viernes, 7 de julio de 2017

La casa junto al mar

   Cuando mi camiseta empezó a subir, los pequeños vellos de todo mi cuerpo se erigieron al instante. En el lugar no había un solo ruido, a excepción de las olas del mar que crujían contra las rocas a solo unos metros de la ventana, que ahora estaba cubierta por una cortina roja rudimentaria, hecha con una tela que se amarraba a un gancho en el techo. Estaba claro que aquella residencia no podía ser nadie más sino de un artista. El color azul de las paredes y el desorden eran otros indicios.

 Mi camiseta aterrizó en el suelo y se deslizó algunos milímetros por encima de los periódicos y demás papeles que había por todas partes. La habitación era la más grande de la casa y tenía varias ventanas, todas cubiertas a esa hora del día. Por un momento, mi mente salió del momento y se preguntó que pensarían las personas que pasaran por allí de una casa con ventanas cerradas a esa hora, en esa época del año. Pero no muchas personas caminaban por allí, a menos que dieran un paseo por la playa.

 Aún así, no verían mi cuerpo erguido sobre el suyo ni escucharían mis gemidos suaves que mi cuerpo exhalaba solo para él. Mi mente volvía a estar alineada con mi cuerpo y eso era lo que yo quería, sin lugar a dudas. Sabía lo que estaba haciendo, sabía en lo que me metía y quería estar allí. No había más dudas que resolver ni miedos que superar. Ya vendría eso después, si es que era necesario. En ese momento solo quería disfrutar de su tacto, que sentía recorrer mi cuerpo.

 Los cinturones cayeron al mismo tiempo al suelo, causando un pequeño escandalo que asustó al gato blanco que se paseaba por todas partes. En otro momento seguro me habría importado el pobre animal, pero no entonces. Sus largos dedos abrían mi pantalón y estaba sumergido en tal éxtasis que no supe en que momento el gato rompió un jarrón lleno de flores, que había estado allí desde la última vez que los propietarios habían visitado el lugar. No me importaba nada.

 Lo único que estaba en mi mente era acercarme a él y besarlo con toda mi energía. Quería que supiera que no había dudas en mi mente, que no me importaba nada más sino estar ahí. Habíamos flirteado por meses hasta que por fin habíamos tenido la valentía de actuar. La primera vez que lo hicimos fue después de una de sus clases, cuando él mismo me propuso como modelo para la asignatura que daba a los alumnos de la maestría. Yo acepté sin dudarlo. Me arrepentí luego al darme cuenta de que solo había aceptado por él pero nunca me retracté.

 El jueves siguiente estaba en su clase, en la tarde, en uno de esos salones donde hay una pequeña tarima y la gente se sienta alrededor. La luz entraba como cansado por el tragaluz. Yo me quité la bata sin mucha ceremonia e hice caso a sus instrucciones, a la vez que trataba de no mirarlo porque sabía que si lo hacía perdería toda intención de hacer lo que estaba haciendo por el arte y no por él. Al fin y al cabo, yo estaba totalmente desnudo ante él y de eso no había reversa.

 Amablemente, me quitó los pantalones. Sentí una ráfaga de calor por todo el cuerpo, tanto así que me sentí en llamas. No solo mis partes intimas sino todo mi cuerpo estaba ardiendo en deseo por él. Tal vez ayudó que el día se despejó y no hubo más nubes por dos días completos en la costa. Los bañistas apreciaron esta gentileza del clima, así como los pescadores. Y los amantes como nosotros también celebraron, con más besos y caricias y palabras amables y halagadoras.

 Seguí siendo su modelo hasta que, una tarde cuando me había ido a cambiar detrás de un biombo instalado solo para mí, se me acercó sigilosamente y tocó uno de mis hombros desnudos. Esa vez también me recorrió el cuerpo un escalofrío y más aún, cuando cerca de mi oído, pude escuchar su dulce voz pidiendo que lo dejara pintarme por un rato más. Y allí nos quedamos, un par de horas más. No hicimos el amor, ni nos tocamos ni nos besamos. Pero fue uno de los momentos más íntimos de mi vida.

 Y yo seguía siendo su alumno. Lo seguí siendo por lo que quedaba de ese semestre y lo seguí siendo el siguiente semestre, mi penúltimo en la universidad. Por mi estudio y otras responsabilidades, no pude seguir siendo su modelo, aunque yo lo deseaba. No nos vimos tan seguido ya, y creo que en eso se quedaría nuestra relación, si esa palabra es la correcta. Me sentí triste muchas noches, pensando en lo que podría haber sido y en lo que yo podría haber hecho.

 Sus manos rozaron mi cintura y, con cuidado, fueron bajando mi ropa interior hasta los muslos. En ese momento nos besábamos con locura y yo solo quería que ese momento durara para siempre. Creo que jamás voy a olvidar todos los sentimientos que recorrían mi cuerpo, desde la lujuria más intensa hasta algo que muchas veces he comparado con el amor. Los rayos de sol que atravesaban la cortina roja nos daba un color todavía más sensual y el sonido del agua contra las rocas era perfecto para lo que estaba sucediendo. Era mi sueño hecho realidad.

 Cuando empezó mi último semestre, me lo crucé en la recepción de la universidad. Era la primera vez que nos veíamos y creo que los dos nos detuvimos en el tiempo por un momento, como apreciando la apariencia del otro pero, a la vez, viendo mucho más allá. Cuando se me acercó, me dijo que ya casi seríamos colegas y ya no docente y estudiante. No sé si quiso decir lo que yo pensé con eso, pero no dejé de pensarlo y de revivir mis deseos más profundos.

 Así de simple, la relación volvió a cobrar el brillo que había perdido. De hecho, pasó a ser algo mucho más intenso. Como yo ya había cumplido con casi todo los requerimientos para graduarme, solo debía asistir a tres clases muy sencillas y eso era todo. Mi proyecto de grado estaba listo desde hacía meses, pues le había dedicado las vacaciones a hacer el grueso del trabajo. Así que estaba completamente disponible. Y él lo sabía porque al segundo día me invitó a tomar café.

 Los días siguientes bebimos mucho café, conversamos hasta altas horas de la noche y nos hicimos mucho más que docente y alumno, más aún que colegas. Me atrevo a decir que nos hicimos amigos de verdad, conociendo lo más personal de la vida del otro. Y fue entonces cuando surgió de la oscuridad un obstáculo que yo no había previsto. En el momento no reacción, tal vez porque estaba vestido de amigo, pero tengo que decir que lo pensé una y otra vez en los días siguientes.

 Pero bueno, eso no cambió nada. Seguimos tomando café y hablando de todo un poco. Me presentó a muchos de sus amigos artistas y un fin de semana me invitó a la casa de la playa. Esa fue la primera vez que la visité, sin imaginar que tan solo una semanas más tarde estaría en la habitación más grande, besando al hombre que se había convertido en una parte fundamental de mi vida. Caminamos por la playa esa primera vez y nos besamos también por primera vez. Un día feliz.

 Por mi cuerpo resbalaba el sudor. A veces cerraba los ojos para concentrarme en mi respiración, en hacer que el momento durara más, cada vez más. Cuando los abría, veía sus ojos hermosos mirándome. Y no solo había deseo allí sino un brillo especial.


 Estaba tan ocupado disfrutando el momento, que no oí la puerta del auto que acababa de aparcarse frente a la casa. Tampoco oí la risa de dos niños de los que no había sabido nada antes de ese día, ni la risa de su esposa inocente y tonta. La puerta se abrió, como sabíamos que pasaría alguna vez.

miércoles, 5 de julio de 2017

Norman

   From the very first years of his life, Norman Atelon was a very peculiar man. He was always avoiding situations, which would cause him to ruin his appearance, such as playing in the mud or during the rainy season. From the moment he learned to read, he spent his time doing just that, inside the house, in his room. He didn’t really like the company of his parents or of any other person. He’d rather have his stories and his imagination to go with it. That was more than enough.

 Norman developed this love of stories through his upbringing and eventually became one of the most renowned authors in the world. For some reason, he had dedicated himself to writing children’s books. His family saw this as odd behavior because he didn’t like people, and children were his very least favorite. He thought they were obnoxious and repetitive, not really taking any interest in the real interesting things life had to offer. He thought they were dull and dirty.

 However, the author once explained to his mother that he loved to write simple stories and that’s why his creations were considered more suitable for children. He didn’t agree at all but he knew it was best not to argue too much, because he did want to be taken seriously by other authors and by the world in general. For a person that didn’t really like people, Norman had a real need for people to be acceptant of him or, at very least, of his literature. And the world answered in a big way.

 His first book was a recompilation of short stories and it sold like fresh baked bread. Mothers and fathers all over the country fell in love with his imaginative creations and the kids really took to it too. Social media was a very good promotional platform for him, as many kids that liked his stories loved to paint or draw their favorite characters and then upload the pictures online. It was all made as a contest by the company publishing the books and it earned him a lot of money.

 So much he earned, that he became a rich man by the age of twenty-three, when most people are barely coming out of university, trying to enter a world hostile to their wishes. The irony was that Norman had never really wanted to be part of the world. He couldn’t care less if his stories made money or not, he just wanted to be out there, his name with all the other great names of literature. That was his achievement and he wanted to feel he had made it big. However, despite all the success, he didn’t get the recognition he wanted, only the one he didn’t care about.

 That’s why he made an effort at keep getting better at his craft. He studied, educated himself further abroad and, of course, he kept writing, almost every day. He lived with his parents for years until he decided he needed to get out of there but not because he was too old. He had realized he had to be fully alone to be able to create things that every other author would be jealous about. So he left his parents in a huff, not really feeling anything else than the burning desire to be considered a great author.

 His new apartment was small, very small. But it was located in a very wealthy neighborhood, with everything he could ever want not very far away. Not that he ever went outside for anything. He hired a maid to do those kinds of things for her. Food was a waste of time in his mind, so he dedicated the least amount of time to it, even reading through his meals or interrupting them abruptly when an idea came to mind. He had always been very skinny but he soon acquired an additional greenish hue on his skin.

 His parents and people he saw for work noticed this right away but they all knew him too well to say a word. Norman wasn’t the kind of person to care a lot about personal appearance. However, his mother convinced him to go to the doctor once. He complained about losing time of his daily schedule but he went with it. The doctor found him to be a bit underfed but, aside from that, he was healthy as a horse. It was incredible but he was, so no one could say anything about it anymore.

 The maid was ordered to cook better meals and he accepted to spend at least twenty straight minutes to breakfast, lunch and dinner. But he kept reading through the meals, because his mind had to be busy every single second of the day. People that met him thought it was exhausting just look at him go through a normal day. Norman was not a normal person at all; he was very unique in a very particular kind of way. Maybe that was the reason he didn’t like people that much.

 Friends, he did not have. He didn’t have any use for friendship or love or sex. As far as everyone that knew him was concerned, Norman was still a virgin and had never bonded with anyone else in his entire life, not even with other authors. People thought he wanted to be accepted by them but the fact was he wanted to be considered a true writer, a member of the group. If the people in the group liked him or not, he didn’t care one bit. That made people very annoyed by him, even if they were meeting him for the very first time. Norman was one of a kind.

 Ten years passed from his first publication. He lived in the same apartment, being cooked by the same maid and with his mom coming in every Sunday, as she had done since he had moved out. However, his father had died fairly recently so she had to visit alone. But Norman never seemed to notice his father was not around anymore. He did go to the funeral but he read a book through the ceremony and during the burial. People were very angry about it but his mother kept everyone from doing a scene.

 However, it was her who made the scene one day, one of those Sundays she visited her son. She served the meal left by the maid, as she always did and looked at her son as he ate fast to go back to his writing. He was working on a book about a young girl and her relationship with a magical cow. Or something like that, his mom was never that aware of the stories he made. No one really seemed to be, except his editor. The meal had gone by as usual except for one little detail.

 The mother burst into tears. She had never done so, not once in her whole life. Not on her childhood home, no in the house she had bought with her husband and least of all in her son’s apartment. She just couldn’t keep crying, tear rolling down her cheeks and nose. But that was not all that happened. Because, as she dried her face, she noticed that her son just left the table to sit on his table and keep on writing. Then, her sadness turned into rage, a feeling she had been repressing for many years.

 She yelled, as no one had ever yelled at Norman. Of course, there had been people who had had altercations with him. His way of being was off-putting to many. But that time, he seemed to actually care about the person who was yelling. It was his mother and, no matter how his personality was, he couldn’t just ignore the person that had brought him to life. She claimed she had been caring for him her whole life and he had never shown her the slightest sign of affection.

 For the first time, it seemed he didn’t have the right words to say. Norman had developed a very sharp and fast tongue. But that afternoon, all words seemed to leave him for good. And there was a reason for that: she was right. He had never shown her affection or any other feeling for that matter.


 He stood up and tried to walk up to her but he couldn’t. His legs wouldn’t budge. That feeling for her mother, whatever it was, was being overpowered by his personality. And she noticed. That’s why the woman grabbed her purse and her coat and never spoke to him again, not even when he was finally recognized as he had always wanted.

lunes, 3 de julio de 2017

El monstruo interno

   Durante mucho tiempo había aprendido a mantener la calma. No era nada fácil para él pero había tenido que esforzarse al máximo en ello. Años de experiencia le habían enseñado a que lo mejor que podía hacer era no caer en la tentación de usar lo que tenía dentro de sí. El mundo no podía saber lo que él era, fuese lo que fuese. No tenía una palabra para describirse a si mismo pero sabía muy bien que los demás encontrarían varios adjetivos para calificarlo en poco tiempo.

 Lo llamarían “monstruo” o “bestia”. De pronto algo menos radical pero seguramente una palabra que marcara con letras rojas lo poco natural de su verdadero ser. Y la realidad del caso era que él no podría contradecirlos pues estarían en lo correcto. Hasta donde él tenía conocimiento, era él único ser vivo que pudiese hacer lo que él hacía. Aunque podría haber otros, escondidos como él, viviendo vidas en las que también se estarían esforzando por mantener una fachada.

 Nadie nunca comprendería lo difícil que era. Nadie nunca sabría lo cerca que había estado, una y otra vez, de hacer cosas que luego habría lamentado. Aprender a respirar había sido una de las mejores lecciones en su vida. Sus pulmones no operaban por cuenta de su biología sino de su mente, al igual que su nariz y su boca y todos los demás órganos y apéndices que tuvieran algo que ver con respirar. Porque eso era lo que tenía que hacer y nunca podría hacer menos.

 Algunas veces, a lo largo de su vida, sintió que la gente podía ver a través de su disfraz. Una mirada acusadora o aterrorizada, alguna palabra que encendía las alarmas. Varias cosas habían encendido la alarma que tenía en su mente y que le alertaba que estaba en peligro inminente. No había sido por menos que había cambiado de escuela varias veces en su juventud. Sus padres no sabían sus razones pero siempre lo habían entendido y escuchado, a pensar de no entender sus razones.

 Ellos ahora estaban lejos y eso había sido a propósito. Apenas pudo, se fue de casa y los alejó con palabras y hechos. Y ellos jamás insistieron porque de alguna manera sabían lo que él era sin que una palabra hubiese sido jamás pronunciada. Eran buenas personas e hicieron lo mejor que pudieron o al menos eso pensaban. Él nunca se detuvo mucho en pensar en ello, porque después de adquirir su independencia todo sería por cuenta propia. Eso era precisamente lo que quería pues así sería más fácil dominar lo verdadera de su ser.

 Fue pasando de un trabajo al otro, sin estudiar. Solo cuando tuvo suficiente dinero ahorrado pudo concentrarse en adquirir cosas, algo que la mayoría de seres humanos desean toda su vida. Él no deseaba mucho pero tenía que tener un hogar y cosas propias para no perder las riendas de su vida. Por eso trabajó desde joven y, con esfuerzo y dedicación, pudo comprar un pequeño lugar del mundo para él solo. No era mucho para nadie pero para alguien como él tendría que ser suficiente.

 Era un apartamento en una zona desprotegida de la ciudad. En los alrededores había drogadictos y prostitutas pero si se caminaba un poco se llegaba a uno de los lugares más agradables de toda la urbe. Era una de esas ironías de la vida moderna en las que nadie nunca piensa demasiado, pues hacerlo puede ser perjudicial para la salud mental. Pronto, él se hizo amigo de aquellos moradores de la noche y pronto lo consideraron otro más de ellos, a pesar de que era algo más.

 Sus días giraban alrededor del trabajo. Lo hacía desde que el sol salía, y a veces un poco antes, hasta el anochecer o poco después. Las horas extra no les molestaban en el trabajo, con o sin paga. Si la mente estaba ocupada era más fácil calmar los fuegos que se atormentaban dentro de él. Cuando estaba organizando algo o ocupado en general, su mente solo se dedicaba a esa sola tarea y a ninguna más. Sus jefes siempre admiraban eso de él y se preguntaban como lo lograba. Era un secreto.

 Cuando no estaba en el trabajo, sin embargo, tenía que ir a su miserable hogar. Era propio pero era un hueco escondido del mundo. Esa era la parte que le gustaba de su guarida. En ella vivía con un gato que veía con frecuencia pero que no consideraba exclusivamente suyo. Era como un ocupante que iba y venía, sin importar el alimento o el calor de hogar. Su pelaje era extremadamente blanco, como un copo de nieve, y nunca lo llevaba sucio. El animal tenía secretos propios.

 En ese hogar dormía y comía y cuando no podía hacer ninguna de esas dos cosas se dedicaba a labores que demandaran su completa atención. Así era como había aprendido a bordar, a arreglar instalaciones eléctricas y muchas otras cosas que requerían una precisión impresionante. Además, todo ello lo cansaba y lo enviaba pronto a la cama. Dormir es un premio enorme para alguien que no sabe en que momento puede surgir la tormenta que lleva en su interior. Soñar, por otro lado, es un arma de doble filo que debe usarse con cuidado.

 Pero claro, nadie puede controlar por completo sus sueños. Así fue como una noche, en la que llovía a cantaros, este pobre hombre tuvo una horrible pesadilla. En ella, una criatura con cuerpo de araña pero cara humana se le presentaba de frente, después de perseguirlo por largo tiempo. Cuando lo hizo, él estaba envuelto en su red, apunto de ser convertido en alimento. Pero fue entonces cuando la cosa le dijo algo, al oído. Nunca pudo recordar las palabras pero fueron ellas las que desencadenaron el caos.

 Despertó pero, cuando miró alrededor, todos los objetos de la habitación estaban flotando, al menos medio metro sobre el suelo. Por un momento, se sintió como si estuviese congelado en una fotografía, como si el mundo hubiese sido detenido por alguien. Pero el mundo no se detuvo para siempre. El mundo retomó su velocidad, haciendo que todo lo que había sido levantado cayera de pronto al suelo, causando un alboroto de proporciones inimaginables en toda la ciudad.

 Porque lo que pasó no ocurrió solo en su habitación o solo en su apartamento. Se sintió en todo el mundo. El dolor de cabeza que sentía al poder moverse fue la alarma que le avisó que algo no estaba bien. Sentía que la cabeza se le iba a partir en dos, que todo lo que había tratado de retener por tanto tiempo estaba a punto de salir disparado por una grieta en su cráneo, por sus ojos y por su boca. Se sentía mareado y ahogado. Intentó calmarse pero era demasiado difícil, como si él mismo se resistiera.

 De alguna manera logró oír los gritos del exterior. La luz de la mañana le brindó un sombrío panorama a través de la ventana de la habitación. Afuera, algunas personas parecían fuera de sí. Había automóviles al revés, llamas un poco por todas partes y cuerpos humanos inertes por todas partes. Por eso gritaban las personas. Algunos de los cadáveres estaban en lugares a los que no podrían haber llegado por su propia cuenta. Todo el mundo supo que algo inexplicable había ocurrido.

 Eso ocurrió hace cinco años. Buscaron respuestas por todas partes pero nadie nunca supo dar una que pudiese convencer a los millones de afectados. Familias habían sido destruidas y nadie tenía idea de porqué o de cómo. Hubo ceremonias por doquier y un luto más que doloroso.


 Con el tiempo, la gente olvidó o al menos fingió hacerlo. El único que no pudo hacerlo fue la persona que había causado semejante evento catastrófico. Nunca supo como lo hizo pero sabía que podría pasar de nuevo. Por eso seguía entrenándose, día tras día.

viernes, 30 de junio de 2017

Mission

   It wasn’t very normal for Truman to be assigned to a special mission. Not that he didn’t deserved to be in one, rather than his superiors had always deemed preferable that he stayed with the troops, helping do what soldiers usually do instead of traveling the globe protecting something or someone. He had never been the bodyguard type and people saw that. Instead, they considered him a mastermind of strategy, a very skilled mind that could solve difficult situations were a lot was at risk.

 However, about a week or so ago, he had been summoned by his superiors and instantly praised and thanked for his service. When they did that, he knew that they wanted something out of him. The only question was what? What did they want him to do that they couldn’t find anyone else to do it? Was he their first choice or had they just decided to send someone that not many people would miss? So many questions amassed in his head in only a few seconds. His muscles were tense.

 After being done with the praising, they explained they needed him to form a team to protect a very special cargo travelling through a very difficult region of the world. A region at war that needed to be crossed by a train carrying very important things for the country. At first, Truman wasn’t very convinced by the aspect of the mission. He was normally given a lot to work with but this time they wanted him to get a team just to ride and protect a train. They wouldn’t say anything else.

 But he couldn’t refuse to help him. In the military, there was no such thing as the word “no”. You can have doubts and you can even express them to your superiors but you cannot, never, say “no” to any of their orders. Maybe one day when you become a superior as well and that may never happen for many reasons people knew very well but preferred not to talk about. The point was the he had no option but to accept the mission, as vague and unclear as his orders could be.

 Truman contacted every single soldier that he knew, the ones that were actually good at what they did. The team he needed to gather had to be very large in order to have a successful trip through deserts and farmlands, as well as devastated cities. Some of the men he contacted were spending some time with their families but they all accept in an instant. Again, there was never a negative word inside of the military; there were just orders and the right way to proceed about them. Besides, they all respected Truman a lot, as they knew him from the field.

 They were given amazing brand new weapons as well as a special suit that would protect them in case of an attack. As there was no time to train, Truman asked the men he had invited to the mission to exercise daily until the day they traveled to the city where the train was stationed. They all obliged, going back to their intense gym routine in the blink of an eye. Most of them loved the pain that exercising brought. They felt more powerful after it and their confidence was easily boosted.

When they got to the train, they were kind of surprised to discover that the train they had to protect was not a cargo train but rather an actual passenger train, with few but too many passengers for them to worry about. Truman expressed his concern to one of his bosses but he just said he had done lots of missions like this one that he didn’t have to worry. But he did, because he had prepared everything to protect a cargo train, not really a place were people had drinks and laughed too.

 Because the train was not exclusive to one person. To ensure that their enemies thought twice about attacking the transport, the government had decide to use passengers as a human shield to protect whatever it was that the government needed to have protected. It was very complicated and not very patriotic to use others in order to defend something that no one knew what it was, but once again, they had to trust the superior and just proceed with everything, no matter where they were.

 The train departed on time, early in the morning, with at least one hundred people seating inside. The team had no idea where what they protecting was in the train but, as they guarded doors and such, they discussed their ideas about what it was and why the government want to protect it like that. Some said it was only a bunch of papers incriminating someone somewhere and others were certain it was some kind of new weapon that they had developed in secret and needed to be moved.

 Any of the guesses could be correct, that was the thing that bothered Truman the most. As he walked outside, in order to guard the last wagon, he realized for the first time in his life that he had no idea why he was in that place. Something didn’t feel right to him and when that happened he did prefer to go with his gut instead than his head. Whenever something was off, he had stomach cramps. By the time he reached the last wagon, he wasn’t feeling especially great either. More like the opposite. He felt a little dizzy and then realized it wasn’t because of his gut.

 Before fainting Truman had realized what was going on: they had used some kind of poison or gas that made people fall asleep. As his eyes closed, he was certain that he had fallen into some kind of trap but he had no idea who the trap was supposed to catch. The other soldiers were not attacked, only him as he was alone and the leader of the bunch. He woke up much later, judging by the night sky outside. Truman knew that he was still inside the train but in some sort of closet.

 He was very cramped in that small space, his head still spinning. He wanted to talk to someone; he wanted his questions answered and his men beside him. But he didn’t get any of his wishes that night. Instead, he go to hear the most awful of noises: a woman’s scream pierced the sky. It was so intense, that Truman felt the voice inside him for a while. The sad thing was that the scream was followed by more screams and they were not only done by the same woman, but by other people too.

 Truman fought the cable they had used to tie him up. But it didn’t move from his wrists for a second. She tried to make every part of the small room to shake in order to cause someone to hear him or at least to be able to open the door but he couldn’t. They must have used some kind of lock for the door and the cable on his wrists seemed to pierce into his skin every time he tried to get rid of it. It was very painful, because he had tried very hard and now his wrists were covered in blood.

 The screaming continued and it was followed by the sound of weapons. Truman’s face was drained of all blood when he heard something he could recognize anywhere: his brand new weapons. He had practiced a bit before boarding the train and had discovered how that new assault weapon was just so much better than existing ones. Apparently they were made only to be used by a special task force that protected the most private secrets of the nation, whenever and wherever necessary.

 The sound of the weapons lasted for at least fifteen minutes. Then, it was silence. A very eerie silence because nothing but the train tracks could be heard. Truman thought that maybe they had been attacked by the enemy and now they had killed everyone on the train.


 But then the door opened and someone pulled him out of the tiny closet. The brightness of the lights were very hard to look at but it was way harder to look at one of his superiors with one of the new weapons on his hand. And on the floor, Truman’s team, all dead. It was the first time he needed someone to explain the situation.