Todos los alumnos usaban sus carboncillos
con habilidad y rapidez. Miraban por un lado del caballete por unos segundos y
luego volvían a su dibujo, ya retocando los últimos detalles. Eran unos quince
alumnos, entre chicos y chicas, todos distribuidos en un gran círculo alrededor
de un cubo blanco. Encima de esa estructura estaba un joven de pie, mayor que
los alumnos pero igual joven, totalmente desnudo. Imitaba la pose del gran
David de Miguel Ángel. Era increíble ver la similitud en los cuerpos, incluso
en el cabello, y la habilidad casi anormal de quedarse quieto por tanto tiempo.
La profesora de la clase daba vueltas por todo
el salón, mientras los alumnos tenían solo cinco minutos para terminar. Algunos
estaban visiblemente atrasados, dibujando con tal rapidez que parecía estar a
punto de rasgar el gran bloc de hojas en el que pintaban. De hecho, un par
miraban con desespero a un lado y otro, viendo como sus hojas estaban en efecto
rasgadas y como las hojas inferiores se veían igual. Otros, pocos, veían con
suficiencia a su alrededor ya dando retoques casi innecesarios a sus dibujos.
Habían trabajado duro y lo tenían todo a punto.
El modelo los veía de reojo pero casi todo el
tiempo miró hacia una ventana, por donde pasaban las palomas que se posaban
todas las tardes en la plazoleta exterior de la facultad de artes. Él recordaba
con cariño su tiempo en la universidad pero no había estudiado nada relacionado
con el arte, aunque había querido. Su padre era un abogado conocido y respetado
en el país y le había insistido, desde pequeño, en que debía compartir su mismo
destino y así seguir un cierto legado familiar.
Él no quería nada que ver con eso pero igual
hizo la carrera de cuatro años y encontró trabajo en una firma de abogados,
recomendado por su padre. Pero hacía tan solo unos meses había vivido una
experiencia cercana a la muerte y había decidido cambiar varias cosas en su
vida. El coche en el que viajaba por carretera, de vuelta de una conferencia
relacionada al trabajo, dio un giro inesperado al evitar un camión que venía
directo hacia ellos. El automóvil dio varias vueltas y cayó en una zanja. Eso
fue suficiente para él. El día siguiente, apenas al salir del hospital,
renunció a su trabajo y le terminó de pagar a su padre lo que había gastado en
su carrera.
Sutilmente movió la cabeza. Se le habían
humedecido los ojos pero respiró y trató de no desfallecer en los últimos
minutos. No era la primera vez que posaba desnudo en los últimos meses. Se lo
había sugerido una amiga y él se había lanzado a ello por cambiar de cosas por
hacer. Ya había conseguido otro trabajo más estable y todo era para estudiar lo
que él quería pero este trabajo del desnudo lo hacía sentirse libre, lo hacía
sentirse honesto y vivo.
Uno del os alumnos, un
joven llamado Aníbal, estaba terminando con soltura su dibujo. La verdad era
que hacía varios minutos que había terminado y solo se había dedicado a tratar
de mejorar un poco el dibujo, haciéndolo más realista y único. Desde pequeño
había tenido cierta facilidad para el dibujo y estudiar bellas artes había sido
lo natural para él. Sus padres lo habían apoyado con varios cursos y viajes
para aprender más del arte, siendo ellos mismos artistas: uno un escritor
renombrado y la madre curadora de una de los museos más grandes del país.
Su dibujo no era el mejor que había hecho.
Para él este curso era la base que ya había visto hacía años, así que no se
había esforzado demasiado pero sí lo había hecho lo suficientemente bien para
resaltar. Algo que le gustaba, desde siempre, era ser aquel del que hablaran
más. Le gustaba ser el ejemplo de los demás y que lo pusieran en un pedestal.
Su aire de suficiencia era perceptible a todos los demás y solo aquellos que
querían estar cerca de alguien con conexiones le hablaban, el resto se mantenía
al margen.
Esto era diferente a Adela, una de las chicas
que estaban ocultando las rasgaduras en su papel con más carboncillo. Sudaba
bastante a pesar de que la habitación estaba bien ventilada y miraba a sus
vecinos inmediatos para ver que tal iban. La verdad era que ella de dibujo no
sabía nada. Le gustaba mucho el arte pero más apreciarlo y hablar sobre él. De
resto, no sabía mucho ejecutar nada. El dibujo era para ella algo nuevo y todas
sus nuevas clases prácticas eran casi para ella una tortura.
Siempre había sido torpe con los dedos,
incluso para cortar una figura de un papel. Hacía bonitas carteleras porque
tenía un muy buen sentido de la estética pero de resto no tenía ni idea de cómo
hacer nada con ningún tipo de medio. La escultura le parecía especialmente
difícil, ya que visualizar se le hacía casi imposible cuando no se tenían
muchas bases. Su primera entrega en esa clase había sido una figura un tanto
amorfa que el profesor había tomado como una obra futurista, algo que ella
había reforzado diciendo todo lo que sabía respecto a ese movimiento.
Adela estaba sentada justo al lado de Aníbal y
trataba de no mirar su dibujo pero era casi imposible, al ver lo idéntico que
era al modelo frente a ellos. La pobre chica miraba su dibujo, rudimentario y
básico y lo comparaba al realista modelo de su compañero. Miraba también al
modelo como suplicando algo pero no tenía ni idea de porque lo hacía. De pronto
era porque siempre había habido alguien a su lado ayudándola pero en la carrera
estaba sola. Ninguno de sus amigos había estudiado lo mismo y tenía que
confesar que se sentía a veces arrepentida de su decisión, pero lo olvidaba
pronto al recordar su pasión por el arte.
Del otro lado del salón estaba Guillermo. Su
dibujo era lo mejor que podía hacer para lo que conocía y se sentía muy
contento de estar en su primera clase con un modelo en vivo. Le gustaba ver
como la luz que entraba por las ventanas superiores, tocaba el cuerpo del
modelo y lo convertía en algo más que una persona. Eso era para él el arte:
algo que transformaba a los simples seres humanos en algo mucho más allá de lo
que siempre vemos, de lo que conocemos y sentimos.
Guille recordaba su primera visita a un museo
y como se había sentido fascinado por los colores y las formas. Nunca había
salido del país a conocer obras de arte famosas mundialmente pero había leído
de varios artistas, de sus vidas, de sus obras y le encantaba. Veía todo tipo
de películas, iba ocasionalmente al teatro y trataba de colaborar a amigos y
conocidos en todo lo relacionado con el desarrollo artístico. La verdad era que
le encantada todo lo que tenía que ver con lo social y para él el arte
conectaba todos los seres humanos, sin importar el dinero o la edad o nada.
La profesora miraba su reloj y veía como se
gastaban los últimos segundos. En ese momento, decidió darles un par de minuto
más. Era una tontería, pero era su costumbre con los alumnos primerizos. La
vida normalmente no les daba una oportunidad y ella quería darles al menos un
poco de esperanza, que tanto faltaba en el mundo del arte moderno. Nadie les
iba a dar una oportunidad real con momentos tan duros y difíciles que iban a
tener en su futuro. Ella no veía porque complicarles la vida tan rápidamente,
para que hacerlo si eso solo los afectaba más allá de las clases y su gusto por
el arte.
Los minutos extra pasaron rápidamente y con
tranquilidad la profesora les pidió que dejaran sus dibujos en los caballetes y
salieran a almorzar. Lo cierto era que casi todos estaban hambrientos y eso
había ayudado también a su preocupación y a que no pudiesen concentrarse por
completo.
Mientras salían, el modelo bajó de su pedestal
y saludó a algunos que se despedían con una sonrisa, incluido Guille que lo
miraba más que los demás. El modelo no se fijó mucho y se dirigió a su mochila
que estaba a un lado del escritorio de la profesora. Se puso una bermuda y una
camiseta con habilidad y cuando se dispuso a ponerse los zapatos, se dio cuenta
que la profesora miraba con atención los dibujos. No los recogía para verlos
después sino que se paseaba como quién iba a un museo.
Apenas el modelo se
puso los zapatos y una chaqueta, se puso la mochila al hombro y se acercó a la
mujer. Ella le agradeció su ayuda y le dijo que tenía su paga pero que quería
que la acompañara a dar una vuelta por el salón. La pareja observó por varios
minutos, escuchando los sonidos del exterior, cada uno del os dibujos. Al
modelo le sorprendió ver las diferentes maneras en las que cada alumno lo
habían visto. Había estado siempre en la misma pose pero lo había percibido de
muchas maneras. Algunos habían hecho un retrato tipo “cómic”, otros habían sido
m ás clásicos y otros más habían agregado cosas que
ni siquiera estaban allí.
Al final del recorrido,
la mujer le sonrió y se dirigió a su escritorio. De un cajón sacó un sobre y se
lo dio al modelo que lo guardó en su mochila. La mujer le preguntó porque había
decidido modelar en los cursos de arte. Él la miró y le dijo con una sonrisa.
- - Por amor al arte.
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