Siento el agua alrededor mío y me despierto
de golpe porque creo ahogarme, creo que en cualquier momento mis pulmones se
llenarán de agua y entonces moriré en medio del mar. Pero el agua no es salada
y no estoy en el mar sino tirado sobre un charco de agua que se expande sobre
una superficie semi lisa que está igual de fría que el agua que siente
alrededor de mi cuerpo.
Trato de levantarme pero no tengo la fuerza ni
para sostener mi cuerpo. Apenas soy capaz de mover los brazos para que mis
manos estén al lado de mi cabeza pero eso es todo. Cierro los ojos de nuevo,
pues el brillo de la luz es demasiado y me da mareo. De hecho, siento que voy a
vomitar en cualquier momento y no quiero puesto que no soy capaz de moverme.
Quiero llorar pero tampoco puedo y entonces me doy cuenta que me duele
absolutamente cada parte del cuerpo, cada extremidad, como si de repente el
dolor de muchas heridas hubiese entrada a mi cuerpo, ya sin que nada lo impida.
El dolor me hace dormir una vez más. Tengo uno
de esos sueños que no son nada, que no significan nada y que parecen pasar a
toda velocidad. Yo no quiero soñar nada ni ver a nadie en ellos ni recordar
como se siente oír la voz otro ser humano cerca de mis oídos. No quiero nada de
eso porque sé que en poco tiempo, en apenas instantes, estaré muerto. Y no
quiero luchar ni pelear ni esforzarme de manera alguna por lograr nada. Si ya
no hice nada en la vida, que se queden las cosas así. No le debo nada a nadie.
Para mi decepción, despierto de nuevo. Esta
vez no estoy en el mismo lugar, o al menos no lo parece. Estoy sobre un colchón
que huelen a orina y por lo que veo es un recinto estrecho, pequeño, donde
incluso el techo parece bajo, como a punto de aplastarme. Esta vez me muevo por
el miedo que siento pero entonces oigo el tintineo del metal y siento de
repente su frío recorrerme, desde los pies a la cabeza. No estoy seguro porque
no soy capaz de incorporarme, pero creo que estoy esposado por los pies a la
cama en la que estoy.
No puedo mantener los ojos abiertos mucho rato
pero sigo despierto y trato de oír mi entorno pero no oigo a nadie ni nada que
me diga donde estoy. Solo escucho un goteo no muy lejano y los pasos de lo que
deben ser ratas en la cercanía. Espero que esos desgraciados animales coman
mejor que yo porque o sino tendré algo más que preocuparme y ciertamente no
quiero nada de eso. No hay almohada, apoyo directamente la cabeza en el colchón
sucio y creo que ya está claro que me rindo y que no quiero seguir pretendiendo
que voy a ganar la partida, ya perdí y lo admito y solo quiero que me dejen en
paz pero dudo mucho que eso pase, puesto que por algo estoy aquí.
Mi mente viene y va. Me quedo dormido por
breves o largos periodos de tiempo (no lo tengo claro) pero siempre vuelvo y me
despierto a ver que ha pasado a mi alrededor. Y la verdad es que nada cambia.
No hay comida, que yo sepa, no viene nadie a darme agua y lo único que sé es
que ya no se oyen los pasitos de las ratas. Después de despertarme unas cuantas
veces, concluyo que el olor que emana el colchón ha sido causado por mi.
Seguramente me he orinado encima bastantes veces desde que estoy aquí, sería
imposible que no fuera así.
De pronto, en una de esas veces que me
despierto, siento que la puerta de la celda se abre y alguien entra. No dice nada
y yo no volteo a mirar quién es. Mantengo con firmeza la cabeza girada hacia el
lado contrario porque ya no me interesa saber nada, ya no quiero meterme más en
todo esto y solo quiero que se den cuenta que me he rendido y que no pienso
hacer nada contra ellos, nunca más. No oigo su voz, solo su respiración. Sale
de la habitación unos momentos después y cierran la puerta. Respiro con más
facilidad cuando eso pasa pero entonces me pongo a pensar si mi mensaje ha sido
recibido o si preferirán asesinarme para prevenir.
De nuevo duermo pero esta vez se siente que ha
sido por más poco tiempo. Es la puerta que me despierta y esta vez sí me volteo
a mirar quién entra: son dos tipos con la cara cubierta. Supongo que son
hombres por su musculatura pero podría equivocarme. Cada uno libera uno de mis
tobillos y después uno de ellos me pone un antifaz en la cabeza, para que todo
lo que vea sea una negrura inmensa. Siento que me toma por los brazos y las
piernas y yo me dejo llevar, no voy a pelear con ellos ni a hacer nada que los
ofenda.
Siento que me cargan al exterior, pues siento
algo de viento en mi cabeza y un olor particular, como a pino o algo por el
estilo. Entonces me dejan sobre una superficie suave y escucho el sonido de
puertas cerrándose. Segundos después siento un pinchazo y entonces el antifaz
se vuelve un adorno pues quedo dormido profundamente. En el sueño imagino que
me quito el antifaz y veo a los hombres que me cargaban y los beso y los abrazo
y ellos me corresponden, y bailamos y nos queremos como locos. Es un sueño
estúpido, sin ningún sentido.
Cuando me despierto, el brillo de la luz es
peor que en lugar del piso de cemento. Cierro los ojos al instante y entonces
una enfermera viene y apaga la luz. Solo queda prendida una luz débil, azulosa,
que sale de la cabecera de la cama, donde hay interruptores y todo eso. La
mujer se disculpa y revisa cosas a mi alrededor. Yo mantengo los ojos cerrados
y la escucho, revisar bolsas y aparatos y murmurar por lo bajo.
Pasadas unas semanas, creo que ya tengo más
cara de ser humano que nunca antes. Me dice la enfermera que cuando llegué
tenía el rostro demacrado y la piel verdosa y que ahora parezco mejor
alimentado, incluso si el noventa por ciento de mi comida sigue siendo suero.
No me dejarán comer solidos por unos días más. A mi me da igual. Me siento
mucho mejor que antes y ya no me quiero morir, incluso cuando todos los días me
agobian varias preguntas a las que no tengo respuesta: Que va a ser de mi
cuando salga de aquí? Que vida tendré, si ya he olvidado la que tenía?
En efecto, ya no recuerdo con exactitud mi
nombre. Ya han pasado días y un hombre me visita y me explica quién era yo. Es
una situación muy particular, muy extraña, pues el hombre me muestra fotos en
las que salgo yo, más que todo en viajes familiares o situaciones por el
estilo. A mi me gusta ver esas fotos pero no recuerdo nada de ellas. Aprendo mi
nombre otra vez pero antes se me preguntan si quiero cambiarlo. Yo asiento,
hablo muy poco.
Cuando esa terapia termina, empieza el periodo
de explicarme como está mi salud. Ya me dejan tomar sopas y jugos, lo que
agradezco enormemente pues mi garganta duele mucho menos ahora. Un día llega
otro hombre, este vestido de doctor, y dice que necesita explicarme como estoy.
Yo no quiero oír pero no tengo opción. Él me explica que cuando me dejaron
frente al hospital tenía varios órganos comprometidos por lo que parecían ser
golpizas sistemáticas. Además tenía gran cantidad de químicos en el cuerpo,
seguramente los medicamentos que me daban para mantenerme drogado. También
habían encontrado infecciones en mi vejiga.
Hizo una pausa el doctor antes de hablarme de
las violaciones. Cuando escucho la palabra, ni siquiera parpadeo. Lo sé y la
verdad me da igual. Su voz parece lejana mientras explica que me han hecho los exámenes
debidos y afortunadamente no tengo nada en la sangre a excepción de una anemia
severa. Me explica también que medicamentos deberé tomar y entonces se retira.
Los días pasan y es entonces que me doy cuenta
que tengo mucho miedo. Tengo miedo de tener que salir al mundo de nuevo, de
enfrentarme a la realidad de la que he estado alejado por tanto tiempo. No
tengo ganas de nada pero obviamente no puedo quedarme en el hospital. Me dicen
que han encontrado un sitio para mi y un trabajo en casa por mis condiciones
especiales. Yo solo asiento, puesto que negarme no es una opción realista. No
sé quién ha dado el dinero para mi casa o quién me contrata en el trabajo, pero
no me interesa en lo más mínimo. Es cosa de ellos, sean quienes sean.
Semanas después, todavía sigo sin subir las
persianas de las ventanas. No me gusta que entre mucho sol a mi pequeño
apartamento, que me he enterado que es mío y de nadie más. Igual, no quiero
saber. Me paso los días pensado y eso me tortura y el trabajo desde casa no
ayuda mucho. A veces me despierto en la noche sudando y pensando que estoy de
nuevo en la celda. Pero olvido que he cambiado de cárcel.