lunes, 5 de septiembre de 2016

La vida de un vendedor

   Estaba ya harto de hacer paradas cada que cruzaba una calle pero era imposible no hacerlo con semejante calor: el sol brillaba con fuerza en lo alto, en el cielo azul sin que ninguna nube lo tapara. El cielo estaba completamente limpio. El sol era tan brillante que la cantidad de gente en la calle era poca. Se había alertado en la televisión que la cantidad de rayos ultravioletas era muy alta para personas de piel sensible e incluso lo que tenían la piel fuerte debían abstenerse de salir a la calle por su propia seguridad.

 Por eso, aunque era verano, la gente trataba de no salir en la mitad de la tarde. Obviamente, había muchas personas a las que les daba lo mismo lo que pudiese pasar y se arriesgaban de manera tonta. Así era lo que había pasado con Jaime, el que tenía que parar en cada cuadra para ponerse a salvo debajo de alguna parte que lo protegiera del calor. Lo hacía más por necesidad que por nada más pues debían seguir tratando de vender para subsistir.

 Trabajaba como vendedor puerta a puerta, yendo de arriba abajo con un maletín ya un poco viejo donde cargaba las revistas más recientes y se informaba al detalle de los últimos cambios en cuanto al clima con su celular. Esa era la razón por la que era común verlo corriendo para resguardarse del calor.

 La gente que conocía en su trabajo era toda demasiado distinta y cada quien con sus particularidades. Si le preguntaban si tenían clientes que pudiesen llamarse normales, diría que de esos no tenía pues había que ser bastante excéntrico para hacer compras solamente por catalogo, a través de una persona a la que se le paga por el servicio. Sin embargo, había muchos a los que ese sistema les había salvado la vida pues no podían salir a la calle y necesitaban que alguien los ayudara.

 Su trabajo era agotador, no solo por el hecho de ir caminando por todos lados o pro el calor de la temporada, sino porque en toda la semana tenía que subdividir su recorridos y cada día iba a una zona diferente de la ciudad. Esto lo hacía para poder llegar a la mayoría de sus clientes lo más pronto posible. Antes de partir a trabajar, planeaba con cuidado sus caminatas para optimizar el recorrido lo más posible.

 Antes, cuando había empezado, había tenido la mala idea de ponerse traje con corbata y zapatos gruesos. Y el traje solía ser de un material que no respiraba nada. Eso era porque su ropa de trabajo era prestada ya que no tenía ni idea de cómo iban a funcionar las cosas. Ya para el segundo día decidió hacer un cambio extremo y se dio cuenta que a nadie le importó con tal de vender lo que le tocaba.

 Los mejores clientes eran aquellos que lo invitaban a comer o a tomar algo mientras repasaban los catálogos y elaboraban la lista de compran de la semana o del mes, dependiendo de lo sigue que le pase a uno eso. Había de todo tipo de clientes: algunos con mucho dinero y otro con menos, los que vivían en casas o  los que vivían en apartamentos, los que tenían mascotas e incluso uno que otro que intentaba algún avance romántico hacia Jaime. De todo había.

 Los que tenían más dinero no siempre eran los mejores clientes, aunque eso pudiese llegar a parecer. Muchas veces, eran las casas donde ofrecían menos, ni siquiera un vaso de agua de la llave. En la casa de la viuda Jones, por ejemplo, siempre llegaba sudando porque no había mucha sombra cerca para resguardarse y sin embargo los sirvientes jamás se acercaban para darle n vaso de agua o de lo que sea.

 En cambio, había otros hogares en los que inclusos se había quedado a cenar mientras la persona que hacía la compra hacía una lista exhaustiva de lo que quería y de lo que no. Ofrecían de tomar y de comer e incluso de fumar y aperitivos para pasar el rato pues elegir ropa y artículos varios por catalogo podía tomarse bastante tiempo.

 A veces Jaime salía de casa a las siete de la mañana y no llegaba a su casa hasta que eran las ocho de la noche. Seguido pasaba que alargaba las visitas si estaba lloviendo, cosas que no pasaba muy a menudo, o si el sol estaba demasiado brillante. Con algunos clientes podía ser sincero y decirles sus razones y ellos entenderían fácilmente pero otros a veces parecían tener afán de que se fuera, como si estuviesen ocultando algo.

 En todo el día comía una sola vez y normalmente era algo comprado en un supermercado pues la mayoría de restaurantes, sino es que todos, de los barrios que frecuentaba, eran muy caros para poderse permitir almorzar allí todos los días. Incluso había zonas a las que iba en las que no había restaurantes por ningún lado y por eso muchas veces prefería comprar algo antes en un supermercado y comerlo a la sombra cuando fuese la hora apropiada.

 Cuando llegaba a casa en las noches trataba de comer algo mejor para él peor la verdad era que seguido llegaba exhausto y con muy pocos ánimos de hacer nada. Comía algo de atún de una lata que había dejado en la nevera o a veces comía solo helado y nada más. Hacía mucho ejercicio pero no estaba comiendo nada bien y eso podía ser un problema. Desde hacía mucho tiempo lo había notado pero no tenía como parar pues su trabajo le daba dinero para sobrevivir pero le impedía comer de manera decente.

 Su único momento libre a la semana eran los domingos. Esto era así porque la mayoría de sus clientes tenían cosas mucho más interesantes que hacer que estar paradas en su casa por varias horas eligiendo nuevos cuchillos de un catalogo. Y no era que él tuviese algo mejor que hacer pero le gustaba tener esa día para despertarse un poco más tarde, ver alguna película que estuviese queriendo ver hace rato, comer algo rico (lo que casi siempre quería decir comida chatarra) y tan solo relajarse y no pensar en su trabajo.

 Los domingos se despertaba tarde y apagaba su celular para que no lo molestaran. Esos días siempre se duchaba muy tarde, si es que se duchaba. Se quedaba en la cama más de lo previsto para ver televisión o disfrutar de lo rico que se sentía no hacer nada, estar a la sombra en su casa y ojalá tener algo frio para tomar. Ese era el día que se hidrataba más y eso que había aprendido a llevar un termo con agua fría en su maletín.

 A veces Jaime se preguntaba, solo los domingos, si no debería dejar de trabajar en algo tan demandante. Esos pensamientos pronto se iban volando cuando recordaba que nadie lo había querido contratar para desempeñar el trabajo por el que tanto había estudiado en el colegio. Cada vez que había habido una vacante había hecho el intento pero siempre había algo más listo, más preparada o que conocía a algunos de los que decidían.

 No era que no le gustara lo que hacía sino que a veces podía ser muy complicado pues era como si su trabajo tomara posesión de él en vez de ser al revés. Sentía que él estaba al servicio de todas esas personas que pedían por catalogo en vez de ser al revés. Y había habido momentos en que eso le había molestado bastante pero eso ya había pasado. Solo había sido al comienzo.

 El resto de los domingos se esforzaba por no pensar ni hablar de trabajo. Otra cosa es que hubiese querido tener amigos o una pareja para poder compartir la vida un poco pero luego se daba cuenta que eso tampoco sería muy posible pues no hay mucha gente dispuesta a adaptarse a una persona así, que vive yendo de un sitio a otro y que no tiene una estabilidad real ni tiempo para crear algo fuerte.


 Por eso el amor era algo que no conocía pues jamás o había experimentado por falta de tiempo. Al fin y al cabo que ya llevaba cinco años en el mismo trabajo y era muy difícil tratar de hacer cualquier cosa al mismo tiempo. La mayoría de veces estaba tan cansado que lo único que quería era dormir antes de tener que despertarse temprano para comenzar un nuevo día de caminar y anotar y escuchar cosas que muchas veces no tenían el mínimo sentido.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Phalanx mystery

   Everyone that crossed William’s path was always amused by what he did for a living: he was the marketing manager in a company that sold condoms called Phalanx. He was very popular at parties, telling one and ten stories about the funny things that happened both in his department and in the factory where the condoms where actually made. He even knew some other stories about people that had called the Phalanx hotline in order to ask silly questions that no one ever knew if they were real or false.

 The point was that he had a lot of fun at work and out of it. However, for a person that saw condoms so often at work, he didn’t really get to use a lot. In one of those ironies of life, William had not had a real sexual encounter in a long time. He was a very busy person and he always failed to have time to party or socialize except for the events hosted by Phalanx. The few times he met people was in those parties but they were always funny for a while but not for the long haul.

 Every single Monday at the office, they held pitching sessions in which any of the employees of the company could present new ideas to make the product more attractive. Normally, they would laugh a lot more than do actual work but sometimes, once every six months almost, they got a very clever idea that could easily become a big thing in the world of condoms. Anyhow, it was a very fun thing to be in and most people were very serious about their ideas.

 There was the typical things like making condoms into different sizes or different flavors and colors, but then they were the crazy people telling them to sell condom certain foods in supermarkets, or not only having flavors but also smells, which everyone thought was absolutely awful. They laughed a lot the time that someone proposed to print images on the condoms and even the possibility of personalizing them with your signature. It seemed like a good idea but it wasn’t.

 There were some good ones like having a guy dressed like a penis or condom in some popular area and make him do funny dances and stuff and then handing out pamphlets about how important it was to use condoms. Others had made proposals about the packaging and image that they were really considering. As in any industry, they needed to keep innovating and doing different stuff or they would get obsolete.

 But there was one presenter William remembered for weeks after they moved on. William had always identified as a straight man but somehow that man had captivated him and he had no idea why. It was something more than looks and his idea. It was something he could really pinpoint.

 The man’s idea was very simple: in each one of the condom packaging’s, putting a drawing of a different position in order to kind of make it like a challenge towards the couple that was going to use the prophylactic. Everyone received the proposal to mild enthusiasm and only William seemed to be distracted by the guy that was in front of him. For weeks, he had him inside his head moving around, appearing in the weirdest moments and it was a long time after that, when they were executing some of the ideas people had pitched, when he realized why he thought of him so much: he knew him.

 That day, after all work was done, he went to the archive room and asked fro the file on that man. Apparently, he had been working in the office for as long as William had been there. He was his same age and had gone to the same college too. The difference was that that guy hadn’t been able to ascend in the company whereas William had climbed that ladder a lot faster than anyone else ever before. He was very talented at what he did.

 When he got home that day, he was relieved to realized he didn’t like the guy for his looks or something like that but because he unconsciously knew something weird about him. He couldn’t really remember him from any of the classes in college but apparently something inside his brain did remember him and had been curious to reveal that.

 As tired as he was, William relaxed that day with a bubble bath. He was so tired that he fell asleep inside and only woke up because he was slowly sinking into the water. When he got out of there, he just dried himself up and fell asleep naked as he was on the bed, above the sheets. He must have woken up at four in the morning only to crawl under the covers because of the cold.

 After the weekend, he stumbled into his old college partner in the elevator on the way to his office. It was kind of an awkward moment: there was some tension between them but William had no idea why. He knew now that he wasn’t interested in that guy physically and that was the only thing that had been weird before. But now everything was tension and looking down to their shoes and it was very strange.

 For the rest of that day he didn’t really pay attention to anything else because his mind was still trying to understand what had happened in that elevator. He tried to remember anything about that man but he just couldn’t remember him in college. Maybe crossing him one or twice in the hallways but that was it. He was so distracted during the pitching session that day, that he missed every single one of the funny presentations. His fellow managers would laugh and he would just smile.

 The following day, he was lucky enough to have dinner with a friend from college he had not seen in a while. She had always been one of his best friends back in college and now she worked out of the country in a job that paid very well. So they got together and talked and laughed and drank and ate. It was a very fun evening. When the dessert was brought to them, William remembered the man from his office and instantly asked his friend about him. He described him as well as he could and she was surprised by the degree of detail he was able to give her.

 His friend had no idea of whom he was talking about. Then, William looked for a picture on his cellphone and showed it to her. Crazy as it seemed, William had taken a picture of the file on the guy in order to remember his face the next time he saw him and now he got to show to his friend so he didn’t see how awkward it was.

 Then, she immediately recognized him. Trying not to laugh at her friend for having some random guy’s picture on his cellphone, she reminded him that that guy had been a good friend of the people they used to hang out with during college. He would even go to some parties with them although she didn’t even remember his name. He wasn’t a particularly social person but she knew she had seen him a number of times around there with them.

 William thought about that for a long time. He looked at the guy’s picture that night before going to bed and then spent a good half hour trying to sleep but really thinking about why he had no idea of who that person was. The next day at the office, he got the rumor that many people were being laid off because the company had decided to wipe out a whole section in order to make room for new people that were going to be in charge of social media and such.

 As he went to get coffee, he saw the guy from college with a single box, eyes very red, standing in front of the elevator. He had no idea why, but he walked towards him and asked what was wrong. The guy was obviously surprised to see William but he just answered the question: he had been fired. William offered to help him with the box and in the time from there to the first floor, he was able to remember who that guy was.


 They had kissed once in a party. William had been very drunk. He was sure to have vomited at least a couple of times that night. And somehow, in between all that, they had kissed. He gave the box to the guy and told him to call him if he needed any help. The guy seemed confused by that and honestly William was too. He didn’t know why he had said it but he thought it was the right thing to do.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Poderes

   La pasarela elevada pasaba sobre los cinco depósitos de químicos de la fábrica. El primer en llegar fue Félix, que parecía no poder respirar y sin embargo corría todo lo que podía sin mirar atrás. Cuando estuvo encima del tercer tanque, se detuvo para ver si Marcos lo había seguido.

 En efecto, Marcos venían corriendo detrás pero lo malo era lo que venía detrás de él: era una criatura que helaba la sangre solo de verla. En apariencia era como una serpiente, solo que esta serpiente medía una docena de metros de largo y era gruesa como el tronco de un árbol. Subía por la escalerilla que daba acceso a la pasarela elevada con una habilidad que daba susto. Marcos corría lo más rápido que podía y le indicó a Félix que debía seguir su camino también o ambos serían comida de reptiles.

 La criatura se desenrolló en la pasarela flotante y con agilidad se deslizó por encima del frío metal que constituía la estructura de la especie de puente que unía un extremo al otro de la fábrica. Los de abajo eran químicos altamente corrosivos que se usaban para la creación de varios tipos de productos para la limpieza. Era un poco extraño que esa fuera la guarida de uno de los criminales más buscados por la policía pero así era. El hombre llamado la Sombra tenía su base de operaciones debajo de la estructura, en sótanos adecuados para sus actividades. Y allí también residía su mascota, la que ahora perseguía a Marcos y a Félix.

 En un momento, la criatura se enroscó en un mismo sitio y pegó un salto hacia delante, como un resorte. Félix ya había llegado al otro lado de la pasarela pero Marcos no podía correr tanto por una torcedura de tobillo que hacía que dada paso fuese un poco más difícil. Cuando la criatura saltó, le cayó muy cerca, tanto que la serpiente pudo lamerle la planta de uno de sus zapatos con su lengua bífida.

 Entonces la serpiente volvió a recoger para saltar de nuevo. Marcos había caído al suelo y no podía pararse, su pie estaba ya fracturado y sentía que se empezaba a hinchar. No había ya ninguna opción de escapatoria. Los ojos de la serpiente brillaron, contenta de haber podido atrapar al menos a uno de los hombres que estaban persiguiendo. Presionó su cuerpo sobre si mismo y volvió a saltar, dirigiendo su enorme cabeza hacia la Marcos, para tragarlo de un bocado.

 Pero la serpiente nunca cayó sobré él sino que frenó en la mitad del aire y quedó allí, congelada en el tiempo como un muñeco. Se notaba incomoda y su nerviosismo aumentó cuando en vez de estar sobre la pasarela, pasó a estar sobre uno de los tanques de químicos. Antes de caer, abrió los ojos y soltó un chillido horrible. Momentos después, su cuerpo se deshacía en un liquido de color verde esmeralda.

 Marcos respiraba deprisa. Había estado muy cerca de morir pero había visto como había pasado todo: era Félix quién había utilizado su capacidad mental para controlar a la serpiente y hacerla caer en el lugar equivocado. No hubo conversación ni felicitaciones ni nada parecido. Félix ayudó a Marcos a ponerse de pie y con sus poderes lo bajó de la pasarela flotante. Una vez abajo, se dirigieron al estacionamiento de la fábrica de donde robaron uno de los vehículos. Ya un poco lejos, escucharon una fuerte explosión. No se miraron ni dijeron nada pero ambos supusieron lo que era.

 Félix condujo por varias horas hasta llegar a un lugar en el que nadie los conociera. No podían quedarse en la ciudad pues era obvio que la Sombra iba a perseguirlos para vengar la muerte de su mascota y el descubrimiento de su guarida. Después de varias horas en la carretera, llegaron a un bosque tupido, lleno de pinos y eucaliptos y otros árboles enormes. A un lado de la carretera alquilaban cabinas en el bosque para las personas que venían a pescar y a cazar.

 La joven que los atendió estaba visiblemente aburrida pero pareció estar interesada por la ropa de los dos, pues estaba quemada en parte y olía mucho a químicos. Además, era evidente que no venían al bosque a pescar o cazar pues no se veía el equipo por ningún lado. De pronto era fugitivos o incluso una pareja en un arranque pasional. La chica pensó todo esto en un momento, mientras Félix firmaba el libro del hotel y pagaba por una semana de estadía de contado. Marcos se apoyaba sobre el mostrador: su tobillo estaba mucho más hinchado que antes.

 La chica les dio un mapa de los caminos y les indicó que su cabaña era la número diez, justo del otro lado del lago. Por el tobillo de Marcos, se demoraron tanto en caminar al lugar que la tarde cayó pronto sobre ellos y tuvieron que abrir la puerta del lugar a tientas. Lo bueno era que tenía luz eléctrica y agua caliente. Lo malo era que habían bichos, como hormigas y unas cucarachas pequeñas. Era lo mínimo que tendrían que soportar con tal de pasar algunos días fuera del radar.

 Félix ayudó a Marcos a entrar en la bañera que había en el cuarto de baño. Le había insistido que se quitara la ropa para estar más cómodo pero Marcos se había negado, subiéndose los pantalones y quitándose zapatos y medias y nada más. Así se metió a la bañera que Félix llenó de agua tibia. Dejó que flotara allí el tiempo que quisiera mientras él se quitó todo la ropa en la habitación y decidió salir al lago y nadar bajo la luz de la luna llena. Era algo muy liberador flotar por allí, bañarse en la más hermosa soledad, únicamente acompañado por la grandeza de la luna.

 Félix se dio cuenta al oír el chapoteo. Trató de salir de la bañera pero casi no pudo ponerse de pie para salir. No solo era difícil apoyar el tobillo hinchado sino que la ropa mojada ejercía un peso enorme sobre él. Para cuando fue capaz de salir, se resbaló sobre el borde de la bañera e hizo un desastre en el suelo. Félix lo encontró minutos después, empapado y con la mandíbula contra el piso, incapaz de moverse. Parecía un pescado ya atrapado por las redes.

 Félix tenía alrededor de su cuerpo una toalla bastante pequeña pues solo había una para cuerpo entero y la había traído para Marcos. Pero en vez de usarla, lo ayudó a sentarse y le dijo que debía quitarse la ropa y pasar más tiempo en la bañera o al menos quitársela para poder dormir tranquilo. Como Marcos no respondió al instante, Félix se le quedó mirando y con sus poderes arrancó la camiseta y los pantalones de su cuerpo. Quedó solo en los calzoncillos bancos que tenía puestos.

 Su cara se puso roja y después discutió con Félix por haberlo hecho a la fuerza pero este no se disculpó. Solo lo ayudó a ponerse de pie y lo ayudó a ir hasta la cama. Eran dos camas sencillas, una al lado de la otra. La de Marcos estaba de lado del baño, la de Félix al lado de la ventana. Félix se acostó mirando al techo, habiendo ya apagado la luz. Marcos solo podía dormir boca abajo pero no era una opción sencilla con el dolor de tobillo. Por eso se hizo de lado, mirando a su compañero.

 De la nada, le preguntó por sus poderes. Solo conocía a otra persona que podía hacer algo parecido y no era tan sorprendente como lo que él hacía. Félix respondió que había descubierto lo que podía hacer desde que era joven y que había aprendido en secreto a manipularlo. Marcos no entendió porque escondía sus poderes, a lo que Félix respondió que cualquiera que supiera mucho de ellos seguramente quisiera aprovecharlos para su propio beneficio.

 Marcos asintió en la oscuridad. Tenía la toalla bien apretada alrededor de su cuerpo. Estaba casi desnudo, con un tobillo hinchado, al lado de un tipo que había conocido hacía menos de un día. Por alguna razón, los dos habían estado en la guardia de Sombra al mismo tiempo. No habían hablado de las razones pero Marcos asumía que los dos querían destruirlo todo y destapar el imperio criminal de la Sombra.


 Pero eso era una suposición. En la oscuridad, se quedó mirando a Félix un buen rato, preguntándose por la verdad. Después de un rato le entró el sueño, a la vez que oía la respiración pausada de su compañero. Antes de caer en los brazos de Morfeo, tuvo una visión de los ojos de Félix. Era sorprendentemente parecido a los de la serpiente.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Chance, the dog


   Chance had been their first dog. He had been living in the house for a long time now, he had no idea how much, but he was very happy with everything he had: the food, the toys, his owners and everything else. At first, he remembered vaguely, Chance had been owned by one of the two people that lived in the house. His name was Philip and he worked a lot or so it seemed. Apparently, and Chance had no proof of this, Philip had been convinced to have a pet after he had a couple of crisis related to his work.

 Chance was only a puppy back then. He didn’t remember how his mother looked or how his brothers and sisters looked. His first memory was always Philips face, looking down at him with a strange expression in his face. He wasn’t happy or sad. He seemed more confused than anything else. To be fair, Chance was also very confused but that was because his memory did not work very well.

 The first bonding experiences he had with Philip had to do with the park. As young as he was, Chance would go to the park and meet other dogs and even other animals. As he met them, he remembered Philip was always sitting close by, watching or checking a strange rectangular black rock that he had with him every single time Chance wanted to play or have a moment with him. Once, he had attempted to grab the black rock but Philip had made it clear that it wasn’t something for him to play.

 So Chance learned not to bother his master whenever he was on it. But that didn’t prevent him from noticing that, often when he used the rock, he would become very sad. Chance didn’t like that so he always tried to distract him, trying to make him play by getting the ball or rolling on the ground or whatever that could work.

 Surprisingly, the ruse worked quite often. He made his master smile and even laugh several times and he understood that his job as a dog was to make Philip happy, no matter what. It was a rather simple job but a very important one. In a short space of time, Chance was able to make his master a little bit happier, more of an enjoyable person to be around. Chance noticed this when he saw other people around and they seemed to enjoy themselves more with Philip around.

 That was nice because it meant that those people would bring treats for Chance. Sometimes they brought food and other times they brought toys. Some of them even gave him other things but he wasn’t as excited about those as he was for the treats and so on. The best part was that Philip got out of his house more, although not always with Chance which made him think that maybe his plan had not worked to perfection.

 However, Philip always came back smiling from those nights outside the house. At first, Chance had been worried that maybe he was being sad outside of the house. That would have been a tragedy, so he tried again to be nice and cute to his master in order for him not to o fall into depression again. But when he saw his face, when he felt his mood, he realized Philip was not sad, not at all. Philip was not happy either. It was strange.

 The first couple of nights he left for a long time were just torture for Chance. He would spend his whole evening just pacing around the house, waiting for his master. It was a very annoying thing not to have light in the house when he was alone and he tried to have it a couple of times until he finally was able to turn on the living room light by himself. Chance was so proud of himself that he thought Philip would congratulate him. But nothing of the sort happened.

 Most of those times, when the man went out for many hours at night, he came back smelling very strongly to something Chance didn’t like. He didn’t know what it was but he was certain it wasn’t something good because his master would often vomit on the floor or on the bathroom. Neither smell would disappear for weeks. That was always tougher on Chance because of his ability to smell things better than any of the humans. Something was very wrong with his master but he kept behaving like a happy person the rest of the time so it was very confusing too.

 This happened for what humans call a year. Chance got used to it to happening at least once a week and those nights, he knew it was better to rest than to wait for his master because when he came home he was too busy vomiting and falling asleep to take care of his pet. So he started sleeping earlier and would wake up before Philip on what humans called Saturdays. It was the best because his owner was very nice during that time. They didn’t go to the park or anything, but they had good times.

 The other thing Chance had noticed during that time was that, after he decided to fall asleep instead of waiting for Philip, he would sometimes smell the scent of another human in the house. Sometimes he would see them and sometimes he wouldn’t but out of nowhere, other humans were sharing Philip’s bed. And he knew, because of his nose, that it wasn’t always the same person.

 That was a very confusing thing to happen but Chance had no way to ask Philip about it. And he was clearly not very good at understanding human behaviour as he thought he was. So he decided to be the best dog to his owner and that was it. After all, humans are rather smart and he trusted Philip to get better on his own.

 He had been right about it. For some time, Philip stopped his weekly escapades and he would stay at home with Chance watching what humans called movies, which was basically staring at other humans who were apparently funny or very depressing. Sometimes Philip would cry or laugh hysterically but that was better than him vomiting in front of the door or on the couch. Besides, he now loved to have Chance by him to hug him and stroke behind his ears so that was always great.

 Philip never again went out so late as before but he did go out some other times and Chance wouldn’t worry because he would always return very much tired and alone, so things were improving or at least that seemed to be the case. After all, Chance knew that understanding human behaviour was extremely difficult. They were all so different and liked so many things at the same time. Sometimes he thought to himself that humans were very complicated animals.

 Then, something changed again: a new human started coming often to the apartment. At first, Chance was very reluctant to let that person touch him. He would roar and bark if the hands came too close and he would stay in the kitchen if the situation became too stressful. But what turned him around was Philip actually asking him to like that person. Apparently, it was very important for him that Chance could give that new human a proper opportunity, so the dig decided to try.

 That human’s name is David. David is one of the best strokers Chance has ever met. He just knows were are the best spots in a dog’s fur and its thoroughly enjoyable when he uses his fingers to massage any part of his body. David started coming rather often and Chance got used to him pretty fast, specially because he brought in gifts and that was always better than not bringing anything.

 Chance liked to join David and Philip for what they called movie night, when they had round human food and seemed to be really nice to each other. Philip would often send Chance to his bed early those nights and he obeyed because he knew the very sad times were in the past. He could feel Philip was now a really happy human being and that had been Chance’s goal for a long time.

 Now he had another human to make happy, although David seemed to be happy already. He eventually moved in permanently with them and Chance had the best time of his life during that period. It’s always nice to remember, even when you’re a dog. People think you don’t understand but you do. You understand it all very well.