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lunes, 6 de julio de 2015

No más...

   Martina nunca había sido una mujer débil. Le habían enseñado que no debía soportar lo que nadie dijera de ella, más que todo si lo decían con el sentimiento de herir su personalidad. Ella simplemente no lo aceptaba y tampoco cuando alguien quería someterla solo por el hecho de ser mujer. Durante sus años del colegio, siempre le había quedado un mal sabor de boca cuando los chicos podían hacer ciertos deportes de equipo mientras las niñas practicaban ballet u otras actividades de “menos riesgo”. Era una doble mentira porque el ballet podría ser una tortura si se hacía con intensidad y los deportes de equipo eran necesarios para crear una visión más grandes de las cosas. Fue ya casi al final de su escolarización que introdujeron los equipos de mujeres.

 En la universidad, se ganó la reputación de ser una chica especialmente dura con los hombres, una mujer con la que simplemente uno no se metía. Había algunos “valientes” que lo intentaban y ella hubiera querido que funcionara pero siempre terminaba dándose cuenta que eran unos ignorantes. No porque quisiera sexo de inmediato, cosa que a ella no le molestaba, sino porque siempre tenían comentarios sexistas y estúpidos para con ella o sus compañeras. Se les iban los ojos por una mujer en minifalda o las que se comportaban como si fueran prostitutas y para Martina eso era demasiado básico, demasiado animal y era algo que no le gustaba. Eso sí, pensaba que de pronto ella estaba mal pero ya era muy tarde para cambiar de personalidad.

 Los pocos que sí lograban tener algo con ella eran pocos y siempre duraban una corto tiempo. Se aburrían porque les parecía que estar con Martina era demasiado complicado, que se requerían muchas cosas que ellos o no tenían o simplemente no estaban dispuestos a dar. Para Martina esto fue difícil porque no era de piedra. Si bien no soportaba que la sometieran de ninguna manera, sí soñaba con tener alguien que la entendiera y con quien compartiera gustos y demás. Pero no parecía que esa persona fuese a llegar pronto y los años de universidad fueron uno más deprimente que el otro.

 Pero a pesar de eso hizo varias amigas, que le ayudaron a reforzar sus convicciones y a seguir luchando por lo que ella creía. Instalaron un club en la universidad para defender los derechos de las mujeres y participaban en protestas con frecuencia. Martina estaba orgullosa de todo eso porque sabía que era gracias a ella que algunas de las chicas habían salido de la oscuridad para contar los casos que habían sufrido tanto en la universidad como en la vida en general. Martina supo que debía seguir luchando luego de la universidad y lo tenía todo planeado para especializarse en estudios de género y combinarlo con si titulo en derecho. Iba a defender a las mujeres donde y como pudiera.

 Pero entonces algo pasó que cambió su visión de las cosas. Como suele pasar, los eventos traumáticos pueden tener efectos bastante fuertes y potentes en las personas. Para ella fue una violación. Las reuniones del club a veces acababan tarde y normalmente salían juntas hacia los paraderos de sus buses o a coger taxi. Sabían que no lo debían hacer solas tan tarde en la noche. Pero una de esas veces Martina simplemente hizo lo opuesto y se arrepiento para siempre. Un hombre había estado observándolas y evidentemente estaba en contra de sus actividades. Así que la siguió, la drogó con algo y la violó en una calle oscura por donde nadie nunca pasó sino hasta la mañana siguiente, cuando una ancianita dio la alarma y Martina fue llevada al hospital.

 Nunca nada de lo que había vivido había sido tan malo, tan horrible y tan difícil de entender. Ella sabía que los hombres podían ser difíciles pero no entendía, simplemente no podía comprender como alguien podría seguirla y luego hacerle lo que le hizo. El hombre cometió el error de hacerlo de nuevo, a otra chica del grupo pero en esa ocasión hubo testigos y lo atraparon en el callejón antes de que hiciera la peor parte. Lo enviaron a la cárcel y estaría allí por mucho tiempo. Pero para Martina era demasiado tarde. Cuando ya salió del hospital, tuvo un caso de depresión profunda y no salió de su casa en varios meses, lo que retrasó su sueño de graduarse y seguir estudiando.

 Su familia estaba en shock y no hacían mucho para ayudarla. Quién podía culparlos? Lo único que pudieron hacer fue enviarla a un hospital especializado para que se mejorara rápidamente. Pero el proceso fue lento y Martina estuvo internada un año y hay que decir que el tratamiento solo sirvió a medias. Si bien ella mejoró en estado de ánimo general y ya era capaz de hacer cosas y conversar e interactuar con otros, mostraba una agresividad especial hacia los hombres. No era que les hiciera nada sino que no hablaba con ellos y pedía que solo enfermeras mujeres y doctoras la atendieran. Lo mismo hacía con los demás internos. Nada de hombres. Cuando le dieron la salida, le explicaron esto a la familia y ellos, de nuevo, no supieron que hacer.

 Pero pronto se dieron cuenta que su nueva actitud no abarcaba a los dos hombres más cercanos a ella: su padre y su hermano. A ellos los trataba como siempre ye les confesó que era porque los conocía bien. Pero ir a un centro comercial o algo así era una tortura. Cuando terminó la carrera lo hizo por internet porque ir a clases era demasiado estresante para ella y peor sabiendo que la mayoría de profesores eran hombres. Ella se sentía muy mal porque sabía que no todos tenían la culpa de lo ocurrido pero no lo podía evitar. Le daba físico pánico compartir un ascensor o un automóvil con algún hombre y le causaba mucho estrés.

 Cuando obtuvo su diploma, se reunió con sus amigas del club y todas la apoyaron. Hicieron una pequeña reunión en su casa y allí ella se dio cuenta de que tenía amigas y había posibilidades de salir adelante. Todas ellas eran optimistas y le decían que era un mujer fuerte por haber aguantado algo tan horrible y que esa experiencia la haría más fuerte que nunca y la ayudaría a crecer más como persona para ayudar a otras mujeres en situaciones similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque sentía amor y apoyo por todas partes y eso era algo que parecía que nunca iba a tener allí encerrada en el hospital psiquiátrico.

 Pero entonces, la vida le lanzó otra bola curva que ella no esperaba y cambió su vida aún mas﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽o esperaba y cambinzuiatrico.ra algo que parecs similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque ás. Fue la primera vez que salía de noche y lo hizo con dos amigas que estuvieron todo el tiempo con ella. La situación había sido estresante por la presencia de hombres pero el alcohol había ayudado bastante. Cuando salieron, sus amigas se dieron cuenta que a uno le faltaba su celular y se devolvieron por él y entonces se desató una pelea y Martina se dio cuenta que era entre un hombre y una mujer. Discutían airadamente y el hombre le alzó la mano a la mujer y ella no dijo más y se alejaron caminado. Eso hizo que Martina los siguiera en silencio. Lo hizo por unas cuadras más hasta que llegaron a un parque y allí se reanudó la discusión y en un segundo el hombre golpeó a la mujer.

 Algo más allá de ella tomó posesión de su cuerpo y, cuando se dio cuenta, había tomado una piedra grande de un lado del camino del parque y se la había plantado en la cabeza al hombre. Y lo hizo una y otra y otra vez. Por un momento, el mundo parecía estar en pausa pero entonces la mujer gritó y salió corriendo gritando, pidiendo ayuda para su novio. Martina salió de su trance y corrió con la piedra en la mano. La echó en la basura frente a un edificio pero su mano seguía manchada de sangre. Volvió a casa y se encerró en su cuarto, entre borracha y asustada, por lo que había hecho. El hombre parecía muerto y ella lo había causado. Y, la verdad era, que se sentía bien por lo que había hecho.

 Del caso nunca se supo nada. Algo en algún periódico pero nada más. El tipo sí había muerto y Martina sufrió un cambio en ese momento. De pronto ya no tenía miedo de ningún hombre porque se había dado cuenta de que a los que se portaban mal con las mujeres se les podía someter de manera definitiva. No, en ningún momento tuvo lástima ni pensó en familias o familiares. Si tenían un miembro de la familia que se comportaba como un animal, lo mejor para ellos era que se fuera permanentemente. Martina se mudó a un apartamento sola y retomó sus estudios y consiguió trabajo y todos quedaron con la boca abierta por el cambio tan repentino.


 El hombre del parque no fue el único. Después siguieron más hasta que ella perdió la cuenta. Todos habían atentado contra la vida de alguna mujer y algunos, ella tenía pruebas, eran violadores que pensaban que nunca nadie se enteraría de sus crímenes. Pero Martina sabía y desde el segundo, siempre se encargaba de que supieran porque iban a morir. La mano nunca le tembló y seguiría haciéndolo porque creía, con fervor, que era lo correto.

lunes, 8 de junio de 2015

Desolado

   El edificio tenía ocho pisos de altura, cada piso una sección diferente de la tienda. Un piso para hombres, otro para mujeres, otro para zapatos, otro para comida y así. No había nada que vendieran que no se pudieran encontrar allí y lo más probable es que si no hubiera algo era porque o no existía o no lo tenía todavía y podían buscarlo en tiempo record. En sus buenos tiempos, la tienda había sido el mejor lugar de la ciudad para ir de compras, ya que tenía tanto marcas genéricas como marcas de lujo y, aunque era un poco más caro que una tienda normal, era bastante práctico por tener todo bajo un mismo techo.

 Pero hoy en día, el edificio tenía plantas creciendo un poco por todas partes y la humedad se estaba comiendo cada rincón poco a poco. De hecho, el primer piso estaba inundado y no sé sabía bien porque. El grupo que caminaba por la ciudad buscando donde vivir, que hacer y como hacerlo, recordó que la tienda todavía estaba allí y decidieron visitarla.

 Hay que mencionar que el mundo no era ya lo que había sido. Muchas de las personas habían desaparecido o muerto durante las batallas de hacía unos años. Solo pequeños grupos de personas sobrevivían todavía, peleándose por lo poco que quedaba. Ya no había cultivos de nada y la producción en cadena que había sido el orgullo de tantos ya no existía. Las fábricas habían sido destruidas o, como la tienda, habían empezado a ser consumidas por la naturaleza. Y el frío gobernaba, casi por todos lados.

 El grupo mencionado consistía de trece personas. Eran hombres y mujeres que se habían ido uniendo poco a poco, a lo largo de varios kilómetros de recorrido. La verdad era que no querían llegar a ningún sitio en especial. No había una meta a cumplir o un logro especial al final de la línea. De hecho, no había final de línea porque tendrían que estar siempre en movimiento, buscando que comer y como sobrevivir hasta que sus cuerpo no tuvieran más opciones que caer al suelo y empezar a pudrirse lentamente.

 Fue la idea de una de las mujeres, llamada Carmen, la de buscar la tienda. Les contó que en los buenos tiempos allí había de todo y que no tendría porque haber cambiado. Obviamente mucha de la comida estaría dañada y algunas prendas de vestir estarían enmohecidas por el paso del tiempo, pero era mejor que nada. Antes de que ella sugiriera la tienda, nadie más sabía que hacer. Algunos había sugerido caminar hacia el mar, hacia el sur donde hacía más calor, pero eso tomaría días o semanas y con una niña pequeña en el grupo eso sería difícil. Además, otros grupos podían estar cerca o los podrían seguir hasta cercarlos en algún lugar para matarlos y eso no era lo que querían.

 Así que se encaminaron hacia la tienda y, tal como Carmen la recordaba, estaba allí un poco dañada y decaída pero existía y eso era lo más importante. El grupo se separó apenas entraron, cada uno relajándose al ver tanto lujo y tantas cosas reunidas. Era una visión que ya no había en ningún lado y verlo allí parecía como ver una de esas fotos de los libros de historia que muestran cosas que fueron pero ya no son, cosas que el pasado tuvo pero el futuro olvidó o simplemente no quiso retomar.

 Después de caminar lentamente sobre la superficie mojada del primer piso, se decidió que cada persona podía hacer lo que quisiera en las próximas horas pero que al caer el sol se reunirían en el último piso, donde podrían dormir y en la mañana decidir que hacer. Cuando se separaron, un sentimiento de felicidad se propagó lentamente. Nadie celebró, ni sonrió ni saltó ni nada por el estilo. La gente ya no hacía eso. Pero sintieron ese calor especial en el corazón, ese calor que se siente al descubrir algo nuevo o al estar en las puertas de un descubrimiento.

 Las mujeres se dirigieron primero al piso de calzado para mujer. Algunas habían caminado varios días en zapatos que les hacían doler los pies. Todas se descalzaron y empezaron a mirar la variedad que había. Tantos colores que ya no se veían y diferentes diseños. Era imposible no pensar que el pasado había sido mejor. Como iba a ser el presente mejor que el pasado cuando ya no había nada, cuando la creatividad que había motivado a los constructores de este edificio ya no existía?

 Un par de mujeres se dirigieron de ahí a la zona de electrónicos y encontraron lo que buscaban: un masajeador de pies automático. Contentas, volvieron al piso de calzado y jugaron un buen rato con el aparato, turnándose para que cada una lo pudiese probar. Los hombres, mientras tanto, se habían dispersado más. Algunos buscaban chaquetas que abrigaran más, para los fríos vientos que ahora soplaban. Otros buscaban armas, las que fueran, para tener como alimentarse y defenderse. Y otros miraron los aparatos electrónicos, muchos de los cuales ya ni funcionaban pero era fascinante verlos de todas maneras.

 El tiempo pasó y hacia la media tarde se reunieron el piso de la comida, donde habían habido varios restaurantes así como venta de productos listos para llevar a casa. Mucha de la comida estaba dañada pero ya el olor de lo podrido ni existía. Buscaron con cuidado y vieron que había comida en lata o empacada al vacío y alguna estaba todavía buena o al menos se podía utilizar. Hicieron un circulo grande en el que comieron cosas que habían encontrado en la tienda y otras que habían ido recogiendo en su larga caminata. Había más que todo frutas pero también productos hechos con harina, bebidas gaseosas (que no tomaban hace años) y dulces variados.

 Para ellos, fue un festín. Ya nadie comía así y nunca más nadie volvería a comer así. Todos los que estaban en el circulo habían hecho sacrificios y habían sufrido perdidas dolorosas. Pero tenían en común que no miraban al pasado muy seguido. Lo recordaban y les dolía, eso claramente, pero no se dejaban dominar por él ni lo pensaban demasiado. Esto era porque no querían quedarse estancados en un punto, así como le había pasado a la humanidad. Todos estaban de acuerdo que esa había sido la razón para la guerra y el odio. La gente había perdido la inventiva y solo se fijaba entonces en las diferencias, en lo que los separaba. Entonces, sin nada más que hacer, se empezaron a matar como locos.

 El mundo hoy en día era para los pocos que habían quedado, para gente diferente pero ahora unida bajo un ideal de supervivencia. Fue ese anhelo por seguir viviendo que había llevado a otros grupos a ser más violentos y agresivos. Ese era el caso del grupo que entró en la tienda mientras ellos comían en circulo. Menos mal, y por alguna extraña razón, algo cedió al peso de los años y se derrumbó en el primer piso, cayendo sobre uno de los hombres agresivos y haciéndolo gritar. Esto alertó a quienes comían, que rápidamente recogieron todo y se escondieron en las escaleras de emergencia, que parecían una cueva de la oscuras que eran. Se reunieron todos allí, mientras unos pocos sostenían armas para defender si era necesario.

 La espera era horrible porque duraba y duraba y no pasaba nada. No podían ver a su atacantes pero sabían que estaban allí. En silencio, fueron bajando piso tras piso. Tuvieron máximo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido. En el tercer piso, los vieron de lejos. Estos tenían rifles y otros tipo de armamento. Definitivamente, siempre iba a haber gente con más sed de violencia y sangre que otra. En ese punto pasaron con cuidado, porque no estaban muy lejos. Pero, afortunadamente, no se dieron cuenta.

 Cuando el grupo llegó al primer piso, pudo abrir una salida que habían usado los antiguos trabajadores de las bodegas de la tienda. Era una salida a una calle lateral, por la que el grupo se escapó y cruzó la calle con rapidez. Arriba en la tienda, el grupo armado se dio cuenta de que los habían burlado pero ya no había como seguirlos o cazarlos. No era de tanta importancia, más aún cuando los habían llevado a semejante sitio, con tantas cosas que podrían ser utilizadas para lo que ellos necesitaban.

 El grupo pacifico cruzó varias calles, con Carmen a la cabeza, hasta que llegaron a un río. En la parte baja del mismo había un barco enorme que parecía haber sido antes un restaurante y nunca utilizado de verdad como barco. Todos subieron y exploraron el lugar: estaba desierto, sin comida ni nada útil. Pero sí tenía gasolina. Entonces tal vez si se había desplazado, al menos distancias cortas, en el pasado. Rompieron a patadas el pontón que unía al barco con el borde del río y encendieron la máquina. Rugió como un león enfurecido por un rato pero luego se calmó y empezó a ir río abajo, ayudado por la corriente.


 Iban ahora hacia el mar. Pero no hacia el que querían ir, donde había calor y tal vez alimento. No, se dirigían al norte, donde el frío era más fuerte. Tal vez allí no hubiera grupos agresivos. O quien sabe… El caso es que tenían que hacer algo, no podían quedarse quietos.  En cuestión de horas habían dejado la ciudad atrás y pensaban ahora en el futuro. Todos en el barco estaban contentos de tener más tiempo de vida pero ahora pensaban que tanto tiempo podría ser si era bien sabido que el norte era tierra del hielo y la muerte.

martes, 14 de abril de 2015

Éxtasis

   Que es peor que despertarse y no saber donde se está? Que es peor que sentir algo en la mente que te dice que hiciste y deshiciste la noche anterior, pero simplemente no lo recuerdas? Juan había caído en esa espiral hacía mucho tiempo y parecía no haber manera de que saliese por su cuenta. Algunos tienen problemas de autoestima relacionados con el aspecto físico pero los de Juan estaban más relacionados con dejar de ser quien había sido durante tanto tiempo.

 En el colegio, había sido el niño flaco y ojón que era bastante promedio. En todo le iba regular, ni mal ni bien. Nunca se destacó por nada y, teniendo dos hermanos mayores, jamás hizo algo en lo que fuese el primero en su hogar. Sus padres no lo querían menos, si acaso al contrario, pero eso no servía de nada cuando los demás tenían toda la atención por sus logros y él todavía estaba en la escuela. Cuando llegó la hora de la universidad, se atrevió a lanzarse al vacío y estudiar artes pero los primeros semestres siguió siendo el mismo. Pensaba que la decisión le llevaría a hacer y experimentar cosas nuevas pero nada de eso estaba pasando.

 Ya casi terminando la carrera y habiendo descubierto su pasión por la fotografía, Juan conoció a un grupo de personas en la pasantía que tenía que realizar como requisito para graduarse. Entre ellas estaba una chica llamada Alexa y su novio Henry. Fueron ellos quienes tomaron a Juan de la mano y lo vieron como un niño que todavía no había descubierto su masculinidad. Lo trataban como a un hermano menor, incluso cuando salían a tomar unas cervezas después de clase.

 La verdad era que Juan no era virgen. Había tenido un par de novias, ambas por más de dos años, pero las cosas siempre se terminaban cuando él causaba el rompimiento. Nunca era él el que pedía terminar pero sí era quién causaba todo poniéndose raro y cambiándolo todo de un momento a otro. Esto también era debido a su inseguridad y a que no sabía muy bien que era lo que hacía o porque lo hacía.

 Pero con sus nuevos amigos, las cosas empezaron a cambiar rápidamente. Los primeros en notarlo fueron su familia y su ex novia: llegaba tarde a la casa entre semana, muchas veces con olor de trago y cigarrillo. Tenía una actitud cortante, como dándose aires de ser más de lo que era y de tener muchas cosas mejores que hacer que hablar con nadie más. Su ex novia o buscaba para hablar de objetos que quería de vuelta y él le respondía cada vez peor por lo que ella prefirió ir un día a su casa, mientras él no estaba, y sacar lo que le pertenecía a ella.

 Al comienzo fue solo el alcohol. Entre semana eran solo botellas de cerveza, que aumentaban al pasar de las semanas. Los viernes y los sábados esas botellas de cerveza pasaban a ser de vodka, ron, aguardiente, vino, o lo que pudiera comprar con el dinero que lograban reunir entre los tres y otros amigos más de Alexa y Henry. Los amigos de ellos eran también artistas pero más que todo del tipo que hablan mucho pero no han hecho lo mismo. Otros, eran gente muy concentrados en su estilo, en si mismos. Eran diseñadores de cualquier tipo o simplemente gente que creía que la moda los hacía mejores personas. Entre grupos cada vez más grandes y en lugares que él no conocía, Juan fue cayendo lentamente.

 Su graduación de la universidad fue un poco después y al poco tiempo, con ayuda de sus nuevos amigos, consiguió un trabajo en una revista. Sus padres querían reprenderlo pero ya era muy mayor para eso y además estaba trabajando y era responsable con lo que le tocaba a él. Como manejaba su tiempo era cosa de él, a menos que todo se pusiera peor.

 Las fiestas eran casi siempre en la casa de alguien, casi siempre lugares amplios y viejos, aunque había ocasiones que los amigos de sus amigos eran personas más acomodadas y entonces iban a hermosos apartamentos con la más increíble vista a la ciudad. Fue en uno de esos apartamentos en los que un amigo de Alexa le ofreció su primer cigarrillo de marihuana, que él fumó ante la mirada pendiente de muchos a su alrededor. Juan siempre pensó que sería algo más emocionante pero resultó ser algo decepcionante ya que no tuvo ningún efecto en él. Mientras los demás fumaban y reían tontamente, él seguía bebiendo, que era preferible a perder el tiempo con algo que solo olía raro.

 Su decisión de no fumar marihuana podía haber sido buena si no fuera porque eso lo alentó a arriesgarse más. Vinieron entonces la cocaína, las pastillas y demás “juguetes, como los llamaban sus amigos, que lo ayudaron a desinhibirse como nunca jamás lo había hecho. La primera vez que probó una de tantas drogas estaba con Alexa y Henry y fue tal el efecto del alucinógeno que, sin pensarlo dos veces, se lanzó encima de Henry y tuvo relaciones sexuales con él mientras Alexa salía del cuarto para buscar más de lo que habían consumido.

 Juan descubrió lo que era el éxtasis, aquel sentimiento de placer extremo y no quiso dejarlo ir porque lo hacía sentirme mucho más y mejor que nunca. Se sentía con el poder y la voluntad de hacer lo que quisiera. Había uno de esos chicos diseñadores que siempre le había llamado la atención pero jamás se lo había planteado en serio. Una noche, llena de drogas y alcohol, lo llevó a un cuarto del lugar donde estaban y tuvo relaciones con él. El chico, para su sorpresa, no había consumido nada más que un par de cervezas pero Juan nunca recordó que le hubiera dicho eso. Al otro día estaba tirado en el piso, al lado de un charco de su propio vómito y sin ropa. Había otros tres hombres con él en una cama y ya no estaba en el lugar de la fiesta de la noche anterior. Solo recogió su ropa y se fue, sin más.

 Esa fue la primera vez que sintió miedo de verdad. Miedo de que, por descubrir una nueva parte de si mismo, estuviese perdiendo quien siempre había sido. Cuando llegó a casa, y después de un regaño de su madre por llegar campante a mitad de tarde un domingo, fue al baño y se miró en el espejo: estaba más delgado que nunca y jamás lo había notado. Es decir, siempre había sido flaco pero ahora había sombras en su cara y en su cuerpo que antes nunca habían estado allí. Se le notaban las costillas y algunas vertebras en la espalda. Nunca había tenido mucho trasero pero ahora no tenía casi nada.

 Se echó agua en la cara y decidió que era mejor ducharse. Allí, bajo el agua, empezó a llorar sin control. Sus piernas se doblaron ante su peso y quedó allí por un largo rato hasta que pudo cerrar la llave, esto tras controlar sus manos y sus emociones. Todavía quería llorar, sin razón aparente, pero no podía hacerlo con su familia tan cerca. No quería tener que explicar nada. En ese momento recibió una llamada de Henry pero no contestó. No quería saber nada de ellos por ahora.

 Trató de dormir pero entonces varios fragmentos de lo que había hecho la noche anterior venían a su mente. Había consumido más drogas y había tenido sexo con varios hombres y tal vez una o dos mujeres. Podía sentir el sabor en su boca de la ceniza de los cigarrillos y del alcohol de mala calidad que había circulado por todos lados. Como pudo, empujó esos pensamientos fuera de su mente y durmió por algunas horas, ante el asombro de su madre que jamás lo había sentido tan extraño. Quiso preguntar que le pasaba pero sabiendo como respondería, se abstuvo de hacerlo.

 Al día siguiente en el trabajo, Juan se desmayó en la mitad de una sesión fotográfica. Tuvieron que llamar una ambulancia y mandar a todo el mundo a su casa. Lo llevaron a un hospital con rapidez y, para cuando su familia llegó, estaba mucho peor. Su cuerpo estaba tan acostumbrado y era tan dependiente de las drogas y el alcohol, que el solo pensamiento de dejarlas había hecho que su cuerpo reaccionara de la manera incorrecta. Juan no supo contestar cuando le preguntaron que había consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudía con violencia, gimiendo y gritando.

 Su familia vio como estaba y el doctor les explicó que era lo que sucedía. Ellos no entendían como era que jamas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a que jamsangre, que era lo que on que habñia consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudl, que el solo pensamientoás se habían dado cuenta que su hijo estaba metido en el mundo de las drogas. Pero ya era muy tarde para lamentarse o pedir perdón o proponer ayuda. El cuerpo de Juan se estaba destruyendo a si mismo con ayuda de los químicos que todavía no habían dejado su cuerpo tras dos días de la fiesta más grande en la que jamás había estado. Antes de perder la lucidez, pidió perdón a su familia pero esto no duró mucho. Al día siguiente no los reconocía, tal vez por el dolor. Tuvo momentos de lucidez, uno de los cuales fue usado por el doctor para preguntar si había tenido relaciones sexuales sin protección. Pero Juan no podía responder.


 El día mismo que el doctor verificó la presencia de una enfermedad de transmisión sexual, Juan empezó a convulsionar con violencia y entonces murió. La combinación de todos los factores le había causado la muerte y todo por elegir la salida más fácil, más rápida y mejor pintada.