La máquina funcionaba a la perfección.
Pasando sobre mi cabeza, el pelo caía suavemente sobre el piso, formando un
montón bastante grande. No había nada que hacer con ese pelo más que recogerlo
todo y tirarlo. Pero vi la falta que hacía cuando me vi en el espejo y noté que
la persona que me devolvía la mirada era un desconocido. Y no solo era por el
nuevo corte de pelo que consistía en no tener ni un solo cabello, sino en todo
lo demás. Mis ojos nunca habían estado tan rojos, me hacían parecer a punto de
atacar. Además mi piel tenía un ligero tono amarillo, seguramente producto de
esconderme por tanto tiempo. Me afeité al ras también y terminé así con la
transformación que había estado buscando desde hacía un tiempo. Esto me haría
ganar tiempo.
Me quité toda la ropa y me metí a la horrible
ducha del sitio, que estaba algo sucia y no daba buena espina de ninguna
manera. Lo hice usando unas sandalias que había robado en la playa. La verdad
fue que no me demoré mucho pues el agua estaba casi congelada. Solo quería
quitarme de encima los pelitos que habían quedado así como despertar un poco mi
cuerpo ante un día que se perfilaba como uno difícil. Tenía que decidir hacia
donde debía seguir mi camino. El mundo no era infinito y si me quedaba quieto
por mucho tiempo lo más seguro es que me alcanzarían y me había jurado a mi
mismo que jamás iba a volver a una cárcel, prefería la muerte a semejante
tormento.
Me puse la única ropa que tenía y salí del
hotelucho. Solo había pagado por una noche y no pensaba pagar más, sobre todo
sabiendo que no tenía el menor deseo de quedarme en semejante moridero. Y no me
refiero al hotel nada más sino al pueblo también. Era un pequeño lugar, no muy
lejos del mar pero sin acceso directo a las autopistas nacionales. Así era que
prefería los sitios, apartados. Lo malo es que la mayoría de esos sitios son
una porquería, mírelos por donde uno los mire. Nunca entenderé ese extraño
romance que existe entre la gente y los lugares apartados. Aunque también es
cierto que detesto las multitudes, que tanto me ayudan cuando estoy tratando de
progresar en mi viaje.
Nadie dirá nunca que soy fácil de entender y
la verdad creo que lo hago a propósito. Odiaría ser de esas personas que solo
por algunos detalles son identificables en cualquier ciudad del mundo. En la
calle, conté algunas monedas que tenía y me di cuenta que tal vez no tendría
como salir hasta que vi un cajero electrónico y vi la posibilidad de sacar
dinero. Pero no podía, porque o sino estarían allí en algunos minutos. Pero no tenía dinero para salir
de allí, entonces que hacer? Entonces lo vi. Una presa fácil con automóvil.
Eran un grupo de chicos que seguramente se habían desviado por algún problema.
Pero ahora parecían dispuesto a salir de allí. “No sin mi” pensé.
Me acerqué a uno de ellos y empecé a hablarle.
Era una de esas personas fáciles de descifrar así que dije todo lo correcto:
que era un estudiante de enfermería caminando por varios lugares sin mucho
dinero. Pero que necesitaba estar de manera urgente en una ciudad cercana o
sino habría más de una persona enojada conmigo. Todo esto lo hice cambiando mi
lenguaje corporal, inclinándome un poco más de la cuenta, casi calculando cada
movimiento de mi cuerpo. Porque sabía, desde el momento en que los vi, que los
tres amigos eran homosexuales en busca de aventuras y yo no era un desconocido
ante las aventuras. Ya había hecho mucho para avanzar en mi travesía y no me
iba a detener por culpa de un pueblo metido en el culo del diablo.
Mi técnica funcionó. En unas horas estuve en
la ciudad y no pagué ni un centavo por ello. Lo único fue que tuve que estar a
solas con cada uno de los chicos de ese auto. No me importó aunque sí les exigí
protección, por obvias razones. Mi idea no era morir antes de lograr escaparme
entre los dedos de la “justicia”. Cuando estuve en la ciudad, decidí
arriesgarme y saqué dinero por ventanilla de mi cuenta privada. Las otras las
habían cerrado pero esta no la conocían. De nuevo, cambié mi ser al sacar el
dinero, fingiendo ser uno de esos hombre que coquetea con lo que se mueva. Era
increíble lo fácil que las personas ignoraban mi aspecto y decidían creer lo
que fuese que yo quisiera que creyeran.
La joven que atendía en el banco estaba tan
encantada con mi mirada y mis piropos gastados pero bien usados, que no recordó
sellar mi recibo por lo que no quedó registro de la transacción. No siempre
podía hacerlo pero el hecho de que había salido así era una buena noticia para
mi pues había sacado suficiente dinero para seguir fingiendo ser muchas personas excepto yo mismo. Lo primero
que hice fue ir a comprar ropa para tener variedad y así poder hacer lo que
hacía con mayor efectividad. Me compré una mochila algo más grande y después
celebró mi pequeño triunfo con una cena deliciosa para mi solo. Era extraño
pero estaba más feliz que en ningún otro momento de mi vida.
Decirlo o pensarlo era triste por era la
realidad. Mi niñez, mi adolescencia… Toda había sido una porquería pero en
ellas había aprendido a mentir y a ser convincente. Después pude salir adelante
pero fue entonces que todo recayó en mi y tuve que escapar. Yo no creo en la
justicia y no pienso lanzarme a los leones para desgastarme y perder el tiempo
tratando de demostrar mi inocencia. Ya sé que lo tienen todo muy bien arreglado
para fingir que investigan y hacen y piensan pero ya todo fue hecho y pensado.
Si me atrapan, estaré condenado desde el primer momento y eso es algo que no
pienso afrontar.
Me arrestaron unos meses y luego me soltaron,
nada más para tener algo de tiempo para encontrar mil y un maneras de
inculparme. Esos meses me volvieron casi loco y supe que por nada del mundo
debía volver a semejante lugar. No podía permitir, de manera alguna, que me
arrastraran a las sombras con ellos. Así que lo siguiente que hice fue
desaparecer, engañando a una tonta mujer que creía que yo estaba enamorado de
ella. Si ella hubiese sabido lo que pienso del amor, rápidamente me hubiese
lanzado a los policías sin piedad. La gente hace muchas estupideces cuando cree
que hay posibilidades de no morir en soledad o de no poder cumplir sus más
ridículos sueños. Yo ya no sueño porque no me da el tiempo ni el intelecto para
semejantes estupideces.
Al día siguiente de llegar a la ciudad, me di
cuenta que debía acumular dinero para seguir así que me di tres días para
acumular lo más posible. Luego compraría un pasaje de tren y cambiaría mi
estrategia. Engañé a muchas personas en un solo día. No solo me acosté con
hombres y mujeres, cosa que me daba lo mismo, sino que robé y mentí. Y todo con
mi inconfundible don para transformarme frente a los ojos de la gente, que
nunca miran donde deberían sino por encima de la realidad, porque ella los
molesta. Cuando creían que era un niño rico de mamá y papá, me seguían como si
mi palabra fuera ley. Pero cuando fingí ser indigente, era invisible, más que
nunca.
Al tercer día tuve una buena cantidad así que
compré un boleto de larga distancia y me subí en el tren sin dudarlo un
segundo. En la estación, sin embargo, tuve un encuentro con una sombra del
pasado en forma de uno de los varios agentes de la policía que habían querido
arrastrarme a la oscuridad de la cárcel. El tipo no estaba trabajando sino con
su familia pero lo reconocí al instante. Recordé al instante como él había sido
uno de los que había ensuciado mi nombre y había disfrutado un día que los
guardias me habían cogido a patadas sin razón aparente. Era un animal y ahora
fingía ser un hombre de familia honorable. Lo hacía mejor que yo el
desgraciado.
Se subió en mi mismo tren y tengo que decir
que tuve que controlar mis impulsos. Mientras la campiña pasaba a toda velocidad
por el lado de la ventana, caminé por el pasillo hasta llegar al carro donde
estaban él y su familia. Tenía un hijo pequeño y su esposa era demasiado bonita
para él. Seguí de largo, hasta el vagón restaurante donde tuve que arrodillarme
para conseguir uno de los uniformes de los camareros. Esa noche le serví un
trago muy especial a mi amigo policía y me perdí en la mitad de la noche,
cuando el tren tuvo que hacer una parada imprevista, al producirse una extraña
muerte en el vagón restaurante.
Esa noche caminé y caminé hasta que me
encontré con otro de esos puebluchos de mala muerte. Pero esta vez tenía que
ser suficiente, al menos por unos días. Fingí ser un hijo de campesinos y rápidamente
conseguí un trabajo en una de las más grandes granjas del pueblo. Me daban
hospedaje y comida por mi trabajo, que era partirme el lomo todos los días
ayudando donde fuese necesario. La verdad es que en ese momento me sentí de
nuevo feliz, como cuando tuve el dinero para hacer lo que quería. Supongo que
me siento feliz cuando logro algo. Una noche después de labrar la tierra, y de
conseguir algunos cigarrillos, me senté en la oscuridad a fumar y a pensar. A
cuantos más tendrían que matar para ser finalmente libre?