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martes, 7 de abril de 2015

Visible

   Nunca tuvo problemas para aceptarse como era. El problema fue saber quién era y eso tomaría tiempo pero tiempo siempre hay, otra cosa es que lo malgastemos o no sepamos manejarlo adecuadamente. Desde relativamente joven supo que le gustaban otros hombres y eso jamás fue un punto de duda o preocupación, no más de lo normal ya que todos los jóvenes tienen problemas o preocupaciones a la hora de encontrar alguien con quien pasar el tiempo. Pero no era algo que él pensara mucho.

 El colegio… Bueno, el colegio era lo era, un lugar lleno de gente por todos lados y la insistencia de todos y todas a tenerle miedo a los exámenes. Siempre temidos y nunca entendidos, los exámenes siempre han sido el temor número uno de los estudiantes. Muchas veces, parecen ser decisivos para toda la vida cuando en verdad no lo son. Hay tanta presión en un colegio y sobre todo el mundo, que es casi imposible no ver como alguien se quiebra bajo la presión. Él conoció chicas que se embarazaban por tontas, no por nada más y chicos que hacían tantos deportes que cualquier ojo agudo hubiera dudado de su sexualidad. Pero no en el colegio, no en un lugar donde todos tienen en común ese susto inexplicable ante el futuro.

 No es eso triste? Siendo el colegio la única etapa de la vida donde no tenemos que tomar decisiones serias, el único momento en el que no tenemos responsabilidades, sería bueno que incentiváramos su aprovechamiento en vez de solo recurrir al miedo colectivo ante número y personalidades que en la vida futura no van a significar nada. Que si era una chica que había tenido varios novios o solo uno, que si era un chico que jugaba muchos deportes o se dedicaba por completo al colegio. Eso no importa, a la vida, al mundo, no le interesan esos detalles.

 Él era un chico promedio. Nunca se destacó por nada y tal vez eso fue lo que lo mantuvo a flote. Esa falta de reconocimiento, que puede ser catastrófica en una edad tan temprana, fue tal vez un arma de doble filo que lo mantuvo vivo pero sumido en la desesperación. Porque si algo anhelaba con ansias era el futuro. No sabía que habría allí para él pero seguramente sería mucho mejor que un lugar en el que no era nadie ni nada. Porque eso es lo que más duele en la vida de cualquier ser humano, sea un niño o sea adulto. El sentimiento de no ser importante en el gran esquema de las cosas, es uno que cobra bastante al intelecto y a la autoestima. Y todos sabemos lo grave que puede ser un bajonazo de autoestima.

 Los grandes exámenes, los que de verdad importaban, pasaron. Tanta preparación y tanta expectativa para darse cuenta que ese camino de los exámenes no era el suyo. Tampoco le fue mal ni muy bien, fue promedio, como siempre. Pero después de pasado el susto, se dio cuenta que había vencido el miedo a los exámenes y de ahí en adelante no tuvo miedo de que lo evaluaran o juzgaran. Puede que afecte un poco, siempre pasa, pero la importancia que se le da es mínima. Él se había dado cuenta que la vida tocaba vivirla para él mismo y no para los demás. Obviamente nadie vive solo en el mundo pero es esencial vivir en paz con uno mismo o sino no hay manera de avanzar o de hacer nada.

 Cuando entró a la universidad, por fin pudo sentir que podía ser él mismo. Antes ocultaba quien era, lo que le gustaba e incluso lo que sabía. Pero ya desde el último año del colegio dejó salir todo poco a poco y para el primer semestre de su carrera, fue casi una persona distinta. Ahora era más extrovertido, aunque todavía reservado y dedicaba su tiempo a aquellas cosas que de verdad le apasionaban. Ya no había matemáticas, ni física ni nada de esas cosas que siempre le dijeron que iban a ser útiles pero por las cuales ya no tendría que preocuparse. Eso había quedado en el pasado. Ahora había nuevas cosas, nuevas experiencias y nuevas ideas por explorar y vivir.

 Sí, el sexo empezó más o menos en esa época o antes. Fue algo más bien casual, que inició casi a propósito, como para quitarse eso de la mente y de su lista de cosas por hacer. Tanta gente piensa que ese debe ser un momento para recordar toda la vida o algo tan especial como si se tratase de un evento único en el mundo cuando la verdad es que es algo bastante rudimentario y básico. Es normal que cada quien quiera que se trate de un momento único pero es casi imposible que eso pase. El sexo, siendo algo físico, es un poco desastroso sobre todo si se trata de una persona que jamás lo ha vivido. Entre más se hace, más se perfecciona, como tocar un instrumento.

 Su primera vez fue rápida, placentera y bastante casual. Fue un novio de un par de meses, alguien menor que él pero con un cerebro bastante atractivo. Era lindo. Años después, eso era lo único que recordaba. Y la textura de sus labios. Es extraño pero hay cosas que jamás se olvidan, como olores o sabores o texturas. Y en este caso eran los labios de ese chico y su pelo alborotado. La cosas terminaron pronto porque no tenía como sostenerse por mucho tiempo. Al fin y al cabo, ambos estaban en esa etapa exploratoria, casi de investigación. Y nada en esa etapa dura mucho y ella puede durar muchos años.

 Después hubo otro par de novios de ese tipo, con ninguno tuvo relaciones sexuales, solo besos y abrazos y reconocimiento mutuo. Pero como se dijo antes, eran relaciones que no duraban porque no tenían como hacerlo. Además, algunas de esas personas vivían todavía en la sombra de sus propias vidas y eso era algo con lo que él no quería tener nada que ver. Se aceptaba a si mismo y estar con alguien que no lo hacía era contraproducente.

 Su primer y único novio era así: libre en todo el sentido de la palabra. Además, era un chico muy lindo, algo rubio y mayor. De pronto fue esa la combinación perfecta pero la relación funcionó y fue él mismo que le puso fin, por miedo y porque en ese momento no se sentía listo para algo tan serio. El otro chico no tuvo la culpa, de ninguna manera. Era una persona que sabía lo que quería pero estaba enredado en buscar el amor primero fuera de si mismo y luego dentro. Años después lo entendería y sería feliz por su lado.

 Mientras tanto, fue avanzando en la universidad y adquirió sus primeros verdaderos amigos. Eran mujeres y eso tenía una simple explicación: toda la vida se le había hecho difícil comunicarse y establecer puentes con otros hombres porque estos eran mucho más cerrados a todo, o eso parecía. Las mujeres, en cambio, eran mucho más divertidas y menos simples. Entre clase y clase iban las risas y las historias y la imaginación en común. Fue su mejor momento, sin duda. Compartir de verdad por primera vez y sentir que pertenecía a ese lugar y a ese momento. Obviamente, no lo supo en el momento pero no demoró en descubrirlo por si mismo.

 Salió entonces de la universidad y luego del país. En la universidad salió con otros chicos, tuvo sexo casual y fracasos de muchos tipos. Pero eso no importaba. Porque, por raro que parezca, el amor nunca fue una prioridad. En cambio la felicidad sí y he ahí el problema, la coyuntura. Como se puede ser feliz sin amor, se preguntarán muchos? Se puede, sin duda que se puede porque el amor no es uno así como la felicidad no es una. Hay de todo tipo de combinaciones y gracias a esas era que él sobrevivía. El amor en forma de amistad le daba ese empujón que no recibía del romance o la pasión y el amor de él hacia lo que hacía lo impulsaba también.

 Vivió solo y lejos por un tiempo y supo quien era en realidad. Descubrir el rostro verdadero debajo de la máscara que estamos obligados a llevar toda la vida es algo difícil y hasta traumático pero la tranquilidad que le sigue a semejante revelación es algo que muchas veces no se puede explicar. Además, aprendió a vivir por si mismo, a seguir buscando lo que le alegraba el día y la vida y seguir adelante.

 Ha habido tropiezos. Y quien no los tiene? Todavía tiene dolores del pasado porque aunque él aceptó quien era desde joven, no aceptó tan rápido otros aspectos de su persona como su físico, como su vida que siempre parecía ir más lenta que las demás. Ese sentimiento de que todo parecía pasarle a otros pero no a él, lo subyugó por mucho tiempo. Y ahí venían los tropiezos, las crisis que podían durar meses o tan solo unos segundos. Ese dolor que viene desde adentro y que nadie puede quitar sino uno mismo. Todavía lo tiene allí, plantado como si fuera un árbol inamovible, enorme y terrorífico.

 Puede que sea algo que jamás se pueda remover. Puede que sea una de esas cosas con las que hay que vivir y si así es pues que más da. Ya su cuerpo había recibido golpes de su propia mano. El odio, el desespero, la impaciencia, el simple dolor lo habían llevado a ello. Pero con la vista de sangre supo que había tocado un fondo al que nunca más quería volver y desde ahí se tomó las cosas con más calma, tratando de no volver nunca a la oscuridad de la que había salido pero que se empeñaba en halarlo y envolverlo en sombras. No llevaba una treintena pero sentía a veces ser una de las criaturas más viejas del mundo.


 Esa es una de las miles de millones de vidas que ha habido. No es única ni rara. Tampoco especial o rara. Pero es una de todas y, en un mundo tan extraño como el nuestro, debería ser algo cuando menos visible.

jueves, 12 de marzo de 2015

Sentir

   No sientes a veces que es difícil volver? Volver a ese momento exacto en que fuiste interminablemente feliz, en que experimentaste la más grande paz que jamás haya nadie sentido en esta vida? No importa si fue realidad o si fue un sueño o incluso algo entre los dos. No, lo que importa es que estuviste allí, lleno de esperanza o de miedo, de excitación o de asco. Sentiste y no hay nada más hermoso que eso.

 El miedo es un gran aliado, por ejemplo. Nos deja saber que hay peligro y nos mantiene a salvo, a expensas, muchas veces, de nuestra salud e incluso de nuestra reputación. A veces cuando respondemos al miedo se nos tilda de cobardes o miedosos. Y que? Y que si lo somos? Orgullosos deberíamos de estar de ser unos cobardes que responden a la química básica de la naturaleza que, en su gran sabiduría, quiso que tuviéramos formas de escapar y de seguir viviendo. De pronto creyó que valía la pena mantenernos vivos aunque, a diferencia de dios, la naturaleza nos hizo y luego nos dejó en paz, a nuestro suerte, sin mirar atrás.

 De allí, parece ser, que sale la esperanza. Esa amalgama de sentimientos que es la esperanza, que es tonta y pasiva, sentándose a esperar sin hacer nada más. Porque eso es lo que es, solo esperar y creer tontamente en algo que simplemente no va a ocurrir. La esperanza es el miedo, el amor y muchos otros mezclados en uno. La esperanza es algo que, al final, no sirve de nada porque no ayuda en nada. La mejor forma de luchar es con manos y dientes y nuestra mente, que son lo único que tenemos. Esperar a ver no sirve a menos que se trate de un tiempo de reflexión, algo muy distinto.

 La esperanza fue aquella tonta que inventó la religión, que no acaba de ser nada más que ponerse una banda sobre los ojos y confiar en lo que otros dicen o hacen respecto a nuestra existencia como seres humanos. Yo no creo en bandas. Creo en la liberación del espíritu y la esperanza no es liberación sino esclavitud de la mente a ideas que pueden o no ser reales. No, yo prefiero experimentar sentimientos de verdad.

 La felicidad es uno de esos, uno de los mejores y más simples. A diferencia de lo que muchos dicen, la felicidad es bastante fácil de conseguir. Lo difícil es conservarla porque, siendo seres egoístas como lo somos, queremos todo para siempre y a la mano, no nos queremos mover de nuestra comodidad, incluso si eso nos ayudase a vivir de verdad la única vida que tenemos. Pero a veces nos dejamos llevar y, acaso no somos mucho más felices cuando lo hacemos? Así sea por unos segundos, la felicidad puede llegar de acciones tan simples como el ver a otro ser humano. A veces con eso basta.

 Deberíamos aprender a disfrutar esos momentos, en vez de vivir quejándonos respecto a su efímera existencia. Lamentablemente los seres humanos no vivimos los momentos sino que nos desgastamos queriendo preservarlos, como si un sentimiento, un momento en el tiempo incluso, pudiesen ser encerrados en una caja de cristal para poder apreciarlos una y otra vez a lo largo de nuestra vidas. Pero sabemos que eso no es así. Una foto nos recuerda el sentimiento pero nada más. No nos lleva allí y nunca sentimos exactamente lo mismo al ver el recuerdo. Solo podemos estar allí siempre que los sentimientos ocurran, para vivirlos en el momento y dejar de pensar en atrás o adelante.

 El placer es otro de esos sentimientos que yacen muchas veces en el pasado y el futuro. Y de la forma más odiosa ya que, con frecuencia, se trata de comparaciones entre una persona y otra, entre un momento y otro. Comparar es algo detestable ya que estamos poniendo todo lo que vivimos en un mismo nivel y eso es simplemente ridículo. No hay una comida más rica que otra, no hay un viaje más placentero que otro ni hay un mejor beso que otro. Puede que con el tiempo la percepción cambie pero en el momento de lo ocurrido los placeres suelen estar al mismo nivel y satisfacen casi siempre igual.

 Obviamente existen las experiencias horribles e incluso asquerosas, no todo es una cama de rosas en la vida. Pero incluso esas experiencias no pueden clasificarse, porque son únicas a su momentos, a su manera de haber sido sentidas. A veces desechamos muy rápido las experiencias que repudiamos pero también de ellas se aprende ya que definimos quienes somos a partir de lo que nos gusta y lo que no.

 Precisamente por todo esto es que es una idiotez, del tamaño de una casa, el decidir olvidar algo o a alguien a voluntad. No hay nada más odioso e infantil que creer que con olvidar algo se soluciona la vida o el dolor es menos. Todos sabemos que eso no es cierto. Todos sabemos, así no lo hagamos, que lo que de verdad llena de calma nuestra mente es saber. Simplemente eso. Saber que ocurre a nuestro alrededor y tener todos los datos. Al final y al cabo somos seres curiosos, que todo lo que quieren averiguar y saber. Nuestra humanidad está basada en ese afán de saber cada vez más.

 Por eso mismo negarse a la realidad, a los hechos, es una ridiculez. Si sufriste, si te han herido, si hay algo que te atemoriza o que te desafía solamente aprende de ello. Hacer como cualquier científico o investigador es lo mejor y lo natural: aprender porque pasan las cosas y que es lo que pasa en realidad. Así se desprende todo en pedazos más pequeños, más fáciles de absorber por nuestra mente y es así como se encuentra un equilibrio mental más seguro, una paz de espíritu que nada más da sino saber, aprender y enfrentar la realidad.

 La valentía es otro de esos sentimientos. Y para ser tan real, tan físico, a veces parece que se trata algo imaginario o que nunca nos parece lo suficiente. Es efímero en muchas ocasiones y no sale cuando lo buscamos sino cuando mejor le parece. Casi nadie es valiente por decisión consciente sino por un impulso, más allá de su entendimiento, que lo lleva a hacer algo que otros pueden considerar como una acto de bondad arriesgado pero exitoso. Los que fingen ser valientes siempre lo que tienen es miedo de decepcionar y vale la pena decir que la valentía real nunca se relaciona, ni en lo más mínimo, con el miedo.

 En todo esto es cuando entra, con frecuencia, a jugar nuestros instintos más básicos. Se trate de procrear o de defender a nuestra familia, hay ciertas cosas que no decidimos que simplemente entran en juego porque somos seres biológicos, animales inteligente pero animales al fin y al cabo. Esa pasión que no para cuando vemos a alguien que nos gusta, cuando por fin podemos estar a solas con esa persona, ese es un instinto animal puro, un sentimiento ancestral que busca preservar nuestra especie.

 Lo cómico que tiene este sentimiento es que no hay manera real de controlarlo. Es más él que nos controla y se olvida de todo, incluso de las posibilidades reales que hay de procreación, con quien sea que estemos en el momento. Incluso si nuestra mente sabe que somos dos hombres, dos mujeres o que estamos con alguien que no puede procrear, la pasión elimina todas esas reflexiones y no deja más que l puro instinto animal, que reside muy profundo en nuestro subconsciente y que nadie, ni el más inteligente ni el más idiota, pueden controlar.

 La vergüenza puede entrar a jugar muchas veces cuando el placer se va y volvemos a ser nosotros, los que tienen dominio sobre sí mismos. Lo hermoso del placer verdadero, no del falso que muchas personas reclaman tener con cada persona que conocen, es que simplemente pone a un lado todo lo demás que pueda estar ocurriendo, todo lo demás que exista en el mundo incluso las inseguridades más latentes de cada uno.

 A causa de la evolución humana, nos hicieron avergonzarnos de nuestros cuerpos y es algo que hasta ahora estamos tratando de eliminar. Se nos implantó, a la fuerza, un sentimiento de culpa y miedo que terminó llamándose vergüenza. Se parece un poco a la esperanza en cuanto a que no es un sentimiento puro sino una mezcla de muchas cosas. La vergüenza, un poco como la esperanza, tiende a ahogar poco a poco la personalidad de las personas, cohibiendo ciertos comportamientos y amaestrándolos poco a poco, llevándolos a ser criaturas pérdidas.

 De ahí nace la creciente inseguridad que todos sentimos en el mundo de hoy. Y ese, ese un sentimiento oscuro y asesino. La esperanza y la vergüenza son juguetes para niños al lado de la inseguridad, aquella que crea miedos tan profundos que es imposible llegar a la persona detrás de todo los velos oscuros impuestos por un sentimiento que la sociedad, como grupo, impone en todo el mundo. Lo malo es que no todos saben como luchar contra ella. Nadie la elimina por completo pero la controlan o la ignoran. Otros, al contrario, se entregan a ella y dejan de ser. Y no hay nada peor que eso.

 Los sentimientos pueden ser nuestra perdición o nuestra más grande y hermosa realidad. Independientemente de cualquier cosa, hacen parte de quienes somos, nos hacen ser y nos hacen hacer. Gracias a ellos existimos y por ellos podríamos dejar de existir. Sentir es, sin duda, una experiencia demasiado buena para dejarla pasar.

viernes, 23 de enero de 2015

Lo de siempre

 - Sabes? Siempre quise ser como él.
 - Como?
 - Libre.

 Martina se removió en su asiento, como si mi declaración del momento fuese altamente fastidiosa.

 - A quién le importa?
 - A mi.
 - No te sientes libre? No te sientes en paz contigo mismo?
 - Porque te molesta que diga algo así? Es verdad. Estoy atrapado      aquí, en mi mismo.
 - Y que es lo que tanto necesitas hacer? Que es lo que necesitas      para hacerte libre?

 Me puse de pie. Definitivamente podrá ser mi mejor amiga pero a veces no entiende nada.

Quisiera tener la capacidad de hacer lo que se me de la gana.
Eso lo entiendo pero que es lo que quieres hacer? No entiendo que   te fastidia tanto de tu vida.
Siempre me fastidia algo, ese el problema.

 Martina se puso también de pie y empezamos a caminar. Por un tiempo, guardamos silencio, cada uno preparando su siguiente argumento. No era la primera vez que hablábamos del tema y ciertamente no sería la última. Pero esa vez se sentía diferente.

Has viajado, has conocido, estudiaste más.
Y?
Como que “y”? Muchos quisieran hacer eso mismo.
Y a mi que me importa?

 Para decir eso me detuve, cansado de oír siempre el mismo argumento. Cansado de siempre tener que sentirme mal por alguien más que no conozco porque, por alguna razón, no tuvieron oportunidades.

 Es acaso mi culpa? No puedo querer más solo porque he hecho lo que he vivido? No es justo. Y se lo dije a Martina.

En eso tienes razón pero todavía no me dices que quieres de la       vida.
No tengo trabajo.
No es fácil. Ya te he dicho que tienes que seguir intentando hasta   que…
Hasta que qué? Hasta que me salgan raíces y mis papás cometan       asesinato por no ser de utilidad para la humanidad?

 Martina resopló. No era fácil ser amiga mía, lo sabré yo. Ella vive una vida diferente y yo siempre he dicho que es imposible, por esa misma razón, dar consejos de gran utilidad. Los amigos, sean quienes sean, solo pueden dar direcciones, como si uno estuviera perdido en una ciudad enorme. Ya depende de uno interpretar esas direcciones y ver si, en el camino, no se descubre un nuevo camino para llegar al destino deseado.

Nunca harán eso.
Como sabes?
Porque lo dudo mucho.

 A eso, no tenía respuesta.

Quisiera tener una vida sexual, por ejemplo.

 Martina de pronto estalló en risas, como si hubiera dicho uno de los mejores chiste que jamás hubiese escuchado.

No seas ridículo.
Tampoco puedo desear eso?
Sabes que si quisieras tendrías una vida sexual más activa, la       tendrías. No creo que te sea muy difícil.
Recuerdas mi pequeña estadía en cierta clínica, o no?

 Mi amiga sabía bien que yo había estado internado en un hospital psiquiátrico por tratar de suicidarme. La verdad es que sabía muy bien como hacerlo pero solo quise llamar la atención. No tuve tanto éxito como hubiese querido.

Siempre sacas eso.
No sabes como es hoy en día entre hombres.
Una mujer no sabe como es sentirse menos que los demás? En que mundo vives?
Touché.

 Seguimos caminando, saliendo del parque y caminando después por una avenida grande con varios negocios de lado y lado. Después de unos minutos sin hablar, le señalé a Martina una heladería y ella asintió. Entramos, pedimos los helados, ella los pagó y nos sentamos en una mesita en la terraza del sitio. Hacía sol, por alguna razón, así que nos sentamos allí a mirar pasar la gente. Siempre son amigos de verdad, si pueden preservar un silencio y no es incomodo.

Entonces es el trabajo y el sexo. O hay más?
Quisiera vivir solo.
Y para eso necesitas dinero.
Exacto.
Que se consigue con trabajo.
Así es.
Entonces estás jodido.

 No pude contener la risa. Casi se me cae el cono de helado al piso y tuve que contenerme ya que el frío del helado me hacía toser violentamente. Cuando por fin me calmé, Martina me miraba burlonamente.

Y como lo tomas? Que haces para lograr eso?
Nada. Hago lo que hago siempre.
Y eso te ha servido.
No.
Entonces has otra cosa.
Como que? Venderme al mejor postor y trabajar en cualquier puesto   mediocre?
Porque no?
Porque ya he tratado y tampoco han querido contratarme. No me       quieren ni para voltear hamburguesas.

 Esta vez fue Martina que rió como loca. Afortunadamente había pedido su helado en una vaso de plástico, ya que de la risa se le resbaló al piso y cayó con un sonido sordo, sin voltearse. Lo recogió tratando de reír menos y se echó una cucharada a la boca, para calmarse totalmente.

No sé que hacer.
Ya habrá algo. Puedes estudiar algo…
Ya he estudiado lo suficiente, lo que supuestamente da más trabajo   pero, ya ves.
- No importa. Puedes hacerlo para distraerte.
Más dinero para que gasten mis papás.
Y?

 Esta vez la miré como si se hubiese vuelto loca.

Me da lástima hacerlos gastar más dinero.
Pero puedes preguntar, no? Que tal que acepten que quieras           estudiar otra cosa o trabajar en otra parte? Créeme, si te tienes   que ir, vete. El mundo hoy en día es como una ciudad muy grande,     no es tan difícil como antes.
Ya lo he hecho recuerdas.
Y sé que debiste quedarte allá.
Lo sé, créeme que lo sé.
En todo caso, ten paciencia.

 Suspiramos los dos, al mismo tiempo. Compartimos una sonrisa y luego terminamos nuestros helados.

 De camino a la parada del bus, decidí preguntarle a Martina sobre sus cosas, su vida. Siempre nos enfocábamos mucho en mi y eso me hacía sentir culpable. Me contó lo que debía saber y yo no hablé en todo el rato, solo escuchando y asintiendo en los momentos propicios.

 Cuando por fin llegamos, nos abrazamos con cariño.

No te vuelvas loco pensando. Deja que las cosas pasen y trata de     no dejar ir las oportunidades cuando se presenten. Eso es lo         importante.

 Como el bus estaba frenando, solo tuvimos cerca de acordar que nos veríamos de nuevo en unas semanas. Le sonreí cuando estaba ya adentro y luego se fue.

 Martina tenía razón, sin duda. No podía castigarme a mi mismo, de nuevo, por lo que no era o no estaba. Ya había hecho eso mucho tiempo en mi vida, torturándome por no ser, parecer, tratar, intentar, ver o hacer. Pero ya no, no puedo seguir así.


 Así que decidí que, aunque todo me preocupa todo el tiempo, me iba a relajar e iba a pensar todo con cabeza fría e iba a disfrutar de la vida que tenía porque tal vez el cambio no demore tanto como parece.