Nunca tuvo problemas para aceptarse como
era. El problema fue saber quién era y eso tomaría tiempo pero tiempo siempre
hay, otra cosa es que lo malgastemos o no sepamos manejarlo adecuadamente.
Desde relativamente joven supo que le gustaban otros hombres y eso jamás fue un
punto de duda o preocupación, no más de lo normal ya que todos los jóvenes
tienen problemas o preocupaciones a la hora de encontrar alguien con quien
pasar el tiempo. Pero no era algo que él pensara mucho.
El colegio… Bueno, el colegio era lo era, un
lugar lleno de gente por todos lados y la insistencia de todos y todas a
tenerle miedo a los exámenes. Siempre temidos y nunca entendidos, los exámenes
siempre han sido el temor número uno de los estudiantes. Muchas veces, parecen
ser decisivos para toda la vida cuando en verdad no lo son. Hay tanta presión
en un colegio y sobre todo el mundo, que es casi imposible no ver como alguien
se quiebra bajo la presión. Él conoció chicas que se embarazaban por tontas, no
por nada más y chicos que hacían tantos deportes que cualquier ojo agudo
hubiera dudado de su sexualidad. Pero no en el colegio, no en un lugar donde
todos tienen en común ese susto inexplicable ante el futuro.
No es eso triste? Siendo el colegio la única
etapa de la vida donde no tenemos que tomar decisiones serias, el único momento
en el que no tenemos responsabilidades, sería bueno que incentiváramos su
aprovechamiento en vez de solo recurrir al miedo colectivo ante número y
personalidades que en la vida futura no van a significar nada. Que si era una
chica que había tenido varios novios o solo uno, que si era un chico que jugaba
muchos deportes o se dedicaba por completo al colegio. Eso no importa, a la
vida, al mundo, no le interesan esos detalles.
Él era un chico promedio. Nunca se destacó por
nada y tal vez eso fue lo que lo mantuvo a flote. Esa falta de reconocimiento,
que puede ser catastrófica en una edad tan temprana, fue tal vez un arma de
doble filo que lo mantuvo vivo pero sumido en la desesperación. Porque si algo
anhelaba con ansias era el futuro. No sabía que habría allí para él pero
seguramente sería mucho mejor que un lugar en el que no era nadie ni nada.
Porque eso es lo que más duele en la vida de cualquier ser humano, sea un niño
o sea adulto. El sentimiento de no ser importante en el gran esquema de las
cosas, es uno que cobra bastante al intelecto y a la autoestima. Y todos
sabemos lo grave que puede ser un bajonazo de autoestima.
Los grandes exámenes, los que de verdad
importaban, pasaron. Tanta preparación y tanta expectativa para darse cuenta
que ese camino de los exámenes no era el suyo. Tampoco le fue mal ni muy bien,
fue promedio, como siempre. Pero después de pasado el susto, se dio cuenta que
había vencido el miedo a los exámenes y de ahí en adelante no tuvo miedo de que
lo evaluaran o juzgaran. Puede que afecte un poco, siempre pasa, pero la
importancia que se le da es mínima. Él se había dado cuenta que la vida tocaba
vivirla para él mismo y no para los demás. Obviamente nadie vive solo en el
mundo pero es esencial vivir en paz con uno mismo o sino no hay manera de
avanzar o de hacer nada.
Cuando entró a la universidad, por fin pudo
sentir que podía ser él mismo. Antes ocultaba quien era, lo que le gustaba e
incluso lo que sabía. Pero ya desde el último año del colegio dejó salir todo
poco a poco y para el primer semestre de su carrera, fue casi una persona
distinta. Ahora era más extrovertido, aunque todavía reservado y dedicaba su
tiempo a aquellas cosas que de verdad le apasionaban. Ya no había matemáticas,
ni física ni nada de esas cosas que siempre le dijeron que iban a ser útiles
pero por las cuales ya no tendría que preocuparse. Eso había quedado en el
pasado. Ahora había nuevas cosas, nuevas
experiencias y nuevas ideas por explorar y vivir.
Sí, el sexo empezó más o menos en esa época o
antes. Fue algo más bien casual, que inició casi a propósito, como para
quitarse eso de la mente y de su lista de cosas por hacer. Tanta gente piensa
que ese debe ser un momento para recordar toda la vida o algo tan especial como
si se tratase de un evento único en el mundo cuando la verdad es que es algo
bastante rudimentario y básico. Es normal que cada quien quiera que se trate de
un momento único pero es casi imposible que eso pase. El sexo, siendo algo
físico, es un poco desastroso sobre todo si se trata de una persona que jamás
lo ha vivido. Entre más se hace, más se perfecciona, como tocar un instrumento.
Su primera vez fue rápida, placentera y
bastante casual. Fue un novio de un par de meses, alguien menor que él pero con
un cerebro bastante atractivo. Era lindo. Años después, eso era lo único que
recordaba. Y la textura de sus labios. Es extraño pero hay cosas que jamás se
olvidan, como olores o sabores o texturas. Y en este caso eran los labios de
ese chico y su pelo alborotado. La cosas terminaron pronto porque no tenía como
sostenerse por mucho tiempo. Al fin y al cabo, ambos estaban en esa etapa
exploratoria, casi de investigación. Y nada en esa etapa dura mucho y ella puede
durar muchos años.
Después hubo otro par de novios de ese tipo,
con ninguno tuvo relaciones sexuales, solo besos y abrazos y reconocimiento
mutuo. Pero como se dijo antes, eran relaciones que no duraban porque no tenían
como hacerlo. Además, algunas de esas personas vivían todavía en la sombra de
sus propias vidas y eso era algo con lo que él no quería tener nada que ver. Se
aceptaba a si mismo y estar con alguien que no lo hacía era contraproducente.
Su primer y único novio era así: libre en todo
el sentido de la palabra. Además, era un chico muy lindo, algo rubio y mayor.
De pronto fue esa la combinación perfecta pero la relación funcionó y fue él
mismo que le puso fin, por miedo y porque en ese momento no se sentía listo
para algo tan serio. El otro chico no tuvo la culpa, de ninguna manera. Era una
persona que sabía lo que quería pero estaba enredado en buscar el amor primero
fuera de si mismo y luego dentro. Años después lo entendería y sería feliz por
su lado.
Mientras tanto, fue avanzando en la
universidad y adquirió sus primeros verdaderos amigos. Eran mujeres y eso tenía
una simple explicación: toda la vida se le había hecho difícil comunicarse y
establecer puentes con otros hombres porque estos eran mucho más cerrados a
todo, o eso parecía. Las mujeres, en cambio, eran mucho más divertidas y menos
simples. Entre clase y clase iban las risas y las historias y la imaginación en
común. Fue su mejor momento, sin duda. Compartir de verdad por primera vez y
sentir que pertenecía a ese lugar y a ese momento. Obviamente, no lo supo en el
momento pero no demoró en descubrirlo por si mismo.
Salió entonces de la universidad y luego del
país. En la universidad salió con otros chicos, tuvo sexo casual y fracasos de
muchos tipos. Pero eso no importaba. Porque, por raro que parezca, el amor
nunca fue una prioridad. En cambio la felicidad sí y he ahí el problema, la
coyuntura. Como se puede ser feliz sin amor, se preguntarán muchos? Se puede,
sin duda que se puede porque el amor no es uno así como la felicidad no es una.
Hay de todo tipo de combinaciones y gracias a esas era que él sobrevivía. El
amor en forma de amistad le daba ese empujón que no recibía del romance o la
pasión y el amor de él hacia lo que hacía lo impulsaba también.
Vivió solo y lejos por un tiempo y supo quien
era en realidad. Descubrir el rostro verdadero debajo de la máscara que estamos
obligados a llevar toda la vida es algo difícil y hasta traumático pero la
tranquilidad que le sigue a semejante revelación es algo que muchas veces no se
puede explicar. Además, aprendió a vivir por si mismo, a seguir buscando lo que
le alegraba el día y la vida y seguir adelante.
Ha habido tropiezos. Y quien no los tiene?
Todavía tiene dolores del pasado porque aunque él aceptó quien era desde joven,
no aceptó tan rápido otros aspectos de su persona como su físico, como su vida
que siempre parecía ir más lenta que las demás. Ese sentimiento de que todo
parecía pasarle a otros pero no a él, lo subyugó por mucho tiempo. Y ahí venían
los tropiezos, las crisis que podían durar meses o tan solo unos segundos. Ese
dolor que viene desde adentro y que nadie puede quitar sino uno mismo. Todavía
lo tiene allí, plantado como si fuera un árbol inamovible, enorme y terrorífico.
Puede que sea algo que jamás se pueda remover.
Puede que sea una de esas cosas con las que hay que vivir y si así es pues que
más da. Ya su cuerpo había recibido golpes de su propia mano. El odio, el
desespero, la impaciencia, el simple dolor lo habían llevado a ello. Pero con
la vista de sangre supo que había tocado un fondo al que nunca más quería
volver y desde ahí se tomó las cosas con más calma, tratando de no volver nunca
a la oscuridad de la que había salido pero que se empeñaba en halarlo y
envolverlo en sombras. No llevaba una treintena pero sentía a veces ser una de las criaturas más viejas del mundo.
Esa es una de las miles de millones de vidas
que ha habido. No es única ni rara. Tampoco especial o rara. Pero es una de
todas y, en un mundo tan extraño como el nuestro, debería ser algo cuando menos
visible.