miércoles, 14 de febrero de 2018

Rebeldes (Parte 1)


   Todo el lugar era un caos. Había explosiones sin cesar y gritos que trataban de romper el muro de ruido que la batalla había armado en ese otrora hermoso campo. Era increíble pensar que hasta hacía muy poco, pasto de un verde intenso crecía allí. Un pasto que los granjeros veían apropiado para sus rebaños, pues era una tierra de todos y la naturaleza se había encargado de que el lugar fuera casi como un santuario para la vida silvestre. Lamentablemente, el paraíso no duró para siempre.

 La mayoría de los combatientes portaban un uniforme blanco que, por alguna extraña razón, no se manchaba con nada. Algunos decían que tenía propiedades mágicas, producto de las alianzas formadas durante la guerra. Muchos seres oscuros y peligrosos habían surgido de las entrañas del mundo y algunos de ellos estaban allí, en la mitad del campo de batalla. Algunos eran monstruos horribles que podían quebrar un cuerpo en dos con sus mandíbulas y otros eran seres que se veían más normales pero que tenían habilidades particulares.

 Escondidos detrás de una duna de tierra negra, Al y Chris esperaban el momento justo para su ataque. Ellos estaban del lado contrarios de las tropas de blanco. Vestían ropa común y corriente pero también tenían sus haces bajo la manga. Sin embargo, sus superiores les habían recordado que no podían usar nada de lo que sabían antes de tiempo, para evitar que el enemigo los tomara pronto como objetivo de sus ataques. La idea era pasar desapercibidos hasta el momento adecuado.

 Habían estado escuchando las explosiones por un buen rato, habiendo aparecido en el lugar justo antes de que las tropas blancas decidieran atacar, aunque los rebeldes vestidos de ropa común estaban listos para la embestida. Eran menos numerosos pero más difícil de atrapar por su gran agilidad, una cualidad que habían obtenido tras años de correr por entre las calles de las ciudades dominadas por los Blancos. Tenían que aprender a robar para sobrevivir en el mundo.

 Chris miró a Al y asintió. Al hizo lo mismo y desapareció de golpe. No corriendo ni volando ni haciendo nada de lo que haría una persona común y corriente. Al tan solo había desaparecido y aparecido de pronto un kilometro al norte, desde donde tendría una perspectiva diferente de la batalla. Era un terreno algo escarpado, por lo que su visión sería perfecta. Los Blancos habían tomado la posición ventajosa. Con un golpe fuerte, podrían vencer a los rebeldes empujándolos al mar. Y por muy recursivos que fueran, no todos sobrevivirían la caída al agua.

 Al de nuevo desapareció desde donde estaba y apareció al lado de Chris. Con una mirada, Chris supo que Al había confirmado lo que ya sabían. No solo que los Blancos tenían la clara ventaja en la batalla, sino que habían ignorado proteger uno de sus flancos por la soberbia misma que los sostenía en el mundo. Ese era el sitio para atacar y ellos dos eran el arma secreta de los rebeldes para cambiar el rumbo de las cosas en el mundo y por fin poder respirar en paz.

 Al y Chris se tomaron de la mano y esta vez los dos desaparecieron. Aparecieron casi al mismo tiempo detrás de unos arbustos. Cuando miraron por entre las hojas, los últimos soldados Blancos pasaban casi corriendo para unirse a la batalla. Para ellos habría grandes riquezas y recompensas si se unían a las peleas que su gobierno armaba contra minorías que no tenían como defenderse. Al menos no hasta ahora. Puesto que los rebeldes habían sacrificado muchas vidas por una victoria.

 Después de unos minutos, los dos hombres salieron de entre los arbustos. Se miraron una vez más y supieron que ese era el último momento que estarían juntos. Habían sido pareja en el grupo de infiltraciones por meses, reuniendo información de las tácticas militares de los Blancos y de ese preciso lugar alejado, a propósito, de grandes zonas habitadas que podrían haber sido afectadas con una batalla de semejantes proporciones. Eran jóvenes pero su conocimiento era vasto.

 Sus ojos se quedaron entrelazados unos segundos más. Entonces, Chris miró hacia la batalla y, sin dudarlo, corrió gritando con todas sus fuerzas. De repente, su cuerpo empezó a quemarse. Llamas cubrieron su cuerpo de un momento a otro e incluso fue capaz de elevarse del suelo y volar por encima del campo negro.  Y sus poderes no terminaban allí: desde la retaguardia, lanzó llamas de un intenso color amarillo hacia los Blancos. Los fue encerrando con cercas de llamas de dos metros.

 Los soldados Blancos estaban aterrorizados. Nunca habían sido testigos de algo semejante. Sabían que había gente con poderes extraños, ellos mismo habiendo negociado con algunos de ellos para aprovechar sus poderes en el campo de batalla y en la vida diaria para intimidar al que necesitaran hacer pensar dos veces sobre sus acciones. Pero ese hombre en llamas era algo completamente distinto. No solo su poder era intenso en todo el sentido de la palabra, su sola silueta en el cielo nublado era suficiente para hacer correr a cualquiera, antes de morir calcinado.

 Al también se había unido a la batalla, tratando de ayudar a los rebeldes empujados hacia el mar a retomar terreno. Usando su poder de transportación instantánea, podía golpear a varios soldados separados por varios metros, casi al mismo tiempo. Su velocidad y la ferocidad de Chris habían sido las armas secretas de los rebeldes. Y parecía que la estrategia estaba funcionando a las mil maravillas, puesto que los Blancos parecían querer retirarse pero no podían por los muros de llamas.

 Los dos jóvenes estaban seguros de haber hecho lo correcto al proponer semejante ataque. Sus superiores habrían preferido esperar un poco más de tiempo para irse de cabeza contra los Blancos, pero Al y Chris los convencieron de que un ataque frontal y definitivo era la mejor idea, sobre todo porque evitaría la muerte de muchos otros que estaban siendo masacrados o torturados en las ciudades, solo por haber robado una pieza de pan o por querer evitar el servicio militar obligatorio.

 Los rebeldes tenían ganado el día. O casi. De la nada, más soldados Blancos y más bestias salidas del infierno mismo aparecieron para enfrentar a los rebeldes. Una de ellas tenía un aspecto parecido a un murciélago gigante. Fue ella quién atacó con magia negra al hombre en llamas y lo tumbó del suelo, cayendo a tierra con un golpe seco. Allí, se enfrentó a soldados Blancos a puño limpio. Mantuvo su posición un rato pero ellos eran muchos más y sus llamas se habían apagado por el esfuerzo.

 La murciélago bajó de los cielos y lo golpeó una y otra vez. Chris quiso usar su poder pero no podía, estaba exhausto. La criatura lo apretó contra el suelo y rió, de la manera más espeluznante posible. Dijo algo en un idioma extraño y uno de los soldados le pasó una delgada espada. La criatura blandió la espada y, por un segundo, todo parecía terminar. Sin embargo, Al había visto a Chris caer del cielo y había corrido hacia su compañero. Como pudo, se movió como bólido entre el enemigo.

 Apenas estuvo detrás de la criatura, se agachó de golpe y tomó a Chris por uno de sus tobillos. La espalda cayó con fuerza pero en el suelo no había nadie a quien matar. La criatura había perdido a su presa pero tenía muchos otros rebeldes que aplastar. Los Blancos ganaban, de nuevo.

 En un lugar lejano, sin caminos ni gente, aparecieron los dos rebeldes apenas respirando. Chris estaba todavía de espaldas, esperando sentir la espada penetrando su cuerpo. Pero entonces sintió algo en un pie y vio que era Al, herido de gravedad justo antes de transportarlo a un sitio seguro.

lunes, 12 de febrero de 2018

Being wild


      As he went down on me, I started looking up at the ceiling. I had been drinking quite a lot and then, he had rolled a marihuana cigarette in seconds and we had smoked it together while laughing about people that we had met in our pasts. We shared a lot and we knew it but, for the night, we had decided to remember certain things and not the whole picture. We hadn’t discussed it with so many words but it was clear to both of us the moment he had stepped in my apartment that night.

 It felt nice what he was doing and, I have to say, he looked better than ever. He had recently entered a gym and the results were already showing. Granted, he might never become an Olympic athlete or nothing like that, but he did look amazing, just like I remembered him from the past, or even better. Back then; he was tall but very skinny, with a beautiful body that had virtually no curves. I never complained then because our relationship was based on love and he had been my first love.

 This time around, however, as I closed my eyes out of pleasure, I knew that everything we did was simply based on lust. That love that had united us so many years ago had been dead for almost as long as we had been apart one from the other. We had lived a lot and we hadn’t spoken much through the years, only following each other on Facebook and such social networks where you can take a peak on the lives of others, almost always just to have something to regret.

 But then, we reinitiated our relationship by talking at least once every two months and then more and more often. As the time passed, we realized we had grown to be very different people socially but very alike in everything that had to do with sex. Sometimes, we would chat online for hours, talking about what we would do together if we could and things like that. I didn’t mind at all, as I had vowed to be a single man for a long while. I was certain that kind of flirting wouldn’t amount to anything.

 Him, however, had a very different life going on. As we started talking, he wouldn’t say much about himself and would often prefer to talk about me or about the times we had been dating. But eventually, he had to confess that he was not only dating someone, but that he had been doing so for more than a couple of years. Furthermore, he hinted to me once that his partner had proposed to him with a ring and everything one would imagine, but that they had agreed on marrying after they were able to afford living together and everything that came with that.

 At first, I had decided to slowly pull away from that friendship of sorts we had developed. For a while, I couldn’t understand why someone that was almost married would talk to me like he did. Furthermore, it was outstanding to read how he described my body with a precision I would never imagine a surgeon to have, much less a boyfriend I had spent less than half a year with. It scared me but at the same time it felt very flattering, as no one else was telling me the things he said so often.

 Then, one day, he wrote to me on my cellphone one afternoon. It was a weekday and he just said “Hi”. I said the same thing and then we engaged on the typical conversation one has with any living person: we talked about what was going on with both our lives, what we were doing right then and there and, finally, the weather and such things most people don’t really care about. Then, after about fifteen minutes of filler, he finally said what he had been wanting to say for a while: “I’m alone in my house now…”

 I immediately understood what he meant with that. He clearly wanted me to drop by and have sex with him. In minutes, he confessed he had been thinking of me for some time and that he wanted to feel again what he had felt with me back in the day. He was very flattering, telling me a bunch of stuff I was very glad to read. He told me I had been the best lover he had ever had and that my body was ingrained in his memory forever. He said all the right words, in the right order.

 However, I was reluctant because I remembered his almost husband. And I have to confess something: I have not been an angel all my life. I have been known to go to bed with people that had previous engagements, me knowing about the whole thing. The difference this time was that I actually knew him and I had been in a relationship with him. Somehow, that changed it all and I had to lie in order not to meet him for sex. One part of me wanted to but my true soul gained the upper hand.

 Not that my decision changed anything. Especially not after, one night during a shopping spree with a friend, I stumbled upon my former boyfriend and his fiancée. We couldn’t just pretend we hadn’t run into each other, so we decided to shake hands and talked a little in the middle of the mall. I don’t know how, but I ended up chatting it up with his partner and I have to say I found him to be a very nice person. He wasn’t the type of man I had envisioned for my former lover, but he was undeniable a good person and I understood why that relationship had formed and had lived through the years.

 However, I had no idea why the guy wanted to cheat on that nice man. I didn’t understand it at all and didn’t understood either when he called me out of the blue in order to invite me to a “game night” at their place. According to my former boyfriend, it had been his fiancée’s idea. I struggled with the decision of whether to go or not but finally the decision was taken for me, when the fiancée himself called me on my cellphone and begged for my presence. After that, I couldn’t say no.

 The evening, I have to say, was pretty tame. They drank conservatively and their jokes were just like their level of general fun: just average. Other friends of theirs were there, thank God, so the evening passed without a hitch until my ex-lover pulled me aside on the kitchen, touched my genitals over the fabric of the pants I was wearing, and told to my ear that he really wanted to fuck around with me. When he realized nothing could happen there, he told me the story he had created for his almost husband.

 He hadn’t told him that I was a former lover or boyfriend. He told him we had gone to college together and that we had gone out several times together because of mutual friends. But his lies proved unnecessary, because his fiancée never asked anything. He was being a gracious host and a nice person overall, not drilling into people’s lives or anything like that. That made me feel even worse when I got home. So that’s why I’m staring at the ceiling right now, trying not to think a lot or feel much.

 When he came back to kiss me on the lips, I did it in a very distracted fashion. He had come in to my apartment out of nowhere, as his fiancée had left the city for a couple of days because of a death in the family. He was in mourning, who know where, as the love of his life was getting rid of all his clothes and my clothes as well. Yes, I felt guilt but then I realized, or told myself at least, that none of that was my doing. I wasn’t the one doing something wrong, or so I told myself.

 As I had sex with him, I tried to dedicate my senses to the moment. The marihuana kicked in right when it had to. I heard his moans and I felt the heart of his body very close to mine. And we spent hours doing the same thing, in different ways.

 When he left early the following day, I realized that I was one kind of person. And I have to tell everyone that I’m not ashamed of that. I am the person that fucks someone that wants it and I’m the person that does something knowing the consequences and ramifications it could have, if any.

viernes, 9 de febrero de 2018

Del saber y el deber

   El día anterior a su partido lo pasamos juntos. Le propuse venir a mi casa y pasar todo el día allí, los dos solos. Al otro día lo recogerían sus padres para llevarlo a comer algo con ellos antes de partir a su viaje de seis meses. Pero yo lo quería para mí solo por lo menos un día entero. Era lo que nos merecíamos, o al menos eso pensaba yo. La verdad era que eso era lo que yo quería y si me lo merecía o no era lo de menos. Solo quería sentir que lo tenía allí, cerca de mí, antes de que pasara lo desconocido.

 La manera en que lo había conocido no era la más común y corriente del mundo. Había sido en mi último año de secundaria, cuando todos los hombres teníamos por obligación asistir a una reunión con el ejercito para ver si éramos aptos o no para el servicio militar obligatorio. Obviamente, ninguno quería ser apto pues éramos un país en guerra y cualquiera que pudiese pasar un año entero haciendo su servicio podía ser enviado con toda facilidad a alguno de los frentes de la contienda.

 Yo sabía de antemano que no iba a ser apto para estar en el ejercito: no solo tenía un problema notorio en uno de mis músculos pectorales, cosa que me descalificaba de entrada, sino que también usaba gafas aunque la verdad era que mi miopía no era tan grave como ellos tal vez pensaran. El caso era que nada me preocupaba acerca de presentarme en ese lugar. Lo único era la revisión médica, que se hacía en grupo. Es decir, nos hacían quitar la ropa, a todos los hombres de último grado de secundaria, unos frente a otros.

 Aunque en otro contexto tal vez me hubiese interesado semejante espectáculo, la verdad era que de todas maneras me asustaba un poco el riesgo de que, por alguna razón, lo que me descalificaba de entrada ya no fuera algo grave para ellos. Al fin y al cabo, eran militares. No se ponen nunca a mirar mucho las cosas, solo hacen y listo. Así que aunque no puedo decir que no quería mirar a algunos de mis compañeros sin ropa, no era mi prioridad esa mañana de mayo, en la que hacía una temperatura agradable.

 Habían médicos mirando de lejos y revisando de cerca si veían algo que los hacía dudar. Y detrás de ellos, tres soldados que hacían de asistentes con cajas de guantes de plástico y toallas y no sé que más cosas. Fue entonces cuando perdí el interés por ver a mis compañeros de clase sin ropa. Porque detrás de los doctores, unos ojos color miel me miraban con una sonrisa tan perfecta que sentí que el tiempo se había detenido casi por completo. Yo me tapaba los genitales con las manos y una doctora revisaba mi pectoral extraño. Pero yo solo lo miraba a él.

 Al minuto me dijeron que podía vestirme e irme pues no era apto para el servicio. Empezaría entonces el proceso para generar una factura, basada en los ingresos de la familia. No puedo decir que puse mucha atención porque no lo hice, mientras me ponía la ropa, lo miraba a él. Pero de pronto un oficial entró y lo hizo salir y no lo vi más. Eso fue hasta que salí del recinto y me lo encontré cuando me tropecé con él al salir a la calle. Él iba a entrar y yo a salir y cuando nos chocamos solo sonreímos.

 Me dijo que lamentaba que no fuese apto. Yo le respondí que me alegraba no serlo. No estaba en mi coquetear a la primera sino ser brutalmente sincero, un rasgo que muchas personas detestaban en mi. Él sonrío y me dijo que su nombre era Raúl. Yo sonreí de vuelta y le di la mano. Le dije mi nombre y entonces noté que su apellido era Rivera, pues lo tenía en el uniforme. El momento fue interrumpido por el mismo oficial que lo había sacado de la revisión. Le pedía que lo siguiera.

 Raúl se apuró al instante. Era obvio que hacer esperar a un oficial de mayor rango no era lo correcto en el contexto del ejercito, así que se apuró a sacar su celular del bolsillo de la chaqueta y puso frente a mi casa la pantalla, que mostraba una serie de números. Un poco torpe, saqué mi teléfono y copié el número. Estaba en el último digito cuando me di cuenta que Raúl ya no estaba en la puerta. Se había ido detrás de su superior, al parecer casi corriendo para alcanzarlo.

 Allí empezó todo. Yo nunca pensé en relacionarme con alguien que tuviese que ver con el ejercito. No estoy de acuerdo con el uso de armas ni con ningún tipo de ofensa que requiera el uso de soldados a gran escala. La primera vez que salimos le dije todo eso, porque no quería ser hipócrita y que él pensara yo era alguien diferente al que de verdad soy. Se lo tomó muy bien e incluso bromeamos al respecto. La verdad era que Raúl era tan simpático, que su profesión era lo de menos.

 Eso fue hasta que le empezaron a pedir que saliera más de la ciudad. Se iba por algunas semanas y volvía normalmente más bronceado y cansado. Cuando lo veía, parecía estar a punto de dormir. Esos era los buenos días. Había otros que no lo eran tanto, como cuando no quiso verme por más de un mes. Hubo un momento en el que me cansé y amenacé con presentarme en su casa, a sus padres, si él mismo no salía a verme. Su padre había sido militar también, lo que hacia de la familia una muy conservadora. Yo sabía bien que ellos no sabían que su hijo era homosexual.

 Cuando por fin nos vimos, lo vi muy mal. No solo parecía cansado, sino que estaba pálido y parecía no haber comido bien en varios días. Le pregunté como se sentía y me dijo que mal. No había mucho en su manera de hablar, solo una expresión sombría que me dio bastante miedo al comienzo. Le tomé una mano, allí en el parque cerca de su casa. Temí que me rechazara, que me gritara o me echara del lugar. Pero en vez de eso me apretó la mano y empezó a llorar y hablar, casi sin respirar.

 Había sido testigo de cosas horribles, de cosas que no podría borrar nunca de su mente. Me dijo que había visto gente morir y que él mismo había disparado contra otras personas. Me contó de sus experiencia en un enfrentamiento en la selva y como había tenido que aguantar solo por toda una noche hasta que más soldados pudieron venir en su auxilio. Lo habían promovido por su tenacidad pero las secuelas de todo el asunto habían calado hondo en su mente y en su vida.

 Esa vez, como muchas otras, lo invité a mi casa. Es extraño decirlo, pero antes de eso la relación no había parecido tan seria como me lo pareció entonces. Ahora sí que parecíamos una pareja en todo el sentido de la palabra, incluso el sexo se sentía diferente, mucho más satisfactorio y personal. Nos conectamos bastante a raíz de ese momento y creo que todo mejoró para ambos. Incluso tuvo el valor para decirle a sus padres que tenía una relación con un hombre, aunque nunca me han conocido personalmente.

 Y ahora ha llegado el momento que más ha estado temiendo: otra de esas misiones largas que se extiende por un pero de tiempo aún más extenso ya que su nueva posición lo convierte en una persona más indispensable adonde sea que quieren que vaya. Le pedí que no me contara muchos detalles, porque creo que en este caso la ignorancia sí puede ser algo bueno. No quiero estar pensando todos los días en si estará vivo o muerto, a salvo o corriendo quien sabe qué riesgos.


 Por eso lo invité a quedarse conmigo por todo un día. Cocinamos juntos, hicimos el amor varias veces, vimos varias películas que desde hacía mucho queríamos ver y hablamos de todo y de nada. Por la mañana, me desperté primero y le hice el desayuno mientras se duchaba. Lo vi vestirse y le di un beso mezclado con lágrimas justo antes de irse. No quería pensar en nada pero sin embargo todas las ocurrencias que podía tener se mostraban al mismo tiempo en mi cabeza. Pero ya no había nada que hacer. Lo había elegido a él y tenía que vivir con esa decisión y sus consecuencias.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Fired

   Everything that could go wrong with that meeting had gone very wrong. The copies that Thomas had to give every single member of the board had been misprinted and he had not bothered to look before because time was of the essence and he had to arrange for the menu at lunch, the position of every single person in the room and even taking into account if they like the sun or not or if they have fallen out of grace with the big boss, something that was kind of important.

 After the copies, it was precisely the lunch menu that went to shit: the people from the catering service had mistakenly delivered a huge amount of vegan lunches instead of the pork or fish ones Thomas had ordered. It was only hours later, when none of that mattered anymore, that the lady from the service called to ask if she would be able to get the vegan lunches back because the clients that had ordered them were refusing to eat anything else. Thomas didn’t even bothered to tell her about his day.

 Besides that, the projector with every single slide from the big boss’s presentation had suddenly stopped working midway through the meeting and it had refused to turn itself back on. They called on every single technician in the building, but none of them were able to bring the machine back to life. Even worse than that, the cause of the whole mess had been some sort of power problem with the building’s wiring that had also fried the big boss’s portable computer.

 They tried to revive that too but it was obvious it wouldn’t work ever again. To call people down, he assured them he had a copy somewhere but that was bullshit. The person that managed the storage of the documents and the slides in the presentation, from that laptop, was Thomas. And he had created a copy of the document but had done so on an old removable drive that had been corrupted a long time ago with a very potent virus. Luckily, he had lost the drive at some time during the day.

 Of course, the meeting had to continue with a verbal presentation, with no images and no support documents on paper for the members of the board. Thomas had to stay put right there, next to the technicians that were still trying to save both machines. It was obvious they were doing so because the big boss was there. If it had been someone else’s computer, they would have just thrown the thing on a garbage bin and get on with it. But they couldn’t and Thomas couldn’t move because his boss had asked him, without really looking at him, to stay there.

 The outcome of that awful day was obvious: Thomas was fired at the end of that day and he was asked to grab everything of his right then. The boss told him he had been on of the worst, if not the worst, assistant he had ever had. He refused to give a recommendation of any kind and only wished Thomas luck, but not to find a new job. He told him he hoped he could get a brain or something that would work to make the world less of a pain in the ass while he was in existence.

 The words resonated with him for days, from the moment he put his belongings on a box and carried them all the way home, to the following days when he had to make a plan in order to survive with the small amount of money he had saved from that job. It was going to be very hard, especially because he was well aware that finding work was not going to be easy. As a matter of fact, finding the one, which he had been fired from, had been almost impossible and had only happened because of a friend.

 He actually felt the responsibility to tell that friend and he was very comprehensible. He told Thomas that, by what he was saying, he had simply been fired because the day had gone very wrong. Some of the things that had happened had been his fault, no doubt there, but others had been stuff that he wouldn’t have been able to control, even if he had wanted to. But his friend Fred had been most interested by the words the big boss had told Thomas when leaving.

 So interested in fact, that he asked Thomas to tell him the story, word for word, at least five times. Then, he grabbed a napkin from the place they were having a drink in and asked the waiter for something to write with. When he had to pen on his hand, he asked Thomas to say the words again. And Thomas had no problem with that because he was already a bit drunk and also because those words had resonated in his head, exactly as the man had said them, from the day he had been fired.

 His friend, when dropping him home, told him he was certain he could do something with those words. Thomas had no idea what Fred was talking about. The truth was that he only wanted to sleep and maybe just stay beneath the covers for some weeks. He wanted to have a moment to think about the next step to take in his live. It was nice of Fred to worry so much about him and about how he had been fired, but it was obvious he knew that Thomas had to move on and just see what else life had in store for him. That was his last thought before falling asleep.

 A week later, Fred called Thomas and then visited him shortly after. Thomas had been in several interviews for the last few days, but the truth was he had not been getting lucky at all. Most jobs involved things that were beneath him, and he knew that to be true. After all, he had gone places, studied a lot and spent a lot of money in education. And now he was going to ask for position in a call center and managing a register in some retail store. It was a bit degrading, to be honest.

 Fred only told him to keep trying. He seemed worried but also kind of happy. He has this expression on his face, which is very tricky to explain. Thomas didn’t ask what he was up to because he really didn’t want problems thrown at him. He couldn’t talk more drama or more denial or anything else that would make him feel like shit. He only wanted stability and it was clear that stability did not want anything to do with him. They spent the afternoon talking, Fred grinning every once in a while.

 It was kind of late when Fred finally revealed his intentions to Thomas: he had been talking with a good friend of his, a lawyer. Apparently, she was an expert on cases when people had been fired without any real reasons or in a manner that wasn’t the right one. Thomas was fearful of what Fred had planned but his friend assured him they could easily win a case against the company he had worked with. The only thing they needed was proof of the words that the big boss had told Thomas.

 They spent weeks looking for that. It seemed unlikely that the big boss would have a camera or a microphone in his office and Thomas was certain that he hadn’t been recording that dreadful evening with his cellphone or something. They tried security cameras and even other workers but at the end, they found that the answer had been literally seating there the whole time. Unbeknownst to Thomas, the big boss’s laptop had not really been destroyed by the power surge. It had been kind of working the whole time.

 The surge had opened and closed several programs, erasing some content also. But one of the programs opened was the microphone function that let people record audio with their laptop. And as the technicians had left the computer inside the big boss’s office after the meeting…


 Thomas got a good amount of money for the way he was fired, for the words that a powerful man had thrown at him. Those words had made him realized that he wasn’t worthless. But also, he realized what he wanted to do next. And he was going to need his friend Fred and that lawyer to accomplish it.