La ceremonia empezó sin mayor retraso. Cada
persona tomó su asiento al instante, de manera ordenada. Las luces únicas luces
que quedaron prendidas fueron las del escenario, donde un hombre empezó a
hablar casi de inmediato. La verdad, la mayoría de las personas no lo ponían
atención. Aunque muchos lo grababan con sus celulares, otros utilizaban esos
mismos aparatos para ver que más estaba pasando en el mundo. No le interesaba o
muy poco lo que tenía que decir el dueño y señor de la universidad.
Después vino el discurso de uno de los
graduados y eso fue mucho más divertido, pues todo el mundo escuchaba con
atención para saber en que momento sería adecuado burlar o decir algo. Fue un
rato divertido, pues el joven que leía se perdió unas cuantas veces y parecía
estar a punto de reír muchas otras. Se notaba que a la gente de la universidad
no le caía nada en gracia que lo hiciera pero a los alumnos les fascinaba tener
algo de que reírse.
Cuando el joven terminó, vino otro discurso
más. Cada año invitaban a una celebridad, algún erudito de la ciencia o las
letras para que llenara de bonitas palabras el ambiente. Ciertamente el
invitado de ese año era alguien muy interesante pero la gran mayoría de las
personas los escuchó solo a ratos. Antes de que empezara a hablar, cuando lo
introdujeron como “poeta y autor”, casi todo el mundo decidió al instante no
ponerle mucha atención pues suponían que sería sorprendentemente aburrido.
Técnicamente, no se equivocaron. Hubo algunas
anécdotas graciosas, unas observaciones inteligentes, pero el resto fue tal
cual se esperaba. Por fin, el tipo dejó de hablar y entonces comenzaría la
última etapa de la ceremonia: la entrega de diplomas. Esa era la razón para la
que todos habían venido. Las palabras bonitas y los adornos encima de un papel
les daba un poco lo mismo. Les interesaba lo que ese papel podía hacer para sus
vidas y que significara que no habían perdido el tiempo.
Faltaban muchas personas, pues algunos no
estaban en el país o no habían cumplido con todos los requisitos para recibir
su diploma ese día. Seguramente tendrían que reclamarlo en la sede de la
universidad, sin vítores de compañeros ni fotos de padres orgullosos. La
ceremonia tenía ese sentido muy relacionado con el orgullo y el estar seguro de
si mismo. Era algo especial, a pesar de todo.
Uno a uno, todos los jóvenes en el recinto
pasaron a tomar su diploma. Algunos hacían algo gracioso después pero la
mayoría solo estrechaba la mano de los directivos y seguía su camino hacia
fuera del escenario. Cada persona tenía sus estilo, su manera de celebrar el
mismo logro. Al final, era el mismo para todos, no importaba la disciplina.
La siguiente etapa del día siempre era la
misma en la mayoría de familias. Los que tenían algo más de dinero optaban por
invitar a su graduado, o graduados si eran más de uno, a comer algo especial
para celebrar la graduación. El lugar de celebración cambia según lo que pueda
costear cada familia pero casi siempre la idea es que sea un lugar que valga la
pena, al que no se vaya todos los días. Se trata de hacer que la persona se
sienta especial y única.
A veces comen los más finos cortes de carne,
otras veces pescados y comida de mar perfectamente marinados. El pollo casi
nunca es una comida de celebración pues es poco frecuente que se use en
platillos caros. Por supuesto, todo va acompañado de un buen vino y de un
brindis que puede ser largo o corto, pero eso depende de la familia que lo
celebre. Algunos se alargan con discursos sin destino pero sentidos y otros
solo tienen el brindis y poco más.
Esas comidas de celebración normalmente no
toman mucho tiempo. Lo normal para una cena especial, que suelen ser dos horas
considerando que la comida demora más en llegar a la mesa y que nadie tiene
verdadera prisa de llegar a ningún lado. Son casi siempre en la tarde, pues la
noche está reservado para otro tipo de celebraciones. Después algún postre la
gente se dirige casi corriendo a casa, a descansar.
Los que tienen menos dinero para gastar o
quienes tal vez estén solos y no tengan con quien festejar, pueden inventarse
diversas maneras de hacerlo a su manera. Por ejemplo, está el hecho de ir a
cualquier restaurante común y corriente pero agregándole alguna celebración
extra para indicar que el momento lo amerita. El vino también puede jugar un
papel, aunque seguramente la calidad del mismo sea comparativamente inferior al
del caso anterior.
Es un almuerzo mucho más corto pero
seguramente igual de familiar y de cercano. Al fin y al cabo, la gente está
orgullosa de graduado sea como sea, no importa la celebración. Lo que interesa
es que sea un día feliz y memorable, del que se pueda sentir orgulloso en el
futuro y que pueda recordar una y otra vez, como uno de los momentos más
felices de su vida, sin exagerar.
Eso sí, hay muchas personas que no tienen como
celebrar. Y otras que no tienen familias. Normalmente la solución es la misma
en estos casos: se celebra en casa con algo más personal pero más sentido.
Puede que no haya vino pero podría haber algo más, sea lo que sea. El caso es que
se celebre de alguna manera porque no hay quien no considere la graduación un
logro.
La noche está reservada
para la celebración entre graduados. Casi todos los celebran del mismo modo y,
si sus padres no les dan dinero, seguramente ellos han ahorrado ya lo
suficiente para pasar el mejor rato posible. En esto, nadie es diferente ni
especial. Todos celebran porque sienten que es el día que sean han ganado para
celebrar y estar con sus compañeros, aquellos con quienes se ha logrado el
objetivo. El orgullo normalmente es motor suficiente para toda la noche y hasta
el día siguiente, en la mañana, cuando el alcohol lo ha agotado casi por
completo.
Porque claro, sin alcohol, la mayoría de
graduados no siente que haya ganado nada ni llegado a ninguna parte. Sea
cerveza o alguna otra bebida alcohólica, siempre tienen que estar presente
para, supuestamente, alegrar el ambiente. Normalmente esto es cierto, pues
ayuda a subir el ánimo y a que el baile y la diversión duren mucho más tiempo
de lo que uno pensaría. El gasto en alcohol es normalmente exponencial. Es
decir, se comienza de a poco y al final de la noche gastan los que tengan más
dinero.
Los que no tengan casi, saben que es su noche
para aprovechar el dinero de otros. Y no se ve como algo malo, al fin y al cabo
todos están celebrando. Así que si una persona toma de una botella que no ayudó
a pagar, la verdad no interesa porque nadie está vigilante un objeto de vidrio
con tanto ahínco. Prefieren disfrutar la noche y tener mucho que contar los
días que sigan, para construir el mejor recuerdo posible.
Se trata de “hacerlo memorable”, lo que es
gracioso pues el hecho de graduarse debería ser lo suficientemente memorable.
Sin embargo, a los jóvenes les fascina que todo tenga un significado más
personal y que no todo tenga que ver con el estudio como tal. La graduación
también celebra las relaciones construidas durante el tiempo de la carrera, celebra
aquellos dramas cotidianos y todas las costumbres y anécdotas graciosas que
tienen para contar por muchos años más.
Esas relaciones son las que todavía esa noche
y mucho después, afectarán su manera de ver el mundo y de interactuar con los
demás. Además, tienden a tener un efecto mucho más duradero que en el pasado,
tal vez porque la personalidad de las personas termina de forjarse en sus años
de universidad y logra establecerse por completo. Es decir, ya son personas
completamente formadas, completas.
La celebración termina al otro día, casi para
todos, cuando despiertan y tienen recuerdos borrosos de todo lo ocurrido. Otros
recuerdan mejor otros peor pero todos entienden la importancia del ritual. No
importa cómo se haga, donde o con quién, es primordial entender su rol en
nuestras vidas.
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