Me fui quitando cada una de mis prendas de
vestir, dejándolas por todo el cuarto, tratando de que estuvieran en sitios en
los que pudieran secarse más rápidamente. Afuera, ya no diluviaba como lo había
hecho más temprano y, la verdad, resultaba un poco frustrante pues sentía como
si semejantes cosas solo ocurrieran conmigo en la calle y nunca conmigo en
cama, bien acurrucado durmiendo o viendo una película. En todo caso, ya era muy
tarde para decir nada. Ya había quedado empapado y ahora tenía que evitar enfermarme
quitándome cada prenda: los pantalones que estaban mojados casi en su
totalidad, mi chaqueta que tenía una manga más húmeda que la otra, la camiseta
que no olía muy bien después de correr para evitar mojarme, los zapatos que
habían cambiado de color por la humedad y las medias totalmente húmedas.
Al final, también me quité la ropa interior
pues ya era tarde y tenía la costumbre de dormir sin ropa, una costumbre que
había adquirido hacía unos años al llegar borracho. Me había dado cuenta en
esas ocasiones que había dormido de manera mucho más placentera al no tener
nada de ropa encima, eliminando presiones y ataduras e incluso olores que podrían incentivar el
vómito o algo por el estilo. Así que después de la lluvia, desnudo, me metí a
la cama y quedé dormido casi al instante. No tuve un sueño muy placentero pues
un terrible dolor de cabeza había empezado y me despertaba a cada rato.
Por la mañana, el dolor seguí ahí y
simplemente no me dejaba ni pensar ni hacer nada. No desayuné por miedo a empeorar
la situación. Solo me quedé en la cama, tratando de descansar bien para ver si
eso ayudaba. Cuando me di cuenta que todavía no podía dormir tranquilo, me
quedé en la cama un buen rato, mirando hacia el cielo raso. Las punzadas
todavía seguían allí y entonces pasó algo inesperado y que nunca me esperé: las
luces se apagaron. O eso pensé al comienzo pero las luces no se habían apagado.
Habían sido mis luces las apagadas, Mejor dicho, me había quedado ciego en
cuestión de segundos.
Al comienzo solo se me
aceleró la respiración y sentí mi corazón casi explotar en mi pecho. Después
fue que me incorporé y con las manos y los dedos fue que hice algunas pruebas
para ver que era exactamente lo que tenía. Me toqué las piernas con cuidado y
luego más bruscamente. Luego me di unas cachetadas y luego sacudí las manos
frene a mi cara. Nada, ninguna reacción e ningún tipo. Me había quedado ciego
de verdad y entonces me di cuenta de lo peor del caso: ya no vivía con mi
familia, ni siquiera con amigos o algo así. Vivía solo y encima de todo tenía
que ir a trabajar más tarde. Qué iba a ser, como iba a vivir con esta ceguera
tan repentina.
Fue entonces, lamentándome, que me di cuenta
que a pesar de no poder ver nada, si había como destalles, como trazos de
alguien en mi cabeza, como si la ceguera fuese solo una capa gruesa de hollín
que no me estuviese dejando ver más allá de mi mismo. Eso sí, la noción era un
poco extraña pero tal vez era algo temporal y por eso había llegado así. Traté
de moderar mi respiración, me puse de pie y caminé de mi habitación al baño que
estaba al fondo del pasillo. Tuve que hacer el viaje tocándolo todo y tumbando
una que otra cosa: adornos regalados y cuadros que jamás me habían gustado.
Cuando por fin llegué a mi meta, lo primero que hice fue mojarme la cara e
instintivamente quise mirarme en el espejo pero obviamente eso no era posible.
Tuve que coger el lado del lavamanos con
fuerza para evitar perder el control con lo que pasaba. No me podía ver, no
podía ver nada. Jamás me había gustado demasiado mirarme a mi mismo en el
espejo pero es siempre cierto que cuando no puedes hacer algo, así nunca te
haya gustado, es muy frustrante e incluso doloroso. Derramé algunas lágrimas
que nunca vi y me lavé la cara de nuevo, esta vez metiendo la cabeza más y
procurando mojarme la nuca. Como pude, volví a mi habitación y me dejé caer en
la cama. Quedé ahí, echado, mirando la nada, tratando de no pensar pero eso era
casi imposible. Como no pensar cuando pasa algo de semejante magnitud?
Lo mejor era contactar a alguien para ayuda
pero ahí residía otro problema. Conocía algo de gente del trabajo pero la
verdad no eran de confianza. Hacía poco que había llegado a la ciudad, mis
amigos de la vida habían quedado atrás, en una ciudad que no era esta. En ese
momento lloré de nuevo. Creo que la ceguera me puso sensible porque no hice más
sino llorar por todo lo que ocurría. No podía llamar a mis amigos del pasado
pues sería inútil: necesitaba a alguien conmigo que pudiese ayudarme, incluso
para contactar un médico y hacerme unos exámenes o lo que fuese más rápido para
saber que diablos pasaba. Pero no, eso no era posible pues mis amigos estaban
lejos y no tenía sentido preocuparlos.
Busqué con torpeza mi celular de la mesita de
noche y lo cogí tratando de que no se me cayera. Pero cuando lo tuve entre mis
manos recordé que no me servía para nada, así que lo dejé caer en la cama.
Entonces me puse de pie y me puse a pasear por la habitación. A veces me daba
por patear el piso o la pared, y otras me
soltaba alguna maldición al cielo, por hacerme semejante cosa de esta
manera. Entonces, fue que me di cuenta de otra cosa: los rayos que había visto
hacía un rato parecía estar creando dibujos en mi mente. Pensé que eran rayos
de luz como tal pero resultaban mucho más que eso. Era como si entre mi
imaginación, mis sentidos y mi mente hubiesen hecho dibujos de lo que veía.
Incluso me reí de lo tonto que parecía, porque
no sabía si lo veía o si todo estaba en mi mente. Era todo de una ambigüedad
increíble pero el caso era que los dibujos tenían errores muy grandes. Podía
ser ciego pero recordaba mi sala a la perfección y la imagen que veía no era
para nada como la de verdad. La distribución era distinta y los muebles no eran
iguales, los de mi mente o vista o lo que fuese, eran mejores. Me senté en la
cama y me puse a pensar en todos mis espacios: la cocina, el baño, mi
habitación. Los detallé todos lo mejor que pude, tambaleándome por toda la
casa, haciendo caer al piso casi todo lo que estaba en una mesita o en las paredes,
todo por seguir esa pista que tenía a la mano.
Pero las figuras que parecían dibujadas con
tizas de colores se fueron diluyendo de a poco y fue entonces que grité y sentí
el brillo. Era como si me hubiesen encendido focos enormes en la cara. Y la luz
no se iba, no era un brillo pasajera sino que mi ceguera había pasado de la
oscuridad al mundo de la luz en un segundo. Pero esta luz me fastidiaba pero no
tenía manera de ocultarme pues cerrar lo ojos no servía de nada. Era como si ya
no tuviese parpados. Me golpee la cara varias veces, rasguñándome porque tenía
ganas de arrancarme los ojos y cortar con todo lo que estaba sucediendo.
Definitivamente prefería ser ciego total que tener esos cambios, si es que iban
a ser permanente.
Pero entonces lo brillante frente a mis ojos,
se fue suavizando y entonces empecé a ver, pero de la forma más horrible. Todo
era borroso en exceso y la luz parecía fluctuar. Tuve que concentrarme para no
marearme con todo lo que sucedía, cuando vi por colores primarios y cuando se
saturó demasiado todo y veía mi habitación como si fuera una discoteca de las
muy baratas. Como pude, llegué al baño y los cambios siguieron, de nuevo más
brillo y menos brillo, colores que iban y venían, acercamientos y vista en lo que
solo puedo describir como cámara lenta. Todo contribuyo para que por fin
vomitara con fuerza, harto de no poder seguir con todo lo que se presentaba en
mi mente.
De pronto desperté. No estaba en el baño, sino
en mi cama y la luz del sol entraba con fuerzas al lugar. A un lado pude ver
mis afiches, con todos sus colores y personajes y rasgos definidos. MI oso de
peluche de niño en mi escritorio de trabajo y por todo el cuarto mi ropa
secándose todavía del diluvio de la tarde anterior. Entonces sentí el vibrar
del celular, era una amiga de mi ciudad que me llamaba para contarme algo. Fue
la primera vez en mucho tiempo en la que tuve una respuesta muy original cuando
me preguntó “Como estás?”. Le conté de mi ceguera, de mi sueño y de lo que
probablemente quería decir todo eso. Está claro que tengo miedo y lo asumo y me
encantaría que el mundo hiciese lo mismo para no sentirme tan solo.