El río estaba algo frío pero era mejor que
quedarse con la suciedad de tantas semanas de recorrido. No sabía muy bien
desde cuando estaba atravesando el bosque pero tenía la leve sospecha e que
habíamos estado caminando en circulo. Cuando llegamos al agua, lo hicimos en
silencio. Habíamos peleado hacía muy poco y no teníamos ganas de interactuar de
ninguna manera. Él trató de ayudarme para acercarme al agua pero yo me dejé
caer como un bulto y me acerqué al río casi arrastrándome. No era un curso de
agua muy grande pero era suficiente para meter mis pies y hacerlos sentir bien
por al menos un rato. Tanto caminar tenía cada dedo de mis pies destruido y, la
verdad, no quería volver a caminar un solo paso más, así fuera por mi vida.
Con Roger habíamos tenido una relación cercana
antes que nos metieran a la cárcel y obviamente antes de que escapáramos de
ella y estuviésemos en un bosque aguantando hambre y frío. Él creía que yo
estaba enojado por lo que habíamos discutido pero la verdad era que siempre que
lo miraba por mucho tiempo, recordaba que él era la razón por la que yo estaba
allí, con los pies llenos de heridas y con tanto dolor que el agua fría del río
no podía hacer tanto como yo quisiera. Nos quedamos sin decir nada durante
horas y cuando se hizo de noche, él armó la tienda de campaña que habíamos
inventado con un plástico y unos palos bien puestos. Él se acostó y se quedó
dormido, y no le importó dejarme fuera.
La verdad era que yo no quería hablar con él o
al menos no ahora. Todo en mi cabeza iba a toda máquina y recordaba cuando nos
habíamos conocido, nuestro corto pero importante amorío, a pesar de que tenía
novia, y su serio problema con las drogas. De hecho, ese factor era lo único
que me daba tranquilidad pues sabía que él y el hecho de estar lejos de las
drogas durante tanto tiempo, lo hacía sentirse tan mal o peor que yo con mi
pies y mi rabia hacia él que parecía no aminorar con el paso de los días. Él
sabía lo que yo sentía y se lo hice saber al comienzo, justo después de
escaparnos de la cárcel, para que le entrara en esa cabeza dura: lo odiaba por
todo, por cambiar mi vida en semejante manera y hundirme con él.
Pero entonces solo me quedé mirando las
estrellas mientras mis pies se enfriaban con el agua del río. Traté de no
pensar en nada y solo despejé la mente para no seguir pensando en todo lo que
me daba rabia. Entonces, me di cuenta de que no iba a descansar nada así como
estaba. En silencio, me arrastré hasta la tienda de campaña y me acosté al lado
de Roger, que parecía tener una de esas pesadillas que solo se ven en tu cara
porque haces una cara muy extraña, como de susto pero no hay movimientos ni
palabras sin sentido. Yo me di la vuelta, di una última mirada a las estrellas
sobre nosotros y me quedé dormido rápidamente.
Lo que Roger había hecho era meterme en sus
líos de drogas y sus problemas no eran solo con un grupo sino con varios. Nadie
lo hubiese pensado nunca por su cara de idiota, pero Roger era un traficante de
primer nivel aunque, al fin de cuentas, no era tan bueno pues lo único que
hacía era “probar” su producto antes de venderlo. Por esto mismo casi no ganaba
lo que ganaban los demás y sus acreedores pronto se dieron cuenta de que el
negocio con él nunca iba a servir. Entonces fue cuando, para mi pesar, se
descubrió que mucho de lo que querían tomar de él para pagar en parte de su
deuda, era mío. Es decir, había puesto casi todo lo que le pertenecía a mi
nombre, entonces cuando la policía intervino y mató a varios de los tipos con
lo que trabajaba, automáticamente pensaron que yo estaba metido también y a la
cárcel fuimos a dar.
Cárcel es un decir. El sitio era básicamente
un campo de concentración y de trabajo. Alejado de todo el resto de la
humanidad, no tuve ni siquiera la oportunidad de defenderme contra las acusaciones.
Cuando se trataba de tráfico de drogas, no tenían la mínima contemplación con
los acusados, que eran procesados así fuera por posesión. El caso es que yo no
le hablé a Roger durante todo ese tiempo y eso que él quiso “reavivar” la
chispa que había habido entre nosotros. Un día en la cárcel casi lo ahorcó con
mis propias manos, mientras le decía que me arrepentía todos los días de mi
vida de haberlo conocido.
Ahora lo miro y sigo teniendo mucha de esa
rabia adentro mío, sigo fastidiado por todo y lo que más me duele es la
traición, es haberme utilizado de esa manera como si lo nuestro jamás le
hubiese significado nada. Eso fue lo que me dolió más, incluso más que el hecho
que consumiera o traficara drogas o que se estaba metiendo con fuerzas que él
ni siquiera entendía. En ese tiempo, recordé mientras metía los pies de nuevo
en el río, yo lo amaba porque alcancé a hacerlo. Pero el sentimiento murió
rápido y en la cárcel no nos hablamos en todo un año. Hacía lo que me pedían y
nunca me quejé de nada pues ya me había resignado a mi suerte y simplemente
quería salir lo antes posible.
Pero nunca íbamos a salir, ninguno de
nosotros. Obviamente era algo ilegal, pero la cárcel no era un sitio temporal
para criminales. Todos los que estábamos allí tendríamos que pasar toda la vida
metidos en ese maldito lugar y cuando me di cuenta, la rabia no tuvo control y
destrocé lo poco que tenía a la mano. Me hice daño a mi mismo y creo que las
marcas que quedaron de esa rabia fueron las que me dieron el respeto de los
demás y su miedo, con el que podría hacer mucho más. Eran asesinos, violadores,
locos y maniáticos. Un grupo peligroso pero aprendí a defenderme con rapidez y
eficiencia. No recibí la protección de nadie ni me regalé para caerle mejor a
alguno. Lo hice todo yo solo.
Fue entonces, creo yo, que tuve otro problema
de debilidad. Viéndolo ahora, levantarse de la tienda y organizar el plástico,
me lo recordaba todo como si hubiera sucedido ayer. Lo iban a violar en las
duchas. Era una situación tan cliché que solo después me reí con él al
respecto. Pero el caso era que estuvo a punto de suceder y si no hubiese sido
por mi seguramente hubiese recorrido. Yo lo salvé de ser el pedazo de carne de
la cárcel y tuve que pelear a mano limpia para protegerlo pero un guardia, de
los que no había muchos decidió parar la pelea pero más que todo porque había
visitas del gobierno y era mejor no tener mucho ruido en el lugar mientras
hacían la inspección. Semejante detalle tan idiota le salvó la vida a Roger.
Y yo también lo hice y no me arrepiento aunque
sigo odiándolo por estar conmigo y por hacerme lo que me hizo. Entonces habló y
dijo que debíamos caminar colina abajo para llegar a una zona algo más
protegida. Él temía que los guardias y la policía militar que vigilaba la
cárcel, estuviesen siguiéndonos todavía. Yo lo ponía en duda pues cualquiera
hubiese pensado que para entonces ya deberíamos ser comida de lobos. Pero no le
discutí nada y, tambaleando por el dolor en mis pies, caminos por la suave
cuesta que bajaba a una pradera tan hermosa que parecía irreal. Había flores de
colores por todas partes, un riachuelo e insectos revoloteando por todos lados.
Era casi como estar en una película de Disney.
Ese lugar hizo que Roger me tomara de la mano
y yo no me negué pues me daba algo de estabilidad. Caminamos lentamente,
apreciando los colores, los olores y la tranquilidad y entonces decidimos
quedarnos bajo unos árboles al lado de la hermosa pradera. Él armó la tienda de
campaña y recuerdo que fue la primera vez, en años, que lo vi sonreír. Creo que
pensó que todo había cambiado y que ahora podíamos ser la pareja feliz que él
alguna pensó que podíamos ser. Pero yo sabía que eso no era algo realista pues
yo no solo lo odiaba todavía sino que nunca lo había querido de verdad. Yo solo
buscaba sexo cuando lo conocí y me quedé con él por costumbre. Sé que parecía
que yo había sido un príncipe con él pero no lo fui ni él conmigo.
Por eso no entendía que hacíamos juntos en ese
bosque, ni porque mirábamos medio sonriendo a las abejas que iban y venían
entre las flores de semejante lugar tan hermoso. Las cosas entre nosotros nunca
iban a tener arreglo, nunca iban a ser como ninguno de los dos quería. Él
soñaba con un perdón mío que jamás iba a tener y con el amor que yo no sentía y
yo lo quería lejos a pesar de lo mucho que lo necesitaba para sobrevivir.
Porque mis pies estaban destruidos y, sin ayuda, lo más seguro es que terminara
muriendo solo y asustado en la mitad de semejante país tan lleno de nada y tan perdido
entre todo.
Con el tiempo, encontramos la manera de
coexistir pero sin ganar lo que queríamos el uno del otro. Era como un pacto de
no agresión y de coexistencia pacifica, muy al estilo de la guerra fría, pues
sabíamos que lo más posible es que la muerte nos encontrase perdidos en la
mitad de la nada. Y la verdad yo estaba listo para ello pues me había resignado
a que mi vida simplemente jamás iba a ser la misma. Mi nuevo yo no puede vivir
la vida que yo tenía, ni siquiera una medio parecida. Estaba condenada y sabía
que él lo estaba conmigo así que los días estaban contados y solo tendríamos
que vivirlos, de uno en uno.
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