Cuando estuvo frente a mi, lo único que pude
hacer fue llorar. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin control
alguno, rodando como cascadas por mis mejillas. Mis ojos se sintieron hinchados
y pronto no pude ver mucho delante de mí, por lo que tuve que limpiarlos con la
manga de la camisa, sin importar la cantidad de sangre que tenía por todas
partes. Me acerqué un poco más y pude sentir el calor del cuerpo que estaba
viendo. Era una escena que jamás había pensado ver de esa manera, algo muy extraño.
Estaba presenciando mi primera relación
sexual. Se sentía como si estuviese rodeado por una burbuja, una especie de
capa delgada de plástico que me estuviese protegiendo de algún mal desconocido.
Me había visto entrando por una puerta y besar a un chico que no había visto en
muchos años. Ahora que lo veía, me parecía gracioso el hecho de que lo hubiese
elegido precisamente a él como la primera persona con la que tendría sexo.
Claro que en ese entonces creía que era “hacer el amor”, pero eso es lo de menos.
Estuve mirándome un buen rato, mientras mi
versión más joven parecía tener más brazos de lo normal. Se abrazaba con el
otro chico y lo tocaba de una manera muy graciosa, algo inocente. No parecía
estar presenciando una escena entre dos jóvenes a punto de hacer algo que yo
conocía ya muy bien sino que parecía algo más extraño y menos familiar. Además
se me hacía incluso gracioso y no podía dejar de sonreír. Era una situación
demasiado extraña. Estar allí y al mismo tiempo no estar, era algo que no podía
dejar pasar.
Me limpié las manos tanto como pude en la
ropa, mientras ellos hacían lo que yo sabía que habían hecho. Caí en cuenta
entonces que estaba presenciando dos menores de edad en una situación
comprometedora. ¿No era eso algo ilegal o peor que eso? Sin embargo, uno de
ellos era yo y sabía muy bien como había terminado todo y no me refería solo a
esa oscura tarde. Las cosas que habían pasado después habían definido, en buena
parte, el tipo de persona que sería después, que soy ahora. Todo pasó rápidamente,
ahora que lo pienso.
Ellos se levantaron de golpe y se tomaron de
la mano. De nuevo, todo se veía completamente inocente. Me di cuenta que,
cuando empezaron a caminar hacia una de las habitaciones, la luz del lugar
pareció seguirlos a ellos. No tenía otra cosa que hacer sino seguirlos de cerca
y entrar a la habitación con ellos. Tan pronto entramos, siguieron besándose.
Recuerdo bien que él mismo me había dicho que tenía que aprender como besar y
eso era lo que estaba intentando hacer, me decía cómo debía de hacerlo para
disfrutar más del momento y de la otra persona con la que estaba. En parte,
tenía razón o eso creí entonces.
Solté una carcajada cuando tomaron un caramelo
y se besaron con el en la boca, y se lo pasaron de un lado a otro. Había
olvidado por completo que eso era lo que habíamos hecho esa tarde. Después vino
algo más asqueroso, que fue tomar un sorbo de champú para luego hacer lo mismo
con él. Era como ponerle algo asqueroso a un momento precioso y a un sabor que
ya estaba bastante bien. Los chicos jóvenes pueden ser muy asquerosos, eso lo
sé muy bien ahora que he conocido mi buena parte de hombres en esta vida.
Entonces, él me fue empujando sobre su cama y
se inclinó encima mío. Mis nervios se notaban. Incluso entonces, debo decirlo,
mi yo más joven se veía como un niño pequeño que no sabe lo que está pasando.
Se besaron más y fue entonces cuando algo me desconcentró. Dejé de escucharlos
por primera vez desde que había ingresado en ese estado extraño, puesto que
algo de mi lado hizo un ruido extraño. Parecía un grito pero no supe bien que
era porque no se repitió. Mientras tanto, el otro chico se había quitado la
camiseta.
Los volví a mirar pero mi interés se había
visto corrompido por el breve grito que había escuchado. Había rasgado lo más
profundo de mi mente y me había hecho pensar, por primera vez, que era posible
que el estado en el que me encontraba podía ser resultado de algo que no debía
alargarse demasiado. Tal vez era todo un truco, ver uno de mis recuerdos para distraerme
y así seguir destruyendo lo que más quería del otro lado. Y ese otro lado es el
presente, desde el que les escribo ahora. ¿Eso es bueno, no?
Traté de mirarlos, como me quitaba mi ropa y
la de él, como nos metíamos bajo las cobijas y nos tocábamos y besábamos y
reíamos, como niños. Me di cuenta que, en ese entonces, yo era muy maduro de
unas maneras y muy inmaduro de muchas otras. El sexo y todo lo que tenía que
ver con la relación con mi cuerpo, estaba mucho más avanzado que en otros
chicos de mi misma edad. Pero no tenía ni idea de las verdaderas consecuencias
de mis actos, no sabía como las decisiones que tomaba me encaminaban a mi
presente actual.
De repente, cuando escuché el primer gemido
del otro chico, un nuevo grito ahogó casi de inmediato ese sonido de placer.
Esta vez se oía mucho más claro y era evidente que provenía de mi lado, de mi
presente. Sentía que había algo que había olvidado, algo que había dejado de
lado en el momento en el que había entrado en esta nube extraña que me había
llevado al pasado, a un momento en el que no había pensado en mucho tiempo.
¿Porqué me había llevado esa cosa a ese recuerdo y no a otro? ¿Porqué quería
hacerme ver algo que ya ni recordaba bien? ¿Cual era el punto de todo?
Otra vez un nuevo grito. Esta vez el que gemía
en la cama era yo y sabía muy bien porqué pero ya no me interesaba lo que
pasaba allí. Me di cuenta, o mejor dicho, recordé la sangre que manchaba mi
ropa, mi cara y mis manos. Y recordé también de donde había salido. Y el que
gritó entonces fui yo y el grito que venía de afuera de esa burbuja temporal,
también había sido mío. Porque seguía en ese campo de batalla, con el cielo
rojo y mi mente colapsando.
Varios morían cerca y lejos y supe bien que yo
había sido responsable de muchas muertes en ese lugar. Sé que luchaba por algo
más grande que mi mismo, que mi vida o que mi muerta. Estaba luchando para que
todos pudiéramos tener una vida decente, una vida de verdad. Había dejado de
lado la pistola y en mi cinto sentí un cuchillo bien afilado que no había visto
ni sentido antes. Miré bien a mi alrededor y no vi a nadie cerca, solo voces
lejanas y gritos y muchas explosiones. El olor a muerte se estaba expandiendo.
No sé qué había causado mi regreso al pasado,
no sé quién o que me había enviado allí para mantenerme distraído. Era obvio
que algo sabían acerca de mi y habían creído que un recuerdo me detendría. Pero
yo mismo pude sacarme de allí adentro, porque nadie más podría nunca ayudarme.
Desde el comienzo había sabido que todo lo que había que hacer, tenía que
hacerlo yo mismo, con mis propias manos. Había gente que creía en lo mismo que
yo, pero para ir más lejos solo podría confiar en mi mismo. Nadie más podría
hacerlo.
Entonces se acercaron algunos enemigos y en
menos de un minuto estuvieron en el suelo, cogiendo con ambas manos su cuello,
tratando de respirar después de que les había hecho un corte profundo que solo
significaba la muerte. No podía haber dudas y por eso solo yo podría avanzar lo
suficiente. Solo yo podía caminar por ese campo como lo hice, solo yo podía usar
mi cuerpo y mi mente para destruirlos, como también lo hice. Cuando llegué al
otro lado, al lugar desde el que nos atacaban, la decisión fue sencilla.
Mis acciones mataron a miles y me encarcelaron
por ello. Había salvado a millones pero la ley era la ley y tenían que
juzgarme. Muchos me acusaron de ser un genocida, un asesino sin compasión que
había destruido sus amorosos hogares llenos de odio y desdén por todos los demás.
Acepté mi destino, lo que dijo la ley, y por
eso les escribo desde la cárcel. Creo que es una buena manera de hacer terapia,
de reflexionar sobre lo que hice de joven y de adulto. No pienso, ni pretendo,
que nadie me perdone. Solo espero que alguien alguna vez piense en mí y sepa
todo lo que soy y fui.
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