Mostrando las entradas con la etiqueta realidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta realidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 24 de julio de 2015

Ser o no ser ?

   No creo que nadie sepa, en verdad quién es. Y para ser sincero, creo que nunca nadie lo sabe. Es una búsqueda eterna, de toda la vida, al menos si estamos poniendo atención. Porque eso es lo otro, la mayoría de la gente no le está poniendo mucha atención a su propia vida, prefiriendo navegarla a un destino fijo cuando ese no es el punto de vivir. Al menos para mi, vivir es ir adonde el viento, que pueden ser las acciones y las decisiones, nos lleven. Lo interesante de un viaje, como lo es la vida, no es tanto el destino sino el recorrido. Pero ya casi nadie le pone atención al recorrido porque sienten que deben ir y hacer ciertas cosas o sino no están viviendo. Y lo cómico es que por hacer justamente eso, no están viviendo para nada.

 Creo que nunca sabemos quienes somos porque casi nadie está listo para enfrentar todo eso que tiene dentro. Algunas personas eligen ser graciosas, serias, coquetas o incluso aburridas pero hay mucho más que simplemente no reconocemos. A pesar de tanta lucha por tantos derechos, la realidad de todo es que nos gusta que nos juzguen por cosas pequeñas, por rasgos que son tan recurrentes en el ser humano como los ojos y la boca. Por eso es que los apodos son algo tan popular: no reflejan en nada lo que alguien es en realidad sino algún aspecto bastante notable de una persona y puede que ni siquiera sea una característica verdaderamente de esa persona. Se decide al azar y se impone y cuando eso se hace ya no hay nada más que hacer. El apodo queda y lo que la persona es o no es, deja de ser relevante.

 Por supuesto que deben haber libertades, eso no se discute. Pero lo que es contradictorio es que se luche contra la discriminación y resulta que siempre la hemos aceptado con los brazos abiertos cuando sentimos que es un halago, porque es muy fácil hacer que alguien se sienta bien con un par de palabras. Solo juntamos algunas y mágicamente podemos hacer que el estado de ánimo de alguien mejore sustancialmente o caiga al piso. Como seres humanos, con nuestra crueldad característica, tenemos la horrible habilidad de construir y destruir con demasiada facilidad. Y no hemos hecho nada para hacernos fuertes y que en verdad no nos importen las palabras necias. Deseamos no oír pero oímos.

 Nos gusta ser “el guapo”, “la sexy”, “el bueno”, “la inteligente”. Palabras que se las lleva el viento y que, en sí mismas, no son nada más que letras pegadas que producen un sonido que para muchos, no es más que un ruido. Si a eso ha llegado la humanidad, a querer ser definidos en un simple gruñido, entonces nuestra civilización está mucho peor de lo que pensábamos. Como podemos aceptar ser solo eso cuando ni siquiera podemos definirnos a nosotros mismos con sinceridad? Como podemos atrevernos a resumir una vida, una compleja red de pensamientos en algo tan simple, y a la larga, tan humano, como una palabra?

 Casi todos lo preferimos. Definirnos de manera más exacta, más compleja, toma tiempo, en especial porque los seres humanos siempre estamos aprendiendo. Más o menos pero desde que nacemos hasta que morimos nuestro cerebro no para de recibir y procesar, almacenando información eternamente que seguramente nunca usaremos. Solo hay que recordar, o tratar de recordar al menos, todo lo que se supone aprendimos en el colegio. Inténtenlo y verán que es imposible, a menos que sean superdotados y hayan sido bendecidos con una memoria prodigiosa, algo que escasea entre los seres humanos. La mayoría preferimos dejar que esas palabras que inventamos hagan el trabajo para así no sumergirnos en las oscuridades que todos tenemos dentro.

 Porque la verdad es que somos mundos desconocidos y que, casi siempre, solo tendrán un visitante, si acaso. Ese visitante podría ser nosotros mismos pero solo si de verdad mostramos interés en saber  quienes somos. Es un viaje difícil, largo y complejo, que nos muestra esas dos caras que en las que el ser humano se registra: el bien y el mal. Puede que si excavamos un poco, encontremos algo sobre nosotros mismos que detestamos, que todo el mundo podría odiar y que debemos ocultar porque no es algo de que estar orgulloso sino algo de lo que avergonzarse. Así somos los seres humanos, infligimos dolor y vergüenza para controlar lo que no conocemos, por físico miedo.

 Es increíble lo que complejos que somos pero lo controlables que podemos ser a nuestros propios inventos y a nuestros instintos más básicos. La realidad es que somos seres llenos de miedo durante toda nuestra vida y así la pasamos, de susto en susto, protegiéndonos y corriendo de un lado a otro como ratas. Esa no es manera de vivir para nadie y, sin embargo, todos vivimos exactamente igual. Porque todavía tenemos mucho de aquello que pensamos perdido que es el instinto natural, ese recuerdo vago e inútil de cuando éramos criaturas simples, trepando árboles y subsistiendo para solo comer y reproducirnos. Pero resulta que la humanidad ya tiene otros objetivos. Lo malo es que no todos nos damos cuenta.

 El mundo no está dibujado en dos simples e inútiles colores. Las cosas no son buenas o malas sino que son como son por razones y eso es lo que debemos ver. No podemos ser tan simples que vemos algo y lo definimos al instante, cambiando para siempre la percepción del mundo respecto a algo. Sí, claro que hay cosas que son reprobables pero eso no quiere decir que no debamos aprender de ellas para hacer de nuestra humanidad algo mejor. Porque ese es el trabajo verdadero de cada uno en este mundo y es construirse a si mismo, hacer a alguien que sea completo y no solo una gran cantidad de trazos sin ningún sentido.

 Porque eso es la mayoría de la gente, solo trazos de un pincel muy bonito pero trazos al fin y al cabo. Muy poca gente decide invertir tiempo en saber que posibilidades hay de ser un dibujo complejo, alguien de verdad completo. Para nosotros mismos, es posible que seamos todo lo que queremos ser. Puede que nos conozcamos bien y sepamos todo lo que hay que saber o al menos casi todo. El otro problema es que eso no se puede quedar ahí. No podemos frenarnos cuando nosotros acabamos y el mundo empieza porque resulta que siempre viviremos en este mundo, el ser humano siempre estará aquí, en este tiempo, en esta realidad, en este que vemos y tocamos y sentimos con todo nuestro ser cada día de la vida. Esto es lo nuestro.

 Hay muchos otros mundos, la mayoría fantasías. Pero para qué preocuparnos por ellos? Las fantasías son simpáticas pero solo nublan la mente y no nos dejan ver, por nosotros mismos la increíble variedad de cosas que nos ofrece la vida. Y decimos cosas porqué eso son cuando no las conocemos. Es nuestro deber sentir curiosidad, ir y explorar y descubrir que es qué para nosotros, porque el mundo es uno pero cada uno de nosotros lo percibe de manera única y, probablemente, irrepetible. Tenemos la habilidad de crear una visión única del mundo y debemos o deberíamos compartirla con el mundo, cuando estemos listos. Somos, al fin y al cabo, una sola especie y eso debería ser suficiente para unirnos.

 Lo ideal sería que las personas dejaran de estar metidas en mundos inventados, como el amor o la esperanza ciega, y empezaran a caminar al nivel del suelo y a reconocer que la vida es mucho más que las superficialidades que todo el mundo aspira a vivir como tener un trabajo ideal, una pareja ideal y todo ideal. El mundo no es ideal, el mundo es lo que es y deberíamos explorar eso y no tratar de ajustarlo todo en nuestra mente. No estamos viviendo el mundo real sino uno que nos inventamos porque somos incapaces de ver lo que en realidad sucede a la cara. Solo en algunos momentos, la realidad es demasiado auténtica y nos deja ver su cara. La mayoría corren despavoridos.

 Tenemos que molestarnos, al menos una vez por día, en pensar hacia adentro, explorar nuestra mente y ver que hay allí. Puede que muchas veces no encontremos nada pero seguramente hay mucho por ver y descubrir. Algunas cosas no nos gustarán y otras tal vez nos gusten demasiado pero es así la única manera de vivir de verdad. Si queremos estar contentos con nosotros mismos no necesitamos de lindas palabras sino de un reconocimiento profundo de nuestra personalidad, que siempre tendrá una respuesta clara. Nuestra autoestima es producto de lo que hemos creado como sociedad, un sistema de reglas y miedos que solo sirven para controlarnos y machacarnos como si fuésemos moscas.


 El ser humano ha inventado a la sociedad para eliminarse a si mismo. Se supone que la sociedad, con sus bondades y sus males, va eliminando a quienes no sirven a través de miedos e inseguridades, de reglas cada vez más difíciles de alcanzar y una hipocresía que hasta el más osado no es capaz de resistir. Porque el ser humano y su sociedad son una fachada para ocultar e incapacitar nuestro deber de exploración, nuestra meta biológica y existencial de saber exactamente quienes somos y, más adelante, porque somos. Debemos rebelarnos y empezar a ser nosotros antes de que todos empecemos a ser lo mismo o, peor, nada.

domingo, 17 de mayo de 2015

Había una vez… No, ni mierda.

   Había una vez… No, ni mierda. Porque había una vez? Que es lo que había y porque solo fue una vez? No, eso ya no sirve. No se puede empezar un cuento pretendiendo que alguien crea que algo paso solo una vez, eso de entrada ya es muy sospechoso. Eso sí, se supone que elimina cualquier posibilidad de duda de porqué y como pasó: como nadie estuvo allí, ni siquiera se sabe con exactitud que lugar y cuando es allí, entonces todos liberados de resolver una duda que, seamos realistas, la mayoría de la gente no se hace. Y si lo dudaran, los culparíamos de hilar muy fino. Aunque eso no es malo y quiere decir que alguien esta poniendo cuidado.

 No, después resolveremos como empezar. De pronto lo mejor sea imaginar lo que pasa en cada parte de la historia. Se supone que un cuento, así como una novela o una película, está dividido en tres partes: comienzo, nudo y desenlace. Pero a mi eso no me gusta. La vida no tiene desenlaces definitivos, salvo la muerte y a mi no me gusta matar a mis personajes. Es cruel y creo que no sé matarlos bien. Nadie creería que están muertos. Si fuese yo un asesino sería el más torpe de todos porque no puedo hacer creíble ni siquiera un disparo a la cabeza, y eso es mucho decir.

 Eso sí, estamos de acuerdo, que tiene que pasar algo. Pero que? Que puede ser interesante, llamativo, incluso especial? No, original no busco y no lo busco porque simplemente eso no existe. Pobres aquellos que se creen tan únicos e irrepetibles que creen que tienen la capacidad de crear algo cien por ciento original. Eso ya no existe. Solo somos seres humanos y lamentablemente no somos infinitos, no somos como el universo que sigue creciendo y creciendo y parece que no para nunca. De pronto algo con el espacio? Parece que todos los sueños y posibilidades pueden reproducirse ahí…

 Ah bueno, y falta por definir que tipo de historia contar. Algo muy romántico no es mi estilo, demasiados besos y abrazos no es lo mío. De pronto es porque en mi vida no he sabido mucho de eso entonces mis romances escritos terminan siendo tan acartonados que incluso el ser vivo más seco del mundo se da cuenta de que eso de real no tiene nada. Y no es que no me intrigue el amor y todo lo que despierta, y también lo que ignora y duerme a la fuerza. No sé, no esta vez, de pronto en otra ocasión haré algo sobre un tórrido romance.

 Esa es otra! El sexo escrito. Creo que ese sí lo se hacer muy bien (escribirlo… aunque porque no, hacerlo también) pero a veces puede uno pasarse de todo y llegar a ser casi pornográfico. Los detalles son muy fáciles de dar y cualquier trazo de romance se puede perder entre tantos detallitos que van y vienen y que pueden hacer emocionar a más de un lector. Cosa que, de hecho, es lo que como escritores debemos lograr. Aquellos que escriben pornografía lo saben muy bien pero es que ellos buscan una reacción sencilla y muy básica. Nosotros, es decir los escritores independientes, buscamos algo más fuerte, que cale más hondo en los sentimientos y pensamientos del lector.

 El típico drama. Eso es lo que haré. A todo el mundo le gusta una historia que puede llegar a salir muy mal o muy bien y, si la plantea uno de la mejor manera, se engancha al lector para que nos siga y quiera descubrir si termina todo mal o bien, dependiendo de la visión personal que uno tenga de esas dos caras de la vida. Es sobre todo interesante, al menos para mí, plantear problema que puedan parecer cotidianos y solo cambiarles el contexto y darles vida, con una buena interacción entre personajes o amoldando la vida del personaje principal tan bien que los lectores no tengan dudas en interesarse por ese ser inexistente (al menos en el mundo físico).

 Ya tengo una idea y eso es definitivamente lo más importante. Además, que sería de este mundo sin ideas, sin imaginación? Ciertamente sería un mundo difícil en el cual vivir, estéril y solitario. Me da lástima cuando me doy cuenta que la mayoría de personas en el mundo actual no tienen ni una pizca de imaginación comparados apenas con personas de hace veinte años. La juventud, sobre todo, está jodida. Hoy en día no tienen ideas y cuando las tienen resultan ser la repetición de la repetidera: personajes tan plásticos e irreales que incluso resultado desagradable cualquier interacción con ello.

 Eso sí, todavía hay imaginación y pareciera que unos pocos la acaparan pero supongo que eso es porque la mayoría de la gente hoy en día tiene otras “preocupaciones”. Con esto me refiero a que están ocupados trabajando para vivir y viviendo para trabajar pero nunca nada más viviendo. Además, creen que lograr algo en la vida es comprar algo de cierta marca, o cierto objeto que los suba de nivel socialmente para fingir que son algo que nunca van a ser, alguien que jamás ha estado allí dentro de sus cuerpos, alguien que solo actúa como un títere pero está igual de vacío por dentro, sin ideas ni nada.

 Porque yo, lo admito, no creo que la gente cambie en nada, nunca. Muchos dicen que las enfermedades terminales o los acontecimientos traumáticos cambian a la gente de la noche a la mañana pero yo no me creo eso. Ni el cáncer ni un secuestro cambian a nadie sino que lo sacuden y reordenan las prioridades que la persona ya tenía. No es que hayan nuevas prioridades. Los seres humanos somos muy tercos y todavía muy obstinados en tonterías para aceptar cosas nuevas o el cambio. Por eso hay ese eterno enfrentamiento entre jóvenes y adultos. Es difícil aceptar que el mundo cambia pero ellos los ven, no es que se nieguen a eso. En todo caso la gente no cambia, no evoluciona mágicamente. Mejoran todo lo que pueden mejorar.

 En todo caso, volvamos a lo nuestro. Tengo la idea de una historia, ya veré como empezarla y ahora necesito personajes reales o al menos que lo parezcan. Lo mejor es hacerlos con algún rasgo marcado y no tan simples como a veces nos gustaría. Además, tienen que ser fieles a sus contrapartes humanos y en sentido tener gustos y problemas, porque no existe un ser humano sin esas dos cosas. Los problemas y como los resolvemos o como fracasamos en resolverlos no hacer ser quienes somos. Es gracias a ello que terminamos siendo de cierta manera y un personaje los necesita solo para ser creíble, real.

 No, no hay que hacer listas interminables de descripción de personajes ni hay que plantearse TODA la historia antes de empezar. Esas son estupideces, son seguros idiotas que solo toman los que tienen demasiado miedo de empezar a pulsar teclas o calentar un lápiz o un bolígrafo. No, hay que dejar que todo fluya y creo que es mejor hacerlo así desde el comienzo. Hay que admitir que muchas cosas apestarán, serán terribles para el lector pero la verdad es que al comienzo el lector no importa. Al comienzo lo que importa es entrenar y lo que se entrena escribiendo es el cerebro y capacidad de imaginar grandes historias.

 Ya después se va desarrollando la técnica que puede ser única para cada persona. Al fin y al cabo, no hay una sola manera de hacer nada. Siempre hay al menos dos y si es un trabajo creativo hay tantas maneras como personas en el mundo, y esa es la belleza que tiene todo trabajo basado en la imaginación, que crea obras, pequeñas o grandes, buenas o malas, que son todas únicas e irrepetibles pero esta vez en el mejor sentido de la palabra. Porque no importa si falla uno en el cometido o si la historia no llama la atención como quisiéramos. Es aprender a montar bicicleta y eso no se comienza en la carretera con una de carreras.

 De pronto es que yo soy muy relajado, aunque me preocupo y mucho, pero creo que entre más se empuje algo, es más factible que el suelo debajo se venga abajo y uno con todo lo demás. Hay que ser paciente, muy paciente a veces y tratar de hacer comprender a quienes estén alrededor porque el apoyo si es algo muy necesario, que todos debemos recibir para sentirnos completos y con el impulso necesario para seguir adelante, sin importar lo que diga nadie.

 Porque hay que recordar, y esto aplica para todo, que el mundo está lleno de idiotas. La gente se lanza a la piscina de la ignorancia y le fascina. Porqué? Simplemente es más simple. Una persona ignorante no se pregunta nada y tampoco duda de nada. La duda es de hecho la madre de la imaginación y por eso es tan importante detenerse a pensar en lo que pasa alrededor, porqué pasa y si podría pasar de otra manera y que ocurriría si así fuera. Así se crean las historias, los cuentos que tanto amamos leer y escribir y sentir por el cuerpo. Y necesitamos a esos idiotas y ayudarlos, porque para eso es el arte.


 Yo seguiré escribiendo este cuento porque me acabo de dar cuenta que tengo otra idea, una que siento más cercana y que francamente creo que es mucho mejor. Se trata de un relato mezclado con un discurso, algo diferente para decir lo que pienso sobre lo único que en el mundo que me llena el alma por completo. Y ese relato, si es que alguien lo lee, es este. Y aunque dije que el lector en principio no es importante, es obvio que después es uno de los ejes de la escritura. Y por eso gracias si está leyendo esto y nos vemos mañana, espero.

jueves, 23 de abril de 2015

La realidad de las cosas

  Miguel Díaz era uno de los hombres más ricos del país. Pero no había trabajado ni una vez en su vida por nada de ello. Todo lo había heredado de sus padres, que habían muerto hacía poco en un accidente aeronáutico. Aunque lo ocultó durante los primeros días, no le importaba casi sus padres no estuviesen con él. Siempre los había resentido: niños ricos con todas las oportunidades que lo único que hacían era fingir día tras otro, cuando todo en el hogar era un desastre. Sus padres no se querían y él sabía muy bien los secretos de ambos, que ante la prensa y la sociedad se mostraban como una pareja perfecta.

 Ahora que estaban muertos, lo que más resentía Miguel era la responsabilidad que le habían puesto encima sus padres. Aunque más o menos la mitad del dinero había ido a parar a fondos y sociedades varias, los inmuebles y lo que quedaba del dinero, que no era poco, había sido para Miguel. Ninguna empresa había quedado a su nombre y todo había sido cedido a las personas que las manejaban, cosa que el agradecía. Los medios preguntaron e hicieron conjeturas al respecto pero a él no le importaba. Por fin sus padres habían hecho algo bien y no lo iba a discutir con nadie.

 Para ellos él era un fracaso. Apenas se había acabado la escuela había decidido convertirse en diseñador de modas y les pidió que lo dejaran ir a París para estudiar. Allí pasó cinco años en los que escasamente vio a sus padres, cosa que les agradeció. Hizo una vida a costa de su dinero pero cuando todo terminó se dio cuenta que el mundo de la moda no era lo suyo. No solamente porque no tenía talento alguno en cuanto al diseño, sino que se había aburrido de los niñitos que creían saber mucho y se las daban de diferentes y originales. Esa gente era la peor, la que creía ser algo que jamás llegaría a tener de cerca.

 Lo que sí le había gustado del mundo de la moda eran los excesos. Desde su llegada, había empezado a consumir más drogas y alcohol que nunca. Sabía que un hombre contratado por sus padres lo seguía para evitar bochornos al “buen nombre” de la familia pero eso poco o nada le importaba. Con sus nuevos amigos, iba y venía con bolsitas llenas de cocaína o éxtasis. Y como tenía dinero, nadie le decía nada y si algún policía cometía la brutalidad de detenerlo, perdía su trabajo al instante.

 Miguel era así desde antes, desde el colegio. Había fumado marihuana desde los quince años pero la había dejado rápidamente por ser una “distracción para los pobres”. Prefería la cocaína y toda clase de drogas sintéticas, combinadas habitualmente con las mejores marcas de whisky y vodka. No lo hacía tan seguido como quería porque si algo tenía Miguel era autocontrol. Le fascinaba, entre muchas cosas, ver a la gente caer ante los pies de las drogas. Le encantaba contemplar la debilidad humana. En algún momento creyó ser un sádico más pero no lo analizó mucho más allá que un simple pensamiento en una fiesta llena de diversión.

 A los quince también había empezado a tener relaciones sexuales y, de nuevo, era muy precavido con todo aunque lo hacía con frecuencia porque decía que era lo mejor para no sentirse aburrido. Ninguna de sus novias duró más que unos cuantos meses y todas quedaban felices de estar con él. No importaba si era bueno o malo en la cama, les importaba más que todo que gastaba lo que ellas quisieran, fueran joyas, vestidos o hasta automóviles. Participa en sesiones de sexo grupal, con máscaras, así como en masoquismo con hombres y mujeres. La verdad era que no se identificaba sexualmente como nada en particular ya que lo que le fascinaba, de nuevo, era ver a los demás.

 Pero esa vida se extinguió el día que sus estudios terminaron y tuvo que volver a casa a rendir cuentas. Fue un sermón de horas y horas, en el que su padre creía tener la ventaja moral, cuando él sabía bien que no la tenía. Lo mismo con su madre, vestida con los últimos diseños de las casas europeas. Mientras lo reprendían, le encantaba pensar lo divertido que era ver a su madre con esa ropa cuando sabía que era su manera de aprovechar el inerte matrimonio que tenía con un hombre que jamás había querido.

 El padre, Armando, era otro niño rico de una familia pudiente en la política y las finanzas del país. Le habían ofrecido ser ministro pero siempre se negó, dedicando su tiempo a sus varias empresas y a comprar otras por todo el país y el mundo. La gente lo veía como una buena persona porque construía colegios y proporcionaba tecnología a zona alejadas. Pero Miguel sabía que no lo hacía solo por la bondad de su falso corazón. Su padre tomaba uno que otro regalito de las zonas que visitaba y las usaba a su antojo. Pobres y tontas niñas atraídas por el dinero. Quien sabe donde estarían al día de hoy?

 Y su madre. Su respetable madre que no había sido más sino la hija de un banquero en bancarrota por culpa de su propia avaricia. Su madre era otra mujer desagradable por la que Miguel jamás había sentido nada. Su abuela era simplemente el demonio mismo y cuando murió el chico se sintió abiertamente feliz por lo que recibió una bofetada de su madre. Ella se creía una santa por haber sido regalada por su padre para casarse con Armando. La señora Gloria era perfecta ante la sociedad pero ella también gustaba de la compañía femenina, algo que Miguel había descubierto por casualidad.

 Al final del regaño, de  sermón interminable e innecesario de sus padres, él les recordó amablemente sus secretos y los amenazó abiertamente. Lo que él había hecho en París era de conocimiento público. Tal vez ellos lo hubieran ayudado a tapar pero el jamás había ocultado nada. Por ahí había hombres y mujeres que podían hablar de su hijo en la cama pero no habían dicho nada. Porque sería, les preguntó a sus padres. Por miedo? O por respeto?  El caso era que jamás dirían nada porque él había sido honesto desde el comienzo a diferencia de sus padres. Así que les exigió, no les pidió, les exigió que lo dejaran en paz y no se atrevieran a limitarlo en ningún aspecto.

 Y eso fue lo que pasó. De vuelta en el país, el chico siguió yendo a fiestas pero cada vez menos se drogaba. Tomaba bastante pero nada más. Poco a poco la realidad fue golpeando su mente con más fuerza y no había ningún producto sintético que pudiese hacer nada contra eso. Así que se pasaba los días en un apartamento de sus padres, al que raramente iban, y allí llevaba amigos o amantes y los miraba, como siempre lo había hecho. Fue así, con la hermosa vista desde el apartamento entre el bosque de las colinas, que descubrió su verdadero talento: el dibujo.

 Siempre que llevaba a alguien, fuese mujer u hombre, les pedía que se quitaran la ropa para él y los dejara dibujar sus cuerpos. Hizo varios retratos de esa manera. Obviamente, todavía tenía relaciones sexuales con ellos pero la relación con otros seres humanos cambió. Había descubierto que siempre le había gustado ver porque le fascinaba el movimiento, el comportamiento humano, los cambios. Así que dibujó y dibujó, sin descansar. Pasaba horas en el apartamento, solo, terminando algunas piezas y tratando de hacer otras sin ningún modelo, solo imaginando a un ser humano.

 El último pedido que le hizo a sus padres fue el de dinero para abrir una galería o por lo menos para organizar una exposición como él quería hacerla. Sin dudarlo, le dieron el dinero y él empezó a organizar todo cuando, en un vuelo en el que sus padres debían visitar juntos una de sus empresas en Madrid, el avión cayó al mar debido a una fuerte tormenta. Los cuerpo fueron recuperados después de tres semanas y cuando por fin los enterraron, Miguel todavía no había hecho nada con sus obras. Decidió esperar, ser paciente y organizar su nueva vida.

 Desgraciadamente así son las cosas, la muerte genera vida, es fertilizante puro para que abunden o crezcan otras formas de vida. Y eso fue lo que pasó con Miguel. La exposición se llevó a cabo seis meses después de la tragedia y, en un golpe de genialidad, el joven artista decidió dedicarla a sus padres, a su memoria y a su trabajo por el país. La gente se comió el cuento con las manos y Miguel vio, con placer, como compraban sus obras. Al comienzo pensó que solo era por su trabajo de mercadeo pero se dio cuenta que, de hecho, mucha gente había quedado fascinada con su trabajo. Incluso críticos que había invitado lo felicitaron y expresaron sus condolencias, al mismo tiempo.


 Los odiaba. Esa era la verdad. Pero después de tantos años ausentes, en los que ni siquiera lo voltearon a mirar, por fin sus padres habían hecho algo bueno por él. Su vida nunca sería la misma ya que el arte le brindó estabilidad, le trajo un pareja estable y el amor que jamás había sentido en su vida. Por una vez, habían hecho algo bien.

martes, 21 de abril de 2015

El único regalo

   El agua moviéndose por el movimiento del barco era lo único que tenía enfocado pero no estaba pensando ni en el agua, ni en el barco, ni en esta travesía sin sentido. El ferri viajaba de Atenas a Santorini y podría haber unido la Tierra con Urano y me hubiera dado lo mismo. Lo que había atrás, en Atenas y más allá, era lo que ocupaba mi pensamiento y no me dejaba seguir adelante como hubiese querido.

 No era, y sigo siendo, nada más que un escritor frustrado, apenas publicado y con un trabajo tedioso como medio para seguir viviendo. El arte no da dinero para vivir, solamente la felicidad para hacerlo. Pero yo no tenía ni lo uno ni lo otro. Eso sí, siempre había ahorrado y por eso había decidido tomar este viaje, lejos de todo y de todos. Necesitaba respirar otros aires y que mejor que hacer en un sitio donde ni siquiera entendería lo que se decía en la calle, lo que se dijera de mi en mi propia cara.

 El sonido de un niño vomitando me sacó de mis pensamientos y me trajo de nuevo al ferry, un montón de metal que de alguna manera flotaba sobre el Egeo y se acercaba con prisa a una isla volcánica famosa en la que yo tenía prometida una cama y un lugar en donde pensar para poder conectarme de nuevo con quien había sido antes. Ya no podía escribir. La pantalla o el papel en blanco me agobiaban y me daban breves ataques de ansiedad, de rabia y terror. No quería tener que sentir eso así que simplemente ya no lo intentaba. Pero en este viaje eso tenía que cambiar.

 Siempre había necesita una manera de sacar lo que sea que tuviese dentro. Y mi trabajo como asistente en una editorial no sacaba nada de mi imaginación, que parecía haber muerto hacía tanto tiempo. No digo que fuese bueno pero tampoco era irremediablemente malo. Yo diría que era lo que tenía que ser y lo que, ojalá, muchos necesitaran leer. Algo fácil pero con contenido. La literatura puede ser tan pretenciosa y llena de sí misma. Lo que yo quería era liberarme un poco de las ataduras. Y lo logré, al menos por un tiempo.

 Pero las cosas nunca se quedan quietas en la vida. Nada permanece quieto y eso lo odio. Porque tienen que cambiar las cosas? Para que la evolución, cuando va muchas veces en contra del crecimiento de los seres vivos? Yo no quiero cambiar ni quiero que nada cambie. Aunque para eso ya es tarde porque las cosas ya cambiaron y es tarde para llorar sobre esa podrida leche derramada. Ya no tengo lo que solía tener y, en mis intentos de recuperar lo perdido, solo me he ido hundiendo mpido te tragan y te llevan al olvido. mueven demasiado, mlas e ido hundiendo morque las cosas ya cambiaron y es tarde para lloraás en el barro. Es como las arenas movedizas de las películas, y supongo yo en la vida real; si te mueves demasiado, más rápido te tragan y te llevan al olvido.

 Por fin el barco atraco en el puerto de Santorini y caminar es otra de esas cosas que ayuda a que el cerebro no se atrofie, a que no se vuelva loco pensando en lo que puede y no puede ser. Para que perder tiempo con lo que no existe. Si no existe, por algo será. Yo solo quiero paz en mi mente y recuperar lo que antes tuve. Tal vez lo tenga todavía, lo siento a veces en mi interior pero es como si un grave accidente me impidiese volver a subirme en la proverbial bicicleta. No puedo, me duele y me agobia.

 Las callecitas y vistas en la isla son fantásticas. Muchos de los turistas que venían conmigo en el barco se quedan por solo unos días pero yo pienso quedarme dos semanas enteras en esta roca. Sí, supongo que por el ambiente pero también al ser una isla da mucho espacio para sentirse alejado, tal vez único. De pronto eso y la vista, la naturaleza, me ayuden a recuperar lo perdido.

 Me niego a perder algo que siempre me ha sacado del agua negra de la vida. Porque así se siente cuando te desconoces, te pierdes a ti mismo en un mar de mentiras, de falsas esperanzas y de sueños frustrados que simplemente murieron antes de tener una oportunidad. Son abortos, intentos fallidos que agobian la mente. Aún sin vida son capaces de atormentar. Se podría decir que son pura culpa pero nunca se sabe de que te sientes culpable. Creo que allí yace la verdadera agonía. Es horrible.

 Mi habitación es pequeña pero la única ventana mira hacia la hermosa bahía y sobre un montón de otras casitas. Es fantástico, casi solemne. Me quedo en la casa de un anciana mujer que solo habla griego. Su nieta la acompaña y ella habla inglés. Atiende a los turistas y los ubica en alguna de las ocho habitaciones. Esta mujer debió ser rica, así no fuera en dinero. Nadie aquí tiene una casa tan grande y menos tan bien ubicada. Pero sea como sea, aquí estoy y aquí me quedo.

 Al día siguiente me voy a caminar, con una mochila casi vacía, solo con una botella de agua, dinero para el almuerzo, un bolígrafo y un cuaderno. No necesito más. Camino arriba y abajo, por callecitas y por caminos desolados. Y me doy cuenta que no lo he perdido, que todavía está allí. Es casi como el amor, creo. Se debe sentir como un globo dentro del cuerpo que crece o se desinfla dependiendo de lo que se esté sintiendo por esos días. No conozco al amor pero conozco la frustración y la realización. Supongo que tiene de ambos.

 Nunca me interesó saber mucho del amor. De pronto porque no creo en algo tan mágicamente espectacular. No creo en algo tan puro en un mundo tan corrupto y decadente. Porque estas casitas pueden ser blancas y esta isla puede parecer inocente pero aquí, como en todos lados, hay seres humanos. Y tenemos que entender que como eso mismo, somos una peste. Las ratas son incluso menos invasivas y destructivas. Nosotros somos peores porque no solo jugamos con el físico de los demás sino con sus mentes. Y eso es lo que pasa todos los días. Gente que se lanza de algún lado porque el hedor de este mundo pudo más que su débil voluntad.

 Tal vez no sea voluntad sino un reconocimiento de que en verdad jamás ganamos nada en la vida, más que la vida misma. Ese es el único premio verdadero y todo el mundo lo recibe. No hay más sino eso. La vida es solo importante porque es vida misma y ya. Lo que hacemos en ella, como lo hacemos y con quien, es tremendamente insignificante. A quien le importa de verdad, una cosa u otra? Si somos negros o blancos, si somos homosexuales o heterosexuales, hombres o mujeres, altos o bajitos, ricos o pobres? Eso no importa porque la realidad es que solo nacimos para perder, para ir en un declive suave hacia la muerte. Todos somos iguales, todos decaemos igual.

 Viendo los riscos, las rocas en el mar, la aridez del terreno, me doy cuenta que la muerte no puede ser tan mala. Morir es, al fin y al cabo, tan natural como morir. Incluso, si decimos que la vida es el único momento en que ganamos, tal vez se podría decir que la muerte también es una ganancia. Es un favor de la naturaleza a nuestros cuerpos, a nuestras mentes exhaustas. Es justicia pura y definitiva. Entiendo entonces que no hay nada peor que llorar en un entierro. Porque llorar cuando ahora esa persona volvió a ganar, vuelve a estar mejor, mientras que nosotros nos quedamos aquí, solos en tremenda multitud?

 Mis comidas son deliciosas y pienso que de pronto la vida no es tan mala pero olvido esta noción rápidamente. Una buena acción, no hace de nadie un héroe ni un santo. Esas son ilusiones que la gente se inventa a raíz e la necesidad de creer en algo, de creer que todo tiene un significado mayor y que el mundo es más fantástico de lo que en realidad es. Son mentiras que nos decimos para tratar de hacer este viaje menos tortuoso y turbulento. La vida es un camino lleno de rocas, parecido a algunos que he visto en mi estadía.

 He tomado fotografías y eso es un alivio. Porque es otro de esos enchufes que se habían desconectado y ahora está de nuevo unido a mi cerebro. Le agradezco a este paisaje, a esta gente incluso, por darme esto de vuelta. Me hace respirar con más facilidad, me hace sentir que estoy vivo y que tengo un camino que recorrer, sin importar que haya en él. Los colores, las imágenes, me inspiran y entonces siento esa burbuja extraña, esa cosa que nos llena como si fuéramos un jarra de jugo. Creo que ha vuelto y lloro solo como un niño tonto, porque sé que es verdad.


 Ya de vuelta en mi vida, mi imaginación ha vuelto y traigo conmigo los escritos de Santorini, hojas y hojas escritas a mano inspiradas por la vida misma, por ese único regalo que frecuentemente ignoramos pero que es la sal y el azúcar de la existencia. Nos hace sentir y que hay mejor que sentir? Tocar el cuerpo de otro ser humano, oler una flor, probar la comida de mamá, ver un atardecer y oír la abrumadora realidad, que es cruel y despiadada, pero es nuestro camino real a la grandeza.