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domingo, 1 de noviembre de 2015

Otra noche

   Cuando terminamos, no dijimos ni una palabra más. Solo nos separamos un poco para poder recuperar el aliento y nos quedamos allí, en medio de ese particular lugar. Mi mirada iba de una cosa a otra porque no sabía que hacer o que decir. Pero cuando me di cuenta, tenía un cobertor encima y él me abrazaba con cuidado. Ya no tenía que pensar en nada así que me dejé ir y no pensé más. Creo que no dormí mucho porque era tarde cuando terminamos y cuando me desperté seguía oscuro aunque ya se podía vislumbrar ese pálido tono azul de las madrugadas. Él se había movido, dándome la espalda. Dormía profundamente, resoplando tranquilamente sobre el colchón. Aproveché esto para ponerme de pie e ir al baño, donde tomé algo de agua sin prender la luz. Me mojé la cara y volví al lugar de antes.

 Me di cuenta de la vista. Es decir, esta vez sí la detallé. Antes había sido una bonita adición a todo el evento pero no la había mirado con cuidado. Las luces de la ciudad brillaban con fuerza y se notaban incontables vehículos y apartamentos en donde seguramente habría fiesta o alguien muy desvelado. Al fin y al cabo era viernes y mucha gente había salido a bailar o a tomar algo. Yo me decidí por un plan diferente y la verdad no me había arrepentido. De hecho, no había nada de que arrepentirse pues no era tampoco algo del otro mundo que alguien decidiera verse con otra persona con el objetivo exclusivo de tener relaciones sexuales. No es algo muy extraño que digamos.

 En especial cuando ya nos conocíamos de hace mucho tiempo y hacía años que no nos veíamos. Bueno, tal vez no años pero sí al menos un año en el que yo no había estado cerca y por lo tanto no había habido posibilidades de nada. Pero ya había vuelto, hacía tan solo unos días, y ya estaba allí. Lo mejor del caso, y le sonreí desnudo a la ciudad mientras lo recordaba, fue sentir su entusiasmo cuando lo contacté y le dije que nos viéramos. Su sonrisa al abrirme la puerta de este particular estudio en un edificio sin terminar, era simplemente lo que yo necesitaba desde hacía un buen tiempo. Nunca sobran esos halagos, esos pequeños momentos que te hacen sentir único.

 Volví al colchón y me acosté junto a él. A pesar de mi peso, no se movió un solo centímetro, todavía resoplando con suavidad. La noche no era tan fría como de costumbre y estuve un rato más pensando y divagando sobre todo y nada. En un momento pensé en irme pero caí en cuenta que no tenía que estar en ningún lado y además él, con solo su mirada, me había pedido que me quedara. Como podía irme así no más y rebajar el momento que habíamos compartido? Así que finalmente me recosté y, tratando de ignorar la luz que entraba en la sala, cerré los ojos y me quedé dormido. Tuve un sueño de esos largos y extraños, pero ya no lo recuerdo bien.

 Fue él quién me despertó. Había pedido un domicilio y estaba en calzoncillos junto a mi comiendo de una cajita. Me dijo que había uno para mí, así como jugo de naranja para remojar la garganta. Fue como si me leyera la mente, pues sentía la garganta como si hacía muchos días no tomara una sola gota de agua. Debía ser porque, entre los dos, habíamos tomado una botella de vodka mezclada con jugo de limón. Me dolía un poco la cabeza pero había tenido resacas peores. Tomé mi cajita, los cubiertos plásticos que había sobre ella y empecé a comer. Era un desayuno típico de mi país, básicamente comida recalentada del día anterior. Sabía perfecto y era justo lo que necesitaba para quitarme el sabor del vodka de la boca y apagar los sonidos de mi estomago.

  Me sorprendió cuando él terminó y me dio un beso en la mejilla. No estaba preparado para ello y casi me atoro con la comida. Creo que no se dio cuenta porque caminó tranquilamente a tirar la caja y lo demás en una bolsa negra y luego se metió en el baño. Yo seguí comiendo y terminé justo cuando él salía del baño. De pronto me abrazó y nos besamos un buen rato. Debo decir que nunca pensé que al otro día de una noche así se pudiera sentir una persona tan especial, tan único en un sentido bastante extraño. Pero así era. Y lo mejor era que nuestros besos ya no tenían el sabor del licor. Sabían a comida y jugo de naranja, algo muchas veces mejor. Cuando dejamos de besarnos, nos miramos a los ojos unos segundos y nos separamos.

 Cada uno fue tomando sus prendas de vestir del piso y al cabo de unos quince minutos estábamos vestidos. Me dijo entonces que era una lástima que la ducha del sitio no funcionara bien todavía pero es que la presión del agua todavía no alcanzaba para tanto. Si volvía en un mes, dijo, seguramente se vería todo muy distinto. No supe si era una invitación o solamente un decir pero la frase se quedó conmigo un buen tiempo. En la puerta, ya vestidos y él con la bolsa de basura en una mano, nos besamos de nuevo. Allí fue más apasionado y por un momento pensé que íbamos a volver al colchón e íbamos a dejar esa tontería de irnos para otro momento. Pero no fue así: sí nos fuimos.

 En el recibidor del edificio, me dijo que iba a tomar un taxi a la casa de sus padres que lo esperaban para acompañarlos al mercado. Yo le dije que no tenía dinero para taxi y él se ofreció a dármelo pero le respondí que quise decir que prefería tomar un bus que pasaba cerca y me dejaba en casa. Para mi sorpresa, nos despedimos de beso en la boca y no nos importó quién estuviera allí. Nunca había hecho algo así porque me hubiera dado vergüenza. No soy de los que le gustan las demostraciones públicas de afecto. Pero en ese momento la verdad necesitaba ese último beso y me alegro recibirlo.

 En el recorrido a mi casa, recordé cada momento de la noche y me di cuenta que todo era muy extraño. Nos veíamos cada mucho tiempo, siempre para hacer lo mismo pero no solo era sexo sino que era un momento siempre único y especial. Nunca le había preguntado a él porqué, pero siempre era muy cariñoso conmigo, no importa cuanto tiempo hubiese pasado ni las condiciones del momento. Se podía decir que había incluso momentos románticos y solo el pensarlo me hizo reír, lo que me hizo sentir tonto en el bus, que iba casi solo. La verdad era que nos entendíamos bien íntimamente y tal vez por eso siempre que nos veíamos lo sentíamos de manera tan especial y no era algo tan común como en otros casos. Era algo un poco más allá.

 No niego que he tenido la experiencia de conocer a otras personas en situaciones similares y sé que la idea general de ese tipo de encuentros no es el romance ni sentir la cercanía de otra persona ni nada por el estilo. Normalmente es puro sexo, que cuando termina es definitivo y cada uno se va para su casa cuando ocurre. Es algo bastante básico y sencillo en ese sentido y un poco más automático que lo que yo experimenté con él. O tal vez estoy exagerando y estoy creando una película en mi cabeza que no existe. Francamente lo dudo porque siento que cuando me besa no siempre lo hace con otras intenciones. Es como si necesitase de verdad ese beso y, así lo esté actuando, lo hace muy bien.

 Es algo interesante saber si él piensa lo mismo. Yo de hecho sé que lo hace, al menos en el aspecto general. Y lo sé porqué un día él me confesó que seguido pensaba en mi y en uno de esos momentos que habíamos compartido. Tengo que decir que para mi fue una ayuda increíble a mi autoestima, que normalmente no es muy alta pero en ese momento hasta me puse rojo. Además es su manera de decir las cosas, de expresarse y de dar a entender que lo que dice es cierto y que lo siente de verdad. Por eso cuando estamos juntos ya no pienso en nada más sino en el momento y la verdad he descubierto que así es mucho mejor, pues no me saboteo a mi mismo sino que me ayudo.

 Cuando por fin llego a casa, trato de no hacer mucho ruido. Lo bueno es que no hay nadie despierto así que puedo fingir que llegué en la madrugada. Con cuidado me quito toda la ropa y me meto a mi cama, que está fría. Instantáneamente recuerdo su olor y su tacto y me doy cuenta que me gustaría tenerlo allí conmigo. Y sin embargo, me doy cuenta de otra cosa y es que en nuestra relación no existe el amor típico. Yo no estoy enamorado de él ni él de mi y es terriblemente liberador que así sea. No estamos amarrados por ello y creo que por eso nuestros momentos son mejores que los de otros. De eso estoy seguro.


 Dicen algunos que es mejor no jugar con fuego porque en algún momento te quemas, pero en este caso no creo que haya la posibilidad de eso. Y así la hubiese, no me importaría quemarme. Somos dos adultos y creo que podríamos manejar cualquier situación que se presente. Además, no nos vemos tanto como para algo así. De hecho, alguno de los dos podría conocer a alguien más y todo quedaría ahí, como congelado en el tiempo. Y eso no sería ni malo ni bueno, solo sería una de esas cosas que pasan.

domingo, 18 de octubre de 2015

Ciclos moribundos

   Había pasado por lo mismo en tantas ocasiones que ya todo le daba un poco lo mismo. Eso de que fuese el primer día, de sentirse como el nuevo, de tener que congeniar y formar lazos emocionales que solo tendrían una duración bastante corta, todo eso ya lo había mandado a recoger en su mente pero hasta ahora se daba cuenta de ello. Era uno de esos mensajes que le llega tarde al cerebro porque parecen haber sido hechos sin importancia, pero esto sí que era importante. Al fin y al cabo, se trataba de él dándose cuenta de lo harto que estaba de pasar por lo mismo tantas veces a través de su vida, de estar siempre movilizándose como si fuera un soldado en batalla, algo que a la larga no difería mucho de su posición actual, a excepción que esta vez la batalla era interna.

 Eso de vivir lo mismo tantas veces parecía sacado de una tonta película de ciencia ficción, pero era la verdad. Aunque es cierto que las amistades son importantes en la vida de un ser humano, él sentía que ya tenía las amistades que quería y necesitaba. Ese cuento de estar haciendo amigos por todas partes como si todavía estuviera en la arenera de cuando era niño, simplemente no le llamaba la atención en lo más mínimo. Además, nunca le había sido muy fácil conocer gente a menos que tomara uno en cuenta esos adorables años de juventud en los que todo el mundo se relaciona con tanta facilidad y desprendimiento. La gente normal saca de ahí sus mejores amistades pero no él. Ese pedazo de su vida lo vivió en movimiento así que no sirvió de nada.

 Ahora de grande, de adulto, conocía mejor a la gente y sabía como la mayoría pensaba, como maquinaban antes de conocer gente y lo predispuestos que estaban a todo. Al fin y al cabo, los adultos están mucho más contaminados de todo en el mundo que los niños, así que no existe una amistad adulta en potencia que no esté contaminada de pretensiones y estereotipos, de suposiciones que la mente va a haciendo a partir de lo que a la imaginación le da por inventar. Todo eso no es fácil de superar y mucha gente lo logra pero él nunca lo hizo. Hacer amigos reales a esas alturas de su vida le sonaba ridículo por muchas más razones de las debidas.

 Una de las más importantes era que, por alguna razón, nunca le había caído bien a la gente. Bueno, al menos no de entrada. Entendía que era porque era algo hosco y aprehensivo, por lo mismo de saber que la gente lo era con él. Debía ser entonces que las personas veían entonces eso en su rostro o algo por el estilo porque muy poca gente hablaba con él espontáneamente. Es obvio que a la gente siempre le guste hablar con gente que es como aspiran a ser. Por eso la gente más “popular” es siempre extrovertida, divertida y con más energía de la que pueden gastar. Él estaba al otro lado de ese espectro y al parecer lo tenía escrito por toda la cara porque era un problema para que la gente soltara algo.

 Ya después venían los problemas regionales, es decir las tontas características de las personas según su lugar de procedencia. Alguna gente es más abierta, otra más cerrada y así. Son bobadas o al menos así lo veía él, pues creía que la gente fácilmente podía superar semejantes clichés en los que estaban encerrados. Pero, la verdad es, que a la gente le encanta ser un estereotipo ambulante. Al parecer es más fácil definirse así porque es más claro. Por eso mismo la mayoría de personas no gustan nada de aquellos que son más difíciles de explicar y de entender. Con esto, él no quería pretender ser un ser misterioso, envuelto en las sombras. Pero ciertamente no era ese desgastado ser lleno de vida que la gente aspiraba a ser, por razones desconocidas.

 Todos estos problemas para conectar con la gente habían migrado también a su vida personal. O bueno, no era tanto una migración pues todo venía a ser lo mismo que era conectar con gente que no conocía, aunque hay que decir que en el amor y todo lo relacionado con ello, nunca había sido una persona muy exitosa que digamos. Fue rápidamente que se dio cuenta que no era de aquellas personas a las que la gente se le queda mirando a menos que sea por las razones que nadie quiere que lo miren. No era uno de esos tipos con un rostro inmaculado, que parece salido de la revista de moda más ridícula del mundo. No, ese no era él pero ni por las curvas.

 Era bajito y simple, siempre en el medio de todo pero nunca nada por completo. De pronto era eso lo que la gente obviaba pues, como decíamos antes, las personas prefieren lo que está definido y claro como el agua. Eso de que la Humanidad está fascinada con los misterios de la vida, es solo un mito de auto complacencia para hacernos pensar que todos somos brillantes y que además somos la mata de la cultura. Sabemos que eso no es así porque la mayoría de la Humanidad es tonta como ella sola, solo que a cada rato salen personajes que la salvan de si misma. Eso sí, no nos referimos a él que es otro tipo simplón y ciertamente él no se considera el pináculo de lo que es ser un ser humano.

 El caso, para ponerlo en palabras simples, es que nunca había atraído una mirada y, si lo hacía, era de lujuria o de confusión. Provocar cualquiera, al menos en su concepto, era desagradable. La primera porque simplemente no era halagadora y pasaba a ser lasciva y casi invasoramente física con facilidad. Y la segunda porque cuando la recibía su autoestima, un ser débil ya de tantas batallas, daba un salto hacia atrás y se encogía hasta quedar del tamaño de una uva. Las miradas para él decían todo de las personas y por eso había decidido ya no esforzarse más y dejar que cada persona opinase lo que quisiera y como quisiera. Sentía que después de tanto tiempo, la vida le debía algo.

 Sí, ya lo sabemos. Es bastante pretencioso decir que la vida le debe algo a uno pero a veces ciertamente se siente así. Hay gente que es premiada con demasiado en la vida y lo que pasa entonces es que se aburren con facilidad o se creen el centro del universo, dos situaciones bastante molestas para cualquiera que esté cerca. La gente a la que todo le sale bien, con la que todo es perfecto, ideal y justo, normalmente tienen el descaro de pedir más cuando ni se lo han ganado ni deberían poder tener más. Sin embargo, reciben belleza, amor, inteligencia y otro sin fin de premios. Y para el resto que queda? No mucho, lo que sobra que es poco y no vale tanto la pena pero está ahí para que el que quiera tomarlo lo haga. Y no, a él no le gustan las sobras de otros.

 Le debiera algo la vida o no, igual no estaba cerrado a que las cosas pasaran como pasaran. Es decir que no iba a buscar activamente el amor o amistades o nada de nada pero sí iba a estar abierto a que cualquiera de esas cosas llegara a su vida. Es decir que no iba a creer una barrera ni nada por el estilo, iba a dejar que quién quisiera conocerlo lo hiciera pero eso ya dependería del interés de la gente y, la verdad, él no creía que fuese a suceder nada con ello. La gente no iba a descubrir de la nada que él estaba ahí parado todos los días. Por algo cuando caminaba por la calle, sentía que nadie lo veía y que podía pasar desapercibido en cualquier lugar del mundo.

 De hecho había intentado hacer eso mismo en muchos lugares y lo había logrado con éxito. Simplemente resultaba invisible para muchos y la verdad que era algo agradable en ocasiones, aunque la mayoría se sentía muy solo. En esos momentos recordaba a su familia y a sus verdaderas amistades porque los tenía lejos y entonces sentía en el corazón lo difícil que es separarse de lo que uno necesita para hacer lo que se debe hacer o al menos lo que uno cree que debe hacer. Fuese como fuere, a veces lloraba en silencio un rato y después se le pasaba todo, como si tuviese que colapsar por momento para volver a construirse, ojalá más fuerte que antes y con mucha más fuerza y resistencia.

 No era de sorprenderse que estuviese aburrido con retomar el eterno ciclo de conocer gente y tener que unirse en grupos. Lo hacía pero no más que eso. A la gente no le interesaba él y él había perdido interés en la gente a menos que fuese para usarlo como piezas de su inventiva. Su autoestima ya había recibido demasiados golpes como para seguir arrastrándola por la calle una y otra vez como si fuera algo divertido. Ya no, estaba cansado de ponerse él en el medio de todo para que lo vieran por una vez. Ahora demandaba que los otros, que el resto de personas hicieran lo que él había hecho tantas veces. Quería verlos allí, indefensos como él.


 No estaba dispuesto a hacer más cosas que no iban con él, a fingir ser otra persona que era muy distinta y tampoco le gusta el juego de la hipocresía, que de hecho sabía jugar muy bien. No quería más máscaras y juegos tontos. Solo quería ser él, así eso no fuese suficiente.

jueves, 27 de agosto de 2015

Clase de educación física

   No sé porque lo acabo de recordar pero en e colegio era pésimo en los deportes. Creo que lo sigo siendo, solo que ahora nadie me obliga a jugar fútbol para ganar una calificación. Era simplemente una tortura para mí tan solo tener que ponerme ropa para hacer ejercicio. Solo eso era suficiente para ponerme de mal humor todo el día y no querer hacer nada de nada. Las clases que precedían y seguían las de deporte eran las peores pues actuaban como una máscara para que no me pudiese dar cuenta de lo mucho que odiaba ese día, fuese miércoles jueves o incluso martes. Me encantó el año que la clase de deporte cayó el lunes. Primero, porque el lunes siempre ha sido un día deprimente así que no me sentía mal dos días a la semana y también porque cuando era puente festivo automáticamente no había clase de deporte.

 Para los otros, sobre todo para chicos con mucho más musculo que yo, era horrible que no pudieran combatir unos contra otros en un partido de lo que fuese o en la actividad que el profesor hubiese decidido para ese día. Normalmente eran dos horas de clase que se dividían en una hora para deportes en equipo y una hora en deporte individual. Lo primero siempre era basquetbol, fútbol o voleibol. Nunca había nada diferente a esos aunque el profesor trataba de variarlo pero siempre sin éxito. Eran ya tan malo con esos tres que no quisiera imaginarme si hubiese elegido beisbol o fútbol americano. Hubiera preferido nunca haber vuelto y con un permiso médico permanente podría ser posible.

 La hora de deporte individual siempre era la más extraña. Hacíamos gimnasia o atletismo y eso era algo que me ponía igual de mal que tener que evitar que una pelota me golpeara en el cuerpo. Correr no sé cuantas veces alrededor de las canchas de fútbol era simplemente avergonzante. No solo porque estaba haciendo algo que odiaba sino porque empezaba a ser consciente de la forma en que corría y, como la mayoría de los seres humanos, creo que mi manera de correr era muy graciosa. Era como si yo mismo le diera un arma a los demás para que me la clavaran en la espalda, así se sentía y tal vez así se veía también. Además no sabía respirar corriendo y eso complicaba aún más las cosas.

 Creo que lo menos horrible era la gimnasia. Lo hacía un poco menos mal y era normalmente fácil a menos que se le ocurriera al profesor traer las barras paralelas o alguna de esas malditas cosas. Estaban bien para los que parecían haber hecho ejercicio desde el vientre, pero para mi eran sumamente difíciles y me sentía como el niño más inútil en las Olimpiadas especiales. Lo peor era que sabía que en esas Olimpiadas seguro todos los concursantes eran mejores que yo y probablemente se quejaban mucho menos de todo. Yo solo hacía lo que podía y trataba de que esos días pasaran rápidamente para después olvidarlos rápidamente.

 Ya sé lo que piensan: me quejo mucho para algo tan tonto, verdad? Pues bueno, ese es un rasgo de personalidad que fue surgiendo poco a poco y se manifestó hasta los dos últimos años de la escuela. La verdad era que antes de eso prefería escabullirme a cualquier lado, sentirme miserable y simplemente no hablar de nada con nadie. Para mi la gente era demasiado que manejar y fue solo después que descubrí que todos son iguales de idiotas a mi. Y con eso quiero decir que todos sienten miedo y seguramente cuando yo me sentía vulnerable en el colegio también muchos otros se sentían de la misma manera. Cuando lo pensé años después, pensé que había sido una tristeza nunca haber sabido quienes eran esas personas.

 Esos años raros los pasé caminando por todas partes, conociendo los rincones del colegio y simplemente deseando que el tiempo pasara a toda velocidad. Quería no tener que seguir yendo a la escuela pero eso era algo que no iba a pasar. Y la clase de educación física era un constante recordatorio de que, por mucho que uno quiera, las cosas no cambian. Fue solo hasta el último año que por razones de calificaciones las cosas cambiaron un poco pero incluso ese año me salí de clase un par de veces porque no soportaba nada y no me soportaba a mi mismo en esa clase. Y eso que al final hacíamos yoga y cosas que parecían relajantes pero muchas veces no lo eran porque pedían cosas de mí que simplemente no estaban allí.

 En esos últimos años, ya conocía gente que odiaba tanto como yo el hecho de tener que ir a esa clase. Además, coincidíamos en algunos gustos y en clases entonces era natural que pasáramos el tiempo juntos. Lo que nunca me ha gustado mucho es estar en grupos grandes. Supongo que me pasa lo mismo que cuando jugaba fútbol o algo así. Simplemente no puede manejar tanta gente al mismo tiempo y no es que todos se interesen por mi o algo por el estilo sino que me siento presionado a más cuando estoy rodeado de personas. Antes era peor, pues tenía pequeños ataques de ansiedad y odio para todo el mundo pues detestaba sentirme así. Menos mal puedo controlar esos arranques ahora y si no me gusta algo lo mando a la mierda. Eso puede salvar vidas.

 Con aquellas personas que me juntaba, no puedo negarlo, lo pasé bien y me divertí en muchas ocasiones. Pero a pesar de todo seguía allí, en el colegio. Era el mismo sitio lúgubre y repetitivo de siempre. Algunas clases me gustaban porque sabía de que iban pero otras para mí eran un desastre pues sentía que no entendía nada por dos razones: porque no era lo suficientemente inteligente y porque simplemente sabía que nada de eso importaba. Descubriría luego en la vida que todo se trata de infligir miedo en la gente para que hagan las cosas de cierta manera y eso pasa en la educación: miedo con los exámenes, con los profesores y demás.

 Pero yo me aburrí de eso cuando lo descubrí y trato desde entonces de jugar según mis reglas y no según las de los demás. Al fin y al cabo, creo que es importante imponerse y decirle al mundo como uno piensa y lo que desea hacer y como. El mundo pocas veces pone suficiente atención como para negar nada así que es una solución bastante buena para aquellos en los que el miedo siempre está, por una razón o por otra. Yo supongo que hay personas que les gusta vivir así, asustadas, porque creen que así lograran más en la vida o que serán más productivos o algo por el estilo. Me parece un juego un poco peligroso pero creo que cada uno debe usar el camino que mejor le parezca y si hay personas que quieren sacrificar su salud mental por llegar a una meta que solo ellos se impusieron, pues bueno.

 Con las personas que hablaba en el colegio fui perdiendo poco a poco la comunicación y sé muy bien porqué fue. Crecimos y nos conocimos mejor y, al menos yo, me di cuenta de que era lo que me gustaba y que tipo de personas quería cerca. Y no era que no fuesen el tipo de personas que me interesan, porque eso sonaría mal y seguramente se sentirían ofendidas pero la verdad de las cosas es que el peso del colegio era algo que siempre vería en ellas y no quiero que mis prejuicios o malos recuerdos perjudiquen mi opinión de alguien. Simplemente ellas y yo no fuimos apartando y creo que es algo natural, los cambios de la vida que siempre suceden.

 Aclaro que en el colegio lo que de menos eran las clases, aunque había un par que hacía de mi vida un infierno. Era más el ambiente, como una capa densa y pesada que era difícil de quitarse de encima. Llena de personas que creían ser mejor de lo que eran o más de lo que eran cuando en verdad ellos eran lo mismo que yo: nada. O mejor dicho, un trabajo en progreso. Todavía me da rabia recordar esos tiempo así que trato, por mi salud mental, no hacerlo con frecuencia y solo para sacar cosas que me ayuden y no me mortifiquen. Porque también hubo mucho bueno: personas, experiencias y conocimientos que siempre tendré a la mano y que le debo al colegio. Eso lo tengo en cuenta y por eso esa relación es tan extraña.

 Después de graduarme, creo que volví al año siguiente por unos papeles y después nunca más. Ni siquiera pasé cerca y si lo hacía instintivamente miraba para otra parte. Recientemente caminaba cerca y no recordaba que allí estaba ese mismo viejo edificio, con esos mismos niños que creen que tienen el mundo a sus pies. Fue como encontrarse con un viejo enemigo, contra el que uno ya no tiene razones para discutir de nada. Solo lo miré por un momento y luego seguí con mi vida. Son recuerdos muy amargos y experiencias que pasaron dentro y fuera que no me dejan darle un cierre real a mi relación con el colegio. Por eso los aburro con este relato de mis experiencias.


 A veces pienso en la gente que conocí allí. Algunos sé que hacen y les deseo, de corazón, lo mejor. A otros no les deseo nada pues nunca me inspiraron nada. Se dijeron cosas a espaldas de la gente y otras de cara pero yo no guardo resentimiento por cosas de niños. Eso sí, no siento nada y no puedo alegrarme por nada que les pase a ninguna de esas personas. Para mi fueron solo actores de reparto en mi vida. Muchas veces extras sin dialogo que solo lanzaban miradas furtivas como fieras de la selva. Pero ahora todo eso ya no importa pues cada vida es única y la mía es esta. Todo eso ya fue y ahora espero lo que será, que espero brinde mucho más que todo mi pasado.

martes, 25 de agosto de 2015

365

   Hace un año me sentía como una mierda. Para que les voy a cambiar la palabra cuando esa describe a la perfección lo que quiero decir? Así era, una mierda completa pues no tenía ya más salida que respirar y calmarme. No había más que hacer, nada más que elegir y nada más que pensar. No había oportunidades, ni opciones de ningún tipo y la verdad era que no veía como nada pudiese salir bien alguna vez. Hace un año me sentía traicionado por mi propio cuerpo y por mi propio ser. Todo se había puesto en mi contra y había llegado al punto de lastimarme a mi mismo porque no tenía nada más que hacer, no tenía otra válvula de escape. Todo esto es cierto, no es una historia que estoy inventando ni un cuento como los otros 364 que he escrito en esto últimos días.

  De hecho, no creo que nadie nunca haya pensado que este era un cuento. Cuando alguien escribe de lo que sabe, de lo que ha vivido y por lo que ha pasado, se nota. Puede que no sea escritura excelente de esa que pretenden escribir los disque grandes maestros, pero es algo que leer y es real. Personalmente, creo que eso vale mucho más que un montón de lindas palabras buscadas en el diccionario de sinónimos y antónimos. Con mi historia personal no quiero sorprender a nadie ni nada por el estilo. Lo que quiero es decirla y ya. Si ayuda a alguien o no, no es mi problema y no es mi objetivo. No soy asistente social ni nada por el estilo así que no esperen que tenga un bonito mensaje porque simplemente no lo hay. Lo que hay es la verdad y la verdad no viene con mensajes.

 En esa ocasión, me golpee a mi mismo y me hice sangrar. Mi cuerpo entero tembló y me odié. Puedo decir que mi persona menos favorita en ese momento fui yo mismo y fue ahí cuando caí. No pude hacer nada más porque no había nada más en el mundo para mi. Soy un tipo de 27 años desempleado que vive con sus padres y que estudió una carrera en la que solo se tienen dos opciones: o conoces gente o te prostituyes hasta que se den cuenta que sabes sumar. Porque tu creatividad o tu imaginación no le importan a nadie, a menos que mucha gente sepa quién eres y eso en algún momento los incentive a darte una oportunidad. Ese es el mundo del cine para ustedes.

 Es un mundo encantador y sigo enamorado de él pero, de pronto, no tanto como antes. Al fin y al cabo es un mundo hecho para valientes y personas con tesón y peso en el pantalón como dicen por aquí. Pero yo no tengo nada de eso y la verdad es que no soy un luchador de causas ni siquiera de las mías así que una vida de tanto trabajo y esfuerzo y sacrificio no es para mí. Por eso no podría ser tampoco monje aunque creo que ser homosexual y agnóstico no me hacen el mejor candidato para esa vida tampoco. Así que me quedé sin mundo propio cuando muchos antes, felices o no, en el suyo propio.

 Quiero uno para mí. Y por eso fue que me inventé este espacio y pensé que escribir cada día podría ser una terapia para mi mente e incluso para mi cuerpo. Sí, fue algo que me inventé yo mismo porque ya lo había venido pensando o haciendo, de una manera o de otra. No me dio la idea uno de esos sicólogos a los que no les creo una palabra. Personalmente creo que todo ese mundo, porque también lo es, es uno lleno de mentiras y patrañas ridículas para hacer que la gente crea que esta mejor pero en verdad está igual. Los sicólogos para mi son solo ratas que se alimentan de los males de los demás. Y si usted lee esto y es sicólogo… Pues no me interesa su opinión. No tendría sentido alguno que me interesara.

 En todo caso, escribir sí me ha ayudado bastante. Me obligo a mi mismo a tener un horario, a estructurar mi tiempo y a tener un ritmo de “trabajo” constante. Por supuesto que nadie me paga porque a nadie le pagan por hacer lo que le gusta, sea lo que sea que digan algunos. Pero eso no me interesa. Nunca he ganado un peso en mi vida y no me voy a venir a obsesionar con eso ahora. Obviamente quisiera ganar de dinero pero pues ya se verá si algún día tengo para pagar unas medias yo mismo o si siempre dependeré de la bondad de mis padres. El dinero es algo tan asqueroso pero necesario, pues alguien se lo inventó para hacer que unos fueran más que otros y lo logró muy bien. Tan bien que alguien sin dinero se le considera un pobre diablo.

 Mis padres. A ellos les debo todo. O más bien debería decir a mi familia, eso sí familia nuclear: papá, mamá y hermanos. Porque el resto, aunque hay algunos que me caen bien, me da un poco igual lo que pase en sus vidas. El sentimiento de pesar no lo tengo muy desarrollado y se requiere de mucha empatía para que empiece a funcionar. Tal vez por eso me siento más cercano a algunas personas con las que no comparto sangre que con esas personas que dicen ser mi familia. En todo caso, mi familia nuclear es el apoyo más grande que he tenido en este año. No sé si ellos lo saben pero lo son y no, no creo que deba decírselos. Para qué matar la magia de las cosas?

 Mi vida antes era muy distinta pues era el mundo mismo, las decisiones familiares y propias las que habían estructurado mi mundo. La educación sobre todo era la que me tenía, a falta de mejor expresión, a raya. No me dejaba pensar en otras cosas que no fueran el estudio, con contadas excepciones por supuesto. Tampoco voy a pretender ser un “nerd” o algo por el estilo. Solo ver mis calificaciones del colegio les probará que eso obviamente no es verdad. Pero siempre me sentí seguro por esa estabilidad temporal, si es que se puede llamar así. Odié el colegio y amé la universidad pero independientemente de eso, me sentía seguro en ambos sitios. Por eso cuando dejé de hacer algo, me perdí.

 Tuve que hacerme sangrar para darme cuenta que las cosas habían cambiado y que siguen cambiando porque así es la vida. Nada se queda para siempre pues para algún lado tiene que moverse. Por eso hace un año cree esta estructura literaria para seguirla todos los días por un tiempo y tratar de hacerla conocer a la gente. Eso ha tenido resultados diversos porque, a pesar de un práctico contador en la página en la que subo estos textos, no tengo ni idea cuanta gente de hecho lee lo que escribo cada día. De pronto algunos comienzan pero lo dejan, otros abren el enlace por error y así. En esta ocasión, debo decir que no me da igual pues si quisiera que la gente leyera lo que escribo porque le llama la atención.  Pero no hay manera de obligar a nadie a nada así que hago lo que puedo y no más.

 Un año de escribir todos los días puede oírse parecer algo cansado o difícil pero la verdad es que, la mayoría de los días, no lo ha sido. Por supuesto, hay días que me despierto y no tengo ni idea que es lo que voy a escribir. Verán, escribo apenas me despierto y después desayuno. Lo he hecho así porque mis sueños han proporcionado muchas de las ideas que termino usando para escribir relatos así que si escribo apenas me levanto tengo los recuerdos más frescos. Y no, no escribo mis sueños sino que me baso en algo que recuerde, lo tomo y lo convierto en algo más. Otras veces solo invento de la nada o me baso en experiencias o en cosas que conozco de algún momento en mi vida.

 El acto de escribir, como tal, debo decir que es tremendamente fácil. No sé si es por mi imaginación, pero así lo siento.  Lo único de verdad difícil es que se puede uno bloquear de la nada y eso sí que duele. Menos mal, sé que con esfuerzo puede uno saltar sobre esa barrera. Además como yo escribo una historia distinta todos los días, resulta algo más fácil que si escribiera una novela. Y como dije antes, aquí nadie dice que esté escribiendo obras maestras de la literatura. Y no aspiro a eso porque no creo que el arte, el que sea, deba ser esa cosa inalcanzable que solo los artistas míticos pueden alcanzar. El arte es imaginación y todos la tenemos así que todos tenemos la capacidad de ser artistas.

 Bueno o malo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal le ﷽﷽﷽﷽﷽﷽alo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal sea, deba ser esa cosa inalcaá esos ojos pongan atención porque eso es lo que más necesitamos y no solo como artistas sino como seres humanos. Necesitamos que nos escuchen, que nos sientan y que vean, así de simple. No hay nada peor que sentirse invisible en un mundo en el que, cada vez y por más razones, somos más invisibles que nunca. Sea por nuestra apariencia física o lo que hacemos,  algunas personas ni nos ven y otros, en cambio, son el foco de atención de todos los que están a su alrededor.


 Supongo que seguiré escribiendo hasta que otra estructura reemplace está que me hice a mi mismo. Pronto, por fin, tendré una nueva oportunidad. A veces me da miedo y otras veces me siento con ganas de afrontarlo. Y la verdad es que lo único que quiero es estar tranquilo. Yo no quiero fama o fortuna, lo que quiero es ser feliz y estar en paz conmigo mismo. Y, por supuesto, que me vean y reconozcan que soy alguien porque, debo decirlo, necesito que me vean. Es una necesidad, tal vez innecesaria, pero una necesidad al fin y al cabo. Pero aclaro que estoy bien y que seguiré estándolo mientras pueda respirar y sonreír de vez en cuando. Es lo más importante.