miércoles, 9 de noviembre de 2016

Soñar despierto

   Aunque había parecido un sueño, la verdad es que lo que había hecho era solo recordar todo lo que había ocurrido con anterioridad, todo lo que recordaba haber visto con sus propios ojos y todo lo que sabía que había ocurrido pero no tenía idea de cómo probar. Ya no era como antes, tiempos en los que todo quedaba registrado de manera pública. No, ahora eran los ojos de las personas los que registraban todo lo que ocurría y toda esa información era almacenada pero jamás hecha pública a menos que fuese muy necesario.

 Apenas abrió los ojos, se dio cuenta que el tren entraba lentamente a la estación. Apenas se detuvo, las puertas se abrieron y todas las personas que debían bajarse, lo hicieron. Fidel, que había quedado algo turbado por lo que había visto mientras “dormía”, se demoró un poco más en bajar y recibió la mirada poco aprobadora de los trabajadores del tren que esperaban afuera a que todo el mundo saliera. Eso sí, era su cara de siempre, pues su deber era revisar que nadie se quedara atrás, tratando de hacer algo no permitido, fuese lo que fuese.

 Fidel caminó por unos cinco minutos, por entre edificios viejos y abandonados, negocios de dudosa reputación y personas que parecían haber acabado de salir de la cárcel. El de la estación central del tren era un barrio bastante difícil: la presencia de la policía era constante así como de los cuerpos élite del ejército. Muchas veces se veían unos u otros entrando a hacer redadas a los enormes edificios que aglomeraban a miles de personas cerca de la estación. Eran edificios bastante oscuros y que daban miedo de solo oírlos nombrar.

 Fidel trotó un poco cuando sintió que ya casi llegaba a su hogar. También vivía en uno de los grandes conjuntos de torres pero era en uno de aquellos en los que la policía entraba menos. Sin embargo, el día anterior, la policía había descubierto dos laboratorios de droga en uno de los edificios. Fidel pudo ver, cuando salía para ir a trabajar, como subían todas las bolsitas a un camión blindado. Algo curioso es que nadie nunca había sabido que hacían con la droga decomisada. Se supone que la destruían pero en ese mundo a nadie le constaba.

 Fidel subió al destartalado ascensor, que solo funcionaba por temporadas, y apretó el botón cincuenta y tres, el cual era su número de piso. Pero antes de que cerrara la puerta, unas sombras entraron y resultaron ser algunos de los extranjeros que vivían en la torre. Era raro verlos fuera de la casa pues ellos no tenían implantes oculares y tenían prohibido salir a menos que fuese una emergencia y parecía que nada de lo que pudiese pasar pudiese ser considerado emergencia. En todo caso, no era normal verlos por ahí caminado como cualquier persona. ¡Eran extranjeros!

 Se bajaron en el piso veintidós, demasiado bajo para que vivieran en el sector más sano del edificio. Normalmente las viviendas con problemas siempre estaban debajo del piso cincuenta y en los que hubiese encima de ese número, solían haber poblaciones más tranquilas y no tan aterrorizadas como las de más abajo. Cuando el ascensor se abrió en el piso de Fidel, se acercó a su puerta y solo tuvo que pasar la palma de la mano encima del pomo para que sonara un “clic” y así se abriera la puerta. Era una ventaja de los implantes.

 Cansado, Fidel lanzó su chaqueta en el sofá que había contra la pared y se dirigió directo a la ducha, que estaba a pocos metros del sofá. En el lugar no había muchos muros y cuando los habían eran de vidrio o de materiales que harían fácil la interacción. Por eso, mientras se duchaba, Fidel hubiese podido ser visto por alguien desde su cocina o su sala o su habitación. A pesar de esa manera de vivir, la verdad era que le tenía cariño a su apartamento e incluso a la enorme torre de edificios donde vivía. Ya era algo a lo que había que acostumbrarse.

 Apenas salió de la ducha, se secó un poco pero se miró en el espejo y después comenzó, de nuevo, a “soñar”. No era lo normal que la gente pudiese acceder así a sus recuerdos pasados pero él, por alguna razón, sí podía hacerlo. Había pasado después de un accidente que había tenido, cuando un idiota se le había echado encima con su motocicleta y lo había hecho golpearse la cabeza. Algo había pasado en su cabeza, un cambio ligero pero esencial, para que Fidel fuese capaz de acceder con tanta tranquilidad.

 Pero cada vez que lo hacía sabía que estaba llamando la atención de medio mundo, pues nadie salvo él podía acceder a recuerdo a voluntad. Era solo un privilegio para las fueras del orden y, obviamente, toda la élite de la sociedad. No había manera de saber si ya sabían que lo había hecho varias veces. Al fin y al cabo que todos los implantes oculares eran básicamente cámaras de seguridad del ejercito, así que en teoría ellos los podían usar como quisiera. La idea detrás había sido crear un mundo más seguro pero eso no había resultado como tal.

 De pronto, la puerta principal del apartamento se abrió y Fidel dio un salto del susto, pues había estado bastante concentrado en sus recuerdos. Fue a la puerta y recibió con un beso a Martín, que parecía llegar tan cansado como él. Martín no sabía lo que le ocurría a Fidel así que no habló del tema ni preguntó nada. Fidel se quedó mirando sus hermosos ojos color miel y se dio cuenta de cómo esos funcionaban a la perfección, enfocando y desenfocando en los momentos correctos.

 Martín le contó a Fidel que la policía había entrado al conjunto de torres y parecían a punto de hacer alguna acción contra el crimen. Sin dudarlo, Martín aplaudió el esfuerzo de la policía y le confesó a Fidel que, aunque muchas de las reglas y cosas que pasaban eran a veces difíciles de procesar, estaba seguro de que todo se hacía para su mejora en todos los aspectos. Por eso Fidel decidió no decir nada acerca de sus implantes. En cambio se fue a cambiar y más tarde empezó a cocinar, algo que no llevaba mucho pues cada vez hay menos que hacer.

  Hacer la cena consistía básicamente en la mezcla de varios ingredientes secos a los que se les agrega agua para que tengan una contextura bastante cercana a la real. Cuando se sentaron a comer, Fidel se dio cuenta por primera vez que nada de lo que había cocinado tenía sabor. No se podía sentir nada más sino un gusto bastante genérico que él ahora ya no disfrutaba para nada. En cambio Martín comía como si nada. Incluso pidió repetir, lo cual era posible pues esa semana habían podido tener varios bonos de comida.

 Mientras lavaba los platos, Fidel recordó una vez hacía mucho tiempo, cuando tenía unos siete años. Recordaba el sabor de una hamburguesa y todos los elementos que la hacían una hamburguesa. El tomate, la cebolla, el queso, la carne, la lechuga y el pan. Todo volvía a su mente de forma sorprendente. Tuvo que dejar de limpiar pues el recuerdo se hizo tan vivido que sus manos temblaron y casi hace un desastre. Martín, en la sala viendo televisión, ni se dio cuenta de lo que pasaba. El estaba tranquilo, sin vistas al pasado.

 Cuando se fueron a dormir, Fidel no pudo apagar sus receptores oculares para lo que supuestamente era descansar. Se le había ocurrido la idea de que habría más gente como él, capaces de recordar el mundo que había existido antes. Muchos odiaban el pasado y estaban seguros de que todo lo actual para ellos era lo mejor que se podía haber creado. Pero Fidel nunca había sentido esa aversión y ahora tenía una ventana a todo lo que había existido antes y, la verdad, le gustaba mucho echar un ojo de vez en cuando al pasado.


 No despertó a Martín pero se rehusó a dormir. A lo lejos, se escuchaba como la policía usaba sus amas. Pudo oír gritos, algunos pidiendo ayuda. No sabía dónde estarían pero sabía que poco a poco se estaban acercando a él. De alguna manera sabía que ese sueño no podía ser. El orden del mundo estaba establecido y estaba seguro de que tarde o temprano, alguien notaría que sus implantes no estaban funcionando correctamente. Vendrían a encerrarlo o peor. No sabía que les pasaba a los que habían visto la verdad.  

martes, 8 de noviembre de 2016

Home

   Some people refused to understand. They had an idea of family in their heads and they couldn’t be bothered to change it, even if the city they lived in was one of the most progressive in the world. They stared and sometimes even laughed. But the trick was not caring at all about what they said or did. Moving forward and just doing your thing was paramount in order to survive the horrible feast that was living in a suburban neighborhood like White Pines. There were things people had to do and one of them was having a thick skin.

 Diego and Liam had moved from another city two years ago and even after that time people still looked at them as if hey were the weirdest people in the world. Yes, they were married to each other and yes, they had a son called Duncan, but they often felt it that what people saw was so much more than that. Actually, it was Diego who had to endure most of the social pressure of the neighborhood because he was the one that stayed at home. Liam saw some of those things but he refused to acknowledge it was serious in any way.

 Mothers specially, were vicious against Diego. Well, at least most of them. From the first day he brought Duncan to school, he was a topic of conversation of the group of mothers that helped with several matters like organizing parties or fundraisers. After all, the school that Duncan went to was a very high achieving one and it was paramount that all the children and most of the parents got involved in some of the social crusades that parents loved to be involved with such as feeding the poor and organizing lavish parties to give a few bucks to a charity.

 Diego wasn’t used to that. In the city they lived in before, his life was kind of different. He had always tried to be a writer but never really realized how hard it was. Liam tried to help him but nothing ever worked. Then, they had the idea to adopt a child, so they did and that was how Duncan became a part of the family. Now, the boy was nine years old and Diego was what you would call a “house husband”, completely dedicated to Duncan and to the new house they lived in, which was substantially larger than their former apartment.

 They were all happy, in a general way. But Diego soon became frustrated with all the parents thing. He thought it was quite an old fashioned idea that only women would leave their kids at school and be the ones who helped for all the things that they needed there. He was the only man to do so and he had done it after Liam and him argued about the school and him not having a job and so on. He didn’t like to go to those meeting but he felt he had to because of his responsibilities towards his son and his husband. But even so, it was very annoying.

 Most of the meetings lasted for more than an hour and, for Diego that was excruciating. Not only because the women rarely stayed on topic (whatever it was that they were planning in the school) but because they always stared and asked the silliest question, just as if the last hundred years of social progress had never reached their homes. He got asked who was the woman in the relationship or if he felt emasculated for not having a job. They also looked at him constantly, as if he was some kind of strange creature walking around the downtown area.

 Sometimes he skipped sessions and he had to come up with excuses. There were times when he actually did have true excuses and other times he just came up with something. But that didn’t matter because they always would look at him as if he was lying and, even more annoying, as if they pitied him for some reason. It was as if they thought he was just a poor soul that they were helping, kind of one of those charities they loved to donate. One day he had enough of their nonsense and just stormed out of one of the meetings, with no explanation.

 When he arrived to the house, he realized two things: that he had to come back in a few hours for his son and that the place they were living in was too damn big. The house looked like one of those in which people live in commercials or something. It had a big backyard and a front garden too. The kitchen was enormous, as was every other room in that place. Diego didn’t like to say it but he missed his apartment from before. Not only because it had been something his family had passed on to him but because he felt really at home there.

 In that cavernous house, he only felt at home when Liam and Duncan were there. But Liam was always at work or busy doing something else and Duncan was at school or at some friend’s house on Saturdays. Only on Sundays they behave like an actual family and even then Liam was distracted by his phone every minute and Duncan was exactly the same thing. Diego didn’t really have any friends to distract him. He only had a couple and rarely spoke to them because their relationship was a bit different than normal.

 When he was alone at home, which was for several hours a day, he would clean the house by himself. He even refused to hire a maid because he argued that it would make him turn alcoholic in five days. So he scrubbed the floors, the toilets and trimmed the grass all by himself. It was very hard work but he enjoyed it because at least that way he was distracted doing something productive that maybe his family would acknowledge. They never really did.

 He decided not to return to the meetings. However, he was surprised to realize, one day, that they had called Liam and told him about that. And the fight that ensued was just ridiculous. He said it was his obligation to go to those meetings and help and Diego replied he wasn’t going to be their animal to look at anymore. He would rather feed the poor himself than helping in those ridiculous parties. Liam said the husbands of those women were the one doing business with them and Diego said he didn’t care. It wasn’t his problem.

 Liam said he would never understand how working and living a good life really worked, al the thing you had to do to make it work. Then the fight got uglier, with Diego telling Liam he knew he never really approved of his choice of not having a job but at least he was there every day of the week and not having meetings that took hours and not even looking at his eyes for several days. Liam couldn’t respond to that and Diego just turned around and left the house. He jumped into the car and drove off without much thinking about his destination.

 He used the car to think, to try and get an idea of what it was Liam wanted from him. But he just couldn’t be that submissive person he obviously wanted to have by his side. He wanted him to be like all those other women and there was no way Diego would go down that road. The fact that he wasn’t a working guy did not mean he had no integrity. When he realized it, he was driving to the city they lived in before. It was only three hours away so he pressed on, thinking it could be a nice idea to go back to his real roots in a place he loved.

 He arrived in the morning. Thank God, they kept the keys in the glove box of the car. When he opened the door, a cloud of dust escaped the apartment. They hadn’t been able to rent it, partly because of the chaos they had left in there. So, out of the blue, Diego started cleaning, opening windows and buying products to get the place in perfect condition. When he went to the supermarket, people greeted him. They remembered who he was from childhood and from living there with Liam. They asked for him but he didn’t say too much.


 After a week, the place was perfect. He let Liam know he was there and he announced to him he was going to stay there. He actually told him that if custody were not his, he would fight for his right to Duncan. And so it happened, months after. He got his son to live in his former house and he noticed how much better it was for both of them. As for Liam, he had been seeing some woman for many months, so he stayed with her in the other town. Diego didn’t mind. He had returned home and he would never leave again.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Mujercitas

   Antes de poder abrir los ojos, Martina escuchó por un momento los sonidos que la rodeaban. Había voces suaves y dulces que flotaban en el aire. Eran personas calladas, que solo decían algo cuando era completamente necesario. Sus voces apagadas llegaban a ella como a través de una tela o de una gran distancia. Sentía también calor en su rostro y se imaginaba que al abrir los ojos, abría una llama cerca de ella o una hoguera. Sus pies, sin embargo, estaban fríos, así como el resto del cuerpo que parecía estar lejos del fuego.

 En efecto, había fuego donde estaba Martina pero no era ninguna hoguera ni nada por el estilo: era una hornilla portatil en la que calentaban agua. Cuando abrió los ojos, solo vio el fuego bajo la tetera pero a ningún ser humano. Por alguna razón, no se sentía preocupada ni nada por el estilo. Sabía que estaba segura o al menos así lo sentía. No quería moverse, en parte porque sentía que sería un gran esfuerzo tratar de que su cuerpo estuviese boca abajo o en cualquier otra posición. Se sentía cansada, exhausta a decir verdad.

De repente, una sombra entró a la tienda de campaña. Martina lo notó porque vio una abertura detrás de la hornilla, por unos segundos. Pero quien fuera, se había movido lejos de su rango de vista. Sin embargo, todavía sentía que estuviese allí. De hecho, al rato sintió que se calentaban sus pies y que alguien los tocaba. Se sentía muy bien pero al mismo tiempo era extraño no poder ver quién era que la tocaba con tanta confianza. Si tan solo pudiese tener la agilidad normal de una mujer de su edad. Pero Martina apenas podía moverse.

 De repente, un dolor de cabeza empezó a taladrarle el cerebro. Era un dolor punzante justo en la sien derecha, como si algo quisiera meterse en su cuerpo por ese lado. El dolor era horrible y una lágrima salió del ojo que tenía de ese lado. Era como si le estuviesen metiendo clavos a la cabeza o algo peor. Martina lloró más y entonces escuchó de nuevo una voz pero no era lejana ni calmada si no al revés, se entendía que había urgencia en el tono en el que hablaba. Pero Martina no podía distinguir nada por el tremendo dolor de cabeza.

 Alguien más entro. Tal vez eran más de uno pero la chica no tenía cerebro para ponerse a contar personas. Sintió luego que la tocaban, de nuevo. Pero esta vez era la cara. Sintió algo de frío y luego un fuerte olor que penetró su nariz y la hizo caer en un sueño profundo. Fue un sueño muy raro. No podía decir que fuese una pesadilla pero tampoco era un sueño común y corriente. Eran pasillos y más pasillos en un edificio blanco que parecía estar cerca del mar. Era hermoso pero a la vez muy confuso y daba una sensación rara, como que había algo más.

 Cuando despertó, el dolor en la sien seguía allí pero era mucho menor que antes. Esta vez abrió los ojos de una vez y vio, por vez primera, a las personas que la habían estado ayudando. Eran mujeres, no se veía ninguno que pareciera hombre. Eran hermosas a su manera, casi todas mujeres mayores pero había un par que eran seguramente más jóvenes. Eran unas seis y cabían todas en la tienda pues eran bastante pequeñas. No debían llegar a la cintura a Martina. Si tan solo pudiese recordar en donde estaba y que había estado haciendo.

 Las mujeres se dieron cuenta de que estaba despierta y se alejaron un poco de ella. Hablaban un idioma desconocido pero bastante fácil de repetir, si eso quisiera uno. Sus vestimentas eran de varios colores, y todas llevaban pulseras y collares hechos con variedad de productos como conchas de mar y piedras preciosas. De pronto era el dolor remanente, pero Martina pensó que eran todas ellas muy hermosas y además amables pues habían cuidado de ella. Quiso agradecerles pero entonces las fuerzas se le fueron y durmió de nuevo.

 Esta vez, el sueño era más pacífico pero se sentía como una prisión. Era una casita hecha de madera y cubierta de ramas de palmera. Estaba cerca al mar, al que Martina podía caminar con facilidad. El agua no se sentía casi, tal vez porque su cabeza estaba teniendo problemas incluso creando sueños y demás. En todo caso se paseó por ahí, como cuando alguien espera alguna noticia importante. El sitio era hermoso, perfecto se podría decir, pero eso no servía de nada cuando alguien tenía semejante preocupación encima y ese dolor persistente.

 Cuando despertó de nuevo, la apertura de la tienda estaba abierta y algunos rayos de sol entraban por ella. No era fácil determinarlo, pero casi podía estar segura que había llovido y que el clima seguiría así. Una gruesa nube oscura cruzó el cielo mientras ella miraba. De pronto, sintió una manito en las suyas y, por primera vez, pudo mirar hacia abajo, sin moverse demasiado. Era una de las pequeñas mujeres. Le sonrió y Martina trató de hacer lo mismo. Sentía que toda expresión física le costaba demasiada energía.

 La mujercita se acercó a su rostro. Martina pensó que le iba a hablar en su particular idioma pero lo que hizo la mujercita fue hablar en señas. Al parecer, le estaban curando el cuerpo. Eso entendió Martina. Según parecía, había caído de gran altura. Había una seña que no entendió pero al parecer algo tenía que ver con la lluvia y con el miedo de la gente que la estaba cuidando. Con esfuerzo, Martina movió la mano y tocó la de la mujercita. Al comienzo se asustó pero pronto se dio cuenta que era un buen gesto.

 Durante los próximos días, Martina durmió poco. Vio por la abertura como caía una lluvia torrencial y al día siguiente como el sol brillaba como si fuera nuevo. Varias mujercitas venían cada día a cuidar de ella. Algunas le hacían algo en los pies y las piernas. Otras le masajeaban una mezcla verdosa en la cara y muchas solo entraban a mirarla un momento. Ella les sonreía y ellas hacían lo mismo. Pudo determinar que habría, por lo menos, cuarenta de ella en ese lugar. Pero seguía sin ver hombres y eso era bastante peculiar.

 Cuando por fin puso usar sus manos, trató de hacer señas para preguntar por los hombres y para saber que le había pasado a ella. Porque la realidad era que, aunque sabía que no pertenecía allí, era obvio que algo había pasado para que resultara de paciente de las pequeñas mujeres. Algo le debió pasar a Martina y por eso no recordaba nada y tenía el cuerpo tan perjudicado. Pero lo que sea que hiciesen las mujercitas estaba surtiendo efecto pues poco a poco podía mover las manos y la cabeza con más agilidad y pronto también los pies.

 Un buen día incluso pudieron sentarla y la hicieron comer una fruta de color verde que tenía un sabor muy fuerte pero reconfortante. Mientras comía, las mujercitas hacían lo mismo. Cocinaban en el fuego donde habían calentado agua antes. Martina notó que casi no hablaban durante esos momentos pero sí cuando estaban ayudándole a ella con los masajes y demás cosas. Su cultura debía de ser muy interesante. Con eso, Martina pareció recordar algo: ella estaba allí para saber más de la cultura.

 Pero no sabía de la cultura de quien. Dudaba que alguien supiese de la existencia de las mujercitas y estaba segura que ella nunca revelaría su paradero. Y la verdad es que jamás tuvo que hacerlo. Un buen día, se sintió tan bien que se pudo parar un rato para luego volver a sentarse. Las mujeres la miraron con seriedad y hablaron entre ellas pero a Martina no le dijeron nada después. Fue al día siguiente cuando ella notó que todas las mujercitas que la habían cuidado, se habían ido. Martina pudo salir de la tienda y verificar que todo estaba abandonado.


 No había más tiendas de campaña ni rastro de más personas o personitas por allí. Solo estaba ella. Se quedó de pie allí, tratando de procesarlo todo y de saber que hacer. Pero no tuvo que pensar mucho. Desde un risco escuchó un silbido y al mirar de donde provenía, varios recuerdos se agolparon en su mente. El hombre que silbaba era su compañero Ken. Lo saludó y pronto el resto de la expedición se reunió con Martina, quien había desaparecido durante una tormenta hacía pocos días. Cuando le preguntaron como había sobrevivido, les pidió que le creyeran pues tenía mucho que contarles.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Active dreaming

   When I realized, I was at the beach. But it wasn’t like all other times. This time I was the only person there. My bare feet sunk into the sand as the ocean brought water and foam to the shore. The rhythm of the water was pretty soothing and I couldn’t help but notice the most particular colors in the horizon. The sun was going down and it was a show that deserved to be seen. I felt as if I was the only person allowed to see the beauty of the world and I was thrilled to have been chosen. I sat down on the sand and watched the lights.

 It was beautiful. So much more than anything that I would have seen in other circumstances. I liked to feel the sand on my legs and feet, on my hands as I watched an iridescence in the horizon. It was just like a rainbow forming but not in the sky but there, far in the horizon, over the ocean. It was so weird to be able to see it and to be there in my yellow trunks, the ones I loved to wear every time I actually went to the beach. They were my favorite and, of course, I was wearing them as I saw the most spectacular natural show.

 I knew nothing that I saw was actually real. Not the beautiful colors and tones, not the sand in my hands or even my yellow trunks. My brain had made copies of many experiences and was using them as I slept, replicating memories with some amazing twists. I didn’t mind to be in such a wonderful dream, I wanted to stay there more in order to be able to enjoy once more everything that I had loved before and even actually enjoy it this time. It often happens in real life that you don’t notice the world because of stupid little things.

 That dream was bases on one of the many times I had been to the beach but it also used one memory that I almost never remembered, which was walking by the shore during the winter. It was the only time I saw the beach empty so I guess my brain combined a little bit of each experience to create what I was watching. The show in the horizon, which ended soon enough, was something out of my head. I have no idea how it created all of that beauty but I was glad to have seen it and to have been able to enjoy such a beautiful spectacle.

 I stood up and walked a little bit. The sand was nicer than normal. I realized that my memory of the actual sand of that beach had not been used to create that space. Some memory of another beach had been used for the sand, as it was not as rough or coarse as the actual one that I had felt all over my body when I had visited that urban beach. The sand on which I was walking on came from a memory of some volcanic beach that I had visited many years ago with some friends and with… With someone else I had completely forgotten about until then.

 Of course, he was suddenly there. His face was partly in shadows, as I sadly didn’t remember what he looked like. I did recall he was tall and rather skinny. He wore those exact trunks to the beach, those blue ones that seemed to be too large for him. I remember he was drunk most of the time we were there. I guess that’s why nothing happened: after I rejected him because he was been too annoying, I saw him sneaking into a bedroom with a girl we had met earlier on the beach. That didn’t hurt me but it made me feel I was right about him all along.

 He disappeared from the beach and I decided to keep walking. As I did, building and trees began to appear on the side, just crossing a road. Again, that mix of things was the results of many memories trying to create something I didn’t quite remember. One of the buildings was the one I stayed in during a trip to Barcelona and the other was my hotel in Rio and the park was the one I played in my childhood. Seeing all that together gave me a slight headache so I decided to keep walking, closing my eyes for a short time.

 When I opened them, I was somewhere else. I was still barefoot and actually completely naked. No yellow trunks or any other piece of clothing. And it was happening in the worst place possible: it was my high school’s theater. I ran to the side, behind the curtain, and apparently no one saw me. I looked into the crowd and didn’t recognize anyone. Then again, none of their faces were actually clear and perfect. They were all in shadows. It was obvious that memory was kind of repressed or I just didn’t remember any of them at all.

 Suddenly, a bunch of people appeared on stage and they started doing a dance. Then it clicked: I was in my senior year performance for my physical education class. As I was a really lazy person for sports, and also sucked at them hard, I had entered the girl group where they danced and did rather easy things. It was a very sexist thing to have but I was obviously not against it. It gave me a way to escape the sports and the laughter of all the other guys in high school. So I didn’t mind I had to dance to any type of music.

 Then, we all appeared on the beach and I saw myself perform there, on the sand by the ocean. It was beautiful and it really improved the actual memory, which I never really recalled because I never thought about high school. It had been such a trying moment for me that I just attempted to erase every single memory that had to do anything with that time. Of course, the brain never forgets every single thing and that dance routines, as bad as it was, was one of the memories preserved.

 When the act was finished, they all disappeared and I stayed in the beach alone, walking as the wind moved my hair. I was aware that it was only me who controlled everything that was happening in the dream. I was the one deciding to go to my high school or to stay at the beach or to mix up both things to improve one of the memories. I could have woken up a long time ago but I wasn’t doing that and I had no idea why. What was it? What was I doing there that seemed so important? The past didn’t have any clues or magic for me.

 I decided to go for a swim and ran to the water. I jumped into it and water splashed all over the place. I moved my arms fast, trying to propel myself further into the ocean, farther from the beach than in any other time. I knew I couldn’t get hurt so I forced my body and my mind. When I emerged from the water, I didn’t saw the beach anymore. Instead, I was in a swimming pool I had when I was little. I had fallen into it once, fully clothed but that was not the memory I was in there for. Actually, I didn’t even know if it was a memory.

 No one else beside me was there. I climbed the stairs out of the water and then walked towards the door and opened it. Yes, I entered the house through the kitchen and then the living room. It was amazing that I could remember everything about that house. I loved the bedrooms there and also the small room upstairs as it was just like the secret hideout I had always wanted to have. I was again in my yellow trunk but no water was dripping from them and I was glad that was the case because that place was too precious to mess it up.

 I decided to exit through the front door. On the other side, there was only darkness. I couldn’t see or hear anything but after a while, I did feel something. It was someone else there, with me. We hugged and gently touched each other’s bodies. We then kissed very softly and then more and more until we lay on the invisible ground and made love right there. Everything felt so real; I could almost smell his skin and feel his breathing on my neck. It was perfect but it ended soon enough. A very dim light went on and I could just see a glimpse of his back.


 It was cruel from me to do that to myself. But maybe it had not been me in control all the time. Who knows, maybe something else gets into our dreams with us and plays around with our thoughts and memories. Or maybe it was me and I was just attempting to make a point. Anyway, when I woke up I was really warm and had to drink two glasses of orange juice to compensate for all that walking. And as I did that, I realized I remembered every single thing about the dream. That made me smile.