Mostrando las entradas con la etiqueta desesperación. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta desesperación. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de noviembre de 2017

Asesino

   Era el último de la semana, el cuarto si había que contarlos todos. Era un buen momento para el tipo de trabajo que H hacía, uno que no muchas personas aprobaban. De hecho, muchos ni sabían que algo así existía. Claro que había que ser una cierta clase de persona para saber al menos un poco del mundo en el que H se desarrollaba. Las personas con las que se relacionaba seguido podían ser clasificadas como lo peor de lo peor, el mugre aceitoso de la humanidad.

 Lo que él hacía era matar gente y hacer que todo pareciera un accidente desafortunado. Sus técnicas más frecuentes eran las de ahogar a las victimas o envenenarlas sin que lo supieran. Esta última era algo mucho más elaborado que se tomaba demasiado tiempo pero siempre tenía los mejores resultados pues no había forma que nadie se enterara de cómo había muerto en verdad su ser amado o su jefe o cualquiera que fuese su relación con el muerto. El caso es que quedaba bien hecho.

 Sin embargo, no había sido fácil empezar en el negocio. Todo había sido consecuencia de una serie de errores que había cometido. El primero, tal vez el más importante, había sido no trabajar tan pronto como pudo cuando fue joven. Mientras otros lo hacían en panaderías o tiendas de video, él se la pasaba mirando las estrellas o simplemente cultivando su cerebro, algo que con el tiempo resultó ser algo que no llevaría a ningún lado. Por eso surgió lo de las drogas.

 Como no podía conseguir trabajo cuando ya todos sus conocidos eran jefes o al menos ganaban una buena suma en algún lado, H se desesperó y buscó por todas partes una opción para al menos tener un ingreso mensual fijo. Lo que encontró fue una red de narcotráfico que buscaba personas que vendieran la mercancía y él resultó ser la persona perfecta para el trabajo: parecía universitario y no resaltaba en multitudes. Se podría acercar a los estudiantes para ampliar el negocio.

 Así empezó su carrera entre las sombras, pues tuvo que hacer negocios que no le gustaron pues sabía en qué estaba metiendo a jóvenes hombres y mujeres que se encontraban en un mal momento de sus vidas. Él se estaba aprovechando de ellos, de su vulnerabilidad. Por un buen rato se sintió bastante mal por ser aquella persona, un depredador, que se lucraba con su afán de sentirse mejor. Con el tiempo, esa preocupación desapareció. Se fue dando cuenta que todos ellos no eran niños sino adultos y era su decisión consciente hacer lo que hacían. H jamás forzaba sus ventas.

 H era un pésimo profesional en el campo que había elegido estudiar en la universidad. Era un mediocre en aquello que se suponía amaba y conocía bien. Se había pasado meses y meses, casi una década entera, tratando de construir una estructura de conocimiento suficiente para poder ser lo que más quería en la vida. El triste resultado se había derrumbado a su alrededor y los escombros lo habían atrapado durante un buen tiempo hasta que se metió en el negocio e las drogas.

 En eso era el mejor. No solo vendía más y a más gente sino que había ampliado la extensión de su zona de distribución e incluso se había adentrado en negocios alternos para poder impulsar la venta de la droga. En un mismo paquete muy bien cerrado, podían haber también medicamentos de prescripción médica, así como alcohol y cigarrillos. Se le daba al cliente lo que quisiera, como quisiera y dónde quisiera. No había limite alguno y esa era la clave de toda la operación.

 En poco tiempo fue el mejor vendedor de la red de la ciudad y pronto se le pagó para que viajara a otros lugares para mejorar las ventas. En muchos lugares los vendedores sufrían bastante para vender lo poco que tenían pero con sus estrategias eso cambió bastante pronto. En poco tiempo, la venta de narcóticos creció casi al doble de lo que era en el pasado. Y fue en ese momento cuando H se dio cuenta de que su momento en ese negocio había expirado.

 Le explicó a sus jefes, hombres que casi nunca se dejaban ver, que necesitaba hacer algo diferente, algo que lo desafiara más. Ellos trataron de amenazarlo pero él les recordó que gracias a sus esfuerzos, ellos eran más ricos de lo que jamás podrían imaginar. Aclaró que jamás le diría nada a la policía porque obviamente eso iría en contra de sí mismo pero sabía de la competencia y que a ellos les encantaría entender como fue que ellos habían crecido tanto en tan poco tiempo.

 Los hombres terminaron por aceptar su renuncia pero fue entonces cuando le propusieron algo diferente, que tal vez le podría interesar. Durante su tiempo vendiendo drogas, él había hecho lo opuesto a sus clientes: había cuidado su cuerpo, entrenando varias horas a la semana para poder ser ágil e intimidante. Por eso le propusieron ser uno de los nuevos guardaespaldas de un narcotraficante que necesitaba con urgencia personas que le colaboraran, después de un ataque particularmente fuerte de las fuerzas del Estado. Aceptó la propuesta sin pensarlo dos veces.

 No pasó mucho tiempo para que empezara a destacarse entre los demás guardaespaldas. Podía ser muy calmado en un momento y casi salvaje al siguiente. Era una máquina de fuerza y velocidad cuando quería. Por eso su nuevo jefe lo enviaba a hacer ciertas tareas que él solo le daba a sus más fieles empleados. Matar fue una de esas tareas y al comienzo no fue nada fácil. Pero con el tiempo todo se hace más sencillo y terminó siendo una máquina de la muerte muy refinada.

 Los estudios del pasado le sirvieron para refinar sus técnicas. Fue así que encontró varios venenos que la mayoría de personas no conocían y que podían ser utilizados efectivamente para eliminar a quienes necesitase eliminar. Pronto perdió la cuenta de sus victimas y matar personas se volvió algo tan común y corriente para él como correr las cortinas por la mañana y servirse jugo de naranja. Era algo oscuro y asqueroso pero ese era él, ese había resultado ser su verdadero yo.

 A veces se despertaba a la mitad de la noche o simplemente no podía dormir. Y no era que viera las caras de los muertos en la oscuridad sino que se sentía como en una caja que lentamente se iba cerrando a su alrededor. Sin pensarlo mucho, le pidió a su jefe que lo dejara ir, pues quería emprender su propio negocio por su parte. Le aseguró que no serían competencia ni nada por el estilo. La idea era ofrecer el mismo servicio que le ofrecía a él pero a otras personas.

 Meses después, recibía contratos de varios tipos de personas. Los narcotraficantes eran cosa del pasado. No había nada mejor que trabajar para amas de casa desesperadas o para hombres de negocios que se veían entre la espada y la pared. Había cierto interés casi morboso en ver como personas que parecían ser normales, que parecían no herir una mosca, podían convertirse en monstruos peores que él mismo en un abrir y cerrar de ojos. Era algo digno de ver.

 Con el tiempo, empezó a subir sus precios y a hacer cada vez menos trabajos. Esa era la idea desde el comienzo. Después de todo no iba a tener la energía de un joven toda la vida, su entrenamiento físico solo podría mantenerse por un cierto tiempo.


 Así fue como empezó a entrenar a otros en su arte de la muerte. Cuando llegó su propio momento de morir, había otros que seguirían su oficio para siempre pues con los seres humanos la muerte es segura y, es aún más seguro, que las pasiones de un momento los hagan hacer lo que nunca antes harían.

viernes, 23 de enero de 2015

Lo de siempre

 - Sabes? Siempre quise ser como él.
 - Como?
 - Libre.

 Martina se removió en su asiento, como si mi declaración del momento fuese altamente fastidiosa.

 - A quién le importa?
 - A mi.
 - No te sientes libre? No te sientes en paz contigo mismo?
 - Porque te molesta que diga algo así? Es verdad. Estoy atrapado      aquí, en mi mismo.
 - Y que es lo que tanto necesitas hacer? Que es lo que necesitas      para hacerte libre?

 Me puse de pie. Definitivamente podrá ser mi mejor amiga pero a veces no entiende nada.

Quisiera tener la capacidad de hacer lo que se me de la gana.
Eso lo entiendo pero que es lo que quieres hacer? No entiendo que   te fastidia tanto de tu vida.
Siempre me fastidia algo, ese el problema.

 Martina se puso también de pie y empezamos a caminar. Por un tiempo, guardamos silencio, cada uno preparando su siguiente argumento. No era la primera vez que hablábamos del tema y ciertamente no sería la última. Pero esa vez se sentía diferente.

Has viajado, has conocido, estudiaste más.
Y?
Como que “y”? Muchos quisieran hacer eso mismo.
Y a mi que me importa?

 Para decir eso me detuve, cansado de oír siempre el mismo argumento. Cansado de siempre tener que sentirme mal por alguien más que no conozco porque, por alguna razón, no tuvieron oportunidades.

 Es acaso mi culpa? No puedo querer más solo porque he hecho lo que he vivido? No es justo. Y se lo dije a Martina.

En eso tienes razón pero todavía no me dices que quieres de la       vida.
No tengo trabajo.
No es fácil. Ya te he dicho que tienes que seguir intentando hasta   que…
Hasta que qué? Hasta que me salgan raíces y mis papás cometan       asesinato por no ser de utilidad para la humanidad?

 Martina resopló. No era fácil ser amiga mía, lo sabré yo. Ella vive una vida diferente y yo siempre he dicho que es imposible, por esa misma razón, dar consejos de gran utilidad. Los amigos, sean quienes sean, solo pueden dar direcciones, como si uno estuviera perdido en una ciudad enorme. Ya depende de uno interpretar esas direcciones y ver si, en el camino, no se descubre un nuevo camino para llegar al destino deseado.

Nunca harán eso.
Como sabes?
Porque lo dudo mucho.

 A eso, no tenía respuesta.

Quisiera tener una vida sexual, por ejemplo.

 Martina de pronto estalló en risas, como si hubiera dicho uno de los mejores chiste que jamás hubiese escuchado.

No seas ridículo.
Tampoco puedo desear eso?
Sabes que si quisieras tendrías una vida sexual más activa, la       tendrías. No creo que te sea muy difícil.
Recuerdas mi pequeña estadía en cierta clínica, o no?

 Mi amiga sabía bien que yo había estado internado en un hospital psiquiátrico por tratar de suicidarme. La verdad es que sabía muy bien como hacerlo pero solo quise llamar la atención. No tuve tanto éxito como hubiese querido.

Siempre sacas eso.
No sabes como es hoy en día entre hombres.
Una mujer no sabe como es sentirse menos que los demás? En que mundo vives?
Touché.

 Seguimos caminando, saliendo del parque y caminando después por una avenida grande con varios negocios de lado y lado. Después de unos minutos sin hablar, le señalé a Martina una heladería y ella asintió. Entramos, pedimos los helados, ella los pagó y nos sentamos en una mesita en la terraza del sitio. Hacía sol, por alguna razón, así que nos sentamos allí a mirar pasar la gente. Siempre son amigos de verdad, si pueden preservar un silencio y no es incomodo.

Entonces es el trabajo y el sexo. O hay más?
Quisiera vivir solo.
Y para eso necesitas dinero.
Exacto.
Que se consigue con trabajo.
Así es.
Entonces estás jodido.

 No pude contener la risa. Casi se me cae el cono de helado al piso y tuve que contenerme ya que el frío del helado me hacía toser violentamente. Cuando por fin me calmé, Martina me miraba burlonamente.

Y como lo tomas? Que haces para lograr eso?
Nada. Hago lo que hago siempre.
Y eso te ha servido.
No.
Entonces has otra cosa.
Como que? Venderme al mejor postor y trabajar en cualquier puesto   mediocre?
Porque no?
Porque ya he tratado y tampoco han querido contratarme. No me       quieren ni para voltear hamburguesas.

 Esta vez fue Martina que rió como loca. Afortunadamente había pedido su helado en una vaso de plástico, ya que de la risa se le resbaló al piso y cayó con un sonido sordo, sin voltearse. Lo recogió tratando de reír menos y se echó una cucharada a la boca, para calmarse totalmente.

No sé que hacer.
Ya habrá algo. Puedes estudiar algo…
Ya he estudiado lo suficiente, lo que supuestamente da más trabajo   pero, ya ves.
- No importa. Puedes hacerlo para distraerte.
Más dinero para que gasten mis papás.
Y?

 Esta vez la miré como si se hubiese vuelto loca.

Me da lástima hacerlos gastar más dinero.
Pero puedes preguntar, no? Que tal que acepten que quieras           estudiar otra cosa o trabajar en otra parte? Créeme, si te tienes   que ir, vete. El mundo hoy en día es como una ciudad muy grande,     no es tan difícil como antes.
Ya lo he hecho recuerdas.
Y sé que debiste quedarte allá.
Lo sé, créeme que lo sé.
En todo caso, ten paciencia.

 Suspiramos los dos, al mismo tiempo. Compartimos una sonrisa y luego terminamos nuestros helados.

 De camino a la parada del bus, decidí preguntarle a Martina sobre sus cosas, su vida. Siempre nos enfocábamos mucho en mi y eso me hacía sentir culpable. Me contó lo que debía saber y yo no hablé en todo el rato, solo escuchando y asintiendo en los momentos propicios.

 Cuando por fin llegamos, nos abrazamos con cariño.

No te vuelvas loco pensando. Deja que las cosas pasen y trata de     no dejar ir las oportunidades cuando se presenten. Eso es lo         importante.

 Como el bus estaba frenando, solo tuvimos cerca de acordar que nos veríamos de nuevo en unas semanas. Le sonreí cuando estaba ya adentro y luego se fue.

 Martina tenía razón, sin duda. No podía castigarme a mi mismo, de nuevo, por lo que no era o no estaba. Ya había hecho eso mucho tiempo en mi vida, torturándome por no ser, parecer, tratar, intentar, ver o hacer. Pero ya no, no puedo seguir así.


 Así que decidí que, aunque todo me preocupa todo el tiempo, me iba a relajar e iba a pensar todo con cabeza fría e iba a disfrutar de la vida que tenía porque tal vez el cambio no demore tanto como parece.