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domingo, 17 de mayo de 2015

Había una vez… No, ni mierda.

   Había una vez… No, ni mierda. Porque había una vez? Que es lo que había y porque solo fue una vez? No, eso ya no sirve. No se puede empezar un cuento pretendiendo que alguien crea que algo paso solo una vez, eso de entrada ya es muy sospechoso. Eso sí, se supone que elimina cualquier posibilidad de duda de porqué y como pasó: como nadie estuvo allí, ni siquiera se sabe con exactitud que lugar y cuando es allí, entonces todos liberados de resolver una duda que, seamos realistas, la mayoría de la gente no se hace. Y si lo dudaran, los culparíamos de hilar muy fino. Aunque eso no es malo y quiere decir que alguien esta poniendo cuidado.

 No, después resolveremos como empezar. De pronto lo mejor sea imaginar lo que pasa en cada parte de la historia. Se supone que un cuento, así como una novela o una película, está dividido en tres partes: comienzo, nudo y desenlace. Pero a mi eso no me gusta. La vida no tiene desenlaces definitivos, salvo la muerte y a mi no me gusta matar a mis personajes. Es cruel y creo que no sé matarlos bien. Nadie creería que están muertos. Si fuese yo un asesino sería el más torpe de todos porque no puedo hacer creíble ni siquiera un disparo a la cabeza, y eso es mucho decir.

 Eso sí, estamos de acuerdo, que tiene que pasar algo. Pero que? Que puede ser interesante, llamativo, incluso especial? No, original no busco y no lo busco porque simplemente eso no existe. Pobres aquellos que se creen tan únicos e irrepetibles que creen que tienen la capacidad de crear algo cien por ciento original. Eso ya no existe. Solo somos seres humanos y lamentablemente no somos infinitos, no somos como el universo que sigue creciendo y creciendo y parece que no para nunca. De pronto algo con el espacio? Parece que todos los sueños y posibilidades pueden reproducirse ahí…

 Ah bueno, y falta por definir que tipo de historia contar. Algo muy romántico no es mi estilo, demasiados besos y abrazos no es lo mío. De pronto es porque en mi vida no he sabido mucho de eso entonces mis romances escritos terminan siendo tan acartonados que incluso el ser vivo más seco del mundo se da cuenta de que eso de real no tiene nada. Y no es que no me intrigue el amor y todo lo que despierta, y también lo que ignora y duerme a la fuerza. No sé, no esta vez, de pronto en otra ocasión haré algo sobre un tórrido romance.

 Esa es otra! El sexo escrito. Creo que ese sí lo se hacer muy bien (escribirlo… aunque porque no, hacerlo también) pero a veces puede uno pasarse de todo y llegar a ser casi pornográfico. Los detalles son muy fáciles de dar y cualquier trazo de romance se puede perder entre tantos detallitos que van y vienen y que pueden hacer emocionar a más de un lector. Cosa que, de hecho, es lo que como escritores debemos lograr. Aquellos que escriben pornografía lo saben muy bien pero es que ellos buscan una reacción sencilla y muy básica. Nosotros, es decir los escritores independientes, buscamos algo más fuerte, que cale más hondo en los sentimientos y pensamientos del lector.

 El típico drama. Eso es lo que haré. A todo el mundo le gusta una historia que puede llegar a salir muy mal o muy bien y, si la plantea uno de la mejor manera, se engancha al lector para que nos siga y quiera descubrir si termina todo mal o bien, dependiendo de la visión personal que uno tenga de esas dos caras de la vida. Es sobre todo interesante, al menos para mí, plantear problema que puedan parecer cotidianos y solo cambiarles el contexto y darles vida, con una buena interacción entre personajes o amoldando la vida del personaje principal tan bien que los lectores no tengan dudas en interesarse por ese ser inexistente (al menos en el mundo físico).

 Ya tengo una idea y eso es definitivamente lo más importante. Además, que sería de este mundo sin ideas, sin imaginación? Ciertamente sería un mundo difícil en el cual vivir, estéril y solitario. Me da lástima cuando me doy cuenta que la mayoría de personas en el mundo actual no tienen ni una pizca de imaginación comparados apenas con personas de hace veinte años. La juventud, sobre todo, está jodida. Hoy en día no tienen ideas y cuando las tienen resultan ser la repetición de la repetidera: personajes tan plásticos e irreales que incluso resultado desagradable cualquier interacción con ello.

 Eso sí, todavía hay imaginación y pareciera que unos pocos la acaparan pero supongo que eso es porque la mayoría de la gente hoy en día tiene otras “preocupaciones”. Con esto me refiero a que están ocupados trabajando para vivir y viviendo para trabajar pero nunca nada más viviendo. Además, creen que lograr algo en la vida es comprar algo de cierta marca, o cierto objeto que los suba de nivel socialmente para fingir que son algo que nunca van a ser, alguien que jamás ha estado allí dentro de sus cuerpos, alguien que solo actúa como un títere pero está igual de vacío por dentro, sin ideas ni nada.

 Porque yo, lo admito, no creo que la gente cambie en nada, nunca. Muchos dicen que las enfermedades terminales o los acontecimientos traumáticos cambian a la gente de la noche a la mañana pero yo no me creo eso. Ni el cáncer ni un secuestro cambian a nadie sino que lo sacuden y reordenan las prioridades que la persona ya tenía. No es que hayan nuevas prioridades. Los seres humanos somos muy tercos y todavía muy obstinados en tonterías para aceptar cosas nuevas o el cambio. Por eso hay ese eterno enfrentamiento entre jóvenes y adultos. Es difícil aceptar que el mundo cambia pero ellos los ven, no es que se nieguen a eso. En todo caso la gente no cambia, no evoluciona mágicamente. Mejoran todo lo que pueden mejorar.

 En todo caso, volvamos a lo nuestro. Tengo la idea de una historia, ya veré como empezarla y ahora necesito personajes reales o al menos que lo parezcan. Lo mejor es hacerlos con algún rasgo marcado y no tan simples como a veces nos gustaría. Además, tienen que ser fieles a sus contrapartes humanos y en sentido tener gustos y problemas, porque no existe un ser humano sin esas dos cosas. Los problemas y como los resolvemos o como fracasamos en resolverlos no hacer ser quienes somos. Es gracias a ello que terminamos siendo de cierta manera y un personaje los necesita solo para ser creíble, real.

 No, no hay que hacer listas interminables de descripción de personajes ni hay que plantearse TODA la historia antes de empezar. Esas son estupideces, son seguros idiotas que solo toman los que tienen demasiado miedo de empezar a pulsar teclas o calentar un lápiz o un bolígrafo. No, hay que dejar que todo fluya y creo que es mejor hacerlo así desde el comienzo. Hay que admitir que muchas cosas apestarán, serán terribles para el lector pero la verdad es que al comienzo el lector no importa. Al comienzo lo que importa es entrenar y lo que se entrena escribiendo es el cerebro y capacidad de imaginar grandes historias.

 Ya después se va desarrollando la técnica que puede ser única para cada persona. Al fin y al cabo, no hay una sola manera de hacer nada. Siempre hay al menos dos y si es un trabajo creativo hay tantas maneras como personas en el mundo, y esa es la belleza que tiene todo trabajo basado en la imaginación, que crea obras, pequeñas o grandes, buenas o malas, que son todas únicas e irrepetibles pero esta vez en el mejor sentido de la palabra. Porque no importa si falla uno en el cometido o si la historia no llama la atención como quisiéramos. Es aprender a montar bicicleta y eso no se comienza en la carretera con una de carreras.

 De pronto es que yo soy muy relajado, aunque me preocupo y mucho, pero creo que entre más se empuje algo, es más factible que el suelo debajo se venga abajo y uno con todo lo demás. Hay que ser paciente, muy paciente a veces y tratar de hacer comprender a quienes estén alrededor porque el apoyo si es algo muy necesario, que todos debemos recibir para sentirnos completos y con el impulso necesario para seguir adelante, sin importar lo que diga nadie.

 Porque hay que recordar, y esto aplica para todo, que el mundo está lleno de idiotas. La gente se lanza a la piscina de la ignorancia y le fascina. Porqué? Simplemente es más simple. Una persona ignorante no se pregunta nada y tampoco duda de nada. La duda es de hecho la madre de la imaginación y por eso es tan importante detenerse a pensar en lo que pasa alrededor, porqué pasa y si podría pasar de otra manera y que ocurriría si así fuera. Así se crean las historias, los cuentos que tanto amamos leer y escribir y sentir por el cuerpo. Y necesitamos a esos idiotas y ayudarlos, porque para eso es el arte.


 Yo seguiré escribiendo este cuento porque me acabo de dar cuenta que tengo otra idea, una que siento más cercana y que francamente creo que es mucho mejor. Se trata de un relato mezclado con un discurso, algo diferente para decir lo que pienso sobre lo único que en el mundo que me llena el alma por completo. Y ese relato, si es que alguien lo lee, es este. Y aunque dije que el lector en principio no es importante, es obvio que después es uno de los ejes de la escritura. Y por eso gracias si está leyendo esto y nos vemos mañana, espero.

martes, 4 de noviembre de 2014

Odio

El odio es un sentimiento grande y poderoso, igual que el amor. Los dos casi nunca se ven la cara, casi nunca se enfrentan y sentirlos al mismo tiempo podría ser fatal para alguien.

El odio es incontrolable, indomable y muchas veces no sé puede explicar. Eso sí hay que hacer la diferencia entre algo que odiamos y algo que simplemente no nos gusta. Son cosas bastante distintas.

Aunque frecuentemente no se pueda explicar con facilidad, el odio siempre tiene razones para existir. No es algo que nada más surja o ocurra. Nunca sucede así. El odio es como una planta, que crece desde que es una semilla, plantada por alguna acción, propia o de otros, que va creciendo y creciendo y que debemos saber manejar.

Claro que se puede eliminar aunque es un proceso largo y difícil, en el que la persona tiene que invertir todo su ser si esperar que todo vaya con calma. Al contrario, enfrentarse al odio para eliminarlo implica comprenderlo, estudiarlo y eso jamás es fácil. No lo es porque nos enfrenta casi siempre a nosotros mismos, a nuestras debilidades y secretos más profundos.

Pero es algo que de vez en cuando, debemos hacer: preguntarnos si hemos sentido odio. Estamos muchas veces tan ocupados persiguiendo al amor que no sabemos si hemos sentido otras cosas. Al fin y al cabo la experiencia humana no solo se trata de sentir aquello que nos agrada sino también conocer lo que no repele, lo que no podemos soportar.

Hace falta que cada cierto tiempo reflexionemos sobre el odio, si lo hemos sentido o no. Algunas personas son incapaces de sentir algo tan fuerte. Es para ellos algo imposible ya que les suena como algo muy definitivo y duradero. De hecho el amor es menos atemorizante, no solo porque sea un "buen" sentimiento, sino porque nadie sabe cuanto dura.

También es difícil cuando resulta que aquello que más detestamos es algo que de verdad antes quisimos con muchas ganas y el destino simplemente se negó a dárnoslo. Esto puede acarrear graves problemas, no solo mentales para la persona que los siente sino para su entorno. Muchos han tomado decisiones apresuradas a raíz de sentimientos de este calibre.

Es cierto que muchas veces usamos la palabra a la ligera. "Odio comer cebolla", "me cae mal, la odio" y así. Como si fuera algo muy fácil. De hecho la gente lo aminora, como si sentir odio te hiciera mejor, más fuerte o más atrevido. Nada de eso es cierto. Normalmente el odio real viene con dolor y nadie quiere sentir dolor, no el dolor de verdad.

Así que piensen, que odian ustedes? Yo puedo cerrar mis ojos, respirar y reflexionar en ello y se me vienen varias cosas a la mente. Pero como dije antes, hay que clasificar. El odio es algo fuerte, insoportable, que está ahí siempre y que, aunque se olvide por un tiempo, vuelve.

Parece muy fácil decirlo pero lo más sano es aprender a vivir con ese odio. Así como se aprende a vivir después del amor, el odio es algo que se debe entender y dejar ser. Muchas veces esto puede llegar a causar que el odio desaparezca por completo, lo que no es fácil, pero se puede lograr.

Muchas veces el odio va ligado al perdón y eso es algo que no se puede dar a ligera. Muchas personas perdonan sin más, pensando que el dolor va a aminorar por haber sido "tan buena persona". Pero resulta que a la química de nuestro ser le interesa muy poco si somos buenas o malas personas. Lo que interesa es que en realidad estemos dando pasos hacia adelante y no hundiéndonos en un mismo sitio.

El perdón duele, porque es apartar el odio y tratar de ver más allá de él. Y nuevamente todo va relacionado a entender lo que ha pasado y encontrar maneras de que todo pueda avanzar, en verdad caminar hacia adelante.

El odio es dolor pero el dolor, obviamente, no es odio. Hay muchos tipos de dolor y algunos están relacionados a sentimientos agradables como el amor o el placer. No es por nada que existen personas como los masoquistas, quienes sienten un placer especial con su sufrimiento físico. Ese dolor no tiene nada que ver con el del odio, que duele no en el cuerpo sino más profundo.

A veces para vencer al odio lo mejor que podemos hacer es aprender a conocernos a nosotros mismos. En el mundo de hoy la gente se escapa de sí misma, corriendo a lo que es seguro. Ahí es cuando se pierde la verdadera identidad, la originalidad e incluso la creatividad.
Una persona creativa casi nunca es alguien que siga al rebaño, ni que piense que siendo igual todo será mejor. Esas personas no son creativas sino complacientes.

Eso sí, la creatividad no va ligada al dolor, no. Pero sí va ligada a la comprensión de sí mismo y eso muchas veces toca esos odios privados, que todos sentimos pero preferimos combatir cada uno por nuestro lado. Es verdad que solo nosotros podemos luchar contra lo que tenemos adentro, nadie nos puede ayudar. Pero no hay ninguna ocasión en que los consejos sobren y menos si se trata de gente conocida, cercana.

Debemos aprender a saber quienes somos, como individuos. El mundo hoy en día es de masas, de grupos, la individualidad hace mucho tiempo se diluyó en olas y mareas de gente irreconocible, anhelando y pidiendo, sin saber nada de nada.

El odio, como cualquier otro sentimiento, hace parte de nosotros, de nuestra vida. Y la mejor manera para estar en paz con uno mismo es siendo sincero con la única persona con la que compartimos todos: nosotros mismos.

Es un proceso largo, de años. Es muy difícil para todos entender que la vida no es la misma para todos y que es un proceso largo y elaborado. Ni los adultos ni los más jóvenes comprenden esto. No se trata de madurez, ya que esta es relativa. Se trata de exploración, de entendimiento y de conocer el mundo que somos nosotros, que muchas veces ignoramos frente al ruido del planeta.

Es imposible decidir no sentir. Tenemos que hacerlo, es nuestra responsabilidad. Pero en vez de martirizarnos por ello, aprendamos de las situaciones y de aquello que no queremos ver a la cara pero está ahí. El odio, de una manera, no es nuestro enemigo sino el resultado de nuestra asombrosa capacidad para sentir.