sábado, 9 de enero de 2016

Bolsa de clima

   La comida del avión había estado deliciosa. Era increíble lo que cambiaba la calidad de todo cuando se viajaba en primera clase. Era un poco chocante que todavía se dividiera así a la gente pero era todo un negocio y el dinero era lo más importante, sin importar lo que dijeran unos u otros. Llego la hora de dormir, justo cuando el avión se preparaba para cruzar el Ártico. Afuera todo estaba oscuro pero era increíble imaginar el terreno blanco y azul que se desplegaba bajo los cientos de personas que en ese momento estaban en el aparato.

 Míster Long cerró la ventanilla y le pidió una manta extra a la azafata más cercana. Se acomodó en su cama y trató de cerrar los ojos lo mejor que pudo. Pero era difícil pues de todas maneras estaba en un avión y su reloj biológico sabía que había cosas que no encajaban muy bien que digamos. Lo primero era que la hora no era precisamente la de dormir sino la de despertarse. Y el cuerpo no hacía caso a pesar de que la cabina estaba a oscuras, a excepción de las luces de colores que había en el techo, que se suponía ayudaban a dormir.

 Miró las luces, que cambiaban ligeramente, por al menos media hora hasta que se dio cuenta que un dolor de cabeza se estaba formando y que debía tratar de dormir como fuera. Se acomodó como lo haría en casa y se puso a contar números y a concentrarse profundamente para poder dormirse. Esto le agravó un poco el dolor de cabeza pero logró al menos sentirse algo soñoliento después de un rato.

 Justo en ese momento, oyó un susurro que le hizo abrir los ojos. La cabina seguía oscura pero sabía que el sonido había venido de la cortina que separaba esa sección de clase ejecutiva. Susurraron otra vez y después siguió otro sonido, como el de algo que rueda por el suelo. Después un sonido metálico, un tosido forzado y nada más. El señor Long no sabía si todo eso se lo estaba imaginando, pues su mente estaba cansada del día pero también de tratar de dormir. Decidió ignorar los sonidos y cerró bien sus ojos, tapándose bien con las mantas.

 Al quedarse dormido, se sumió en un sueño bastante superficial. Soñó ese clásico en el que uno siente que cae por entre un agujero que se convierte en otro y así infinitamente. Los colores en el sueño eran los mismos que los del techo de la cabina. Después siguió otro sueño, relacionado con su trabajo como asegurador en el que estaba desnudo en una conferencia y se tapaba avergonzado pero nadie parecía haberse dado cuenta de que no llevaba nada de ropa. Después hubo un sueño más, en el que todo era oscuro como en una película de los años treinta. Allí alguien le disparaba y él sentía caerse de espaldas, de nuevo sin detenerse nunca.

 Cuando despertó, se dio cuenta de que el avión estaba sufriendo turbulencias. Todo temblaba ligeramente pero entonces un sacudón asustó a más de uno y las luces se encendieron. Confundido, el señor Long tuvo que arreglar su silla y apretarse el cinturón lo más posible. La turbulencia seguía y cada vez se ponía peor. El capitán anunciaba que había encontrado algo así como una “bolsa de clima” adverso y que la atravesarían en algunos minutos. Aconsejaba no levantarse de las sillas y abstenerse de hacer nada más sino quedarse quietos.

 Lamentablemente, mucha gente apenas se despertaba con la ayuda de las azafatas que a cada rato caían al suelo productos de las terribles sacudidas. Hubo un momento que una de las mujeres que trabajaba en clase turista vino a pedir ayuda pues había muchas personas presas del pánico. Solo una de ellas la acompañó pues se suponía que tenían puestos fijos y no se podía dejar ninguna sección sin atender.

 La aeronave temblaba de forma que cada hueso del cuerpo se sacudía ligeramente. Era como esas vibraciones que vienen de las computadoras y otros aparatos pero aumentadas a un nivel seriamente molesto y que asustaba a cualquier persona. Long miró a los pasajeros que tenía más cerca y ambos estaban lívidos y parecían estar muy cerca de vomitar. No era difícil culparlos, en especial cuando la nave de pronto pareció quedarse sin fuerzas y empezó a caer.

 Las mascarillas cayeron del techo pero nadie en verdad se estiró para tomarlas. Todo el mundo estaba pensando lo mismo: eran sus últimos momentos en el mundo y no iban a gastar esos preciosos segundos poniéndose una mascarilla sobre la cara que no iba a servir para nada. No hubo gritos ni nada parecido, solo gente más blanca de lo normal y la sensación general de que todo iba a salir muy mal.

 Pero se equivocaron, pues el piloto de alguna forma logró estabilizar la aeronave y salir de la zona de clima difícil. La gente que tenía una ventana cerca se acerco a ver el exterior. Pero todavía no se veía nada. Eso sí, había la sensación general de saber que la nieve y el suelo frágil de la banquisa ártica estaba mucho más cerca que hacía algunos momentos.

 El capitán se pronuncio unos quince minutos después de la caída libre y explicó lo que había sucedido. Algo relacionado con bolsas de aire y las turbulencias y no sé que más. Poca gente entendió lo que dijo y la verdad era que a todo el mundo le daba un poco lo mismo. La gente estaba agradecida de estar viva, de poder contar la historia. Ya habría tiempo para darle un nombre científico a lo que había pasado.

 Sin embargo, todos escucharon la parte del anuncio del capitán en la se anunciaba que no podrían llegar a destino pues uno de los motores estaba seriamente dañado y sin él no había manera de llegar a salvo a ningún lado. El capitán anunció que él y su equipo estaban haciendo el mejor trabajo posible para encontrar un aeropuerto civil donde poder aterrizar y donde hubiese facilidades para que los pasajeros pudiesen continuar con su viaje. Prometió anunciarlo lo más pronto posible.

 El señor Long respiró por fin y se quitó el cinturón de seguridad. Ya todo parecía en calma y no quería sentirse amarrado por un segundo más. Decidió que lo mejor era ponerse de pie y caminar un poco o al menos estirarse para mitigar el dolor de espalda que ahora era descomunal. Mientras movía el cuello de un lado a otro y giraba la cintura, se dio cuenta de que la mujer sentada al lado de la cortina que separaba las secciones estaba sonriendo. Parecía, de hecho, que estaba a punto de soltar una gran carcajada pero lo estaba controlando.

 La mujer tenía un mano sobre su boca, sus dedos apenas rozando sus labios. La otra mano estaba sobre el cinturón, como sintiendo su textura. No había cojines ni mantas ni nada con ella, estaba claro que no había sido de las personas que habían querido dormir un poco hace un rato. El señor Long la miró tanto como pudo pero después decidió que seguramente eran los nervios los que la hacían reír y por eso parecía sospechosa. No era algo nuevo que alguien riera en una situación tan complicada.

 Pasó un buen rato hasta que el capitán anunció por fin que aterrizarían en una ciudad rusa pequeña a la que habría de llegar un avión de la misma empresa para recoger a los pasajeros y llevarlos a su destino final. Estarían allí en una hora y el avión que los recogería ya había salido de Japón así que la espera no sería muy larga.

 Mucha gente pareció aliviarse con la noticia pero no el señor Long, que no podía creer que tendría que bajar en el medio de la nada para subirse en otro aparato de esos. Y así fue: lentamente todos fueron bajados por escalerillas y dirigidos a una terminal pequeña en la que se les ofreció un café muy cargado.  Estuvieron allí apenas un par de horas hasta que el nuevo aeroplano llegó y se les dijo que todos tendrían las mismas sillas.

 Mientras la gente se acomodaba y afuera cargaban el equipaje, el señor Long se dio cuenta que la mujer de la sonrisa no estaba en su asiento y ya no había nadie subiendo por la escalerilla. Fue cuando cerraron la puerta que decidió dirigirse a una azafata y le recordó que había una pasajera que faltaba y que seguramente se sentiría muy mal si perdía el avión. Debía estar en el baño, dijo, como defendiéndola.


 La azafata sin embargo no se preocupó en lo más mínimo. Dijo que algunos pasajeros habían decidido quedarse y viajar desde allí a otras ciudades que eran su destino final. El hombre se dejó caer en el asiento, incrédulo de las palabras de la azafata. No pensaba que nada de eso fuese cierto pero pronto eso no importó más pues recordó que su familia lo esperaba y eso era más fuerte que cualquier misterio que él nunca podría resolver.

viernes, 8 de enero de 2016

Bathhouse

   The place was full of steam and very humid. The columns that divided one part of the baths from the others appeared to be sweating, as everyone else in that place. There were mostly men, as the women baths were located separately but some women came in, naked of course, and served the high-ranking men. Prostitution was forbidden in the baths but business in that field was done there anyway and the act would be performed somewhere else, so that way the owner of the baths wouldn’t have any problem with the authorities.

 Many military loved the baths; especially after the long campaigns the emperor sent them too. The ones that came back, successful or not, were considered better than normal men so they received every single kind of gift and appreciation possible by the general public. For example, there was this general in one of the pools, enjoying the hot water, but also caressing a young man he had taken an interest for and eating with that boy many tropical fruits that were only accessible to the most important people in the empire.

 The fruits were served cut and ripe in a large plate. This was all done by men as women were believed not to be “good enough” to serve such powerful and important people. Women were always entertainment or responsibility, never anything else. Some of them resented that and claimed that women should also be treated like gods and so on, but the response was always that women did not go to war, so they had no idea what real sacrifice was or how loyalties and strategy worked.

 The baths were a men’s world.

 The hand of the general went up and down the young men’s leg and the only thing he could do was to smile. His family had been the one to send him against his will to the baths. He didn’t wanted to be there but had to as the general promised a very large sum to his family in exchange for his company. This meant that the poor boy had to be around the general every single day, at every time and everywhere until the older men just decided he liked someone else or until he verbally declared the boy was not suitable anymore.

 The boy knew it was cruel to think that way but he wanted another boy to appear soon and be more of the liking of the general. He didn’t cared what happened to that other boy, he just wanted to be replaced in order to go home and become a scientist as his parents had once promised him. He had only attended a few lessons with a known master of the city when he was picked up by the general in a crowded street. He had gotten lost going to class and that had been his downfall.     
 But not all were anxious to be rejected. In another pool, a younger man was been honored with the most delicious wine and a nice ration of roasted boar. He was the young son of a general that had become an official too in Northern Africa. He had combatted a tribe there that had tried to liberate some slaves. The man had won, making his father and the empire very proud of him. So he had chosen a boy too to accompany him but the difference was they had agreed on all of it before.

 The boy was not from Rome. He wasn’t a kid with a family or with any prospects. No one really knew this, but he had been one of the many people captured in Africa to become slaves. His skin was dark but not as dark as to draw looks from everyone he encountered. He was beautiful and that was an advantage in a society were beauty was so important. The young military had seen that and liberated him with the condition that he should remain on his side as long as he desired.

 Strangely but not uncommon in these exchanges, the two men formed a very tight and deep relationship. They travelled together from those far lands to the capital and in the process got to know each other and taught one another things about themselves and about their worlds. The father of the young military man was not thrilled by his company but decided not to do anything about it because he was too proud at the moment to spoil his boy’s happiness. But he felt something had to be done in the long run.

 In the baths, the boy and the young military were side by side, holding hands and telling stories to the group that was around them. Everyone listened and laughed and sobbed in the right moments, asking questions and being curious in the most charming way possible. Of course, many of them were spies and others were poor trying to infiltrate the higher levels of society. But no one really cared because even there, with everyone naked in hot steamy water, people were still not fully themselves; they still hid some of their secrets and real feelings.

 No one would ever see any of those men do more with the boy than touching. That was all that was permitted in the bathhouse, by law. It was in their homes, their private dwellings, were every lie was shed and only the truth remained with all these gods that dressed like soldiers. And they did believe they were gods, or almost at least. They knew that they were better than others, smarter and much more valiant. They didn’t have the necessity to do anything else than be. That way people honored them everywhere they went and applauded their every thought, word or act, just because of they were. And their companions, boys or girls or women or other military men, were glad to be there to see it all.

 But not everyone was happy. In another pool, three military men cared only for the warm water and the food. They had no one tending to their needs or asking them to tell stories. That was because they had yelled away anyone who got close to them from the first day they had came back from the field. These men were a group that battled barbarians in the northern borders and had been together for many years. They knew each other from their first training and, although one could not see it, they were glad to be together and alive.

 However, there was no real happiness as many of their men had been killed by the savages. It has to be understood that in that group there was a head, a men with grey eyes called Decimus, but every decision was agreed on by every single member of the group. When they left the capital, they were seven men from the best families in the empire, ready to do what was needed to defend their land. But in the process of defending that land, four had died in the hands of the enemy. Their deaths had been atrocious and laid inside the brains of the three many that steam tried to relax.

 The women that brought the fruit often let some skin be seen by the men so they would initiate business with them. But the group of three man didn’t care at all about breasts or legs or anything else than their troubled memories. They weren’t seeking young boys like the others and had no mind to be thinking in romance or sexual pleasure. They just wanted to be left alone with their sore bodies and their ghosts, who were all there with them, reminding them of every single moment of the battle, again and again and again.

 They had refused real medical attention and also the presence of healers that would care for their wounds right there in the bathhouse. They just didn’t want to talk to anyone. They were voluntarily sinking in their own nightmares, feeling that they did not deserve a better luck that their friends that had died in battle. They felt that real justice by the Gods would have been to kill them all on the field, leaving all with the honor of having defended the empire and all that it stood for.

 Yet, they were soaking in a bathhouse, feeling the pain of something that would never happen. The pain was stronger because the bond between those seven men was too strong. It was friendship but it was also love that linked one to the other. Forever they would feel the presence of the others and the ominous feeling that something else should have happened and that their lives should have ended in a different way.


 The steam of the bathhouse had that peculiarity, of making everything possible and impossible at the same time.

jueves, 7 de enero de 2016

Desnudos en el canal

   El agua estaba muy fría. Al fin y al cabo el invierno se acercaba, o al menos eso era lo que decían los periódicos y las noticias en televisión. Pero el invierno nunca había llegado tan tarde ni sería nunca tan breve. Sin embargo, para él, el agua estaba muy fría y sentía como si pequeños cuchillos se le clavaran por todos lados. No era una sensación agradable pero al menos no estaba solo: K estaba con él. Ambos estaban completamente desnudo y flotaban al lado del muelle moviendo los brazos y las piernas, lo que los hacía parecer pulpos no muy diestros en el arte del nado.

 Fue solo un choque de una mano con otra lo que desencadenó, por fin, una conversación. No habían dicho una palabra cuando salieron de la casa con toallas y solo sus trajes de baño. Tampoco dijeron nada cuando, como si se hubieran puesto de acuerdo (y nadie recordaba haberlo hecho), se quitaron los trajes de baño y se lanzaron al agua sin más. Pero cuando las manos chocaron sin querer, las palabras empezaron a salir de sus bocas.

 No se conocían bien y empezaron a preguntarse cosas de la vida, detalles que en verdad no tienen importancia y banalidades que son interesantes solo para el que las pregunta y a veces ni eso. A ratos detenían la conversación y nadaban de verdad un rato, aprovechando la amplia extensión de agua que tenían en frente, así como el día que era uno de los pocos que ambos tenían libres. Era un domingo y por razones que no vale la pena aclarar, los dos estaban allí y se quedaron hasta entrada la noche.

 Salieron desnudos del agua subiendo por una escalerilla el muelle. Allí, en silencio de nuevo, dejaron que el agua resbalara por sus cuerpo y la brisa fría de la noche los secara por algunos minutos. No había luz en esa zona así que solo se escuchaban la respiración. Sin embargo, era obvio que una tensión iba creciendo entre ambos. Había algo que crecía, que parecía respirar allí con ellos y que ellos dos conocían y no negaban en lo más mínimo. Todo esto sin palabras.

 Al rato se pusieron los trajes de baño, se secaron un poco con las toallas y se dirigieron al edificio que había cerca que resultaba ser un hotel. Pidieron las llaves de sus respectivas habitaciones y no se despidieron ni reconocieron a viva voz nada de lo que había pasado ese día. Tan solo se separaron y nada más.

 Sobra decir que ambos pensaron, esa misma noche, sobre lo ocurrido y soñaron (tanto despiertos como dormidos) con el otro. K soñó con él y él con K y fueron sueños simples pero agradables, de esos que no cansan sino que en verdad ayudan a descansar el cuerpo, a relajar la mente y a tener una noche agradable.
Al otro día, K se fue primero, muy temprano en la mañana. El lunes era festivo pero él tenía que estar con su esposa y sus hijos. Se sentía culpable, mientras desayunaba, y pensaba en ellos peor al mismo tiempo pensaba en él y deseaba que apareciera en el comedor en cualquier momento. Pero eso no pasó y K supo que era lo mejor. Apenas terminó de comer se dirigió a la recepción y pidió un taxi que lo llevase al aeropuerto. Cuando estaba abordando el taxi, él se despertó.

 El vuelo fue una tortura para K. Eran solo dos horas pero todo el tiempo estuvo pensando en esas horas en el canal, esas horas sin ropa y de frente a alguien que creía conocer pero del que de verdad no sabía absolutamente nada. Se habían conocido hacía tanto tiempo, en circunstancias tan tontas como el colegio, que era tonto pensar que en verdad supiera algo de la persona que tenía en frente. Más aún considerando que dicha persona no se veía nada igual a como era en el pasado. Él había conocido a un tipo encorvado, tímido, regordete y decididamente conservador en todos los aspectos posibles.

 El hombre que había tenido en frente en el canal no era ese. Y por eso en el avión se preguntaba, una y otra vez, si tal vez esa persona no había sido alguien más. De pronto había sido un desconocido siguiendo el juego y queriendo ver hasta que punto podían llegar las cosas. Pero no llegaron mucho más allá de estar desnudos juntos en un lago así que K se alegraba… O eso creía.

 Lo que sí le ponía una sonrisa autentica en la cara a K era ver los pequeños rostros de sus hijos. Era un niño de seis y una niña de ocho años. Los amaba como a nadie más en el mundo, más que a la madre que él quería pero que ahora dudaba amar. Pero ella no podía saberlo así que la saludó de manera tan efusiva como a los niños, haciendo una actuación que nadie podía considerar falsa o exagerada.

 Le contó a los niños de los canales y de lo aburrido que había sido trabajar allí en esos días pero que algún día los llevaría pues era un sitio hermoso para nada y pasar un día entero en el agua. Esto lo dijo pensando en él, pensando en su cuerpo y en la poca luz que los iluminaba al final del día. Después de decirlo se sintió algo culpable, por lo que rellenó su boca de comida y dejó que su esposa le contara todo sobre los chismes que tenía acumulados del fin de semana.

 Pero K no escuchó mucho de lo que ella decía. Su culpa había empezado a carcomerle el alma y le hacía ver que, aunque la quería, ya no la amaba como lo había hecho hacía tantos años. Ahora ella se convertía en otra desconocida y él, K, también.

 Cuando él se levantó ese lunes festivo, escuchó un automóvil arrancar bajo su ventana. Eso era porque su cuarto estaba ubicado sobre la recepción. Pero nunca hubiese podido saber que ese automóvil era un taxi y que dentro iba K. Pero lo más importante es que así lo hubiese sabido, no le hubiese importado.

 Desnudo como había estado en el lago, así mismo se había acostado la noche anterior. Había despertado con las sabanas por la cintura por culpa de la calefacción, que apagó después de salir de un salto de la cama. Se miró en un espejo que había colgado detrás de la puerta de la habitación y fue entonces que recordó el día anterior.

 Él no confiaba que K supiese quién era en realidad pero eso daba un poco igual. Al fin y al cabo habían cruzado miradas varias veces el sábado y ambos parecían convencidos de saber quienes eran y lo que esperaban del otro. K, para él, había sido el ideal cuando estaba en el colegio. Resultaba que él no era el chico encorvado sino otro, que se hacía notar mucho menos y que siempre había odiado a K por su facilidad con todo, desde las matemáticas hasta las mujeres.

 Odiar no es una palabra muy grande en este caso pues ese era el verdadero sentimiento, eso era lo que corría por la sangre de él cada vez que veía a K destacarse en algo, lo que fuera. Pero al mismo tiempo quería ser él o al menos estar cerca de él. Esta obsesión extraña no duró mucho porque, como todos los jóvenes, él cambiaba de objeto de deseo con mucha frecuencia, cosa que aprendió a controlar mucho después.

 Sin embargo cuando vio a K en el hotel, se dio cuenta que había algo entre ambos, algo extraño. Fue así que le escribió una nota para que lo acompañara a nadar y allí lo sorprendió quitándose el bañador pero K hizo lo propio casi al mismo tiempo, cosa que a él le encantó.

 La conversación en el agua fue perfecta. Tonta y simple, puede ser, pero ideal. Era obvio que había querido hacer algo más en ese momento, con ambos tan indefensos en más de un sentido. Pero algo le dijo que era mejor reservarse todo eso para otra ocasión, si es que alguna vez había alguna.

 Fue cuando se estaban secando en el muelle que, el brillo de la luna rebotó en el anillo que había en una de las manos de K. Y entonces él decidió no proseguir con lo ocurrido y simplemente olvidarlo. Por eso si lo hubiese visto la mañana siguiente, igual lo hubiese dejado ir sin decirle nada. Él igual soñó con él y se permitió volverlo objeto de su deseo por un tiempo, hasta que el recuerdo se gastó.


 Nunca se volvieron a ver pero siempre se recordaron. K nunca dejó a su esposa ni a sus hijos y él nunca salió a correr por nadie en su vida. Ambos eran muy parecidos en sus convicciones y lo sabían por sus respuestas a las preguntas que se habían hecho. Una de las preguntas que K le hizo a él fue si repetiría esa misma experiencia otra vez. Dijo que sí. Él le devolvió la pregunta y K le respondió con un si mucho más rápido y contundente.

miércoles, 6 de enero de 2016

Humanity

    I feel I can’t even breathe, I can’t even talk like a normal person and everything I do tends to be joined by some kind of pain. Why is that? Why is it that whenever I want to do things right, they never really come down as easy as they should be or at least as enjoyable as they should be?

 They say, the people I guess, that the world is paved with good intentions. I don’t think that is true but if it were true, I think things would be much better than what they are. If good intentions were the norm, everyone would just be better off or at least would have more of a chance to make whatever they want to make come true.

 No, I’m not missing the point that such saying is precisely meant to be the opposite of what it is. Good intentions are obviously a façade, a way of getting into something and then you realize that being nice and good is simply not enough. You have to be bold and unapologetic. The thing is that when some people behave as such, they are admired and respected. People often love sincerity and that brass characteristic in some men and women. They would even go and call them “heroes”.

 But when others say the same things, even going a little further, then they are not heroes and they are considered just undesirable and annoying people. They are deemed not graceful enough by the rest of the so-called community and are treated worse than if they had a very contagious disease.

 That has happened to me many times. People told me I’m too shy, I never speak, I don’t talk and so on. And when I finally did and said what I had on my mind, many were shocked and seemed to confirm that the reason I didn’t speak up was actually a good one. Because most people mistrust the ones that don’t speak, that shy away from the lights of life.

 People love when a person just talks and talks and always has a story to tell. They don’t care if the story is real or not, they just love to hear and be in the presence of such gods of humanity who embody everything most people would like to be: confident, courageous, adventurous, experienced, interesting and many other character traits that are more realistic in a cartoon than in a real person.

 From the first years of school to the last years on Earth, people always seek those people out. If they can’t be like them, they want to be their friends, to always be close in order to catch those gems they often lay on the world, whether they are experiences that seem incredibly interesting or maybe a joke told in great way or romantic experience or whatever it is that makes them a magnet of attention.

  We are trained by society to be like that, to try to enter that select group. They teach us songs and they make us sing them in the presence of family members and even family friends and others. They make us repeat every word time and again and seek out new things for us to say, to make us interesting while we are children because there’s is an unspoken agreement that no one should be nasty to a child, at least not their face.

 Some kids succeed in the attempt initiated often by their parents (although the kid himself can do it) and then they are inside that group. The bad thing is that they don’t get to stay there forever. They have to keep doing things; they have to be little circus freaks, entertaining the world while they live their lives. Some people realized they are very good at this and others just fail and are forgotten.

 Of course, another way to get in later in life is when having good looks. In young life this doesn’t really count as judging kids by their looks is frowned upon by society, even if every single person has an actual opinions. But that ban is lifted in adolescence because that’s the moment you sort of transform into the person you are going to be for the rest of your life. So after puberty, everyone is magically entitled to judge you and every single person in the planet and, unfortunately, that’s one way to get noticed.

 If you are deemed good looking or beautiful or cute or whatever the word is, you will get into a select group that have certain privileges for a long period of life. Now that period of life is even longer than in other eras of humanity because now we judge more because we think we know more when the truth is that society is the same stupid animal that has thrown humanity of course thousands of times before and will keep doing it in the future.

 So you have to be interesting and beautiful and bold and nice and good and so many things that are not even clearly defined and that are just a mask that people put over their faces, their real faces and their real feelings about every single thing that happens in the world. Is not something revolutionary to say that many of those pretty faces, of those good people, are actually the front of the most despicable beings in the world. It has happened a lot that the mask just falls off and people realized that they cannot keep lying to themselves.

 To be clear, people know when those they admire are not real, are not honest and lie. But they simply look the other way, which is one of the main characteristics of the human being, which is not made of all good and lovable stuff. We are made of really slimy things and those characteristics have shifted the way humanity is many times.

 We are hypocrites. That’s the reality of everything, the truth of our existence and the reason I write and the reason you may read this to the end and the reason to many other things in this life. We love to do things in different ways, not always because we are dared but because we just want to disobey and create chaos. Other times we just nod and smile and nod and smile for life and there are many people in the world that are real professionals in the matter, people that have lied so well to others and for so long, that they have even begun to believe the lies they say.

 I’m not saying that the world is all made up of false and corrupt creatures but the goodness and perfection of it all is simply too annoying to be real, too superficial to be really something that anyone would authentically care about. I do think there is goodness and real feelings in people that can make them much more interesting than the superficial reasons most people use to get close to someone, to make their heroes. But those feelings are so ephemeral that most of the world doesn’t even care.

 The dangerous thing nowadays is all of this fake attention to issues that used to be taboo or forbidden or just dismissed in a second. Although many people really believe in discussing those subjects and be open and real, many more are using them to make them look better, to make them look like saviors and heroes again.

 There are people that simply do not care who they have to pass over as long as they get what they want. And the worst thing is that many others admire that in a person so it creates a very sick thing when someone is just deemed the best because they pretend to be something that they are not and are clearly doing wrong things to get there but they are all forgiven or forgotten.

 Yet, many others decide that they just don’t want to buy into all of that. They don’t want to be in those groups, in those sects that idealize every single aspect of a human’s life. Everything today is a standard, there is a very narrow path to follow is people decide to get off that standard. And even if they choose that path, the options at the end of it are scarce if they exist.

And it’s not about being different because that shouldn’t be a thing in life. At the end of the day, thanks to DNA, we are all different and that is obvious. We are not machines so we are not copies. Being different is imbedded in us so we shouldn’t praise or go after that because it’s who we are.


 I just hope my body let’s me speak and think again, soon.