lunes, 18 de diciembre de 2017

El final es un comienzo

   Las explosiones se sucedieron una a la otra. Desde el otro lado de la bahía se escucharon potentes explosiones pero no se sintieron de la manera violenta como sí lo sintieron algunas de las personas que no habían querido dejar el centro de la ciudad. Los edificios altos, del color del marfil, se desmoronaron de golpe, cayendo pesadamente sobre la playa y dentro del agua. Las personas que quedaban vieron que ya no tenía sentido quedarse allí, si es que lo había tenido antes.

 Se formó una nube enorme de cemento y hormigón, que nubló la vista hacia la ciudad por varias horas. Todos los que estaban en el centro de comando dejaron de mirar hacia la ciudad y se dedicaron entonces a calcular otra variables que tal vez no habían tenido en cuenta. Pero la verdad era que ya todo lo sabían. Estaba más que claro que la armada del General Pico se acercaba a toda máquina hacia la bahía y que embestirían la ciudad con la mayor fuerza posible.

 De hecho, esa había sido la razón parcial para tumbar los edificios. El arquitecto Rogelio Kyel había sido el creador de esas hermosas torres y también había sido él quién había propuesto el colapso de las estructuras para formar una especie de barrera que frenara el ataque del enemigo. Por supuesto, todo el asunto era solo una trampa para distraer al general mientras la población y el comando central escapan hacia algún otro lugar del mundo. El tiempo era el problema principal.

Habían tenido el tiempo justo para tumbar las torres e incluso habían podido evacuar a la mitad de la población en botes especiales, muy difíciles de detectar. Sin embargo, mucha gente quedaba todavía en las islas y era casi imposible sacarlos a todos. Como se dijo antes, la ciudad misma seguía poblada por algunos que se había rehusado a dejar todo lo que era su pasado detrás de ellos. Simplemente se negaban a dejar que algún loco tomara su casa y, a pesar de todo, tenía razón.

 Pero la vida iba primero y, cuando se rehusaron a salir, el comando central decidió que la mayoría tenía prioridad y que si había gente terca que prefería morir, era cosa de ellos y no del gobierno. Muchos de esos tercos se reunieron como pudieron tras ver las torres caer, en parte porque pensaban que el enemigo había sido el causante de los derrumbes. Otros se quedaron en sus hogares sin importar la violencia de las explosiones. Ellos fueron los primeros que murieron cuando Pico embistió con fuerza contra la pobre isla, que se resistió pero al final cayó.

 Tras el derrumbe de las torres, el general solo demoró media hora en llegar a la bahía, con la nube de escombros todavía flotando sobre toda la zona. Dudó un momento pero luego dio un golpe con extrema fuerza contra la ciudad. Lo poco que había quedado de los edificios blancos desapareció bajo las bombas y las pisadas del ejercito del general. Tomaron cada casa y mataron a cada una de las personas que encontraron. Afortunadamente no fueron tantos como pudieron ser, pero igual murieron de la peor manera.

 La distracción fue todo un éxito puesto que la mayoría de las naves pudieron escapar lejos sin que el enemigo se diera cuenta. Solo cuando se fijaron en lo vacía que estaba la ciudad, fue cuando el pequeño general ordenó un bombardeo con naves pesadas sobre todas las islas. Según su decisión, ni un solo rincón de todo el archipiélago podía quedar sin arder bajo las llamas que crecían a causa de los poderosos químicos de los que estaban hechas las bombas.

 Los árboles ardieron en segundos. El comando central y su gente vieron desde lejos como una gran nube negra se cernía sobre lo que había sido su hogar por mucho tiempo. Algunos lloraron y otros prefirieron clavar sus ideas y su mente a lo que tenían por delante y no a lo que había detrás. Esto ayudó a que las naves pudieran alejarse de una manera más precisa, que pudiese evitar una hecatombe global de ser detectados por el ejercito enemigo, que de pronto parecía volcarse en un solo propósito.

 Al otro día, las islas eran solo una sombra de lo que habían sido desde tiempos inmemoriales. Ya no eran de agua clara y playas prístinas, de deliciosa comida y gente alegre, de palmeras enormes que parecían edificios y animales que solo se podían encontrar allí. Todo eso terminó después de varias horas de bombardeos. A la mañana siguiente, no había nada vivo en ese lugar del mundo, a excepción de los soldados que se comportaban más como androides, dando pasos al mismo tiempo, sin razón alguna.

 El general Pico, del que tanto se burlaban sus enemigos por ser un hombre de corta estatura, de bigote espeso y de tener tan poco pelo como una bola de billar, fue el único que soltó una carcajada mientras pisaba las cenizas de lo que había sido uno de los lugares más felices que nadie hubiese conocido. Mientras caminaba, viendo lo que había hecho, pateo cráneos carbonizados y animales retorcidos por el calor de las bombas. Después solo sonrió y al final subió a su nave y se alejó de allí, sin decir nada más. Retomaría pronto su caza del comando central.

 Este grupo se refugió en una pequeña isla remota pero todos sabían bien que no podían quedarse allí mucho tiempo. Seguramente el general decidiría también destruir todas las islas aledañas, por ser un escondite general para gente que nunca se había alejado mucho del mar. Esa, al fin de cuentas, era la verdadera clave. Debían ir a un lugar lejano, en el que nadie esperaría ver gente que se había dedicado toda su vida a pescar y a vivir vidas tranquilas y sin preocupaciones.

 Las naves enfilaron al continente y cuando tocaron la playa se reunieron todos y decidieron dividirse. La mejor manera de escapar era no concentrarse todos en lo mismo sino perderse en la inmensidad del mundo. Formalmente dejarían de ser el comando central y pasarían a ser grupos aislados de personas que, con el tiempo, podrían integrarse a otras comunidades alrededor del planeta sin que nadie se diese cuenta. El general Pico podría perseguir por donde fuera, pero nunca los encontraría, al menos no como los había conocido.

 Algunos se dirigieron a las montañas, un lugar completamente desconocido para ellos, escasamente poblado y con un clima difícil de manejar. Pero como buenos seres humanos, se terminaron acostumbrando después de un corto tiempo. Aprendieron a cazar los animales propios de la región, inventaron aparatos y máquinas para hacer de subida algo más fácil e incluso crearon obras de arquitectura amoldadas a las grandes alturas, todo gracias al arquitecto Rogelio Kyel que había llegado hasta allí.

 Otros, muy al contrario, decidieron que jamás podrían alejarse demasiado del mar. Se adentraron solo algunos kilómetros dentro del continente y se asentaron en el delta de un gran río que regaba con sus agua una vasta región donde pronto pudieron cultivar varios alimentos. Estaban cerca de la selva y sus ventajas pero tuvieron que aprender a vivir también con los animales salvajes que destruían constantemente sus esfuerzos para crear algo así como una nueva civilización.

 El general Pico buscó por todas partes pero lo único que pudo encontrar fueron culturas indígenas que creía inferiores a si mismo y a animales que disparaba por el puro placer de verlos estallar. Murió muy viejo, todavía obsesionado con acabar con todos sus enemigos.


 El arquitecto Kyel murió antes, habiendo dejado su última creación en planos ya listos, que la comunidad decidió construir en la frontera con la región del río. Sería algo así como un puente, construido exclusivamente para unir a los hombres de nuevo, después de tanta devastación.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Resistance and downfall

   When the dust settled, there was nothing to rally behind of, nothing to support us another day, not a rock or a person. There was nothing. When they blew it up, they destroyed everything we had believed in for so long. It was a strike deep in our hearts, resonating thousand of kilometers in every direction, where many others would also feel that hope had died and darkness had descended upon us to stay. We were in such disbelief, that they took advantage of our pain to come and destroy us.

 Those men and women were not the kind to take prisoners or to torture. They just killed every single person that tried anything against them and they had the best memory to ensure they would never forget how someone had wronged them. And that was what we had done. They had been the predominant power in the universe and we had tried to take them down, we had tried to stop them from making us penetrate into the abyss they wanted everyone to be in and they didn’t like us doing that.

 For a time, before all of this happened, we lived a life of relative peace and quiet. It would be a lie to day we all lived in harmony, because we didn’t. We just didn’t find interesting to disrupt someone else’s existence, unless it threatened our own. Our existence was not an easy one but we tried to make ends meet by using our wit and ability to cope with every single human thing that tried to tie our hands and prevents us from going forward. Maybe that’s how it started.

 At first, they were only a handful of people, but it started to grow exponentially when they made it into the media, into the information channels that every single intelligent creature used. You have to grant it to them: they used that in their best advantage and soon enough they rallied hundreds, then thousand of people in order to do what they wanted. It was one of those things you ignore at first but then they become so overwhelming and obvious, that you cannot just turn your head away.

 They started with fights and then with proper skirmishes. Now, we battle every so often with heavy artillery and our uniforms on, trying to change the tide one-way or the other. It has to be confessed that it doesn’t really seem to be working in anyone’s favor. We seemed to have stalled and it doesn’t seem like any of the sides knows where to look for the next step. However, with the destruction of our most sacred site, things will change in a new way, one that we haven’t yet seen and it’s very scary. Maybe they knew what to do all along and we were just pieces of a game.

 Being a prisoner is bad, of course, but we would prefer that option against the real one, the only one they give us: death. Facing that is not easy for all of us. Some have already decided they want to embrace it but others are too young or too afraid to actually walk into a battlefield and decide to die. So, when we were caught off guard by the destruction of our temple, they killed a big bunch of us but others ran towards the granite hills and hid there, moving through caves, trying to live another day.

 They eventually left, feeling there was no use in finding every single one of us to be killed. It’s obvious they realized that, without food, we wouldn’t be able to survive for long. And even if we did, such a small group of people had no power to overthrow the power hungry machine they had become. They were virtually unstoppable now and every other living being knew what they had to do in order to survive, and no other person could say anything about it, because we all wanted to keep living.

 The caves became our home and, as time passed, we were able to go outside and harvest foods we had never eaten before but we had to learn to enjoy them, for our sake. Many people had learned to grow other foods there and they also found water. In time, we had a small community that seemed to go unnoticed by the rest of existence. For a time, again, we were happy and we thought everything had gone back to what it was. We thought that, maybe, we had been given another chance.

 However, that was not the case. We were awaken one morning by the sounds of heavy artillery and then came the bombs. Our population was still small so two or three bombs easily killed most of our people. Those who weren’t killed, we tried to push them off for a while, in order to let others escape or maybe we thought someone was coming to the rescue, which didn’t make any sense at all. In time, they came through and the rest of our little group was almost completely destroyed.

 The only person that remained was I. Their leader in person came down to meet me and force me to bend the knee and sweat loyalty to him. He knew, very well, that it had been me who had started this whole thing; it had been my fault that so many brave men and women were now dead. It was my fault that our world had sunken into a deep darkness that would never go away. He knew how bad I felt about it all and he had come to make me say it out loud, not only to him but also to every other soldier on his side to hear. Because they had been on my side once.

 I did. I confessed my crimes and tried hard to redeem myself by asking forgiveness. But I didn’t ask him to forgive me; I did not ask that to his soldiers either. I was telling that to my people, to the ones that had been beside me for a long time and now they had paid with their lives. They had entrusted me with their faith and their lives and I hadn’t been able to correspond in any way, I had just grabbed their lives and used them as cards one uses in a cheap and lousy game of chance.

 As I cried, the man that had become the leader of the new world came to me, gave me his hand and carried me into his vessel. Inside, I was put on chains and treated like an animal, even worse. I was done and I wanted death to be forced upon me, but it seemed like he had finally realized that just death is not punishment enough. He wanted me to really need death, he wanted me to beg for it every single day of my life and he would be able to deny me that privilege.

 In time, I became something you cannot call a human anymore. I was much less than that. I was a shadow of everything mankind had ever amounted to. I just sat on my corner, in a dark cell, and thought about every single thing that had ever happened before my very eyes. There were happy moments but mostly fear and dread. I was haunted by the remains of the people I had failed to and the ones I had lead to their deaths. They blamed me and I could never disagree with them.

 I became increasingly weak and feeble, even to the point my mind started to go a little bit. The leader would come sometimes and watch me, ask me questions or just stare, as a disgusted costumer looks at a circus freak. He knew I wanted death and he would still deny it. There was something inside of him, something that remained from the past and seemed to be buried deep within him, some kind of grudge or maybe it was something completely different. I never really knew.

 Our vessel was destroyed one day, by armies that had been hiding and resisting the darkness that had befallen on the world. They had rallied, in silence, and their moment to attack had come in the exact moment I had been finally granted my death.


 I died anyway, but it was a different thing altogether. It was better. After all, it was them that needed to take revenge on me, after I had almost destroyed everything that they had tried to build. I had been the killer of their families and friends. So it was fair, in the end of the day, for them to kill me.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

El viaje de Diana

   Era precisamente por el sonido del mar que había viajado tantos kilómetros. Las ciudades con sus coches y bocinas y ruidos incesantes había sido suficiente para ella. Diana quería descansar de todo eso y alejarse, retraerse a un lugar en el que se sintiese más cómoda. Fue cuando pensó en su pueblo, en el que había nacido hacía muchos años y que había dejado atrás cuando era una niña pequeña. La idea se le había ocurrido en un momento y no la había dejado hasta que tomó la decisión.

 En principio, estaría fuera de casa por una semana pero la verdad, muy adentro de sí misma, sabía que estaría mucho más tiempo afuera. El trabajo la tenía cansada y le debían tantas vacaciones que no tenían opción de negarse a lo que ella dijera. La ley la protegía. Había estado trabajando como loca desde que había ingresado a ese puesto de trabajo y no había descansado sino los fines de semanas y eso que a veces también debía de trabajar esos días. Era un cambio sustancial a su rutina.

 Tomar el avión fue extrañamente liberador. Sabía que antes de llegar a cualquier lado, debía de viajar varios kilómetros y usar varios tipos de transporte. El lugar de su nacimiento, y el de sus padres, era un sitio remoto al que ellos jamás quisieron volver. Ella nunca preguntó mucho pero lo que entendió desde joven es que habían sufrido mucho, y el esfuerzo que habían hecho para salir adelante no podía deshacerse volviendo y siendo sentimentales después de tanto tiempo.

 Diana habló con ellos antes de salir de viaje, pero no quisieron hablar mucho del tema. Solo mencionar que iba a ir al pueblo, era como si fuese de nuevo una niña pequeña y no tuviese permitido hablar de ciertos temas. Su madre la cortó, recordándole que debía comer mejor pues estaba muy delgada. Con su padre fue lo mismo, aunque su manera de interrumpir fue un tosido extraño y luego un silencio muy tenso que parecía poderse cortar con un cuchillo. Era extraño pero decidió respetar la situación.

 El vuelo duró unas dos horas. Cuando bajó del aparato, por aquellas escalerillas que solo ponen en los aeropuertos pequeños, Diana fue golpeada por un calor sofocante y una humedad relativa que en pocos minutos la tuvo sudando la gota gorda. Sentía que respirar se le hacía un poco más difícil de lo normal pero tuvo que proseguir, yendo a buscar su maleta y luego buscando un taxi, que sería el encargado de llevarla a la ciudad más cercana. El corto viaje fue peor que en el avión, pues el hombre no tenía aire acondicionado y había un olor extraño pegado al cuero del automóvil.

 Cuando se bajó en la plaza principal de la pequeña ciudad, Diana miró a un lado y otro. Se aseguró de tener su maleta bien cogida de la manija y empezó a caminar por todo la plaza, por donde niños corrían de un lado a otro y había algunos puestos vendiendo comidas típicas de la región. Los hombres y las mujeres mayores sentados en las bancas de la plaza, típicos de las ciudades como esa, la miraban detenidamente pero sin preguntar nada ni ayudarla, porque era evidente que estaba un poco perdida.

Sabía que debía tomar otro transporte, una especie de taxi pero compartido, que era lo único que podía llevarla hasta su pueblo. Era un lugar muy pequeño, metido entre manglares y marismas. Por el olor del aire, sabía que el mar estaba muy cerca pero la ciudad por la que pasaba estaba encerrada en medio de la tierra y por eso el calor se sentía como si se lo echaran encima por baldadas. Era tan insoportable, que Diana tuvo que interrumpir su búsqueda un segundo para comprar un raspado de limón.

 Cuando lo terminó, pidió otro más y emprendió su búsqueda, que fue corta porque ya estaba al otro lado de la plaza, donde pequeños vehículos estaban estacionados. Tenían letreros encima de ellos, con el destino que servían. Eran un cruce entre una moto, una bicicleta y uno de esos automóviles que solo sirven para una persona. Normalmente Diana no se hubiese subido a algo tan obviamente peligroso pero la verdad era que el calor hacía que las cosas importaran un poquito menos.

 En minutos, estuvo sentada en la única silla con su maleta entre las piernas y tres personas más a su lado. Eligió uno de los bordes para no tener que sentirse como un emparedado entre dos personas, cada una con sus olores particulares. De verdad que no quería comportarse como una esnob, pero es que no estaba acostumbrada a que sus sentidos estuviesen tan alerta como durante ese viaje. El gusto, el tacto, el oído y el olfato estaban todos en constante alerta, como si no supieran que percibir primero.

 La vista, sin embargo, iba y venía. Empezaba a sentirse cansada. En el trayecto al pueblo cabeceó casi todo el camino y solo vio la carretera por momentos. No era pavimentada y estaba cubierta, en tramos, por árboles altos que hacían una sombra bastante agradable. Cuando por fin llegaron, tras casi dos horas más de travesía, Diana tuvo que abrir bien los ojos y quedó fascinada con lo que se encontró. Era el mar, tan azul y tan perfecto como muchos lo habían soñado, y nubes blancas como algodón flotando pesadamente sobre él. Todo era increíble y hermoso.

 Estuvo un buen rato mirando para arriba, parada en el mismo lugar donde se había bajado del vehículo que la había traído. Ya no había nadie alrededor y fue el sonido de una gaviota lo que la despertó de su trance y le recordó que debía buscar el sitio donde había reservado su habitación. Según tenía entendido, era el único hotel o similar que había en todo el pueblo. Había intentado llamar varias veces para reservar hasta que un día por fin pudo hacerlo con buena señal, por el tiempo suficiente.

 Caminando por la calle hecha de tierra, miraba a un lado y al otro. Había casitas modestas al comienzo y después unas más bonitas, con colores varios y de mejor construcción. Como en el otro pueblo, había también una placita pero esta era más pequeña y no tenía sino dos bancos algo desvencijados y muy poca gente alrededor, aunque seguramente serían muchos para la cantidad de personas que vivían en el pueblo. El hotel estaba justo en el marco de la placita, era una casa de dos pisos de color azul con rojo.

 La mujer que atendía era grande y un poco atemorizante. No decía más que un par de palabras pero con el pasar de los días Diana entendió que era solo su manera de ser. Así pasaba cuando se estaba mucho tiempo detrás de un mostrador, esperando a ver si alguien se aparecía. Ella le mostró la habitación a la joven, que lo primero que hizo fue desempacar, ponerse el traje de baño y salir directamente a la playa, sin pensar en mucho más. La orilla no estaba muy lejos de las casas.

 La arena era muy blanca, como si fuera falsa pero no lo era. Y el agua no estaba ni caliente ni fría, sino perfecta. Todo era ideal, por lo que se echó sobre una toalla que había traído y cerró los ojos durante un buen rato. Pero no durmió sino que pensó y pensó en lo que hacía, en sus padres y en su vida hasta ahora. Después, de manera inevitable, pensó en las personas que la rodeaban, en los habitantes de ese pueblo que tal vez recordaran a sus padres o tal vez quisieran conocerla a ella.

 Caminó mucho ese día y habló con vendedores de pescado, de mariscos, otro vendedor de raspados y la enérgica mujer que atendía la tienda del pueblo. Así como ellos preguntaban de su vida, ella preguntaba de la de ellos. Los días pasaron y la semana se convirtió en dos y luego en tres.


 Regresó a casa, casi un mes después de haber partido con conocimiento nuevo, sintiendo que era una persona distinta por atreverse a dar el paso de tener una aventura por sí sola, una travesía que la ayudaría a encontrarse a sí misma, para así saber cual sería el siguiente gran paso.

lunes, 11 de diciembre de 2017

The past is always present

   The whole space between Planet B43 and its moon was a huge graveyard. Pieces of different sizes and different materials, floated all around, doing some sort of dance between the planet and the satellite. Some pieces did fall into one of the celestial bodies but no damages were done to intelligent life, as there was none in that section of space. The whole system had been deprived of that for a millennia and it was considered to be a sacred zone, not one to venture into lightly.

 The battle that had taken place only a few months back had been a consequence of miscalculations and a clear disrespect for anything that reeked to the past. Somehow, all the peoples in the galaxy had absolutely forgotten their roots, their common ancestry and history. That planet, which was now classified as empty, with only a letter and two numbers, had been one of the largest hubs in the past, gathering every kind of creature in its heart, making every single one of them feel welcome.

 The temples that were still scattered all over the surface of both celestial bodies were now covered in plants and moss. They had been the key to achieving peace a thousand or more years ago. It was a time when battles didn’t existed, no skirmishes were ever registered, and people tried to live without any kind of conflict. They talked. When they had differences, they agreed on meeting on the planet, which they called Takrut, and solve it there, with the help of other parties.

 There was something similar to a sense of community, even when civilizations would be separated by million of kilometers, of light years and planets and stars. Even with that inconvenience, all of these different creatures had the knowledge to gather and just share what they had all been given. Commerce was key during those times, and it was fair and it made senses to everyone involved in the transaction. No one felt they were taken advantage of or that were loosing somehow.

 The debris that now fell to the planet, sometimes fairly close to the ruins of those temples, was the proof that whole galaxy had fallen away from all that it had once held dear. The battle, which had begun in another sector, had burst into the system with fire and blood and screams, breaking the silence that for so much time had befallen those ancient tombs and sacred places. Respect had died a long time ago and there was no way to get it back, at least not with the current factions fighting each other over beliefs that were up for interpretation, nothing really factual.

A scout ship called Valiant was send to the cloud of ruins in order to try and rescue a piece of one of the ships that they needed in order to continue their fighting elsewhere in the galaxy. It was a piece of a memory bank that the pirates and smugglers would probably find to be of no importance. That’s why coming back after so long was not really a problem. Besides, not running into unwanted company was important, in order to maintain the mission a secret from everyone outside of their own group.

 The Valiant passed by the cloud but realized soon they wouldn’t be able to penetrate it. Even being a small ship, the Valiant could easily be hit by the large chunks of debris and that would leave them stranded on that sector for who knows how long and they certainly had no intention to do so. B23 was a country shrouded in rumors and tales of monsters and dark wizards. Not many people talked about worlds like those, except for mothers when trying to scare their children from doing something wrong.

 The crew of the Valiant decided it was wiser to send an AI unit to do the work. They were always very eager to help and they had no need to breath, so they were the perfect candidates to take a walk in space. A special rope was attached to their charging port to get them back after they had found the object they were looking for. The first unit was sent shortly after arrival but it was soon lost to a large chunk of metal that destroyed it. Its arms and legs floated away, as the rope was pulled in to use on another droid.

 The next one was able to locate the piece they were looking for but was then pierced through the chest by a bar made of different alloys. It had been travelling at top speed, so it was just like being stabbed with a spear or something. They also used other kinds of droids, less humanoid in aspect but faster and better responsible to the commands coming from the ship. It was one of those, a little droid called IC2, who was able to finally get the part they needed to get back to their command center.

 The droid was being pulled into the ship when another piece of wreckage cut its rope, leaving it only a few meters away from the Valiant. The ship tried to indicate the droid how to get into the ship by itself but a surprise visit by a group of pirate ships was enough to make the crew of the Valiant realize they needed to get to safety first and then try to rescue the droid. Before jumping out of the system, the scout ship ordered the little droid to hide among the debris and stay there until another ship came to pick him up. He understood his command and floated, waiting.

 He waited for a week and then for another week but no one would come. As small as he was, his artificial intelligence chip was very well developed, so much so that he could even do things that larger droids couldn’t. The fact that he didn’t really have arms and legs but tiny wheels and some hooks, made him the last resource for any mission, and he knew that very well. But after waiting for so long, he decided something had to be done in order to get the information back to the command center.

As a droid, his priority was to serve, so that’s what he was going to do. However, debris was very difficult to avoid, even for a small droid that was able to avoid being hit with relative ease. One single piece, the size of a little ball, was enough for him to lose his stability and hurl down into B23. Luckily, they had made him with metals that resisted entry through different kinds of atmospheres in the case of an emergency. It certainly came in handy as he fell from the sky towards the jungle.

 The small droid landed in a patch of jungle that seemed to have no trees or plants. The place was rather circular and, in a glimpse, he knew that was not a normal occurrence in the universe. Geometrical shapes rarely happened like that, so randomly and it such vast proportions. He decided to walk away from there and head toward some sort of building he could see peeking through the tallest trees of the jungle that was before him. Those were ancient ruins, something he already knew from his scanners.

  He crossed the jungle rolling through it; trying to avoid any puddles of water and paying close attention to the sounds of various creatures that were probably looking at him, wondering what it was that they were looking at. When the IC2 arrived at the building, he noticed it was a pyramid and that it had an entrance on the base, a rather large one. He decided it was the best place to wait for his owners, so he rolled into the building as fast as he could, not realizing a shadow had moved inside the cavernous entrance.

 When he realized that there was a creature there, it was too late for the little droid. A weapon, similar to an arrow, traverse the droid through what one would call its eye.  The creature, which was humanoid, bent down and grabbed the piece of memory bank the droid was holding.


 The human looked at the piece for a while and then decided to keep it for himself, putting it on a pocket beneath his cloak. He gave one final look to the destroyed droid and whispered something to him, in a language that hadn’t been heard in ages. After that, he disappeared into the shadows.