miércoles, 1 de marzo de 2017

La misión

   Al guardar las cosas en mi mochila, vi de nuevo su camiseta y decidí ponérmela para el gran día. Me quité la que tenía puesta, me puse la otra y doblé la que no iba a usar lo más rápido que pude. En la mochila solo me cabían unas cuatro camisetas, un par de pantalones, tres pares de medias, mis sandalias, cuatro pares de calzoncillos y otro par de objetos que tenía que llevar para todos lados. Usaba los mismos zapatos deportivos todos los días. Alguna vez tendría que lavarlos.

 Pero no sería ese día, no sería pronto. Tenía que mantenerme en movimiento si quería llegar algún día a mi destino. Me dirigí a la recepción del hotel, entregué la llave de mi habitación y dejé atrás el edificio, después de dejar todo en orden. Lo siguiente por hacer era conseguir transporte para la siguiente gran ciudad y para eso haría falta dinero. Así que antes que nada debía pasar por un cajero electrónico para sacar un poco de dinero, lo suficiente para sobrevivir unos días pero no demasiados.

 Caminé algunas calles hasta que llegué a un cajero que no quedaba sobre la calle sino que era de esos que quedan dentro de un cuarto aislado. Los prefería pues no quería que nadie me viera con una tarjeta que no era mía. Técnicamente no era robada pero tampoco era mía, así que lo mejor era evitar preguntas o momentos incomodos. Entré en el cajero e hice todo lo que había que hacer, lo que había hecho durante los últimos dos meses. Pero esta vez hubo un cambio: el retiro no se efectuó.

 En la pantalla apareció un aviso que pronto desapareció. No lo pude leer completo pero, al parecer, la tarjeta había sido bloqueada. Esperaba que algo así sucediera en algún momento pero ciertamente ese no era el mejor para que eso sucediera. En verdad no tenía nada de dinero, solo un billete que había reservado para comprar algo de comer, lo del día y nada más. Salí del cajero, pues había recordado las cámaras de seguridad, y empecé a caminar sin pensar mucho.

 No tenía dinero para el autobús que necesitaba abordar. Y no había una sola moneda en mi cuenta personal. Allí hacía mucho tiempo que no había un solo centavo, así que no era una opción. La cuenta de la tarjeta que utilizaba era la de Marco y sabía muy bien que solo una persona podía haberla bloqueado: su madre. Era lo obvio después de lo que había sucedido. Me arrepentí de no haber sacado todo el dinero antes de irme, para así no tener que preocuparme, pero él mismo me lo había desaconsejado. Porque todo esto era idea de él. Pero ya no estaba para solucionarme los problemas.

 Decidí concentrarme en lo urgente: pagar el billete de autobús. Decidí ir a la estación de buses y allí averiguar cuanto costaba el billete que necesitaba. Lo siguiente era ingeniármelas para conseguir el dinero, esperando que no fuese demasiado. Y no lo era, lo que había guardado para comer era una buena ayuda pero necesitaba el triple. Pregunté si no había boletos más económicos y me dijeron que no. Así que puse manos a la obra y me pasee por todo el terminal ofreciendo mis servicios en todos los comercios.

 Como vendedor, cocinero, limpiador de platos, barrendero,… Cualquier cosa con tal de ganar el dinero suficiente. En algunos lugares me ayudaron y otros me echaron. El caso es que estuve en ese terminal por dos semanas, yendo y viniendo por todas partes, casi mendigando por el dinero. De comer casi no había nada, solo el agua gratis de los lavabos del baño y algún pan duro que me daban por física lástima. De resto, había que aguantar lo más posible y me era fácil hacerlo.

 Cuando por fin tuve lo suficiente para el boleto, me lavé la cara lo mejor posible y fui a comprarlo. Me di cuenta que la vendedora me miraba mucho pues sabía quién era yo, el que pedía trabajo por todos lados, y seguramente pensaba de mí muchas cosas que yo ignoraba y que, francamente, me importaban un rábano. Por fin me dio un boleto. Estuve allí en la hora exacta y abordé el bendito bus de primero. Ese día de nuevo me puse su camiseta, para la buena suerte.

 El viaje era de varias horas, unas doce. El camino era largo y sinuoso. No había contado con marearme, así que cuando empecé a sentirme mal, hice un esfuerzo sobrehumano para quedarme dormido. Era lo mejor pues tener mareo sin nada en el estomago siempre parece doler el triple. Cuando me desperté era de noche y supe que íbamos por la mitad del recorrido. Allí, en mi destino, tendría otra misión asignada por alguien ya muerto. Por un momento, dude en seguir.

 Pero al llegar allí a la mañana siguiente, no había sombra de duda en mi mente. Como no tenía dinero para alojamiento o comida, lo primero que hice fue hacer lo que Marcos me había encomendado hacía mucho tiempo. Caminé como por una hora desde la estación de autobuses hasta que llegué a la playa. Era hermosa, con el mar de un azul casi irreal, las nubes blancas flotando en el cielo y la arena muy blanca y suave. Yo nunca antes había estado allí pero Marcos sí y por eso me había pedido viajar hasta ese lugar, hogar de uno de sus más queridos recuerdos.

 Sin demora, saqué la bolsita de plástico que llevaba en el bolsillo frontal de la mochila y me lo puse entre las manos. Quería sentirlo una última vez antes de dejarlo ir. Hacerlo era una tontería pero al fin y al cabo ese era Marcos o al menos había sido parte de él. De repente me acerqué más al agua, aproveché una ráfaga de viento y dejé ir en él todo el contenido de la bolsa. Una nube gris oscura flota frente a mi por varios segundo y, con cierta gracia, voló mar adentro, dispersándose sobre el agua.

 Me quedé con la bolsa en la mano durante varios minutos, lo que me demoré en procesar todo lo que había estado haciendo. Desde la muerte de Marcos todo había ido de mal en peor. Mejor dicho, todo había vuelto al estado anterior de las cosas, todo era malo y estaba vuelto mierda. Mi vida era un infierno de nuevo y esa misión que me había encomendado era el clavo final en mi vida. Para mí no había nada más allá, no había nada mejor ni peor. Nada de nada en mi futuro, porque no existía.

 Tiré la bolsa en un bote de la basura y caminé por el borde de la playa pensando en él. Recordé su sonrisa y el sonido que hacía cuando algo le gustaba. Tenía registrado en mi mente el olor de su cuello cuando despertaba y el de las salchichas que le gustaba cocinar. Recordé sus zapatos viejos, los que usaba para correr, y también el sabor de su boca que jamás podría olvidar, incluso si lo intentara. Por supuesto, también recordé la razón de porqué había tenido que ir hasta allí.

 Esa playa había sido el escenario del recuerdo más feliz de la infancia de Marcos. Me había contado una y otra vez como su madre y su padre estaban todavía juntos en ese entonces y como, para sorpresa de todos, ellos eran muy felices y cariñosos el uno con el otro. Había jugado correr, a hacer castillos de arena y muchas cosas más. Ese recuerdo tan simple era el que más lo acosaba, pues era el de algo que había durado muy poco. Antes de morir, me hizo prometer que haría lo que acababa de hacer.

 Me dolió no ser su mejor recuerdo y ahora me dolía más estar allí, solo y desamparado, sin saber que hacer. No tenía dinero ni posibilidad alguna de dormir en un lugar limpio esa noche. Tal vez lo mejor sería quedarme en la playa y luego caminar de vuelta, sin importar cuanto me tomara.


 Pero el problema era que en casa, o mejor dicho en mi ciudad, tampoco había nada que me esperara. Tampoco tenía nada que me moviera hacia delante, que me impulsara para seguir viviendo una vida que jamás había sido mucho. No estaba él.

lunes, 27 de febrero de 2017

Best actress

   After a very long night, she left her award on the table beside her bed once she had gotten to her home. It wasn’t really home but it was the place she was staying for the moment and that was good enough. Her brother had said goodbye some moments ago and now she was alone, late at night, removing everything from her earrings to the very expensive dress she had been offered. The shoes stayed besides a chair all night, the first thing she had removed, not a surprise.

 For a long time, she contemplated the award and she was glad that no one else but her was there too watch because she would have been too embarrassed. But alone, she had the time and opportunity to really look at her prize, the crowning achievement of her career after only having been working for ten years. She knew she was a very lucky girl, so contemplating the prize made it all so much more real, something even more thrilling. She smiled and then she heard someone at the door.

 It was one of her assistants who announced that the people of the jewelry company had come to collect their things. She didn’t quite get why they would come to her so late, but it was better that way because she had been very worried all night, trying to protect her ears and neck from every possible accident, which was very difficult with all the people around and all of the moving and talking and waving. She removed it all, handed it to her assistant and told her to give it to them.

 She would have given them their things in person, but she was very tired to do so. Hoping that the people that gave her the dress wouldn’t appear out of nowhere, she walked barefoot to the bathroom and took the dress off there. She hung it on the closet and then brushed her teeth and washed her face. She had the feeling of having been running through a coal mine or something like that, maybe because the make-up was now running down her face after so many pictures and poses.

 The pajama she had brought was made of two pieces: blouse and pants. They were both filled with teddy bears, which made her laugh. She put it on and quickly after she was already in bed, looking again at the little man that was standing on the table beside her. She couldn’t stop watching him and she knew it would be difficult to look at anything else for the days to come. But she had to make an effort because life was still going and not everything stopped because she had received a prestigious award. It was difficult as it was so beautiful.

 The actress stared at the statue and slowly fell into a deep slumber. In her dream, she was not in a fancy dress or even in her pajama, but dressed as a waiter in a restaurant she felt she knew but didn’t quite know where to put it. It felt strange but then someone asked for her and she ran to offer her services. The man that was ordering looked exactly like the actor who had won that night, just before her. But the expression on his face was the one of someone who didn’t know her.

 He wanted some apple pie and coffee. She wrote on her notepad and then left for what she thought was the kitchen. But once she pushed the door, she was the character in the movie that had made her a winner that night. She had the same dress she had put on for so many days, several months to be exact. It was bright yellow and had no real features besides its color. The fabric and even the smell felt just like she remembered them. It felt it had all happened a long time ago.

 She then realized she was inside the movie and it was her moment to perform. As she had done several times for the last few months, she did her dance number, the big one everyone in the world had been talking about. Almost at the end, a man would lift her up and then put her down again. But this time her partner during the dance number was no other than her actual father. It wouldn’t have been very shocking if it weren’t for the fact he had died a couple of years back.

 She was glad to see him again. He didn’t smile or talk to her at all; he just danced in the most beautiful and gracious way possible. When the time came for him to lift her, he did the most amazing job at it. She cried and hugged him but it seemed she was the only one doing the hug. Maybe it was because she was imagining him but he wasn’t putting any type of pressure on the hugging, he seemed to be there only for the sake of having someone standing in for the real dancer of the movie.

 It didn’t matter to the young actress. She hugged very tight and wanted that moment that wasn’t real to last an eternity. But as dreams often do, they end in the most sudden way. She soon found herself awake, still sitting on her bed, with her neck hurting because she had fallen asleep in the most uncomfortable position ever. She gave her a soft massage but didn’t leave bed, instead she looked at her award again and, only for a moment, she imagined it to be a smaller version of her father. That made her smile just before adopting a better position to sleep.

 Someone came for the dress when she was sleeping. She thought it was a very good idea not to wake her up, maybe everyone thought she deserve everything that day because se had achieved something not many people had been able to. And she was rather young and that even more uncommon. When she finally woke up, it was already late but no one had come to bother her. Again, she sat down at the edge of the bed and stared at the prize, which seemed to be waiting for her to wake up.

 It had lost some of its brightness, maybe because so many people had touched it. She could actually see fingerprints all over the statue. The woman stood up and looked around for her purse, where she thought she had the special cream they had given her to clean the award. But then again, she realized it was not something that had to be done on that very moment. Actually, there was something even better she could do right there, before anyone knew that she had woken up.

 She grabbed the award and felt it: its weight, its shape and height. It was not cold or warm. Then, she acted as she had just received and acted surprised and bewildered for a moment, not in front of a mirror but in the middle of her room. She was suddenly interrupted by her assistant who talked through the door: she had a long day of interviews for magazines and TV shows, so it was time for her to head to the shower and then running around the city to get all of her commitments done.

 As she entered the bathroom, she left the award on the counter, by the sink. She removed her pajamas and underwear and then stepped into the shower. There, she used hot water to relieve herself of everything that felt like a layer on her skin, things that were not really there but only on her mind. She had finally made it; she had finally become the person she had always wanted to be. And now, the path to be walked was new and amazing, painted with the most beautiful colors.


 In the shower, she smiled. She stared at it again, just to know it was there, and then smiled once more. She felt so damn lucky.

viernes, 24 de febrero de 2017

Una de esas playas

   Dar el primer paso era lo más difícil de hacer. De ahí en adelante se podía asumir que todo sería mucho más simple, más relajado. El lugar no estaba lleno ni mucho menos, al fin y al cabo que era temprano y la gran mayoría de bañistas estaban todavía en sus casas, preparándose para salir a la playa o todavía algo tomados de la noche anterior. El domingo era el día en que todo el mundo se ponía el traje de baño y se dirigía a las hermosas playas cercanas a la ciudad.

 Yo tomé el tren porque era la única opción. No tenía automóvil y así lo hubiese tenido, creo que no sería muy inteligente salir a manejar después de una noche como esa. Casi nunca salía de fiesta pero como era nuevo en la ciudad decidí hacer algo distinto y no me arrepentía. La había pasado muy bien, incluso había conocido gente y habíamos quedado de buscarnos en la playa al día siguiente. Yo pensaba primero tantear el terreno antes de decidir buscarlos, porque era mi primera vez allí.

 Caminé despacio de la estación hasta la playa, sin poner mucho cuidado en las calles o la gente, más bien pensando en lo que estaba haciendo y en si no sería un paso demasiado lejos. Pero de todas manera seguí caminando como si nada. De pronto me encontré con una tienda y me di cuenta que, al salir con prisa de la casa, no había pensado en llevar nada de comer. La idea era esperar hasta la tarde para almorzar, así que debía aguantar comiendo alguna tontería antes en la playa.

 En la tienda di vueltas por los cuatro pasillos que había buscando galletas o algo así. Compré unas que parecían tener buen sabor y luego me fijé en una nevera en la que estaban alineadas varias ensaladas. También cogí una de esas y finalmente me dirigí adonde estaban las bebidas para escoger algo. Me decidí por un simple jugo de naranja en botella, pues cualquier otra cosa parecía alterar mi estomago, que no estaba precisamente calmado después de tanto alcohol.

 Pagué mis cosas y salí de nuevo hacia la playa, consultando mi celular para saber si iba por el buen camino. Al cabo de unos cinco minutos, no fue necesario saber si iba por el lugar correcto pues llegué a la rambla de la pequeña ciudad y vi la playa extenderse por varios kilómetros al lado de ella. La cosa ahora era caminar un buen tramo, pues la playa que yo buscaba no era ninguna de esas que estaba al lado de la ciudad. Era una un poco más allá, más alejada. Cuando terminó la calle, tuve que tomar un sendero entre las rocas y entonces me di cuenta que no había marcha atrás.

 Fue un momento después de pensar en lo cerca que estaba que pude ver desde arriba la playa que estaba buscando. No era ni grande ni pequeña, del tamaño justo se podría decir. El sol no estaba demasiado fuerte tampoco y mientras caminaba pude ver que había lugar hacia la mitad del terreno. Por un momento olvidé el tipo de lugar que era y casi dejo escapar una risa cuando un hombre pasó por en frente mío completamente desnudo. Tuve que taparme la boca y acelerar el paso.

 Así es, era mi primera vez en una playa nudista. Seguí caminando como si nada pero tengo que confesar que miraba a todos los que estaban allí tomando el sol, hablando o nadando en el mar. Es algo muy curioso eso de ver a la gente haciendo algo tan libre como eso, no es una cosa que se vea todos los días. Cuando llegué al punto que quería, me quité la mochila de la espalda y la dejé caer en la arena. Me senté a su lado y me quedé allí como perplejo, mirando ahora solo al mar.

 Estaba tan fascinado por el color del agua que no me di cuenta que alguien estaba de pie a mi lado. Cuando lo voltee a mirar, me quedé con la boca abierta. Era un hombre que, desde el suelo, se veía como una estatua griega clásica. Su cuerpo era casi como si estuviese tallado, desde sus piernas hasta su cara. Tardé en darme cuenta que no estaba completamente desnudo sino que llevaba uno de esos salvavidas alargados en la espalda. Era el encargado de la playa. Me puse de pie de golpe.

 Me saludo de mano y me preguntó si era mi primera vez allí. Lo hizo con una sonrisa que casi me hace quedarme callado de nuevo pero decidí concentrarme para no hacer más cara de idiota. Le contesté que era así, que acababa de llegar. El tipo asintió, miró al mar y de pronto me miró directo a los ojos. Tenía unos ojos muy claros y penetrantes, por lo que me sentí como si me estuviera viendo el alma, más que el cuerpo. Algo que me dijo que tuve que pedirle que repitiera.

 Lo que me dijo era que estaba prohibido tener ropa puesta en la playa. Solo se podía poner gente ropa al momento de salir y como yo acababa de llegar tenía que hacer exactamente lo opuesto. De repente dejé de mirarlo como lo estaba mirando y me di cuenta de que había llegado la hora de hacer lo que sabía que tenía que hacer. Asentí y le dije que entendía pero él no se movió. Me seguía mirando. Pasó un minuto o tal vez menos, pero se sintió como una eternidad, hasta que por fin el salvavidas se retiró y me dejó “solo” para hacer lo que tenía que hacer.

 Por el lado de que alguien me viera, era ridículo pensarlo: estaba rodeado de personas por todos lados. Lo bueno fue que pude darme cuenta que a ninguno parecía interesarle verme a mi, estaban demasiado ocupados divirtiéndose entre ellos o tomando el solo o haciendo cualquier otra cosa. Como en otras ocasiones en mi vida, había sobreestimado la cantidad de atención que me podrían prestar. Al fin y al cabo que para ellos yo era solo uno más en esa playa, en un día de todo el año.

Así que sin pensarlo mucho, me quité los zapatos deportivos que tenía puestos y luego las medias. A estas últimas las metí en los zapatos después de sacudirlos para quitarles la arena y los guardé en mi mochila. Después le tocó a mi camiseta, que doblé rápidamente y metí en la mochila también. Solo me quedaba quitarme el traje de baño, que me había puesto en mi casa sin razón aparente pues sabía que iba a un lugar donde los trajes de baño no tenían mucho sentido.

 Me puse de pie y lo hice sin miramientos. Cuando estuvo la bermuda en mi tobillos, la tomé y la doblé de manera impecable y la metí en la mochila. De ella saqué entonces mi toalla y mi celular, mi arma infalible para fingir que estaba leyendo algo o haciendo algo que no fuera ponerle atención a otros bañistas. También servía para no concentrarme en mi propia desnudez pública, cosa que, me di cuenta al instante, no me molestaba para nada. Es más, me sentía cómodo.

 Me puse a leer un articulo de verdad en el celular y cuando estaba muy concentrado sentí de nuevo la presencia de alguien cerca de mí. Voltee a mirar y me di cuenta que era uno de los amigos que había hecho la noche anterior. Era italiano y tenía los ojos igual de brillantes que el salvavidas. Nos saludamos de mano. Me dijo que acababa de llegar y que podía ser que sus amigos no vinieran pues estaban muy cansados. Empezamos a hablar de todo un poco, de lo que no hablamos la noche anterior.

 Pasadas las horas tuve que ponerme bloqueador solar pues los rayos del sol parecían potentes. Nos ayudamos mutuamente en esta labor con mi nuevo amigo. Sí, era algo un poco extraño pero la verdad no más que la vida común y corriente.


 Más tarde nadamos un poco e incluso jugamos cartas. Perdí casi todas las veces pero fue divertido. Cuando fue hora de irnos, decidimos ir a comer algo juntos. Mientras nos poníamos la ropa, sin embargo, me dijo algo que no esperaba: “Me gusta tu cuerpo”. Mi cara estuvo roja todo el resto del día.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Everything is nothing

   As the blood dripped down to the floor, getting the thick white carpet wet and stained, the man just looked through the window, contemplating the lights of the city that had been his home for so many years. He hadn’t been born there but he felt as if he had. He had always felt like someone from the city and not the son of a farmer. Either way, it had all lead him to that moment in his life and he realized by looking at the city that he was all alone, as he was on the farm all those years ago.

 His name was Alan and his blood was very dark. He barely felt it sliding down is hand, his fingers, falling almost silently to the floor. The dagger he had used, an old antique he had bought on a trip to Vietnam, laid in the sofa. It was clean because his blood had not rushed out from him but had rather been very slow to come out, as if his body was trying to hold on to life as long as it could. But he had decided his own faith and there was nothing that could save him from it. There was no turning back.

 His apartment was very large, with five bedrooms, each with a bathroom. The kitchen had a lot of space to do all kinds of recipes and the cabinets added an almost never-ending amount of storage space. The living room was the part of the apartment where he stood, barefoot, looking at the twinkling lights of the city below. He had other antiques all around the house, including on his dinner table and the small lobby where he had greeted so many of his so-called friends and family.

 There was no family anymore. Helen had left months ago. She argued it was because of him, because he failed to touch her as much as she wanted too and hadn’t really been a sweet and caring husband during their short marriage. He had a different point of view to the matter: Alan knew his wife had been sleeping with someone, almost from the first day they had been married. He had pictures and even a couple of witnesses. But he wasn’t the kind of man to play all his cards at once.

 By the way, what she had said was the truth: Alan had never really loved Helen. The real thing was that Alan had never cared for anyone in his life. He had been born into a poor family with two sisters and three brothers. That house did not have any love either, just responsibilities. He had learned from a young age that what mattered was to work like a horse every day of your life to make some money and to be someone. To make people tremble when they heard your name, if possible. And Alan had dedicated his life to achieve exactly that.

 His eyes were beginning to go foggy and he stumbled bit, almost banging his head against the window’s glass. But he didn’t fell down; he remained where he was, his blood dripping still. He felt thirsty but he didn’t even try to go to the kitchen for something to drink. He just stood there, remembering how Helen had thought she had the moral high ground when they argued for the last time. She was an overly dramatic woman and he asked himself often why he had chosen her and not another.

 Well, that had a rather simple answer: she had been there when she was necessary. Helen was the daughter of a wealthy man, very well known in the business circuit. As Alan was climbing levels, he realized he had to have someone by his side to be supported by others. For some reason, people still mistrust someone that has chosen not to have a family or even not getting married. And Alan was one of those but he had to fake he was just like them. So he met Helen and eventually married her.

 The relationship lasted for less than three years. During that time, she slept with another man at least three of the seven nights of the week. Other three nights she spent at her family home, where her father and mother would shield her against her “horrible husband”. Only one night a week she spend it in her actual home, where she bitched and moaned at everything because that was the way she was, always trying to end something she had agree on building too, whether she remembered or not.

 Alan was not the kind of man to fall in love or have lovers. He had never hired a prostitute or even visited a strip club. He didn’t feel any of those urges that are the norm among men. And no, he didn’t felt it either for men or other living creatures. He didn’t really have any perversions of the mind or of the soul, at least not related to his romantic interests. That was because he had none. Love was not one of his priorities in life. It had never been like that and it would never be.

 It was probably the reason why, after living his farm at a young age and thanks to his own efforts getting a scholarship, he just left his family and never saw them again. They tried to contact him several times and he even checked on them she had checked on his wife, but every time he got information on them he realized he wanted them far from everything he had. His family was greedy and could be summed up as a group of awful people, stepping on each other to climb little bit further. They were awful and Alan did not want to have anything to do with them,

 With no family and no need or urge to love or even to fuck someone, Alan had always been alone. Because, of course, friends hadn’t been a priority either. No friends had meant that he finished high school and college much faster than anyone else. It had meant for him that no money was thrown into useless things like alcohol or drugs, instead he did the best investments possible and got much more money than he had always needed. Friends would have only been a distraction.

 He had always been alone and he had always been fine with been alone. Those long and luxurious trips he had gone to in order to get half of the things he had on his house, had been done by himself. He had no guides and no nagging wife telling him anything. He had enjoyed the purity of those places and he had even felt he belonged to something greater than him, something he had never reflected on in his life. Knowing the world changed some of his preconceptions on people and the world.

 His family was not religious so he had never learned what it meant to have faith. His wife was supposedly catholic but he had never seen her got to mass or say something in that regard. When he traveled, he discovered that spiritual side that had never really been in him. He started having many ideas about it and would spend long nights trying to decipher his own sense of religion and faith. For Alan, it was something fascinating to discover but he never really became a fanatic. He knew when to stop.

 It was during that study of faith, when he realized the kind of life he had lived. In general, nothing too bad could be said about it. His business movements had always been clean, he had tried to provide for a wife who hated him and had attempted to save various artifacts that he thought could be lost if he didn’t buy them and put them on display in his apartment. In his mind, he had done many good things and nothing that could be classified as “bad”. But he was very wrong.

 He had lived a sad, pathetic life, alienating everyone from it. Religion showed him that living with others improved a person’s well being, it improved their lives in ways he had never even thought possible. His life had been lost to material things, to what does not remain.


 Realizing he had done nothing with his life, that he had decided not to give any of what he had to an heir, Alan decided fast and firmly, as he had always done. He grabbed his precious dagger and cut his wrists the best way he could. And then waited, because there was nothing left to do.