lunes, 11 de enero de 2016

Un día en la vida

   El sol todavía no había salido. El mundo estaba oscuro y casi todo la gente en la ciudad estaba durmiendo. Pero obviamente no toda. Hay quienes trabajan desde muy temprano en varios de los servicios que todos utilizamos diariamente pero también hay aquellas personas que simplemente se despiertan a las cinco de la mañana sin razón aparente. Así era Leo, a quién solo le gustaba que le dijeran Leo las personas que conocía, sus amigos y familia. Si alguien más lo saludaba diciéndole Leo, él simplemente corregía a la persona recordándole su nombre entero e incluso su apellido.

 Leo no ponía nunca alarma ni nada por el estilo. Simplemente se levantaba a las cinco de la mañana todos los días y pasaba la primera hora del día revisando que todo estuviera bien en su cuerpo y en sus asuntos para que nada lo sorprendiera a lo largo del día. Apenas abría los ojos se sentaba en el borde de su cama y empezaba a hacer sonidos extraños, a la vez que se tocaba la garganta con una mano y tomar algo de agua. A veces hacía gárgaras, a veces no. Revisaba que todo lo que necesitaba ese día estuviese en su maletín y también revisaba sus testículos para encontrar cáncer.

 En ocasiones, y si se sentía con muchas ganas, Leo hacía algo de ejercicio. Al menos quince minutos eran suficientes corriendo en su máquina o haciendo flexiones sobre un tapete que había comprado específicamente para eso. Despus de usar cualqueir aparato lo limpiaba y dejaba en las mejores condiciones posibles.  vez que se tocaba la garganta con una manés de usar cualquier aparato lo limpiaba y lo dejaba en las mejores condiciones posibles, como si no fuera suyo y el apartamento en el que vivía fuese una habitación de hotel que había que dejar impecable para el siguiente huésped.

 Su trabajo era de supervisor en una empresa de tecnología, donde hacían programación y cosas como esa. Él era muy bueno en lo que hacía y por eso tenía un buen puesto a pesar de ser relativamente joven. La verdad era que él estaba muy orgulloso tanto de su trabajo como de su habilidad en él y no dudaba en hablarle a cualquiera acerca de eso. Pero a la mayoría de la gente  no le interesaba mucho el tema, se aburrían fácil de él y se alejaban excusándose con alguna frase tonta.

 Leo tenía pocos amigos, gente que había aprendido a ver más allá de sus excentricidades y que lo consideraban un personaje al cual admirar y en el que podían confiar sin dudarlo. De hecho, entre su grupo de amigos, era considerado la mejor persona para guardar un secreto y también el mejor escuchando y poniendo atención a los problemas de los demás. Leo tenía esa rarísima cualidad de simplemente poder escuchar y, al terminar todo, poder repetir todo lo que se le había dicho y después nunca contárselo a nadie más así pudiese recitarlo todo como un poema. Esas características tan extrañas eran las que lo hacían ser un personaje muy querido entre las pocas personas que lo conocían.

 Eso sí, tenía diferentes gustos que ellos, para casi todo. No solo el hecho de levantarse tan temprano, que era muy poco común, sino también como vivía su vida. Después de esa hora de revisión, se metía a la ducha y cronometraba su tiempo dentro. El reloj siempre sonaba pasados cinco minutos y él siempre cerraba la llave apenas oía el timbre. Se había entrenado para usar el jabón, el champú y tal vez una esponja en ese espacio de tiempo. Después tenía otros cinco minutos para cepillarse los dientes y tal vez afeitarse. A eso le seguía ponerse la ropa adecuada, que elegía con mucho cuidado. Tenía un traje o conjunto definido para cada día de la semana pero variaba algunas cosas como las camisas o, su prenda favorita, las medias.

 Su regalo preferido eran medias. Mientras que todos los demás hombres que conocía se ofendían cuando sus novias o familiares les daban medias en Navidad, a Leo le fascinaba. Había tantos colores y estilos que simplemente le fascinaba recibir ese regalo. Tenía medias de colores muy clásicos como azul, marrón y blanco pero también muchas con estampados muy originales. Tenía de algodón, poliéster, lino e hilo y para hacer deporte, caminar, verano e invierno. Era sin duda su prenda predilecta y eso también lo sabía cualquiera que lo conociera.

 Las medias era lo primero que se ponía en la mañana. Le seguían los bóxer y luego la camisa, el pantalón y la chaqueta o abrigo del conjunto que hubiese elegido. Esta última prende a veces no se la ponía sino hasta después de desayunar. Lo mismo pasaba si la camisa que usaba era blanca, pues siempre tenía miedo a ensuciarse. Si eso pasaba en la mañana, de inmediato echaba la camisa a la lavadora y se ponía otra, incluso si la mancha era diminuta y nadie pudiese verla. El problema es que él la vería todo el día.

 En cosas así, pequeñas y que parecieran no tener importancia, Leo siempre había sido un poco obsesivo. No podía ver una mancha en nada porque se ponía a limpiarla y siempre se esforzaba para que todo en su casa estuviese debidamente presentado. Había ido varias veces a casa de amigos hombres y la gran mayoría eran siempre un desastre, en especial si compartían el apartamento con otros hombres. Le daba asco orinar en esos baños y sentarse en esa camas, nada más pensando en la cantidad de ácaros que pudiese haber.

 El domingo era para Leo el día de limpieza. Ese día, por unas 4 horas entre el desayuno y el almuerzo, se dedicaba a limpiar todo a profundidad. Y la verdad era que no solo lo hacía por asco o por sentir un deber sino también porque le gustaba hacerlo. Le gustaba sentir que todo cambiaba.

 Eso no aplicaba a su trabajo, al cual llegaba siempre en punto después de haber hecho un recorrido siempre calculado en autobús. No usaba su carro a menos que fuese absolutamente necesario pues no le gustaba gastar mucha gasolina. Además, lo compartía con su madre quién lo tenía la mayoría de las veces. Lo había comprado para ella pero ella había sido la de la idea de compartirlo, como una manera de sentirse menos comprometida a aceptar semejante regalo. Pero con el tiempo, lo usaba casi siempre.

A Leo le gustaba el autobús. Elegía la ruta que siempre estaba más vacía a esa hora. Se demoraba un poco más de lo normal pero no le importaba pues así podía ver más de las personas con las que compartía el recorrido. Le gustaba ver los malabares de las mujeres arreglándose con el movimiento del vehículo y algunas personas leyendo el periódico como si en verdad estuvieran leyendo algo importante. Niños casi no había y cuando había se notaba que iban al colegio o a una cita médica, eran las dos opciones seguras y era obvio siempre cual era la correcta.

 Le gustaba imaginarse la vida de cada una de esas personas y siempre buscaba por una en especial, por aquel personaje que él elegía como el personajes de la mañana. Alguien que pudiera pasar desapercibido fácilmente pero que tenía algo que lo o la diferenciaba de los demás, sin importar si era una prenda de vestir, una actitud o una manera de comportarse. Algo que los apartara era lo esencial para hacer casi un estudio de su existencia en el corto recorrido del bus.

 En la oficina, Leo era respetado y siempre tenía gente haciéndolo preguntas, incluso cuando no tenían nada que ver con el trabajo para el cual le pagaban. Igual le preguntaban pues todo el mundo sabía que Leo se las sabía todas y la verdad era que él estaba feliz de ayudar, estaba contento con que la gente apreciara su esfuerzo y conocimiento y por eso no dudaba nunca en ayudar cuando le fuese posible.

 A la hora del almuerzo, a veces salía con algún compañero. Pero sí tenía demasiado trabajo, pedía algo a la oficina y se quedaba allí arreglando cuentas y datos a la vez que comía con una servilleta de tela encima para evitar las manchas en su ropa. A veces así era más productivo, algo así como fuera de su elemento. Pero la verdad era que era muy difícil cogerlo fuera de su elemento pues siempre estaba preparado para todo.

En la tarde eran siempre las reuniones y esa clase de cosas y, como se dijo antes, venía siempre listo con todos los datos e información pertinentes. Todo a punto para que cualquier pregunta pudiese ser solucionada al instante y sin demora.


 Volvía casa, a veces tarde, a veces temprano. Eso dependía de su ánimo. Leía, veía una película o hacía algo relajante antes de dormir y cuando se acostaba pensaba en como su vida podría ser diferente y en lo que hacían sus personajes de la mañana en ese momento. Como serían sus personajes de noche? Estarían tan ansiosos como él? Tan preocupados a pesar de estar en un sitio tan sólido?

domingo, 10 de enero de 2016

Creatures of the lighthouse

   Jane took off her socks and put them on top of the heating. She had no idea the lighthouse had radiators in all its rooms but it really came in handy that that was the case. She also took off her pants and shirt and decided to stay only in her underwear, lying on top of her jacket. The storm outside did not seem to subside, if anything it was getting worse by the minute. The rain was so strong that almost nothing could be seen, except when the light from the tower passed over it and revealed. But even then, it was just the pissed off sea and the razor sharp rocks that had been the whole reason to built a lighthouse there.

 For many years, the tower had been managed by a human, a man that stayed there several months and then was replaced and had to come back again later on that year and so on. But rather recently, that had ended with the modernization of the tower and the installation of an automated system. That was the reason why Jane had been forced to kick the door several times until the old cement caved in to her efforts and the door flung open.

 The machines and computers that controlled the tower now occupied most of the space but there were still spaces to be used by people, possibly for tourism or by the person that had to come and fix the system in the case of any failure or something like that. It all looked so new and clean, except for the ground level that was slowly flooding due to the storm. Jane had found an old folding chair and had used it to prevent the door from opening as she had broken it when entering.

 She had been walking for days along the national park that surrounded the lighthouse so Jane knew exactly where she was or at least she had realized it when she found the tower when the rain started to get really dangerous. All the time she had been walking in that place, she had thought that animals were the ones to be careful about but it wasn’t the case. The storm had scared them all off and she was the only living being stupid enough not to take shelter when in had been obvious for many hours than the storm was going to arrive to the coast.

 Deciding to check for food, Jane realized she didn’t really have much food on her backpack. At first, she had a lot of provisions she had brought from home like dried fruit and things like that but now her rations were very low and had nothing to calm her stomach, which was growling like a wounded wolf. She decided to go down to the middle level of the tower and check out a kind of deposit there was there. No idea why, but the door was opened so she had free reign to check everything out. There were cleaning products, paper, some tools to fix things, a big bag of sand (for some reason) and, finally, a survival kit that she opened in haste.

 The kit was a very complete and Jane made a mental note to thank the people that managed the lighthouses when arriving to society. It had flares, a flashlight, more tools but also some beef jerky and juices in bags and candy. It wasn’t the most nutritious meal ever but Jane guessed it had been put there in the case of an accident or something. It wasn’t really to survive on for more than a week so Jane knew it was perfect for her as she believed she was only staying for one night.

 She went back to the top floor with the whole kit and started to eat as she sat down again on her jacket. But realizing the floor was too cold, she decided to stand by the heating and look outside, in order no to get bored and maybe getting sleepy. She ate the beef jerky slowly: it was very hard to chew on it and had to yank pieces of one by one, so it took time to finish a single portion, which was good in order no to ran out of it.

 Then she gasped and almost dropped her meal. She raised her head and looked outside, sure she had seen something when the light of the tower had hit it. But there was nothing, only water falling from the sky and the water from the ocean that was very violent. Aside from that, only the rocks and none of them had the shape of what she had seen.

 Jane sat down again and realized it was impossible that a person would be outside the tower as the storm was very violent. And who she had seen did not seem like a normal person, it was like a very pale person, almost like the way people have painted ghosts over the centuries. The more she analyzed it all; she realized it was really silly. She had been silly to think about someone been out there and it had possibly being the light playing ticks on her tired mind.

 She decided to look in the kit again and she found one of those blankets that keeps you warm without electricity (the one use by paramedics). She just used that as her blanket lying on her jacket and used her hands as a pillow. Before that, she had turned off the light on the top floor of the tower and everything was now in darkness.

 Her eyes closed and then open and then closed only to open again a few seconds later. The light of the tower annoyed her but that really wasn’t the reason why she couldn’t sleep. Jane was, for the first time since she had begun her adventure, very scared. She didn’t mind the heat outside or sleeping in a tent or even the bugs. But there was something deep inside her telling her than there was something weird about that tower and, furthermore, that what she saw had not been an optical illusion of some kind.

 Then, she heard knocking. The sound was weak but it was clear it was coming from below. Jane’s mind raced, thinking if maybe there really was someone in need out there or if there was really such a thing as ghosts or spirits. But for that last one, she had to punish herself in her mind: it was ridiculous that a grown woman than had learned a few things in life was now thinking there could be a ghost outside her door. It was preposterous and simply stupid.

 So she closed her eyes but the sound coming from the ground floor didn’t really help her relax in order to sleep. Trying to be logical, she concluded that the sound had to be because she hadn’t put the chair in the perfect angle to really close the door. So the wind was banging on it and everything was shaky and moving. So she decided to stand up and go down the stairs in the dark, with the flashlight, in order to fix that sound that could make her crazy if she didn’t do something about it.

 Barefoot as she was, she realized the ground floor was flood when she put her feet on the cold water. It reached ankles. She walked to the door and realized she had been correct in her conclusion. The door kept getting opened and closed and it was all because the fair was not good enough to keep it shut and the water out. So she tried to find something she could put on the handle of the door in order to close it for good.

 She had started walking towards the stairs in order to go up again and look for something or at least some told to help her, when the door flung open and the wind entered messing her hair and everything. Water also came in, making her fall to the ground, hurting her knee. She reached for the door and tried to close it but the door wouldn’t move and the wind was too strong for her. She pushed and pulled and did everything she could, but everything coming in from the storm was making her weaker and weaker by the second.

 It was then when, once again, she saw it outside. But this time she was sure she had seen it because it hadn’t been for a fraction of a second. This time, she had felt time get frozen and her eyes been able to detail every single part of the creature’s complexion. It was taller than her, very pale and with a larger mouth than any human she knew. Its feet and hands were very large and it watched her, very attentively. She noticed it had no pupils and that its eyes were very white too.

 But that lasted a minute or so. In the next moment, the wind subsided for a second, which Jane used to push harder and close the door with a loud sound. There was no need to look for something to lock it with because the door had closed so violently it had become jammed in its place. Nevertheless, Jane stayed there for a long while, only breathing.

 The next day, the storm disappeared. The weather outside was perfect, with bird singing and everything. After the door had closed, she had remained there for a while but she eventually found her way to the top and had some sleep. It took her a long while to open the door again and she did it fell of its hinges and into the flooded floor. Jane just went out and started walking along the coast, looking at the sea and how the storm was now there, again.


 And she thought of the creature but even now she doubted its existence. Maybe the monster was inside her and she had just seen it in a dire moment.

sábado, 9 de enero de 2016

Bolsa de clima

   La comida del avión había estado deliciosa. Era increíble lo que cambiaba la calidad de todo cuando se viajaba en primera clase. Era un poco chocante que todavía se dividiera así a la gente pero era todo un negocio y el dinero era lo más importante, sin importar lo que dijeran unos u otros. Llego la hora de dormir, justo cuando el avión se preparaba para cruzar el Ártico. Afuera todo estaba oscuro pero era increíble imaginar el terreno blanco y azul que se desplegaba bajo los cientos de personas que en ese momento estaban en el aparato.

 Míster Long cerró la ventanilla y le pidió una manta extra a la azafata más cercana. Se acomodó en su cama y trató de cerrar los ojos lo mejor que pudo. Pero era difícil pues de todas maneras estaba en un avión y su reloj biológico sabía que había cosas que no encajaban muy bien que digamos. Lo primero era que la hora no era precisamente la de dormir sino la de despertarse. Y el cuerpo no hacía caso a pesar de que la cabina estaba a oscuras, a excepción de las luces de colores que había en el techo, que se suponía ayudaban a dormir.

 Miró las luces, que cambiaban ligeramente, por al menos media hora hasta que se dio cuenta que un dolor de cabeza se estaba formando y que debía tratar de dormir como fuera. Se acomodó como lo haría en casa y se puso a contar números y a concentrarse profundamente para poder dormirse. Esto le agravó un poco el dolor de cabeza pero logró al menos sentirse algo soñoliento después de un rato.

 Justo en ese momento, oyó un susurro que le hizo abrir los ojos. La cabina seguía oscura pero sabía que el sonido había venido de la cortina que separaba esa sección de clase ejecutiva. Susurraron otra vez y después siguió otro sonido, como el de algo que rueda por el suelo. Después un sonido metálico, un tosido forzado y nada más. El señor Long no sabía si todo eso se lo estaba imaginando, pues su mente estaba cansada del día pero también de tratar de dormir. Decidió ignorar los sonidos y cerró bien sus ojos, tapándose bien con las mantas.

 Al quedarse dormido, se sumió en un sueño bastante superficial. Soñó ese clásico en el que uno siente que cae por entre un agujero que se convierte en otro y así infinitamente. Los colores en el sueño eran los mismos que los del techo de la cabina. Después siguió otro sueño, relacionado con su trabajo como asegurador en el que estaba desnudo en una conferencia y se tapaba avergonzado pero nadie parecía haberse dado cuenta de que no llevaba nada de ropa. Después hubo un sueño más, en el que todo era oscuro como en una película de los años treinta. Allí alguien le disparaba y él sentía caerse de espaldas, de nuevo sin detenerse nunca.

 Cuando despertó, se dio cuenta de que el avión estaba sufriendo turbulencias. Todo temblaba ligeramente pero entonces un sacudón asustó a más de uno y las luces se encendieron. Confundido, el señor Long tuvo que arreglar su silla y apretarse el cinturón lo más posible. La turbulencia seguía y cada vez se ponía peor. El capitán anunciaba que había encontrado algo así como una “bolsa de clima” adverso y que la atravesarían en algunos minutos. Aconsejaba no levantarse de las sillas y abstenerse de hacer nada más sino quedarse quietos.

 Lamentablemente, mucha gente apenas se despertaba con la ayuda de las azafatas que a cada rato caían al suelo productos de las terribles sacudidas. Hubo un momento que una de las mujeres que trabajaba en clase turista vino a pedir ayuda pues había muchas personas presas del pánico. Solo una de ellas la acompañó pues se suponía que tenían puestos fijos y no se podía dejar ninguna sección sin atender.

 La aeronave temblaba de forma que cada hueso del cuerpo se sacudía ligeramente. Era como esas vibraciones que vienen de las computadoras y otros aparatos pero aumentadas a un nivel seriamente molesto y que asustaba a cualquier persona. Long miró a los pasajeros que tenía más cerca y ambos estaban lívidos y parecían estar muy cerca de vomitar. No era difícil culparlos, en especial cuando la nave de pronto pareció quedarse sin fuerzas y empezó a caer.

 Las mascarillas cayeron del techo pero nadie en verdad se estiró para tomarlas. Todo el mundo estaba pensando lo mismo: eran sus últimos momentos en el mundo y no iban a gastar esos preciosos segundos poniéndose una mascarilla sobre la cara que no iba a servir para nada. No hubo gritos ni nada parecido, solo gente más blanca de lo normal y la sensación general de que todo iba a salir muy mal.

 Pero se equivocaron, pues el piloto de alguna forma logró estabilizar la aeronave y salir de la zona de clima difícil. La gente que tenía una ventana cerca se acerco a ver el exterior. Pero todavía no se veía nada. Eso sí, había la sensación general de saber que la nieve y el suelo frágil de la banquisa ártica estaba mucho más cerca que hacía algunos momentos.

 El capitán se pronuncio unos quince minutos después de la caída libre y explicó lo que había sucedido. Algo relacionado con bolsas de aire y las turbulencias y no sé que más. Poca gente entendió lo que dijo y la verdad era que a todo el mundo le daba un poco lo mismo. La gente estaba agradecida de estar viva, de poder contar la historia. Ya habría tiempo para darle un nombre científico a lo que había pasado.

 Sin embargo, todos escucharon la parte del anuncio del capitán en la se anunciaba que no podrían llegar a destino pues uno de los motores estaba seriamente dañado y sin él no había manera de llegar a salvo a ningún lado. El capitán anunció que él y su equipo estaban haciendo el mejor trabajo posible para encontrar un aeropuerto civil donde poder aterrizar y donde hubiese facilidades para que los pasajeros pudiesen continuar con su viaje. Prometió anunciarlo lo más pronto posible.

 El señor Long respiró por fin y se quitó el cinturón de seguridad. Ya todo parecía en calma y no quería sentirse amarrado por un segundo más. Decidió que lo mejor era ponerse de pie y caminar un poco o al menos estirarse para mitigar el dolor de espalda que ahora era descomunal. Mientras movía el cuello de un lado a otro y giraba la cintura, se dio cuenta de que la mujer sentada al lado de la cortina que separaba las secciones estaba sonriendo. Parecía, de hecho, que estaba a punto de soltar una gran carcajada pero lo estaba controlando.

 La mujer tenía un mano sobre su boca, sus dedos apenas rozando sus labios. La otra mano estaba sobre el cinturón, como sintiendo su textura. No había cojines ni mantas ni nada con ella, estaba claro que no había sido de las personas que habían querido dormir un poco hace un rato. El señor Long la miró tanto como pudo pero después decidió que seguramente eran los nervios los que la hacían reír y por eso parecía sospechosa. No era algo nuevo que alguien riera en una situación tan complicada.

 Pasó un buen rato hasta que el capitán anunció por fin que aterrizarían en una ciudad rusa pequeña a la que habría de llegar un avión de la misma empresa para recoger a los pasajeros y llevarlos a su destino final. Estarían allí en una hora y el avión que los recogería ya había salido de Japón así que la espera no sería muy larga.

 Mucha gente pareció aliviarse con la noticia pero no el señor Long, que no podía creer que tendría que bajar en el medio de la nada para subirse en otro aparato de esos. Y así fue: lentamente todos fueron bajados por escalerillas y dirigidos a una terminal pequeña en la que se les ofreció un café muy cargado.  Estuvieron allí apenas un par de horas hasta que el nuevo aeroplano llegó y se les dijo que todos tendrían las mismas sillas.

 Mientras la gente se acomodaba y afuera cargaban el equipaje, el señor Long se dio cuenta que la mujer de la sonrisa no estaba en su asiento y ya no había nadie subiendo por la escalerilla. Fue cuando cerraron la puerta que decidió dirigirse a una azafata y le recordó que había una pasajera que faltaba y que seguramente se sentiría muy mal si perdía el avión. Debía estar en el baño, dijo, como defendiéndola.


 La azafata sin embargo no se preocupó en lo más mínimo. Dijo que algunos pasajeros habían decidido quedarse y viajar desde allí a otras ciudades que eran su destino final. El hombre se dejó caer en el asiento, incrédulo de las palabras de la azafata. No pensaba que nada de eso fuese cierto pero pronto eso no importó más pues recordó que su familia lo esperaba y eso era más fuerte que cualquier misterio que él nunca podría resolver.

viernes, 8 de enero de 2016

Bathhouse

   The place was full of steam and very humid. The columns that divided one part of the baths from the others appeared to be sweating, as everyone else in that place. There were mostly men, as the women baths were located separately but some women came in, naked of course, and served the high-ranking men. Prostitution was forbidden in the baths but business in that field was done there anyway and the act would be performed somewhere else, so that way the owner of the baths wouldn’t have any problem with the authorities.

 Many military loved the baths; especially after the long campaigns the emperor sent them too. The ones that came back, successful or not, were considered better than normal men so they received every single kind of gift and appreciation possible by the general public. For example, there was this general in one of the pools, enjoying the hot water, but also caressing a young man he had taken an interest for and eating with that boy many tropical fruits that were only accessible to the most important people in the empire.

 The fruits were served cut and ripe in a large plate. This was all done by men as women were believed not to be “good enough” to serve such powerful and important people. Women were always entertainment or responsibility, never anything else. Some of them resented that and claimed that women should also be treated like gods and so on, but the response was always that women did not go to war, so they had no idea what real sacrifice was or how loyalties and strategy worked.

 The baths were a men’s world.

 The hand of the general went up and down the young men’s leg and the only thing he could do was to smile. His family had been the one to send him against his will to the baths. He didn’t wanted to be there but had to as the general promised a very large sum to his family in exchange for his company. This meant that the poor boy had to be around the general every single day, at every time and everywhere until the older men just decided he liked someone else or until he verbally declared the boy was not suitable anymore.

 The boy knew it was cruel to think that way but he wanted another boy to appear soon and be more of the liking of the general. He didn’t cared what happened to that other boy, he just wanted to be replaced in order to go home and become a scientist as his parents had once promised him. He had only attended a few lessons with a known master of the city when he was picked up by the general in a crowded street. He had gotten lost going to class and that had been his downfall.     
 But not all were anxious to be rejected. In another pool, a younger man was been honored with the most delicious wine and a nice ration of roasted boar. He was the young son of a general that had become an official too in Northern Africa. He had combatted a tribe there that had tried to liberate some slaves. The man had won, making his father and the empire very proud of him. So he had chosen a boy too to accompany him but the difference was they had agreed on all of it before.

 The boy was not from Rome. He wasn’t a kid with a family or with any prospects. No one really knew this, but he had been one of the many people captured in Africa to become slaves. His skin was dark but not as dark as to draw looks from everyone he encountered. He was beautiful and that was an advantage in a society were beauty was so important. The young military had seen that and liberated him with the condition that he should remain on his side as long as he desired.

 Strangely but not uncommon in these exchanges, the two men formed a very tight and deep relationship. They travelled together from those far lands to the capital and in the process got to know each other and taught one another things about themselves and about their worlds. The father of the young military man was not thrilled by his company but decided not to do anything about it because he was too proud at the moment to spoil his boy’s happiness. But he felt something had to be done in the long run.

 In the baths, the boy and the young military were side by side, holding hands and telling stories to the group that was around them. Everyone listened and laughed and sobbed in the right moments, asking questions and being curious in the most charming way possible. Of course, many of them were spies and others were poor trying to infiltrate the higher levels of society. But no one really cared because even there, with everyone naked in hot steamy water, people were still not fully themselves; they still hid some of their secrets and real feelings.

 No one would ever see any of those men do more with the boy than touching. That was all that was permitted in the bathhouse, by law. It was in their homes, their private dwellings, were every lie was shed and only the truth remained with all these gods that dressed like soldiers. And they did believe they were gods, or almost at least. They knew that they were better than others, smarter and much more valiant. They didn’t have the necessity to do anything else than be. That way people honored them everywhere they went and applauded their every thought, word or act, just because of they were. And their companions, boys or girls or women or other military men, were glad to be there to see it all.

 But not everyone was happy. In another pool, three military men cared only for the warm water and the food. They had no one tending to their needs or asking them to tell stories. That was because they had yelled away anyone who got close to them from the first day they had came back from the field. These men were a group that battled barbarians in the northern borders and had been together for many years. They knew each other from their first training and, although one could not see it, they were glad to be together and alive.

 However, there was no real happiness as many of their men had been killed by the savages. It has to be understood that in that group there was a head, a men with grey eyes called Decimus, but every decision was agreed on by every single member of the group. When they left the capital, they were seven men from the best families in the empire, ready to do what was needed to defend their land. But in the process of defending that land, four had died in the hands of the enemy. Their deaths had been atrocious and laid inside the brains of the three many that steam tried to relax.

 The women that brought the fruit often let some skin be seen by the men so they would initiate business with them. But the group of three man didn’t care at all about breasts or legs or anything else than their troubled memories. They weren’t seeking young boys like the others and had no mind to be thinking in romance or sexual pleasure. They just wanted to be left alone with their sore bodies and their ghosts, who were all there with them, reminding them of every single moment of the battle, again and again and again.

 They had refused real medical attention and also the presence of healers that would care for their wounds right there in the bathhouse. They just didn’t want to talk to anyone. They were voluntarily sinking in their own nightmares, feeling that they did not deserve a better luck that their friends that had died in battle. They felt that real justice by the Gods would have been to kill them all on the field, leaving all with the honor of having defended the empire and all that it stood for.

 Yet, they were soaking in a bathhouse, feeling the pain of something that would never happen. The pain was stronger because the bond between those seven men was too strong. It was friendship but it was also love that linked one to the other. Forever they would feel the presence of the others and the ominous feeling that something else should have happened and that their lives should have ended in a different way.


 The steam of the bathhouse had that peculiarity, of making everything possible and impossible at the same time.