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lunes, 28 de noviembre de 2016

Esa casa por el parque

   En el barrio ya habían intentado deshacerse de ella varias veces. No una ni dos sino muchas más y por muchos años. Varias generaciones de vecinos habían llegado y luego se habían ido y ella todavía seguía allí, como desafiándolos a todos con su presencia. Todo el mundo la evitaba e incluso trataban de no mirarla cuando pasaban por la cuadra. Algunos hacían como que apreciaban el pavimento o el cielo. Otros sacaban sus celulares o ponían música y cerraban los ojos, al fin que el camino era derecho. Nadie quería verla ni por equivocación.

 Ella era una casa, como todas las otras. Bueno, eso era por afuera. Por dentro nadie sabía ya como lucía. Estaba claro que parte del techo se había caído hacía unos años por las lluvias y porque el lugar estaba tan en mal estado que no había soportado lo que todas las otras casas sí. El lugar estaba claramente maldito y cada vecino desde hacía unos cuarentas años repetía este hecho como si decirlo en voz alta los protegiera de ello pero obviamente una cosa no tenía nada que ver con la otra. Eso sí, el sitio era un símbolo del barrio.

 De hecho, del conjunto residencial de casas que habían construido hacía tantos años, era de las pocas casas que quedaban. Originalmente eran unas cincuenta casas, casi idénticas por dentro y por afuera. Había sido un proyecto ambicioso con el que habían dado hogar a muchas personas con pagos cómodos y prestamos y muchas otras facilidades de pago. Por eso, en su origen, había sido un barrio más bien humilde. Era un lugar extraño por eso y solo sus habitantes entraban en él y nadie más que ellos. Otros le tenían algo de miedo.

 El miedo de verdad surgió años después, con lo que le pasó a la familia Ruiz. Los vecinos nunca supieron todo con detalle pero el caso era que la madre, Celestina Ruiz, tomó un cuchillo de la cocina una noche y asesinó a su marido y a sus cinco hijos. Según la mejor amiga de ella, quién fue la primera en entrar a la casa luego de lo ocurrido, Celestina seguía sosteniendo el ensangrentado cuchillo mientras estaba en la mitad del patio de tender la ropa. El hedor a muerte, al parecer, era terrible. Algunas personas incluso decían que se podía oler todavía.

 Después de eso la casa estuvo vacante pro muchos años. La asociación de vecinos pagó una limpieza profunda, con variedad de químicos ahora prohibidos, y también le pagó a un sacerdote para que bendijera todo el lugar. Lo que había ocurrido allí nunca había sido completamente explicado y muchas personas estaban seguras de que algún demonio tenía algo que ver con ello. A la misa improvisada en la casa asistieron muchos curiosos que querían ver sangre y caos pero ya no había nada de eso sino un fuerte oler a desinfectante.

Desde entonces la gente quiso tumbar la casa y así ampliar el parque que quedaba justo al lado, pero eso nunca se pudo en ese entonces. La junta de vecinos lo tenía claro: su conjunto residencial se vería afectado integralmente si una de las casas originales era demolida. Tenían claro que si conservaban bien todo, la alcaldía podría darle estatus de patrimonio arquitectónico en el futuro y así los servicios básicos serían mucho más baratos, algo que a todo el mundo le vendría bien. Eso lo lograron hace apenas dos años pero no cambió nada.

 Incluso con ese descuento, la casa sigue estando abandonada. Encima que la gente ni la mira, obviamente nadie nunca ha entrado en mucho tiempo. Algunos niños traviesos se retan a entrar en ella pero ninguno a llegado nunca más allá de la reja perimetral. Y eso es porque una fuerza desconocida los controla y los hace dar media vuelta e irse. Uno de esos niños incluso se orinó encima frente a sus amigos después de tratar de meterse en la casa y las autoridades lo descartaron todo como inventos de un niño con problemas.

 Fueron uno diez años en los que la casa estuvo desocupada después de los asesinatos. Venderla era una prioridad para el consejo de vecinos de la época pues su lucha principal era por mantener la integridad de su pequeña comunidad. Contrataron los servicios de una inmobiliaria pero pronto tuvieron que cambiarla pues la mujer que mostraba la casa aseguró haber sido “tocada” un día después de mostrar la casa, cuando había decidido ir al baño antes de salir hacia su oficina. Nunca nadie supo si la mujer quiso decir que la habían atacado sexualmente o solo tocado, pero en fin.

 Fue después que, después de mucho trabajo, otra compañía inmobiliaria fue capaz de venderle la casas a los huéspedes aparentemente perfectos: eran dos azafatas y dos pilotos. Eran todos amigos y buscaban un lugar para vivir los días que tuvieran descanso. Eso pasaba cada dos semanas, a veces más, pero el punto era que les había gustado la casa pues el aeropuerto estaba más bien cerca. Era perfecto para ellos y se mudaron un día soleado en el que el barrio observaba, incluso cuando ellos no se dieron cuenta de ello. Todos estaban en alerta.

 Pero los días pasaron y los hombres y mujeres de la casa iban y venían sin problema por lo que muchos entendieron que la misa y la limpieza de hacía tiempo habían dado sus frutos. Ya todo estaba bien y los vecinos lentamente dejaron de hablar de la casa y de su pasado. Al menos hasta que un día vieron la noticia en la televisión de que uno de los pilotos y una de las azafatas habían muerto en un accidente aéreo. La causa, según dijeron, eran rayos caídos directamente sobre el aparato.

 A la gente le pareció raro y de nuevo empezaron a observar la casa pero para nada pues los inquilinos que quedaban se fueron por una razón simple: no tenían como pagar el alquiler sin sus compañeros. La gente creyó, de nuevo, que la casa quedaría sola por mucho tiempo después de eso. Pero se equivocaron pues no pasó ni un mes hasta que llegó la familia Robinson. Eran bastante amables y sonrientes. La familia estaba formada por el padre, la madre, un hijo adolescente, un niña pequeña y la madre de la mujer.  Parecían una familia feliz.

 La gente estuvo pendiente de ellos e incluso los invitaron a actividades del barrio, pensando que así de pronto no pasaría nada con ellos. Pero eso no evitó nada de lo que pasaría después. Todo empezó una noche de tormenta, cuando varios rayos impactaron la casa y casi la hacen arder. La lluvia lo impidió pero los vecinos estaban decididamente asustados. Los rayos no eran comunes y los hacía pensar en la tragedia aérea y en que de pronto sí estaba relacionada con la casa y lo que sea que tuviera en sus más oscuros rincones.

 Otra noche, se oyó un escandalo, cosas que se rompían y muebles lanzados contra las paredes. El ruido era tal que todo el mundo miraba por las ventanas. Salieron a la calle cuando los Robinson salieron corriendo a la calle en pijama. Estaban llorando y gritando, pues juraban haber sido testigos de algo demoniaco. Todos se había movido solo y decían que las paredes del cuarto de los niños había llorado sangre. La policía revisó y no encontró nada de eso pero sí vieron el desastre causado y los identificaron como vecinos problemáticos.

 Las noches de ruido y caos siguieron. El rumor era que todo pasaba en el cuarto de la niña pequeña. Un día llegó un coche negro y muchos dijeron haber visto a un sacerdote bajar de él. Esa semana fue intensa pues el ruido era mayor y alguna gente juró haber visto a los muertos de antes deambulando en la noche. Todo culminó una noche en la que los vecinos fueron despertados por el estruendo y luego una voz potente y ronca que los amenazaba de muerte. Cuando salieron a la calle a ver quien era, muchos aseguran haber visto a la niña flotar frente a la casa, hablando con esa voz.


 Los Robinson finalmente se fueron y eso fue lo último que se vio en esa casa. Poco a poco, el conjunto empezó a desvanecerse por la construcción de edificios y la salida de vecinos de hacía muchos años. Pocos de los vecinos originales seguían allí. Sin embargo, todo el mundo sabía de la casa y la ignoraban. Eso será al menos hasta mañana, cuando la casa amanezca en ruinas y el demonio que habita en ella haya decidido que es hora de cambiar de estrategia.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Monstruo / Demonio

   Hay demonios en mis sueños. Hay identidades dobles y personajes que dejan la piel para convertirse en otros. Seres duales que me horrorizan, y me hacen gritar, pero de mi garganta no sale nada sino solo aire. En mis sueños hay cuartos oscuros y lugares a los que ni siquiera yo puedo entrar. Parece que incluso mi subconsciente prefiere alejarme de ciertas cosas que podrían causarme tal shock, que no sería capaz de recuperarme nunca.

 Como entró todo eso en mi mente? O es que acaso lo he tenido siempre, lo he heredado o simplemente está en mi código genético? La naturaleza pudo implantarme esas sombras, esos lugares remotos en mi cerebro. Pero porqué? Para qué? No logro entender nada y eso me pone mal, me hace dar vueltas en la cama, me hace dudar y me hace hacer cosas que normalmente nunca haría.

 A veces el dolor parece ser la única vía de escape pero soy muy cobarde para llegar a esos extremos y eso que mi subconsciente hace un trabajo espectacular dándome la dosis nocturna diaria de dolor y confusión. Que significa todo esto, si es que significa algo? Yo a Freud no le creo ni el apellido pero si los seres humanos somos capaces de soñar, por algo será… no?

 A mi me gustaría soñar con cosas diferentes, con mundo más calmados y más felices. Me gustaría soñar que por fin logro tomar de la mano a esa persona que todavía no conozco, que todavía no sé como se llama ni que apariencia tiene. Eso sí, ahí mi subconsciente me hace un favor, porque es mejor para mi no inventarme ese rostro ni sus complejidades. Solo sentir su mano junto a la mía, entrelazadas por siempre. Solo eso quisiera soñar y no en demonios.

 Habrá sido una película que vi recientemente o tal vez algo que comí? No lo sé pero si llego a saber la respuesta alguna vez, empezaré a hacer exactamente lo contrario. Es horrible como la única imagen que tengo es la de ese ser doble separándose, dejando de lado su carne, su ser físico para pasar a ser otro. No sé porqué mi cuerpo no me despertó. Tal vez la idea era que viera más para comprender algo que de todas manera no he entendido. De pronto hay algún código, algún misterio que debo resolver para entenderme mejor.

 Y eso me asusta más que nada. Me da miedo ver que más puede haber allí, oculto entre los pliegues neuronales, entre todos los recuerdos que guardo con aprecio. Odio, detesto imaginar que en un mar de memorias perfectas y alegres, descansen también las oscuridades más profundas de mi ser, las más impactantes y también las más indeseables. Creo que si las descubro, no podré más conmigo mismo.

 Me he dado asco antes pero esto podría ponerse peor. Si fumara, estaría fumando como loco y si me drogara, me metería algo que contrarrestara el efecto nocivo de estos sueños desquiciados. Aunque me cuidaría porque dicen que el alcohol y las drogas pueden hacer que todo se vea aún peor, aún más grande y amenazador y eso, seguramente, sería simplemente demasiado para mi.

 Lo mejor, creo yo, es salir a dar un paseo entre el viento frío, forzar por medios físicos la desaparición del recuerdo, a menos de forma consciente. Mientras camino y escucho mis pasos, porque no se oye ni se ve nadie más, voy pensando cuidadosamente en todas esas personas que me han hecho feliz y en esos momentos en los que he sonreído con sinceridad y he disfrutado de la vida sin limites de ninguna clase.

 Recuero varios momentos familiares como viajes y comidas y simples tarde con mi madre. Recuerdo las mascotas y el sabor de la comida así como las risas y los timbres de voz de cada uno. Me siento mejor pero al mismo me siento morir pues recordarlos así me hace imaginar que no estoy muy lejos de los últimos momentos de mi vida. Al fin y al cabo, no es algo imposible. Pero sería muy triste un final así, en una calle fría y gris en un país indiferente.

 Sigo caminando y recuerdo el placer. Desde el placer de ver una película favorita o de leer una historia que me llena el alma hasta el placer básico de la experiencia sexual. Los recuerdos son fáciles de reunir y los voy analizando uno a uno. Recuerdo entonces esos personajes, tan bien construidos que parecen reales, tan cercanos que parecen amigos perdidos. El olor de los libros viejos y el calor que emana de una película buena cuando la estas viendo.

 Y desde allí siento el recuerdo del sexo, del olor y del sabor y de todos los demás sentidos cuando están tan alerta de todo. Recuerdo el primer beso y los subsiguientes. Recuerdo los errores y también los aciertos y los momentos en que parecí ser otra persona al estar poseído por Eros y sus demás camaradas. Recuerdo habitaciones, la distribución de los objetos y el nivel de la luz. Es increíble como al esforzarme, puedo recordar tantas cosas, incluso la pasión de alguien que ya no tengo al lado.

 Es entonces que abro lo ojos y me doy cuenta que caminé más de la cuenta y que ahora ya no sé donde estoy. Es un barrio que se ve como todos pero simplemente no lo reconozco. Están los mismos edificios, copias de copias, y las tiendas  y todo lo demás pero no hay nadie y entonces me doy cuenta. Caigo al suelo y grito con todas las fuerza, golpeando el pavimento.

 Me despierto de golpe y maldigo a todos los dioses, no me importa que religión representen o que es o que se supone que cuidan. Los maldigo a todos y los condeno a revolcarse en sus estúpidas ideas y concepciones del mundo. Es por culpa de ellos que tengo esos laberintos en mi mente, es por su culpa que mi felicidad no puede estar completa pues mis mejores recuerdos ya están manchados por esa sombra que lo cubre todo y que es esa ciudad solitaria y ese hombre que se parte en dos.

 No… Lo veo de nuevo y mi estomago se remueve. Esta vez estoy muy despierto, porque siento la cabeza darme vuelta y las tripas queriéndose salir por donde puedan. Me echó en la cama y trato de respirar lentamente. Trato de no pensar en nada pero no lo logro. Ahora sí que necesito esa mano, ahora si que lo necesito a él pero a veces parece que jamás estará aquí cuando lo necesite.

 Así que arrugo las sabanas cogiéndolas con fuerza y respirando lentamente, con los ojos cerrados. No quiero dormir más pero si abro los ojos sentiré que arden y veré todo de nuevo como si estuviese de nuevo en el sueño y no quiero hacerlo. Sin embargo, y después de varios minutos de lucha, mi cuerpo se rinde, porque no es fuerte y no tiene como pelear.

 Sin embargo, y para mi sorpresa, duermo algunas horas y cuando me despierto me doy cuenta que no he tenido un solo sueño, que no he sudado luchando contra seres que no están, que no me duele la garganta de gritar sin sonido alguno. Me doy cuenta que estoy bien, aunque tengo algo de frío. Me pongo una chaqueta y esta vez sí salgo al mundo real y lo primero que hago, antes que nada, es ir a comer.

 El sabor es mucho más rico ahora, es como si todo lo estuviera probando por primera vez y eso que no es alta cocina sino una simple hamburguesa con papas fritas y refresco. Pero todo sabe como si fuera lo mejor del mundo y es una buena comida porque no solo me llena el estomago, que ha dejado de gruñir, sino que también me llena el alma y me deja contento, sonriendo incluso.

 Algunas personas me miran como si estuviese loco y la verdad es que no me importa. Me importa un bledo lo que piensen los que me miran. Solo yo sé que ahora me siento capaz de todo, me siento capaz de dejar la oscuridad atrás y de seguir adelante con mi vida, que podrá no ser emocionante o entretenida, ni siquiera estable, pero eso no importa. Es mía y es lo que tengo y me gusta tenerlo. Después de comer marcho de vuelta a casa y me prometo a mi mismo que no puedo dejar que lo que no conozco me gane siempre.


 Pero entonces, cuando lo analizo todo, me doy cuenta que todo eso todavía está allí y que en algún momento volverá. Porque, al fin y al cabo, hace parte de mi. No tengo un monstruo adentro sino que soy ese monstruo, soy ese demonio que e despierta cada mucho tiempo para recordarme que está ahí y que no planea irse a ninguna parte.