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martes, 25 de agosto de 2015

365

   Hace un año me sentía como una mierda. Para que les voy a cambiar la palabra cuando esa describe a la perfección lo que quiero decir? Así era, una mierda completa pues no tenía ya más salida que respirar y calmarme. No había más que hacer, nada más que elegir y nada más que pensar. No había oportunidades, ni opciones de ningún tipo y la verdad era que no veía como nada pudiese salir bien alguna vez. Hace un año me sentía traicionado por mi propio cuerpo y por mi propio ser. Todo se había puesto en mi contra y había llegado al punto de lastimarme a mi mismo porque no tenía nada más que hacer, no tenía otra válvula de escape. Todo esto es cierto, no es una historia que estoy inventando ni un cuento como los otros 364 que he escrito en esto últimos días.

  De hecho, no creo que nadie nunca haya pensado que este era un cuento. Cuando alguien escribe de lo que sabe, de lo que ha vivido y por lo que ha pasado, se nota. Puede que no sea escritura excelente de esa que pretenden escribir los disque grandes maestros, pero es algo que leer y es real. Personalmente, creo que eso vale mucho más que un montón de lindas palabras buscadas en el diccionario de sinónimos y antónimos. Con mi historia personal no quiero sorprender a nadie ni nada por el estilo. Lo que quiero es decirla y ya. Si ayuda a alguien o no, no es mi problema y no es mi objetivo. No soy asistente social ni nada por el estilo así que no esperen que tenga un bonito mensaje porque simplemente no lo hay. Lo que hay es la verdad y la verdad no viene con mensajes.

 En esa ocasión, me golpee a mi mismo y me hice sangrar. Mi cuerpo entero tembló y me odié. Puedo decir que mi persona menos favorita en ese momento fui yo mismo y fue ahí cuando caí. No pude hacer nada más porque no había nada más en el mundo para mi. Soy un tipo de 27 años desempleado que vive con sus padres y que estudió una carrera en la que solo se tienen dos opciones: o conoces gente o te prostituyes hasta que se den cuenta que sabes sumar. Porque tu creatividad o tu imaginación no le importan a nadie, a menos que mucha gente sepa quién eres y eso en algún momento los incentive a darte una oportunidad. Ese es el mundo del cine para ustedes.

 Es un mundo encantador y sigo enamorado de él pero, de pronto, no tanto como antes. Al fin y al cabo es un mundo hecho para valientes y personas con tesón y peso en el pantalón como dicen por aquí. Pero yo no tengo nada de eso y la verdad es que no soy un luchador de causas ni siquiera de las mías así que una vida de tanto trabajo y esfuerzo y sacrificio no es para mí. Por eso no podría ser tampoco monje aunque creo que ser homosexual y agnóstico no me hacen el mejor candidato para esa vida tampoco. Así que me quedé sin mundo propio cuando muchos antes, felices o no, en el suyo propio.

 Quiero uno para mí. Y por eso fue que me inventé este espacio y pensé que escribir cada día podría ser una terapia para mi mente e incluso para mi cuerpo. Sí, fue algo que me inventé yo mismo porque ya lo había venido pensando o haciendo, de una manera o de otra. No me dio la idea uno de esos sicólogos a los que no les creo una palabra. Personalmente creo que todo ese mundo, porque también lo es, es uno lleno de mentiras y patrañas ridículas para hacer que la gente crea que esta mejor pero en verdad está igual. Los sicólogos para mi son solo ratas que se alimentan de los males de los demás. Y si usted lee esto y es sicólogo… Pues no me interesa su opinión. No tendría sentido alguno que me interesara.

 En todo caso, escribir sí me ha ayudado bastante. Me obligo a mi mismo a tener un horario, a estructurar mi tiempo y a tener un ritmo de “trabajo” constante. Por supuesto que nadie me paga porque a nadie le pagan por hacer lo que le gusta, sea lo que sea que digan algunos. Pero eso no me interesa. Nunca he ganado un peso en mi vida y no me voy a venir a obsesionar con eso ahora. Obviamente quisiera ganar de dinero pero pues ya se verá si algún día tengo para pagar unas medias yo mismo o si siempre dependeré de la bondad de mis padres. El dinero es algo tan asqueroso pero necesario, pues alguien se lo inventó para hacer que unos fueran más que otros y lo logró muy bien. Tan bien que alguien sin dinero se le considera un pobre diablo.

 Mis padres. A ellos les debo todo. O más bien debería decir a mi familia, eso sí familia nuclear: papá, mamá y hermanos. Porque el resto, aunque hay algunos que me caen bien, me da un poco igual lo que pase en sus vidas. El sentimiento de pesar no lo tengo muy desarrollado y se requiere de mucha empatía para que empiece a funcionar. Tal vez por eso me siento más cercano a algunas personas con las que no comparto sangre que con esas personas que dicen ser mi familia. En todo caso, mi familia nuclear es el apoyo más grande que he tenido en este año. No sé si ellos lo saben pero lo son y no, no creo que deba decírselos. Para qué matar la magia de las cosas?

 Mi vida antes era muy distinta pues era el mundo mismo, las decisiones familiares y propias las que habían estructurado mi mundo. La educación sobre todo era la que me tenía, a falta de mejor expresión, a raya. No me dejaba pensar en otras cosas que no fueran el estudio, con contadas excepciones por supuesto. Tampoco voy a pretender ser un “nerd” o algo por el estilo. Solo ver mis calificaciones del colegio les probará que eso obviamente no es verdad. Pero siempre me sentí seguro por esa estabilidad temporal, si es que se puede llamar así. Odié el colegio y amé la universidad pero independientemente de eso, me sentía seguro en ambos sitios. Por eso cuando dejé de hacer algo, me perdí.

 Tuve que hacerme sangrar para darme cuenta que las cosas habían cambiado y que siguen cambiando porque así es la vida. Nada se queda para siempre pues para algún lado tiene que moverse. Por eso hace un año cree esta estructura literaria para seguirla todos los días por un tiempo y tratar de hacerla conocer a la gente. Eso ha tenido resultados diversos porque, a pesar de un práctico contador en la página en la que subo estos textos, no tengo ni idea cuanta gente de hecho lee lo que escribo cada día. De pronto algunos comienzan pero lo dejan, otros abren el enlace por error y así. En esta ocasión, debo decir que no me da igual pues si quisiera que la gente leyera lo que escribo porque le llama la atención.  Pero no hay manera de obligar a nadie a nada así que hago lo que puedo y no más.

 Un año de escribir todos los días puede oírse parecer algo cansado o difícil pero la verdad es que, la mayoría de los días, no lo ha sido. Por supuesto, hay días que me despierto y no tengo ni idea que es lo que voy a escribir. Verán, escribo apenas me despierto y después desayuno. Lo he hecho así porque mis sueños han proporcionado muchas de las ideas que termino usando para escribir relatos así que si escribo apenas me levanto tengo los recuerdos más frescos. Y no, no escribo mis sueños sino que me baso en algo que recuerde, lo tomo y lo convierto en algo más. Otras veces solo invento de la nada o me baso en experiencias o en cosas que conozco de algún momento en mi vida.

 El acto de escribir, como tal, debo decir que es tremendamente fácil. No sé si es por mi imaginación, pero así lo siento.  Lo único de verdad difícil es que se puede uno bloquear de la nada y eso sí que duele. Menos mal, sé que con esfuerzo puede uno saltar sobre esa barrera. Además como yo escribo una historia distinta todos los días, resulta algo más fácil que si escribiera una novela. Y como dije antes, aquí nadie dice que esté escribiendo obras maestras de la literatura. Y no aspiro a eso porque no creo que el arte, el que sea, deba ser esa cosa inalcanzable que solo los artistas míticos pueden alcanzar. El arte es imaginación y todos la tenemos así que todos tenemos la capacidad de ser artistas.

 Bueno o malo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal le ﷽﷽﷽﷽﷽﷽alo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal sea, deba ser esa cosa inalcaá esos ojos pongan atención porque eso es lo que más necesitamos y no solo como artistas sino como seres humanos. Necesitamos que nos escuchen, que nos sientan y que vean, así de simple. No hay nada peor que sentirse invisible en un mundo en el que, cada vez y por más razones, somos más invisibles que nunca. Sea por nuestra apariencia física o lo que hacemos,  algunas personas ni nos ven y otros, en cambio, son el foco de atención de todos los que están a su alrededor.


 Supongo que seguiré escribiendo hasta que otra estructura reemplace está que me hice a mi mismo. Pronto, por fin, tendré una nueva oportunidad. A veces me da miedo y otras veces me siento con ganas de afrontarlo. Y la verdad es que lo único que quiero es estar tranquilo. Yo no quiero fama o fortuna, lo que quiero es ser feliz y estar en paz conmigo mismo. Y, por supuesto, que me vean y reconozcan que soy alguien porque, debo decirlo, necesito que me vean. Es una necesidad, tal vez innecesaria, pero una necesidad al fin y al cabo. Pero aclaro que estoy bien y que seguiré estándolo mientras pueda respirar y sonreír de vez en cuando. Es lo más importante.

miércoles, 8 de julio de 2015

Locos sueños

   Si hay algo que me gusta es soñar. Y no, no me refiero a imaginarme cosas que nunca van a pasar pero sin embargo “perseguirlas” hasta que ocurran. En esas estupideces yo no creo. Sería casi como creer en el genio de la lámpara o en el dragón de los deseos o algo por el estilo. No, yo me refiero a los sueños de verdad, esos que tenemos con frecuencia cuando estamos dormidos. Aunque es verdad que, según dicen, siempre soñamos, solo unas pocas veces logramos recordar un sueño y muy pocas veces lo podemos recordar en su totalidad. Pero es un ejercicio divertido: tratar de recordar todas las aventuras o desventuras que acaban de pasar en nuestra cabeza. Para mi, entre más raro y emocionante, mejor. Quiere decir que mi cerebro va muy bien.

 Obviamente las pesadillas no son mis preferidas ni las de nadie. Nos hacen despertar sudando frío y a las cinco de la mañana, sin poder siquiera entender que fue lo que pasó. A veces es porque comimos mucho antes de dormir o porque nos pusimos a leer o ver algo especialmente violento o asqueroso antes de dormir. Por eso siempre es recomendado no sobrecargarse de cosas antes de cerrar los ojos. El cerebro humano es muy fácil de disuadir así que podemos evitar casi todas las pesadillas que tenemos. Eso sí, a pesar de ser estresantes y todas las consecuencias que tienen en nuestra pobre mente, las pesadillas también pueden hablar bien de nuestra capacidad de imaginar e incluso de sentir. Alguien que no haya tenido una, puede ser de desconfiar.

 Normalmente mis sueños, y supongo yo que la mayoría de sueños, se asemeja a una película mal editada. Hay cortes raros por aquí o por allá, que nunca sé si son resultado de mi memoria que borra lo que es de poca recordación o si en verdad mi cerebro pasa de una “escena” a la otra así no más. En mi caso, muchas veces los sueños son como un recorrido. Puedo recordar empezar en algún lado pero también como empiezo a moverme y así circulo a través de diferentes sueños formando una cadena de ellos que puedo conectar por diferentes temas o incluso por los personajes que aparecen allí conmigo.

 Yo siempre soy yo o, al menos, la mayoría de las veces. Creo que a mi cerebro no le gusta mucho la idea de disfrazarme o de hacerme pasar por alguien que no soy. De hecho, podría atreverme a decir que ese es el punto. En nuestros sueños, podemos ser nosotros mismos, los de verdad, sin que nadie pueda decir nada ni prohibir nada. Y cuando digo nosotros mismos, digo todo nuestro ser, como aberraciones, sentimientos, gustos y disgustos. Porque eso es lo que nos hace ser quien seamos así a veces ocultemos o ignoremos ciertos rasgos de nuestro propio ser. En nuestros sueños estamos en casa y en ese sentido no hay por qué ocultar nada de nada de nadie. Solo somos nosotros.

 El sueño de volar es uno de los más comunes y todos lo hemos tenido, o eso creería yo. Supongo que ocurre porque es liberador, porque nos hace sentir verdaderamente libres y además no da un poder que sabemos no es real. Eso nos hace sentir especiales y quién no quiere sentirse especial en este mundo donde, en realidad, nadie lo es? Los sueños son nuestro mundo y son una vía de escape, son lo único que en verdad es nuestro. Nuestros pensamientos también lo son pero estos los podemos compartir e incluso algunas personas los pueden adivinar según nuestro comportamiento. Es muy fácil hacerlo en muchas ocasiones. Pero nadie puede ver los sueños de nadie más ni describírselos a un amigo en detalle.

 Esto es porque, como decíamos antes, nunca nos acordamos de todo lo que ocurre en un sueño. Siempre hay partes que faltan, huecos que ya despiertos muchas veces llenamos de supuestos y conjeturas pero que en realidad siguen inmersos en el misterio. Podemos suponer que lo que recordamos de un sueño es lo más importante pero eso sería tanto como decir que de un viaje largo lo que más recordamos es lo bonito y alegre. Todos sabemos que los accidentes y demás tragedias nos marcan mucho más que un beso o un abrazo. Esa es la triste realidad. Así que cuando nos despertamos recordamos pedazos y ya depende de nosotros si queremos armar algo con esos pedazos o simplemente dejarlo todo quieto y saber que disfrutamos el viaje.

 Porque los sueños son como las montañas rusas o como una caminata por algún lugar especial. Son recorridos, a veces largos y a veces cortos, que terminan y no siempre podemos apuntar cual fue nuestra parte favorita pero sabemos que lo repetiríamos si nuestra sensación al final es de placer o felicidad. Acaso a quién no le ha pasado con sueña con alguien, una persona maravillosa y perfecta? y quisiéramos quedarnos allí con esa persona para siempre pero sabemos que no es posible y entonces queremos seguirlos viendo en sueños pero como no podemos encontrarlos, nunca los vemos más.

 Esos amores de los sueños son intoxicantes porque son ideales, son muchas veces tal y como nos gustaría que fuese la próxima persona que llegase a nuestras vidas. Eso es así porque en nuestros sueños el cerebro coge de todas partes para formar el viaje y toma caras y cuerpos familiares, sensaciones que hemos podido experimentar y lugares que hemos visitado antes. Todo es reciclado y entregado a nosotros en una forma atractiva y diferente, de la que muchas veces quisiéramos saber más. Es un mundo muy poderoso, aquel de los sueños, porque nos muestra lo que más queremos pero sabemos que jamás podremos hacer realidad porque no es algo que sea factible. Ese es el punto de los sueños.

 Por eso es cómico cuando hay personas que dicen que pueden leer los sueños y así decirle a alguien como será su futuro o que quieren decir cada una de las cosas que ocurrieron. Los seres humanos no tenemos ninguna forma de saber nada más que de el presente y si acaso del pasado cuando no lo ignoramos o lo metemos debajo de un tapete. Los sueños no quieren decir nada más allá del significado obvio que tienen para los que los sueña. Es ridículo que alguien venga y te diga que quiere decir todo eso que viste cuando tu lo sabes muy bien porque fuiste tu, tu inconsciente en todo caso, quien creó todo ese maravilloso mundo que desapareció al despertar. Nadie más puede decir nada al respecto.

 Hay sueños que dan miedo, otros que dan felicidad, otros que son muy raros, otros que desarrollan nuestros más bajos instintos y así sigue porque no tienen límite ya que sus únicas fronteras son las que tenemos nosotros en el cerebro. Lo increíble es que los sueños son lo que más tenemos en común los seres humanos, porque todos los hacemos e incluso tenemos sueños similares como los de volar. Y también tenemos en común que para todos son procesos de liberación, así sea por unas cuantas horas. Ni la persona más reprimida deja de soñar y su inconsciente siempre termina mostrando la realidad porque no hay una persona en este mundo que tenga algún control sobre los sueños.

 Y esa es, sin duda, una de sus más bellas características. Esa libertad, esa fluidez e increíble potencial. A veces hay gente que se despierta vigorizada, como si les hubieran inyectado el mejor remedio en existencia. Esa seguramente es la función de los sueños: relajar nuestra mente y darnos un verdadero respiro de todo lo difícil y horrible que hay en el mundo, que es mucho. También esa es la razón por la que, cuando estamos en tiempos difíciles, casi nunca nadie recuerda que soñó. Es como un bálsamo curativo que nuestro propio cerebro nos unta en el alma, corazón o como lo quieran llamar. El caso es que nos ayuda a seguir adelante, da un paso por vez y sin mirar atrás.

 Lo increíble de todo esto es que todo ocurre por nosotros mismos. No hay intervención de nadie más, no hay nadie que nos diga que hacer o como. Los sueños son todo responsabilidad nuestra y por eso es que nos complacen tanto. Nadie los hace para nosotros ni nadie puede criticar su contenido porque ese contenido somos nosotros mismos y la realidad es que, aunque a veces podemos llegar a odiarnos, al fin y al cabo siempre vivimos con nosotros y sabemos como manejar todo tipo de situaciones, incluidos esos locos sueños en los que nos manda nuestro subconsciente, a veces a manera de análisis y otras veces a manera de diversión.


 El caso es que soñar, soñar dormido, es uno de los mayores y más privados placeros de la vida. Son nuestros, son de lo poco que es verdad personal y que no podemos ni siquiera compartir con esa fuerza y empuje que tienen. Lo mejor de los sueños es que nos enseñan pedacitos de quienes somos y así no ayudan a seguir adelante, sin depende de ellos.

miércoles, 10 de junio de 2015

Diez mil

   Sin oxigeno no podríamos vivir. Ese es un hecho innegable. Sin agua tampoco o sin los minerales y vitaminas que consumimos con cada alimento. Nuestras vidas, nuestra existencia como especie depende de muchos factores, muchas veces pequeños, que deben existir para nosotros existir también. Pero algo que también debe haber para seguir adelante son las ideas. Sin ideas, cualquier ser humano se estanca y comienza a repetirse, comienza a ser lo mismo que ha sido antes o lo mismo que otros han sido antes, que puede ser mucho peor. Sin imaginación, la única ventaja evolutiva del ser humano se muere y, sin darnos cuenta, nos vamos muriendo por culpa de la rutina, de hacer y decir lo mismo todo los días.

 Como el aire que necesitamos respirar, la imaginación es clave para que cada individuo puede sentir que tiene posibilidades. No importa de que. Sea de progreso o de reproducción o de ser el mejor, sin imaginación y las ideas que produce no podríamos nunca tener nada de lo que quisiéramos, sea algo “pequeño” o algo “grande”. El tamaño de esas ideas es algo relativo ya que no son lo mismo para cada persona pero son esenciales para ir impulsándolo por la vida. Sea aprender más de algo o conocer a alguien nuevo o de pronto lograr ese puesto deseado, todas son ideas, también llamadas ambiciones, que mueven el motor mental de cada ser humano y lo hacen ser inventivo para llegar a lo que quiere.

 Hay que hacer la diferencia: las ideas no son sueños ni anhelos. Estos casi nunca ocurren de verdad y tienen siempre un elemento que los hace imposible de realizar. Los sueños, aunque parezca que no, son cosas que uno quiere ya, sin mayor esfuerzo. Son ideas fantásticas pero no ideas prácticas o realistas. Ser presidente es un sueño, por ejemplo. No es que sea algo imposible pero no es realista en la gran mayoría de los casos. O por ejemplo tener un cuerpo definido e “ideal”. No es realista si la persona busca obtener ese cuerpo sin el menor esfuerzo posible.

 En cambio las ideas son casi siempre estructuradas, tienen un proceso y una razón por existir. Nadie tiene una idea sobre algo que saben en lo más profundo de su ser que es imposible. Un idea siempre parece factible para quién la propone y casi siempre lo es. Hay excepciones pero esto ocurre cuando las ideas se mezclan con los sueños y crean un híbrido que es fantástico pero parece ser algo que se puede alcanzar.

 Hay ideas buenas e ideas malas. Eso está claro. Pero nunca es malo tener una idea como tal porque eso quiere decir que estamos reflexionando, que estamos usando nuestra capacidad de inventiva y de creación que es lo que nos hace humanos. Por supuesto, nadie dice que todo ser humano debe ser un inventor empedernido ya que eso no sería realista. Pero sí sería bueno que todo ser humano se acercara a su vida diaria con una mirada más analítica y menos fatalista. Que busca resolver problemas y hacer cosas con ideas, estructurando lo que se debe hacer y haciéndolo. La gran mayoría de la gente no es así sino que hacen y hacen y hacen y esperan a ver cual es el resultado, esperando que las consecuencias estén a su favor sin habérselo propuesto tal cual.

 Obviamente la vida no puede ser tan cuadriculada de planear cada momento. Todos sabemos que incluso haciéndolo así, la vida siempre tiene sorpresas y ocurren cosas inesperadas que nos toman por sorpresa y nos hacen dar cuenta que son pruebas que buscan analizar como somos y que tipo de persona hay en nuestro interior. Hay momentos que sí es bueno dejarse llevar y ver que pasa, porque a veces la mejor idea es ceder y esperar o simplemente seguir adelante y ver que ocurre.

 Esto último fue lo que yo hice con mi blog. No fue algo que yo hubiese planeado desde hace tiempo, eso es verdad. Pero fue una idea que tuve a raíz de un momento difícil y fue la única respuesta que tuve para poder canalizar mi energía en algo más que no fuese aquello que me estaba agobiando. No le iba a entregar mi vida a los sentimientos, a las cosas sobre las que no tengo control alguno. No iba a quedarme mirando más y tomé la decisión de crear un blog. Está claro que no es una idea revolucionaria ni para mí ni para nadie pero era lo que necesitaba en ese momento. Y fue así que me puse a escribir las historias y fragmentos de opinión que tal vez alguien haya leído alguna vez. Eso, nunca lo sabré a ciencia cierta.

 Pero, de hecho, ese no es el punto. La idea, de nuevo, fue hacer algo por mi y debo decir que lo logré. Al ponerme una regla de escribir todos los días algo nuevo, me impuse a mi mismo un reto. No era una prueba de atletismo ni una prueba mental excesivamente difícil. Era solo escribir lo que se me viniera a la mente y subirlo a internet para ver que pasaba. Pero lo más importante era el hecho de escribir. Siempre se supuso que yo escribía pero yo no lo hacía casi nunca. Traté de escribir una novela y lo hice, tal vez mal o bien pero, de nuevo, no es lo importante.

 De hecho, debemos dejar de concentrarnos en si lo que hacemos estará bien o mal a los ojos de otros. A menos de que sea ilegal, deberíamos hacer o que nos plaza, lo que nos llene el corazón y nos haga felices o al menos no llene de esperanza y de imaginación. Porque eso es lo verdaderamente importante a la hora de hacer lo que sea que se quiera hacer. Si no se saca nada de ello para uno mismo, no tiene sentido. Incluso la gente que va y ayuda a los más necesitados, saca algo para si mismo. El placer de ayudar, de ver a otras personas felices o tal vez solo el hecho de sentir que se puede hacer algo por los demás. No importa cual sea la idea, que es lo que se haga, con tal de que sientas algo después de hacerlo, igual que en el sexo.

 Hoy me di cuenta de que mi blog ya tiene más de diez mil visitas. Para mi es un logro, no importa cuantas de esas visitas hayan terminado en la persona aburriéndose y prefiriendo ver algo en YouTube o en Facebook. Todos tenemos el derecho de que algo no nos guste. Ciertamente hay un montón de cosas que a mi no me gustan pero no por eso voy a dejar de sentirme contento porque tengo un logro más en mi bolsillo. He escrito hasta ahora doscientas ochenta y nueve ideas, sean cuentos o piezas de opinión. Todo escrito por mi, pensando casi siempre en el momento y tomando inspiración de lo que hay alrededor, de lo que soñé, de lo que he vivido y de lo que he visto en mi vida, que es corta para algunos y larga para otros.

 Sé, sin embargo, que esta idea es solo un escape temporal. Lamentablemente no puedo vivir de escribir un blog, al menos no uno como el mío, y debo cumplir ciertas reglas como ser humano. No son cosas que yo elija, o que quiera de hecho, pero son cosas que todos debemos hacer, como una obligación que tenemos con la humanidad. Una de esas es trabajar, algo que yo nunca he hecho en mi vida. Jamás me han pagado para nada. Y no es fácil, porque sin experiencia todos creen que laboralmente no vales nada. Yo daría lo que fuera para que esa dejara de ser mi mayor preocupación pero no va a dejar de serlo, ni para mi ni para nadie.

Esta idea me salvó cuando tuvo que hacerlo pero no puede seguir haciéndolo por el resto de mi vida. Seguiré escribiendo, por supuesto, y quiero llegar al año de publicar una historia por día, pero después de eso no sé que pueda pasar. Hago movimientos suaves, tengo ideas en mi mente que voy ejecutando despacio, pero el mundo va mucho más rápido, a un ritmo tan acelerado que a veces es difícil siquiera pensar en que es lo que está pasando y porque está pasando. Como dije antes, lo importante es tener ideas, no importa las que sean, para seguir adelante y vivir como se pueda.

 Los sueños son bonitos, están hechos de adornos y luz y color pero personalmente los detesto porque son ilusiones. Hoy en día tener sueños es muy popular porque se le ha vendido a la gente que es la única manera de conseguir lo que quieren. Básicamente es lanzar una moneda a una fuente pidiendo un deseo y esperar a ver que pasa. Es una estupidez. Los sueños son cosas que jamás van a ocurrir y que si ocurren es porque nunca fueron en verdad sueños sino esas ideas de las que tanto les hablo. Si se realiza, es porque la persona se esforzó e hizo lo necesario para que su idea rindiera frutos. Y creo que eso fue lo que ha ocurrido conmigo. No me interesa tener el blog más visitado pero que alguien lea, así sea una sola persona, uno de mis textos, es motivo de alegría sin duda alguna.

 Nada cae del cielo, nadie va a responder nunca a nuestros pedidos y esa es la realidad. Religioso o no, eso no tiene nada que ver. O tal vez sí, pero no es el punto. El punto es que no podemos sentarnos a esperar que lleguen las riquezas y las ventajas que queremos en nuestra vida. Y si lo hacemos, debemos estar conscientes de lo que esa decisión significa. A veces sentarse a esperar no es malo, si se sabe lo que se está haciendo. Como dije antes, ninguna idea es mala porque siempre las ideas serán ambiguas. Al fin y al cabo son creadas por seres humanos que están hechos de errores y recuerdos y dolores y alegrías. Una mezcla peligrosa pero muy fructífera.


 En todo caso, sea como sea, le doy las gracias a quienes hayan leído alguno de los cuentos que escritos alguna vez. Y, si me lo permiten, les pido que se queden conmigo en este viaje el mayor tiempo que puedan porque sé que todavía necesito la ayuda, ya que sigo perdido.

sábado, 14 de marzo de 2015

El tiempo

   Todos los hemos pensado alguna vez en la vida: que pasaría si pudiésemos volver al pasado y cambiar algo que hicimos bien por lo que ahora pensamos que deberíamos haber hecho? Y si pudiéramos tener una segunda oportunidad siempre, para enmendar nuestros errores o para hacer las cosas de un modo más favorable para nosotros? El tiempo es algo que nos atrapa y ni nos damos cuenta y nos frustra cuando vemos que es una de esas cosas que no podemos controlas y sobre las que nuestra humanidad es completamente inútil.

 Sé que yo lo he pensado alguna vez. Desde tonterías como tener más tiempo para responder mejor a un insulto o un piropo hasta detenerlo, para poder guardar el momento de una manera más especial, más segura. Después de todo estamos obsesionados con el concepto de “perfección”, un concepto que de hecho es inexistente ya que, por definición, todos los seres humanos somos deficientes en una u otra manera. Incluso aquellos que nacen con cuerpos cien por ciento funcionales o un aspecto físico que responden a los cánones de belleza imperantes, tienen imperfecciones que van más profundo que la superficialidad de la belleza.

 Lo queremos todo bello, bonito, hermoso. Pero eso porque sabemos que el mundo en realidad simplemente no es así. El mundo también es asqueroso, desagradable y enfermizo. La vida es ambas cosas y negar va en directo detrimento de la otra. Cuando deseamos para el tiempo o cambiar lo que hicimos, con frecuencia tiene meta hacer de nuestras vidas algo más ejemplar, algo más nítido y pulido. En otras palabras, algo perfecto. Lo irónico es que si hay algo imperfecto en el mundo, es la vida humana.

 Estamos hechos para equivocarnos. Si no lo hiciésemos, no seríamos humanos sino algo más que no hemos descubierto porque no existe. Y sin embargo, seguimos buscándole ese quiebre al tiempo, una manera de ganarle por lo menos una vez. Esa es la razón por la cual las personas han buscado, durante mucho tiempo borrar las marcas del tiempo de sus cuerpos. Las arrugas, manchas y demás “anomalías” son sistemáticamente borradas, como si se tratase de un libro que hay que ir corrigiendo con el paso de los años.

 Otros viven constantemente con la cabeza metida en el pasado. Están obsesionados con lo que hicieron o dejaron de hacer. A veces incluso están tan decepcionados del presente que preferirían, con seguridad, vivir en un momento pasado en el que el caos fuese menor. Es fácil entender el porqué de la fascinación con el pasado, con lo que ya ocurrió. Se trata, después de todo de un momento en el cual, a pesar de que ciertas cosas ya pasaron, hay otras que no y que podríamos evitar o simplemente solucionar de esa manera. La obsesión del hombre con volver al pasado en obras de ciencia ficción es simplemente porque no aceptamos nuestros errores. Estamos tan adiestrados para ser perfectos, para aspirar a serlo, que cualquier cosa que nos recuerde lo defectuosos que somos nos hiere fuertemente.

 Como hay los unos, los hay de los otros, los que están con la cabeza en el futuro. Esto es sin duda un poco más difícil de comprender ya que no se entiende como alguien puede estar obsesionado, con la mirada fija en acontecimientos que no han tenido lugar. Se trata de aquellas personas que todo lo planean, que tienen una lista y una estructura predeterminada para todo. Son personas que olvidan que la vida biológica de un ser humano no se rige por reglas o por la exactitud. Solo somos y nada más. No somos de una manera determinada ni definida y los que miran el futuro seguido lo olvidan.

 Otra razón es que son personas con mucha fe y esperanza. La mayoría de personas religiosas tienen siempre una parte de su cabeza en el futuro, ya que aspiran siempre a que sus creencias se cumplan. Esperan ver a su dios después de morir o esperan ser salvados de cualquier accidente porque creen que hay alguien que los cuida. Incluso si la vida les demuestra seguido que estamos solo como humanidad, ellos siguen creyendo que en el futuro estarán reunidos con su dios en los cielos o que serán recompensados por sus actos de bondad. Los no religiosos que ven al futuro son simplemente aquellos incansables optimistas, que jamás ven nada de malo en el mundo a pesar de que sin lo malo, lo bueno no existiría.

 El tiempo es calificado sistemáticamente como un enemigo ya que no tenemos herramienta alguna para enfrentarlo. No existe ningún arma o táctica para hacer que se detenga, para hacer que cambie su manera de ser. Porque lo que pasa es que el tiempo solo pasa y sigue, y nada más. Algunos podrían decir que el tiempo es un fragmento de lo que compone nuestro espacio vital, pero otros dirían que el tiempo es solo una línea infinita a la que, como seres mortales, estamos unidos para siempre.

 Para la gran mayoría, el tiempo es un castigo. Que es lo que más impacta en las cortes cuando condenan a alguien? No el lugar de la reclusión o las razones tal cual sino la cantidad de tiempo que es personas estará allí, encerrada. Cual es una de las primeras cosas que preguntamos a alguien nuevo? Su edad. Incluso muchas personas se ofenden si se les hace la pregunta de un momento a otro. Porque ven la edad como algo que los hace cada vez menos perfectos, menos eficientes.

 Es gracioso, si se ponen a pensarlo, ya que el enemigo número uno de la humanidad es el tiempo y, sin embargo, toda nuestra vida la enmarcamos en ese tiempo. Hace mucho nos dimos por vencidos y simplemente dejamos de desafiarlo cada vez que podemos. No encontramos otra forma de manejar nuestras vidas y desde el primer momento de la inteligencia humana sometimos todo lo que sabemos y somos a esa infinita línea del tiempo que nos amarra y simplemente no nos deja ir, ni siquiera cuando ya dejamos de ser parte de este mundo.

 Pero el tiempo no siempre es cruel. Para una mente abierta, liberada de las enajenaciones de la sociedad imperante en el mundo, el tiempo puede ser un aliado implacable. Porque el tiempo pasa pero somos nosotros, después de todo, quienes decidimos que hacemos con él. El tiempo se mueve y no se detiene pero nosotros podemos usarlo para aprender. Porque esa es la razón para la vida humana. Aprender y nada más. No estamos aquí para reproducirnos ni para querernos. Estamos para comprender el mundo y darle algo a cambio. Nuestro intelecto tiene la gran capacidad de usar el tiempo de la mejor manera posible: se trata de crear.

 Es mentira que solo los dioses puedan crear. Cuando se dice eso casi siempre hablan de obras como crear todo un mundo o crear vida de la nada. Pero nosotros podemos hacer las dos cosas. En este momento de nuestra evolución y aunque con los típicos errores de seres imperfectos como nosotros, somos capaces de crear objetos nunca antes vistos, de modificar nuestro mundo para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia y de generar vida donde antes no había nada. Personas que no estaban diseñadas para tener hijos, ahora los tienen y es posible que cada vez esto sea más fácil.

 Hay que tomar en cuenta que ya no somos los mismos de antes. Aunque seguimos sometidos bajo el martillo de la guerra, hemos sido capaces, de vez en cuando y en pequeños grupos, de avanzar juntos como una sola especie que somos. Porque al tiempo no le interesan nuestras diferencias. Al tiempo no le importa si eres hombre o mujer, negro o blanco, tu estatura, tu peso, tu preferencia sexual o el color de tus ojos. Eso simplemente no es de interés porque no cambia nada de cómo el tiempo no envuelve y nos afecta.

 Si pudiéramos entender ese simple hecho, podríamos por fin dejar de pelear contra el paso del tiempo y dedicar esos esfuerzos a hacer lo mejor posible con los segundos, minutos, horas y días que tenemos de vida. Porque, a pesar de todo, seguimos siendo tan mortales como lo fuimos en los primeros días de nuestra existencia. Seguimos muriendo, uno a uno, y eso no va a cambiar jamás, sin importar los muchos avances que tenga la ciencia. La muerte, ligada al tiempo es una realidad que tenemos que aceptar.


 Y así como el tiempo, la muerte no debería ser un enemigo nuestro ni tampoco deberíamos tenerle miedo. Porque tenerle miedo a algo que nos hace quienes somos? Porque tener miedo al momento clave de nuestras vidas, aquel en el que entregamos el manto de nuestra existencia. Podemos hacer de ese momento el punto culminante de una vida de la cual estar orgullosos, con errores, deficiencias y sentimientos puros y reales. Porque ni el tiempo ni la muerte son nuestros enemigos sino nuestros aliados más incondicionales.