Era ya una obsesión. Le encantaba tener que
ir al hospital, ponerse esa bata ridículo y las pantuflas de papel y entrar en
un quirófano acostada en una camilla, esperando la familiar sensación de la
anestesia en su cuerpo. Oírla hablar de ello era desagradable. Su madre había
decidido no hablarle más del tema y algunas de sus amigas simplemente
terminaron la relación en ese punto. A nadie le gusta ver como la gente se
somete a las cosas que ella se sometía, ni oír hablar de ellas siquiera, mucho
menos como ella lo hacía que era como con admiración y una pasión desmesurada.
Se había operado la nariz, por ejemplo, unas
cuatro veces. La primera vez fue la única que tuvo sentido, pues siempre había
tenido problemas para respirar pero después quiso ir modificándola según sus
gustos cambiantes y como tenía el dinero para hacerlo nadie le decía nada.
Julia, que era su nombre, trabajaba en el mundo de la moda como cazatalentos en
una agencia de modelaje. Era una ironía de la vida que una persona tan
modificada por los cirujanos creyera que tenía la mínima autoridad moral para
decidir quién era lo suficientemente guapo para su agencia.
Pero, de hecho, había sido su trabajo el que
había influenciado esas decisiones desde el comienzo pues ella sabía qué era lo
que buscaba en esas chicas que necesitaban en la agencia y pronto creyó que
podría convertirse en una de ellas. Hay que decir que al comienzo intentó hacer
por medio de medios más convencionales, como yendo al gimnasio y haciendo una
dieta rigurosa. Pero eso no la ayudo mucho o al menos no de la manera que ella
quería, que era rápida y con cambios profundos y no superficiales. Así que
recurriría a lo superficial para cambiar profundamente, o eso pensó en el
momento.
Después de la nariz, vino la primera de las
liposucciones que fracasó al año pues la dieta que había seguido no era la
adecuada. Hubo muchas más liposucciones y no solo del vientre sino de los
muslos y los brazos y las piernas y de todo lugar en el cuerpo en el que tenía
grasa. Cuando se miraba en el espejo todas las mañanas, se veía con
detenimiento y luego anotaba lo que no le gustaba. Sabía ver hasta los detalles
más insignificantes, cosas que a nadie le importaría más que a ella. Pero haría
que su cirujano supiera.
El doctor Freeman era un hombre tan
egocéntrico que en su consultorio parecía no caber nadie más sino él. Su manera
de hablar, de vestir y de caminar estaban modeladas para hacer sentir a la
persona que tenía como paciente que él tenía la razón y que sabía qué era lo
que había que hacer. Y nadie desconfiaba ni decía nada pues el doctor era tan
famoso por su trabajo que dudar de sus habilidades no tenía ningún sentido. Por
supuesto, a Julia la encantó desde el primer momento.
La relación paciente-doctor se prolongó por
mucho tiempo y llegaron incluso a tener la confianza para criticar sin tapujos
algunos detalles físicos el uno del otro y proponer maneras de corregirlo. Sí,
el doctor también había pasado por el escalpelo varias veces y era algo
sencillo de ver si se le quedaba uno mirando a su barbilla partida falsa a unos
glúteos que obviamente no eran suyos de nacimiento. Ellos no se daban cuenta
pero cuando salían la gente se les quedaba mirando. Julia muchas veces pensó
que era envidia o tal vez admiración. Estaba más que equivocada.
Al comienzo amigos y familia trataron de
convencerla para que se detuviera con las operaciones. Eso fue después del
aumento del tamaño de sus senos y de que comenzara a usar botox en su rostro.
Ellos le decían que un día podría quedarle la cara paralizada permanentemente y
quedaría como un monstruo. Una sobrina le mostró un video de una persona a la
que le había pasado algo parecido y Julia ni le puso atención, siempre diciendo
que lo ideal era tener al mejor médico posible y siempre saber que era lo que
le estaba poniendo en el cuerpo.
En eso tenía razón pero lo de ella era una
obsesión. En un año estuvo casi todos los meses en el quirófano o en el
consultorio. Si no se estaba llenando los labios de líquidos, entonces estaba
con otra liposucción y si no era eso era algún blanqueamiento dental o sino
algún nuevo procedimiento que hubiese descubierto recientemente. Porque Julia
sabía mucho más que el paciente regular. Ella averiguaba y aprendía y valoraba
y sabía todo lo que se podía saber del mundo de la cirugía estética. Incluso
viajó con su medico a una conferencia al respecto.
Ese viaje fue un autentico fracaso pues para
la comunidad de médicos Freeman era un payaso que no tenía el más mínimo limite
ni decoro posible. Desde sus comienzos había tenido una ética bastante
reprobable, así que simplemente no les gustaba nada que estuviera por ahí como
si todo estuviese muy bien. Muchos médicos no le dirigían la palabra y otros
más trataron de hablar con Julia para tratar de hacerla entrar en razón respecto
a su relación con él y su obsesión con los procedimientos. Pero eso fue
imposible porque ella no quería saber de nadie.
Las operaciones siguieron y Julia se fue
aislando poco a poco, al limite de casi tener que renunciar a su trabajo. Esa
fue la única vez que su médico le dio un consejo sensato pues le dijo que ese
trabajo era su vida y su inspiración y que no podía dejarlo así como así. Fue
él el que tuvo que empujarla a la vida esa vez y ver si podía retomar lo que
había tenido seguro por tanto tiempo. Pero era algo difícil pues Julia había
perdido todo sentido de orientación en el negocio.
Cuando ya estuvo algo mejor empezaron los
rumores, de parte de la prensa, de que Freeman atendía a varias de las mujeres
de la mafia y el narcotráfico. Aunque los periódicos declaraban que esto en sí
no era ilegal, acusaban al médico de aceptar dinero lavado en sangre de parte
de sus clientas que eran las que mejor pagaban pues la culpa siempre las hacía
pagar más que las demás. Este escandalo afectó bastante a Julia, incluso al
punto que enfrentó al médico y le exigió saber si eso era cierto, si había
aceptado dinero ganado quién sabe como.
Pero en ese momento Julia empezó a derrumbarse
pues se dio cuenta que la relación que tenía con él no era la que ella había
pensado siempre. Ella pensaba que eran mejores amigos, que podían contarse
cualquier secreto, que podrían aconsejarse durante tiempos buenos y malos, él
la podría operar a ella para conseguir la máxima obra de arte y ella podría
darle a él un cariño especial que él no tenía por ningún lado. No es algo
seguro, pero puede incluso que Julia se hubiese enamorado de su médico.
Pero él la puso en su sitio. Le aclaró que no
eran nada y que ella no tenía el derecho ni el permiso ni nada para exigirle a
él cuentas de ninguna clase. Él operaba a quién se le diera la gana (o mejor
dicho a quién tuviera con que pagar) y hacía de su vida lo que quisiera. En ese
arrebato de rabia, como tratando de hacerle ver a Julia que todo estaba mejor
que mejor, le dijo que se veía seguido con una de esas mujeres y que ella sí
era una mujer naturalmente bella y que con su cuerpo y su mente iban a ser
millonarios o más.
Julia tuvo un colapso nervioso ahí mismo y él
tuvo que llevarla a un hospital, donde la dejó sola. Algunos familiares la
visitaron pero porque se sentían obligados. Estaba ya casi sola. Fue estando
allí, débil y perdiéndose cada vez más, que escuchó de los labios entrometidos
de una enfermera que su médico se había escapado quién sabe para donde, justo
cuando lo habían empezado a investigar por sus nexos con personas bastante
peligrosas y por casos de operaciones mal hechas.
La débil mujer cometió el error, en su convalecencia,
de ir con otro médico a hacer un procedimiento especial para mejorar su mentón
y la línea de la mandíbula. Se suponía que iba a ser algo simple. Antes de
entrar, en la televisión anunciaron que un sicario había asesinado a Freeman a
una mujer con la que estaba. Los habían acribillado en un hotel de mala muerte.
A los minutos la vinieron a buscar y se la llevaron al quirófano. No se sabe
muy bien si la mató la anestesia o si fue el procedimiento como tal. Incluso
tal vez ya no tenía ganas de seguir viviendo. El caso es que se fue y nadie la
olvidó pues ya nadie pensaba en ella. Julia era parte del pasado incluso antes
de entrar en él.
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