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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Tatuajes

   Nunca hubiese pensado que terminaría en la cama con él y mucho menos que me obsesionaría con algo tan típico hoy en día como sus tatuajes. Había visto otros antes, yo no tenía ninguno. Me parecían, en general, intrigantes pero nada que me volviera loco al instante o que me causara una respuesta demasiado obvia. Pero esta vez, por alguna razón, fue diferente. No sé si fue por la espontaneidad del descubrimiento, la simetría, el cuerpo del individuo o el hecho de que sentía haber cruzado una frontera que no debía o que no era mi deber cruzar.

 El caso es que cuando le ayudé a quitarse la camiseta esa noche, mis ojos quedaron prendados al instante del tatuaje en su costado derecho. A pesar de tener un cuerpo perfecto y de ser una persona que sentía que yo no merecía, olvidé todo eso por esa noche y me fijé solo en la tinta en su cuerpo. En el lado derecho, sobre el costado de la caja torácica, tenía un símbolo tatuado muy simple pero del tamaño preciso y como si hubiese sido escrito en su piel con pluma.

 No sé si él se dio cuenta, pero me pasé un buen rato besando su costado, pasando mi lengua sobre el tatuaje como si con eso fuese a absorber el conocimiento de lo que significaba el símbolo. Era algo tan simple, con un significado seguramente igual de simple, pero a mi eso me daba exactamente igual: en su cuerpo, en ese momento, después de ver sus delicados ojos cerrarse por el placer, ese tatuaje tan tonto era una revelación para mi.

 Para que no pareciera aburrido o que no sabía hacer nada más sino besar un costado de su cuerpo, me trasladé lentamente al otro costado. A él parecía no importarlo y fue en un momento, mirándolo, que me di cuenta que esos besos a él le gustaban más que a la mayoría de los hombres. Esos ojos cerrados indicaban una sensibilidad que no todo el mundo tenía, pues muchos preferían ir directo a cosas más obvias, ya vistas miles de veces en películas pornográficas. Estos besos no eran así.

 Cuando llegué al otro costado no pude evitar sonreír. Había otro tatuaje, del mismo tamaño que el anterior. La diferencia estaba en que este tenía un diseño un poco más complejo y tenía color. Además, para mi alegría, lo reconocí al instante. Creo que por eso dejé su cuerpo un momento y me dediqué a besarlo a él. Sentí una conexión que iba más allá de solo la relación sexual que estábamos teniendo o a punto de tener. Él era como yo, es decir, tenía gustos como los míos. Ese tatuaje me había transportado a mi infancia por ser el símbolo de un videojuego, por ser una marca en su cuerpo del tiempo y de la inocencia. Casi nos quedamos sin aliento después de besarnos entonces.

 Muchas veces es torpe cuando se llega a quitarle el pantalón a alguien, a menos que ya no lo tenga. Pero en ese momento, por alguna razón, nuestros ojos quedaron enganchados y mis manos siguieron haciendo lo que querían, despojándolo a él, con habilidad, de unos jeans de esos que se usan hoy en día, con la bota apretada y todo apretado.

 Cuando dejamos de mirarnos, se los quité con fuerza y entonces descubrí un tercer tatuaje. En ese momento ignoré sus tiernos pero sexis calzoncillos blancos. Decidí que era más interesante ese pez japonés que le trepaba el gemelo izquierdo, debajo de los poquísimos vellos que tenía. Mis manos, de nuevo, empezaron a actuar solas, independientes de mis ojos que no podían de mirar a ese pez y su curvatura, como parecía desaparecer detrás de esa pierna torneada, como parecía estar vivo con esos colores brillantes y hermosos.

 Mientras tanto mis manos lo tocaban todo pero yo seguía con la vista en su pierna. No sé si él se dio cuenta porque yo para ese punto había dejado de mirarlo a él. Ya no me importaba si se daba cuenta que su piel, que sus tatuajes mejor dicho, me obsesionaban y que hubiese podido quedarme esa y muchas noches más admirando cada milímetro de su cuerpo que estuviese cubierto por tinta.

 Le besé las piernas, le masajee los pies y las piernas y volví cerca de él y de su boca. Su sabor  era verdaderamente único y sumaba un detalle más, algo que simplemente mejoraba todo lo que acababa de ver. Este tipo tenía una cuerpo increíble, era alto, tenía una cara perfecta y sin embargo estaba allí, conmigo y mi cuerpo que no tenía nada que ver con el suyo. Mientras nos besábamos me molestaba que el trataba de tocar mi cuerpo pero se encontraba con que yo no era como él y por un momento me di cuenta que se abstuvo de seguir explorando.

 No separamos de nuevo y pensé que debía hacer lo que habíamos venido a hacer. Se podían hacer muchas cosas antes del sexo como tal pero si no se hacía siempre habría un cierto nivel de decepción, como cuando vas a un matrimonio y no hay pastel o te celebran tu cumpleaños y no hay regalos. Es incompleto. No quiero decir que siempre tenga que ser una experiencia completa pero es mucho más placentera si lo es.

 Bajé entonces a sus calzoncillos, que me hicieron sonreír, y empecé a bajarlos cuando vi otro tatuaje más. Era como estar en una isla del tesoro y descubrir que no había una solo punto marcado con una X sino mucho más, y todo con premio. Debajo del elástico del calzoncillo estaba su nombre. Quise reír porque me pareció curioso y también porque no conocía más de él que su nombre. Nunca me había molestado en averiguar más.

 Y sin embargo allí estábamos, yo a sus pies y él con una respiración rítmica, que aumentaba cada vez que besaba su tatuaje. Después terminé de bajarle los calzoncillos. En esa zona, como es de esperarse, me tomé el tiempo aunque debo decir que casi todo el tiempo estuve pensando en los tatuajes que había visto y en lo extraño que era que alguien pudiera tener tanta tinta en el cuerpo y no se le notara nunca. Era como si vistiera debajo de la ropa el uniforme de un superhéroe. Era el mismo nivel de poder, al menos para mi.

 Se podría decir que en mi mundo, hay hombres, claro, pero están divididos en grupos y niveles, otros siendo claramente mejor que otros a los ojos de la humanidad en general. Los hombres con tatuajes siempre eran más sensuales, más atrevidos, más salvajes y él no parecía ser la excepción, menos aún cuando podía ver con facilidad como su espalda se arqueaba con cualquier roce de la piel, haciendo brillar sus tatuajes con la luz ideal.

 Después de un rato nos besamos de nuevo. Fue en ese momento en que él quiso, y lo dijo con su boca y no con su cuerpo, que yo también me quitase la ropa. La luz era tenue pero no lo suficiente, no como me gustaba a mi que era casi a oscuras. Pero me quité todo nada más para complacerlo pues era lo justo. Al fin y al cabo había disfrutado su cuerpo por un buen rato antes y hubiese sido muy injusto de mi parte decirle que no a cualquier cosa que quisiera. Su deseo debía ser concedido.

 Como para evitar comentarios o que mirara más de la cuenta, le pedí que se pusiera de espaldas para apreciar el resto de su cuerpo. No fue sorpresa que debajo de la nuca tuviese otro tatuaje, esta vez un símbolo tribal en forma de ave. Lo besé, pero por alguna razón no tuvo el mismo encanto que los otros, parecía algo puesto allí por su yo inseguro, su adolescente que había pedido el mismo tatuaje que otros se habían hecho millones de veces antes.

 El resto de su cuerpo posterior estaba inmaculado, solo el ave y un pedacito del pez de la pierna rompían la blancura de su piel, cubierta en partes por pecas y en otras por vellos muy finos y casi inexistentes. Le besé la espalda y me sorprendió oírlo gemir. No sé si fue cruel de mi parte, pero me interrumpí en un momento y le pregunté porque no tenía un tatuaje en la espalda baja. Él se rió y solo dijo que yo debería ayudarle a conseguir el diseño ideal.

Esa propuesta me sonó a reto y, durante el resto de la noche, imaginé qué podría irle bien en esa zona, tan delicada y suave y torneada como el resto de su cuerpo que era simplemente perfecto.

 Lo hicimos todo y cuando terminamos, cuando nos poníamos la ropa, él me dijo que debería hacerme un tatuaje también. Según él había muchos lugares donde se verían bien. Distraído, le dije que seguramente habían muchos artistas excelentes en ese mundo pero él sonrió y me explicó que lo que quería decir era que mi cuerpo le encantaba y que un tatuaje lo adornaría perfectamente.


 Al instante me sonrojé. Nos besamos y nos separamos y yo me di cuenta que no le creí lo que había dicho, ni una cosa ni la otra, pues nunca creía en los halagos de ese tipo. Pero de todas maneras me produjo una sonrisa que se mantuvo varios días en mi rostro y que le agradecí en secreto.

viernes, 23 de octubre de 2015

Objetos cargados

   No podía respirar nada. En un momento la garganta se me cerró por completo y mis ojos debieron reflejarlo. Pero, afortunadamente o no, no había nadie que pudiese verlos. Como pude, traté de bajar el ritmo de mi respiración, sin parar de caminar y de llorar al mismo tiempo. Lo que me había pasado era una tontería pero me había tomado tan por sorpresa que simplemente no tenía como enfrentarlo. Pensé que tendría la fuerza para que las cosas dejaran de afectarme tanto pero creo que cuando tomé energía de un sitio, obviamente lo estaba dejando sin defensa a favor de otro lugar que necesitaba más resistencia. Me puse a jugar con lo que tenía y casi acabo destruido por mi mismo. Esa respiración casi ausente, ahogarme a los ojos de todo el mundo y que no me vieran, la causé yo.

 Bueno, para ser más exactos, fue un tipo de apariencia rusa el que inició todo ese evento tan desagradable. Nunca quiero volver a pasar por ese sitio pero sé que tarde o temprano lo haré pues esta ciudad no es grande y todo se resume a una pocas calles. El caso es que un robo es normalmente algo que no es tan traumático o al menos no en el civilizado mundo europeo. Me han robado, y más intentado robar más veces, en mi país. Allí un robo normalmente es más violento y peligroso pero nunca ha sido así para mí. Afortunadamente siempre han sido momentos “manejables” y creo que ayuda que sea un enfrentamiento, que sepas que ocurre. Cuando no sabes que pasa el miedo escala más rápido y por eso creo que la tensión arterial casi me explota la cabeza esta vez.

 Por lo menos yo prefiero saber y así es en todos los campos posibles. Quién no va a querer saber que pasa o como pasa? Porque elegir vivir en la ignorancia sabiendo que el peligro así es mayor? No sé que tiene la gente en la cabeza pero yo odio sentirme menos, burlado y como si nada de lo que soy importara para nada. En parte eso fue lo que me dio más rabia del asunto: no tanto el hecho de ser robado como el hecho de serlo sin darme cuenta, en la calle y con gente no muy lejos. Me sentí burlado y una burla en mi mismo y nadie debería tener el poder de hacer eso por su propia cuenta a otra persona. Es cruel y rastrero y es un truco que solo busca un beneficio temporal.

 Al fin y al cabo, quién roba un celular (o “móvil”) a estas alturas de la vida. Donde hay tanto mercado para aparatos robados? Quién querría untarse las manos de algo que proviene de semejante lugar, del robo o incluso de algo peor? No me sorprende que el ser humano no tenga una pizca de sentido común pero esto es mucho más que eso. Es solo pensar en los demás, así lo robado no sea más que un aparato. Lo que pasa es que para los seres humanos los objetos son más que eso, son símbolos de algo y carga una energía especial para cada persona. Remover objetos de la vida de una persona debe ser decisión solamente de dicho ser humano y de nadie más.

 Para mí, el objeto tenía un valor familiar. Era un símbolo de una de las mejores Navidades que he pasado con mi familia, un regalo sentido de mi padre con el que nunca he tenido una relación fuerte y ahora que todos en mi hogar somos adultos, las cosas han cambiado para bien. Ese celular era, hoy en día, mi conexión a ellos y mi manera más directa y rápida de no sentirme solo en momentos en los que siento que me hundo y no hay ninguna mano a la cual asirme. Mucha gente no sabe lo doloroso que puede ser separarse de quienes quieres y tampoco saben lo complejo que es vivir adaptándose a nuevos espacios y nuevas personas, a costumbres y maneras de decir y hacer. Es algo que requiere tiempo y a veces el tiempo está en contra y todo es más complicado de lo que debería.

 Ese es el poder de los símbolos, el peso que tienen los objetos. Muchas personas tildan a otros de superficiales, de darle demasiada importancia a los objetos pero esto es solo verdad cuando esos objetos no están cargados con significados, con una energía especial que es solo nuestra y que nadie en el mundo puede soñar replicar. Como seres humanos, obviamente creamos conexiones con otros seres humanos pero, ahora más que nunca, necesitamos ayuda extra para crear esas conexiones y las ayudas son estos objetos cargados de energía que sirven para mantener un vinculo que podría ser débil o, al contrario, que es tan fuerte que necesita ser reforzado.

 Perder un articulo de ropa o objetos rutinarios como un bolígrafo o un lápiz, es poco posible que afecten a nadie pues rara vez son cosas que se carguen con ese significado especial. No son símbolos a menos que sean usados como tal o sean claves en uno u otro momento. Está claro que yo hablo desde mi experiencia personal y se que es posible que alguien tenga una camiseta de la cual no se separe o un lápiz “de la suerte”. Lo entendería porque al fin y al cabo un símbolo no deja de serlo por su tamaño o por su importancia en el mundo de los seres humanos. Eso es relativo y, al final del camino, muy poco importante pues lo que es de veras clave es que el objeto ayude a conectar a algún lado.

 Está claro que si la conexión es solo al objeto, ya no hay energía nuestra allí sino más bien un egocentrismo extraño que se basa en lo que tenemos y no en lo que somos. Supongo que deben existir casos pero seguramente está todo más relacionado a otros fenómenos humanos, mucho menos importantes y más relacionados con la corrupción a través del dinero. Ciertamente el dinero no tiene nada de energía y si lo tiene no es una especialmente positiva. Alguien que solo tiene cosas por tenerlas simplemente no tiene la capacidad para pasar esa parte de ellos mismos en algo que puede conectarlos a otra persona. No hay flujo de energía así que, en esencia, no hay nada de nada.

 Caminé bastante porque la gente no sabía muy bien donde quedaba la policía y ellos me mandaron a volar porque simplemente no tenía un número de registro del teléfono. No hubo ayuda, no hubo compasión, no hubo nada. Y yo que siempre pensé que los hombres y mujeres de la justicia y sus brazos debían de tener un poco de sentimientos en esa coraza que los cubre. Pero no, al menos esta vez no había nada. Por supuesto que no era como para que me trataran como a una victima de violación pero, la verdad, yo sí me sentía así o al menos muy parecido. Porque para mi había sido una violación de mi ser, de lo que soy y de lo que nunca voy a dejar de ser. Un momento de distracción y me quitaron las defensas que tomaran un tiempo en ser reconstruidas.

 Y así tuve que volver a casa, con el cuerpo en dolor y la cabeza a punto de estallar. No sé como llegué a mi casa. Seguramente, después de tanto caminar, resultó que las cosas quedaban más cerca de lo que parecía. El caso es que cuando llegué lo único que quise fue hablar con mi familia y eso hice. No puedo decir que me calmó pero sí ayudó bastante, pues en este momento son las únicas personas en el mundo, junto a un par más, que me conocen bien y saben como hablarme y demás cuando estoy bastante mal. Sé que muchos pensarán que no es para tanto pero ojalá nunca sientan ese dolor de cabeza, esa sensación de tener unos tornillos gruesos metiéndose poco a poco en el cráneo.

 Así se sentía y se sintió durante toda la noche. Me desperté un par de veces por culpa del dolor y por culpa del estúpido mundo que me rodea que no me deja tranquilo. Cuando no pude seguir intentando dormir, me senté en mi casa y me di cuenta que el dolor había bajado pero solo pensar en el lo hizo crecer de nuevo como si tuviese vida propia. La ironía es que no quería comer nada, no quería saber nada de nada y no tenía energía. Pero tenía que volver a la policía y seguir haciendo lo que tenía que hacer pues las cosas no pueden quedar como si estuviese bien hacerlas. Hice lo que debía hacer y hacia las cinco de la tarde por fin comí algo y debo decir que eso me devolvió el aliento.

 El día pasó y en la noche pude dormir mejor, al menos hasta hace un rato que empezaron a martillar y a romper y no sé a que más hacer. Como dije, el mundo a mi alrededor tiene un serio problema para dejarme en paz. Pero eso no importa, lo que importa es estar tranquilo y tratar de no perder la rienda de las cosas. Esos objetos con poder, con energía, no pueden jugar un papel tan importante, lo mismo que la gente en la calle. No se puede darle el poder a alguien más para que lo use sobre uno. Hay que usar todo lo que se tenga para construirse mejor, para ser la mejor persona que se pueda ser y no hablo de sentimientos sino de capacidades.


 Los sentimientos vienen luego y esos muchas veces son un torrente que no se puede controlar. Los sentimientos no vienen controlados ni de una fuente clara por lo que cuando surgen hay que dejarlos salir de la mejor manera posible. El dolor de cabeza sigue rondando o tal vez sea su fantasma. Tengo que asegurarme de estar listo para la próxima ronda, porque así es.