Cuando el polvo se asentó, el edificio que
había estado allí por tanto tiempo, ya no existía. Los vecinos habían logrado
su cometido de retirar semejante monstruosidad del barrio y lo habían hecho con
protestas pacificas y tratando de hablar con el dueño de los apartamentos, un
tal señor Pump. Era un hombre que nadie conocía personalmente pero lo que se
sabía de él era que tenía mucho dinero y que invierta en proyectos como ese
edificio, que tenían especificaciones muy particulares en su ubicación o construcción.
La torre había tenido unos cuarenta pisos en
un barrio en el que la casa más alta tenía cuatro pisos, si se incluía el
ático. Con el tiempo se descubrió lo que todos sabían, que la torre nunca había
tenido permisos reales de construcción y que existía por la única razón de que
alguien había pagado a las personas correctas para que el edificio tuviese un
permiso y pudiese existir como tal.
Ahora todo eso salía a la luz de nuevo pero no era que importar pues la torre
estaba en el suelo.
El día de la implosión, todos los vecinos del
barrio tuvieron que salir de él y ser reubicados temporalmente en otra parte.
Pero lo que más querían era subir a la colina más cercana y ver desde allí el
espectáculo de su triunfo. Jamás se habían dado cuenta de lo horrible que era
esa construcción, una clara cicatriz sobre la cara de la ciudad. Al fondo,
estaba el mar azul y más cerca de ellos uno de los parques más grandes del
país.
Se decía que desde la torre del señor Pump se
podían ver las islas de Fuego en un día claro. También que era el lugar ideal
para construir un mapa de la ciudad y ver, en vivo, como funcionaban las
carreteras y otras calles, como arterias y venas que hacen circular la sangre
para que el cuerpo, en este caso la ciudad, sigan funcionando. Había mucho que
decir de la torre y la verdad era que casi todo era inventado o al menos no
había manera de probarlo a ciencia cierta.
Aunque se suponía que era una torre de
vivienda, los vecinos jamás vieron que nadie entrara o saliera a menudo de allí.
Solo durante la construcción el sitio tuvo actividad. De resto, siempre había
permanecido solo. Sin embargo, jamás estaba sucio ni nada por el estilo. Se le
pagaba a un hombre para que fuera cada mes y limpiara los vidrios con otros dos
compañeros. Terminaban en una semana y no hablaban con nadie de nada.
Era un sitio extraño, como una casa embrujada
pero de vidrio y varios pisos. Algunos aseguraban haber entrado de noche y
decían que el único que vivía allí era el mismísimo señor Pump. Decían que así era
porque buscaba estar cerca de sus proyectos y vivía en cada edificio que hacía
por un tiempo para probar su estabilidad y buena calidad a los posible
inversionistas.
Si era verdad o no, era otra cosa más que
nadie nunca supo. Jamás vieron una limosina estacionada frente al edificio y
mucho menos vieron al señor Pump yendo a la tienda a comprar la leche y el jugo
para el desayuno. Obviamente que un hombre tan rico no estaría a cargo de algo
por el estilo pero el caso era que jamás había pisado el barrio. Eso ofendía
más aún a los vecinos pues no entendían porqué entonces había decidido de
construir precisamente allí y no en ningún otro lugar de la ciudad.
Al parecer era esa imponente vista doble, al
mar y al parque. A unas diez calles o menos estaba el acantilado que daba a la
ciudad su personalidad. Había playas más al sur, siguiendo la carretera costera
pero la ciudad había sido construida al lado de una serie de acantilados que
daban a un mar agresivo y normalmente muy picado , que en invierno parecía una
sopa en ebullición a punto de regarse por todas partes. Era hermoso pero daba
miedo al mismo tiempo.
En cuanto al parque, era una vista casi única
pues ninguno de los barrios circundantes tenía tampoco estructuras tan altas.
Los ambientalistas se quejaron cuando empezó la construcción pero como tenía
todos los permisos en regla, incluso el ambiental, no hubo manera de
detenerlos. Para los defensores de la naturaleza, era claro que el edificio
cambiaría el comportamiento de las aves y afectaría a los animales pequeños y
sus costumbres.
La verdad es que, aparte de ellos, nadie se
quejó hasta que fue muy tarde. A muchas personas, aunque más tarde lo negaron,
les gustaba la idea de tener un rascacielos en la mitad del barrio y la razón
era muy sencilla: pensaban que con un proyecto de esa magnitud, su propiedad
aumentaría de precio astronómicamente y
podrían vender y luego comprar un apartamento en la misma torre y hacer
un gran cambio en toda la ciudad.
Pero el efecto del edificio fue exactamente lo
contrario pues el ruido de la construcción afectó negativamente a todo el
mundo. Quienes conducían por la zona para ir a los acantilados, un lugar
popular en la ciudad, decidieron evitar el barrio por la cantidad de camiones
que usaba la construcción. Esto quería decir que los negocios perdían dinero y
la gente evitaba el barrio a propósito.
Ya nadie quería vivir allí y la gente del
resto de la ciudad sabían que no era un buen lugar para vivir. Cuando terminó
la construcción, algunas personas tuvieron la esperanza de que todo mejorara
pero como se convirtió en un edificio fantasma, no había manera de que el valor
del terreno se moviera para ningún lado. El fracaso era evidente.
Por eso fue increíble tener que luchar por la
destrucción del edificio por más de cinco años. Cualquiera hubiese pensado que
los problemas eran tan evidentes que los vecinos podrían ganar el caso con
facilidad pero se dieron cuenta de todos los recursos del señor Pump y de cómo
estaba dispuesto a gastar dinero, su reputación y miles de horas, en un
edificio que estaba vacío y que no tenía de verdad a nadie que lo apoyase o que
lo considerara, al menos, una joya arquitectónica.
Era un edificio moderno pero simple, eso era
todo. No había ninguna especificación especial, no tenía una piscina en el
último piso, no había locales comerciales u oficinas o parte de hotel. Nada de
eso. Solo apartamentos distribuidos casi todos de la misma manera. Se decía que
sí habían tenido ventas pero que la demora en la construcción y la polémica con
los acantilados había sacado corriendo a los compradores.
El día del triunfo del barrio en la corte fue
la única vez que pudieron ver al señor Pump. De verdad que no se le notaba que
fuese tan rico como decían que era. No era muy alto y tenía la piel blanca como
un papel. Permaneció casi estático durante todo el proceso y solo habló al
final, antes de escuchar el veredicto del juez. No era una persona con encanto
ni era atractivo. Era solo un hombre con mucho dinero y nada más. Muchos de los
espectadores se sintieron decepcionados.
El caso es que perdió y el edificio fue
demolido. Se hizo de manera que colapsara sobre sí mismo pero era tan grande la
edificación que debieron sacar a todo el mundo de sus casas para que no los
afectara el polvo creado por la implosión. Las casas aledañas casi seguramente
quedarían dañadas y el señor Pump fue obligado a pagar cualquier reparación que
pudiesen necesitar las viviendas afectas.
La vista desde la colina era increíble y,
cuando la torre cayó, fue la primera vez que encontraron a la torre hermosa
pero en un sentido trágico. La nube de polvo era increíble y tuvieron que
esperar hasta el otro día para poder empezar a remover escombros y dejar ese
terreno despejado en la mayor brevedad posible.
Sin embargo, los curiosos fueron en mitad de
la noche a tomar recuerdos de las ruinas del edificio y fue entonces cuando la
noticia se volvió mundial. Entendieron ahora porque nadie vivía allí, porque era
una edificio desierto. Resultaba que no eran viviendas, ni hotel, ni oficinas.
Cuando el polvo se despejó, había restos de huesos, de objetos de valor y
muchas otras cosas. Era como un museo pero daba miedo solo verlo. El señor Pump
parecía ser, después de todo, alguien muy especial.