miércoles, 26 de octubre de 2016

Modelo de...

   Desde siempre, lo llamaban para lo mismo. Ha pesar de tener una rutina bastante intensa de gimnasio, el trabajo para el que lo llamaban siempre era el mismo.  Se había esforzado por mucho tiempo para ser el mejor en lo que hacía, para poder presentar más de una cara de si mismo. Pero, por alguna razón, siempre lo contrataban para exactamente lo mismo. Como así era, trabajaba medio tiempo en un pequeño restaurante como ayudante de cocina pues esa era su profesión desde un comienzo, tiempo antes de intentar otros caminos.

 Raúl era inusualmente alto para el lugar donde había nacido y desde siempre la gente lo había mirado de manera diferente. No como si fuera un gigante ni nada parecido, sino porque sus movimientos eran algunas veces lentos y torpes. No era inusual que tuviese accidentes tontos con un frecuencia mucho más alta de lo normal. Lo único que hacía en esos casos era disculparse y tratar de que no sucediera de nuevo pero era bastante difícil evitarlo, en especial cuando muchas veces sentía que no tenía control sobre su cuerpo.

 Aunque la cocina había sido su primera pasión, la verdad era que hacía mucho tiempo había perdido el interés en ella. Al menos así había sido desde que, en un viaje al extranjero, un hombre lo había detenido para decirle que tenía pinta de modelo y que le encantaría tomarle algunas fotos para definir su perfil. En ese entonces viajaba con una novia a la que le pareció todo el encuentro muy gracioso y pensó que el hombre era o un charlatán o simplemente le estaba tomando del pelo a Raúl. Él fingió pensar lo mismo.

 La verdad era que la idea le había quedado sonando en la cabeza y por el resto del viaje estuvo mirando la tarjeta que el hombre le había dado. Al final, casi tenía el número memorizado. Pero no tuvo nunca un espacio de tiempo para poder ir a hablar con el hombre. Su ex estaba siempre encima de él, como si le diera miedo despegarse. Así que nunca fue a su cita con el hombre de la agencia de modelaje y su viaje terminó en una pelea por otra cosa con su novia. Poco después terminarían y una de las razones sería la poca fe de ella en él.

 Aunque se le daba bien lo de cortar y cocinar, desde ese viaje a Raúl se le había metido en la cabeza que sí podía ser modelo y que quería intentarlo pues sería un ingreso más de dinero que no le vendría nada mal. Eso era lo que se decía a si mismo pero la verdad era que quería saber si en verdad era tan guapo como para ser modelo. Nunca se había sentido especialmente atractivo y, aunque ahora se mataba en el gimnasio tres horas al día, no sentía que estuviese más cerca de su meta que cuando el tipo le ofreció su tarjeta la primera vez.

 Después de una búsqueda exhaustiva, Raúl decidió lanzarse e intentarlo. Buscó una agencia y pidió una cita. Tenía que pagar para que le tomaran fotos y lo consideraran, no era al revés. Ese día tuvo muchos nervios y se había asegurado de ejercitarse lo suficiente antes de asistir. Sus músculos estaban tensos y aún dolían del esfuerzo físico. EL fotógrafo no dijo nada al respecto. Las únicas veces que le dirigió la palabra fueron para decirle como posar, que hacer para la siguiente toma y nada más. Todo fue menos interesante y fascinante de lo que él esperaba.

 A la semana siguiente volvió para recoger sus fotos y para reunirse con un hombre que le diría cuales eran sus puntos fuertes y sus puntos débiles y si de hecho servía o no para el modelaje. Cuando llegó a la cita, se decepcionó mucho al ver que ya no hablaría con un hombre sino con una mujer. No era que Raúl fuese sexista ni nada por el estilo, sino que le intimidaba mucho más oír criticas de su físico de parte de una mujer que de un hombre. De alguna manera se sentía como si estuviese, una vez más, en una de sus relaciones fallidas.

 Sin embargo, la mujer no pudo ser más amable. Le comentó que en efecto su altura lo hacía bastante interesante para una gran variedad de proyectos, sobre todo en un país donde la gente era bastante pequeña. El inconveniente es que tendría que modelar ropa diseñada casi que para él o sino se vería como un tonto. Hablaron también de su físico y la mujer le confesó que aún le faltaba mucho por hacer en ese aspecto pero eso siempre se podía mejorar trabajando duro en el gimnasio con algo más de intensidad, lo que parecía ser casi imposible.

 Le dijo, además, algo que le pareció inusual y fue que sus manos y sus piernas eran ideales también para el modelaje. No eran excesivamente peludas y eran torneadas y bien definidas, con una piel suave y de un color bastante agradable que no era blanco pero tampoco de un moreno que no le quedara a su complexión. Le mostró varias de las fotos que le habían tomado para que viera lo que ella quería decir pero la verdad es que eso a Raúl le daba un poco lo mismo. Él lo que quería era ser modelo comercial y nada más.

 La reunión terminó con unas palabras de aliento y la entrega de las fotos. La mujer estaba segura que Raúl podía tener un futuro brillante en el mundo del modelaje si sabía aprovechar sus atributos y si se esforzaba mucho más en el trabajo de su cuerpo. Le dijo que enviaría copias de sus fotos a varios conocidos para ver si alguno de ellos estaría interesado en él como modelo. Al final le dio la mano y Raúl la estrechó con una sonrisa tensa: la verdad era que no sabía que pensar de la reunión.

 Días después, mientras cortaba montones de cebollas para la hora del almuerzo en el restaurante, Raúl recibió una llamada en su celular. Era la mujer de la academia que le contaba que un par de empresas estaban interesadas para trabajar con él. Raúl se emocionó bastante y la mujer le pidió que la visitara lo más pronto posible para contarle todos los detalles pues estaba algo ocupada y no podía contarlo todo por el teléfono. Él aceptó y casi no pudo dormir esa noche de la emoción. Parecía que su sueño estaba cada vez más cerca.

 Sin embargo, al otro día, su ánimo bajó de golpe cuando la mujer le explicó que el trabajo era para una empresa que hacía medias. Eran medias para todos los usos y le tomarían varias fotos. La paga era buena pero no increíble ni nada por el estilo. Ella le explicó que la mayoría de planos serían cerrados pero que era posible que un par de las fotos fueran para vallas y revistas, donde un cuerpo entero tenía mucho más sentido. Raúl lo pensó un momento pero la mujer lo convenció de que, para un primer trabajo, estaba mejor que bien.

  La sesión de fotos fue el fin de semana siguiente y Raúl se enamoró de todo lo que tenía que ver con el modelaje desde el primer momento. Le encantaban las luces, el sonido del obturador de la cámara y el silencio del fotógrafo con el que parecía establecer una conexión especial a la hora de posar. Eso sí, todas sus poses tenían que ver con sus piernas y con la gran variedad de medias que la empresa que lo había contratado hacía. Para las fotos, se puso todo ese día al menos unos cuarenta pares de medias, casi siempre sin zapatos.

 Fue divertida como primera experiencia y supuso que mucho más pasaría. Y así fue pero no de la manera en la que él lo estaba esperando. Lo primero es que la compañía de las medias lo siguió contratando con frecuencia pues estaban muy contentos con él. Siempre era para modelar en planos cerrados de sus piernas, pocas veces de cuerpo entero. Lo otro es que todas las ofertas que recibía eran para lo mismo o para zapatillas deportivas o zapatos de varios tipos. Pagaban muy bien y él aceptaba y se dejaba tomar todas las fotos pero su cara no aparecía en ninguna de ellas.


 En parte estaba orgulloso de si mismo pues había logrado convertirse en modelo y, al menos parcialmente, poder vivir de ello. Pero aumentar su rutina a cuatro horas diarias parecía no haber tenido efecto. Lo más cercano a su sueño fue cuando le tomaron una foto sin camiseta para unas zapatillas deportivas pero la foto nunca se publicó. En todo caso, siguió intentando pues sabía que lo tenía todo para triunfar. Había llegado hasta allí y nadie le iba a impedir seguir avanzando, no después de todo lo que había superado.

martes, 25 de octubre de 2016

Cheese, bullied

   Every single time she ate cheese, she suffered from stomach ache and the most awful and embarrassing case of gas that anyone could suffer. As many people with the same problem, Lila had learn to ask every time she ate in a restaurant if the meal she was about to ask for had any traces of cheese. Some people did the same with peanuts and others with other types of food, but her problem was with cheese. However, she did have to see cheese ever single day at home as everyone else was able to process it normally, so they ate it.

 She really didn’t like to be a nuisance, a problem of some kind. She knew it was very annoying for other people when she had to ask for traces of cheese. And when people didn’t want to understand what the problem was, it was extremely embarrassing to tell them what would happen if she ate just a small piece of cheese. She would go very red and her voice would tremble and every person would feel awkward because it seemed she was over sharing when she was just explaining how awful it was for her to eat something that could even kill her.

 Lila had discovered her condition in high school. It was one of the worst memories for her to remember. When she was a very little girl, she actually loved cheese and her mother would always put some string cheese on her lunchbox because she knew how much she adored it. Lila would eat it very slowly; enjoying every single piece as if it was some kind of delicacy that only a few people had access to. Her friends always thought it was something very weird but they never said anything about it, at least not back then.

 Years later, when she became a teenager, she still had much love for cheese. But it was one day in high school when they were presented with pasta for lunch and she decided to practically cover her plate with Parmesan cheese. Her friends laugh and she did it partially to be funny. When a teacher noticed what she was doing, he told her she had to eat that whole plate of food if she didn’t want to be taken to the principal’s office for wasting food and playing with it instead of eating like all the rest of the students.

 Lila accepted the challenge and ate the whole plate. The teacher watched her do it as well as her friends that applauded her once she was done. It was one of those really cool moments in school when teacher get served when they’re being impossible and just ridiculous. However, only five minutes after finishing or so, Lila began to feel really bad. She felt as if someone with a knife was cutting her stomach from the inside. It was awful. She tried to resist the pain for a while but she finally asked her teacher for permission to go to the nurse’s office.

 And just as she did so, she farted. It was loud and clear and charged with a foul smell that filled the rather small classroom. Every single person there complained and laughed and booed her. She had to run away, having the door behind her open. Her body had betrayed her in the most awful way possible and, to be honest, she didn’t even think about the nurse when she ran out of the room. She regretted leaving her backpack. What she really wanted to do was to go home and never come back to any of her classes for the rest of the year.

 However, that was not possible. She wandered around school until a teacher saw her. Then, she almost ran to the nurse’s office and told her what had happened. Nurse Holly obviously wanted to laugh but tried not to and instead told Lila to lay down in order to be properly examined. As it was obvious, her stomach was bloated. That and the foul gad indicated she had something to eat that wasn’t very well received by her stomach. The nurse asked her to remember what she had eaten so they could know what it was that caused it.

 Of course, the huge bowl of pasta came to her head fast. Nurse Holly said it could be either the cheese or the pasta because many people in the world weren’t able to eat either of them. So she gave the girl a pill for her ill stomach and told her to remain there for a while until it worked. Then, she could choose going back to class or going home. It was only an hour and a half to go to the end of the school day so there wasn’t much difference, she said. She clearly didn’t know how embarrassed Lila was about had just happened.

 Her mother came to pick her up and she wasn’t very happy about it as classes would finish in only an hour. She told her daughter she could’ve resisted a little bit more and just come on the school bus as every single day. She was obviously not very happy about having to pick her daughter in school because it disrupted her schedule. She was a realtor, selling properties in the area to people that wanted to live in one of the most well taken care of area of the city. She made a very nice living, so her daughter interrupting wasn’t the best thing to happen.

 When Lila arrived home, she quickly ran to her room and closed the door. Her mother didn’t understand how embarrassed and humiliated she felt after what happened. She had tried to explain but her mother was too busy with her things to actually hear her daughter speak for a couple of minutes. So Lila would rather just be alone in her room and suffer her stomachache there without anyone that would make her feel annoyed or underappreciated. After all she was teenager in her most difficult years.

 She didn’t really want to go to school the next day but her parents said that food poisoning was not an excuse to miss more than one day of school. And they were so strict that missing an hour was for them the same thing that missing a full day. So Lila had to hop in the school bus in the morning and from that point on she felt every single look on her. She could even hear the laughs and jokes but she tried hard not to care or, at least, not to be aware of everyone for the rest of the day. She just wanted every class to be fast so the day could finish soon.

 However, that rarely happens in high school. Her first subject was History and, for her, there wasn’t a more boring assignment. She normally wandered off in that class, drawing doodles on her notebook or passing little notes to her friends, normally talking about some boy or mocking the teacher. But this time, she wasn’t included in that activity. She noticed when one of the girls turned around, looked at her as if she was garbage and then passed the note to another girl sitting beside her. That felt even more humiliating that the fart.

 Her social life went in decline since that awful day. So much so than the following week, Lila didn’t have someone to sit with her at lunch. And then, the jokes got meaner and they weren’t whispered anymore but yelled in the hallways and everywhere a large crowd was inspired to laugh at her and imitate the sound of farts with hands and arms and mouths. It was very humiliating. Lila tried to talk with the principal but he dismissed her saying that she was imagining things, as people didn’t get bullied in his school. And then it became clear to her: she wasn’t the only one.

 Many others were bullied in school. Of course, not for the same things as her, but it did happen and more often than the school would admit. They teased a boy for being gay and a girl for not dressing “fashionable” enough. And of course, they teased people for being fat and others for being poor. So Lila decided to punch back and tried to talk with every single one of those who had been insulted, pushed around and called names. She wanted them all to be with her in order to do something that, she thought, would make things change.

 Her mother had sold a house to a very renowned news anchor and she had become friends with him. Lila convinced her mother to let her talk to him and her mother, seeing how insisting she was, accepted. The man thought it was a very important local subject and assigned someone to it. A week after, everyone in the city knew about how bullying was going rampant in schools for the stupidest reasons and how no one was doing anything to help. The report had serious consequences and all because of a plate full of cheese.

lunes, 24 de octubre de 2016

Sexo y música

   Cuando lo besé, sentí que las rodillas se me doblaban solas, como si mi cuerpo de repente dejara de responder o como si todas mis fuerzas y espíritu estuvieran entregadas a ese solo momento. Me acerqué más, mientras sentía su espalda con mis manos sobre su ropa. Él hizo lo mismo pero empezó más abajo y de un momento a otro me tomó con fuerza y alzó mi cuerpo y me llevó, sin dejar de besarnos, a mi habitación. Allí no prendimos las luces ni cerramos las cortinas. No hicimos nada más sino besarnos y disfrutar el cuerpo del otro.

 Las prendas de vestir fueron cayendo al suelo, una a una, hasta que no tuvimos ninguna más encima y se trataba solo de nuestros cuerpos, el uno contra el otro. Sus besos pasaron de mi boca al resto de mi cuerpo y mientras todo sucedía me di cuenta de lo bien que me sentía, tan bien como jamás me había sentido en mi vida. Sentía como si mi piel fuera ultra sensible, sus besos eran simplemente lo mejor de la vida. Y sus besos me hacían sentir más de una cosa al mismo tiempo. Hacía mucho eso no ocurría.

 Afuera, la noche cayó y una suave llovizna cayó sobre la ciudad. Pero ninguno del dos se dio cuenta hasta el día siguiente, cuando amanecimos el uno sobre el otro, con las sábanas enredadas por el cuerpo. Apenas me desperté, tomé el cubrecama y nos cubrí a los dos pues hacía mucho frío. Él ni se dio cuenta pero su cuerpo parecía estar temblando ligeramente por el frío. Le di un beso en la espalda, cubrí nuestros cuerpos y me quedé dormido en apenas segundos. Tuve un sueño tranquilo que duró apenas algunas horas.

 Cuando me desperté de nuevo, él ya no estaba a mi lado. Por un momento pensé que se había ido sin decir nada pero entonces escuché un sonido de la cocina y me puse de pie para ir a ver de que se trataba. Cuando llegué, lo vi delante de un par de sartenes, usando una espátula para hábilmente voltear unas tostadas francesas. También había hecho tortilla de huevo y tenía la botella de jugo lista a un lado. Por un momento, me dediqué solo a contemplar su cuerpo, los hermosos brillos que tenía, su sensual silueta natural.

 Cuando se dio cuenta que estaba allí, me sonrió y se disculpó por tomar de mi comida pero le dije que no había problema. En pocos minutos sirvió y desayunamos juntos en el sofá, sin ropa y con algo de frío, pero sin dejar de vernos el uno al otro. Cuando nos despedimos, después de ducharnos y hacer el amor de nuevo, cada uno quedó en la mente del otro de manera permanente. Solo podíamos pensar en ese día y en todo lo que había ocurrido. No podíamos decir otra cosa que había sido una de las mejores experiencias de nuestra vida.

 Cuando llegué a la productora al día siguiente, muchos me preguntaron sobre mi sonrisa. Querían saber que era lo que había pasado, quién me había regalado esa felicidad. Pero yo no dije nada y rápidamente los encaminé de nuevo al trabajo. Teníamos mucho que hacer para promocionar dos nuevos álbumes de dos artistas muy diferentes: una era una joven cantante de jazz, que tocaba unos tres instrumentos y era bastante atractiva. La compañía le había ofrecido mucho dinero y se esperaba que fuera uno de los grandes descubrimientos de la empresa.

 Pero el que más me interesaba ver era el nuevo cantante de rap que había descubierto en un bus hacía relativamente poco. Teníamos otra cita ese mismo día para discutir las condiciones para trabajar juntos. Me había sorprendió cuando dijo que tenía un representante. Era obvio que lo consiguió de última hora pero eso nunca me había preocupado. Sonreí cuando me di cuenta que era Alejandro y por eso nos conocimos y tras solo algunos tragos fuimos a mi apartamento y pasó lo que pasó. El cliente, por supuesto, no sabía nada.

 Primero fue la cantante de jazz. Con ella íbamos más adelantados, eligiendo sus mejores canciones y a los músicos que la acompañarían en la grabación. Tuvimos que negarle a uno de los que había recomendado porque simplemente no era muy bueno que digamos. Se notó en su rostro que ella no estaba muy contenta con ello y fue al final, casi en la puerta, que confesó que ese era su novio y que temía que la relación pudiera ponerse complicada. Luego escuché a alguien diciendo que eso era algo bueno pues escribiría más canciones de despecho.

 Mi cita con Alejandro y su protegido era después del almuerzo. Todo el rato estuve pensando en él pero también en como haríamos para fingir que nada había pasado. Nunca me había metido con nadie con el que hiciese negocios y sabía que no era la idea más inteligente del mundo. Pero ya estaba hecho y había que trabajar pensando en lo que era y no en lo que yo quería que fuese el mundo. Traté de comer lo mejor posible para no estar nervioso y cuando me avisaron que subían para la reunión, creo que empecé a temblar.

 Cuando lo vi, instintivamente sonreí. Él no correspondió y supe que estaba siendo inmaduro al no saber diferenciar una cosa de la otra. Así que me controlé y los saludé a los dos de la mano. Tuvimos una larga conversación de lo que el cantante quería: honrar su color de piel y su herencia cultural en todo el proyecto, ojalá con músicos y técnicos que fuesen también negros, como todo el que lo rodeaba.  Quería ser un orgullo para su familia y su comunidad.

 Le dije que no habría problemas pues si algo nos había gustado de él era su originalidad y su energía. Después de eso pasamos al estudio de grabación y le pedí al cantante que por favor nos mostrara algunas de sus canciones originales. La primera que cantó fue muy enérgica, parecía una pelea de boxeo en la que claramente él estaba ganando. La canción iba sobre la fuerza de su gente y la opresión que había recibido toda la vida de los demás. En ese momento sentí la mirada de Alejandro por un momento pero cuando quise corresponder, la movió.

 La siguiente canción era sobre la violencia y las muertes que lo habían afectado, casi todas violentas. Eran unas líricas bastante pesadas pero sabía muy bien cómo llevar esas letras. Había mucho que pulir pero sin duda tenían a un gran artista en sus manos. Yo ya estaba listo para empezar a firmar cosas pero entonces el mismo joven me dijo que quería cantar una más, porque creía que valía la pena hacerlo allí mismo, en ese momento. Como insistió, decidí dejarlo.

 La letra de la canción era bastante más fuerte, más explícita, llena de contenido gráfico. Se podía manejar un poco, cambiando algunas palabras y ofreciendo dos versiones, una apta para todo público y la versión para adultos. Pero entonces empezó a relatar algo en la canción que me pareció muy familiar: algo de unos… Es mejor no repetir la palabra. Solo digamos que era un insulto que claramente se refería a Alejandro y a mi. Y al seguir cantando, pude darme cuenta que el chico sabía mucho más de lo que aparentaba.

 Cuando se detuvo, les dije que podían seguir a la sala de juntas si deseaban firmar el contrato. En ningún momento subí la mirada para ver a los ojos al cantante o a Alejandro pero cuando se alejaron en busca del ascensor, solo el cantante me miró con una mirada cargada de odio. Fue solo un segundo pero se sintió como un golpe directo en la mandíbula. No entendía que había pasado. Alejandro tal vez le había contado o tal vez se había dado cuenta de alguna manera. ¿Pero porqué esa actitud tan desafiante, desaprobándonos a los dos?


 Fue mi asistente quien les hizo firmar todo y me avisó cuando se fueron. Me sentía traicionado. Pero no había razón para ello. Al fin y al cabo que no nos conocíamos de hacía tanto tiempo. Apenas sabíamos un poco el uno del otro. Era más que todo el odio que había en la canción y que él no hubiese reaccionado lo que me afectó. Cuando mi asistente trajo los papeles para que yo los guardara. Al mismo tiempo me llegó un mensaje al celular. Decía “Tenemos que hablar”.  Las firmas en los papeles explicaban y confundían al mismo tiempo: cantante y representante eran hermanos.

sábado, 22 de octubre de 2016

Hurricane Eliza

   There were pieces of wood and tiles all over the place. No house was left standing. The only big structures close to the big were a couple of buildings, which were about seven floors before the hurricane hit the area. Now, they were also a big pile of rubble that was very difficult to put apart from the rest of the rubble from all the other structures likes house and small business buildings and commerce. Everything had been destroyed in only one night and now people were trying to define what they were going to do after such a tragic event.

Anne had always lived in the area. Her parents had moved when she wasn’t even in their plans and the city was only beginning to flourish. Back then; they had some powerful hurricanes too but nothing like Eliza, the storm that had destroyed every single house. Anne had evacuated early the day before, leaving for a shelter inland. That move had saved her life. Many other people were not as fortunate. They had been afraid of leaving their things, their home, so they had been taken away by the storm along with everything else.

 The death toll rose every hour, as more and more bodies were found beneath what remained of the houses. The ones closest to the beach had been the most affected but destruction had reached every single part of town, even those not so nice houses that were inland. Poor people who lived away form the beach and all of the beautiful things also died or were left to live in a pile of what used to be their home. The storm didn’t care who had money or who hadn’t. She just arrived at peak intensity and took everything with her.

It was true, however, that people had been warned long before the actual hurricane hit the city. But every prediction said it would turn north because of the warmer waters up there. Everyone was convinced that was going to happen. And the turn happened but it was too close to the shoe line. Actually, when all the data was compiles, the hurricane’s eye had never touched the ground. It had been away from the coast for only a couple of kilometers. The destruction was maximal that way. Not even something planned would have been so evil.

 Anne spent all of the first calm day trying to find things in the remains of her house that she could use. Contrary to popular belief, people were not helpful or nice. All the opposite: they were vicious and didn’t want anyone to even step on one of the rocks they thought belonged to their house. People got really scared and believed everyone was out to get them and that their pile of garbage was somehow much more important or valuable than the other piles of garbage in the area. Some people even got weapons to protect their stuff.

 Anne decided to explore her space and try to take as many things as she could salvage from the rubble. Of course, there wasn’t a whole lot to take with her, but she did found some valuables like kitchenware and jewelry and other stuff that she could use to sell and survive for some time. Anne was a widow and had never had any children so she was alone in the task of trying to make something out of her life after such a tragedy. She was always almost at the breaking point but somehow always pulled herself together and moved on.

 When the sunset of that first day after the storm approached, she realized she couldn’t save anything else. The lot was still hers but it would take a while for the city to clean the neighborhood. She had to do something else that wasn’t camping there like a lunatic. She decided to pay a cheap hotel for a night and decide the next day what it was that she was going to with her life. As she drove to the hotel, she realized all of what was happening would have been a lot easier to handle with her husband on her side. But he wasn’t there.

 Walter had died almost a year earlier from a strange disease that had almost annihilated his body in a matter of months. They never told her exactly what it was but the quality of his life quickly diminished: by the end of it he wasn’t able to stand on his own, speak fluently or properly use her hands. When he began to drown because of his problems one day, she had no idea she would lose him. And she also didn’t know he had signed a paper that said he shouldn’t be revived in case something like that happened. He had taken that decision in order or her no to make it.

 Walter had been the love of her life, having met him in college. They used to do everything together. They planned and went on great trips and loved to try new things as a couple like dancing unknown rhythms or trying to learn a new language. It was hard for Anne to admit, but it was because of Walter that she had evolved and become a stronger and more loving person. Before she met him, she as a bit too rough and didn’t really care for romance or love or any of that. It was Walter, which showed her how beautiful love could really be.

 Now she was by herself, sleeping in a small bed that smelled like old people. It was pitch black outside her room but even like that she couldn’t sleep. First, her husband had been taken away from her. Then, the hurricane destroyed everything. And now she felt extremely lost and lonely. It had o be said that she had no more family than Walter as she had lived her full childhood in an orphanage. That was what had made her tough in the first place.

 The following day, she returned to her former house and tried to get some more stuff out but it was a very dangerous thing to do as the rubble could fall on her feet or hurt her somehow. It was a really difficult thing to do, to try and remember he things that had any value in order to sell them. She had also saved many things from him and now she couldn’t find any of it and it was making her desperate. She wanted those things to feel a little bit safer, as if someone was actually protecting her. Being alone was too hard after such a thing.

 Suddenly, a group of people from the mayor’s office and the government appeared on a car with a sound device to reach everyone. They were saying that the rubble would be cleared off in the following weeks, as the machines needed for the job weren’t even en route to help yet. They said the disaster had touched many different towns along the coast and that they were trying to make the best job possible for everyone to feel safe and to be able to rebuild if they want that or to sell their lots if they decided that was the better option.

 Anne was the first one to walk up to the car and make them stop by standing just in front of it. She had an impulse to do so and she did. She yelled at the people on the car, saying that they were talking as if it was something they did out of a routine or something, as if town along the coast got destroyed every day. And she also told them that she new for a fact that machines like the ones needed to clear the rubble were available to mayor’s office because of an article she had remembered reading to Walter when he was in the hospital.

 Other neighbors came closer and agreed with Anne. They also thought the government had come to tell lies and to make them feel safe and calm when there was no reason to be either of those. They needed to get mad and to demand what was right, which was the removal of all the rubble as soon as possible in order for them to properly look for their belongings and then decide if they wanted to leave or not. Many people, most of the neighbors actually, came closer to Anne and surrounded her, in order to support her stand.


 She then declared that they wouldn’t move until at least two machines came to clear the neighborhood. They would stand there and not let the vehicle leave. The people in it could walk away but the car stayed with them. One by one, the officials had to step out of the vehicle and walk away, afraid for their safety and humiliated because their corruption had been uncovered. Now, the neighbors hoped for the machines to arrive soon and Anne realized something she had in herself she didn’t even know about.