Desde arriba podía ver como el granizo se
había acumulado sobre los tejados y en los parques. Todo parecía haber cambiado
en contados minutos, porque la tormenta no había sido duradera pero sí bastante
intensa. La baranda que cerraba la terraza estaba mojada y fría como el hielo
pero no me importo poner mis manos allí y apretar con fuerza. Por alguna razón
sentía mucha rabia, sentía que había algo que la naturaleza me quería decir,
pero al no hablar en español, la cosa era difícil de descifrar.
Estuve mirando la tormenta alejarse por varios
minutos. Obviamente me mojé bastante porque, aunque el granizo ya había parado
e incluso empezaba a derretirse, la lluvia permanecía, cerrando el paso de las
nubes más fuertes, de las que estaban causando caos por toda la ciudad pero yo
no lo sabía ni me importaba. ¿Porqué me iba a importar lo que le pasaba a
cientos o miles de otras personas, si a esas personas no les importaba en lo
más mínimo lo que le pudiese pasar a alguien como yo?
Entré al apartamento y subí directamente al
baño que había en el piso superior. Allí tomé la toalla que usaba todas las
mañanas para secarme el cuerpo y la usé para secarme el pelo y el resto del
cuerpo, pues había decidido pararme en la terraza sin nada de ropa. Había oído
el rugir del granizo, la lluvia y el viento cuando me cambiaba y tomé la
decisión consciente de salir así, desnudo, a ver que era lo que pasaba y el
caos que había en el exterior. Me sentí libre, por un breve momento.
Momentos después, ya seco y en silencio, con solo
algunas gotas de lluvia cayendo contra el vidrio de la ventana, traté de volver
a sentir esa libertad en mis huesos. Quise recrear ese increíble momento en el
que mis pies tocaron el ladrillo congelado y todos los vellos de mi cuerpo se
erizaron al sentir la violencia del agua que venía del cielo. No pude hacerlo
tan bien como la naturaleza, aunque mi mente siempre se había caracterizado por
su creatividad, pero sí sentí algo.
Era algo profundo, muy adentro de mi mismo y
no tenía nada que ver con lo que pasaba afuera, con la meteorología o con las
personas que después se quejaban de haber sido golpeados por granizos del
tamaño de pelotas o por los vidrios rotos en su casa. Eso que tenía por dentro
también estaba roto pero había liberado algo nuevo, algo que sentí diferente y
que sabía que jamás había sentido. Sin camiseta pues aún, sentí un calor
recorrerme el cuerpo. Mi cuerpo completo se erizó en un segundo, como si un
placer casi erótico se apoderara de mí.
No duró nada, como mi breve mirada a la libertad.
Era cruel, pensé, poder sentir algo así, tan potente y excitante, por solo un
breve momento de la vida. Estaba seguro que había muchas personas en el mundo
que jamás habían sentido nada por el estilo. No era que quisiera sentirme mejor
que ellos sino que las cosas así eran. Por alguna razón yo había sido elegido
para ser uno de los pocos que sentirían algo semejante en su vida y tengo que
confesar que me hizo sentir especial.
Tuve que echarme en la cama, así como estaba,
con los ojos cerrados. Trataba de respirar correctamente, de controlar mi
corazón y mis sentimientos. Estaba conmocionado pero no me podía dejar llevar
por algo tan efímero. De pronto me estaba imaginando cosas y solo había sido
algo más normal, como el viento frío que se colaba por alguna parte y se
insertaba en el cuerpo como una daga congelada. No todo es tan increíble como
quisiéramos que fuera. Por eso ya nadie se asombra con nada.
Hemos descubierto que el universo que nos
rodea no es tan fantástico como siempre habíamos pensado. Y no es que se así
sino que también nos dimos cuenta de que solo somos seres humanos que jamás
comprenderemos lo que está adentro y afuera de nuestros débiles cuerpos. Los
misterios del universo son demasiado grandes y los que tenemos adentro son íntimos
y podrían decir mucho más de nosotros mismos de lo que nos gustaría. Entonces
preferimos no hablar de ello y ya está.
Cuando por fin me levanté, pensé por un
momento en salir de nuevo a la terraza pero me di cuenta al instante que el
momento ya no estaba. No era algo que se pudiese hacer cuando quisiera, como
una droga sintética. No sé que fue lo que sentí pero puedo asegurar que era
mucho mejor que cualquier cosa que alguien pueda inventarse para neutralizar su
mente y sus sentimientos. Era lo contrario, un potencializador de todo lo que
somos capaces de sentir, de lo que nos hace humanos.
Más tarde la casa se llenó de mi familia, como
estaba siempre. El momento había sido casi perfecto y por eso todo ese día no
pensé en nada más sino en esa corriente que me había pasado por todo el cuerpo,
estimulándolo todo. Mis padres me preguntaron en que pensaba y porqué estaba
tan raro y la verdad es que no pude darles una respuesta clara y convincente.
Solo pude argumentar alguna tontería, improvisando algo en el momento para
poder seguir pensando en ello en privado, en mi pequeña mente que se había
visto inundada de pensamientos varios.
Esa noche, ansioso por experimentarlo de
nuevo, me quité toda la ropa y me acostó desnudo en mi cama. Cometí el error de
tocarme, creyendo que eso alentaría el suceso de más temprano pero así no
funcionan las cosas. Terminé estimulándome de una forma mucho más terrenal y
humana, sintiendo puro placer y nada más. No tenía la gama de sentimientos y amplitud
de consecuencias que había tenido el extraño evento que había vivido. Un
orgasmo es otra cosa.
Al otro día, lo pensé más y me di cuenta de
que podría haber sido algo imaginado. Puede que nada de eso, ni lo que sentí ni
lo que pensé, haya sido real. Era algo normal pensarlo puesto que lo que había
ocurrido había tenido las mismas consecuencias que un sueño común y corriente:
todo se iba desvaneciendo con el tiempo, como si no hubiese ocurrido. Ya no me
acordaba como se había sentido exactamente, si había comenzado en algún punto y
terminado en otro.
Solo sabía que había ocurrido y por eso se
volvió un asunto de fe. Un hombre que nunca había ido a una iglesia y que
aborrecía a la religión por la esclavitud a la que sometía a la mente humana,
pensaba ahora que la fe era la única manera de poder explicar lo que había
ocurrido. Ese estimulo tan complejo y maravilloso había sido algo de otro mundo
y si no podía creer en él, entonces simplemente no había nada en lo que pudiera
creer. Por eso se convirtió casi en una religión para mí.
Todos los días subsiguientes traté de
desmenuzar cada pequeño momento de ese día, desde que oí la primera gota de lluvia
en el vidrio de mi ventana hasta que pude respirar después de sentir ese choque
eléctrico extraño que me había cruzado el cuerpo como nada que hubiese sentido
jamás. Cada día agregaba detalles a mis notas y esa fue la única manera de
mantener el recuerdo vivo, siempre con la esperanza de que todo se repitiera
algún día, ojalá más pronto que tarde.
Ya han pasado meses de eso y trato de forzar
que pase. Salgo al balcón y me quedo allí por largas horas, a veces solo
vestido de un pantalón corto para ver si la falta de ropa fue la culpable de
todo. Trato mantener los ojos cerrados, para ver si eso ayuda.
Me he causado más placeres carnales tratando
de descifrar todo el asunto pero sé que no se trata de eso. Sé que no era un
orgasmo y tampoco era amor, porque aunque no lo conozco, sé que si lo sintiera
no tendría nada parecido con lo que me pasó ese día. Eso sí, también puede que
todo esté en mi mente.
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