- Sabes? Siempre quise ser como él.
- Como?
- Libre.
Martina se removió en
su asiento, como si mi declaración del momento fuese altamente fastidiosa.
- A quién le importa?
- A mi.
- No te sientes libre? No te sientes en paz contigo mismo?
- Porque te molesta que diga algo así? Es verdad. Estoy
atrapado aquí, en mi mismo.
- Y que es lo que tanto necesitas hacer? Que es lo que
necesitas para hacerte libre?
Me puse de pie.
Definitivamente podrá ser mi mejor amiga pero a veces no entiende nada.
- Quisiera tener la capacidad de hacer lo que se me de la
gana.
- Eso lo entiendo pero que es lo que quieres hacer? No
entiendo que te fastidia tanto de tu vida.
- Siempre me fastidia algo, ese el problema.
Martina se puso también
de pie y empezamos a caminar. Por un tiempo, guardamos silencio, cada uno
preparando su siguiente argumento. No era la primera vez que hablábamos del
tema y ciertamente no sería la última. Pero esa vez se sentía diferente.
- Has viajado, has conocido, estudiaste más.
- Y?
- Como que “y”? Muchos quisieran hacer eso mismo.
- Y a mi que me importa?
Para decir eso me
detuve, cansado de oír siempre el mismo argumento. Cansado de siempre tener que
sentirme mal por alguien más que no conozco porque, por alguna razón, no
tuvieron oportunidades.
Es acaso mi culpa? No
puedo querer más solo porque he hecho lo que he vivido? No es justo. Y se lo
dije a Martina.
- En eso tienes razón pero todavía no me dices que quieres de
la vida.
- No tengo trabajo.
- No es fácil. Ya te he dicho que tienes que seguir intentando
hasta que…
- Hasta que qué? Hasta que me salgan raíces y mis papás
cometan asesinato por no ser de utilidad para la humanidad?
Martina resopló. No era
fácil ser amiga mía, lo sabré yo. Ella vive una vida diferente y yo siempre he
dicho que es imposible, por esa misma razón, dar consejos de gran utilidad. Los
amigos, sean quienes sean, solo pueden dar direcciones, como si uno estuviera
perdido en una ciudad enorme. Ya depende de uno interpretar esas direcciones y
ver si, en el camino, no se descubre un nuevo camino para llegar al destino deseado.
- Nunca harán eso.
- Como sabes?
- Porque lo dudo mucho.
A eso, no tenía
respuesta.
- Quisiera tener una vida sexual, por ejemplo.
Martina de pronto
estalló en risas, como si hubiera dicho uno de los mejores chiste que jamás
hubiese escuchado.
- No seas ridículo.
- Tampoco puedo desear eso?
- Sabes que si quisieras tendrías una vida sexual más activa,
la tendrías. No creo que te sea muy difícil.
- Recuerdas mi pequeña estadía en cierta clínica, o no?
Mi amiga sabía bien que
yo había estado internado en un hospital psiquiátrico por tratar de suicidarme.
La verdad es que sabía muy bien como hacerlo pero solo quise llamar la
atención. No tuve tanto éxito como hubiese querido.
- Siempre sacas eso.
- No sabes como es hoy en día entre hombres.
- Una mujer no sabe como es sentirse menos que los demás? En
que mundo vives?
- Touché.
Seguimos caminando,
saliendo del parque y caminando después por una avenida grande con varios
negocios de lado y lado. Después de unos minutos sin hablar, le señalé a
Martina una heladería y ella asintió. Entramos, pedimos los helados, ella los
pagó y nos sentamos en una mesita en la terraza del sitio. Hacía sol, por
alguna razón, así que nos sentamos allí a mirar pasar la gente. Siempre son
amigos de verdad, si pueden preservar un silencio y no es incomodo.
- Entonces es el trabajo y el sexo. O hay más?
- Quisiera vivir solo.
- Y para eso necesitas dinero.
- Exacto.
- Que se consigue con trabajo.
- Así es.
- Entonces estás jodido.
No pude contener la
risa. Casi se me cae el cono de helado al piso y tuve que contenerme ya que el
frío del helado me hacía toser violentamente. Cuando por fin me calmé, Martina
me miraba burlonamente.
- Y como lo tomas? Que haces para lograr eso?
- Nada. Hago lo que hago siempre.
- Y eso te ha servido.
- No.
- Entonces has otra cosa.
- Como que? Venderme al mejor postor y trabajar en cualquier
puesto mediocre?
- Porque no?
- Porque ya he tratado y tampoco han querido contratarme. No
me quieren ni para voltear hamburguesas.
Esta vez fue Martina
que rió como loca. Afortunadamente había pedido su helado en una vaso de
plástico, ya que de la risa se le resbaló al piso y cayó con un sonido sordo,
sin voltearse. Lo recogió tratando de reír menos y se echó una cucharada a la
boca, para calmarse totalmente.
- No sé que hacer.
- Ya habrá algo. Puedes estudiar algo…
- Ya he estudiado lo suficiente, lo que supuestamente da más
trabajo pero, ya ves.
- No importa. Puedes hacerlo para distraerte.
- Más dinero para que gasten mis papás.
- Y?
Esta vez la miré como
si se hubiese vuelto loca.
- Me da lástima hacerlos gastar más dinero.
- Pero puedes preguntar, no? Que tal que acepten que quieras estudiar otra cosa o trabajar en otra parte? Créeme, si te tienes que ir, vete.
El mundo hoy en día es como una ciudad muy grande, no es tan difícil como
antes.
- Ya lo he hecho recuerdas.
- Y sé que debiste quedarte allá.
- Lo sé, créeme que lo sé.
- En todo caso, ten paciencia.
Suspiramos los dos, al
mismo tiempo. Compartimos una sonrisa y luego terminamos nuestros helados.
De camino a la parada
del bus, decidí preguntarle a Martina sobre sus cosas, su vida. Siempre nos
enfocábamos mucho en mi y eso me hacía sentir culpable. Me contó lo que debía
saber y yo no hablé en todo el rato, solo escuchando y asintiendo en los
momentos propicios.
Cuando por fin
llegamos, nos abrazamos con cariño.
- No te vuelvas loco pensando. Deja que las cosas pasen y
trata de no dejar ir las oportunidades cuando se presenten. Eso es lo importante.
Como el bus estaba
frenando, solo tuvimos cerca de acordar que nos veríamos de nuevo en unas
semanas. Le sonreí cuando estaba ya adentro y luego se fue.
Martina tenía razón,
sin duda. No podía castigarme a mi mismo, de nuevo, por lo que no era o no
estaba. Ya había hecho eso mucho tiempo en mi vida, torturándome por no ser,
parecer, tratar, intentar, ver o hacer. Pero ya no, no puedo seguir así.
Así que decidí que, aunque
todo me preocupa todo el tiempo, me iba a relajar e iba a pensar todo con
cabeza fría e iba a disfrutar de la vida que tenía porque tal vez el cambio no
demore tanto como parece.