lunes, 29 de mayo de 2017

En llamas

   El hombre estaba arrodillado, gritando. El sonido que producía era desgarrador. Las personas que habían estado hasta hace poco caminando y disfrutando de un día de ocio, corrieron a resguardarse a las tiendas y los baños del centro comercial. Cuando el hombre colapsó, cayendo de rodillas sobre el suelo duro del centro comercial, la gente pensó que se trataba de alguien con problemas de salud. Y sí tenían razón, al menos parcialmente pero no era un mal del corazón ni nada parecido.

 El hombre gritaba con fuerza, extendiendo sus manos hacia delante. Parecía como si las hubiese metido en agua hirviendo, pues las tenía rojas y llenas de ampollas blancas. Era horrible ver como sufría pero estaba claro que nadie podía hacer nada. Las personas habían llamado a la policía, a los bomberos y a varias ambulancias pero todo los servicios estaban esperando órdenes porque no creían poder acercarse. La razón para esto era el cadáver carbonizado de dos personas, al lado del individuo.

 Nadie supo bien cómo sucedió, pero cuando el hombre colapsó o poco antes, dos personas que estaban cerca de él empezaron a arder en llamas. Fueron sus gritos los primeros que se oyeron ese día en el centro comercial y la primera alerta a todo el mundo de que estaba sucediendo algo fuera de lo común. Las dos personas ardieron en minutos, quedando solo los huesos negros a los lados del hombre que parecía estar sufriendo un dolor aún mayor que el de quemarse vivo.

 Su cara también se estaba llenando de ampollas y, de un momento a otro, empezó a quitarse la ropa. Obviamente esto se veía demasiado raro y fue entonces cuando las autoridades decidieron que al menos una sola persona debería acercarse y ver que era lo que le pasaba al pobre hombre. Un bombero se lanzó como voluntario. Se vistió con un traje anti-incendios y caminó despacio, para que el hombre pudiera verlo sin problema. Pero este estaba ocupado.

 Se quitó la ropa haciéndola trizas, quedando totalmente desnudo sobre el frío suelo de concreto. Parecía llorar pero las lágrimas se evaporaban al instante, como si cayeran en una sartén hirviendo. El hombre por fin vio al bombero acercarse y fue entonces cuando un temblor generalizado recorrió las columnas de todo los que miraban: el pobre diablo gritó la palabra “Ayúdeme”. Lo había dicho fuerte y claro. Se notaba en su voz un esfuerzo increíble y un dolor que no parecía poderse explicar con palabras. El bombero, asustado, le respondió al rato.

 “Vengo a ayudar”, dijo el bombero. Era muy joven, menor que el hombre que parecía estarse quemando sin fuego a su alrededor. Las ampollas se multiplicaban y el vapor que producían sus lágrimas parecía estar dejándolo ciego. El bombero miró a los lados, contemplando los cadáveres carbonizados. Sabía que una de sus responsabilidades era la de empacar eso restos para procesarlos y eventualmente entregarlos a los familiares para proceder a enterrar o cremar a sus seres queridos.

 ¿Pero como llegar a los restos con el hombre ahí, a la mitad, sufriendo como loco? El bombero se armó de valor y le preguntó al hombre si podía primero llevarse los cuerpos quemados. El hombre no respondió con palabras, sino con un gemido casi inaudible. El bombero lo tomó como una señal y con la mano llamó a dos de sus compañeros, ya listos con camillas. En poco tiempo, recogieron ambos cuerpos y se los llevaron para ser procesados, como tenía que hacerse.

  El bombero joven estaba sudando. No solo por los nervios que había supuesto ese procedimiento, sino porque sentía que estaba cocinándose en su traje. Según su lectura, la temperatura en el sitio era la normal para la hora y el día en el que estaban pero por alguna razón se sentía casi sofocado. Fue entonces cuando miró al hombre que tenía en frente: había puestos sus antebrazos en el suelo para poder echarse al suelo sin tener que sentir dolor por los cientos de ampollas en su manos.

 Fue entonces que el bombero entendió que el calor que sentía no venía del ambiente sino del hombre que tenía en frente. Para probarlo, dio un paso hacia delante, con cuidado de no molestar. En efecto, la temperatura en el traje pareció elevarse de golpe, como cuando se abre un horno y el calor sale en forma de nube. Se sentía muy parecido, excepto que allí no había ningún aparato domestico sino un hombre que parecía común y corriente, a pesar de sus extrañas heridas.

 El bombero volvió hacia atrás y le preguntó al hombre su nombre. No hubo respuesta. Le pidió que le dijera que hacía en la vida, si tenía familia y si sabía que era lo que el estaba pasando. Todavía tenía la cabeza abajo, como si el dolor no lo dejara erguirse. Gemía. Parecía que quería hablar, que de verdad quería responder a las preguntas. Pero no tenía la capacidad de hacerlo, su cuerpo no se lo permitía. El bombero quiso saber como ayudarlo pero prefirió quedarse quieto porque la verdad era que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

 Entonces, el hombre fue elevando su cara. Su respiración tenía un sonido muy raro, como si se hubiera vuelto ronco de un momento a otro. Pero eso no era lo peor. Cuando el bombero vio sus ojos, dejó salir un grito de susto y dio dos pasos hacia atrás, instintivamente. Lo que sea que le estaba pasando a ese hombre no era algo normal. Todo el que vio el momento, y eran millones pues muchos de los clientes apuntaban a la escena con sus cámaras, no entendió que pasaba.

 Los ojos y la boca del hombre parecían haberse ido de su rostro. Pero en cambio, tenía ahora fuego vivo en ambos lugares. De las cuencas de los ojos y de la boca misma le salían llamas de color naranja, amarillo y rojo. Era impresionante, algo jamás visto. Por un momento, el público pensó que había muerto incendiado de adentro para afuera pero, cuando se levantó del suelo, entendieron que de muerto no tenía nada. De hecho, parecía más fuerte que antes.

 El bombero quiso salir corriendo pero se quedó firme en el lugar donde estaba porque no quería asustar al hombre o lo que fuera que tenía enfrente. Abrió la boca pero la cerró casi de inmediato, dándose cuenta de que no sabía que podía preguntar en semejante momento y menos aún si el hombre frente a él le podría responder de alguna manera. En cambio, se miraron el uno al otro, pues ese fuego seguía sintiéndose como ojos, a pesar de que no lo eran en el sentido tradicional.

 De golpe, todo el cuerpo del hombre se encendió en llamas, como si hubiese regado gasolina por todas partes y luego se prendiera con un fosforo. La diferencia estaba en que este hombre parecía seguir vivo bajo las llamas, pues miró a un lado y al otro, a la gente que se escondía de él y finalmente al bombero que tenía frente a él. Era hermoso pero impresionante al mismo tiempo. Estaba claro que era algo nuevo, un evento sin precedentes en la historia humana.

 El hombre se acercó al bombero y le dijo, en una voz cavernosa, que se sentía morir. Pero lo dijo tranquilo, como si las llamas no estuvieran ya cubriendo su cuerpo. Extendió una mano y sobre ella creó fue o usó el que tenía encima, para formar una bola perfecta.


 Pero el truco fue corto. Las llamas empezaron a apagarse, hasta que el hombre quedó como había sido antes, a excepción de alguna ampollas sobre su cuerpo. Cayó al suelo, finalmente muerto, casi sin rastros de que hacía un rato había estado cubierto en llamas.

viernes, 26 de mayo de 2017

Failure

   I pulled the cape over my head and ventured outside the module. Rainfall was minimal, so I could finally see how this world looked liked. It was kind of beautiful, with tall smooth mountains rising towards the sky and a small like very near the place I had been trapped in for so many hours. Well, I wasn’t really trapped but it did feel like it after everything that had happened. The ground was muddy and it was better to walk slowly. The possibility of falling to the ground was very high.

 When I got to the edge of the lake, I walked a little bit more towards a large boulder that was half in the water, half in the land. For a moment, I thought it wasn’t a good idea to seat by a lake without knowing if any beasts inhabited it. But then I remembered the moon had been surveyed several times and no life forms had ever been found. It was a barren wasteland that happened to be perfect for us at that time. We had landed only a few hours ago but it seemed like forever.

 I sat on the rock and a gust of cold wind moved my cape and my hair. I bowed down to it, trying not to feel that cold in my bones, but the truth was I did want to feel physically bad. Somehow, it eased the pain of what had happened earlier in Kristomo. I would always ask myself why I had gone to that planet instead of just staying put where I had been told to stay. I had never been the best at following rules, especially when I felt something could be done if I broke said rules.

 A single tear came down my face and I cleaned it fast. I didn’t want to feel bad for what had happened because I just couldn’t blame myself for it. It wasn’t my fault that people weren’t loyal anymore, than they preferred to do things differently. Sean had been with the team for a long time, much longer than I had been there. It made no sense that he would leave just like that but that’s exactly what he did. I thought it through several times but couldn’t really understand why.

 The point was that he had betrayed us on Kristomo. He had gone there with us, where we would try to retrieve a powerful mineral that was better away from the hands of any wrongdoers, as its properties made it not only unique and powerful but also extremely dangerous. It was good then that I managed to truck them and the crystal fell several meters and into an open volcano but it was then when Sean turned on us and started firing like crazy. His new friends did the same and we barely survived the attack. Actually, I was the only one who survived.

 Rom, our pilot, also counts of course, but he had been waiting for us the whole time on the ship. He hadn’t come down to retrieve the crystal or fight the band Sean had “suddenly” joined. He didn’t feel bullets coming all over the place, passing over the shoulder, under the feet and even millimeters away from his eyes. I had to live through that and also watching how my team, the people I had chosen to go there, died next to me in a matter of minutes. It was a bloodbath.

 When I entered the ship and yelled Rom to take off, he thought I was crazy or something. Not only because he knew the team was made up of six people but also because when he turned around, he could see that there was blood spattered all over my face and that my skin had turned to the clearest tone of white I could ever turn to. I yelled at him again and he obliged, taking off as our attackers fired on the ship, trying to make it explode or, at least, trying to prevent takeoff.

 But Rom was very skilled and, in minutes, we were able to make the jump towards the headquarters of our organization. I had no time to mourn for the loss of my team or the conversion of Sean. It was better to communicate the mission’s failure to the central command. So I asked Rom, as calmly as I could, to patch me through to them. He did, handing me a white rag too, which I used to clean the blood of my face. I almost cried then but I breathed slowly and avoided it.

 Central command was content with the crystal been destroyed but they were very concerned with Sean betraying all of us. They didn’t say much about the fallen men and women, I guess because it wasn’t that uncommon for them to hear about people not coming back from these sorts of missions.  They were the ones who told me to come to this barren moon in order to wait here, in case Sean and his new friends were chasing us through the stars. Honestly, I couldn’t care less.

 But that was a lie. I did care, I cared a lot. Because Sean was not only one of my go to people in the organization, he was also someone I had started to like more and more, in ways I had only discovered very recently. Not too long ago, we had shared our first kiss. It had been on another rainy place, much like the one I am right now. His lips were so soft and warm that I thought to myself it would be a very nice way to die, to be killed while kissing those beautiful lips. Of course, I was delirious at the time because it was a stupid thing to think, I could see it now.

 Ram put a hand on my shoulder and I almost fell off the rock. He laughed but I didn’t. Feeling nervous was never funny. He told me had had made some repairs to the ship, as some of the shots aimed at making us land had actually hit the right parts of the ship. He had been able to fix it all with patience and time and now he had decided to check on me. He asked about his friends, our team and I couldn’t look at him to the eyes. I was ashamed of how I had handled everything back there.

 They had died because I had taken too long discovering that Sean was a traitor. He had to say it before I realized it and that was a mistake, clearly because I had grown fond of him. Maybe he used that in his advantage, but the point was that he had betrayed us all and we only had a short period of time to run for our lives. Being on a volcano, stones and hot weather had played against us big time. Some of them fell to the ground and then were shot or they were just reached by very good snipers.

 I told Ram I had no idea how it was that I survived and they died. For a moment, I had wished the roles had been reversed. But that didn’t help anyone, seeing myself only as a victim and make people feel sorry for me. I had to pull myself together, even if it meant moving on from such an awful mission. Ram suddenly came closer and hugged me. Only Sean had done that before but this hug seemed different. I could feel he wanted me to feel good, safe in a way, not bad for what had happened.

 A beeping sound was then heard, so we went back to the ship where a call from our headquarters was waiting for us. I answered. They gave us authorization to proceed with our trip towards them, as they had determined that our enemy had stayed in Kristomo. Apparently, they were mining for a new crystal. We all knew it was almost impossible to find another one but they clearly believed they could work at it a little bit more. In any case, they were dangerous.


 As Ram raised the ship towards the sky, I felt confused and very tired. I had not felt like that since escaping the planet and it was just now that my whole body suddenly felt as if it was made from solid lead. I leaned back into my seat and the last thing I saw was Ram looking at me, with a somber expression on his face. I didn’t worry though. I needed to rest.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Invasor

   El sonido de la manera rompiéndose se escuchó como estruendo por los alrededores. Pero nadie vino a mirar que había pasado. Si lo hubiesen hecho, podrían haber visto como un hombre de considerable estatura le disparaba a la gran cantidad de criaderos de abejas que había en el lugar. Cuando terminó de disparar, se retiró y nunca se supo más de él. El dueño de la granja sabía que el atacante debía tener picaduras, puesto que las abejas responden así a las agresiones. Pero la policía nunca encontró nada.

 Raúl, el dueño de las abejas, dependía casi exclusivamente de la miel que producción para poder sobrevivir. Por eso sabía bien que, quién sea que fuese el responsable del ataque, estaba claro que quería destruirlo de la forma más cobarde posible. Sin la miel, Raúl no tenía nada de dinero y obviamente lo necesita para poder mantener la granja y a sí mismo. Porqué el no plantaba nada ni criaba ningún otro tipo de animal que no fueran las abejas. Pero ellas ya no estaban.

 Con algunos pedazos de panal y abejas atrapadas en ellos, trató de comenzar de nuevo su negocio pero lo que tenía no era suficiente, por lo que dejó de intentar pocos meses después. Su familia le pedía que se mudaran, que intentaran vivir en la ciudad, al menos hasta que tuviesen dinero de nuevo para poder intentarlo más adelante. Pero Raúl era terco y no quería escuchar nada ni hacer algo diferente a contemplar el sin número de maneras que podría intentar para retomar su vida anterior.

 Pero los días y los meses pasaron. Cuando se cumplió un año, Raúl y su familia habían bajado considerablemente de peso. Se veían demacrados y claramente mal alimentados. Fue entonces cuando la esposa se cansó, tomó al hijo que tenían y se lo llevó a casa de su madre. Le pidió a Raúl que reconsiderara pero él no quería dejar su granja. Ella se fue después sin poder argumentar más, pues sabía que jamás lo convencería. Y a él no le importó por la misma razón.

 Entonces el hombre se quedó solo en una casa donde no había nada, solo frío y un silencio que parecía ahogar la vida. Sabía que no era un lugar apropiado para vivir pero no podía pensar en otra cosa que en volver a establecer sus panales y poder producir la miel que vendía a muchos de los negocios de la zona. Había sido su sueño por muchos años y por fin lo estaba logrando. Para él no era nada justo que en un minuto la vida de alguien pueda cambiar de semejante manera. Le daba rabia pensar en todo lo sucedido. Cada segundo se hacía más y más solitario.

 La semana siguiente, Raúl viajó a la casa de su suegra para recuperar a su familia. Pidió hablar en privado con su esposa y le explicó como para él todo el plan de las abejas había sido algo clave en su vida y en su desarrollo como persona. Se disculpaba por no haberlos tenido en cuenta para nada, pero también quiso explicar lo difícil que era aceptar que las cosas buenas que le habían pasado ya no parecían volver a querer pasar. Tenía que seguir adelante, sin mirar al pasado.

 La familia fue convencida y volvieron a la granja. La esposa de Raúl le sugirió que podían empezar a plantar frutas y verduras. No importaba que no funcionara como negocio pues podían utilizar las plantas para ellos mismos. Era algo sencillo y requerían la misma calidad de cuidados que le daba a las abejas, solo que esta vez su esposa había prometido ayudarle.. Y así fue como sucedió: plantaron semillas de gran cantidad de verduras y mientras las cuidaban, tuvieron que ahorrar como nunca.

Al cabo de un tiempo, todo estaba listo para cosechar. La idea era guardar uno de cada producto para la casa, con la meta de probar las verduras y ver si tenían un sabor óptimo. El tamaño no era algo que los preocupara mucho pero tenían que saber bien para poder ser vendidas en los alrededores e incluso más lejos. No pasó mucho tiempo antes de que se dieran cuenta que lo habían hecho sorprendentemente bien. Las calabazas eran deliciosas, así como las zanahorias, las cebollas y las lechugas, entre otros alimentos.

 La esposa de Raúl fue quien contactó a los comerciantes y los invitó a la casa a degustar las legumbres y las frutas para ver que opinaban. La invitación terminó en una batalla por saber quien se iba a quedar con los productos. Al final, se decidieron por la única persona que no solo parecía interesada en ganar dinero, sino que también se notaba que sabía de lo que estaba hablando, que no estaba allí solo por probar. Era la mejor decisión que podían tomar, para estar mejor.

 Meses después, el negocio crecía a un ritmo acelerado. Tanto así que tuvieron que plantar en tierras que nunca antes habían sido utilizadas. Los pocos restos que habían quedado de los panales tuvieron que ser removidos para poder plantar tomates y a Raúl eso le entristeció un poco pero sabía que era para lo mejor. Al fin y al cabo todo lo que producía se estaba vendiendo como pan caliente. Tan bien de hecho, que pudieron remodelar la vieja casa de la granja y convertirla en la casa de los sueños de toda la vida. Era su pequeño paraíso sobre el mundo.

 Sin embargo, una noche el ladrido del perro los despertó. El perro era nuevo, no había estado con ello sino algunos meses y el hijo de Raúl estaba prácticamente enamorado de él. Se la pasaba siguiéndolo cuando era de día, tratando de tomarle la cola y abrazándolo con fuerza. Cabe decir que el perro no es precisamente de una de las razas más calmadas del mundo. De hecho es exactamente lo contrario, y es por eso que ladra como loco cuando alguien se acerca.

 Esta vez, Raúl estaba preparado con un arma de balines que había adquirido. Parecía no hacer mucho daño pero el dolor de los perdigones en la piel no era nada que ignorar. Así que salió con su arma y corrió hacia los ladridos. Por alguna razón, el invasor estaba de nuevo en el sitio donde habían estado los panales. La diferencia es que está vez estaba prendiendo fuego a las plantas. Quería crear un incendio de grandes proporciones para arruinar, de nuevo, a Raúl.

 Este último actuó de inmediato. Disparó el arma tres veces contra la sombre que había en la mitad de sus tomates y pudo oír como el cuerpo caía como un bulto de papas al suelo. Se quejaba pero no hizo más ruido. Mientras más se acercaba, podía oler el humo que salía de las plantas que iban a ser quemadas. Estampó el suelo con sus botas de plástico y luego se acercó al cuerpo silencioso del invasor. Fue en un segundo que la sombra se puso de pie y retuvo a Raúl en una llave.

 El invasor era alto y muy fuerte y apretaba tanto a Raúl que este tuvo que tirar su arma al suelo para poder usar las manos para intentar liberarse de la poderosa llave. Hizo mucha fuerza, una y otra vez pero no pasaba nada. Entonces el tipo empezó a apretar y el aire fue haciéndose cada vez más escaso. Pero no solo sentía que se le iba el aire sino que también parecía que su cuello iba a romperse en cualquier momento. Trató de patearlo, de hacer algo, pero no podía.

 Fue entonces que se escuchó un disparo y la llave se relajó. Raúl cayó al suelo, empujado por el gran peso del cuerpo del atacante. Se dio cuenta al mirar hacia abajo, que de su cara goteaba sangre. Por un momento pensó que era él pero cuando vio a su esposa lo entendió todo.


 Ella se abrió paso hasta él con rapidez. En una de sus manos tenía un arma pero esa no disparaba perdigones sino balas de verdad. Era la primera vez que Raúl la veía. El hombre yacía muerto en el suelo y la mujer lo volteó para poder verle la cara. Pero el disparo había sido tan certero que ya no había manera de saber quién había sido ese desgraciado.

lunes, 22 de mayo de 2017

A wedding

   Once he stepped into the room, the sound of laughter and talk suddenly died down. As he walked to an empty spot in one of the tables, people stared and some even held their breath, as if what they were seeing was something they would have never imagined. The walk he did from the entrance to the table only lasted a few seconds, but it seemed it had lasted for hours. Once he sat down people started talking and the noise in the room resumed after a while, as if nothing had happened.

The man’s name was Peter and he had come to the wedding alone. In the table he sat on, everyone was looking at him although it was obvious they were trying not to do so. They were failing miserably, as he felt their eyes probe him as if he was robbing something instead of just grabbing the napkin on the side of the plate. He was saved by the food, because the waiters started entering the room just in time. They served every single person a small salad and a small cup of soup.

 Peter liked the taste of both things and he specially liked that people were not looking at him anymore. It was a relief that they had stopped piercing his body with their eyes. Instead, they were busy making a critique of the taste of the food and the portions. In every table, at least one person was mentioning how in other weddings the food had been much superior. Also, they gave what they though was advice in order to improve the flavor of the dishes, even when most didn’t know how to boil water.

 Peter ate in silence. Once he had decided to go to the wedding, he had been conscious that he wouldn’t really be able to talk to anyone or share a single honest opinion. He was clearly the most polemical guest in the room but he wasn’t the most ungrateful at all. Maybe everyone knew his past and judged him for it, even some thought he didn’t deserved a seat in the event, yet there he was among all of the, having much more decency in one arm than most had in their entire bodies.

 With the salads and soups mostly finished, the waiters came back. It was as if a flock of penguins had suddenly entered the premises. They were agile and very fast, as they grabbed the plates and carried them out of the room. Only a few minutes after the last empty cup had left, they entered again, this time with the main dish. It was a combination of seafood and ground food, if you will. It was served in rather small portions but it came with another salad, this one smaller, as well as a plate with a baked potato filled with cream and ham. It looked very good.

 They waiters also filled everyone’s glasses with champagne. They would have to make a toast later on, before the cake was cut. Of course, please went at it again, criticizing the food. Some said the fish was raw and others thought it was certainly overcooked. Same with the other meats. Others complained they had received a smaller potato than everyone else and some people even declared theirs had nothing inside. Of course, many complained about the champagne, demanding for a waiter to come in order to ask them for the bottle.

 Peter enjoyed his food a lot. Even without talking, everything was really beautiful. Suddenly, it dawned on him that all of it could have been for him, if things had lasted longer and if love had been a little bit better built. Because every single person knew that Peter had been involved with one of the people getting married and that’s why every single time they looked at him, they followed it by a whisper and questions he knew were not the kindest or of any of their importance, to be honest.

 He tried not to listen to his own head and kept on eating, enjoying the fact that he had at least been invited, which was much more than he could have ever imagined happening, as there was no need to do so. But they had done it and he had complied because he wanted to show everyone that everything was ok, that he wasn’t dying or anything because he wasn’t the one in the altar. To be clear, he didn’t knew if an altar had been involve because he had missed the ceremony on purpose.

 There was no way he would make a scene inside a temple. He did thought about going but at the last minute he decided against it. Instead, he would make it to the party. However, he never intended to be late and make such and entrance but that’s how it happened and the only one he could blame was the taxi driver for being so slow. He even thought of talking to the couple and apologize for that, but he ultimately thought it was better not to fan the fire that people carried around.

 His baked potato was very hot so he decided to leave it alone for a while. The shellfish were excellent, or maybe that was because he hadn’t eaten any for a long time. The other two pieces of meat were a small pork cutlet, which tasted really good with a sauce they had made only for it, and a piece of veal that many people decided to leave on the plate. Peter ate it and realized that it hadn’t been properly cooked. This time, the murmurs around the tables were right. As he prepared to eat his potato, it was taken away by the waiter flock that came and went in a second.

 The next thing they brought were the small plates for the dessert. Peter could actually see that some carts were being pulled into the room. They had a large selection of small desserts on them, so you could choose any to join cake on the plate. Most people were looking at the selection but that was exactly on the opposite way they should have been looking. They were warned about this with the sound of a fork being lightly banged against a glass full of champagne, done by the groom.

 Everyone’s face denoted boredom. That part was often the most boring one in any marriage ceremony. But the sad faces all around weren’t enough to make the groom refrain from doing what coupled had done for generations in a wedding: telling everyone about their love in that small public forum, as if they had to justify what they felt. And many people, in this case, felt exactly that was what was happening, especially when they noticed the presence of Peter once again.

 The groom talked about how beautiful the bride was. He told everyone, with jokes and a charming but used sense of humor, how he had being the lucky guy to ask such a beautiful woman out. It was childish at times, but ultimately effective, as many people had started crying for no apparent reason. The speech wasn’t sentimental, maybe romantic. It was short and people erupted in cheers but no one really knew if it was because he hadn’t talked for hours or if they were really touched by his words.

 Then, the bride spoke for more than thirty minutes. Granted, she looked quite beautiful in her white dress and whoever had helped her with makeup had done a fabulous job. But her voice was monotonous, and people were almost sleeping by the time she finally ended her speech. People applauded but clearly because they wanted to be mice to the person getting married. She was proud of herself and didn’t seem to realize she had bombed so hard. Love had made her stupid.

 They cut the first piece of the cake and, after fake laughs, apiece was delivered to every single person in the room. The cake was not good or bad; it was just fine, like the couple on the main table.


 Before attracting more attention, Peter ate his cake with haste and then left the room. He grabbed some macaroons on his way out and ate them as he cried on the taxi back home.