Es muy extraño cuando todo lo que ha pasado ya
ha ocurrido antes, de cierta manera, pero sin embargo siguen habiendo nervios e
inseguridad al respecto. De hecho, siempre que se repite una vivencia, es
frecuente que la segunda vez implique algo más, una complicación extra o algo
por el estilo. Si uno se decide por hacer algo de nuevo, intentarlo otra vez
porque fue interesante o porque se falló, siempre habrá algo más en ese
intento: una expectativa especial, algo que esperar o de pronto un conocimiento
que antes no se tenía pero que ahora da algo de confianza. El caso es que
siempre vamos a ser seres expectantes y que cualquiera que diga que no tiene
nervios por algo es un mentiroso o un ser humano mal diseñado porque los
nervios, aquellas reacciones naturales son las que nos hacen sobrevivir.
Eso suena a algo fatal, algo difícil y casi
imposible pero es porque la palabra sobrevivir parece salida de una de esas
películas de tragedia en las que algo ocurre que voltea al mundo de cabeza, a
veces literalmente, y en el que los personajes deben hacer su mejor esfuerzo
para salir lo mejor librados posible. La única diferencia es que en el cine la
moral juega un papel muy grande, ya que pegada a los pensamientos del director,
del guionista, del actor y de todos los demás involucrados. En cambio en la
vida la mayoría de las tragedias ocurren sin importar como pensemos o que
opinemos. No importa en quien o en que creamos, el caso es que morimos igual y
todo nos afecta casi siempre de la misma manera.
Una nueva experiencia, sin embargo, suele ser
una aventura personal que varía no según la moral sino según las decisiones que
se tomen y el tipo de carácter que se tenga. Por ejemplo, si es una persona que
le gustan las confrontaciones, tendrá más problemas con otros al hacer o no
hacer alguna cosa, por ejemplo irse de viaje o meterse de lleno en algo que
nunca antes había hecho. Es diferente si el carácter varía y esa es la razón
por la que dos personas pueden embarcarse en un mismo proyecto pero resultar
con conclusiones diametralmente diferentes. Este es el caso de las relaciones
amorosas que no dejan de ser una aventura bien o mal planeada, pero sin
conclusiones claras a razón de las personalidades diferentes.
Pero valen la pena, o no? Vale la pena
sumergirse en un mar de cosas que jamás hemos hecho, y que no perjudican a
nadie más sino a nosotros si salen mal. Porque todo puede salir mal o bien, eso
a veces no depende de nosotros y si lo hace es posible que no afecte a nadie
más, y esas son las mejores aventuras que existen. Si decido, por ejemplo,
tener relaciones con varias personas en un lapso de tiempo definido, pero
teniendo claras ciertas reglas como el uso de un preservativo, es una aventura
porque estoy lanzándome a lo desconocido pero previniendo las eventualidades
más graves que puedan pasar. No hay nada bueno o malo, en ese sentido. Cada
vivencia es y ya.
Y ahí vienen las preguntas de las personas que
no pueden vivir su vida por si mismas, sino que tienen que pedir la ayuda, para
todo, de alguien más: que es bueno y que es malo? Que debo hacer si quiero ser
una persona moral y que debo hacer si decido salirme de ese esquema social de
las cosas? La respuesta a eso no existe porque la línea entre el bien y el mal
la dibuja cada persona. Muchos dirán que la ley es quién marca esa diferencia
pero que es la ley sino un concepto humano, por lo tanto inexacto e imperfecto,
que solo busca protegernos de nosotros mismos?
Eso sí, hay cosas que obviamente son malas y
la mayoría se asocian a ataques que podríamos perpetuar contra otros, casi
nunca contra nosotros mismos. Si matamos o atentamos contra la identidad de
alguien sin su permiso, estamos vulnerando sus derechos y violando su
integridad como ser humano y eso es integralmente malo. Atención, es malo
cuando no hay permiso, cuando se está transgrediendo. Porque podríamos irnos a
las comunidades de gente que les gusta el dolor o la humillación y podemos ver
con claridad que entre ellos hay un acuerdo, incluso con palabras de seguridad,
para infligir dolor o palabras humillantes entre sí. Esas personas han decidido
aceptar a que alguien más tenga cierto poder sobre ellos pero es un acuerdo
común. Eso no es malo. De nuevo, lo malo es violar los derechos de alguien más
sin su permiso.
La gran mayoría de veces somos nosotros
mismos, cada uno en su vida y con sus convicciones personales, su manera de ver
el mundo, los que definimos que es malo y que es bueno. Esto puede ser
claramente peligroso pero también beneficia a la sociedad en el sentido en el
que se le deja ver a la ley y a la comunidad las falencias que tiene. Ese es el
propósito que deben tener las criticas a un gobierno o a una empresa, el de
arreglar lo que esté hecho. Eso a menos de lo que exista sea tan malo que lo
mejor sea remplazarlo. Pero ese es un tema demasiado complejo que prefiero no
tratar. El caso es que tenemos la capacidad, cada uno por su lado, de construir
su manera de ver el mundo y eso es lo que llaman personalidad, mejor llamado
carácter.
El carácter es el conjunto de todo lo que
somos y es el que actúa frente a esas cosas que nos alegran las vida o que la
someten a las sombras de la tristeza y
la desesperación. Nuestro carácter y la forma en que lo hemos construido y
moldeado, según como entendemos el mundo, es definitivo en nuestra manera de
experimentar la vida y entender las varias capas que pueden existir en cada momento
de nuestras vidas. Por que contrario a lo que normalmente pensamos la vida no
tiene dos colores sino una gama más alta que va de lo más brillante a los más
oscuro. Dependiendo de todo eso cada vida es distinta y cada vida por eso es
única.
Son nuestras decisiones
conscientes las que hacen que la vida de cada uno sea única. No somos nosotros
solo por el hecho de existir las que la hacemos tan valiosa sino nuestro proceso
de vida el que define lo especial que es cada quien. Eso sí, cuando decimos
“especial” o “única”, no quiere decir que todos seamos perfectos ni tampoco que
seamos lo mejor de lo mejor. Hay que recordar que los seres humanos, por
definición, somos seres imperfectos y siempre defectuosos que lo único que
buscan es vivir la mejor vida posible. Eso no implica que todo sea color de
rosa porque, de nuevo, nuestras decisiones para llegar a esa última felicidad
hacen de nosotros seres multidimensionales, que pueden ser muchas cosas al
mismo tiempo.
Porque podemos ser tan crueles como podemos
ser amables, podemos ser cariñoso al mismo tiempo que podemos ser duros,
podemos ser seguros y luego sentir que nos hundimos en nuestro propio
desespero. Somos más de una cosa al mismo tiempo, y muchas contrarias a la vez,
y eso no está mal. No existen seres completamente felices ni completamente
amables y buenos. La bondad es un concepto y no un sentimiento ni una manera de
ser. Casi nadie, por ejemplo, dice que es bueno o malo porque se lo dejan a los
demás. Eso puede ser peligroso pero es mejor que autodefinirse, algo que solo
perjudica al que lo hace y no a los que deciden creer la mentira que este les
proporciona.
Puede parecer que todo lo dicho no tiene mucho
sentido pero piensen lo diferentes que son las experiencias para cada persona
dependiendo de esos factores, de esas ligeras diferencias de tonalidad entre
unos y otros. Eso es lo que hace que cada cosa que vivimos sea única y lo que
hace que nos interesemos por los demás. Porque a veces no hay nada más
apasionante que ver a otra persona siendo lo que es y nada más. Por eso existe
el comentario romántico de “Me gusta cuando te enojas”. Es porque entendemos que
una persona no es definible por una acción sino por el conjunto de sus
acciones, sus sentimientos, sus decisiones y por su manera de ver el mundo. Por
eso existe empatía, porque hay conexiones que podemos hacer y otras de las que
queremos aprender.
Porque ese es el verdadero motor de la
humanidad, que a veces parece diluirse en la sangre de la guerra y en el sudor
de un trabajo que parece nunca llegar a ninguna parte. El afán de saber, la
curiosidad por aprender y entender como funciona todo lo que nos rodea. Ese es
el verdadero destino de la humanidad y su función. Existimos para aprender y
entender. Y eso no tiene porque tener una utilidad porque la utilidad es una
creación humana. Las cosas son y ya. Si son por algo y para algo, eso no quiere
decir que sea para toda la eternidad. Las cosas varían y se mueven, cambian a
diario e incluso cada hora de nuestra existencia. Solamente debemos quitarnos
todo el mugre, todo el polvo de nuestra existencia, y mirar a las estrellas.
Han estado olvidadas por mucho tiempo.
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