para el frío, después las camisetas, después los zapatos seguidos de los pantalones. Al final las medias y la ropa interior, justo antes de cubrirse con la gruesa colcha blanca de la cama de matrimonio. Hicieron el amor. Así se llamaba lo que hicieron con tanta pasión y dulzura y cariño. No se podía negar nada. Cuando terminaron, se dieron muchos besos y se abrazaron, quedando encadenados bajo el hechizo del sueño que llegó justo al final.

 Cuando P se despertó, hizo un esfuerzo consciente para no abrir los ojos, hundiendo su cara en la almohada. Pero sabía que eso no podía durar. Entonces afrontó la realidad y contempló con pesar la habitación del hotel. Estaba desnudo y era ya más de mediodía. Pero eso le daba igual. Su mente lo había traicionado, le había jugado una mala pasada.


 O tal vez, solo tal vez, había visto un pedazo de su futuro y su cerebro y algo en el mundo se habían aliado para darle a probar un bocado de lo que podría suceder. Era muy conveniente verlo así pero así tenía que ser, justo en un momento en el que ya no quería seguir adelante, en el que estaba cansado de un esfuerzo que parecía inútil. Los extrañaba a todos y por eso lloró luego de despertarse. Porque también lo extrañaba a él, a Q, y ni siquiera sabía quién era.

viernes, 4 de marzo de 2016

Locked

   I woke up very late at night, practically in the morning but it was still very dark. Out of instinct, I headed to the kitchen and drank some water, somehow exhausted after sleeping for a couple of hours. Some of the water spilled onto the floor but I didn’t clean any of it. I was too tired to do it, maybe too lazy.

 Walking towards my room, I found myself looking out the window on the living room. The rain was pounding the glass with an extraordinary force, not stopping for a second. Outside it was still pitch black and nothing could be seen except the light of a couple of streetlights covered in the haze. Somehow, that sight proved fascinating but not because it was extraordinary or something like that. It just reminded of something a long time ago, somewhere else.

  He had been removing rocks and dirt until he found it, a shoebox that didn’t look like much but had a small treasure inside. The directions he had received had been correct and now he could finally complete his mission, a very strange one that had been commended by someone he loved deeply. He put the box on a bag to protect it from the rain and ran towards his car. At first, the machine wouldn’t start but it finally did and he was en route to his lover, prepared to see the look on his face when he received the box.

 He called the man and arranged for them to meet on a restaurant. After all, they didn’t really want their families to know and it was going to be much more fun to do it in a public place, with a some eyes looking at them and not even knowing what was going on. He arrived at the restaurant first; a little too wet, and decided to ask for a tea to warm up. The bag with the box was next to him and he had decided not to open it to see its content. He wanted to see Lee’s face when he showed it to him.

 Time went by fast. He ordered another tea and then something to eat and finally the check. He had been waiting for three hours and Lee had never arrived. He felt sad, a little bit betrayed, and knew that all his effort and, a very probable flu, had not being enough for him to show how much love he had for Lee. When he got home, his mother asked him where he had been all day but he didn’t really answer, only grunting and heading straight to his room. He even put on the lock and turn off the lights.

 There was no way he was going to sleep well that night. He hadn’t received a call or a message or anything from Lee and he was determined not to do anything because he was the one who had made a great effort to make Lee happy so at least he deserved to receive a call explaining why he had alone at the restaurant all night.

 The next day, Lee went to work and there he did receive a first message. It was an audio message so he had to put on the headphones he kept in his backpack and try to listen to the message fast, before someone came in to annoy him. At first he didn’t really understood anything. He raised the volume and tried to hear but then someone came and scared him, making him drop his cellphone, which got disconnected from the headphones and started yelling the message for everyone to hear. He was very fast, grabbing it and turning it off, but not fast enough as everyone in the room was watching towards his cubicle. The person that had come to ask him something, left without any more words.

 The message was short. It was Lee crying and telling him that he loved him and that his parents had discovered their pictures kissing on the computer. He didn’t explain how that had happened but he was crying a lot and that was why the message couldn’t be understood in a lower volume.

 He was sad to hear that Lee was sad and even thought of visiting him but he knew his family would not allow that. After all, they were the kind to go to church every Sunday without fail and they celebrated every single day of the Holly Week and Easter and the days leading to Christmas. They were really obsessed with their children having a religious education and strong background. They believe that it gave them a strong moral compass. So that’s why discovering those pictures had been such an awful thing for them. It mean they were failing.

 So there was no way to see Lee. And, ironically or not, he missed his kisses and his hands and his body. He missed the fact that he was a little more sensitive than he was but also much wittier and he didn’t even know it. He was the kind of person that would be ashamed if someone else called them “smart” or “funny”. He didn’t like to be in the spotlight at all, preferring to be the one behind the scenes.

 That phrase is actually pretty accurate because that’s how he met Lee, behind the scenes. He had gone to see this play a friend had recommended and he had never been a big fan of theatre. It bored him deeply every single time so in the intermission he decided to explore around and just look for something fun to do. The exploration served him well as he found a very busy Lee trying to fix some problem with a prop that wouldn’t stand up. He helped him put of boredom and at the end he was already enthralled.

 He had liked his kind face, his voice that was very soft but not acute and the fact that he was there, on the background, all alone. He knew only someone really interesting would be there. They exchanged phone numbers and that was it.

 They only talked many days after that, when he found Lee’s number again and decided it would be nice to have someone to go to an exhibition on a museum he had to attend because of his work. The idea was to have someone to have fun in a place where he knew he would get bored. But Lee was a box full of surprises. He was actually very interested in the subject matter of the exhibition and explained him how everything worked and what it all meant. So it was much more interesting that he had thought before hand and he was able to know more about the guy that kept entering his brain when he wasn’t aware.

 They met several times in the following months and then he asked Lee If he wanted to be his boyfriend. Lee accepted but explained his family situation to him, which didn’t made any difference at all, not back then in any case. They had been together for some months until the parents found four innocent pictures of the two guys kissing and then they treated their own son like a prisoner, not letting him out. He worked from home, writing for a magazine, so he kept his work and they kept paying him but they didn’t know what was happening with him.

 Lee did not have many friends but those few he had tried to enter his house several times and they succeeded on some of them. They were able to tell him what had been going on outside and ask him if he wanted something from the outside. His parents had removed any device from his room so he took the chance to write a letter to him and give to his friend for her to take it to him. It was the only way.

 She was a very kind person who he did not know very well but one day she called him and arranged a meeting. She told him everything about Lee and what he was going through and, after some hesitation; he gave the letter to him. After he read it, he was crying profusely, not knowing what to do or where to go. He felt very lost and insecure. He felt nothing made sense anymore. He wanted to fight everyone himself and let them see what he was capable of but the letter had been very clear: nothing would work.

 The relationship ended and Lee transformed into a faceless god that I see every single time this kind of storm unleashes all its strength against the world. I remember wanting to be like the storm, going against everything in order to get what I wanted. But Lee is a part of my past. Almost a year has gone by and I don’t know anything about him and I think its better that way. Maybe he hasn’t been freed or maybe he was sent somewhere else. Or maybe, just maybe, he’s now free and doesn’t want me to see him ever again.


 I don’t care. He had a special place in my heart. And his treasure is still there, in the top shelf of my closet, waiting to be opened.