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lunes, 22 de febrero de 2016

La momia

   Nadie se dio cuenta de lo que había pasado hasta que el techo de uno de los apartamentos colapsó y el agua salió por todos lados. Además el piso nueve del edificio era un pantano y ya alguien se había quejado de que había agua bajando por las escaleras pero nadie había hecho mucho caso. Lo normal en esos casos es que el dueño del apartamento solo venga cuando es una emergencia y no cuando parecen inventos de los inquilinos. El caso es que desde ese día el edificio entero tuvo que ser puesto en cuarentena pues el agua acumulada había dañado gravemente muchas de las conexiones eléctricas y las mismas tuberías.

 Cuando los bomberos llegaron para evacua a la gente, los vecinos se sorprendieron cuando salieron del edificio con una camilla y lo que parecía un ser humano debajo de una bolsa de las que usan en la morgue. Pero el problema era que solo la habían puesto encima. Entonces cuando uno de los bomberos dio  un mal paso en el último escalón de las escaleras de la salida, el plástico negro se corrió y todo el mundo gritó, le taparon los ojos a los niños, alguna señora exagerada se desmayó e incluso algunos muy ágiles tomaron fotos que luego resultaron en Internet.

 El cuerpo en sí no era lo que había asustado a la gente. Al fin y al cabo que la gente se moría todo los días y, siendo verano, no era inusual oír casos de adultos mayores muertos por insolación o por mal manejo de los aires acondicionados. Eso era normal. Pero este cuerpo no había muerto por eso o al menos no lo parecía. Ese cuerpo estaba momificado y la policía no supo explicarse porqué. Al parecer lo habían encontrado en la salita donde tenía la televisión y allí mismo había muerto. Su muerte y la inundación debían estar conectados pero nadie tenía explicaciones detalladas todavía.

 La momia fue llevada a la policía y allí la analizaron día y noche y pronto, por los contratos y demás, se supo que la persona que estaba momificada en la morgue de la policía no era un inquilino del edificio. En un giro repentino de la historia, se pudo verificar que nadie vivía en ese apartamento hacía muchos meses. Se suponía que estaba ofreciéndolo en alquiler pero la inmobiliaria confesó que habían dejado de mostrarlo por diversos factores, casi todos relacionados con la falta de varios arreglos necesarios para ofrecer la mejor calidad de vida.

 Lo primero que concluyeron los medios fue que el personaje momificado era un ilegal que se había metido a la casa, aprovechando que estaba vacante, y por alguna mala fortuna había muerto allí, tal vez mirando televisión o tal vez preparándose un baño. Algunos incluso iban más lejos y alegaban que quien fuera ese hombre, porque habían concluido que lo era, había querido perjudicar a la gente del edificio enviado por alguien más. Una pelea de vecinos era la razón para esa teoría.

 Mientras tanto el edificio seguía en mantenimiento profundo pues la cantidad de agua que se había acumulado en el baño del noveno piso había descendido al colapsar el suelo y había recorrido toda la estructura hasta la entrada misma del lugar. No había apartamento que no estuviese, al menos en parte, perjudicado por la inundación. Y las zonas comunes también habían quedado vueltas al revés. Un reportaje de la televisión entró al lugar para revisar el estado de todo y solo habiendo pasado unos días, el lugar parecía abandonado desde hace años. La escalera principal solo podía ser utilizada hasta el segundo piso, pues el resto o ya había colapsado o estaba en riesgo de hacerlo.

 Otro escándalo emergió cuando el propietario del edificio confesó que no tenía como pagar los daños causados al edificio. Explicó en televisión que no había tantos inquilinos y las rentas no eran altas, por lo que con lo que la gente pagaba si acaso hubiese podido pagar la recuperación de las redes de servicios pero no arreglar los pisos o las escaleras, ni siquiera los muros que ahora se estaban desmoronando pedazo por pedazo. Los inquilinos se quejaron y denunciaron al dueño, calificándolo de tantos nombre que era difícil seguirles la pista con tanto calificativo que usaban. El caso era que no confiaban en él y exigieron a la policía otra investigación.

 Esos eran otros con problemas. No habían avanzado mucho con lo de la momia y la gente del barrio se estaba quejando por el edificio, pues no solo la humedad se sentía con fuerza en los alrededores, sino que temían que l estructura se viniese abajo en cualquier momento y pudiera haber algún herido por culpa de la negligencia de los servicios de la ciudad. El pobre jefe de policía iba de un lado a otro, entrevistándose con los vecinos, luego con los inquilinos del hotel y finalmente con varios inmigrantes de toda la ciudad que sospechaban sabían algo del muerto, pero eso era una pantalla de humo pues la verdad era que no tenían ni idea de cómo avanzar.

 La clave llegó en forma de una mujer. Era una chica de unos veintinueve años, alta y bonita pero no muy arreglada. Temblaba un poco, por nervios tal vez o por costumbre, y al hablar tenía un marcado acento del este de Europa. Se le vio primero por el barrio preguntando por el hombre de una foto que tenía ella en el bolsillo. La mostraba y preguntaba si alguien lo había visto, si alguien sabía algo de él. Pero la gente no estaba de humor para ello y la mayoría negaba con la cabeza sin siquiera ver la imagen. Cuando fue denunciada a la policía por algún vecino exagerado, confesó que su hermano era el de la foto y que no lo veía hace mucho tiempo. La policía averiguó rápidamente que la mujer había sido ilegal hasta hace unos meses y que en efecto tenía un hermano pero en su país.

 Ella no quiso explicar nada con detalle. Solo les dijo que su hermano había sido contratado por una de las mafias para sacar unos documentos de un apartamento. Le explicaron que eso era robo y ella los miró con pánico y dijo que lo sabía pero que su hermano nunca le explicó nada y había sido solo hasta hacía poco que uno de los hombres que lo habían contratado se le había acercado para decirle en que barrio encontrarlo. Y por eso había estado preguntando y molestando a la gente en ese barrio en concreto, porque quería saber de su hermano y si la mafia lo había matado o qué había pasado con él.

 Los médicos forenses, con ayuda de registros dentales importados del extranjero con ayuda de la mujer, pudieron anunciar que la momia era en efecto el joven ilegal. La mujer se desmayó cuando supo que su hermano era ahora un momia y explicó que eso en su cultura era significado de un embrujo o una maldición. Empezó a hablar en un idioma que nadie entendió y colapsó en la morgue, con los médicos asustados y los policías ya hartos de un caso tan extraño.

 Explicar la momificación resultó sencillo pues era algo que ya había pasado en otros lugares. La combinación de la temperatura del aire, de la habitación como tal y la forma en la que estaba el cuerpo, todo ayudaba a que el pobre hombre se hubiese momificado. La humedad proveniente del cuarto también era un factor importante. Se pudo averiguar que el cuerpo había estado allí por lo menos un par de meses y que la habitación inundada lo había estado casi por el mismo periodo de tiempo. Es decir, que los vecinos pudieron haberse dado cuenta a tiempo pero nadie dijo nada.

 La muerte como tal del pobre chico era algo más difícil de explicar. Se buscaron orificios de bala pero no había ninguno, tampoco huecos por puñaladas consecutivas ni marcas de laceraciones por ningún otro objeto. El cuerpo estaba perfecto excepto por el hecho de estar muerto y momificado. Puede que hubiese tenido alguna complicación respiratoria o tal vez una alergia grave contra algún tipo de producto. O tal vez fue el corazón el que falló. Todos los resultaron eran poco concluyentes porque la hermana dijo que no permitía que abrieran el cuerpo pues necesitaba enterrarlo y que descansara en paz.

 Viendo que no se iba a concluir nada sin una autopsia, la policía se rindió y entregó el cuerpo a la hermana. Ella lo enterró, luego de hacer un rezo y una especie de ritual con un sacerdote de confianza, y anunció a la prensa, siempre ávida de más detalles, que su hermano descansaba en paz y que el cuerpo dejaría pronto de ser una momia para convertirse en lo que todo los cuerpos debían convertirse eventualmente: polvo.


 Nadie nunca supo entonces la razón de la muerte del joven, que había sido por un simple piquete de avispa ni tampoco sabían que los papeles más incriminatorios de la historia de la ciudad habían sido destruidos al él mismo ponerlos en la bañera y abrir los grifos tanto de la misma bañera como del lavamanos. Se había quedado para aprovechar la televisión y allí había muerto, sin cerrar las llaves y sin escuchar el sonido de un cuarto de baño,  diseñado para también ser refugio antibombas hacía muchos años, llenándose más y más de agua.

lunes, 3 de agosto de 2015

Solo venía...

   Me despertó una luz cegadora que, cuando abrí los ojos, ya no estaba allí. Era de noche y afuera estaba todo en calma, bajo el velo de la noche. No se oía nada, ni los automóviles en la avenida cercana ni nada por el estilo. Era un buen hospital por lo visto. Yo tuve que dirigirme al baño y allí mirarme en el espejo. Mis ojos no estaban enfocando muy bien, entonces abrí la llave y me lavé la cara con vigor. Pude ver un poco mejor y entonces me devolví a la cama. Me sorprendió verla tendida. Porqué la arreglarían si era de noche? Además no me había demorado tanto en el baño como para que no se dieran cuenta que todavía estaba en la habitación. Pero bueno, no quería estar más acostado.

 Revisé un closet que había en la habitación y vi que allí no estaba mi ropa, lo que era extraño porque juraba que había visto a una enfermera dejarla allí. En cambio, había un bastón, seguramente para los pacientes mayores. Lo cogí y decidí darme una vuelta por el lugar. Es cierto que me habían operado pero no podía quedarme quieto y menos con la angustia de haber tenido una pesadilla tan rara. Esa luz me había un poco mareado y solo caminar podría tranquilizarme al menos un poco. Así que me dirigí a la puerta, extrañado de no poder ponerme mi saco porque hacía mucho frío, y giré el pomo de la puerta con suavidad. Pensé que alguien vendría a decirme que no podía e incluso me forzarían de nuevo a la cama pero nadie vino. De hecho, no había nadie en el pasillo.

 Las demás habitaciones debían estar llenas o al menos algunas. Y sin embargo no vi ninguna enfermera paseándose por el lugar. Instintivamente miré a mi muñeca pero no tenía el reloj puesto así que no había manera de saber si era demasiado tarde y de pronto ellas estaban en una especie de sala de enfermeras o algo por el estilo. Caminé, tan rápido como me permitía el bastón, hasta el final del corredor. A lo lejos vi una enfermera pero se fue antes de que pudiese decirle nada. Me dio rabia no poder gritar pero no estaba tan fuerte como pensaba y al tratar de hacerlo me dolió la cabeza con una fuerza horrible. Nunca había sentido algo así por lo que decidí ser cuidadoso. No quería provocarme algo ms serio.﷽﷽me algo mquerza horrible. Nunca habñia omo pensaba y al tratar de hacerlo me doli decirle nada. algo por el estilo. Caás serio.

 Decidí caminar hacia donde estaba la enfermera. De pronto, por un pasillo que cruzaba por el mío pasó mucha gente alrededor de una camilla. No eran solo los doctores y las enfermas quienes iban con el enfermo sino también gente que parecía venir con él, vestidos de gala. Seguramente era alguien de dinero, algún pez gordo que había comido algo en mal estado o que tenía un corazón muy viejo. Fuese lo que fuese, ninguno de los que pasó por el pasillo pareció fijarse en mi. Nadie me miró ni pareció reconocer mi presencia y, aunque ya estaba un poco harto de no encontrar a nadie, estos al menos tenían una buena excusa.

 Seguí mi camino y por fin llegué hasta una recepción. Para mi suerte, había allí una mujer supremamente aburrida que pasaba las páginas de una revista con la mayor parsimonia. Seguramente había leído la revista unas quinientas veces porque no mostraba el mayor interés ni por los artículos ni por las fotografías. Yo me le acerqué y le dije “Buenas noches”. Nada. Fue como si nadie hubiese dicho nada porque la mujer no levantó ni una sola ceja. Volví a hablar, con una voz algo más fuerte, pero tampoco, era como si la mujer fuese sorda o algo por el estilo. Y que tal si lo fuese? No, una persona sorda no podría contestar el teléfono u oír si algo serio estuviese ocurriendo en el hospital. Le hablé en más ocasiones pero ella solo cambió el brazo donde apoyaba su mentón y nada más.

 Estuve a punto de gritar y formar un escándalo que trajera a todas las personas en el hospital a esa recepción, pero no hice nada porque de una puerta salieron dos doctores y a ellos los conocía. Les iba a saludar pero pronto entraron por otra puerta, no sin antes decir que algo que lo dejó intrigado. “El caso del joven Ruiz es muy interesante”. Ese era yo, yo soy el joven Ruiz. Qué hacía que mi casa fuese interesante? De que estaban hablando si para lo único que había venido yo al hospital era para que me quitaran las famosas amígdalas. Y en ese momento me di cuenta que no me dolía la garganta. No me habían hecho nada.

 Tuve que sentarme por un momento porque  no entendía que pasaba. Se suponía que esa noche debían de extirpar mis amígdalas que, según uno del os doctores que había pasado, estaban muy hinchadas y debían sacarse pronto. Me habían prometido un dolor bastante molesto en la garganta pero también mucho helado y una vuelta a mi casa bastante pronto. Pero nada de eso había ocurrido. Me toqué al instante y me di cuenta que mis amígdalas ya no estaban inflamadas. Estaban normales. Sería por eso que mi caso era interesante? De pronto mi cuerpo había arreglado todo antes que ellos y por eso estaban tan fascinadas, porque los doctores parecían interesados y asombrados cuando pasaron hablando de mi

 Me puse de pie de golpe y entré por la puerta que ellos habían cruzado. Decía que solo permitían personal autorizado pero como la recepcionista, de nuevo, no dijo nada, pues yo seguí adelante. Otra vez era un corredor pero, al ir pasando por cada una de las puertas, pude ver que eran más que todo oficinas y consultorios. Algunos tenían gente dentro y en otros nadie. Ninguna de las personas que vi eran mis doctores y era con ellos que yo quería hablar para que resolvieran mis dudas. Seguí adelante y entonces me di cuenta que, en efecto, esta zona del hospital no era para que los pacientes estuviesen rondando o preguntando cosas que tal vez tenían la explicación más normal del mundo. Traté de devolverme pero abrí la puerta equivocada y entonces quedé sin aire.

 Tuve ganas de pegar un chillido o algo pero no pude. Solo abrí la boca y traté de sostenerme sobe mi bastón lo mejor posible. Era un cuarto bastante amplio, mucho más que cualquiera de los otros en ese mismo corredor. En la pared del fondo había varias puertas metálicas redondas y yo sabía muy bien en que lugar estaba. Era tétrico haber entrado, incluso por accidente, en la morgue del hospital. Y lo más miedoso de todo el asunto no era ver las puertas detrás de las cuales estaban los cadáveres de varios seres humanos. Lo que sí daba miedo era que delante de esa pared había seis camillas y dos de ellas estaban ocupadas. Estaba a menos de un par de metros de dos personas que habían muerte hacía nada y eso era suficiente para crisparme los nervios.

 Pero algo pasaba, algo se sentía en el aire y lo podía sentir en mi cuerpo. La reacción normal de cualquier otro hubiese sido salir corriendo pero yo no podía moverme de mi sitio. Y tampoco quería hacerlo porque, por alguna razón que todavía no entiendo, quería verlos. Esos cuerpos, esas personas, sentía que me atraían hacia ellos y que debía acercarme a verlos. Era una sensación extraña, como si alguien me manipulara desde lejos, como si no importara lo que yo pienso sino lo que alguien más pensara del asunto. Cuando me di cuenta, estaba ya al lado de una de las camillas. Sin mayor miramiento, quité la  sábana y observé.

 Era una mujer. Estaba vestida de gala y estaba muy bien arreglada, a pesar de estar muerta. Lo curioso es que estaba seguro de haberla visto antes. No era vieja ni joven, tenía una sonrisa amable pero un aspecto no tan benévolo como su sonrisa. Por fin recordé quién era: la esposa de alcalde. Habían salido en los periódicos hacía poco por un escándalo de corrupción y en todas las fotos la mujer tenía una expresión seria, un tanto sombría. Casi la misma que ahora tenía su cadáver aunque la diferencia era que su cuerpo sin vida estaba sonriendo. Eso me dio muchos nervios porque estaba seguro que no era muy normal que alguien quedase con esa sonrisa. Tomé la sábana y volví a cubrir a la mujer.

 Caminando algo robóticamente, me dirigí a la siguiente camilla pero cuando iba a retirar la sabana escuché voces afuera y me escondí detrás de unos taques de oxigeno. Entraron mis dos doctores. Hablaban animadamente, la doctora pidiéndole a su compañero que revisara el cuerpo y viera por él mismo lo que ella le había comentado.  Desde donde yo estaba no se veía muy bien, pero retiraron la sabana del cuerpo y la mujer le explicó al doctor como el paciente tenía una variedad de cáncer bastante particular. Por lo visto no era la cantidad o la expansión de la enfermedad, sino la efectividad que asombraba a la doctora. Taparon el cuerpo y se dirigieron a la puerta donde lo último que escuchó fue “y solo vino por una amigdalitis”.


 Me puse de pie sin ayuda de nada y rápidamente salté sobre el cuerpo y lo destapé. Lo que pasó después no lo entiendo y creo que nunca lo voy a entender. En todo caso ya no estoy en el hospital, sino en otro edificio que nunca antes había visto. Es siempre de día y tampoco hay nadie. Todo el tiempo camino y camino y no llego a ningún lado. Me pregunto, que fue lo que hice para estar aquí? Porqué no hay nadie que me responda? Porque estoy tan solo?

miércoles, 25 de marzo de 2015

The Graves

  A crossbow had been left behind and there were four arrows on the victim’s body, which had being killed by a chilly stream that had defrosted overnight. The body had been found far from any settlement and, although chief Jones and her officers scouted the area for several days, they didn’t find anything else referring to the murderer. Somehow, he had dropped the murder weapon but nothing else. The people in the lab found nothing on the handle of the crossbow either, which was a recent design, almost custom made. That would maybe be useful to find the manufacturer and, from there, the buyer.

 Jennifer jones had been the chief of police for only two years and this was her first big job. Working on an almost desolate county, most of her days she spent her time dealing with disputes over land and maybe a drunk driver. She had been in the force for fifty years and she had always thought the future might hold something brighter for her but that wasn’t the case. She lived only with her teenage son as her husband had been killed in the war a few years ago. Jennifer thought she had been promoted because of whom her husband had been but that didn’t matter anymore. The people of the county liked her and she knew them all.

 She supervised the work of Doctor Pike, the medical examiner who had to be very careful not to damage the victim’s body when extracting the arrows from his body. The dead man was kind of young, but something felt off about him. Maybe he was older… The doctor removed the arrows successfully and put them on a small tray on one side to check them later. Then, he asked Jennifer to help him. She often did as he had no assistants and it was a work that had to be done as a team. So the chief of police help him undress the body. It was then that she realized what was wrong with the body. On her shirt, some stains let her know that the body was wearing makeup.

 Then, Doctor Pike removed the clothes, both the shirt and the pants, and confirmed that the body appeared to be the one of a female. But Jennifer, seeing how he washed the body, thought the girl’s breasts were really small and then she had an idea. She left Doctor Pike for a moment, leaving for her office to call the medical center. It wasn’t a big hospital but it was the biggest one of the county. Then, she called every single hospital near town, even if outside her jurisdiction and went back to Pike’s morgue by night.

 The doctor confirmed what she already knew: the body was from a transgender person. She had been a female but had undergone treatment to change into a male. The breasts and muscular development were proof of that. Jennifer had called every single hospital to ask if someone had gone hormone treatment recently or if they had any sex change surgery scheduled for the coming months. And they did, all of that, but it was a list of at least twenty names, which had surprised her.

 This was a very remote part of the country and people were not very welcome of differences. Maybe that had been the reason for the assassination of this young girl. Or boy… She was con fused because this had never happened before and she had never known anyone like this victim. She left the doctor to finish his job and decided to go back home. On her way there, she stared from the patrol, looking at everyone’s face, just wondering if she had ever known someone else like the girl in the morgue. She couldn’t stop thinking of how hard it must have been for her and what hardships she must have undergone to end up where she now was.

 When Jennifer entered her house, her son Thomas was cooking dinner. For a sixteen-year-old boy, he was very resourceful and always started making dinner, especially when he noticed Jennifer was going to be late. Tonight, he had made pasta with meatballs and a very rich sauce. Jennifer kissed her son on his forehead and hugged him. They were very close and always tried to spent time together but that was hard because of her job. He had learned to cope with it and never condemned her for it but always supported her, even making small lunches for her to take to work.

 She had already discussed with him that she would do the impossible for him. The woman knew her son loved to cook so she had already started saving to put him in the best cooking school she could afford. Jennifer had gone online often to gather a lot of information about schools, costs, what he would learn and so on and would then email it to him to see what he thought of it. He was very eager to do all of it but he been very clear he would be miserable leaving her alone.

As she waited for dinner at the table, she remembered the young woman at the morgue and wondered if she also had a family to worry about her. Was she alone when she had been killed or was someone with her and then escaped the assailant? Nothing pointed to another person ever being there but it was comforting to think someone would have been there. Thinking of death was now common for Jennifer but she found the concept of dying alone much more frightening than anything else.

 Thomas came with two plates and she served some orange juice they had left. She realized she had to go to the supermarket, probably the next weekend before there was nothing left to eat. She forgot all about her case and asked her son for his day in school. He answered there had been nothing special as everyone was to busy talking about the person they had found by the stream, in the forest.

-       How do you know about that?
-       It’s true, then?

  Jennifer hated speaking about work on the house but, for the sake of trust, she decided to tell her son everything, including the fact that the victim was a transgender person. Thomas, surprisingly, knew a lot about the subject and corrected his mother when referring to the victim as a girl. He told her transgender people prefer to be called the gender that they feel they are and not the one that they have been born into. So he said she should start talking about him and not her. But Jennifer was confused and responded that in order to know who he was, she had to ask for a girl. Thomas conceded in that aspect and told her that he had read a lot about it online.

 The chief of police was very curious about why her son was reading about the subject but decided not to ask further questions and preferred to praise him on dinner, which always made him very proud. After dinner, they went to bed and realized she was still thinking about the girl, who she now had to think of as a boy, which lay dead in the morgue. What did he do to deserve two arrows to the heart and one of each leg? Was he escaping from someone or did he do something wrong to the wrong person?

 The next day, surprisingly, it all became quite clearer. Doctor Pike had confirmed the crossbow had been custom made as the arrows and the structure of it were made to properly kill wild animals, so whoever used it to kill the boy had also used it for hunting. They checked the places that would make that kind of weaponry and there was only one for the next two hundred miles. She visited the store and the clerk, an old silent man, showed her the books and the name of his client: Robert Graves.

 Somehow, Jennifer Jones knew that name or at least felt she did. It wasn’t the name of anyone in her county, she was sure of that. That man didn’t leave nearby but somehow she was sure she had seen or read the name recently and they she realized where that had been. She went back to her office and checked the list she had made with all the hospitals, of all the hormone treatment patients they had. Right enough, there was a Graves in the list, under the name Pamela.

 Chief Jones went to the hospital personally and asked for the file on Pamela Graves. Apparently she was seventeen years old and had come to the hospital accompanied by her mother. She had begun treatment six months ago and had been scheduled for another appointment the day she had been killed. And it all pointed to her father being the killer. The next stop for Jennifer was the police of the county where the Graves family lived. She joined them to raid the house and found the man dead, with a bullet in his head. He was there, sitting on the sofa as if he was still alive but he wasn’t.

Then, checking the house, Jennifer realized there was heavy breathing coming from the bathroom of the main room. She opened it by force and discovered who must have been Pamela’s mother and Robert’s wife. She was covered in blood and her eyes were almost out of their sockets. She kept mumbling “my daughter” and staring at her blood-covered hands.


 That night, Jennifer returned to Thomas and told him how much she loved him and how she wanted nothing more but happiness for him. He thought it was a bit strange but accepted her words and hugs.