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martes, 10 de noviembre de 2015

A sus pies

   El pobre de Jaime había trabajado en la tienda de zapatos por tanto tiempo, que los pies y el calzado se habían vuelto su vida. Ya era un hombre que pasaba de los cuarenta y no se había casado, no había tenido hijos y, para dejarlo claro, no se había realizado como persona. Claro, nunca había definido en verdad que era lo que quería hacer con su vida. A veces su sueño parecía inclinarse a ser dueño de una tienda y otra veces era ser podólogo y poder ver los pies que necesitaba ver. Porque el detalle era que los necesitaba. Había ido ya a una psicólogo que le había dejado en claro que lo suyo era un fetiche y bastante fuerte. Eso sí, le garantizó que no era algo dañino y que solo en algunas ocasiones podía volverse algo de verdad incontrolable.

 La tienda para la que trabajaba Jaime era enorme, una de las más grandes de la ciudad que era bastante pequeña aunque tenía una vida comercial activa por estar ubicada cerca de una frontera nacional. Venían extranjeros seguido y todo porque la mano de obra era allí más barata y los zapatos también. Jaime era tan dedicado y sabía tanto del tema que no era solo un vendedor sino que supervisaba todas las áreas. Ese era su máximo logro en la vida: su jefe tenía tan claro que le encantaban los pies, que había utilizado esa obsesión para convertirlo en un experto. Jaime sabía de zapatos deportivos, de mujer, para hombre, para niños y sabía todo también del pie humano: sus partes, las funciones de cada una de ellas y como estaban mejor en un calzado que otro.

 Muchos pensaban que su obsesión era algo meramente físico y que su respuesta era de la misma naturaleza pero la verdad era mucho más que eso. Él tipo sentía un placer más allá de su cuerpo al ayudar a alguien a encontrar un calzado perfecto y más aún cuando le ponía el calzado a quién fuera. Obviamente las mujeres le eran especialmente atractivas por su delicadeza pero también habían hombres que le habían llamado la atención. Su obsesión era tal, que la mantenía a raya coleccionando fotos de revistas donde encontrara los mejores pies que hubiese visto. Era algo privado y jamás se lo había mostrado a nadie y pensaba nunca hacerlo pues era su manera de mantener todo a raya.

 Un día, sin embargo, conoció a una mujer en el trabajo. Una de esas extranjeras que venían a comprar calzado. Si somos sinceros, la mujer era más bien normal de cara y de cuerpo, no era una belleza ni mucho menos. Pero, como cosa rara, Jaime quedó prendado de sus pies. Y ella, que no era tonta, se dio cuenta de esto y le llamó la atención así que decidió coquetearle, pasándole los pies suavemente por la pierna mientras le ponía un calzado que había pedido o modelando atractivamente frente a un espejo. Y se daba cuenta que su técnica daba resultado, a juzgar por la mirada de idiota de él.

 Cuando se decidió por un par, le pasó a Jaime su tarjeta y le dijo que le encantaría cenar con él antes de volver a casa al día siguiente. Le dijo en que hotel se quedaba, la habitación y que lo esperaría en el restaurante del hotel a las nueve de la noche. Jaime estaba casi al borde del colapso pues ninguna mujer se le había acercado así nunca. Él era consciente de que ella no era la típica belleza pero igual era atractiva y sabía usar lo que tenía. Lo que no le quedaba muy claro del todo era porqué se había fijado en él. Sabía que no era un buen partido para nadie y, a diferencia de ella, él no era atractivo y era muy torpe tratando de atraer la atención sobre si mismo. Lo había comprobado hacía años cuando era más joven y ahora ya era muy viejo para ponerse en esas.

 En todo caso, esa noche se puso su mejor ropa (que no era más que un traje apropiado para entierros) y buscó los mejores zapatos para acompañar. No solo sabía de calzado y de pies, también le gustaba ponerse lo mejor que hubiera. Había ahorrado toda su vida y tenía piezas de calzado de las mejores marcas, hechas con los cueros más finos. Para esa noche se puso un par de zapatos negro tinta de una marca italiana que se caracterizaba por las formas que recibían sus zapatos al ser cosidos. Casi todos los pares eran únicos por ello. Eran los más caros que Jaime tenía en su clóset y no dudó en ponérselos esa noche pues sabía que era una ocasión especial, aunque no sabía porqué.

 Cuando llegó al hotel, se dio cuenta que era bastante antes de las nueve. La buscó a ella y no estaba así que se sentó en el bar y pidió whisky en las rocas para darse un poco de valentía. Su poco cabello se lo había peinado sobre la parte calva de su cabeza y se había esforzado por lucir una piel algo menos grasosa de lo normal. Verse en uno espejo que había sobre el bar le resultó algo fuerte pues se dio cuenta que parecía un tonto, creyendo que una mujer se había fijado en él de una manera física. Seguramente ella quería hacer negocio con la tienda o algo por el estilo y lo necesitaba a él para facilitarle algunos datos o algo por el estilo. Estaba seguro de que algo así debía de ser.

 Ella entró cuando él no podía estar más al fondo en sus penas. Y lo vio al instante y lo saludó animadamente. Ella sonreía y llevaba un vestido azul con flores y los zapatos rojos de tacón que había comprado esa misma tarde. Le dijo a Jaime que habían sido una excelente elección pues le quedaban como guante. Los modeló para Jaime que se olvidó por un instante su miseria interna y se dedicó a contemplar tan bellos pies en tan bellos zapatos. Ella sonrió por fin y lo invitó a que tomaran asiento en la mesa que había reservado. Cuando llegaron a ella, había un par de velas encendidas y el mesero les ayudó a sentarse.

 Lo primero que hicieron fue pedir vino. Ella dijo que quería el mejor de la casa. Jaime entonces pensó que tenía dinero pero que no quería gastar demasiado pues tenía todos sus movimientos monetarios bastante bien controlados. Sabía que si gastaba mucho en una cosa, debía gastar menos en otras. Por un momento ese pensamiento lo alejó de ella, hasta que la mujer le tomó una mano y lo miró a los ojos. Jaime no supo que decir y ella visiblemente no iba a pronunciar palabra. El gesto fue interrumpido por el mesero que abrió la botella frente a ellos y les hizo degustarlo antes de servir propiamente. Les entregó las cartas y los dejó a elegir su cena de la noche. Jaime todavía estaba algo nervioso, mientras paseaba sus ojos por la sección de ensaladas.

 Al final, se decidieron por calamares rellenos para él y trucha al limón para ella. Compartieron una entrada de alcachofas, de las que Jaime casi no como por estar pendiente de que la mujer no hiciera de nuevo de las suyas. Era lo normal que las mujeres lo pusieran nervioso pero ahora estaba peor que nunca y se arrepentía de haber aceptado la invitación. Cuando las alcachofas por se terminaron y la mesa quedó libre, ella de nuevo le tomó la mano con sorpresiva habilidad y le dijo que le tenía una propuesta que sabía le iba a encantar. Le dijo que no iba a decir palabra, que solo tenía que leer. De su bolso sacó un celular y se lo pasó cuando mostraba lo que ella quería que él viera.

 Eran fotos de pies. De todos los tipos de pies posibles. Unos al lado de los otros, de todo tipo de personas, de tamaños y de características. Mientras él veía las imágenes ella le decía que trabajaba para una firma que quería hacer el mejor calzado en el mundo, para cada pie y de la mejor forma posible. Querían hacer obras de arte con su calzado, elevando el estatus de este accesorio para vestir al máximo. Desde chanclas hasta zapatillas para ballet, para hombres, mujeres y niños y todos los demás. No había limite en lo que querían hacer y todo tenía una base clara. Ella le apretó la mano que tenía libre y le dijo que lo necesitaban a él, necesitaban a alguien que comprendiera.

 La comida llegó y entonces hablaron más, y Jaime se abrió a ella como si no pudiera contenerse. Le habló de los arcos del pie, de la complejidad de los dedos y de la sensibilidad de las plantas. Le dijo que el calzado era lo que definía, por completo, la vestimenta de una persona más que ninguna otra cosa que tuviese encima. Y ella le dio la razón y el dijo que ellos ya tenían expertos en la parte física del pie. Pero necesitaban a alguien que los amara, que se dedicara de corazón a ellos, para que les ayudase a diseñar los mejores modelos para las mejores ocasiones, siempre siendo únicos y particulares.


 Ella explicó que lo habían encontrado hacía un tiempo, en parte por su trabajo y en parte por sus búsquedas en internet. Él iba a preguntar que si eso no era ilegal pero se frenó porque se dio cuenta que no le importaba. Por fin tenía frente de él esa oportunidad de ser alguien, de realizarse por completo como ser humano. Y no la iba a desaprovechar por tecnicismos tontos. Le dijo a la mujer que la ayudaría en lo que pudiera y que aunque no era un experto, le encantaría hacer parte del proyecto. Mientras les ponían la comida en frente, ella le tocó la cara y le dijo que de hecho él sí era un experto y que sabía que lo que harían sería arte puro pues el amor de él por la idea, era verdadero.

viernes, 10 de julio de 2015

Yo, el amargado

   Personalmente, creo que el positivismo está sobrevalorado. Sí, así es, eso es lo que creo. No soy una de esas personas que se pasea por la vida pensando que todo son flores de colores y arcoíris brillando por doquier. No, prefiero ver las cosas como son y las cosas son horribles. Es como cuando hay gente que te dice que siempre veas el lado bueno de las cosas. Pues resulta que no todo tiene su lado bueno. Si acaba de morir tu madre, definitivamente no hay nada bueno en eso o sí fuiste asaltado o asaltada sexualmente seguramente no le verás el lado bueno porque no lo hay. Hay idiotas que son capaces de hacerlo pero eso se llama inventar y eso ya no es positivismo sino mentirse a uno mismo.

 Otro ejemplo puede ser cuando hay quien que dice que no existe la gente fea sino mal arreglada. No, eso también es una mentira que solo busca hacernos sentir mejor porque en el mundo de hoy la apariencia lo es todo. La verdad es que la gente fea, como todos los sabemos pero odiamos reconocerlo, existe y están allí por donde se le mire porque la raza humana todavía no ha evolucionado tanto como para que la belleza sea algo estándar. Precisamente son esos gustos diferentes en cada uno los que hacen que en verdad no haya nadie muy bello ni tampoco gente horrible pero si que todos seamos pasable, lo que es bastante deprimente. Porque mentirnos a nosotros mismos con cremas, perfumes, lociones, pociones, ropa y joyas? Porque no vernos como somos y encontrar lo que nos hace únicos.

 Eso sí, hay que aclarar que somos más de siete mil millones de seres humanos por lo que ningún rasgo es en verdad único pero sí poco frecuente y eso es a lo que deberíamos apuntar si estamos obsesionados con la belleza física. Lo mejor de ti son tus piernas? Aprovéchalas. Los ojos? Lo mismo y así. Pero nunca es lo mejor mentirse a uno mismo porque a lo único que eso lleva a ser a tener decepciones de todo tipo. Y son decepciones que uno mismo se causa por vivir en las nubes y pensar que el mundo es lindo, bello y perfecto. Hay gente fea y hay gente considerada guapa. Así son las cosas y con esas condiciones debemos jugar con lo que hay y, de hecho, eso hace que todo sea más divertido.

 Algo que puede sonar trillado pero es cierto, es que la belleza interior sirve pero solo sirve si hay alguna forma de atraer a los demás para que la conozcan. Porque todos sabemos que a nadie le atraer la belleza interior de entrada. Eso es imposible porque es algo que no se ve. Y por favor no piensen que la internet y los teléfonos prueban lo contrario porque no es así, eso son solo más mentiras que decidimos creer a voluntad. No, hay que llamar la atención, como lo hacen los animales en el cortejo y luego sí dejar ver nuestra personalidad, a condición de que haya cosas en ella que sean interesante y que valga la pena mostrar. Porque si nuestro interior es aburrido, ni la cara del David Miguel Ángel va a ayudar a nada.

 Otra cosa que me hacer ser amargado, es que detesto los sin sentidos. Las chicas con flores tropicales en la cabeza, las personas que visten igual todos los días, la gente que no sabe conducir o aquellos que están siempre orgullosos de su enorme ignorancia. Para mi nada de eso tiene sentido alguno y todas son rasgos que nadie que quiera interactuar con seres humanos debería de tener. Una exageración? No lo creo porque estoy hablando de algo que es propio, personal. Si a ustedes les gustan los ignorantes, es cosa de ustedes, pero sepan que estarán condenados a usar camisetas de fútbol  en días de descanso, van a tener que simplificar su vocabulario para que les entiendan y simplemente va a ser como tener otro trabajo. Y no paga.

 Para mi, ese es el rasgo más horrible que puede tener una persona. A mi los modelos no me interesan ni la gente que vive pendiente de la moda. A menos que tengan algo más detrás, paso derecho. Pero si hay algo que no soporto y es alguien ignorante y que se enorgullezca de ello. Como quienes defienden a capa y espada un partido político, como si lo hubieses fundado ellos mismos o quienes viven por un equipo de fútbol cuando apenas han visto rodar una pelota. Esos que les gusta descrestar con datos curiosos que la mayoría, ignorante también se traga sin pensar pero que son, como él o ella, pura basura.

 Sí. Lamento comunicarles que la gran mayoría de las personas son así. Solo salgan a la calle, caminen unas cuadras y escuchen las conversaciones, vean los comportamientos. Si quieren imaginen que son extraterrestres y verán que si ellos llegasen ahora mismo a la Tierra, se devolverían corriendo a su planeta para prohibir que nadie más nunca venga por estos lados. Eso sí, creo que es justo decir que no todo es nuestra culpa o al menos no de todos. Si somos ignorantes y por eso vivimos siempre igual y con los mismos problemas que nos auto-infligimos, es porque nunca nadie nos enseñó algo mejor y quienes están en puestos de poder se encargaron de que nadie supiese nada porque un ignorante feliz es mejor que alguien con cerebro encabronado.

 De vez en cuando la gente despierta y sale de su aletargamiento pero en muchas ocasiones usan esa energía para estupideces. Como marchar en protesta o discutir airadamente con algún compañero del trabajo. Esas cosas no sirven para nada. La protesta obviamente es una herramienta pero solo sirve cuando se dirige a la persona que necesita oír el mensaje. Gente paseándose por una calle no manda un mensaje claro a nadie y ya depende del que oiga si quiere oírlo todo o solo ignorarlo. Nos falta mucho para saber aprovechar las bellezas que tienen tanto la democracia como la anarquía total.

 Como pueden ver, muchas cosas me sacan de quicio. Hay más, pequeñas cosas como ver automóviles estacionados en zonas prohibidas o gente que ve a todo mundo como mierda porque alguien les mintió alguna vez y ahora se creen de mejor crianza. Pero muchas de las cosas que me rayan la cabeza lo hacen porque no tienen sentido alguno y si algo no tiene sentido es la comunidad gay que de comunidad no tiene nada y de gay, ya tampoco porque incluye a muchos tipos de sexualidad. Algo bueno que ha hecho el ser humano es explorar el placer y eso a dado pie a que todos, o casi, sean visibles en el mundo. Ahora hay tipos de sexualidad o de género que antes ni sabíamos que existían.

 El problema está en concentrarnos a todos en un paquete y decir que eso es inclusión. El argumento cansado y ridículo de que nos toca recluirnos para que hacernos respetar. Básicamente el mismo pensamiento de personas como Hitler o Donald Trump. Así que empezamos mal, sobre todo porque empezó como una lucha por derechos civiles y ahora es un circo, plagado de sin sentidos como que haya discriminación dentro y entre los miembros de la disque comunidad. Unos homosexuales que no les gustan los bisexuales y a estos no les gustan los afeminados y esos les molestan los trangéneros y así hasta que ya nada tiene sentido y se deja ver que cuando la gente lucha, lucha por si misma y casi nunca por un grupo.

 La prueba de esto es que estando el matrimonio igualitario en Estados Unidos, ya la gente cree que se hizo todo cuando no se ha hecho nada. Celebrar los logros de otros es una más de esas cosas que no entiendo, como cuando hay quienes celebran porque su equipo perdió. Entiendo que haya solidaridad y apoyo pero celebrar? Solo un idiota celebra algo que no le beneficia en nada. Pero, como ya dijimos, eso es casi todo el mundo. Como cuando es día de partido y todos suben sus fotos con la camiseta o de pronto pasa algún acontecimiento político importante y todos se vuelven analistas experimentados cuando ni siquiera salen a votar porque creen que eso sirve de algo. Esos somos y así seguiremos.

 Debo decir que no tengo nada de todo lo que he dicho. Sé que algunos pensarán que soy un hipócrita y que escribo esto con la bandera de mi país hondeando en mi pecho o algo así pero la verdad es que no es así. Trato de ser consistente con lo que digo y lo que digo es que todos somos idiotas y en ese aspecto creo que también entro yo porque yo soy de los que me quejo y no hago mucho al respecto. Es como es. Soy de esas personas que lanzan las piedras y no escondo la mano porque ni siquiera sé lanzar. Pero al menos me queda la tranquilidad de saber que sé que hago parte de la humanidad y sin embargo la apoyo en ocasiones y veo destellos de esperanza para todos y cada uno de nosotros.


 Sí, porque no todo es malo. Aunque seamos idiotas casi siempre, todos tenemos momentos de inteligencia, en los que somos brillantes en diferentes ámbitos de la vida. Hay gente que me alegra la existencia con solo una sonrisa y eso creo que me da la esperanza para ser solo un realista y no un pesimista, con todo lo que eso implica. Soy solo un pequeño tipo amargado pero sé que tenemos posibilidades. Para cuando las usaremos? Eso sí, vaya y averígüelo usted, querido lector.

sábado, 23 de mayo de 2015

El cuerpo

   Hay muchas cosas que no entiendo como la falsa modestia (nadie la necesita), la falta de posibilidades para minoría (pertenezco a una) y los sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos. En esta oportunidad voy a hablar de este último punto y cuando digo nosotros mismos me refiero a la parte física y no a la más compleja y difícil de discernir parte intelectual y sentimental en la que podríamos quedarnos hablando toda una vida y no llegaríamos a ningún lado.

 El caso es que hoy en día somos una sociedad más abierta por el hecho de estar mejor conectados. El hecho de que, cuando queramos, podamos estar hablando con alguien en Asia o en Europa y también, y de pronto más importante, el hecho de que podamos aprender lo que queramos y ver lo que queramos cuando queramos y como queramos. Internet revolucionó nuestras vidas al hacer del conocimiento rápido una norma. Pero, como todos sabemos ya, internet no es una fuente inagotable de verdades sino de todo tipo de opiniones, muchas veces diametralmente opuestas.

 Esta facilidad de información, el hecho de que podamos ver más y conocer más rápido, nos ha hecho replantearnos como vemos al mundo en general y como nos vemos nosotros en él. Ha hecho que los modelos, las ideas preconcebidas de lo que algo es, se expandan más rápidamente que hace cientos de años. En ese aspecto entra la belleza y lo que hoy es visto como bello. En el caso del siglo XVI, los estándares de belleza no están basados en el arte o en las ciencias, como alguna vez lo fue, sino en lo que piensa un grupo reducido de personas en los países más ricos, por lo tanto los que controlan la mayoría de los medios de comunicación.

 Ya los conocemos: se trata de mujeres imposiblemente delgadas y hombres que parecen salidos del taller de un escultor y no del vientre de una mujer. Estos estándares son los que existen hoy en día y no hay nadie que pueda decir que no existen. Se puede estar de acuerdo en que no son ideales pero son la realidad y eso no es discutible.

 Lo difícil de entender es que somos herederos de generaciones que trataron de liberarse de las ataduras tratando de modificar esos modelos e incluso nuestros roles en la sociedad. Las mujeres no tenían que ser siempre madres y los hombres no tenían que tener siempre el rol de cazador y proveedor. Pero esas generaciones pasadas fracasaron en ese aspecto pero triunfaron en otros como en la liberación sexual. Hoy en día compartimos detalles de nuestras vidas íntimas y eso no quiere decir nada más que compartir detalles personales con gente que estimamos.

 Hablar de sexo es lo más común entre la gente, sea cual sea su edad, genero, nacionalidad o posición social. Todos en todo el mundo hablamos de sexo y jamás hemos sido más libres para hacerlo. Hablamos de los detalles, de las parejas sexuales, de lo que pensamos de ellos y de lo que nos gustaría, fantasías en otras palabras. La existencia de las salas de chat y los mensajes instantáneos por el celular, han hecho e este comportamiento social algo inevitable y natural.

 El problema está en que nos damos cuenta de que hablar de sexo no garantiza que las personas tengan una buena imagen de su cuerpo al desnudo. Está comprobado que la gran mayoría de la gente, sino es que todos, sentimos que tenemos algo que falta o algo que sobra o algo que quisiéramos corregir de nuestro cuerpo. No queremos a nuestro cuerpo tal y como es sino que nos “quedamos con él” porque sabemos que simplemente no va a cambiar y que las únicas formas que hay para que eso ocurra son demasiado dolorosas o demasiado caras.

 La ironía del cuento es que somos más sexualmente liberados que nunca pero seguimos teniendo pudor y temiendo lo que otros pueden pensar de nosotros. No hay nada como ver el comportamiento de una persona antes de ir a nadar o en plena playa o piscina y se ve con facilidad lo mucho que se esfuerza la gente por verse bien y no parecer descuidado. Porque el cuerpo ahora es solo una herramienta y nada más. Por eso tantos programas y técnicas para mejorarlo, la mayoría de las cuales no funcionan o simplemente son demasiado para alguien común y corriente que lo único que quiere es sentirse bien consigo mismo.

 Pero eso no va a pasar a menos que cambiemos un detalle del ser humano moderno y eso es que debemos empezar a enseñar, desde que se es pequeño, a querer nuestros propios cuerpos. La idea no es justificar comportamientos lascivos, que probablemente ni lo sean, sino darle herramientas a las personas para que exploren su cuerpo y lo conozcan y sepan como funciona. La mayoría de gente ni siquiera entiende procesos tan naturales como la menstruación o incluso la visión.

 Si todos nuestros padres nos dijeran para que sirve tal parte del cuerpo, no solo los órganos sexuales, y como funciona exactamente, tendríamos un conocimiento profundo de nosotros mismos y empezaríamos a querer desde más temprano al cuerpo, antes de que todo lo que es comercial entre en nuestro cerebro y empiece a implantar lo que la sociedad quiere que veamos.

 Eso es, por ejemplo, creer que tener abdominales marcados es lo correcto o senos firmes o traseros casi cincelados o labios de cierto grosor o penes de cierto tamaño o ojos de uno u otro color. Porque así no lo aceptemos, tenemos en la mente un modelo de belleza implantado e incluso aquellos que dicen que para ellos la belleza es otra cosa, también se sentirán atraídos a aquellas imágenes que son las que los medios nos fuerzan en la mente. Nunca se ha visto, por ejemplo, un hombre grande, gordo, peludo, en el comercial de un perfume, y sin embargo es probable que muchos hombres así compren dicho perfume.

 Nos venden lo que debemos ser, para ellos, y no lo que somos como tal. Lo peor en este caso es que somos cómplices de los medios y hacemos su trabajo por ellos. Aceptamos, sin decir nada, que los cuerpos casi cincelados son sinónimo de perfección. Aceptamos, sin dudar, que un hombre alto, bronceado, marcado, con un pene grande y un peinado acorde a los estándares contemporáneos, es el ideal, es la meta que todos debemos tener y lo peor, de nuevo, es que caemos redondos ante eso.

 O porque creen que viven rellenos los gimnasios o los parques de gente corriendo o incluso los quirófanos en varios países? Les digo algo: el que les diga que va al gimnasio por salud es o un gran mentiroso o físicamente la única persona que ha sido obligada a trabajar con muchas máquinas que no reemplazan el ejercicio natural, el que se puede hacer afuera y con diversión, en vez de adentro de un edificio mirando al exterior, como un pez en su pecera.

 No puedo decir que la gente que ha logrado llegar al “ideal” es gente mala. No, no lo son. Tal vez tontos, inocentes e incluso sin falta de criterio pero no son personas malas. Lo que pasa es que no han entendido que el cuerpo no es una herramienta, ni para tener hijos ni para trabajar. Nuestros cuerpo son vehículos que nos permiten la vida, que nos permiten experimentar lo que hay en el mundo y sin nuestros cuerpos no podríamos vivir miles de sensaciones que son las que hacen de vivir algo que vale la pena.

 Y para vivir con todas las de la ley no se necesita que el cuerpo sea de una manera u de otra, solo se necesita que funcione medianamente bien y para que lo haga debemos conocerlo. Porque será que cuando estamos más desinhibidos es cuando nos damos cuenta de cómo son las cosas en realidad? Porque no todos tenemos relaciones sexuales con supermodelos y sin embargo disfrutamos de esa experiencia, sin importar aspectos ni nada tan superficial como si es de una manera o de otra.

 El sexo, que a pesar de ser más abierto ahora que en el pasado, sigue siendo tabú para muchos y más cuando se considera las realidades que siempre han existido como el sexo homosexual, la asexualidad y otras variantes. El punto es que cuando estamos allí, ya no vemos nada más que las maneras de conseguir y hacer sentir placer. A la mayoría ya no le importa si tiene un abdomen marcado o grande senos porque cuando tenemos relaciones sexuales lo hacemos con toda la persona y no con solo una parte. El hecho de que disfrutemos no dependerá entonces de nada superficial sino más bien de un conocimiento, de las partes involucradas, sobre el cuerpo y lo que se siente bien y mal, lo que nos gusta y lo que no.


 El caso es que no existe un ideal. No debemos creer las mentiras que nos dicen, sobre ser más felices de una manera o de otra. Si aprendemos sobre nosotros mismos y somos sinceros con nosotros mismos, querremos a nuestro cuerpo como es y no como otros dicen que debería ser. Y, al fin y al cabo, es algo nuestro y la única opinión que cuenta es la propia. No olvidemos ese pequeño gran detalle.

sábado, 11 de abril de 2015

La reina del desierto

    Sabé era su nombre. Era esbelta pero no delgada, un cuerpo hermoso del color de las olivas que venían de una de las regiones de su reino. Tenía los ojos negros, grandes y era ágil en todo el sentido de la palabra. Inteligente y bella pero también perceptiva y rápida. La reina del desierto, le decían. Su reino no era el más prospero ni el más grande y mucho menos el más poderoso. Pero sí era el más orgulloso y el que más quería a su gobernante. La reina Sabé era sin duda la mujer más amada del reino y de toda esta región del mundo. Con frecuencia venían hombres de distantes lugares del mundo, nada más para cortejarla y pedirle su mano. Pero Sabé jamás aceptó ninguna de aquellas propuestas. Le encantaba complacer a los hombres, distraerlos y disfrutar con ellos, pero su reino merecía una reina, no un rey.

 La reina del desierto no era tonta. Sabía que la mayoría de hombres, con cuerpos formados por la batalla, venían a cortejarla solo para anexar Xaji a sus respectivos reinos. Pero ella nunca claudicó y sus súbditos jamás la hubiesen terminado si ella se hubiese rendido antes los pies de un extranjero. Pero la verdad era que nadie pensaba en ello porque conocían a su reina y sabían que ella jamás haría algo así.

 La mayoría del tiempo, ella se paseaba por las regiones del reino y hablaba con los habitantes de cada: zona. El reino de Xaji se dividía en cuatro cuadrantes: el mar, el desierto (que ocupaba el mayor espacio posible), la selva y el valle interior por el que corría el único río del reino. Recorrerlos todas las regiones tomaba normalmente todo un mes del año. La reina dedicaba una semana a cada uno de sus regiones y, un mes del año, se quedaba por completo en el palacio del desierto. Ese sí que era un lugar único: altas torres para los vigías, una ciudad fortificada coronada por el palacio de estilo egipcio de la reina, que decían que contenía unas quinientas habitaciones, baños turcos, salas de reunión y fiestas, la biblioteca más grande del reino así como un museo dedicado al pasado de la nación.

 Todo el mundo podía entrar al palacio. Todo mundo que fuese de Xaji, por supuesto. Los extranjeros tenían terminantemente prohibido el ingreso al palacio y por eso se quedaban en una estructura más pequeña a la que llamaban Salón de los Reyes, donde la reina se reunía con ellos y hacía lo que tuviese que hacer para mantener en orden a los estados que tenían frontera con su reino. Mucha gente vivía dentro de la ciudad fortificada pero la capital se expandía alrededor de ella, sumando unas cinco mil almas, que trabajaban en oficios artesanales como la confección de vestimenta, la venta de telas, la venta de víveres que provenían del campo y muchos otros trabajos que mantenían a la ciudad.

 Alrededor, así como en todas las regiones del reino, había extensos campos de varios cereales y frutas, así como otros productos que los habitantes vendían dentro y fuera de la nación. La reina viajaba por todos lados, asistiendo a por lo menos quince festivales de la cosecha a lo largo del año, cada fiesta en honor a alguno de los muchos productos. Esta era una costumbre ancestral, que la reina diera su bendición a todo los campos y a la gente que trabajaba en ellos. Era para todos un símbolo de buena suerte y, hay que decirlo, la mayoría de veces servía bastante bien.

 Pero no todo era siempre ideal en Xaji. Había años en la que la naturaleza, a quien veneraban en pequeños santuarios ubicados por todo el reino, parecía estar enojada con ellos por algo. Muchos se culpaban y buscaban explicaciones y era la reina la que debía mantener el orden y ordenar que se hiciesen las obras de infraestructura necesarias para que, por ejemplo, las inundaciones dejaran de afectar a tantos campesinos. Tal fue su habilidad como creativa y su imaginación, que personas de otros reinos solo podían alabarla cuando veían las canalizaciones que había mandado construir en varias regiones del reino. Había salvado a su pueblo y eso la hacía importante para quien volteara a mirar a esta parte del mundo.

 El gobierno era matriarcal. Siempre, desde que recordaban, habían tenido reinas y no reyes. Según la leyenda, esto era porque la naturaleza había hecho a los hombres demasiado salvajes y avaros. En cambio las mujeres no tenían esa obsesión por el poder tan marcada. Eso sí, debían tener cierta hambre de control y sabiduría para poder controlar el poder que pudiesen tener en cierto momento. Por su madre, la reina Sabé aprendió todo lo que le fue posible desde muy pequeña. Como fue la única hija de sus padres, nunca tuve la opción de ser nadie más sino la reina de Xaji. Y ella se había dedicado en cuerpo y alma a ser la mejor reina posible. Su madre había sido una reina algo alejada de su gente y muchos lo decían todavía. Por eso Sabé decidió acercarse más y hacer sentir a sus súbditos que ella era una mujer más. Eso sí, siempre era bueno recordarles que también era ella quien mandaba porque algo que no se podía perdonar era la insurrección.

 Porque existió. Hubo hombres, porque las mujeres estaban casi siempre de parte de la reina, que pensaban que el reino estaría mejor en manos de un hombre e, incluso, en las de un extranjero. Muchos habían oído historias de los reinos que había cruzando el desierto o la selva. Se hablaba de calles de piedras preciosas y metales brillantes. Se decía que todo el mundo vestía las mejores sedas y que todos los niños crecían para ser altos y robustos y dispuestos a luchar, fuesen hombres o mujeres. En resumen, que las oportunidades eran mejores. Y por eso, un pequeño grupo, planeó derrocar a la reina haciéndola casar con un extranjero poderoso.

 Pero se les olvidó el detalle de que la reina tenía oídos y ojos en todos los rincones del reino. El hecho de que confiara en su pueblo no quería decir que dejara la seguridad de todos solo en manos de algunos soldados que iban y venían por todas partes. No, ella tenía su fuerza secreta y cuando llegó el gobernante extranjero, supo exactamente como tratarlo. Le dio a probar todas las delicias de Xaji, le regaló de las mejores telas que confeccionaban en la capital y un gran cargamento de frutas de todos los rincones del reino. Organizó una fiesta en su honor e invitó a todo el reino a unírseles. Los primeros que llegaron, curiosos por la actitud de la reina, fueron aquellos quienes habían orquestado todo el asunto.

 Cuando la velada llegó a su punto más alto, los traicioneros desearon jamás haber ido. La reina reveló, antes la mirada atónita de los asistentes, que desde hacía mucho sabía que todo esta visita había sido planeada por sus enemigos. Los calmó diciéndoles que no los iba a arrestar ni nada por el estilo. Pero que debían irse con la caravana del rey extranjero apenas terminara la fiesta. Les dijo que podían llevarse todos los regalos y que podían incluso llevarse a su familias. Pero las familias estaban allí también y se negaron a dejar el reino con los hombres de sus familiar. Y así, sin una gota de sangre derramada, expulsó a quienes querían derrocarla y someterla a las decisiones de un hombre extranjero.

 Pero la verdad era que Sabé si debía casarse en algún momento. Pero quería hacerlo con un hombre que la respetara y que fuese de Xaji. Esto lo recordó mientras los hombres expulsados salían del palacio y entonces detuvo a uno de ellos, poniendo su mano en el brazo del hombre. Se llamaba Mer y tenía los ojos del color de la selva, la región de donde venía. La reina le propuso matrimonio frente a todos los asistentes, dejándolos por segunda vez sin aliento. El hombre, confundido, dijo que no sabía que decir, como responder. Ella le dijo que sería su invitado de honor hasta que supiera la respuesta. A los otros los dejó ir y desde ese momento vivió con el hombre que había elegido ella misma.

 Mer la odiaba. Por algo le había hecho oposición. Pero la propuesta de la reina lo cambiaba  todo. Ya no pensaba en controlarla o confundirla porque sabía que era demasiado inteligente para eso. El asunto era que se sentía confundido ya que era la mujer más bella y poderosa del reino. Siendo de la realeza, podría ayudar a la gente  de su región como mejor le pareciese, incluso ayudando a que el reino fuera como decía que eran los demás. Pero casarse significaba renunciar a una mujer que había dejado en la selva. Habían sido amigos desde jóvenes pero ambos sabían que había más entre ellos.

 El hombre se quedó en el palacio varios meses, durante los cuales la reina lo agasajó con fiestas, regalos y toda su atención. Ella le decía que, aunque no hubiese amor, este podía surgir si ellos se dedicaban un tiempo a ello y si compartían más cosas. Por momentos, Mer estuvo tentado a decirle que sí quería casarse pero seguía pensando en la chica de la selva. Sus familiares, que lo visitaban seguido, le traían mensajes de ella. En su última carta, le decía que había decidido dejarlo ir porque no podía resistir hacerlo sufrir y elegir. A ella eso le parecía cruel y prefería dejarlo todo como estaba.

 Pasados seis meses, Mer se reunió con Sabé y le explicó sus razones para no ser su rey. Se disculpó, arrodillándose frente a ella y pidiéndole su perdón. La reina solo le acarició la cabeza y le dio un beso en la frente. Se dio la vuelta y se alejó, sin decir nada más. Mer salió del palacio esa misma tarde y, días después, se casó con la mujer que amaba.


 La reina del desierto seguía sola pero sabía que en algún momento encontraría a su pareja ideal. Y estaba segura de ello porque si eso no ocurría, la existencia de Xaji estaría en grave peligro.