domingo, 28 de junio de 2015

Separación

   Siempre será difícil separarse y tener que decir adiós. En cualquier contexto, despedirse de alguien permanentemente es algo que puede sacarnos lágrimas, eso sí es que estimamos de verdad a la persona que estamos despidiendo. Incluso puede que no sea algo permanente  y de todas maneras va a doler y va a ser algo que pensar en los próximos días. Despedirse es difícil, sea cual sea la situación, porque implica una separación y los seres humanos siempre hemos sido dependientes. Esa imagen de luchadores incansables que van por la vida solos es una ilusión ya que prácticamente nadie es así. Todo el mundo tiene a alguien que le preocupa, que quieren volver a ver en algún momento o que los hace pensar lo mejor de la humanidad.

 Tal vez la despedida más difícil sea la que es permanente, es decir, la que hace uno con los que murieron o van a morir. Con frecuencia, uno no tiene la oportunidad de decir adiós y siempre hay un sin sabor, una vocecita en la cabeza que le dice a uno que siempre hubo algo que le quiso decir a la persona o que quiso hacer con él o con ella. Eso pasa con los abuelos, pro ejemplo. Son personas que tal vez nadie acabe conociendo nunca porque siempre existe una barrera generacional que es difícil de superar. Son personas tan distintas y con una situación de vida tan diferente a la propia, que seguido la gente está arrepentida de no haberlos podido conocer, así haya sido siempre un imposible poderlos conocer mejor.

 Además, la muerte es siempre algo difícil porque no es algo que queramos ver a la cara. Así que siempre hay una relación complicada con afrontarlo y estar en paz con ello. Cuando la gente tiene la oportunidad de despedirse, es algo muy preciado y que ocurre en pocas instancias. Más que todo ocurre con personas de edad y tal vez estén inconscientes pero eso no importa. Lo verdaderamente importante es que uno tiene una posibilidad casi remota de poder decirle a la persona lo mucho que apreció su compañía, su amistad, su dedicación y cuidado y que se le extrañará por mucho tiempo. Dependiendo de la relación con la persona puede variar lo difícil que esta situación.

 Es decir, si la persona que se está despidiendo es el hijo o la hija de quién está muriendo, pues será una situación bastante complicada, pero de todas maneras una gran oportunidad que muy pocos tiempo. Y al fin y al cabo la despedida con cualquier ser humano es algo inevitable porque somos seres que no podemos vivir más allá de cierta cantidad de años, no somos eternos y tenemos una fecha de vencimiento, casi siempre desconocida. Lo mejor es tratar de vivir la vida de manera que cuando llegue el momento, podamos ver hacia atrás y darnos cuenta de que lo disfrutamos todo, que hicimos todo lo que queríamos y podíamos y que aprovechamos cada oportunidad que se nos presentó. Esa es la mejor manera de vivir y también la mejor manera de despedirse del mundo.

 Pero hay despedidas que, aunque permanentes, no tienen que ver nada con la muerte. Seguido, es el amor el que tiene mucho que ver allí o la amistad. O más bien la falta de ambos porque cuando cortamos relaciones, también por razones fuera de nuestro control, es otra razón más para despedirse de manera permanente. A veces nuestros sentimientos terminan o cambian y simplemente tenemos que dejar ir a las personas. A veces esto es algo voluntario y otras veces no pero eso no quiere decir que duela más o menos. La separación siempre es difícil solo que a veces puede ser más complicado para nosotros y otras veces puede serlo más para la otra persona involucrada en el asunto.

 Cuando decidimos dejar de vernos con alguien, sea un amigo que dejó de serlo o sea un amante que dejamos de querer, es algo que forma carácter ya que hemos sido nosotros los que decidimos cual es el destino de las cosas. No es que todo haya sucedido para terminar así sino que tomamos una decisión basada en los acontecimientos que hayan podido tener lugar o no, con esa persona. El amor es un sentimiento y los sentimientos no son eternos. La gente cree que el amor es invencible y que nunca se marchita ni se acaba, que es como un motor que funciona de aquí a la eternidad, como si no tuviera nada mejor que hacer. Y eso no es verdad, el amor es como el odio, la felicidad, la tristeza y otros; es algo que simplemente o cambia o se muere y eso no tiene porqué ser nada malo. Los sentimientos son así para ayudarnos a ver lo que sucede y a cambiar.

 Cuando nosotros tomamos una decisión, a veces es difícil pero una vez estamos en camino nos damos cuenta de que fue lo mejor. El dolor puede ser mayor o menor pero, como todo, ya pasará y seguramente lo hemos vivido antes y si no, a aguantar. Lo difícil es cuando toman la decisión por nosotros y alguien nos dice que ya no nos quiere allí, que ya no nos necesita y que es mejor que despejemos su vida y no dejemos rastro alguno de nuestra existencia. Eso sin duda es más difícil porque no están echando y todo ser humano se siente mal cuando lo sacan de alguna parte porque ya no es bienvenido.

 Y, como se dijo antes, no tiene porque ser todo acerca de un amor romántico. A veces puede ser una amistad que simplemente se termina y hay que dejarla ir. A veces puede que se termine por las distancias físicas y otras veces puede que lo haga porque no se trabajó lo suficiente en mantener las cosas vivas. Una amistad, como cualquier otra relación, necesita trabajo y que las personas involucradas se decidan a hacer lo mejor para que las cosas crezcan y beneficien a ambos. Pero cuando las cosas terminan, suele ser más duro que con una relación amorosa por el sencillo detalle que las amistades normalmente duran mucho más y son años de recuerdos.

 Ya a lo último están las despedidas menos trágicas, menos definitivas y no tan dramáticas pero que pueden ser difíciles de varias maneras. Es el caso de cuando nos vamos en un largo viaje y no despedimos de quienes queremos sin saber si los vamos a volver a ver. Esto puede sonar un poco macabro pero no es más que la realidad de la vida: los seres humanos morimos y con frecuencia morimos de un momento a otro, sin previo aviso y muchas veces en circunstancias que jamás hubiéramos podido prever. Y eso algo que siempre tenemos presente, sobre todo cuando nos separamos de lo que siempre hemos tenido cerca y nos aventuramos al vacío que es la experiencia humana.

 Es difícil. Porque seguramente quisiéramos tenerlos a todos cerca. Cuando estemos allá lejos, solos, quisiéramos tener un abrazo de papá, una caricia de mamá, algún chiste tonto de un hermano o la sabiduría de una abuela. Quisiéramos tener a nuestros amigos cerca para que nos den impulso y para recordarnos seguido quienes somos y adonde es que queremos ir. Pero obviamente no los podemos tener cerca y eso duele, eso entristece y pro eso los primeros meses en un lugar lejos de casa pueden ser muy difíciles. Cuando no hay boleto de vuelta ni seguridad de nada, es algo difícil porque significa cambiar todo lo que sabemos de la vida y, como un bebé, volver a aprender lo que sabemos, de otra forma y solo dependiendo de nuestra capacidad para resolver problemas y ver como podemos seguir avanzando por nosotros mismos.

 Esa separación al fin y al cabo puede ser solo transparente y tiene sus recompensas porque después de enseñarnos todo de nuevo, podemos ver con diferentes ojos a todas esas personas que ayudaron a hacernos tal como somos hoy y como seremos tal vez hasta el día que muramos. Volverlos a ver es un alivio pero también se puede asumir como un reto personal ya que queremos haber crecido para ellos, tener nuevas cosas que decir y que contar, parecer tal vez más sabios y menos dependientes de lo que éramos cuando nos fuimos. El dolor de la separación tiene entonces su recompensa porque quienes nos aman de verdad siempre estarán contento por nosotros y nuestros logros.

 La separación es algo difícil. Como dijimos al comienzo, somos seres que necesitan ser sociales e interactuar para poder seguir adelante, para poder sentirnos como parte de algo que es más grande que todos nosotros. Amigos, familia, conocidos; todos ellos nos impulsan y tal vez a veces nos frenan pero el hecho es que nos retan a vivir, a seguir para donde podamos ser una mejor versión de nosotros mismos. Así que cuando nos separamos de alguien, sea para siempre, por decisión propia o solo por un instante de la vida, deberíamos recordar y darles las gracias por lo que nos enseñaron porque cada vivencia es una enseñanza y cada enseñanza es una lección que nos hace más nosotros.


 En las noches, volvemos a nosotros, volvemos a nuestro interior solitario pero siempre agradecemos los recuerdos que tenemos inevitablemente con los demás. Puede que en verdad nunca nos separemos, que siempre estemos juntos sin importar nada más.

sábado, 27 de junio de 2015

The Land of Always Sun

   The tribe of the Jaqqaras had one principal concept, one that governed their entire idea of religion, society and politics. It was a simple notion that, against all odds, had helped them survive wars, harsh weather and even almost total extinction. The tribe believed that a land nicknamed by them the Land of Always Sun, laid beyond the horizon and that it was a perfect place, where everything was just and possible. They had adored this place for centuries and would honor it at least once a day. It was the cornerstone of their belief system and many viewed it more important than their god, who was very similar to all the other gods of all other religions. The place was the one who got all the temples and all praising and the one people thought before going to bed.

 The Jaqqaras lived in a steep valley, not far from the ocean where they sailed to catch fish for the community. The thing was that the Jaqqaras where very territorial, even between themselves. Envy was always present and no one could give someone else a gift without upsetting someone in the village. This sounds like a very dire, even dangerous situation, but it was exactly like that. The tribe was not confrontational but rather passive, choosing the words before actually hurting someone physically. They just thought their world was flawed and that there was no point in trying to fix it because that proved impossible. They rather lived as they could and at night they would praise the Land of Always Sun, often by prayer but also with drawings and cultural demonstrations.

 People would gather once a week, often on Sundays, to celebrate what was traditionally called the Forever festival. It wasn’t a big thing because the Jaqqaras were not many and lacked manual skills but they would all gather in their main town’s square and would perform different pieces in honor of the Land of Always Sun. There were dances and poetry and reading of beautiful literature. The children showed their drawings and the elderly shared their experiences, often-incredible tales about how when they were young they thought they had seen the Promised Land. The elderly were actually very respected as it was thought that when a Jaqqara died, his soul would travel across the sea to the Land of Always Sun and live free and happy for the rest of Time.

 The Festival was actually the only happy time or uniting time in the life of the Jaqqara people. Nothing else made them feel fulfilled as human beings, not even love or any other feeling. If a person from another part of the world would visit them, they would think that the Jaqqara were just lazy people who would rather believe in a perfect world than make their own And there had been some that had tried to change their community for the better but all those attempts failed because they were seen as disrespectful towards the Land of Always Sun and that was practically heresy.

 Those who believed that perfect world could be achieved in their actual lifetimes were often expelled from the community, thrown out of the main valley and every possession linking them to the tribe would be taken away from them. It hadn’t been unheard of that someone had been expelled and it was always the worst for their families, because they had to stay behind with the shame of having someone in their family that did not believe in the most essential piece of their beliefs. It was always hard for them at first, both the family and the expelled, but the wounds always healed fast. The person outside would find what they were looking for and the family would forget about said person.

 It had to be noted that the Jaqqara people were practical and never complicated themselves with nonsense. They didn’t like their lives to be disturbed because they preferred to be thinking about how perfect to World Beyond was. Most of them believed every person had a chance there. They all had beautiful grand houses and beauty was the norm. In the Land of Always Sun, everyone always had enough food for the day and they didn’t have to struggle with fishing or hunting. Food would just be there for the taking. They would also have money to trade stuff and stuff to trade and every single thing they could ever want would be just there, waiting for them to grab them.

 Beauty was actually a big deal in the tribe and people who were considered beautiful were the ones who often had more power than the rest. As in any other tribe, there were chieftains but the Jaqqara didn’t think their god chose them or anything like that. They actually chose them in a voting based on their looks. Of course, not everyone had the same criteria when choosing who was the most beautiful man or woman but they were always happy with the results and no one had ever contested any of the winners. They chose a man and a woman that would rule together. They would have to marry and would have to end any prior marriages to rule the tribe. People viewed this as an honor and if someone had to separate because of it, they would do it gladly and without resentment.

 Another big belief of the Jaqqara was that there was no use in doing any big things in the world, meaning that exploring of their region or of the sea was pointless. They would build houses in the place they needed and that was it. Some were healers and learned that trade but there was not other thing people could actually decide to learn or to pursue. They were all villagers who went fishing in the morning and that took care of some crops in the afternoon. They had reserves in land to eat when the fish was bad or to accompany fish when the Festival came, when they would eat more and make a little less boring.

 That was all their life and most of them were happy about it. But one thing that always happened was suicide. Seeing their belief system, it came as no surprise that many people just killed themselves in order to get to the Land of Always Sun faster. They would do it because they thought it was just stupid to live this silly life if they could be having a grandiose one with all the food they could have and beauty and all the fun and happiness in the world. For those who did it, often in the woods or in a boat in the middle of the water, it made perfect sense and it felt to them that that was the real meaning of their belief. And the rest of the tribe had nothing to say about it because, for them, suicide was not something bad at all.

 Most agreed that it was a natural means of control of the population, so they didn’t really say much about it. What they did say was that people who killed themselves to get to the Land of Always Sun, were just taking a shortcut and that their god, and this was the only real function he had, would most likely decide to put them in a special part of the land where they would be less happy than other. Actually, a full life of living in this flawed world would give a person all validity to have every single thing they wanted in the other life. In few words, they had earned it. A person that committed suicide hadn’t earned it yet so they wouldn’t really get the same treatment. Nevertheless, it kept happening.

 The Jaqqara lived in such a remote region that hey were never discovered by anyone else and that also meant that no other person had contaminated their conception of the world. Although some believed the first people of the tribe had come in canoes from the southern part of the world, no one knew for sure and that most have been at least a thousand years ago so it didn’t make any difference to them. They had decided to believe in that land and many even thought it was all a lie. But it was their lie and it kept them going, it kept them from destroying everyone else and everything in their sight. Those beliefs made them feel less alone and less small in a word that seemed enormous, especially when they were fishing.


 They were not pacifists or warmongers. They had just decided to live together and do what was necessary to survive and just live like that, with no other worries or problems. They thought it was unnecessary to complicate things because the best life one could live was one that could be honored when they died and their god decided what kind of life they would have in the Land of Always Sun. Because that was their beacon, that was the lighthouse that lit their lives and made them who they were. The thought of a place where they could be with whoever they wanted, where they could eat as much and whatever they wanted and where they could be who they were, was just to powerful and too beautiful to ignore.

viernes, 26 de junio de 2015

Que ruede la pelota

   Cada vez que Héctor salía a la calle, por lo menos diez personas le pedían el autógrafo, otras más le pedían una foto y algunas incluso le proponían mucho más que eso. Eso era porque el joven de 25 años era ahora una estrella mundial del fútbol. Hasta hace poco vivía en una pequeña casa llena de humedad en un barro humilde en un país que a nadie le importa. Pero desde que tenía cinco años su padre lo llevaba al parque a jugar fútbol y lo fue metiendo en equipos de ligas menores. Así fue escalando, yendo de un equipo a otro, hasta que logró entrar en uno de los más importantes equipos de su país. Solo estuvo allí una temporada antes de que lo descubriera un europeo y lo comprara para su equipo. Ahora era uno de los jugadores más reconocidos y queridos en todo el planeta y él, obviamente, amaba la atención.

 Las chicas más guapas se le acercaban en todas partes, tenía miles o tal vez millones de admiradores y empezaba a ganar millones de dólares nada más por poner su cara en algún producto. Desde bebidas gaseosas hasta vasos plásticos, la cara de Héctor ahora se asomaba por todas partes y eso lo hacía una de las personalidades más reconocidas del momento. Lo invitaban a premios deportivos a diestra y siniestra, le llovían contratos para promocionar más productos y estaba a la puerta de ganar más dinero de sus negocios que del fútbol. En solo un par de años se había convertido en millonario. Pasó de vivir en una casa apretada a un apartamento con tanto espacio que muchas veces descubría lugares nuevos en los cuales relajarse.

 Eso sí, no había hecho lo mismo que los demás futbolistas. La mayoría se habían casado jóvenes y ya tenían hijos pero él no quería nada de eso. No solo porque no había conocido a ninguna mujer que le llamase la atención sino porque no quería sentirse amarrado a nada. Hasta hace poco había empezado a ayudar a sus padres y a su hermanos como para tener dos personas más que cuidar. No, su prioridad era establecerse y que su imagen perdurara el mayor tiempo posible. Para eso entrenaba incansablemente y cuando no, estaba en algún evento social y en una sesión de fotos para alguna marca importante. El tiempo era dinero y el dinero algo que antes no había tenido.

 Sería mentira no decir que, con frecuencia, se daba sus gustos. Y por qué no? Al fin y al cabo se gana el dinero de manera decente y tenía el derecho de gastarlo como mejor le pareciera. Así que cuando podía se compraba uno de esos trajes caros o zapatillas de fútbol de las mejores o algún articulo electrónico que estuviera de moda. Él no tenía ni idea de lo que estaba de moda y de lo que no. Tampoco tenía el mínimo gusto en cuanto a la ropa pero siempre había confiado en el criterio de su hermana que había decidido irse a vivir con él a Europa para colaborarle en las cosas del hogar y demás. Él no se lo había pedido pero se alegraba de que estuviese con él.

 En su tercera temporada con el equipo tuvieron un día un partido amistoso en uno de eso países fríos, por lo que tuvo que abrigarse bien porque no era un clima al que estuviese acostumbrado. La verdad era que el invierno le daba muy duro y no entendía como alguna gente lo disfruta. Para Héctor puso su mejor cara y, en efecto, lo eligieron para jugar todo el partido. Esto era en parte por su agilidad y rapidez, pero también porque era una imagen que había que utilizar para generarle más dinero al equipo. Él sabía eso y le gustaba hacer su parte para que todos estuvieran mejor. Pero no contaba con que, durante el partido, uno de los miembros del equipo contrario calculara mal un tiro y le pateara la pierna con fuerza. Todos sabían que no había habido mala intención pero el daño estaba hecho.

 A toda velocidad, Héctor fue llevado al mejor hospital de la fría ciudad. Lo estabilizaron y le hicieron la mayor cantidad posible de exámenes. Mientras tanto, en el exterior del hospital, se fueron acumulando reporteros y periodistas de todas partes, ávidos de noticias de uno de los futbolistas más reconocidos en el mundo. Al día siguiente del incidente, el doctor les anunció a los periodistas que el jugador debía quedarse más tiempo en el hospital para poder curarse por completo. No era prudente trasladarlo ni hacerlo mover de ninguna manera, ya que eso podría comprometer gravemente su pierna. Los periodistas se fueron pero regresarían en la mañana.

 Héctor, por su parte, recibió un reporte médico algo diferente. Si bien era cierto que debía quedarse quieto para curarse totalmente, los doctores habían omitido hacer público el hecho de que sí la pierna no se curaba correctamente, Héctor podría tener problemas graves para caminar. El golpe había sido en una zona bastante sensible de la pierna y era bien sabido que las piernas de los futbolistas son por alguna razón más sensibles a ese tipo de golpes. El doctor le advirtió que no intentara hacer nada para mejorar más pronto y que perderse los dos próximos partidos no era nada con lo que podría perder si incumplía las órdenes medicas. Así que el joven no tuvo más remedio sino que hacer caso.

 Se quedó casi todo un mes en ese frío país para curarse de su pierna mala. Esto incluía un proceso de rehabilitación, que según decían era mejor allí que en cualquier otra parte. Él de eso no sabía nada pero no quería contradecir a los doctores ni a su director técnico ni a nadie. Para él lo más importante era seguir siendo quién era y para ello debía seguir en óptimas condiciones físicas. Pero algo que le preocupaba era ver cada vez menos fanáticos y periodistas en el exterior del hospital. Cada día parecían desaparecer un par hasta el día que regresó a su país de concentración, su hogar desde hace años.

  Allí se dio cuenta de que algo era diferente. No lo notó mucho al comienzo porque todavía tenía algo de terapia que cumplir, pero cuando ya estuvo mejor, se dio cuenta que en los entrenamientos el técnico ya no le ponía tanta atención a él sino a otros que antes no miraba. Lo mismo pasaba en la calle, donde cada vez menos gente lo paraba para pedirle su autógrafo. Las entrevistas también eran cada vez menos y ni que decir de los contratos. Sus cuentas bancarias estaban cada vez más vacías y su recuperación era una de las culpables. También se podría decir que su familia tenía algo de culpa, porque el mes que había estado ausente ellos habían gastado algo más de dinero para estar más cerca de él. Tenía que apretarse el cinturón y ver que se podía hacer al respecto.

 Activamente buscó contratos nuevos y entrevistas con quien fuera, fotos hasta desnudo en revistas de moda, pero casi nadie estaba interesado. Fue en esa búsqueda de trabajo en la que se dio cuenta de que en su mes de ausencia había habido dos eventos que lo habían cambiado todo en el fútbol, como era frecuente. Otro niño más, uno más para la historia, había sido descubierto en Brasil. Tenía so 18 años y ya había sido fichado para un equipo importante de Europa. Su próxima partido fue contra ese equipo y pronto se dio cuenta de que estaba acabado. El chico era como una flecha pero con capacidad de frenar y acelerar a voluntad. Héctor quedó casi en ridículo en ese partido, incapaz de volver a su antigua gracia.

 Lo otro que había ocurrido también era un descubrimiento pero uno un poco diferente. Era un nuevo jugador japonés que muchos llamaban el nuevo Beckham. Pero esto no era tanto por su don en el juego sino por su apariencia física. Era un joven muy guapo y ya era e preferido por las chicas y por todas las compañías existentes. Era por él que Héctor no había podido conseguir nada que valiera la pena. Ese jugador lo era todo por su apariencia y eso era algo que cualquier dueño de un equipo sabía que era dinero y en grandes cantidades. Como el brasileño, el japonés pronto encontró un equipo y una cantidad de fanáticos francamente impresionante.

 Héctor, de repente, ya no era una de esas luces en el firmamento sino solo uno más de los jugadores. Y solo tenía 25 años. Como pudo, tuvo que repensar su manera de hacer negocios y siguió entrenando para ser el mejor, creyendo que al serlo lo volverían a apreciar como antes. Pero eso jamás ocurriría. Su pierna, a pesar de todo, no se había recuperado tan bien como el creía y, poco a poco, su prestigio decayó hasta que fue vendido a un equipo menor del continente europeo. Pasados los 30 años, Héctor tomó dos decisiones trascendentales: la primera era renunciar al fútbol como profesión y la segunda, tal vez la más difícil de las dos, era volver a su país. No era que tuviera una opción.


 Con el tiempo se casó, tuvo hijos y se divorció. Tuvo un negocio de restaurantes que quebró y participó en programas de televisión para poder solventar una vida a la que se había acostumbrado pero que ya no podía pagar. En ese tiempo también empezó a beber más y con el tiempo se sumió en el alcohol y en la depresión de saber que había hecho todo de la mejor manera posible pero que, incluso así, las cosas no habían salido a su favor. A sus cuarenta años, la vida era una mierda para él. Pero al menos no tendría que preocuparse por qué hacer a sus cincuenta.

jueves, 25 de junio de 2015

Crazy shit

   Everything had been put into place, every single document had been acquired, and every single detail had been on point. Nevertheless, the consulate had decided not to give Richard the visa to go and work in Canada. He never heard a reason why he had been denied the visa, only that he could challenge the decision with the Canadian justice system but that could take, at least, three months, time that he didn’t have. When he notified the company that had offered him the job, which was the reason for his trip, they didn’t really say anything. Days later, they said they couldn’t guarantee the job to be there in three months so they “advised” not to go ahead with the challenging of the consulate’s decision. They backed up from their proposal, after so much praise and kindness, and eventually choose someone less of a problem.

 For Richard, that was it. He hadn’t had a job in his life. This was going to be his first shot at anything and in a foreign country! But for some reason, it didn’t happen. At first he was just shocked and disappointed, mainly because he had spent so much time and money in order to get the damn visa. But the days passed, and he started to feel worse. He lost his appetite and wouldn’t come out of his room, not for dinner, not for showering, not for anything. Slowly, Richard had descended to a depressive spiral of which he did not know and didn’t even want to get out. He kept thinking about the reasons why this hadn’t worked and blaming himself was the only way to make it all have any sense.

 Days passed until one-day Richard’s father had to topple the door, only to find him lying in the ground, barely breathing. He had cut himself several times on his arm and was bleeding profusely. They called the paramedics and the staff at the hospital was able to stabilize him, not before he had lost even more blood. He was week for several days in which many of his relatives, the kind that are never there but come flying back just to see what has happened, visited him as he was still in an induced sleep. When he finally woke up, he became violent, demanding to take everyone out in the act or he would repeat what he had done before.

 His parents only cried and cried and did not much else. As he had woken up already, he was given painkillers and some others medications to keep him calm but they did not seem to work a lot. He would refuse any food or anyone coming in being falsely nice. He didn’t really want to live anymore and he didn’t want people to be fake near him, it bothered Richard a lot when all they had were kind words that they didn’t mean or lies to calm him down. He stayed in the hospital for several weeks until it was decided he would be better off in a psychiatric facility, where they could try to cope with his behavior. Their parents cried again and did nothing else and he wasn’t surprised.

 The day he got transferred to the sanatorium, they didn’t even try to say goodbye or to be there. They just disappeared leaving only nurses and unknown people behind. Maybe it was for the best because any familiar face made Richard unstable and prone to violence. His cell, or room as they liked to call it, in the sanatorium was small and with just a tiny window to look towards the garden. The view was nice because there were lots of flowers and birds would come in the morning. At least that had improved from the hospital, were his window faced a wall. Even his room at home face a fucking wall, so it was difficult not to like this room better, even if it meant taking lots of drugs and just looking out the window a couple of hours a day.

 It was only after a week that he realized that, since he had been taken to the hospital, he had never spoken to any friend or anything like it. Which goes to show you how people are. Some run to see the train wreck happen and others just avoid it completely, even denying the whole thing. Anyway, it was best that way. He made a couple of friends in the sanatorium: a kid who had tried to jump off a bridge because his mom had punished him for being gay (he showed Richard his scarred back one day) and a girl who suffered of some weight related problem. She was very skinny and would always look like a ghost gliding all over the ward. There were a lot of other people in his area but they were all pretty harmless. But sometimes they could hear people from the other ward, the most dangerous one, yell or howl or do some kind of noise that would make everyone nervous.

 People there, on the other side, were really crazy. Richard thought he was crazy but he had realized those other patients were just above that. They were people who had killed others or who were just absent from reality. It was a pity though because no one really deserved to be there permanently. Although Richard had settled fast and liked to be around his new friends, he knew that living there permanently would not be as fun or enjoyable. During lunchtime, every single person would have a story about one of the patients of the neighboring ward. It was kind of a tradition to sit down and just tell stories about those others that were there with them. It was easier than talking about personal issues.

 Some said there was this lady who had killed all of her children (the number varied depending on who told the story). They talked also about a guy who used to be a butcher and had gutted a client because he had paid only in coins. There was the serial killer of pregnant women and the men that had just gone insane in an elevator, killing at least ten people with just a pen. The stories were gruesome and more often than not the guards would come and break the meetings off in order no to let the patients get too excited over a bloody story. But the gathering was a tradition and they only interrupted when too many were involved.

 Besides that, Richard got to have sex with the gay kid, who also happened to be obsessed with sex. Richard didn’t identify himself as gay but it had been so long since he had done anything with anyone that he didn’t really care. Apparently others did care because he was sent to the infirmary to get tested for HIV. Luckily, the gay guy wasn’t positive so nothing happened, but Richard refused to have sex with him again. Although for him oral sex wasn’t real sex but whatever. The guards, again, didn’t really seem to mind if patients visited other patients in their rooms. They only intervened if violence was imminent, whether it was against themselves, others patients or even the security staff.

 The funniest thing was when this rather big girl decided to jump on one of the guards because she had heard him called her “fat”. Everyone laughed and cheered on for the girl but the result was that games and entertainment were cancelled that night after dinner, so everyone had to be behind bars in their bunks, looking at the moon like Richard or howling at it like the prisoners in the other ward. When something like that happened. Richard felt strangely alive. Somehow, those crazy fuckers made him feel alive, more than anything or anyone had made him feel before. Yes, they were insane and dangerous but he felt close to them and he could have conversations with them, even with the gay guy when they were not… You know. It was great to feel like he belonged somewhere, even if it was in such a place.

 Then, after some months, his family came for him and it was the worst day in a long time. It was crazy to think he wanted to stay there but he felt he couldn’t be himself again if he just left them all there. He decided to get the email addresses of every single one of them and he gave them his so they could chat anytime and just be there for one another. It was a sentimental moment, a real one, and then he left. As the car left the premises, he realized that his life wasn’t over at 27. He had no idea of what to do with his life, that was certain. And he now had something to explain in every single job interview or even in dates.

 But he thought of it as something fun. Maybe he would end up being a failed human being. But he wouldn’t be the first or the last. The honest thought he had as he entered his room was that he didn’t want any of the shit that people had always wanted for him. He didn’t want the usual silly love or shitloads of money or paying job or any of that bullshit. He just wanted to feel needed, to feel that someone cared and to experience life as everyone should. He wanted to feel the world around him and just live to experience it all and not to submit himself to slave labor.


 So he just started writing. He wrote everything that had happened to him in recent times. Every single story, every single kinky moment in the sanatorium’s bathroom, every crazy thought, every suicidal decision. He wanted to sum it all up and just do something with it someday. But that day hasn’t come yet. Someday, though.