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viernes, 13 de octubre de 2017

Varados en MR-03

   Quedar atrapados en la misma nave salvavidas era lo último que cualquiera de los dos hubiese querido. Era cierto que trabajaban junto en el puente, junto al capitán, pero eso no quería decir que se llevaran remotamente bien. Solo trabajaban juntos y nada más, no había una relación más allá de obedecer las ordenes y vivir una vida moderadamente tranquila en la nave Descubrimiento, que había sido lanzada hacía tan solo dos años. Ese era el tiempo que llevaban evitando hablar más de lo necesario.

 Pero no hacía sino algunas horas desde que una nave no identificada había lanzado un ataque sin respiro contra la nave de exploración. Ellos tenían algunas armas para defenderse pero nada que pudiese aguantar semejante brutalidad. El capitán ordenó la evacuación inmediata, aprovechando la cercanía del planeta MR-03. El lugar había sido objeto de estudio por parte del personal hasta el momento del ataque. Todo el mundo corrió, evitando explosiones y gritones provenientes de todos los pasillos.

 Por alguna razón, los pasos del teniente y los del primer oficial los llevaron exactamente al mismo pasillo y, por consiguiente, a la misma nave de escape. Eran naves que podían servir hasta para diez personas. Pero nadie más venían y la nave no iba a resistir más. Fue el primer oficial el que desató el modulo de la nave, eyectándolo así hacia el planeta. El control sobre el aparato era mínimo pero tuvieron asiento de primera fila para ver la destrucción del que había sido su hogar por tanto tiempo.

 El disco principal voló por todos lados y después fueron los motores los que estallaron creando una onda tan fuerte que desestabilizó a la mayoría de las naves de escape. En el que estaban los dos hombres comenzó a flotar hacia un lugar muy distinto que el resto de la flotilla de sobrevivientes. Mientras la mayoría iba hacia el ecuador del planeta, donde habían detectado un continente amplio, el modulo de los dos hombres se dirigía sobre lo que parecía ser un mar eterno de un liquido parecido al agua.

 Sin decir una palabra, cada uno hizo lo que pudo para estabilizar el modulo. Lo único que consiguieron fue no convertirse en tostadas humanas al entrar a la atmosfera. Cayeron miles de kilómetros, convertidos en un bólido de fuego yendo a una velocidad extraordinaria. El aparato voló sobre el agua e impactó fuerte cerca de lo que en la tierra se llamaría un atolón. La nave pasó por encima de una arena muy fina, de color purpura, que pareció contener la mayoría de la fuerza del accidente. Cuando el modulo estuvo quieto por completo, los dos oficiales salieron del mismo.

 Sabían que podían hacerlo, pues así lo había confirmado su investigación del planeta. Pero aparte de eso, no había mucho que les sirviera para poder sobrevivir. Con aparatos que llevaban encima y dentro del modulo, pudieron deducir que estaban a unos tres mil kilómetros del continente, el único en todo ese mundo. Lo siguiente era saber si el agua era potable. Un simple experimento les aclaró la duda: tenía que filtrar el liquido antes de consumirlo. Fue así que armaron un pequeño campamento.

 El primer día, casi no cruzaron palabra. Lo que se decían era lo mínimo para no chocar el uno contra el otro tratando de sobrevivir. Si uno limpiaba agua, el otro trataría de averiguar como llegar al continente. Si uno estaba en el modulo tratando de que funcionaran los aparatos de comunicación, el otro estaría afuera clasificando las raciones que había en el compartimiento de emergencias. Estaban bien entrenados y eso los hacía un buen equipo, incluso sin tener que hablar.

 Sin embargo, no podían comunicarse con nadie. El modulo había sobrevivido casi completo al choque pero los sistemas internos estaban dañados y era imposible repararlos sin herramientas que solo quienes trabajan en la sección de ingeniería podrían tener a la mano. Ellos eran oficiales, por lo tanto no tenían acceso a nada que se pareciera a lo que necesitaban. Además, la comida era escasa. Y como tantas veces en el curso de la humanidad, fue la razón para establecer un enlace.

 Pero no entre ellos y el resto de los sobrevivientes sino solo entre ellos dos, entre dos hombres que desde su experiencia académica se habían considerado no compatibles. No eran solo sus percepciones humanas sino también exámenes hechos por profesionales los que decían que ponerlos a los dos en el mismo espacio sería un peligro potencial. Pero ambos habían jurado mantenerse al margen de problemas personales y enfocarse únicamente en el trabajo.

Así lo habían hecho y sus superiores habían quedado tan satisfechos, que todos los exámenes fueron olvidados y a los oficiales se les dejó seguir en sus puestos como si nada. Pero en esa época iban a la cafetería de la academia, donde servían lo que uno quisiera, cuando uno lo quisiera. En el atolón solo tenían raciones de comida deshidratada, que debían tratar de comer con algo del agua descontaminada, que sabía a rayos después de procesar casi a mano. La primera conversación entre los dos fue una discusión por el tamaño de las raciones. El primer oficial pensaba tener la porción más pequeña.

 Era una discusión absurda, de eso no había dudas, pero cualquier detalle habría bastado para volverlos locos y ese era el que los estaba haciendo pasar por encima de sus limites, de las barreras que se habían puesto entre los dos. Cada una iba cayendo, a medida que se insultaban y empezaban a reclamarse por errores pasados, comenzando por las acciones cometidas en el modulo y terminando por hechos acaecidos en la academia, que a veces el otro ni siquiera recordaba con claridad.

 Pasados unos minutos, la cosa pasó al plano físico. El teniente se aburrió del aire de superioridad que se daba el primer oficial y le lanzó un puño directo a la nariz, que se quebró al instante. El atacado respondió con un gancho igual o más fuerte en el estomago del otro, haciéndolo revolver lo poco que había comido. Los puñetazos fueron y vinieron, incluyendo también patadas y más insultos y recuerdos que nadie más sino ellos tenían en la cabeza. La sangre caía por todas partes, ignorada por ambos.

 Parecía como si no quisieran parar nunca. Toda la rabia que tenían dentro, así no tuviese nada que ver con su relación laboral, había empezado a salir como espuma de un botella. Cada golpe, no importa donde o como, venía de lugares mucho más oscuros que simples envidias o una simple falta de empatía del uno por el otro y viceversa. Había algo más atrapado tras esa furia salvaje que estaban exhibiéndose en esa pequeña franja de tierra, en un planeta inhóspito y virgen.

 Eventualmente, sus cuerpos dejaron de tener energía. Sin embargo, arrodillados sobre el suelo purpura, se miraron el uno al otro con odio, con rabia, con asco y con resentimiento. Todo eso y más salía de sus ojos, como si fuera un arma mortal cargando hasta tener la energía completa para atacar a discreción. Pero ellos no eran armas. No podían luchar para siempre, no tenían la energía para hacerlo. Sin embargo, se levantaron como pudieron y se embistieron una vez más, con la poca fuerza que les quedaba.

 El único daño entonces fue mucho más profundo de los propuesto. Cayeron juntos al suelo, fundidos en una suerte de abrazo incomodo. Sin fuerzas para luchar, lo único que sus cuerpos pudieron hacer fue exhalar y tratar de seguir viviendo.


El abrazo se mantuvo un buen tiempo, hasta que no fue forzado sino natural. Algunas lágrimas surgieron y se evaporaron sin ninguna referencia a ellas. Al otro día, ya más descansados, comenzaron a hablarse. No solo lograron volver con los demás sino que descubrieron mucho más de si mismos, más de lo que creían saber.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Krom 3

   Cuando Sertov por fin pudo estabilizar la nave, todo dejó de temblar y de sacudirse de un lado para otro. Todo lo que no estaba pegado o amarrado se había caído al suelo y había trozos de un poco de todo. Había gente que todavía creía que el vidrio era un material que valía la pena traer a un viaje por el espacio. Pero lo importante era que todos estábamos vivos, algo temblorosos, pero vivos al fin y al cabo. Yo estaba debajo de la mesa donde comíamos y hacíamos las reuniones. A mi lado estaba la doctora Stuart, que parecía no haber sentido nada y hacía cara como si todo el acontecimiento hubiese sido algo bastante molesto y que le hubiese quitado mucho tiempo. De hecho, al momento en que todo terminó, muy tranquilamente se puso de pie y se fue a su consultorio.

 Yo me quedé en el suelo un rato más, con algo de miedo de que algo inesperado sucediera pero nada pasó. Fui a la cabina de mando y, para mi vergüenza, todos ya estaban allí y cuando entré me miraron igual que lo hacen los niños cuando alguien llega tarde a clase. Éramos un grupo de seis, lo normal en estas naves de comercio de bajo impacto. Llevábamos fruta congelada y algo de titanio, nada muy lujoso la verdad. Sertov, nuestro capitán, nos explicó que por poco no escapamos la gravedad de un planeta enorme y tuvo que hacer una maniobra especial para escapar de su gran poder. Su segundo al mando, un hombre pequeño de apellido Renoir, explicó que habían tenido que usar más combustible del que hubiesen deseado y ahora no teníamos suficiente para llegar a puerto.

 Creo que no hubo nadie que no se quejara. Los Wong, mellizos, no estuvieron muy contentos ya que ellos vivían de cargar naves por todos lados y no podían dejar de hacer sus cosas o el dinero por mes bajaba bastante. A pesar de no ser del mismo sexo, la gente los confundía con frecuencia y por eso casi nadie se molestaba en aprender sus nombres, usando solamente el apellido Wong. Yo era el encargado de monitorear los objetos que entraban y salían y lidiaba con los puertos. Éramos como marineros, casi piratas, negociando donde llegáramos y sin un jefe que nos dijera que hacer y como hacerlo.

 Las opciones eran pocas pero las había. Sertov dijo que podríamos gastar casi toda la gasolina yendo hasta Krom 3, una estación espacial parcialmente abandonada, que había servido hace mucho tiempo como centro minero. La idea no era mala excepto que ese lugar estaba relleno de la escoria más vil de este lado del cosmos. Todos eran o asesinos o ladrones o algo no muy bueno. Nos arriesgábamos a morir si íbamos allá, principalmente porque los Wong habían tenido peleas con muchos de ellos y si sabían que comerciábamos nos podían robar. La otra opción más viable era pedir ayuda pero eso era automáticamente perder la carga y además tiempo pues nos arrestarían de seguro.

 Decidimos, por cinco votos contra uno, ir a Krom 3. El único que votó en contra fue Renoir, que no estaba muy emocionado por ir al lugar ya que el capitán se había encargado de contarlo mil y un historias del sitio, ninguna de ellas muy alegre. El viaje al lugar tomó todo un día, cuando el viaje al puerto al que nos dirigíamos originalmente tomaba tres días completos. Cuando nos fuimos acercando, no era difícil de ver el pasado plasmado en cada rincón de esa estación condenada. Era vieja, ya nadie las hacía así, incluso parecía que habían usado metal para mucha de la estructura. Además, el planeta cercano la cubría constantemente de cenizas y otras suciedades, que la hacían verse incluso más vieja y decaída de lo que en realidad estaba.

 Atracaron en un lugar algo alejado e ingresaron al lugar. El impacto fue casi instantáneo. La doctora, que parecía no agitarse con nada, miró a su alrededor como si algo hubiera muerto. Renoir trataba de no hacer contacto visual y el capitán, como yo, mirábamos solo hacia delante, buscando a alguien que pudiese recargar nuestra batería de impulso lo más rápido posible. Los Wong eran los únicos que parecían contentos de estar en el lugar. Saludaban a algunos de los residentes y respondían a miradas amenazadoras con miradas aún más agresivas, casi como si fueran bestias a punto de pelearse por un pedazo de carne. Era un lugar inmundo y nada atractivo.

 Por fin, Sertov encontró a un pirata que le vendió una recarga rápida, según él la mejor en el sector, pero por un precio ridículamente alto. Yo me quedé con él para negociar mientras los demás caminaban por el lugar. Estuvimos discutiendo un buen tiempo pero por fin el tipo se dio cuenta que no era nuestra primera vez en el espacio y nos dio un premio aún injusto pero que al menos podíamos pagar. Sertov y Renoir se devolvieron a la nave con los hombres del pirata para cargar la batería y mientras tanto nosotros le echábamos un ojo al sitio. La verdad era que no había que ver y quise devolverme al poco rato pero entonces fue cuando escuché el escandalo.

 Una mujer, visiblemente extraterrestre, estaba chillando en la mitad de un circulo de personas. La mujer tenía rasgos humanos pero también de otra raza, por lo que era posible que fuera un hibrido. Era una lástima pues en lugares como Krom 3, la gente no da la bienvenida con brazos abiertos a quienes sean muy diferentes de ellos. Cuando la pude ver bien, vi que tenía manchas de algo morado en la ropa y temblaba. Alguien se acercó y le preguntó, en un idioma que yo nunca había oído, lo que pareció ser: “Estás bien?”. La mujer respondió temblando aún más y diciendo muchas palabras a una rapidez increíble. Fue entonces que caí en cuenta que quien la ayudaba no era otra sino la doctora de la nave.

  De un estirón levantó a la mujer extraterrestre del suelo, pero la mayoría de gente no quería dejarlas pasar. Entonces la doctora me vio y pudimos sacar a la mujer de allí. No nos alejamos dos metros cuando escuchamos el disparo y ya no podíamos hacer nada por ella. Un hombre, un cerdo debó decir mejor, le había disparado a la mujer hibrido por la espalda. La mujer perdió el equilibrio al instante y no pudimos sostenerla más. La doctora la revisó rápidamente pero no había nada que hacer. Entonces se levantó, se dirigió a al hombre cerdo y le pegó una cachetada con fuerza, a pesar de que el hombre no había guardado su arma todavía. Pero eso a ella no le importó nada.

Fue solo cuando un grupo bastante nutrido se reunió a nuestro alrededor, que nos dimos cuenta que nuestras acciones tendrían consecuencias. Nos fueron cercando como animales y nos decían cosas aunque, más que todo, estaban dirigidas a la doctora. Amenazas horribles que tenían que ver con su género, algo que provocó en ella el disgusto más grande, pues era algo que ya no se veía en el universo y cualquier hombre, normalmente, lo pensaría muy bien antes de decir semejantes cosas. Pero esto no era la civilización, y aquí esas bestias podían decir y hacer lo que quisieran pues no había nadie que los detuviera. En su sangre, además, no había miedo pues no tenían nada que perder.

 Fue entonces que llegaron los Wong y todo se volvió un despelote completo. Yo recibí puños, en la cara y en el estomago, y la doctora fue cortada en la cara por alguno de los animales que nos rodeaban. Pero la intervención de los mellizos abrió un espacio para que pudiéramos escapar directo hacia la nave. Mientras corríamos, sentí los disparos junto a las orejas y al resto de mi cuerpo, como si fueran abejas gigantes enfurecidas. Apenas llegamos a la puerta de acceso, esperamos a los Wong que no parecían estar cerca. El capitán se nos acercó, asustándonos, y nos dijo que ya estaba todo listo para irnos. Entonces nos miró bien y nos preguntó que pasaba.

 Los  Wong respondieron la pregunta al llegar corriendo, gritando que cerraran la puerta. La doctora empujó con fuerza a Sertov hacia el interior, haciéndolo caer al suelo y yo cerré la puerta a presión. Renoir parecía haber estado mucho más pendiente pues al instante sentimos movimiento, lo que significaba que estábamos dejando atrás el infierno que llevaba el nombre de Krom 3. La doctora ayudó a Sertov, todavía algo confundido, a que se pusiera de pie. Lo llevó a la enfermería con los hermanos Wong, que sangraban pero también reían y parecían muy contentos consigo mismos. Yo estaba rendido y fui a mi habitación, donde me eché y me quedé dormido casi al instante.


 Cuando me desperté, averigüé un poco y parece que la mujer hibrido era una desplazada, o refugiada si se prefiere, de un planeta agonizante. No se sabe muy bien como llegó allí, pero era el peor lugar para estar. Muchos en la galaxia rescataban todavía valores antiguos, ya obsoletos, como el odio a otros sin razón y el amor incondicional a las armas y a la violencia, verbal y física. Era una vergüenza que para esta época todavía existiesen seres como esos, casi animales. Pero era cierto que no todo estaba bien repartido, y ciertamente no la educación.