El viento afuera soplaba impasible, sin nada
que lo detuviera. Era increíble ver toda una gran ciudad paralizada por el puro
frío, el viento y el hielo combinados. No se puede hablar de destrucción pero
sí de disrupción de la vida común y corriente, la de todos los días. Desde un
piso cincuenta era bastante lo que se podía ver de la ciudad pero ahora era
solo una mancha blanca con líneas de colores, tonos de rojo y azul y negro.
No, esta ciudad jamás se había cubierto de
nieve en el pasado. De hecho, el país era tropical o al menos lo había sido
hasta hacía algunos años. Porque ya no era así. Muchas de las plantas y
animales de las zonas más cercanas al mar, habían empezado a morir por el clima
cambiante. Todo el mundo pensaba que el calor era lo que iba a reinar en el
futuro pero se había equivocado.
Cierto, los hielos del norte y del sur se
habían derretido y habían ido a parar a todos los mares, inundando ciudades y
países enteros. Muchos tuvieron que migrar, hubo problemas y más guerras de las
que nadie hubiera deseado de verdad. Todo se había vuelto más caro día tras día
y era casi imposible vivir como lo habían hecho otras personas a comienzos del
siglo XXI. Era algo cómico leer los cambios que ellos habían detectado y
entender que nada se había hecho para detenerlos.
Los seres humanos eran todavía así, solo
actuando cuando algo les servía o cuando les era económico hacerlo. Por eso las
nevadas del nuevo siglo los había cogido desprevenidos a todos. Todo el mundo
migró entonces también pero era obvio que en la banda ecuatorial del planeta no
había espacio ni recursos para tantos millones de personas. En cierta manera
había sido bueno que el frío y, cien años antes, el calor hubieran destruido
tanto y matado a tantas personas. Ya no había que repartir entre tantos.
Pero en este mundo de nieve, la gente sigue
siendo demasiada. En el Ecuador están todos los que eran ricos, los que se
pudieron procurar terrenos fértiles y amplios. La gente más pobre fue muriendo,
poco a poco, en las calles o en alguno de los grandes desastres. Cada vez más
se supo de aviones congelados en vuelo, barcos que jamás llegaban a puerto e
incluso de terremotos que destruían ciudades de un solo golpe certero.
Sin duda fue una época de cambio definitivo
para el mundo, queriéndonos decir que nuestro tiempo en esta Tierra se está
terminando. Ya no somos los maestros de este mundo ni lo seremos por mucho
tiempo. Los científicos quisieron darnos opciones pero ninguna muy realista. Se
hicieron diseños para estaciones humanas bajo el mar y otras alto entre las
nubes. Se diseñó un ambicioso plan para construir la primer ciudad humana en la
Luna y misiones tripuladas a cuerpos celestiales cercanos.
Pero más allá de algunas sondas, no pasó nada.
Las promesas del siglo pasado fueron quedando enterradas bajo la constante
nieve y los seres humanos por fin entendimos que este mundo sería el último que
veríamos. Nunca más habría bosques verdes y abundantes o mares cálidos y
calmados. Y los hubieses, nosotros no estaríamos aquí para apreciarlos. Había
sido ignorante y prepotente de nuestra parte creer que este mundo era solo
nuestro, para hacer con él lo que quisiésemos. No, el mundo jamás fue nuestro y
eso se puede ver hoy en día.
Todavía existen científicos hoy en día y
siguen explorando, tratando de hacer mapas de este mundo que ya no es nuestro.
Han ido a ciudades distantes y regresado, con noticias extrañas, ninguna muy
alentadora para la Humanidad. Un grupo que conocí, hace ya unos meses, me contó
que habían logrado cruzar el Atlántico y sus congelada superficie. Por debajo,
sin embargo, variedad de criaturas parecían estar multiplicándose y creciendo
gracias al nuevo medio ambiente. Nosotros perdimos pero ellas ganaron.
Del otro lado del mar encontraron un
continente hecho trizas. Grandes monumentos y edificios destruidos por el
viento, los terremotos, el mar y el frío constante. Todavía existían algunas
comunidades activas pero todas estaban migrando lentamente al sur, con la
esperanza de encontrar un buen sitio para dejar de existir, para dejar este
mundo que ya no nos quiere aquí.
Las comunicaciones nunca han sido peores pero,
en un buen día, podemos hablar con la gente del Ecuador, que tampoco está muy
lejos. Tienen problemas serios o al menos solían tenerlos cuando empezaron a
llegar. Muchos se apresuraron a formar un gobierno y a establecer las mismas
reglas que habían gobernado a la humanidad desde hacía años. Pero eso ya no
podía ser, simplemente no era posible. Este mundo no aguantaba más de nuestras
viejas y tontas costumbres.
Y parecía que después de diez años, la gente
del Ecuador se estaba dando cuenta de ello. Ahora eran varias comunidades,
cercanas pero no pegadas la una a la otra. Había algo de comercio e intercambio
de ideas pero no como en el pasado. La idea era, claramente, seguir adelante
hasta que el mundo se los permitiese, lo mismo que pensamos los que nos
quedamos atrás, en los terrenos fríos. La diferencia es que nosotros, los del
frío, creemos que el Ecuador terminará siendo aplastado pronto y no deseamos
estar allí cuando ocurra. Será otra extinción en masa en la que no queremos participar.
De pronto sea demasiado pretencioso pero
queremos luchar hasta nuestro último aliento, no queremos rendirnos tan
fácilmente. Sabemos que vamos a morir pero queremos extender la Historia humana
lo que más se pueda. Hemos recuperado varios volúmenes que registran cada
evento acaecido en este mundo y pretendemos seguir escribiendo hasta que
muramos por cansancio o simplemente porque este mundo es más que nosotros, en
todo sentido posible.
Para ello, hemos vuelto a nuestras raíces,
entrenando a nuestros animales para ser criaturas de compañía y ataque, si se
presenta el momento de pelear contra la naturaleza. Y ya ha ocurrido: no es
poco común escuchar acerca de ataques de osos y
lobos y otras criaturas que están mejor adaptadas que nosotros para este
clima. Así que queremos estar listo para cualquier eventualidad de ese tipo.
Porque queremos luchar.
No se trata de hacer una declaración de
principios ya que cualquier cosa por el estilo murió el día que este planeta
fue condenado por nuestra propia mano. No, no queremos imponernos a la
naturaleza ni a todo lo que existe hoy en día ni a los cambios que seguramente
vendrán una vez más. Solo queremos que la naturaleza nos vuelva a sentir como
suyos y podamos estar en paz hasta que nuestra especie simplemente se
desvanezca en el tiempo. No queremos más que eso.
Lo bueno de todo esto es que las relaciones
ahora son más sencillas y más claras. Ya nadie oculta nada por el estilo. A
nadie le importa ya con quien duerme alguien, si tiene hijos o cuales son sus
valores. Lo único que importa es que estén presentes al menos una vez al día,
sea para cazar, explorar, hacer de comer o planear movimientos a otros sitios.
Eso es lo que nos interesa. Sobrevivir.
Los valores murieron hace mucho, mucho antes
incluso de que empezáramos a matar al mundo. Ya no nos interesa la hipocresía
de la sociedad antigua, que hoy vemos como una sombra asesina que nadie quiere
tener cerca de ninguna manera. Hoy en día no hay valores sino un empuje que
sale de nuestro corazón y nuestra mente, un empuje que nos lleva a seguir
viviendo y a no dejarnos vencer. Eso es todo lo que importa hoy en día.
El viento frío avanza cada vez más y sabemos
que ya lo sienten en las zonas todavía templadas del planeta. No pasarán ni
diez años antes de que todo el mundo sea una bola de nueve por completo.
A veces me pregunto que será de este mundo
después, cuando ya no estemos en él. Muchos de los más inteligentes en nuestra
comunidad dicen que lo normal es que esta era de hielo termine en algún momento
y vuelva el calor de nuevo pero eso pasará en unos cuantos miles de años, si es
que ocurre. Además, es bien sabido que el planeta no va a morir, solo nosotros
haremos eso. El planeta seguirá adelante como siempre lo ha hecho, tal vez con
alguna nueva especie como la reinante entre las demás. Me pregunto si ellos
sabrán de nosotros, de nuestra existencia?
Antes de acostarnos a dormir, tenemos la
costumbre de mirar al cielo y contar historias. Los mayores cuentan historias
de su pasado y los más jóvenes solo saben de este presente lúgubre. Pero otro
vemos las estrellas y les contamos relatos de máquinas allá afuera que llevan
nuestra marca y que, tal vez algún día, sean descubiertas. Tal vez alguien de
fuera se interese en los residentes de esta bola blanca y no tengamos que
perecer después de todo.
Precioso, creo que aún hay alguna esperanza. Saludos.
ResponderBorrar