jueves, 12 de febrero de 2015

Soñar salvaje

  En el colegio me lo decían. A veces me lo dicen hoy en día. No entiendo que tiene de malo o cual es el verdadero problema detrás de soñar. Acaso no es solo un verbo, uno que se usa frecuentemente como algo bueno y positivo? Pero cuando me decían “Deja de soñar!” no parecía que me estuvieran alentando sino más bien al revés. En cambio ahora, y creo que siempre, la publicidad y los medios alientan a todo el mundo a soñar más allá. Pero en verdad eso no es lo que quieren.

 Vivo soñando, día y noche. Vivo anhelando cosas que jamás tendré, me imagino a mi mismo en situaciones en las que me gustaría estar o, al menos, en la que creo que me gustaría estar. Es muy extraño. Horas y horas, todos los días, soñando. No hago nada mas﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽o. No hago nada mras y horas, todos los de gustar medios alientan a todo el mundo a soñar mue solo es algo ás, físicamente nada más. Hace años no voy al colegio, y lo agradezco. Mi época universitaria pareció terminar en un abrir y cerrar de ojos y ahora no hay nada.

 Todas las promesas de la vida se resumen en nada. Trabajar y trabajar y seguir trabajando para que? Para no disfrutar nada, para terminar odiando lo que alguna vez se quiso. Matarse haciendo cosas por los demás cuando a los demás no les importa si tu consigues tus sueños porque están muy ocupados persiguiendo los suyos. Y la verdad es que nadie consigue su sueño, tal y como lo imaginó. Eso no existe, son cuentos para niños.

 Yo no quiero un cuento, porque esos son cortos y se acaban con finales que no tienen sentido. Yo quiero una historia, una bien contada y con todos los detalles que sean posibles. Pero una historia bien nutrida, con vida, con chispa. Esta que vivo no es una historia, es apenas un resumen o un documento aburridísimo que nadie quiere leer y, menos mal, nadie quiere tirar a la basura. Es como desperdiciar un papel porque se le ha escrito un poco de un lado. Mejor esperar para poder usarlo de ambos.

 Sí, así pienso de mi vida. Soy ese papel que puede ser usado alguna otra vez, por si a alguien se le da la gana. No soy aquella bella historia encuadernada en el más fino de los cueros, impresa en el más suave de los papeles, con un aroma tan intoxicante como lo es la lectura de la historia entre sus páginas. No, no soy ese libro. A lo mucho, soy uno de esos folletos con más hojas de las necesarias, algunas muy gruesas y otras extrañamente ligeras, atiborradas de imágenes pero sin contenido real.

 Pero no me canso. No me canso de soñar día y noche, con mi mente. Esté caminando por la calle o acostado en mi cama, es como si mi cerebro fuese un joven especialmente intenso que no puede callarse nunca y que no necesita de la atención de nadie. Solo necesita hablar y decir todo lo que piensa o sino podría morir.  Y quien soy yo para no dejarlo hablar? A la larga, es gracias a ese otro yo, ese ser vivo y fantástico, que sigo aquí. Lo tomo de la mano todos los días y paseamos juntos porque necesito de él y él me necesita.

 Algunas veces lo escucho, con gran atención, pero otras prefiero solo sujetar sus dedos sin oír nada de lo que dice. Obviamente, no todo lo que sale de él, de mi, es oro puro. Hay mucha mierda y una que otro pepita brillante, que necesita pulirse con delicadeza. Lamentablemente, no hay paciencia y se requiere de ella para poder pulir todos esos pensamientos que vienen y van.

 Se necesita incluso de una habilidad especial para atrapar esos pensamientos, esos grandes eventos que ocurren en mi mente, para poder usarlos en un momento ulterior. No, no creo que todos valgan la pena. Me conozco bien y sé que muchos son ecos de otros pensamientos, ideas inventadas a partir de sentimientos dolorosos, casi siempre. Es triste, verdad? Que todo lo que eres es solo un montón de sentimientos y eso es lo que te hace especial.

 Porque ser humanos no nos hace especiales. Como seres humanos somos ordinarios, salvajes, sucios, estúpidos y lentos. Si no hubiéramos tenido esos sentimientos, esa cualidad única que tiene el cerebro, estaríamos todavía atascados en los bosques, presa de seres mejor fabricados para la vida en este mundo voraz e incansable. Tan especial es el cerebro, que ha doblegado incluso a la naturaleza. Pero el que manda una vez, siempre manda de nuevo, de una u otra manera. Las cosas cambian pero tienen una ironía especial, volviendo siempre al mismo punto.

 Como yo. Siempre vuelvo a lo mismo. El amor. Maldito sentimiento de mierda. Y lo odio, más que a nada. Y creo que es porque no lo conozco. No sé como es, que hace sentir ni como se ve. Y detesto pensar en lo que no conozco porque me hace sentir temor. Ese sentir es la base de tantas ideas, de tantos pensamientos en ese momento débil en el que estamos a punto de dormir y de pronto todo aparece tan claro como las estrellas en el desierto. Cada estrella es una idea y tan brillante como ellas.

 Pero de pronto todo se apaga y el cerebro se lo traga todo para remplazarlo por nada o por sueños sin sentido que te dan cucharadas de lo que podría ser pero sabes que nunca será. Jamás nadie me va a hacer sentir como esas sombras y seres en mis sueños físicos. Ni siquiera aquellos que viven en mis pensamientos diurnos, seres de mil caras que a veces ni hablan porque ya sé todo lo que quieren decirme.

 Hoy soñar es bueno porque es una meta. Es una meta invisible para perseguir, para esforzarse como una bestia de carga y para escalar montañas invisibles que jamás hubieran sido visitadas de otra manera. Pero soñar hoy es, antes que nada, una gran mentira. Nadie quiere que nadie más alcance sus sueños ya que la base de la actividad humana es la competencia. Nadie hace nada porque sea necesario sino porque necesita ser mejor que alguien más, tiene que vencerlo, doblegarlo.

 Y ahí yace nuestra naturaleza animal, destructiva y desgraciada. Todos los días, en todos los países del mundo, alguien está pasando por encima de otro. Está soñando, dicen unos. Está cumpliendo sus sueños, dicen otros. Y sí, nadie nunca ha hablado de los sueños buenos y los malos porque simplemente no existen. Hay sueños. El contexto en el que viven fluye constantemente y solo se puede esperar sentado y ver que sucede.

 Lo peor de todo es la mentira, lo patético que es ver a gente estúpidamente optimista, pensando que todo va a ser mejor y que sus sueños están a la vuelta de la esquina. Ellos solo quieren lo mejor, o eso creen. Y eso no tiene nada de malo. Si a algo deberíamos tener todos derecho es a conseguir ser felices pero lo que nunca pensamos es que esa felicidad es diferente para cada uno. No se trata de tener todos una linda casa, un lindo esposo o esposa, lindos y brillantes hijos y todos los objetos que el dinero y la belleza física puedan comprar. No, la vida no es así.

 Pero así alguien no tenga nada de eso, seguirá pensando tontamente que lo puede conseguir. Porque la mayoría de personas no pueden mirar al futuro,  la verdad a la cara. No solo somos animales débiles sino que también somos cobardes y por eso tememos a nuestro reflejo en el espejo. La mayoría de la gente no está interesada en la verdad, en los sueños que sí se pueden cumplir. Lo que quieren es ser lo que todos quieren ser, lo que los demás aceptan como el ideal. Y como nadie se atreve a decir nada, pues nunca nada cambia.

 Y que pasa con nosotros, aquellos que soñamos de manera tan salvaje que nos acercamos tanto a la naturaleza que nos igualamos a ella? Pues nada. Nada de nada porque no somos parte del gran grupo, no somos parte del núcleo de la sociedad porque ellos quieren estar lejos de la naturaleza, por brutales que sean. Quieren alejarse de lo que los hace criaturas vivas, quieren ser más. Sueñan con llegar al límite de la riqueza, la belleza y la realización. Cosas que mueren, igual que nuestro cuerpo.


 Pero estamos los otros, los que soñamos con la permanencia, con dejar algo para que alguien en un futuro lo vea y piense que puede soñar de otra manera.  Para que sepa que hay algunos que, aunque frustrados por la sociedad que simplemente no nos quiere, seguimos aquí y nos dedicamos a soñar sin concesiones. Salvajemente y sin importarnos nada. Porque no queremos nada a cambio, solo queremos sentir y así sentirnos vivos.

miércoles, 11 de febrero de 2015

All wrong

   Alan put one finger in the water: it was perfect. He closed the tap and took off his towel. He put it on a hanger just by the tub and then entered the water, laying peacefully in the tub, closing his eyes and smiling calmly. He hadn’t been properly relaxed for many days because of work and family and he had decided to take this Sunday to just be at peace with himself, enjoying what he liked and doing everything for him only.

 He opened his eyes remembering he hadn’t used the bath foam he had bought a day ago in the mall. He stood up, carefully stepped on the floor mat and walked to the sink. He grabbed the small bottle and poured some in the water. Then, when he was about to enter the calm of the bubbles, he heard the intercom’s sound. He decided not to answer it but then it kept on ringing. He grabbed the towel, put it around him and went to the kitchen to answer the call. Apparently someone from work had come to visit him and leave some documents. He asked the man to say he didn’t want any visitors but then he heard another voice: it was his boss and apparently he had come with his wife. There was no way to say no.

 He put on an old t-shirt and some gym pants and received them. He thought his clothing would make them go away but they certainly didn’t. The truth was his boss was very fond of him but he didn’t like him in return. He was the kind of person that would use other people’s time freely, as if it was his own. Alan had to give them some cookies he had gotten from his mother as well as coffee he had prepared for a post-tub breakfast.

 Their visit seemed eternal. Who visited an employee at nine in the morning on Sunday? His hatred of his boss grew exponentially as he told him his stupid stories about the club and encounter had had with a well-known actor in the airport and when he had gone to Thailand. Alan did not want to know any of that. He couldn’t give a fuck about what his boss did outside of work and, clearly, his boss didn’t really cared about his employee’s lives.

 Then, after all his stupid stories, he confessed he had only come to visit in order to give Alan some papers that he should read for a reunion the following morning. And the he just left, as if nothing had happened. Alan decided not to ask why he hadn’t sent those damn papers by email or with a courier or some other way. Why did he have to come and bother the only person that visibly disliked him in the office? It was funny how Alan really did not express any animosity for him but then he was all nice and kind to Alan.

 He tried to not think about work, leaving the papers on his coffee table. Alan walked back to the bathroom, where the bath foam had grown so much it was spilling on the sides of the bathtub. Deciding he didn’t really mind about it, he took off his clothes, left them on the floor and put one foot in the water. He almost fell backwards when he felt the icy cold water that was beneath the foam. Now he had to empty the tub and fill it with hot water again. Half of the cold water out would be enough to fill it again.

 When most of the water was out, he opened the hot water tap to refill it. He also added some more of the foam solution, as most of it had gone down the drain with the cold water. Then, the doorbell rang again. Alan let out an exasperated sound. He was going to kill the doorman if he had let someone in without asking him. He grabbed his towel and went to the door almost running. Before he realized he could have just not answer it, he had opened the door.

 It was his neighbor Marco, a big guy that apparently spent every hour of the day at the gym. Sure enough, he wore the right attire to go and work out but that wasn’t important right then. He was holding a white cat, very fluffy with a flat face.

 - Hey man. I was wondering if you could take care of Snowball for a few hours. I            normally leave with my…

 He’s face looked as if he had forgotten the word he was about to say or even why he was there. Alan stared impatient, looking from Marco’s stupid face, to his cat’s face and then back to Marco’s. Then, he realized he was only wearing a towel, which could fall at any moment because he had not put it correctly in the haste.

 - Am I interrupting something? – He said, looking at something over Alan’s shoulder,  which wasn’t very hard to do as he was very tall.

 - Kinda… - in a very cold voice.

 - Cool…. So my girlfriend won’t take him. She’s busy and can’t do it. So would you do  it? Just for a few hours. She has already eaten and she’s very well behaved.

 He held the cat in front of Alan’s face, as if the animal was an offering a weird sacrifice ritual. Alan took the cat that tried to release himself from the man’s arms, and told Marco not to be late because he had a very busy day ahead. Marco just nodded, smiling in a way he looked like a very small child. He gave the cat a pat in the head and then headed down the stairs.

 After closing the door, Alan left the cat on the floor and turned to go in the bathroom. But the cat crossed his path and tried to attract his attention. The creature just roared softly and circled him with his fluffy tail but Alan had no time for this. He grabbed the cat, walked back to the living room and left him there. But when he tried to leave, the cat would cross his path again. He grabbed it once more but then realized the cat’s paws were wet. He was about to yell in fury because he thought it was cat piss but it wasn’t.

 There was a very large puddle of water, still advancing, from the bathroom. Then he remembered the open water tap. He threw the cat away, which landed softly on the floor, and ran towards the bathroom, his towel falling to the damped floor. He almost fell trying to close the tab of water. There was soapy foam all over and the tub kept spilling water to the floor. He finally was able to close the tap and drain the water out of the tub. Now he was wet and soapy all over and his towel was more of a wet cloth than anything else.

 He went to the kitchen and when he was about to grab the mop, the doorbell rang again. Exasperated and frustrated because of his failure to be at peace, he opened the door, slamming in hard against the opposite wall.

 - What? What the fuck is it now?!

 On the other side of the door stood his landlady, an elderly woman who was always accompanied to the upper floors by the doorman, who stood behind her. They both stared at Alan and then the woman yelled and started saying things so loud no one really understood. But Alan did get one of the words: “Pervert”. And then he realized that he was still naked, having not replaced the wet towel with a clean one.

 He slammed the door shut and, for some reason, put the security chain on. He could hear the old lady yelling all the way to the elevator and the doorman trying to calm her down. It was a disaster. Alan just remembered she had told him she would visit in order to negotiate an extension on his rent contract, which he needed to do because of the great price and place he had there. Now that was, like the bathtub foam, down the drain.

 He slid down to the floor, covering his face with his face, frustrated and sad that this so-called “peace” day had been a total failure. Then, with his eyes covered, he heard a weird scratching sound. Panicked, he put his arms aside and realized that Snowball had been quiet, too quiet until now. As he got close to the sofa, he realized the cat was cutting it open, strings of fabric on the floor and even some of the foam from the cushions.


 But that wasn’t the only thing. The papers on the coffee table were now on the floor. And no one could say now what they had been because there was only a bunch of paper strips beneath the table. Alan looked at the cat, which meowed joyfully to him and kept on going with his destruction work.

martes, 10 de febrero de 2015

Culpable

   El tren avanzaba tan lentamente, con un ritmo tan pausado y calmado, que no era extraño que Estela se hubiera dormido apenas quince minutos después de dejar la estación. Era de noche pero no se veían luces de ciudades ni de carreteras. Era como si los rieles penetraran una región de sombras y oscuridad eterna. Pero esto no asustaba a los pasajeros. De hecho casi los hacía sentir mejor porque la oscuridad exterior le daba un calor especial al interior del tren.

 Estela miró su reloj y se dio cuenta de que eran las diez de la noche. Como tenía hambre, se puso la mochila en la espalda y caminó hasta el coche restaurante. Allí encontró una mesa de dos sillas al lado de una ventana. Dejó la mochila en la otra silla y se sentó, empezando a ver lo que ofrecían para cenar. Al parecer había elegido un buen momento para venir porque no había mucha gente y porque el coche cerraría en una hora.

 Eligió comer una hamburguesa con papas fritas y un jugo de naranja bien helado. No había comido nada desde el mediodía y hasta ahora su estomago se había molestado en decir algo. Mientras esperaba, se dio cuenta de que varias personas parecían también haber caído en cuenta de que el coche restaurante iba a cerrar ya que casi todas las mesas se llenaron rápidamente. Para cuando el mesero llegó con su pedido, todas las mesas estaban ocupadas. Se dispuso entonces a comer las papas mientras miraba a los demás pasajeros.

 La mayoría era gente que prefería el tren al avión, que obviamente llegaría más rápido al destino. Muchos querían ahorrarse ese dinero o simplemente le tenían pánico a los cielos. Estela lo había elegido porque pensó que así no perdería ningún tiempo real. El tren había salido antes de las nueve de la noche y llegaría bastante temprano, alrededor de las seis de la mañana del otro día. En avión, en cambio, se perdería mucho tiempo haciendo filas y además los horarios cortarían su horario de trabajo y eso no se lo podía permitir.

 Recordando su trabajo, Estela abrió su mochila de la que sacó su celular y empezó a revisar sus correos electrónicos. Fue pasados unos minutos cuando alguien le tocó el hombro y ella, tontamente, soltó el celular que cayó con un golpe sordo sobre la mesa. Quién la había tocado era una mujer, muy hermosa por cierto. Se disculpó por haberla asustado y le preguntó si podría sentarse con ella para cenar. No había más lugar en el coche y tenía ganas de comer algo antes de dormir.

 Estela le sonrió y asintió, cogiendo su mochila y poniéndola entre su silla y la pared. El mesero vino con la carta pero la mujer no la recibió. Sin titubear ni en una silaba, pidió té negro con dos cucharaditas de azúcar blanco, tostadas francesas con bastante canela y fruta picada, de la que hubiera. El hombre asintió y se fue repitiendo la orden para sus adentros. La mujer lo miró con cierto desdén pero luego su rostro fue amable de nuevo y le preguntó a Estela si ella también iba hasta el final de la línea. Estela le respondió que sí ya que tenía asuntos relacionados al trabajo para estar allí. La mujer le respondió que ella no trabajaba pero que le hubiera gustado.

 Durante un silencio que duró algunos minutos, la mujer abrió un pequeño bolso que había traído con ella y de él sacó un cigarrillo y un encendedor. Pero antes de que pudiera hacer algo el mesero vino y le advirtió que el coche restaurante no era una zona para fumadores. De hecho, el tren no tenía ni un solo vagón en el que se pudiese fumar. La mujer no pareció recibir la noticia con mucho agrado pero tampoco dijo nada aunque por su rostro parecía haber sido capaz de estrangular con sus propias manos al pobre mesero.

 Entonces Estela y la mujer, llamada Gracia, empezaron a hablar animadamente. Hablaron de sus vidas, de lo que hacían y de lo que no y de lo interesante que podía ser viajar en un tren. Cuando el mesero trajo la cena de Gracia, ella le agradeció sin mirarlo. Luego, invitó a Estela a comer de su plata y ella hizo lo mismo. Fue bastante bueno, para las dos, encontrarse y tener una oportunidad para charlar relajadamente sin pensar en nada más sino en la comida y el ligero viaje que estaban realizando.

 Resultaba que Gracia había estudiado canto y música pero no había tenido mucho éxito con ello. Lo único medianamente bueno de todo eso, tal como ella decía, era que había conocido a su presente marido gracias a la música. Según Estela entendió, el tipo era representante de varios cantantes y grupos musicales que le propuso a Estela trabajar en el lado de la producción musical. Ella aceptó y, para cuando se casaron, se dio cuenta de que solo iba a ser un ama de casa.

 Decía que eso no tenía nada de malo porque ya se había acostumbrado. Aseguraba haber aprendido a cocinar y juró ser la autora de un pie de limón que encantaría a cualquiera. Pero mientras decía todo esto, Estela pudo notar una expresión muy parecida a la que había hecho mirando al mesero hacía un rato. Estela estaba seguro que esta mujer, bella pero sombría, no era feliz con ningún aspecto de su vida. Era evidente.

 Al poco tiempo se anunció el cierre del coche restaurante por lo que todos los comensales tuvieron que terminar sus comidas, pagar y caminar hacia sus respectivas sillas o literas. Estela y Gracia caminaron juntas, todavía hablando. Estela le contaba de su trabajo y familia a la otra mujer, cosas que la hacían feliz y la llenaban de expectativas pero estaba seguro de que Gracia no le estaba poniendo mucha atención. Todo el camino hasta la silla de Estela parecía estar distraída, como ida por alguna razón. Se despidieron en el vagón de Estela y esta vio a la otra seguir por el corredor y pasar al siguiente vagón.

 Estela aprovechó que no había nadie sentado junto a ella para poder estirarse y así tener un mejor sueño. A la medianoche se apagaron todas las luces del tren, a excepción de las débiles luces del suelo, que eran para las emergencias. Estela pensó en su trabajo una vez más y luego en su familia. Finalmente recurrió al pensamiento que más le gustaba: conocer a un hombre ideal para ella. Eso la llevó a dormirse rápidamente, cubierta con una manta especialmente abrigadora que había traído al tren.

 No podía haber pasado mucho tiempo cuando se despertó de golpe. Las luces se habían encendido pero afuera todavía era de noche y el tren parecía ir más despacio, como si fueran a detenerse pronto. Lo extraño era que estaba segura que no había ninguna parada después de la una de la madrugada. Lentamente y arreglando un poco el pelo, Estela se puso de pie y miró a su alrededor. Buscó su celular para saber la hora pero no lo pudo encontrar por ningún lado.

Otros pasajeros estaban igual de confundidos que ella pero lo más raro era que algunos puestos estaban vacíos, todavía con las pertenencias de la persona que había estado sentada allí hasta hacía algunos minutos. Entonces, se escucharon unos gritos y todos los pasajeros se agolparon contra la puerta del vagón, para poder pasar al siguiente. Allí también había gente asustada y recién levantada. Otra vez un grito pero esta vez nadie se movió sino que se quedaron quietos.

 El grito se había escuchado al tiempo que sentía que el tren se detenía. Más de uno miró instintivamente hacia fuera. Parecían haberse detenido en el medio de la nada pero pronto llegaron oficiales de la policía y, dentro del tren, varios empleados obligaron a los pasajeros a volver a sus asientos y a cerrar las cortinas. Pero antes de que pudieran obligar a todo el mundo a obedecer, los pasajeros vieron como, por un lado del tren, pasaban algunos hombres cargando una camilla y, en ella, un cuerpo cubierto.

 La gente hizo más escándalo entonces. Quien había muerto? Y como? Entonces a Estela el corazón le dio un salto al ver que, siguiendo la camilla, estaba Gracia. Tenía los ojos rojos, al parecer por el llanto. Lo más extraño de todo era que tenía las manos manchadas con sangre. Un hombre la sostenía, diciéndole algo que nadie pudo escuchar. Pero entonces los empleados cerraron las cortinas y todos tuvieron que volver a sus lugares. Pero nadie podía dormir.

 Estela no podía dejar de pensar: sería el cuerpo en la camilla el marido de Gracia? Que había pasado? Porque tenía Gracia las manos cubierta de sangre? Toda la noche Estela pensó en lo sucedido. Cuando bajó del tren en su destino, un hombre la esperaba con un letrero con su nombre.  Pero no era nadie de su empresa. Era un policía quien le dijo que estaba arrestada por el asesinato de un hombre del que ella nunca había oído hablar. El asesinato había ocurrido a bordo del tren y la esposa de la víctima la había denunciado como la asesina.


 Por supuesto Gracia lo negó todo pero entonces el policía sacó una bolsa plástica y la sostuvo frente a Estela: dentro de la bolsita estaba su celular, cubierto de sangre de un lado.

lunes, 9 de febrero de 2015

The Age of the Lammergeyers

   Kotor was what we would call a bearded vulture or lammergeyer. What was special about Kotor was the fact that he had an owner, or at least, a human companion, that used him to his advantage. Did not bother the vulture at all as the human always gave him prizes consisting of dead animals, his preferred meal. The bad thing there was that he would rather hunt than eat an already dead prey, but anything was good as long as he was feeding.

 The human used Kotor to survey the mountains. There were a lot of snowy peaks and deep valleys. Also frozen lakes and cold rivers. Kotor surveyed it all and had been trained, for a long time, to look for humans. This proved hard at the beginning because lammergeyers did not really like humans. Granted, they left food everywhere they went, but many of them hunted or chased him for various reasons and that was not acceptable.

 Kotor, however, had been a very young chick when he saw the first human. He didn’t remember if he had been born in the mountains or elsewhere, but he didn’t feel that mattered. The feeling of wind between the feathers was better than any freshly smashed rabbit. It made him feel powerful over all other creatures in those mountains, the fact that he could see them from above. Of course, the land animals were not very thrilled about this and so they tried never to encounter any lammergeyers when hunting.

 This was silly as Kotor never hunted with another bird. To be honest, he didn’t really have any good relations with other animal, except the humans. He was sure that wasn’t a very good thing but the truth was all other birds were scared of him. They even treated him like a pet, saying he worked for the humans than only wanted to invade their mountains and drive them all out. It wasn’t unheard of that every so often, a man would be hit on the head by rocks or bones thrown by lammergeyers. Of course, human thought this was an innocent action but Kotor knew better.

 His job with the two-legged creatures consisted in helping other humans, locating them if they appeared to be in problems. An image of him was stuck on a post in the nearby human settlement. He understood quite soon that it was there to tell the humans to trust him if they ever saw him flying above them when walking the valleys. He knew that if they had blood on their faces or they seemed unusually loud, more than the humans normally were, he had to help them.

 He would normally take something from them and then fly back to the settlement and alert the human called Karma, who would call others, in order to look for the human in distress. They would follow Kotor through the mountains to help. Then Kotor would get his food and could depart in order to fly, hunt, sleep or simply wander around. He thought the humans must have trained others to do the same because it would have been really stupid to make him do all the work by himself.

 What Kotor did not understand was what made the humans penetrate the mountains. Knowing the terrain like few others, the bird knew humans were not properly equipped to live there. Of course, they never stayed, and that was even more incomprehensible. It was like they wanted to suffer on purpose; they wanted to be deprived of food and sometimes companionship, on purpose. It made no sense.

 Kotor envied that from the humans. They were never truly alone and he didn’t understand the one that tried hard to be it. He was alone every single day and it got to be boring. Of course, having someone besides him to compete him was not a very good idea but sometimes he thought it would have been preferable than flying alone so often, not enjoying the rats or rabbits he ate with another vulture.

 One day though, he got to know another lammergeyer. It was a female and, after a few days of courting, he was able to mate with her. They had several eggs and that made Kotor very proud. Due to this happening, he wasn’t as present as before in the human settlement. When he returned after many days of absence, the human he had known wasn’t there anymore. As a matter of fact, no humans were there.

 After checking his young in a tall peak, he decided to fly farther this time in order to know what had happened. He asked other birds that roamed the mountains if they had noticed the disappearance of the humans but most had not noticed it and thought it was better that way because maybe it meant that had left their mountains for good. But Kotor wasn’t pleased with that. He needed to know.

 He flew over the settlement and then followed the course of a river that grew wider and wilder as the terrain began to flatten. He saw many other human towns and cities from above but no trace of the two-legged creatures. Kotor had always thought they were so many, like rats, coming out of every single place. But now they had vanished or maybe they had fled. But why and where?

 Back in the mountains, he informed of his survey to other lammergeyers and convinced them to tell other creatures about it. Of course, they wouldn’t speak with the lesser animals but they agreed to inform the eagles and hawks, as well as some of the land creatures such as wolves and foxes. Many of them had also noticed the disappearance of the humans, specially those that lived from eating the garbage the explorers always left in the valley.

 They all agreed that it was better if no creature left the mountains, at least for now. The humans were not perceptive animals but maybe they had noticed something was wrong and fled because of it. Although not many believed so, it was possible that those creatures knew things they didn’t know. So they decided to do just that, live their lives like they had always done.

 Kotor was surprisingly pleased with this new life. It was a bit weird not to work for the humans but living for hunting and feeding his young, wasn’t bad at all. Yet, he still flew over the human settlement. He didn’t really know why. He didn’t really miss any of them but he had become so attached to them, it was hard not to think about them. Besides, many animals, especially those that used to be hunted, started coming down the mountains to the settlement. Kotor had not realized there was still food there.

 As the lesser animals had not attended the meeting on the mountains, they didn’t know the humans had disappeared or that it was better not to wander too far from their natural environment. They just wanted to eat the free food and in a matter of days, all the food had been eaten. The rats and similar creatures did most of the job and even some foxes and birds had arrived too.

 Kotor, however, never ate anything from that place. He flew over it every so often, but just to check on the place. Many animals had also moved closer to the biggest lake among the mountains. They did not like it before because every human that came into the mountains arrived to that point and camped there for many days. Noisy creatures they were. But now only the wind and the water made sounds and it was perfect.

 Then, one particularly clear day, Kotor noticed something in the horizon. It looked as if the sun had come out again. It was an orange and red glow but it seemed to be increasing in size and the air suddenly felt a bit hotter that it usually was. Kotor landed on a tree and looked at the colour show, that disappeared some time after. Many other animals saw it, and they too went on with their lives, not even thinking what that glow might have been.


 They had no idea that the age of man had finished. The planet had no ruler anymore.