viernes, 18 de noviembre de 2016

Hamburguesa

   Lo que yo buscaba no era solo algo de comer. Era más que eso, eran ganas de complacer mi gusto por la comida, de en verdad sentir que estaba dándole lo que quería a mi cuerpo. Normalmente, uno come y se deja llevar por un gusto pasajero. De pronto ese día dieron ganas de comer una ensalada o de comer un buen pedazo de carne de cerdo o tal vez lo que quería era algo de beber, algún jugo específico. Pero no, esa vez era algo que iba más allá de un simple gusto. Quería tener un momento en el que estuviera solo yo con lo que iba a comer.

 Lo que yo quería era una hamburguesa. Eso sí, quería la mejor hamburguesa. Muchos me dijeron después que podía haber comprado el producto congelado en el supermercado y después haber cocinado un par en casa si es que tenía mucha hambre. Pero no, es que el caso no solo era de hambre sino algo más allá de un estómago vacío. Es gracioso pero todavía es difícil de explicar, como si fuera algo que me superara. El caso es que esa vez no fui a ningún supermercado pues quería lo mejor y, tengo que admitir, que no soy tan buen cocinero.

 Además hay días que uno no quiere comer en casa. De vez en cuando es bueno salir y al menos observar cómo pasa el mundo mientras se alimenta al cuerpo. Eso sí, no soy bueno comiendo solo y prefiero que alguien me acompañe para poder charlar y llevar una agradable conversación que haga de la comida un momento todavía mejor. No todo el mundo es buena compañía para comer, en eso creo que la mayoría estará de acuerdo conmigo. Pero una buena conversación puede mejorar bastante el sabor de una comida.

 Pero volvamos a ese día. Tengo que confesar que el día anterior había salido con un amigo y habíamos bebido una buena cantidad de cervezas entre los dos. No había bebido tanto como para emborracharme pero me había hecho falta comer para que la bebida no me hubiera hecho dormir de la manera que lo hizo. Tan grave fue la cosa que llegué a mi casa hacia las dos de la madrugada y me desperté alrededor del mediodía. Nunca dormía tanto y menos por haber bebido sólo cerveza. Lo bueno era que no había resaca ni nada por el estilo.

 Es de entender entonces que tenía mucha hambre. Al levantarme fui a buscar ala cocina a ver que había pero era uno de esos días en que todo parece haberse evaporado. Había solo una caja de gelatina, unas manzanas y un paquete de pan que tuve que tirar porque estaba mohoso. Tomé una manzana y me comí la mitad. El hambre que tenía no era de manzana y por eso me detuve y la guardé para después. Era tan seria la cosa que me senté en la cama y me puse a pensar de que tenía hambre y cuál podría ser el plan del día.

 Así fue que me dio por una hamburguesa. Claro que tenía que ser de res. Las de pollo o de pescado no eran lo mismo y ni que decir de las vegetarianas. Nadie dice que sean feas ni nada parecido pero es que mi necesidad en ese momento era la de comer algo que me llenara no solo el estómago sino también el alma y nada lo iba a hacer igual que una hamburguesa de carne de res. Obviamente me la imaginé acompañada de papas fritas, que por alguna razón no había comida hacía bastante tiempo, más de un año incluso.

 Lo raro fue que, junto a la hamburguesa y las papas fritas, me imaginé también un recipiente plástico lleno de cierta bebida gaseosa de color negro, muy azucarada y con buena cantidad de hielo. Era extraño porque, francamente, a mi no me gustan las bebidas gaseosas. No tomo nunca y prefiero cualquier jugo de fruta antes que un vaso de ese veneno para el cuerpo. Y sin embargo ahí estaba ese vaso alto y frío en mi imaginación, seduciéndome de una manera que ningún ser humano nunca podría llegar a igualar.

 Me puse de pie y salí corriendo a la ducha. Me quité la ropa entusiasmado y me duché lo más rápido que pude. En mi cabeza seguí planeando: ¿adonde iría por la hamburguesa? Pensé en varios centros comerciales, en varios restaurantes e incluso en tiendas pequeñas donde vendían cosas para comer. Pero mientras me ponía ropa, fue cuando me di cuenta que no tenía una idea clara de adonde ir. Sí, tenía hambre y sabía muy bien lo que quería pero, como dije antes, no podía ser cualquier hamburguesa. Tenía que salir complacido de la experiencia, sin discusión.

 Recurrí a internet para averiguar cuál era la mejor hamburguesa de la ciudad. Las opciones eran varias, ninguna de las cuales me llamara mucho la atención. Para la mayoría de esas listas, la presentación era lo más importante, sin importar si la hamburguesa era solo un pequeño bocado y la cantidad de papas no era suficiente ni para llenar a un bebé. No, esa no era la manera de afrontar la situación. Dejé el portátil de lado, me puse una chaqueta y decidí salir al centro comercial más grande de la ciudad, donde tendría varias opciones a elegir.

 No demoré mucho en llegar y sin embargo mi hambre había aumentado a niveles casi críticos. El estómago rugía mientras subía al último piso del centro comercial por las escaleras eléctricas. Puedo jurar que una pareja se me quedó mirando después de que mi estómago había hecho una imitación perfecta de una morsa. Decidí hacerme el tonto mirando para otro lado. Esos momentos incomodos podían esperar otro día. En ese momento lo que urgía era la comida.

 La zona de comidas del centro comercial estaba a reventar, al fin y al cabo que era sábado en la tarde. No había pensado en ese inconveniente: hacer fila en el sitio de mi elección prolongaría mi agonía. Pero no, primero había que encontrar el lugar y después sí pensaría en como hacer para no enloquecerme por la espera. Me di una vuelta en circulo por todos los locales. Muchos vendían cosas que yo no quería, así que fue fácil descartarlos. Pero cada vez que veía la palabra “hamburguesa” o su imagen, lo anotaba mentalmente.

 Al finalizar el recorrido, tenía contabilizados veintisiete lugares donde vendían hamburguesas. De esas fácilmente se podían eliminar más de la mitad pues estaban en lugares donde ni  la carne de res ni las hamburguesas eran una especialidad, así que no tenía sentido alguno pedir de allí. También eliminé los lugares que ofrecían otros acompañantes diferentes a papas fritas. No había manera de no cumplir también con esa parte. En fin, tras eliminar algunos, quedaron sólo cinco lugares.

 En cada uno de ellos se veía todo muy rico y el olor en general me estaba volviendo loco. Fue raro pero por un momento me sentí abrumado y tuve que recostarme contra una columna para tomar aire. Creo que había sido una combinación de falta de hambre con la ansiedad de saber que comer. Me dio un poco de risa en ese momento, pues me di cuenta de que estaba siendo demasiado dramático con todo el asunto. Era tan sencillo como elegir un lugar y simplemente probar. Además, seguramente una sola hamburguesa no sería suficiente para mi hambre.

 Me decidí al final por un lugar que visitaba bastante de niño. La clientela no era ni poca ni mucha y parecían ofrecer gran variedad de ingredientes en la hamburguesa. Como el hambre me pedía más y más, decidí ordenar la de doble carne. Cuando la cajera me ofreció agrandar las papas fritas, le dije que sí casi al instante y de un grito, creo que la asusté. Me recosté en la misma columna de antes esperando a mi pedido. Mientras tanto me invadió la emoción de que ya casi iba a obtener lo que había querido desde el inicio del día. Creo que todo el mundo sabe cómo se siente.


 Recogí el pedido minutos después y elegí una silla alta, como de bar, para sentarme a comer. Desenvolví la hamburguesa y me llegó de ella un olor que hizo que todo mi cuerpo vibrara de emoción. Sin ánimo de darle más largas al asunto, le di una buena mordida. Creo que nunca me he sentido mejor en mi vida. El sabor recorrió cada célula de mi cuerpo y, por un momento, puedo decir que fui la persona más feliz en la faz de la Tierra. Y no, no creo que esté exagerando. Fue una de esas comidas que jamás podré olvidar, por una gran cantidad de razones.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Match point

   The machine was launching balls every few minutes and Agatha attempted to hit them with her racket in the best way she could. She had never been very good at sports but, this time, she really needed to learn how to play something. One of her clients, a man who was very rich and famous, was very much into the world of tennis and had proposed her to have a match just before they sat down to negotiate a deal that would mean millions of dollars for everyone. At first, she didn’t want to accept but she ultimately did.

 She decided to join a huge gym near the office in order to practice every single day until the date of their meeting. Thanks to her boss, the man agreed on having the game a month later, giving her a good amount of time to learn the basics. Her boss insisted that, if she did well during the game, they would benefit greatly from the client’s good sense of humor, It was not uncommon in that company to try and make every client feel like they all understood their hobbies and passions. Rich people could get very weird and even dangerous.

 There was Mrs. Stevenson, for example, who had a large collection of snakes in her house. As a potential client, they had to make her feel accepted and nice so one of Agatha’s co workers had to go to her house several times and feed the snakes. Sometimes, it could be very easy but other times it would be awfully dangerous. He was bitten a couple of times but, Thank god, the snakes had no poison in them to do anything, so he never required going to the doctor or anything like that. The point was, they won that account and locked millions of dollars.

 Agatha herself had gone out with at least five different potential clients. As any decent woman, she had her limits. So it wasn’t a surprise that some of the people they assigned to her, never really got to be proper clients. Men always wanted more than they should get and it wasn’t once but many times when she felt really weird and uncomfortable, whether it was because of a weird attitude or an inappropriate way to touch her. In most cases, she preferred women clients but they normally got assigned one of her male coworkers.

 Anyway, she went to the gym every single day for the next month. The first days were extremely difficult because the automated machine that helped her practice had beat her up with several balls at high speed. The person at the gym said the machine had personality, which wasn’t really the best excuse or argument to be made for it. But she kept trying and by the end of the first week, she was able to properly hit the ball, even if the angles were all a little bit strange. In any case, that was the first hurdle she had gone over, so she was very happy.

The bad side of all of it was the sore elbows and shoulders every day after practice. She walked like a zombie at work and had a new tendency to fall asleep really early. It wasn’t that strange as the gym hours she could use were very late so Agatha got home around one in the morning. And then, she had to wake up at six o’clock in order to be in the office just in time. She couldn’t wait to end all of it with this new client and go back to boring launches or just keeping her desk job, which she really didn’t mind about, especially when she was so sore.

 In the office, she actually tried to learn a little bit more about her client before meeting him. All the information she had was based out of the report that her boss had given to her. But, of course, she needed much more than just knowing what the man liked. She really needed to know him better if the idea was to lure him into their company. She began her research in the office but, weirdly enough, there were a pretty low amount of articles about him and there was no picture to be found in any website. Not from a social event or a personal thing. Nothing.

 Agatha soon got tired of looking for the guy. She went to her boss’s office and asked him if they could talk about their client. But she has apparently chosen a bad moment as he was holding the phone and a hysterical woman was yelling at him from the other side. The voice was extremely loud and Agatha knew she wouldn’t get anything right then. So she then moved to her friend Cynthia’s office, in order to talk a little bit about how uncomfortable this all was. The fact that she was preparing so much for a meeting with a person she had never seen.

 Cynthia assured her that the client was very new and maybe that’s why there were no pictures or thorough information on the person. That night, during practice, she decided to play a little bit more violent. Not only because she didn’t know the gay but because she was really pissed off at herself for the job she had and the things she had to do to keep. As she hit every ball as hard as she could, she remembered the days she had wanted to become a baker. She had always loved that profession and would have loved to pursue it but things rarely go exactly as we want them.

 She stayed so late that night, than the next morning she decided to call in sick and just not go. It was a Friday and it was very well known that they were never really productive on Fridays. So Agatha could have a long weekend and try to reorder her thoughts and priorities as well as she could. She had a hearty breakfast and then spent fifteen minutes in the shower, with hot water forming some kind of sauna all around her. It felt really good,

 By lunch, she already knew what she was going to do. There was only one week to go to her date with the client and then everything will be over for her. She was determined to quit her job and use her savings to live around, until another opportunity showed itself. Of course, looking for a job that matched her skills was not the easiest thing to do, she had found out that she was fed up with all the clients and the extra work and everything she had no idea about. It didn’t matter how much money she won there. That money could help her survive a few months, if necessary.

 She was tired of pleasing everyone else but herself. She hadn’t taken a proper vacation in a long time and it was really due because every single day she felt tired and bored. Cynthia, for example, didn’t have to deal with clients directly like her so she didn’t really care about it all. It was difficult for anyone to understand why Agatha wanted to leave a job that paid so well but she was so frustrated with it all. That client, the tennis client, would be her last one and that tennis match would be the last thing she did for that company.

 When the day finally came, she prepared herself by buying the best outfit for the occasion. She wanted to look good but also very professional. It was very difficult to do in the tennis skirt she had bought, because of the length, but the idea was that she would distract him into thinking about something else and then he would sign anything and everything. The game started with a slight advantage on Agatha’s hand but it soon became a really even game, where they played as if their lives depended on it. The guy happened to be excellent at the game.

 When she finally so his face, she was able to put a proper image on the large amount of thoughts she had imagined about him and the game and everything that had to do with that moment. After two sets, one won by each, they decided to rest and talk a little bit. Agatha decided that was the perfect time to talk about business. However, he didn’t even have to: the man grabbed all the papers and signed every single one of them in silence and with a beautiful pen that he kept on his tennis bag. She never expected thing to go that way.


 The man told her he had decided on working with them the moment she showed her fierceness, her need to overcome an obstacle that she obviously had. To him, it was clear she had never properly played tennis. But he admired her obvious dedication to it. Just before the match began again, he asked her how happy she was working in that place. It was just as if he knew what she was thinking. So she just blinked her eye and told him they needed to keep playing.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cambio extremo

   Era la primera vez que iba a uno de esos consultorios. Lo habían llevado la curiosidad y las ganas de hacer un cambio de verdad importante en su vida. Por alguna razón, ese cambio debía provenir de algo tan drástico como un cambio físico. No podía ser algo tan simple como cambiar los muebles de lugar en su casa o volverse vegetariano. Debía ser algo que fuese permanente, que en verdad tuviera el carácter de cambio y que todos los que posaran sus ojos en él pudiesen ver, de alguna manera. El cambio era para él pero debían notarlo los demás, de eso estaba seguro.

 En la sala de espera solo había mujeres. Era obvio que la mitad, es decir tres de ellas, venían para procedimientos simples como el botox. Había mujeres obsesionadas con el concepto de verse más jóvenes, menos arrugadas y cerca de la muerte. Él tenía claro que ese era un miedo latente en todos los seres vivos, incluido él. De hecho, sus ganas de cambio en parte provenían de ese miedo primigenio hacia la muerte, pues la había tenido demasiado cerca y eso le había hecho pensar que había que hacer serios cambios en su vida.

 Las otras mujeres seguramente venían para procedimientos más complejos, algo como lo que él quería. Eso sí, había una que parecía estar combatiendo el dolor allí mismo. Seguro que venían a una revisión y, por lo que se podía ver, lo que se había operado era los senos. Los tenía demasiado grandes para su cuerpo. La verdad era que la mujer se veía ridícula con esos globos enormes apretados en un vestido que gritaba: “¡Estoy aquí!”. No, él no quería nada así de desesperado y patético. Si iba a hacerlo, debía ser algo que fuera con él.

 Hicieron pasar a la de las tetas grandes y también a dos de las que venían por inyecciones. Al parecer había alguien más para lo segundo. Mejor, pensó, pues así lo atenderían más rápido y podría decidirse pronto por lo que de verdad quería para su cuerpo. No es que no lo hubiese pensado pero quería la opinión de un profesional y se supone que el doctor Bellavista era uno de los mejores en su campo. Y para esta nueva vida, para empezar de nuevo, este hombre quería que solo los mejores lo asesoraran y le explicaran cómo sería su vida en el futuro.

 La última mujer que quedó en la sala de espera con él lo miraba a cada rato. Era obvio que ella creía que no se notaba pero era evidente y, francamente, bastante molesto. Era obvio que los hombres, aparte del doctor, eran muy escasos por estos lados. ¿Pero por qué? ¿No se supone que los tipos que se hacen operaciones y cosas de esas habían aumentado en los próximos años? Algo que él no quería ser era el centro de atención. Lo que quería era hacer algo por sí mismo y no por los demás. Debía hablar de eso con el doctor, aunque no sabía que tan pertinente era el tema.

 Cuando por fin lo hicieron pasar, el doctor lo recibió en su consultorio con una sonrisa enorme. Era un hombre de unos cincuenta años, canoso y bastante fornido. No era la imagen del doctor que él tenía en su mente. Su sonrisa era como una crema, calmaba a sus pacientes y los hacía tomar confianza con él en pocos minutos. Esa vez no fue la excepción. Primero hubo preguntas de tipo médico, como alergias y cosas por el estilo. Pero lo segundo fue la operación en sí. En ese momento, el hombre no supo que decir, eligiendo el silencio por unos minutos.

 El doctor le aclaró que no era algo inusual no estar seguro. Le pasaba a la mayoría de los que pasaban por el consultorio. Pero entonces el hombre lo interrumpió y le dijo cuál era la intervención por la que venía. Había leído que el doctor Bellavista era uno de los expertos en esa operación en el país y por eso había acudido a él. Necesitaba el asesoramiento del mejor y ese era él, al parecer. El doctor sonrió de nuevo y le dijo a su paciente que no eran necesarios los halagos. Estaba contento de poder ayudar a la gente a realizarse, a alcanzar su ideal.

 Mientras el paciente se quitaba la ropa detrás de un biombo, el doctor le explica los costos y el tiempo que duraría la operación y la recuperación de la misma. El proceso era largo, por ser una operación que implicaba tanto y que podía complicarse si no se tenían los cuidados adecuados. Eso dependía tanto del médico como del paciente, entonces debía haber un trabajo conjunto muy serio del  cuidado apropiado de la zona que iba a ser intervenida. Todo tenía que ser hecho con mucho cuidado y con una dedicación casi devota.

 El hombre salió desnudo de detrás del biombo y el doctor lo revisó exhaustivamente, con aparatos y sin ellos. Fue para él bastante incómodo pues nunca nadie había estado tan cerca de él sin ropa, o al menos no en mucho tiempo. Se sentía tonto pero sabía que estaba con una persona profesional y no había nada que temer. El doctor terminó la revisión en poco tiempo y de nuevo explicó todo a su paciente. Cuando terminó, preguntó si quería seguir pensándolo o si ese era el procedimiento por el cual él había venido.

 El paciente se puso de pie y le dijo que estaba seguro. Quería poner fecha de una vez, lo más pronto posible. Con la asistente del doctor arreglaron todo y se estrecharon las manos como cerrando el trato. En dos semanas se verían en la clínica para el procedimiento, cuyo proceso de recuperación sería largo e incluso molesto pero sería todo lo que él de verdad quería, al menos en ese momento. Era lo que quería hacer con su vida, no había vuelta atrás.

 Cuando el día llegó, estaba muy nervioso. Recorrió su apartamento varias veces, mirando que nada se le hubiese quedado. Llevaba algo de ropa para cuando saliera del hospital, así como su portátil y algunos libros para distraerse. No sabía si podría usar todo lo que llevaba pero era mejor estar prevenido. Le asustaba la idea de aburrirse mucho más que la del dolor o que algo pudiese pasar durante la operación. De alguna manera, estaba tan seguro de sí mismo, y de lo que estaba haciendo, que no temía nada en cuanto a la operación como tal,

 En el hospital lo recibieron como realeza. Le invitaron al almuerzo y el doctor vino a verlo esa misma noche. El procedimiento era al otro día en la mañana, pero habían pensado que sería mejor para él si viniese antes, como para hacerse a la idea de un hospital. Mucha gente se pone nerviosa solo con los pasillos blancos y las enfermeras y el olor de los medicamentos. Pero él estaba relajado o al menos mucho más de lo que incluso debía estar. El doctor le dijo que esa era prueba de que estaba seguro de lo que quería y eso era lo mejor en esos casos.

 El procedimiento empezó temprano y duró varias horas. No había nadie que esperara fuera o a quien le pudiesen avisar si pasaba algo. Él había insistido en que no quería involucrar a ningún familiar. Además, le había confesado al doctor que no tenía una familia propia, solo algunos hermanos que vivían lejos y poco más que eso. Así que mientras estuvo dormido, nadie se preocupó ni paseó por los pasillos preguntándose que estaría pasando, como estaría el pobre hombre. Era él, solo, metiéndose de lleno en algo que necesitaba para sentirse más a gusto consigo mismo.

 En la tarde, fue transferido a su habitación. La operación duró un par de horas más de los esperado pero no por nada grave sino porque los exámenes previos no habían mostrado ciertos aspectos atenuante que tuvieron que resolver en el momento. Pero ya todo estaba a pedir de boca. Solo se despertó hasta el día siguiente, hacia el mediodía. El dolor de cuerpo era horrible y, en un momento, tuvo que gritar lo que asustó a toda esa zona del hospital. Él mismo se asustó al ver que había una zona que lo ayudaba a orinar pero luego recordó que eso era normal.


 El doctor vino luego y le explicó que todo estaba muy bien y que saldría de allí en unos cinco días pues debían estar seguros de que todo estaba bien. Revisó debajo del camisón de su paciente y dijo que todo se veía bien pero que se vería mejor en un tiempo. Cuando se fue, el hombre quedó solo y una sola lágrima resbaló por una de sus mejillas: era lo que siempre había querido y por fin lo había hecho. De pronto tarde, pero lo había hecho y ahora era más él que nunca antes.

martes, 15 de noviembre de 2016

State visit

   Everyone at the airport was ready. The staff had put on their best clothes and every single corner of the small terminal building had been cleaned to the last millimeter. From very early in the morning, people had arrived to help organize every single part of this impromptu visit. After all, it was the president of the most powerful country in the world. And theirs was one of the poorest and most isolated ones on the whole planet. However, the presidential plane had to refuel somewhere, so the small nation had received the honor of hosting the president for a few hours.

 From the moment they had been warned about the impending arrival of the plane, hundreds of people were put to work. Not only those in the airport, people who only really worked on weekdays and even then only in certain time frames, but also every single operator and technician available. They wanted not only the people to feel welcomed but also to make the best work possible with the plane. They got fuel from the city’s reserves, as the amount they had on the airport was not enough to refill a plane the size of the one they were going to see in a few hours.

 The process required almost every person in the capital, a city of about a thousand people, to wake up and also help by cleaning the streets of the city and the authorities enabling the movement of fuel reserves from where they stored it to the airport, which was fairly close to the city. People took to the streets with brooms and mops and every single cleaning help they could get, but the truth was no one really knew if the president was going to land and stay on the plane or walk around a little bit. Many people were curious like that.

 The president of the tiny nation was the one that was moving all over his house, calling the right people and asking everything from food to more cleaning products. He wanted to send a message through TV but the people of the studios were helping around so he decided to send it through the radio. It was much simpler and more effective; as it was the medium of communication that people listened to while they were preparing the city for the big arrival. Every single person in the country heard it and everyone understood the importance of the visit.

 To the eyes of the world, it was practically a miracle that their country actually existed. To be honest, it had been a thing of luck and one of those strange coincidences that happen out of nowhere. They were too isolated and unimportant. Practically everything they had came from their neighbor to the east. So they had known starvation and real poverty because when that neighbor didn’t have enough for themselves, they suffered too. But the world in general never really knew anything because they weren’t watching, until now.

 The country had no army but its people did behave like one once the president’s message had reached every single person. They knew they had around six hours to have everything ready. With luck, the weather up in the clouds would delay the plane a bit more to give them more time but they constantly checked with the aircraft and that didn’t seem to be the case. Everyone had to do their best in the time given. Only an hour after the president’s announcement, everything was coming up nicely and all citizens were helping, even elders and children.

 A huge amount of people arrived at the terminal in order to use the old kitchens that some rundown businesses had not used in several years. The idea was to cook a good amount of their national food for the people arriving, as well as other dishes that they might like. It wasn’t crazy to think that they would be very hungry, even at that early hour of the day. After all, this was all going on in the darkness of the night. The president was scheduled to arrive around eight o’clock in the morning, so they had to wake up or not even sleep.

 The cooking team was led by the nation president’s chef, his own wife. It wasn’t like in other countries were the president has everything and the people below him have nothing. In that nation, everyone was basically the same. People hadn’t starved in some years but they weren’t rich or even close to that. So the president’s wife decided it was best if someone close to the government like her supervised the food. It was the best way to guarantee that it would be perfect for someone with such a high profile as the ruler of the richest country in the world.

 They acknowledge that all those people in that plane, around two hundred according to the information they had shared with them, had been and eaten in places much better than their small country. That was obvious and they didn’t feel bad about it. But they wanted them to leave knowing a little bit more of their culture and about what they loved to eat and drink in those lands. The menu had been defined by the president’s wife and she was very confident that it was going to be one of the best feasts in the recorded history of their nation.

 It consisted of a special recipe for meatballs using a kind of cheese that was made from goat milk, which also happened to be used in their national beverage, which was kind of like a milkshake but less thick and richer in flavor. They also cooked the goats in various ways and were very proud about their vegetables and mushrooms, of which they had a very large variety. Various dishes were cooked with all those ingredients and some spices too.

 The small country’s president arrived in the airport only two hours before the arrival of the plane, to check everything out. The terminal had been painted in record time by volunteers and the control tower was bursting with life when, in normal days, it would only have one person and not even all day. He thanked everyone there and then went to the terminal’s commercial area where his wife and helpers were giving the final touches to the food. The smell had flooded the building and it was very delicious, so much that many stomachs growled loudly.

 Then, he went outside and did a walk around the tarmac and the runway. There wasn’t a single spec of dust anywhere, which he thought was absolutely magnificent, especially for such a windy part of the country. It seemed as if the weather was also helping them achieve their goal. The red carpet in the tarmac was the same one that the president had stepped on when he was inaugurated for his term, more than three years ago. A president’s term was five years and he couldn’t be reelected, which he personally thought was a good idea.

 He decided to check the band that had been practicing for hour in the cold and congratulated them for the amount of love they were showing the country. He stayed a bit to hear them play and, to be fair, they were not as prepared as he would have like, but there was no way of getting better musicians with only an hour to go. They would have to do. What made them special, at the end of the day, was that they played their instruments with real passion and the idea of making their country proud. And that was more than enough.

 The president decided to wait for the plane in the control tower. There, he would be able to know every detail about the upcoming visit. When he stepped in, the plane had crossed into their airspace. It would be only thirty minutes until they touched down in the runway. The atmosphere was really special. Every single person in the tower, in the terminal, in the tarmac and even in the city was ecstatic. This was, by far, the most exciting thing to ever happen in their country. And they had all worked together to make it the best day possible.


 The plane came out of the clouds and landed, in a very soft and elegant manner. Everyone applauded and greeted the people inside through the radio. The president ran outside, getting ready with all others. Many people from the city had come out of curiosity and they had been allowed to stay a bit further away. The plane parked exactly where they had determined it should go. For some minutes, nothing happened. Then, the door opened and everyone stopped breathing for a second. Their moment had come.