Laura aprovechó que no estaba en la casa
para poder comer algo que en verdad le gustara. Se paseó por cada rincón del
supermercado hasta que se decidió por un helado de crema. El sabor era
almendras y su tamaño era pequeño, pues se hubiese sentido culpable de haber
tomado algo mucho más grande. Apenas pagó y salió del lugar, le quitó el
envoltorio a su helado y le dio el primer mordisco.
Como esperaba, el sabor era delicioso. Además,
la cubierta de chocolate del helado se había partido en varios deliciosos
pedazos y cada uno de ellos sabía incluso mejor que el propio helado. Laura
entonces se dio cuenta que algunas personas que caminaban por la calle la
miraban como si fuese un bicho raro. No sabía si era por estar comiendo un
helado o si es que la reconocían de algún lado y desaprobaban de su
comportamiento. Fuese como fuese, pensó que lo mejor era sentarse en algún
lugar y disfrutar en paz de su helado.
Llegó a un pequeño parque y se sentó en la
banca que tenía más cerca. El sol estaba empezando a bajar en el cielo y el
calor que había hecho en días anteriores se estaba retirando lentamente. Las
noches empezaban a ser cada vez más frescas. Laura siguió comiendo su helado, a
la vez que miraba a la gente pasar por el parque, a algunos niños jugar con una
pelota y a una pareja de ancianos discutir en una banca cercana . Hablaban de
la pensión, o algo así.
Apenas terminó el helado, Laura se sintió
culpable. Al final, había incluso lamido el palito y había buscado en el
envoltorio del helado por si algún pedacito de chocolate todavía estaba por
ahí. No pasó mucho tiempo antes de que se sintiera culpable. Se sentía mal al
haber hecho algo que tenía prohibido pero es que tenía tantas ganas que no pudo
evitarlo. Además, era uno de los pocos días en los que la habían dejado sola y
había tenido la oportunidad de vivir como alguien normal.
Miró su celular y vio que tenía varias
llamadas perdidas de Connie, su representante y la persona que normalmente
debía cuidarla como si fuera su propia hija. Ese día no había podido estar
pendiente porque se le había presentado otro trabajo. Confiaba en Laura y ahora
ella había traicionado su confianza al escaparse después de una sesión de fotos
como si fuera un niña pequeña.
Pero así era como se sentía a diario Laura,
como una niña a la que no dejan hacer nada sin el permiso expreso de sus padres
y de otro poco de gente que no tenía que ver nada con ella. Ser una modelo no
era nada fácil y menos aún cuando tenía tanto trabajo y su cara aparecía no
solo en las portadas más importantes sino también en varias campañas
publicitarias.
Apenas había cumplido los dieciocho años, le
habían llovido incluso más ofertas que antes. Hacía poco había participado en
su primer comercial de una cerveza y la verdad es que la experiencia no le
había gustado nada. Aunque el producto era hecho para las mujeres y todo había
sido cuidado para que no fuera agresivo ni degradante, de todas maneras Laura
sentía que algo no estaba bien con la manera como estaba haciendo las cosas.
Por eso había salido corriendo después de la
sesión de fotos, que solo eran para renovar su libro y tener algunas imágenes
más frescas. Pero al terminar, sentía de nuevo que estaba ahogándose y la única
manera de sentirse mejor era salir a la calle y sentirse como una persona
normal. Era algo que no había hecho hacía mucho tiempo y le hacía falta pues
todavía era muy joven y no podía concebir una vida en la que estuviese
encerrada todo el tiempo como una prisionera.
La casa en la que vivía, sin embargo, era un
lugar hermoso y de muy buen gusto. No era nada desagradable. Era un casa
moderna con varias habitaciones, unas diez en total, que compartían varias
chicas que estuviesen siendo manejadas por la misma empresa. Laura era un caso
especial porque la creían muy joven aún para pagarle un lugar sola así que la
mantenían en la casa por esa razón. Las chicas con las que compartía eran de
todos tipos y de muchos lugares distintos.
Pero Laura sentía que, al final del día, no
tenía nada en común con ninguna de ellas. Se sentía alejada de todo y muchas
veces desconectada del mundo real. A pesar del dinero que ganaba y la
popularidad que empezaba a acumular, Laura era de las pocas chicas que
extrañaba tener un vida común y corriente, con clases en la universidad y
amigos de todo tipo y fiestas y todo lo que hacen los chicos de su edad.
Ella no se consideraba a si misma una chica
normal. Desde una edad mu y temprana la cuidaba Connie, después de que sus
padres la hubieran encomendado a ella. Siempre Laura sintió que la habían regalado,
incluso cuando le decían que era lo mejor que le había pasado pues nunca
tendría que pasar dificultades ni nada parecido. Su familia era pobre y sabía
bien que había sido un milagro que la descubrieran en el mundo donde vivía.
La historia era triste. Su madre trabajaba en
una tienda de ropa, haciendo un poco de ropa. Era de esas tiendas donde venden
de todo, casi siempre en descuento. Su madre seguido no tenía con quien dejarla
cuando no podía mandarla a la escuela por alguna razón. Fue en una de sus
escapadas, que tenía desde pequeña, en las que Connie la salvó de cruzar una
carretera sola y la descubrió como su modelo estrella.
Laura sabía que Connie deseaba lo mejor para
ella pero era claro que a veces se le olvidaba tener un poco de compasión. La
hacía trabajar como una esclava, como si no hubiera más días del año para hacer
cosas y ganar dinero. En un día estaba tomándose fotos y al otro en un
comercial y al siguiente modelando ropa y después volando a Europa. Todo eso
podía sonar muy bien pero Laura llevaba haciéndolo más de diez años y estaba
cansada y aburrida.
Apenas la llamó de nuevo, Laura contestó y,
sin dejarla hablar, le dijo a Connie que estaba en un parque y que podría
recogerla cuando quisiera. Se rendía por el día de hoy. Connie dijo que el
transporte iba en camino pero que había algo más de lo que le quería hablar.
Dijo que le enviaría una imagen apenas colgaran. Y así fue, mientras Laura
caminaba a la calle para esperar por el coche, vio la foto que le habían
enviado y no supo si reír o llorar o no hacer nada.
Lo que sí hizo primero fue subir la mirada y
dar un vistazo a su alrededor, a las personas que tenía cerca. Pero seguramente
ya daba igual. La foto que Connie le había enviado era de ella comiendo el
helado. En la imagen se notaba la pasión con la que comía y lo mucho que le
había gustado. Ella no se había dado cuenta, pero en un momento se había
manchado de chocolate en la nariz y alrededor de la boca. Se veía como una niña
pequeña comiendo helado.
Apenas llegó el coche se subió y no dijo nada
al conductor ni él a ella. Se conocían bien y su relación se basaba en los
silencios. Laura no miró la foto de nuevo pero sabía las consecuencias que
tendría. Seguramente Connie la pondría en una exagerada dieta por un mes y
restringiría sus salidas y trataría de que no vieran a Laura en la calle por
una buena cantidad de tiempo para que la gente no la relacionara con esa
imagen. Sabía que iba a ser todo un lío y que sería castigada de alguna manera.
A pesar de ser muy joven, no se sentía hace
mucho como una niña. Tampoco como una mujer hecha y derecha sino como alguien
en la mitad, una persona que no termina de ubicarse en el espectro de la vida y
tal vez era eso lo que la tenía tan preocupada, lo que la hacía hacer cosas que
la alejaban de lo que era bueno para ella.
De nuevo vibró su celular. Y no eran más fotos
sino un mensaje de Connie. No era un regaño ni su nueva dieta. Era una
propuesta de la compañía de los helados para que Laura fuese la imagen de la
nueva línea de helados bajos en calorías. La joven no pudo evitar soltar una
carcajada. Le parecía gracioso que incluso tratando, no pudiese ser una chica
rebelde.