El sol todavía no había salido. El mundo
estaba oscuro y casi todo la gente en la ciudad estaba durmiendo. Pero
obviamente no toda. Hay quienes trabajan desde muy temprano en varios de los
servicios que todos utilizamos diariamente pero también hay aquellas personas
que simplemente se despiertan a las cinco de la mañana sin razón aparente. Así
era Leo, a quién solo le gustaba que le dijeran Leo las personas que conocía,
sus amigos y familia. Si alguien más lo saludaba diciéndole Leo, él simplemente
corregía a la persona recordándole su nombre entero e incluso su apellido.
Leo no ponía nunca alarma ni nada por el
estilo. Simplemente se levantaba a las cinco de la mañana todos los días y
pasaba la primera hora del día revisando que todo estuviera bien en su cuerpo y
en sus asuntos para que nada lo sorprendiera a lo largo del día. Apenas abría
los ojos se sentaba en el borde de su cama y empezaba a hacer sonidos extraños,
a la vez que se tocaba la garganta con una mano y tomar algo de agua. A veces
hacía gárgaras, a veces no. Revisaba que todo lo que necesitaba ese día
estuviese en su maletín y también revisaba sus testículos para encontrar
cáncer.
En ocasiones, y si se sentía con muchas ganas,
Leo hacía algo de ejercicio. Al menos quince minutos eran suficientes corriendo
en su máquina o haciendo flexiones sobre un tapete que había comprado
específicamente para eso. Despu és de usar cualquier aparato lo limpiaba y lo dejaba en las
mejores condiciones posibles, como si no fuera suyo y el apartamento en el que
vivía fuese una habitación de hotel que había que dejar impecable para el
siguiente huésped.
Su trabajo era de supervisor en una empresa de
tecnología, donde hacían programación y cosas como esa. Él era muy bueno en lo
que hacía y por eso tenía un buen puesto a pesar de ser relativamente joven. La
verdad era que él estaba muy orgulloso tanto de su trabajo como de su habilidad
en él y no dudaba en hablarle a cualquiera acerca de eso. Pero a la mayoría de
la gente no le interesaba mucho el tema,
se aburrían fácil de él y se alejaban excusándose con alguna frase tonta.
Leo tenía pocos amigos, gente que había
aprendido a ver más allá de sus excentricidades y que lo consideraban un
personaje al cual admirar y en el que podían confiar sin dudarlo. De hecho,
entre su grupo de amigos, era considerado la mejor persona para guardar un
secreto y también el mejor escuchando y poniendo atención a los problemas de
los demás. Leo tenía esa rarísima cualidad de simplemente poder escuchar y, al
terminar todo, poder repetir todo lo que se le había dicho y después nunca
contárselo a nadie más así pudiese recitarlo todo como un poema. Esas características
tan extrañas eran las que lo hacían ser un personaje muy querido entre las
pocas personas que lo conocían.
Eso sí, tenía diferentes gustos que ellos,
para casi todo. No solo el hecho de levantarse tan temprano, que era muy poco
común, sino también como vivía su vida. Después de esa hora de revisión, se
metía a la ducha y cronometraba su tiempo dentro. El reloj siempre sonaba
pasados cinco minutos y él siempre cerraba la llave apenas oía el timbre. Se
había entrenado para usar el jabón, el champú y tal vez una esponja en ese
espacio de tiempo. Después tenía otros cinco minutos para cepillarse los
dientes y tal vez afeitarse. A eso le seguía ponerse la ropa adecuada, que
elegía con mucho cuidado. Tenía un traje o conjunto definido para cada día de la
semana pero variaba algunas cosas como las camisas o, su prenda favorita, las
medias.
Su regalo preferido eran medias. Mientras que
todos los demás hombres que conocía se ofendían cuando sus novias o familiares
les daban medias en Navidad, a Leo le fascinaba. Había tantos colores y estilos
que simplemente le fascinaba recibir ese regalo. Tenía medias de colores muy
clásicos como azul, marrón y blanco pero también muchas con estampados muy
originales. Tenía de algodón, poliéster, lino e hilo y para hacer deporte,
caminar, verano e invierno. Era sin duda su prenda predilecta y eso también lo
sabía cualquiera que lo conociera.
Las medias era lo primero que se ponía en la
mañana. Le seguían los bóxer y luego la camisa, el pantalón y la chaqueta o
abrigo del conjunto que hubiese elegido. Esta última prende a veces no se la
ponía sino hasta después de desayunar. Lo mismo pasaba si la camisa que usaba
era blanca, pues siempre tenía miedo a ensuciarse. Si eso pasaba en la mañana,
de inmediato echaba la camisa a la lavadora y se ponía otra, incluso si la
mancha era diminuta y nadie pudiese verla. El problema es que él la vería todo
el día.
En cosas así, pequeñas y que parecieran no
tener importancia, Leo siempre había sido un poco obsesivo. No podía ver una
mancha en nada porque se ponía a limpiarla y siempre se esforzaba para que todo
en su casa estuviese debidamente presentado. Había ido varias veces a casa de
amigos hombres y la gran mayoría eran siempre un desastre, en especial si
compartían el apartamento con otros hombres. Le daba asco orinar en esos baños
y sentarse en esa camas, nada más pensando en la cantidad de ácaros que pudiese
haber.
El domingo era para Leo el día de limpieza.
Ese día, por unas 4 horas entre el desayuno y el almuerzo, se dedicaba a
limpiar todo a profundidad. Y la verdad era que no solo lo hacía por asco o por
sentir un deber sino también porque le gustaba hacerlo. Le gustaba sentir que
todo cambiaba.
Eso no aplicaba a su trabajo, al cual llegaba
siempre en punto después de haber hecho un recorrido siempre calculado en
autobús. No usaba su carro a menos que fuese absolutamente necesario pues no le
gustaba gastar mucha gasolina. Además, lo compartía con su madre quién lo tenía
la mayoría de las veces. Lo había comprado para ella pero ella había sido la de
la idea de compartirlo, como una manera de sentirse menos comprometida a
aceptar semejante regalo. Pero con el tiempo, lo usaba casi siempre.
A Leo le gustaba el autobús.
Elegía la ruta que siempre estaba más vacía a esa hora. Se demoraba un poco más
de lo normal pero no le importaba pues así podía ver más de las personas con
las que compartía el recorrido. Le gustaba ver los malabares de las mujeres
arreglándose con el movimiento del vehículo y algunas personas leyendo el periódico
como si en verdad estuvieran leyendo algo importante. Niños casi no había y
cuando había se notaba que iban al colegio o a una cita médica, eran las dos
opciones seguras y era obvio siempre cual era la correcta.
Le gustaba imaginarse la vida de cada una de
esas personas y siempre buscaba por una en especial, por aquel personaje que él
elegía como el personajes de la mañana. Alguien que pudiera pasar desapercibido
fácilmente pero que tenía algo que lo o la diferenciaba de los demás, sin
importar si era una prenda de vestir, una actitud o una manera de comportarse.
Algo que los apartara era lo esencial para hacer casi un estudio de su
existencia en el corto recorrido del bus.
En la oficina, Leo era respetado y siempre
tenía gente haciéndolo preguntas, incluso cuando no tenían nada que ver con el
trabajo para el cual le pagaban. Igual le preguntaban pues todo el mundo sabía
que Leo se las sabía todas y la verdad era que él estaba feliz de ayudar,
estaba contento con que la gente apreciara su esfuerzo y conocimiento y por eso
no dudaba nunca en ayudar cuando le fuese posible.
A la hora del almuerzo, a veces salía con
algún compañero. Pero sí tenía demasiado trabajo, pedía algo a la oficina y se
quedaba allí arreglando cuentas y datos a la vez que comía con una servilleta
de tela encima para evitar las manchas en su ropa. A veces así era más
productivo, algo así como fuera de su elemento. Pero la verdad era que era muy difícil
cogerlo fuera de su elemento pues siempre estaba preparado para todo.
En la tarde eran
siempre las reuniones y esa clase de cosas y, como se dijo antes, venía siempre
listo con todos los datos e información pertinentes. Todo a punto para que
cualquier pregunta pudiese ser solucionada al instante y sin demora.
Volvía casa, a veces tarde, a veces temprano.
Eso dependía de su ánimo. Leía, veía una película o hacía algo relajante antes
de dormir y cuando se acostaba pensaba en como su vida podría ser diferente y
en lo que hacían sus personajes de la mañana en ese momento. Como serían sus
personajes de noche? Estarían tan ansiosos como él? Tan preocupados a pesar de
estar en un sitio tan sólido?
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