viernes, 18 de septiembre de 2015

Krom 3

   Cuando Sertov por fin pudo estabilizar la nave, todo dejó de temblar y de sacudirse de un lado para otro. Todo lo que no estaba pegado o amarrado se había caído al suelo y había trozos de un poco de todo. Había gente que todavía creía que el vidrio era un material que valía la pena traer a un viaje por el espacio. Pero lo importante era que todos estábamos vivos, algo temblorosos, pero vivos al fin y al cabo. Yo estaba debajo de la mesa donde comíamos y hacíamos las reuniones. A mi lado estaba la doctora Stuart, que parecía no haber sentido nada y hacía cara como si todo el acontecimiento hubiese sido algo bastante molesto y que le hubiese quitado mucho tiempo. De hecho, al momento en que todo terminó, muy tranquilamente se puso de pie y se fue a su consultorio.

 Yo me quedé en el suelo un rato más, con algo de miedo de que algo inesperado sucediera pero nada pasó. Fui a la cabina de mando y, para mi vergüenza, todos ya estaban allí y cuando entré me miraron igual que lo hacen los niños cuando alguien llega tarde a clase. Éramos un grupo de seis, lo normal en estas naves de comercio de bajo impacto. Llevábamos fruta congelada y algo de titanio, nada muy lujoso la verdad. Sertov, nuestro capitán, nos explicó que por poco no escapamos la gravedad de un planeta enorme y tuvo que hacer una maniobra especial para escapar de su gran poder. Su segundo al mando, un hombre pequeño de apellido Renoir, explicó que habían tenido que usar más combustible del que hubiesen deseado y ahora no teníamos suficiente para llegar a puerto.

 Creo que no hubo nadie que no se quejara. Los Wong, mellizos, no estuvieron muy contentos ya que ellos vivían de cargar naves por todos lados y no podían dejar de hacer sus cosas o el dinero por mes bajaba bastante. A pesar de no ser del mismo sexo, la gente los confundía con frecuencia y por eso casi nadie se molestaba en aprender sus nombres, usando solamente el apellido Wong. Yo era el encargado de monitorear los objetos que entraban y salían y lidiaba con los puertos. Éramos como marineros, casi piratas, negociando donde llegáramos y sin un jefe que nos dijera que hacer y como hacerlo.

 Las opciones eran pocas pero las había. Sertov dijo que podríamos gastar casi toda la gasolina yendo hasta Krom 3, una estación espacial parcialmente abandonada, que había servido hace mucho tiempo como centro minero. La idea no era mala excepto que ese lugar estaba relleno de la escoria más vil de este lado del cosmos. Todos eran o asesinos o ladrones o algo no muy bueno. Nos arriesgábamos a morir si íbamos allá, principalmente porque los Wong habían tenido peleas con muchos de ellos y si sabían que comerciábamos nos podían robar. La otra opción más viable era pedir ayuda pero eso era automáticamente perder la carga y además tiempo pues nos arrestarían de seguro.

 Decidimos, por cinco votos contra uno, ir a Krom 3. El único que votó en contra fue Renoir, que no estaba muy emocionado por ir al lugar ya que el capitán se había encargado de contarlo mil y un historias del sitio, ninguna de ellas muy alegre. El viaje al lugar tomó todo un día, cuando el viaje al puerto al que nos dirigíamos originalmente tomaba tres días completos. Cuando nos fuimos acercando, no era difícil de ver el pasado plasmado en cada rincón de esa estación condenada. Era vieja, ya nadie las hacía así, incluso parecía que habían usado metal para mucha de la estructura. Además, el planeta cercano la cubría constantemente de cenizas y otras suciedades, que la hacían verse incluso más vieja y decaída de lo que en realidad estaba.

 Atracaron en un lugar algo alejado e ingresaron al lugar. El impacto fue casi instantáneo. La doctora, que parecía no agitarse con nada, miró a su alrededor como si algo hubiera muerto. Renoir trataba de no hacer contacto visual y el capitán, como yo, mirábamos solo hacia delante, buscando a alguien que pudiese recargar nuestra batería de impulso lo más rápido posible. Los Wong eran los únicos que parecían contentos de estar en el lugar. Saludaban a algunos de los residentes y respondían a miradas amenazadoras con miradas aún más agresivas, casi como si fueran bestias a punto de pelearse por un pedazo de carne. Era un lugar inmundo y nada atractivo.

 Por fin, Sertov encontró a un pirata que le vendió una recarga rápida, según él la mejor en el sector, pero por un precio ridículamente alto. Yo me quedé con él para negociar mientras los demás caminaban por el lugar. Estuvimos discutiendo un buen tiempo pero por fin el tipo se dio cuenta que no era nuestra primera vez en el espacio y nos dio un premio aún injusto pero que al menos podíamos pagar. Sertov y Renoir se devolvieron a la nave con los hombres del pirata para cargar la batería y mientras tanto nosotros le echábamos un ojo al sitio. La verdad era que no había que ver y quise devolverme al poco rato pero entonces fue cuando escuché el escandalo.

 Una mujer, visiblemente extraterrestre, estaba chillando en la mitad de un circulo de personas. La mujer tenía rasgos humanos pero también de otra raza, por lo que era posible que fuera un hibrido. Era una lástima pues en lugares como Krom 3, la gente no da la bienvenida con brazos abiertos a quienes sean muy diferentes de ellos. Cuando la pude ver bien, vi que tenía manchas de algo morado en la ropa y temblaba. Alguien se acercó y le preguntó, en un idioma que yo nunca había oído, lo que pareció ser: “Estás bien?”. La mujer respondió temblando aún más y diciendo muchas palabras a una rapidez increíble. Fue entonces que caí en cuenta que quien la ayudaba no era otra sino la doctora de la nave.

  De un estirón levantó a la mujer extraterrestre del suelo, pero la mayoría de gente no quería dejarlas pasar. Entonces la doctora me vio y pudimos sacar a la mujer de allí. No nos alejamos dos metros cuando escuchamos el disparo y ya no podíamos hacer nada por ella. Un hombre, un cerdo debó decir mejor, le había disparado a la mujer hibrido por la espalda. La mujer perdió el equilibrio al instante y no pudimos sostenerla más. La doctora la revisó rápidamente pero no había nada que hacer. Entonces se levantó, se dirigió a al hombre cerdo y le pegó una cachetada con fuerza, a pesar de que el hombre no había guardado su arma todavía. Pero eso a ella no le importó nada.

Fue solo cuando un grupo bastante nutrido se reunió a nuestro alrededor, que nos dimos cuenta que nuestras acciones tendrían consecuencias. Nos fueron cercando como animales y nos decían cosas aunque, más que todo, estaban dirigidas a la doctora. Amenazas horribles que tenían que ver con su género, algo que provocó en ella el disgusto más grande, pues era algo que ya no se veía en el universo y cualquier hombre, normalmente, lo pensaría muy bien antes de decir semejantes cosas. Pero esto no era la civilización, y aquí esas bestias podían decir y hacer lo que quisieran pues no había nadie que los detuviera. En su sangre, además, no había miedo pues no tenían nada que perder.

 Fue entonces que llegaron los Wong y todo se volvió un despelote completo. Yo recibí puños, en la cara y en el estomago, y la doctora fue cortada en la cara por alguno de los animales que nos rodeaban. Pero la intervención de los mellizos abrió un espacio para que pudiéramos escapar directo hacia la nave. Mientras corríamos, sentí los disparos junto a las orejas y al resto de mi cuerpo, como si fueran abejas gigantes enfurecidas. Apenas llegamos a la puerta de acceso, esperamos a los Wong que no parecían estar cerca. El capitán se nos acercó, asustándonos, y nos dijo que ya estaba todo listo para irnos. Entonces nos miró bien y nos preguntó que pasaba.

 Los  Wong respondieron la pregunta al llegar corriendo, gritando que cerraran la puerta. La doctora empujó con fuerza a Sertov hacia el interior, haciéndolo caer al suelo y yo cerré la puerta a presión. Renoir parecía haber estado mucho más pendiente pues al instante sentimos movimiento, lo que significaba que estábamos dejando atrás el infierno que llevaba el nombre de Krom 3. La doctora ayudó a Sertov, todavía algo confundido, a que se pusiera de pie. Lo llevó a la enfermería con los hermanos Wong, que sangraban pero también reían y parecían muy contentos consigo mismos. Yo estaba rendido y fui a mi habitación, donde me eché y me quedé dormido casi al instante.


 Cuando me desperté, averigüé un poco y parece que la mujer hibrido era una desplazada, o refugiada si se prefiere, de un planeta agonizante. No se sabe muy bien como llegó allí, pero era el peor lugar para estar. Muchos en la galaxia rescataban todavía valores antiguos, ya obsoletos, como el odio a otros sin razón y el amor incondicional a las armas y a la violencia, verbal y física. Era una vergüenza que para esta época todavía existiesen seres como esos, casi animales. Pero era cierto que no todo estaba bien repartido, y ciertamente no la educación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Phoenix

   The bird, magnificent as it was, flew over everyone’s heads and, just before disappearing as it always did, it let out a horrible cry, as if he had been wounded fatally. The cry was heard by every single man and woman that had come to catch it and they felt their hearts skipped a beat as they heard it. Then, the bird disappeared in second, making everyone wonder how much stranger nature could get. All the scientists that had come to the jungle stayed some more days but after a couple of them, they noticed no other bird like that would appear out of nowhere. That one, apparently, had been the last one of its species and now it could be hiding anywhere or maybe even dead. The jungle emptied in no time and paradise went back to be one.

 One of the scientists that had gone to the expedition, a man called Hunter, did not go back home after being in the jungle but instead traveled to several zoos, laboratories and so on in order to investigate. He wanted to know if maybe there was one of those birds in captivity or if anyone at least knew more about it than him. But most people, when explained what he was looking for, thought he was crazy. The creature he described was fantastic, out of some story told from generation to generation and even is account sounded even stranger than the most creative story of them all. He traveled the world for another year but no one knew anything. He gave up and he intended to return home immediately, as there was nothing more to do for him.

 However, he never got home. In the flight over there, he started feeling strange, like there wasn’t enough air. He had gone to the lavatory and it was only when the flight had ended that a flight attendant found him there, asphyxiated in the toilet seat, with a large red feather on top of his head. People thought he might have committed suicide somehow, but the autopsy proved, weeks later, that he had choked because he couldn’t breath. The reasons for that were not known or the origin of the feather, but the tragedy made it to the news and several of his colleagues realized there was something they couldn’t just ignore: the red feather.

 There was a tribe in the region where they had all gone to catch the bird. They had warned the scientist not to enter the jungle as dangers beyond their understanding lived there and could very well be their end. But the scientists thought it was just a folk tale to keep everyone away from the jungle. The tale said that the phoenix lived deep in there, alone always alone and with possession of a great strength and will. The legend said the bird could not be capture or tamed but that it could be befriended in order to find a way out of the jungle, if the person that found it was lost. But if it wasn’t, the bird would put its course on them, a course that would end life in little time.

 Every single person that had been at the jungle the time the phoenix cried, remembered the legend when they saw the news about Hunter. Some of them were openly scared; others dismissed it as a coincidence. A long month passed until there was word of a second victim, this time one of the assistants. She had been found dead in her apartment, apparently also asphyxiated and with a feather on her head. Then, two more deaths followed and the rest of the scientists just knew there was at least some truth to the legend. Now, some thought there was someone killing al of them, blaming them for something that had happened back them. Maybe they had an outbreak of some sort of disease or they just didn’t like foreigners in their lands.

 One of the explorers decided to take the bull by the horns and go back to the jungle where it had all started. The tribe there wouldn’t talk to him because they said foreigners had disrespected their beliefs and advice, which had been given in the best interest of everyone involved. They didn’t want to know anything about all those people ever again and asked to be left alone for good. Overnight, the whole tribe moved and they were not found again until several years later. The explorer attempted to enter the jungle again, to see if there were any answers inside, but that would be a secret for that place to preserve, as the paths had changed and nothing was the same as the last time.

  People kept dying until there were only three people left from the expedition that had discovered the existence of the phoenix. One of them, doctor Stacy Holmes, published a very controversial article where she described the creature and its behavior, what she could see anyway as the encounter had only lasted for a couple of minutes, until the beard cried and disappeared. No one really believed what Holmes had written on her report and the money that she had been granted for investigation was pulled away from her, leaving her to beg for more money to continue her investigation. Stacy was obsessed with the bird, she had been obsessed before too and it was something that hadn’t gone away.

 She was found dead on her bed, at home, asphyxiated as the rest of her peers. The feather rested softly on her head and the place seemed, to the people that came for the body, as some type of mausoleum. It was incredibly peaceful and beautiful somehow. Someone took pictures and they were all over the Internet, talking more about the possibility of a serial killer than about the feather or the ambiance in the place when the men taking the body got there. The remaining two people died in the following weeks. One of them thought it could hide from the curse but it could follow anyone anywhere so they died anyway.

 Back in the jungle, the phoenix appeared again. It floated around freely and was now, again, free to be. Often it would fly over the houses of the tribe that lived nearby, but they wouldn’t see it. It was a lonely creature, so there was almost no way that anyone could find it in the immensity of the world. What people didn’t know was that the bird moved around the globe at will, change its home from a cave on a cliff in China, to a nice nest in a European forest. It even lived among humans, who were too distracted and busy to realize they were so close from something they couldn’t even understand. The phoenix was a creature born several millennia ago, as the planet started to breath life. It was a time of legends and miracles, but a time that no one could remember.

 It had to be said that the cry did kill of those people but not the phoenix itself. He just did what had to be done in order to preserve a little mystery in the world, something that was being lost rapidly to the advancements of technology. The phoenix, being a creature with the capacity to be reborn and to cure every single disease in existence, could be the holy grail of mankind. But the bird knew what humans did with whatever they found out to be of use. They were brutal and did not care about anything except their personal goals, their thirst for financial retribution and for a power that, in the long run, didn’t mean anything.

 The bird cured people, however, when they were lost somewhere in the world. Because it had something many humans had lost long ago, which was compassion. Humans didn’t have it anymore, only showing a shadow of it when they wanted to gain something from behaving like that. Humans, almost all of them, were not sincere anymore and could not be trusted. That had been proven when that large group of them had entered the jungle without the proper respect, without hearing what their own had told them. They were disrespectful and only cared about their personal glory. The phoenix felt everything at that time, it could feel their ambitions and thoughts and the decision to put the course on them was as simple as disappearing and never being seen again.


 True, some humans had seen it and he had not killed them. Those lost souls; men and women that only wanted to go back to their families and be in peace, they wanted nothing more than to be left alone by life and the phoenix respected that. That’s why he helped them with everything he could, ultimately carrying them to the outskirts of the jungle in order for them to be taken care of by the nearby tribe. The bird was compassionate and behaved only in the way survival was meant for it to behave. It didn’t hate anyone or had any remorse either, it was just a pure creation of nature, forgotten by the world and that’s the way it should be forever, until the big change arrived.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tradiciones de los Ayak

   La planicie de Folgron era un lugar enorme, ubicado entre dos cadenas montañas, un río embravecido por la naturaleza y unos acantilados que ningún ser humano o aparato podría nunca salvar. Jako y Tin eran dos jóvenes, ya casi hombres, que habían sido enviados aquí como parte de su entrenamiento para poder ser caballeros propiamente dichos. Era la tradición de su pueblo y ellos no hubiesen podido negarse. La sacerdotisa les indicó el camino y les recordó que cada uno debía tener una revelación espiritual allí. Esa visión dictaría su futuro y la reconocerían apenas la vieran. Para ellos, era algo increíble, más del mundo de la fantasía que el de ellos pero nunca argumentaron nada y aceptaron su misión con gallardía.

 Lo cierto era que los dos lo habían hecho así para impresionar a sus respectivas parejas. Verán, la tribu de los Ayak era muy tradicional y dictaba que cada uno de sus miembros tenía que tener una pareja única desde la edad de quince años. Eso sí, dictaban con claridad que esta unión no siempre era de por vida y que no estaba basada en la reproducción o la fuerza sino en el compañerismo y en la vida en comunidad. Como eran tan hábiles, cada nueva pareja construía su propio recinto de vida y lo compartían por el tiempo que consideraran que la unión era útil para ambos. Cuando dejaba de ser así, el miembro que quería separarse lo anunciaba, lo discutían y si no llegaban a un acuerdo destruían la casa juntos y buscaban nuevas parejas.

 A los extranjeros, que la verdad no eran muchos, siempre les había parecido extraña esa costumbre pero la verdad era que funcionaba. En toda la tribu Ayak no existía alguien que pasara hambre ni nadie más rico o más pobre que otro. Todos vivían en igualdad y armonía y sin odios que los envenenaran contra otros miembros de su tribu o incluso de otras tribus. Con los extranjeros eran sumamente amables aunque les dejaban en claro que ninguno podía quedarse con ellos más de tres días pues no estaba permitido. Además, si se enamoraban de un o una Ayak, debían quedarse por siempre en la tribu y adoptar sus costumbres sin contemplación, Eso solo había pasado una vez, hacía mucho.

 Jako y Tin exploraron juntos la planicie. Era un lugar de poca vegetación, Más que todo arbustos creciendo un poco por todas partes y algunos árboles apenas más altos que los dos chicos. Sin embargo, la planicie era enorme y Folgron era un sitio conocido no solo por su significancia religiosa para los Ayak sino también por la llamada “fruta de fuego”, un fruto de color rojo y sabor muy fuerte que crecía en unos arbustos cuyas hojas eran casi negras. Los dos chicos se sentaron a comer algo de fruta mientras decidían que hacer. Fue entonces cuando notaron que había muchas cosas extrañas que ocurrían en Folgron, que seguramente no ocurrían en ningún otro sitio de su mundo.

 Lo primero era que el viento a veces parecía soplar lentamente. Es decir, parecía que todo lo que ocurría alrededor se detenía y todo parecía moverse en la lentitud más extraña. En el centro de Folgron había un lago y el agua tenía muchas veces, el mismo comportamiento que el viento. Si por alguna razón el agua se agitaba demasiado, entonces parecía quedarse congelada en el aire y caía con una parsimonia francamente increíble. Otro detalle que hacía peculiar al lugar era que no habían ningún tipo de animal. No habían insectos, ni mamíferos pequeños, ni aves, ni peces ni nada. Esto no era lo mejor para Jako y Tin pues eran cazadores entrenados pero la noche ya iba a llegar y ello no habían tenido la visión prometida.

 Sin nada que cenar, los dos jóvenes hicieron una cama con algunas de las grandes hojas de los árboles más altos que crecían en el lugar, de apenas metro y medio de altura. Las hojas, sin embargo, eran enormes y parecían tener una cualidad que las hacía sentirse tibias, como si bombearan sangre o algo por el estilo. Esperando a quedarse dormidos. Jako y Tin hablaron entre sí de sus sueños para el futuro, aquel que pasaría después de ser ordenados como caballeros de los Ayak. Habían estudiado con los ancianos por mucho tiempo, conociendo cada detalle del lugar donde vivían y de las costumbres más ancestrales de la tribu. Pero ahora todo se resumía a ellos y tenían algo de miedo por lo que se venía.

 Jako era el tipo más fuerte de los dos, tanto físicamente como en cuanto a sus sentimientos, que eran siempre difíciles de descifrar pues Jako no era de esas personas que desnudan sus sentimientos antes cualquiera. Toda la vida había querido ser guerrero y su padre, que era herrero en el pueblo, le habían enseñado a blandir una espada y a usar un escudo de manera apropiada. Los Ayak no eran seres violentos y la guerra ciertamente no era ni su prioridad ni su actividad más frecuentada. De hecho en su historia, los Ayak solo habían tenido batallas cortas con otras tribus por territorio y nada más. Pero Jako quería honrar a su tribu y a su familia siendo caballero, defendiendo para siempre el honor de su gente.

 Tin, por otra parte, siempre había sido más fácil de descifrar. Sus padres lo amaban porque era de los niños más cariñosos que nadie hubiese visto. Y ese cariño y amabilidad crecieron a la par de su cuerpo y pronto los usó para hacer el bien un poco por todas partes. Ayudaba a la gente con sus cosechas, reparando daños de tormentas, cazando  para los que no tenían suficiente comida para el invierno y así. Decidió que ser caballero era la mejor opción que tenía para seguir ayudando a los demás. Aunque sus padres querían que fuese curandero, lo apoyaron en su decisión. Algo temeroso del proceso, Tin se lanzó a la aventura y allí conoció a Jako, con quien poco había hablado antes del entrenamiento.

 Al día siguiente decidieron que lo más inteligente era separarse y que cada uno buscara su visión por su parte. Esto podría resultar más efectivo pues los dioses rara vez se le presentaban a más de una persona al mismo tiempo. Se prometieron esperar al otro en la base de la montaña cuando ya hubiesen visto lo que habían venido a buscar. Jako decidió dirigirse al acantilado, mientras que Tin empezó a rodear el lago. El lugar era hermoso pero muy particular por su falta de ruido, de vida. Jako estaba impaciente y Tin se lo tomaba con calma, pues la sacerdotisa les había aclarado que el proceso podía tomar diferente tiempo para cada uno de ellos así que no debían desesperar si no ocurría rápidamente.

 Tin caminó por el borde del agua observando el liquido, que parecía casi un espejo gigante pues no había nada que lo moviera de ninguna manera. En un momento se quedó mirando su reflejo en el agua y entonces vio un reflejo en ella de algo que no estaba en el mundo real. Era una mujer pero volaba y reía con fuerza. Miraba hacia arriba y no había nada pero en el reflejo del agua se le veía flotar plácidamente. Entonces, de golpe, el cuerpo de la mujer rompió la tensión del agua y le tomó una pierna, lo que hizo caer a Tin hacia atrás. La mujer lo miró sonriente y le dijo que su vida y su amor eran para todos pero que su lealtad e incondicionalidad solo podían estar con una persona. Tan pronto dijo esto, rió y se sumergió en el agua.

 Por su parte, Jako no había visto nada ni oído nada y el atardecer se acercaba con rapidez. Él quería irse de allí de una vez y simplemente ser un caballero, no entendía porqué todo tenía que ser tan complicado. Estando al borde del acantilado, empezó a lanzar piedritas al vacío, pensando en que su vida debía ser mejor después de esto, al menos de alguna manera. Entonces una de las piedra lanzadas se le devolvió, pegándole en la frente. Sangró y cuando se dio la vuelta la figura de un hombre en sombras lo miraba de pie, unos metros más allá. El hombre lo señaló y le dijo que su arrogancia sería su perdición a menos que encontrara quien lo ayudara, pues solo el amor y no la lealtad lo iba a salvar de lo que sería capaz de hacer. Entonces desapareció, dejando una estela de luz.

 Jako la siguió, una línea de puntos de luz, mientras pensaba en lo que había escuchado. No tenía mucho sentido y solo quería recordarlas las palabras para repetírselas a la sacerdotisa una vez llegara a casa. De pronto, vio a alguien frente a él y se asustó pero la persona estiró su brazo y lo tomó por el de él, para quitarlo de la línea de luz, que desapareció cuando el se movió. La mano que lo había tomado era la de Tin y, sin decirse nada y tomados de la mano, escalaron lentamente la montaña para llegar al otro lado. En el camino no dijeron nada pero jamás se soltaron.


 Cuando llegaron al pueblo, muy temprano en la mañana, fueron directamente al templo de la sacerdotisa y le contaron sus visiones. Ella les preguntó si tenían respuesta para ellas y entonces Jako y Tin se miraron el uno al otro y asintieron. Los Ayak no tenían matrimonio pero si “la unión bajo las estrellas”, una ceremonia solemne en la que dos personas se entregaban la una a la otra para siempre, pues habían encontrado el amor real y completo, incondicional y valiente. Los dos jóvenes vivieron juntos por siempre, pasando su sabiduría y compasión a los demás. Fueron de los seres más apreciados por los Ayak y se convirtieron en leyenda pero por muchas otras razones que no se discutirán aquí.

martes, 15 de septiembre de 2015

Crossroads

   Usually, Norma ate pizza on Friday nights. But it wasn’t the norm that she ate it in a car, as she was doing now, next to her friend Beatrice. Bea had convinced her to do some spying, as she thought her boyfriend was actually not in a “football party” with his buds, but with another women. She was sure of it and had been nagging Norma about it for at least two weeks. So she finally came up with the idea of following him all around town if it was necessary in order to know what was the truth. Norma had only convinced her to take a tomato and cheese pizza with them and at least let her hear some music from time to time. She loved Bea and would never leave her alone but Friday nights were sacred, no matter if it was pizza in bed or partying till dawn.

 Anyway, they parked outside his house and followed him once he got out of there. He took the bus a few blocks away from his home and then they had to follow the bus, which was the most annoying thing ever as it had stops every two blocks and apparently the route was very long. Bea just kept saying she didn’t know any friends of her boyfriend that lived around there, but Norma didn’t really pay attention. She just enjoyed her pizza and the fact that she had found a really good radio station, with every song being amazing. When the boyfriend got off the bus, they followed him for four blocks until he entered a building and there was no way to seeing him for some time. Bea decided to call him right then.

 Norma, bored out of her mind, look around the neighborhood. It wasn’t the nicest place on Earth but it wasn’t too bad to be honest. There were some people walking around, mainly couples, possibly walking to the subway or the bus stop in order to get downtown, where most of the clubs and party places where. Norma didn’t really like to go to clubs unless she was feeling really depressed or something. Otherwise, it was too loud and too “happy” for her. Then, she saw a man sitting on a bench, a few meters behind them, talking to himself pointing at things that weren’t there and looking very worried about something. The guy was actually rather young and not ugly at all.

 Bea scared Norma with her elbow, trying to get her attention. Her boyfriend had told her he was at his friend’s house and that the game was about to start. She was holding her cellphone very tightly and asked Norma to look for games that were happening that night. She needed to know if that part was a lie or not. Norma complied but, once in a while, she looked outside to the man talking to himself. After not finding anything about a game, she told Bea she was thirsty because of all the slices of pizza she had eaten so she needed to get to a supermarket or something. Bea looked at her with annoyance but Norma told her she had seen a store a few blocks back so she could go in a second.

 After stepping out of the car, Norma felt the night was warm and just perfect. Summer wasn’t in yet but it could be felt in the air. She walked slowly, having no urgency to get back to the car. She passed by the man talking to himself and stopped right there for a moment, hoping to hear what he was talking about but it wasn’t very clear. He said something about an animal, some kind of farm animal, and then he switched to bombs and nuclear warfare or something like that. Then, the man kind of jumped in his seat and turned around, looking at her. He kept moving his head and hands but didn’t say a word as he checked her out. Norma just turned around and walked a bit faster towards the store, only thinking about the beautiful chestnut colored eyes that crazy guy had.

 The store was very empty and only a young Asian woman was there as the cashier. She was reading a magazine and the TV was turned on somewhere in he store. Norma walked around slowly, as she didn’t want to go back so soon. Bea could really get annoying with all of her boyfriend stud and Norma had no opinion about it all. So what if he was cheating on her? It wouldn’t be the first time a guy does that to a woman. And besides, they had just being together for six months. It was better to find out now that in two years or something. Norma was just a good friend but sometimes being that good was a very demanding job.

 She kept walking through the aisles until she remembered why she had come in for: something to drink. So she grabbed a bottle of ice tea and also some gum, hard candy and a women’s magazine if the night turned to be one of those long evenings with her best friend. When she was around the ice-cream freezer, the door of the store opened but she didn’t turned around to see who it was. However, the cashier was apparently not very pleased to see that person come in because she was telling him to leave and to get lost and many other things. He had a bit of a stutter, trying to respond to the woman, and Norma realized who it was: the guy from the bench, the one of the chestnut eyes.

 She walked up to the cashier and asked her to let him in, as she wanted to help him by buying him something to eat. The cashier looked at her as if she had become insane in front of her eyes but finally complied. Norma bought the man one of those microwave noodle soups. She heat it up on the machine behind the cashier and then paid all of her shopping and, with difficulty, she got out and walked up to the crazy guy and gave him the soup. It was incredible to see, as she got her stuff in order, how his eyes had lit up just because of some soup. It was boiling hot but he ate fast and she was surprised to see a smile when he was done. Norma smiled back.

 She then tried to get her name but the man wouldn’t say a word. It was hard to know if he couldn’t say anything or if he didn’t wanted to, but anyway, the soup had been a nice gesture and Norma was glad she could do that for someone. She turned around and started walking to Bea’s car but then the guy took her arm, a little too strongly, and started to tell her about nuclear bombs and how the world would end. He was talking so fast, it made her a little bit dizzy and the fact that he was pressing on her forearm with such strength was nothing to be amused by either. Like out of some kind of hypnosis, Norma pulled her arm out of his grip and told him to be nice or she would call the police. Then, as if that had been a code of sorts, he looked at her and begged her not to call the police.

 His voice right then was calm and rational. His eyes, hands and body in general had stopped moving awkwardly and he was just staring at Norma. She told him she wouldn’t call them but that he needed to learn not to treat people like that, especially when they have just bought him some soup. He asked her for forgiveness, as most of the time he was not really in control of anything, not his body or his mind or his mouth. He had lost control over himself long ago and now he just drifted around the world, trying to make sense of a life that seemed like a dream. He spoke so eloquently, that it was difficult for Norma not to walk up to him and just look at his face with a bit of regret.

 She then asked why was he living on the streets. Again, his face seemed to change in a second but his words kept their sense and she could understand everything he was saying. According to him, he had been a very good student in a physics laboratory not very far from there. He had helped all his teachers in various experiments and had even done some research on his own theories too. But then some guy, some teacher that was supposed to be his mentor and a great mind in the scientific community, he just stole every single idea his student had come up with. And as he was such a brilliant guy, every single one of his theories was proved to be right and it changed a lot in their field.

 This kept going for a while until the student accused the teacher to the board of the institute but they wouldn’t hear him. They thought it was one of those young people that are so obsessed with discovering something or being important, that they would invent anything in order to be considered into the scientific community. This had a very bad effect on the student’s mind, as he was already a patient for a number of mental illnesses. He wasn’t well at all and even confessed to Norma that he should have never being there in the first place, but life always has its ways. Suddenly, Norma’s cellphone rang. It was Bea, nothing had happened and she wanted to leave.


 Norma promised the guy, who said his name was Stuart, to come back and help him some more, with anything he might need. He told Norma that she had already done enough with the soup and by hearing his story. They shook hands and separated. Norma thought of him all the way to the car and more than night. Bea didn’t ask her where she had been; she just theorized what her perfect boyfriend was doing in his football party. As they drove away from the building, on a way of the fourth floor, it was clearly visible how the boyfriend was there all right, but naked and having sex with his friend. The game was on the screen.