Si hay algo que me gusta es soñar. Y no, no
me refiero a imaginarme cosas que nunca van a pasar pero sin embargo
“perseguirlas” hasta que ocurran. En esas estupideces yo no creo. Sería casi
como creer en el genio de la lámpara o en el dragón de los deseos o algo por el
estilo. No, yo me refiero a los sueños de verdad, esos que tenemos con
frecuencia cuando estamos dormidos. Aunque es verdad que, según dicen, siempre
soñamos, solo unas pocas veces logramos recordar un sueño y muy pocas veces lo
podemos recordar en su totalidad. Pero es un ejercicio divertido: tratar de
recordar todas las aventuras o desventuras que acaban de pasar en nuestra
cabeza. Para mi, entre más raro y emocionante, mejor. Quiere decir que mi
cerebro va muy bien.
Obviamente las pesadillas no son mis
preferidas ni las de nadie. Nos hacen despertar sudando frío y a las cinco de
la mañana, sin poder siquiera entender que fue lo que pasó. A veces es porque
comimos mucho antes de dormir o porque nos pusimos a leer o ver algo
especialmente violento o asqueroso antes de dormir. Por eso siempre es
recomendado no sobrecargarse de cosas antes de cerrar los ojos. El cerebro
humano es muy fácil de disuadir así que podemos evitar casi todas las
pesadillas que tenemos. Eso sí, a pesar de ser estresantes y todas las
consecuencias que tienen en nuestra pobre mente, las pesadillas también pueden
hablar bien de nuestra capacidad de imaginar e incluso de sentir. Alguien que
no haya tenido una, puede ser de desconfiar.
Normalmente mis sueños, y supongo yo que la
mayoría de sueños, se asemeja a una película mal editada. Hay cortes raros por
aquí o por allá, que nunca sé si son resultado de mi memoria que borra lo que
es de poca recordación o si en verdad mi cerebro pasa de una “escena” a la otra
así no más. En mi caso, muchas veces los sueños son como un recorrido. Puedo
recordar empezar en algún lado pero también como empiezo a moverme y así
circulo a través de diferentes sueños formando una cadena de ellos que puedo
conectar por diferentes temas o incluso por los personajes que aparecen allí
conmigo.
Yo siempre soy yo o, al menos, la mayoría de
las veces. Creo que a mi cerebro no le gusta mucho la idea de disfrazarme o de
hacerme pasar por alguien que no soy. De hecho, podría atreverme a decir que
ese es el punto. En nuestros sueños, podemos ser nosotros mismos, los de
verdad, sin que nadie pueda decir nada ni prohibir nada. Y cuando digo nosotros
mismos, digo todo nuestro ser, como aberraciones, sentimientos, gustos y
disgustos. Porque eso es lo que nos hace ser quien seamos así a veces ocultemos
o ignoremos ciertos rasgos de nuestro propio ser. En nuestros sueños estamos en
casa y en ese sentido no hay por qué ocultar nada de nada de nadie. Solo somos
nosotros.
El sueño de volar es
uno de los más comunes y todos lo hemos tenido, o eso creería yo. Supongo que
ocurre porque es liberador, porque nos hace sentir verdaderamente libres y
además no da un poder que sabemos no es real. Eso nos hace sentir especiales y
quién no quiere sentirse especial en este mundo donde, en realidad, nadie lo
es? Los sueños son nuestro mundo y son una vía de escape, son lo único que en
verdad es nuestro. Nuestros pensamientos también lo son pero estos los podemos
compartir e incluso algunas personas los pueden adivinar según nuestro
comportamiento. Es muy fácil hacerlo en muchas ocasiones. Pero nadie puede ver
los sueños de nadie más ni describírselos a un amigo en detalle.
Esto es porque, como decíamos antes, nunca nos
acordamos de todo lo que ocurre en un sueño. Siempre hay partes que faltan,
huecos que ya despiertos muchas veces llenamos de supuestos y conjeturas pero
que en realidad siguen inmersos en el misterio. Podemos suponer que lo que
recordamos de un sueño es lo más importante pero eso sería tanto como decir que
de un viaje largo lo que más recordamos es lo bonito y alegre. Todos sabemos
que los accidentes y demás tragedias nos marcan mucho más que un beso o un
abrazo. Esa es la triste realidad. Así que cuando nos despertamos recordamos
pedazos y ya depende de nosotros si queremos armar algo con esos pedazos o
simplemente dejarlo todo quieto y saber que disfrutamos el viaje.
Porque los sueños son
como las montañas rusas o como una caminata por algún lugar especial. Son
recorridos, a veces largos y a veces cortos, que terminan y no siempre podemos
apuntar cual fue nuestra parte favorita pero sabemos que lo repetiríamos si
nuestra sensación al final es de placer o felicidad. Acaso a quién no le ha
pasado con sueña con alguien, una persona maravillosa y perfecta? y quisiéramos
quedarnos allí con esa persona para siempre pero sabemos que no es posible y
entonces queremos seguirlos viendo en sueños pero como no podemos encontrarlos,
nunca los vemos más.
Esos amores de los sueños son intoxicantes
porque son ideales, son muchas veces tal y como nos gustaría que fuese la
próxima persona que llegase a nuestras vidas. Eso es así porque en nuestros
sueños el cerebro coge de todas partes para formar el viaje y toma caras y
cuerpos familiares, sensaciones que hemos podido experimentar y lugares que
hemos visitado antes. Todo es reciclado y entregado a nosotros en una forma
atractiva y diferente, de la que muchas veces quisiéramos saber más. Es un
mundo muy poderoso, aquel de los sueños, porque nos muestra lo que más queremos
pero sabemos que jamás podremos hacer realidad porque no es algo que sea
factible. Ese es el punto de los sueños.
Por eso es cómico cuando hay personas que
dicen que pueden leer los sueños y así decirle a alguien como será su futuro o
que quieren decir cada una de las cosas que ocurrieron. Los seres humanos no
tenemos ninguna forma de saber nada más que de el presente y si acaso del
pasado cuando no lo ignoramos o lo metemos debajo de un tapete. Los sueños no
quieren decir nada más allá del significado obvio que tienen para los que los
sueña. Es ridículo que alguien venga y te diga que quiere decir todo eso que
viste cuando tu lo sabes muy bien porque fuiste tu, tu inconsciente en todo
caso, quien creó todo ese maravilloso mundo que desapareció al despertar. Nadie
más puede decir nada al respecto.
Hay sueños que dan miedo, otros que dan
felicidad, otros que son muy raros, otros que desarrollan nuestros más bajos
instintos y así sigue porque no tienen límite ya que sus únicas fronteras son
las que tenemos nosotros en el cerebro. Lo increíble es que los sueños son lo
que más tenemos en común los seres humanos, porque todos los hacemos e incluso
tenemos sueños similares como los de volar. Y también tenemos en común que para
todos son procesos de liberación, así sea por unas cuantas horas. Ni la persona
más reprimida deja de soñar y su inconsciente siempre termina mostrando la
realidad porque no hay una persona en este mundo que tenga algún control sobre
los sueños.
Y esa es, sin duda, una de sus más bellas
características. Esa libertad, esa fluidez e increíble potencial. A veces hay
gente que se despierta vigorizada, como si les hubieran inyectado el mejor
remedio en existencia. Esa seguramente es la función de los sueños: relajar
nuestra mente y darnos un verdadero respiro de todo lo difícil y horrible que
hay en el mundo, que es mucho. También esa es la razón por la que, cuando
estamos en tiempos difíciles, casi nunca nadie recuerda que soñó. Es como un
bálsamo curativo que nuestro propio cerebro nos unta en el alma, corazón o como
lo quieran llamar. El caso es que nos ayuda a seguir adelante, da un paso por
vez y sin mirar atrás.
Lo increíble de todo esto es que todo ocurre
por nosotros mismos. No hay intervención de nadie más, no hay nadie que nos
diga que hacer o como. Los sueños son todo responsabilidad nuestra y por eso es
que nos complacen tanto. Nadie los hace para nosotros ni nadie puede criticar
su contenido porque ese contenido somos nosotros mismos y la realidad es que,
aunque a veces podemos llegar a odiarnos, al fin y al cabo siempre vivimos con
nosotros y sabemos como manejar todo tipo de situaciones, incluidos esos locos
sueños en los que nos manda nuestro subconsciente, a veces a manera de análisis
y otras veces a manera de diversión.
El caso es que soñar, soñar dormido, es uno de
los mayores y más privados placeros de la vida. Son nuestros, son de lo poco
que es verdad personal y que no podemos ni siquiera compartir con esa fuerza y
empuje que tienen. Lo mejor de los sueños es que nos enseñan pedacitos de
quienes somos y así no ayudan a seguir adelante, sin depende de ellos.