Mostrando las entradas con la etiqueta vivir. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta vivir. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de enero de 2015

Lo de siempre

 - Sabes? Siempre quise ser como él.
 - Como?
 - Libre.

 Martina se removió en su asiento, como si mi declaración del momento fuese altamente fastidiosa.

 - A quién le importa?
 - A mi.
 - No te sientes libre? No te sientes en paz contigo mismo?
 - Porque te molesta que diga algo así? Es verdad. Estoy atrapado      aquí, en mi mismo.
 - Y que es lo que tanto necesitas hacer? Que es lo que necesitas      para hacerte libre?

 Me puse de pie. Definitivamente podrá ser mi mejor amiga pero a veces no entiende nada.

Quisiera tener la capacidad de hacer lo que se me de la gana.
Eso lo entiendo pero que es lo que quieres hacer? No entiendo que   te fastidia tanto de tu vida.
Siempre me fastidia algo, ese el problema.

 Martina se puso también de pie y empezamos a caminar. Por un tiempo, guardamos silencio, cada uno preparando su siguiente argumento. No era la primera vez que hablábamos del tema y ciertamente no sería la última. Pero esa vez se sentía diferente.

Has viajado, has conocido, estudiaste más.
Y?
Como que “y”? Muchos quisieran hacer eso mismo.
Y a mi que me importa?

 Para decir eso me detuve, cansado de oír siempre el mismo argumento. Cansado de siempre tener que sentirme mal por alguien más que no conozco porque, por alguna razón, no tuvieron oportunidades.

 Es acaso mi culpa? No puedo querer más solo porque he hecho lo que he vivido? No es justo. Y se lo dije a Martina.

En eso tienes razón pero todavía no me dices que quieres de la       vida.
No tengo trabajo.
No es fácil. Ya te he dicho que tienes que seguir intentando hasta   que…
Hasta que qué? Hasta que me salgan raíces y mis papás cometan       asesinato por no ser de utilidad para la humanidad?

 Martina resopló. No era fácil ser amiga mía, lo sabré yo. Ella vive una vida diferente y yo siempre he dicho que es imposible, por esa misma razón, dar consejos de gran utilidad. Los amigos, sean quienes sean, solo pueden dar direcciones, como si uno estuviera perdido en una ciudad enorme. Ya depende de uno interpretar esas direcciones y ver si, en el camino, no se descubre un nuevo camino para llegar al destino deseado.

Nunca harán eso.
Como sabes?
Porque lo dudo mucho.

 A eso, no tenía respuesta.

Quisiera tener una vida sexual, por ejemplo.

 Martina de pronto estalló en risas, como si hubiera dicho uno de los mejores chiste que jamás hubiese escuchado.

No seas ridículo.
Tampoco puedo desear eso?
Sabes que si quisieras tendrías una vida sexual más activa, la       tendrías. No creo que te sea muy difícil.
Recuerdas mi pequeña estadía en cierta clínica, o no?

 Mi amiga sabía bien que yo había estado internado en un hospital psiquiátrico por tratar de suicidarme. La verdad es que sabía muy bien como hacerlo pero solo quise llamar la atención. No tuve tanto éxito como hubiese querido.

Siempre sacas eso.
No sabes como es hoy en día entre hombres.
Una mujer no sabe como es sentirse menos que los demás? En que mundo vives?
Touché.

 Seguimos caminando, saliendo del parque y caminando después por una avenida grande con varios negocios de lado y lado. Después de unos minutos sin hablar, le señalé a Martina una heladería y ella asintió. Entramos, pedimos los helados, ella los pagó y nos sentamos en una mesita en la terraza del sitio. Hacía sol, por alguna razón, así que nos sentamos allí a mirar pasar la gente. Siempre son amigos de verdad, si pueden preservar un silencio y no es incomodo.

Entonces es el trabajo y el sexo. O hay más?
Quisiera vivir solo.
Y para eso necesitas dinero.
Exacto.
Que se consigue con trabajo.
Así es.
Entonces estás jodido.

 No pude contener la risa. Casi se me cae el cono de helado al piso y tuve que contenerme ya que el frío del helado me hacía toser violentamente. Cuando por fin me calmé, Martina me miraba burlonamente.

Y como lo tomas? Que haces para lograr eso?
Nada. Hago lo que hago siempre.
Y eso te ha servido.
No.
Entonces has otra cosa.
Como que? Venderme al mejor postor y trabajar en cualquier puesto   mediocre?
Porque no?
Porque ya he tratado y tampoco han querido contratarme. No me       quieren ni para voltear hamburguesas.

 Esta vez fue Martina que rió como loca. Afortunadamente había pedido su helado en una vaso de plástico, ya que de la risa se le resbaló al piso y cayó con un sonido sordo, sin voltearse. Lo recogió tratando de reír menos y se echó una cucharada a la boca, para calmarse totalmente.

No sé que hacer.
Ya habrá algo. Puedes estudiar algo…
Ya he estudiado lo suficiente, lo que supuestamente da más trabajo   pero, ya ves.
- No importa. Puedes hacerlo para distraerte.
Más dinero para que gasten mis papás.
Y?

 Esta vez la miré como si se hubiese vuelto loca.

Me da lástima hacerlos gastar más dinero.
Pero puedes preguntar, no? Que tal que acepten que quieras           estudiar otra cosa o trabajar en otra parte? Créeme, si te tienes   que ir, vete. El mundo hoy en día es como una ciudad muy grande,     no es tan difícil como antes.
Ya lo he hecho recuerdas.
Y sé que debiste quedarte allá.
Lo sé, créeme que lo sé.
En todo caso, ten paciencia.

 Suspiramos los dos, al mismo tiempo. Compartimos una sonrisa y luego terminamos nuestros helados.

 De camino a la parada del bus, decidí preguntarle a Martina sobre sus cosas, su vida. Siempre nos enfocábamos mucho en mi y eso me hacía sentir culpable. Me contó lo que debía saber y yo no hablé en todo el rato, solo escuchando y asintiendo en los momentos propicios.

 Cuando por fin llegamos, nos abrazamos con cariño.

No te vuelvas loco pensando. Deja que las cosas pasen y trata de     no dejar ir las oportunidades cuando se presenten. Eso es lo         importante.

 Como el bus estaba frenando, solo tuvimos cerca de acordar que nos veríamos de nuevo en unas semanas. Le sonreí cuando estaba ya adentro y luego se fue.

 Martina tenía razón, sin duda. No podía castigarme a mi mismo, de nuevo, por lo que no era o no estaba. Ya había hecho eso mucho tiempo en mi vida, torturándome por no ser, parecer, tratar, intentar, ver o hacer. Pero ya no, no puedo seguir así.


 Así que decidí que, aunque todo me preocupa todo el tiempo, me iba a relajar e iba a pensar todo con cabeza fría e iba a disfrutar de la vida que tenía porque tal vez el cambio no demore tanto como parece.

miércoles, 7 de enero de 2015

La playa

   Sentir el sol en la piel, la arena raspando el cuerpo cada cierto tiempo y bajo la planta de los pies, y escuchar el sonido del mar. Todo esto era lo que Guille siempre había querido y ahora estaba allí, en la playa, disfrutando de la temperatura y la suave brisa, que hacían una combinación perfecta para relajar hasta al más intranquilo.

Lo mejor de todo era que no había mucha gente en el lugar: para ser una playa cercana a varios hoteles, tenía poco público. Pero eso, lejos de ser un problema, era otro aspecto positivo del lugar. Guille no tenía que preocuparse por si alguien venía a robarle su mochila sino que podía dedicarse a contemplar el mar y su eterna paz.

Cuando se cansó de broncearse, entró al agua. Las olas eran suaves y la temperatura del agua era perfecta para contrastar con el calor que hacía. Desde el agua, Guille podía ver sus cosas y si quisiera podría salir rápidamente. Pero la verdad era que no había necesidad: ahora el tramo de playa en el que él estaba completamente desierto.

Esto se debía, al menos en parte, a que era un día entre semana en el que muchas personas estaban trabajando, además que era temporada baja. Había planeado su viaje así a propósito ya que el joven hombre no gustaba de las aglomeraciones y de tener que esforzarse más de la cuenta para relajarse en unas vacaciones que estaban más que merecidas.

Guillermo trabajaba en un banco, lidiando con los problemas que la gente tenía con frecuencia con la entidades bancarias: prestamos, hipotecas, errores en cuentas, tarjetas de crédito,… Todo ese trabajo tedioso era responsabilidad de él y su gran grado de responsabilidad le hecho acreedor a uno de los mejores puestos en el banco, lo que era tanto bueno como malo..

Era bueno porque era una mejor paga, que necesitaba si quería algún día hacer algo de su vida, algo más en todo caso. Con el dinero de un año de trabajo en su nuevo puesto, había podido mudarse y planear el viaje que ahora estaba disfrutando sin sombra de duda. Además ya no estaba en una estúpida ventanilla sino que tenía una oficina, lo que no estaba mal del todo.

Lo malo de la situación, era que su carga laboral ahora era mucho más pesada. Todos los días, desde primera hora de la mañana, debía lidiar tanto con problemas ridículamente complicados como con idioteces que tenía que explicar un sinnúmero de veces hasta que las personas se dieran cuenta de lo que les estaba diciendo.

Hacía ya bastante rato que Guillermo no creía en la realización de sus sueños. Aunque todavía era joven, había trabajado como loco desde hacía mucho tiempo y no parecía que hubiera ningún tipo de retribución real, o al menos no la que el buscaba. Lo que él quería era tener la libertad de seguir otro camino en su vida, de elegir algo que lo llenara más como ser humano pero eso no parecía que fuese a pasar.

Él siempre había soñado, porque no había otra manera de serlo, en ser un artista reconocido. La música siempre había sido una de sus pasiones y sus padres habían aceptado que, antes de ser un adolescente, tuviera clases de piano, de guitarra y de violín. Era casi un genio para todo lo que tenía que ver con la música, reteniendo datos sobre cantantes o composiciones en su cerebro o tocando para en las reuniones familiares de la época navideña.

Pero cuando empezó a crecer, sus padres cortaron rápidamente las alas que ellos mismos habían ayudado a construir. Sin decirlo de viva voz,  consideraban que la música no lo llevaría nunca a ningún lado y sabían que si querían que su hijo fuera un elemento productivo de la sociedad, deberían alentarlo a hacer algo diferente a la música.

Así que, a meses de graduarse del bachillerato, los padres de Guille empezaron a alentarlo a inscribirse en una universidad en la que solo dictaban para carreras relacionadas a la economía y la política. Ellos decían que eran carreras que pagaban bien y para las que siempre se buscaba gente. Existían la economía pura, las ciencias políticas, la contaduría, la administración, las finanzas,… Cualquiera de ellas, según sus padres, serían opciones perfectas.

Recordando todo esto, Guille metió la cabeza en el agua y la sacó rápidamente, tratando de lavar los recuerdos pero estos estaban demasiado enraizados en su mente, demasiado presentes en su día a día, como para irse simplemente con agua.

Al comienzo, como cualquier joven rebelde, se negó a hacer nada de lo que sus padres dijeran. El primer semestre se fue, no sin reclamos de su madre y su padre que le decían que tenía que ser responsable ya que la vida no esperaba por nadie y no podría nunca vivir del aire o de las ganas de hacer algo que podría nunca funcionar. Eso no importó.

Guillermo fue recalcitrante, empeñado en no dar su brazo a torcer por ninguna razón. Esto hasta que un día su padre, ya bastante enojado, le dejó claro que no habría nada de dinero para él si decidía estudiar o hacer cualquier otra cosa que no tuviera que ver con lo que ellos querían para él.

Esto dejó al chico en shock. La verdad era que no podía creer que sus padres usaran el dinero como arma contra lo que el deseaba. Parecía inverosímil que personas que lo habían engendrado estuvieran tan en contra de lo que él deseaba hacer, vivir. En ese momento se preguntó varias veces si acaso ellos no habían sido jóvenes, si ellos no habían tenido deseos por años o si nunca se habían sentido frustrados.

Las respuestas a esas preguntas dejaron de importar al cabo de un tiempo, el mismo tiempo en que Guillermo tuvo que ceder y dar algo de concesión a los deseos de sus padres. Aunque declaró que jamás estudiaría una carrera universitaria que no significara nada para él y que su mayor deseo era convertirse en un músico real, les confesó que para eso necesitaría dinero y sabía que no lo obtendría de ellos.

Los padres pensaron en ese momento que Guille los dejaría, que se iría de la casa para emprender su propio camino o algo por el estilo pero lo que hizo los sorprendió aún más: el chico decidió que tomaría el camino que ellos deseaban para él pero para conseguir lo que él más anhelaba. Fue así que busco en el periódico y en la calle hasta encontrar un trabajo aburrido, de corbata y zapatos lustrosos.

Su primer día en el banco, como cajero, fue un verdadero infierno. La verdad era que se sentía vencido, abatido por la situación y, tras de todo, se sentía humillado al tener que convertirse en la persona que más odiaba: un chico que hacía lo que sus padres querían, ganando dinero como un androide más en una sociedad que ignoraba a quienes pensaban más de la cuenta.

Por supuesto, sus padres lo felicitaron por su decisión, incluso a sabiendas de las razones que Guille tenía para haberla tomado. Pero para él todo esto, y se lo repetía todos los días, era algo temporal. No pensaba quedarse en el banco más de un año, lo suficiente para ganar el dinero para pagar al menos el primer año de clases de música, tras lo cual planeaba ganar dinero con conciertos en lugares pequeños o en lo que fuera, con tal de lograr su sueño.

Ya habían pasado seis años de ese salto y no parecía que nada fuese a cambiar. Sus padres, tras la alegría inicial, volvieron a insistir en una carrera aseria. Esto hasta que Guille por fin decidió dejarlos y seguir su vida independiente de las decisiones de otros. Al fin y al cabo ya ganaba su propio dinero y no tenía responsabilidades más allá de cuidarse a si mismo. Lastimosamente, rompió con ellos en más de una forma.

Y ahora estaba allí, saliendo del mar para sentarse de nuevo sobre su toalla en la arena, apreciado el brillo de las olas cristalinas y la hermosa transparencia del agua. Era casi como un sueño, uno más, el estar allí sentado, despreocupado de las decisiones que había tomado y de las que habría de tomar en el futuro.

No tenía idea de cual sería su próximo paso en la vida. Tenía el dinero para las clases ahora pero lo sueños mutan, se transforman y ya no estaba seguro de ser quien creía ser o de querer lo que por mucho tiempo creyó anhelar.

Cuando recogió sus cosas y caminó por el borde de la playa, viendo como el sol se ocultaba en un hermoso ocaso, anheló al Sol por una vida de la que pudiese estar orgulloso. Una lágrima fue su ofrenda al astro solar, quién le concedería su deseo pero tendría que esperar, y ese es un reto aún mayor.