jueves, 16 de julio de 2015

De vuelta

   Martín y Valeria entraron al lugar lentamente. Valeria parecía estar a punto de explotar y Martín parecía querer salir corriendo. Estaba claro que para ambos la experiencia era totalmente diferente. Apenas subieron los escalones, vieron a muchos conocidos. Algunos los miraban de arriba abajo como si fueran dos escarabajos gigantes, y otros los saludaban con una efusividad que Valeria tomaba como sincera y Martín como la falsedad más grande en todo el recinto. Se acercaron a una mesa donde había un gran libro que firmaron con sus nombres y después pasaron a la mesa de vinos donde Martín se tomó una copa sin respirar, casi ahogándose en el proceso. Tal vez esa era su meta.

 Todos estaban en el recibidor del lugar. La gente hablaba en pequeños grupos y todo volvía a parecerse a como cuando estaban en el colegio y era hora de almorzar. No solo la gente peleaba por las mejores mesas, que en verdad no existían, sino que también decidían, como si se tratase de un club tremendamente exclusivo, quién y porque se sentaban en cada espacio. A Valeria no le molestaba. Tan pronto tuvo su vino se fue casi corriendo adonde una amiga que no veía hacía años y empezaron a hablar como si el tiempo no hubiese pasado. Martín, en cambio, se quedó al lado del vino y decidió permanecer en ese punto de ventaja por toda la noche si era posible. Todavía no entendía como era que Valeria lo había convencido de venir y menos aún de vestirse para semejante evento pero allí estaba y no había nada que pudiese hacer al respecto.

 Observó a su alrededor y se dio cuenta que habían adornado el lugar con demasiados detalles: globos de colores, cintas y, en donde había espacio en las paredes, había fotografías de la época en la que estaban en el colegio, hacía ya más de 10 años. Martín tomó su segunda copa de vino, bebió un poco y se puso a mirar las fotos. La mayoría mostraban siempre al mismo grupo de personas, sonriendo y fingiendo que vivían el mejor momento de sus vidas. Aunque para ellos tal vez sí lo era… Martín siempre había pensado que en secreto todo habían odiado la escuela tanto como él pero la verdad era que eso no podría ser del todo cierto.

 Observó las fotos como para quemar tiempo y entonces vio que Valeria ya no hablaba con la amiga de antes sino con otra y que hacía señas para llamar la atención de Martín. Pero él, francamente hastiado del lugar y la compañía, fingió atender una llamada y salió hacia un corredor lateral y subió unas escaleras. Allí ya estaría fuera del alcance de la vista de su amiga y de cualquier otro que quisiera fingir que le interesaba su vida. Tomó algo de vino y de nuevo observó el lugar, dándose cuenta que nada había cambiado, ni los colores pasteles de los muros, ni las ventanas que parecían de manicomio ni las escaleras con las que era tan fácil tropezarse. Parecía un edificio congelado en el tiempo.

 Fue cuando miraba para arriba que escuchó voces y pensó que alguien se acercaba de la reunión pero por el corredor no había nada. Era en el segundo piso. En parte por curiosidad pero también como por hacer algo, Martín subió los escalones y escuchó con atención. Las voces venían de uno de los salones, que parecían cerrados con llave. Dos personas hablaban pero la verdad era que no era una conversación sino más bien… Martín casi suelta una carcajada cuando se dio cuenta que las personas allí dentro estaban teniendo relaciones o al menos estaban en algo muy apasionado. La mujer parecía más controlada que el hombre, que a veces gemía de una manera que le causaba mucha gracia a Martín.

 De pronto, a lo lejos, se escucharon varias voces y los pasos de la gente. Debían estar entrando al teatro. Martín se quedó escuchando unos segundos, que casi le valieron ser atrapado pero afortunadamente corrió lo más en silencio que pudo y llegó hasta Valeria que lo miró como si estuviera loco. Se sentaron en la misma mesa, con amigas dos amigas de ella que venían con sus esposos y empezaron a hablar de alguna trivialidad. Martín miraba con atención la puerta para ver quienes entraban con cara de placer o de culpa, podía ser cualquiera de las dos, pero no pude terminar de ver porque el profesor que hacía de maestro de ceremonias dejó caer el micrófono y dejó a la gente sorda por un momento.

 El teatro era de superficie plana y solo la parte donde se desarrollaba el espectáculo era más alta. El auditorio sí era como un teatro más común pero tenían este otro espacio para practicar diversas cosas como conferencias y demás. El caso es que había muchas mesas por todo el espacio y, mientras todo el mundo reía de algún chiste del viejo profesor, Martín miraba cada mesa, buscando signos de quienes podrían haber sido los amantes del salón de clase. Su búsqueda fue de nuevo interrumpida, cuando el profesor empezó a cantar, cosa que lo sacó de su tarea y le recordó lo ridículo del evento. Jamás en su vida había pensado en los profesores del colegio como seres humanos normales y la verdad era que no quería empezar a hacerlo.

  Mientras el hombre cantaba o hacía algo que francamente no me interesó (al fin y al cabo había sido profesor de matemáticas), Martín volvió a mirar a las mesas y por fin vio una mujer que tampoco se reía sino que revisaba su maquillaje en un pequeño espejo. De pronto era ella una de las del salón. La verdad era que Martín no recordaba su nombre, como le pasaba con la mayoría, pero sabía que debía conocerla. De pronto no habían estado en el mismo grupo cuando la graduación pero seguramente la debía haber visto en algún momento. De pronto la mujer subió la miraba y se quedaron viendo unos segundos hasta que de nuevo el profesor dejó caer el micrófono y empezó la cena como tal.

La comida era tal como la recordaba. Parecía que no habían contratado ningún servicio de catering decente sino que más bien le habían puesto nueva tarea a las señoras de la cafetería. Martín recordaba cuando ellas a veces le ponían algo más de comida en el plato y le guiñaban un ojo. Eran unas mujeres muy amables pero la comida que hacían era como para una cárcel. Mientras Valeria seguía ampliando su número de amigos, Martín comió en silencio y olvidó por completo el asunto de los amantes del salón. La comida, la gente, el ambiente, todo le hizo recordar su tiempo en el colegio y lo infeliz que había sido muchas veces pero también esos pequeños triunfos que a veces ocurrían.

 Recordó esas respuestas acertadas en algunas clases, algunas conversaciones interesantes y su gran anhelo por vivir una vida espectacular, donde todo valiera la pena y no fuese como allí, donde nada parecía tener un sentido coherente. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una de las chicas en su mesa, que le preguntó si era el novio de Valeria. Él sonrió y le contestó que de hecho él tambin ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽cho eo de Valeria. El s pensamientos fueron interrumpidos por una de las chicas en su mesa, que le preguntMartones, vién se había graduado de la escuela y entonces la chica lo miró detenidamente y después siguió hablando con los demás. Eso hubiese afectado a Martín en cualquier otra ocasión pero la verdad era que toda esa gente, excepto Valeria, no eran nada para él y jamás lo habían sido. Eran desconocidos y así quería que se quedaran.

  Cuando llegó el postre, una gelatina extraña, Martín se quedó mirando a una mesa cercana y pudo ver que un tipo enviaba mensajes de texto como si no hubiera un mañana. Escribía rápidamente, como nunca nadie lo había hecho, o al menos no que Martín hubiese visto. El tipo sudaba un poco en la frente y su pareja no parecía darse cuenta de lo apurado que estaba. Ese debía de ser el hombre que no podía estarse callado en el segundo piso. Martín sonrió al darse cuenta que la gente todavía podía ser interesante cuando quería. Cuando terminaron con el postre, el profesor subió de nuevo y, esta vez, empezó a alabar a algunos alumnos, Obviamente, a los que les había ido bien con él.

 Uno a uno fueron sonriendo hipócritamente hasta que mencionó el nombre de la mujer del espejo y entonces Martín supo quién era: resultaba que no era un alumna sino una profesora joven que era, nadie más y nadie menos, que la esposa del profesor de matemáticas. Sin ningún reparo, Martín sonrió y fue la primera vez en tantos años que todos se voltearon a mirarlo. Aunque sintió algo de nervios al comienzo, recordó que no le debía nada a nadie y se puso de pie. Les dijo a todos que había reído porque entre ellos habían un secreto pero que prefería dejar que cada uno lo descubriera a su manera. Les deseo un buen sueño esa noche y nada más. Ni suerte, ni besos, ni nada más.


 Cuando todo terminó, Valeria le dijo que iba a ir con una s amigas por unos cocteles y que si quería ir, a lo que Martín respondió previsiblemente que no. Se despidieron y él subió a su automóvil pero antes de arrancar el hombre nervioso, el del celular, se acercó a la ventanilla golpeando con suavidad. Martín sonrió de oreja a oreja y lo saludó. El tipo temblaba como una hoja y al final no pudo decir ni media palabra. Se fue y Martín arrancó, llegando a casa en poco tiempo. Allí estaba su pareja quién le preguntó como le había ido. Martín recordó sus vivencias en el colegio, su soledad, la negligencia de todos y el rencor que sentía todavía. Pero luego respiró y sonrió. Entonces, solo se limitó a contestar: “En mi vida vuelvo a ese nido de locos”. Luego se dieron un beso y se fueron a dormir.

miércoles, 15 de julio de 2015

Secret in the mist

   Mist covered most of the terrain. People could barely see what they were stepping on, so the group that was going through the area had to put a rope around their bodies so they would avoid getting lost. They walked very slowly and they all secretly prayed for the situation to improve. But it had been raining for almost a week, always at sunrise, so the possibility of less mist was far from reality. The group of five people, all botanists, were running out of food and knew very well that if they got lost in that region, they could really endanger themselves as there was only one way out that was easy to follow. There might have been others but no one knew them well and with rain, they may have been cut off.

 One morning, they stopped on top of a mountain that had a very smooth surface and decided to drink some water and look around. Again, they couldn’t see much but they had some high-tech equipment that could tell them where it was they were, at least approximately.  But all the devices that they had brought weren’t going to live forever as batteries ran out and they were not of the kind that you can replace. The group leader, Gregorio, was the one that announced that their GPS system had run put of battery and that the last portion of their journey had to be done with other equipment, more inexact, and by a typical map which was not nearly as good as a GPS. But none in the group had lost hope of getting home soon. But they were tired and hungry.

That day, again, they walked into the mist trying to find the path that would lead them to a military post in the high mountains. From there, they could easily ask for help to get them into the city and far away from that marvelous but mysterious world. They had discovered many plants, some new insects and even a mammal that no human had seen before. They were pretty happy with their discoveries but all specimens could get ruined if they did not get to their lab fast. And in only a couple of days that would start to happen and it was their major concern. So they just walked and walked, nonstop every day, trying to get out of the moorland. But everyday the mist seemed thicker, more dangerous.

 By the fourth day of their expedition to get out of the area, they found some ruins. At first, they thought they were ancient but when they got closer they realized the building that once stood there had to be from the twentieth century and no earlier. They even found the remains of a phone and lots of metal. What was weirder was when Rebecca, one of the two women in the party, discovered many boxes containing medical supplies. They had dates so they could pinpoint that the facility had been in operation eighty years ago. But what did they do there? That facility had never been mentioned in any maps or reports by explorers. And the area were the remains were scattered was all but small.

 The group decided to stay in that area for the night. It was getting colder each passing day and they had to keep the walking controlled because if they got tired, water would run out faster. Only one person, the young Mathias, stayed awake in order to watch out for wild life. Some snakes and even bears were known to inhabit the place and they had to leave someone awake to alert the other if something went on. But when everyone woke up, Mathias was gone. They screamed and walk around looking for him but he would only appear an hour later, with all the bottles and canteens filled with fresh water. He told the group that at night he had heard something and went to fin out what it was and then he discovered a small fall of fresh water.

 Gregorio asked him to show them and they all walked by the edge of a cliff until they saw a tiny stream of water going down the rocks and moss into the cliff. It was like a small waterfall and they all drank from it. Water was fresh, as always in these altitudes. They were so happy for the discovery, they all praised Mathias and laughed at jokes and so on. That was until they heard a sound, a sound that traveled up their spines and to their brain. It was an animal but a horrible animal that made a sound, which was a mixture between a wolf’s growl, a bat’s squeal and a human’s scream. It was the most awful thing they had heard and it was close. The group decided to go up again and just continue through the mist, beyond the ruins.

 But the mist got thicker and the sound seemed to be following them. They were all nervous, not happy anymore. There was something chasing them or at least following them and maybe that had been going on for several days. Something or someone was doing that noise and they only knew they had to get away from that fast and without looking back. But Richard, who was a very curious older man, had to know what it was that they were scared off. He was the last in the line and he was walking slower until he decided to cut off the rope and stay still. The group soon realized he wasn’t there but they couldn’t find him. They yelled his name but he couldn’t hear them. The mist acted like a wall.

 He stood still where had cut off the rope, which he still held in his hand, and tried to open his eyes, all he could. He tried to hear more, to acute his senses but the sound had vanished. He could only hear the wind that had started blowing a bit. He then turn around to catch up with the group but he soon realized that wasn’t going to be easy. He walked around for at least thirty minutes until he gave up and was starting to imagine how he could go back to the waterfall and have some more fresh water. But then something launched itself on Richard and even the group, which was not that far, could hear his screams and the sound that had followed them again. Now, everything seemed amplified and they started running.

 They just ran and covered their ears. They just knew that the voice they had heard was Richard but they preferred to think it was their imagination at work. Which was true was that, if he were ok, he wouldn’t be able to find them anymore. The group suddenly stopped and realized they had finally reached the point in the national park that hey had intended to reach since the beginning. It was the military base. Gregorio rushed inside and the rest of the group stayed outside, still hoping that Richard could find his way to them. They drank some water and then Gregorio came out of the base and just vomited profusely. Everyone was confused. Consuelo, the other woman in the group, ran to him and asked him what happened.

 Gregorio couldn’t speak at first. They gave him water to wash his mouth and drink. When he finally spoke, he was livid, white as the mist hat still covered every part of their surroundings. He told them that inside the base, there was no one. Instead, their bodies were everywhere, pieces and remains all over. And they were relatively fresh, possibly preserved by the cold temperatures of the mountain. Something, he said, had attacked them. No human had done it because they were no weapon marking in the walls or the floor. Besides, and everyone thought he was going to vomit again, it seemed that their bodies had been ripped apart, as if a gigantic beast had attacked them.

 And just then, the noise was heard again, closer than before. They all concluded, without even speaking, that the sound and the beast that had attacked the base where one and the same. Consuelo checked her bad fast and pulled out a flare gun. Mathis did the same and soon they had three flare guns in their hands. As they were botanists and explorers, it made no sense to have a gun. But flare guns were used for rescue. They also had a machete to cut off samples and a few knives. They gathered on one side of the military base and decided to study the map fast. They knew that from there, there was a trail that would lead them to a road that ended in a small town. The journey was many kilometers long, but it was worth the try.

 Soon, they were walking through the trail but they didn’t get very far. The mist got thicker and the moon had come out, announcing night. And then, without any warning, the beast jumped on Mathias and cut off his head. The women screamed and Gregorio shot a flare at him. And then they saw the creature in all its might and realized, horrified that it had a human face and it seemed insane and in pain. The shot more flares, which seemed to confuse the creature. They then ran the opposite direction and just ran, without seeing behind. They thought they would die very soon but the creature didn’t follow them. Hours after, they found the road and, eventually, they reached the small town.

 Military personnel picked them up and the fait of their base was revealed. But it was to late. All the revelations and the truth had come too late and now there was something out and about, a creature beyond anyone’s imagination whose only desire was to kill.

martes, 14 de julio de 2015

Encuentro inesperado

   Había caminado por una hora, más o menos, internándome cada vez más en el bosque, hasta que por fin llegué al punto que el guía me había comentado. Un camino más pequeño y con una pequeña señal ya casi totalmente cubierta por plantas indicaba la presencia de esta vía de acceso. Solo tuve que caminar por algunos minutos más hasta que pude ver las aguas termales. No eran las más conocidas pero decían que mucha gente venía a estas también. Pero no estábamos en vacaciones y precisamente por eso había escogido venir ahora. No había nadie allí así que me dirigí a la zona más alejada de la entrada a este claro del bosque y me senté a un lado del agua con barro que burbujeaba lentamente.

 Hacía unos meses, había tenido un accidente grave. Había estado montando caballo y por razones que n ovale la pena contar ahora, el caballo se asustó y me tiró al piso. Caí y sentí una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Me desmayé y desperté unos dos días después en el hospital. Lo primero que hicieron cuando me desperté fue asegurarme de que no había perdido la movilidad de las piernas pero que sí tendría que hacer terapia porque mi espalda había sufrido una conmoción bastante fuerte al dar contra el piso. Estaba aliviado pero también fastidiado porque cada movimiento era dolor y las terapias eran una tortura para mi. Incluso cuando dejé el hospital, era un karma tener que estar con la enfermera en mi casa, sintiendo dolor casi como eso fuera lo que yo estaba buscando.

 Hice toda la terapia que pude y mejoré bastante. Ya podía correr e incluso caminar por ese terreno de colinas, para llegar a un paraje tan desolado en esa época del año. Pero la espalda todavía dolía y la misma enfermera que me había tratado me había recomendado que fuera a una de las muchas aguas termales que existían. Se supone que los minerales y otros componentes ayudan al cuerpo a repararse con mayor eficiencia. Al menos eso es lo que dicen y la verdad es que yo solo quería estar bien y dejar de quejarme cuando hacía el mínimo movimiento. Así que averigüe donde estaban las mejores aguas termales cerca de mí y resultó que eran aquellas del bosque que la gente visitaba para curarse de varios males.

 De pronto era por la hora, después del almuerzo, pero cuando ya estuve desnudo y a punto de entrar al agua, todavía no había nadie en la cercanías. En esta agua termales era obligatorio entrar sin ropa ya que decían que los trajes de baño podían quedarse allí si se caían o si se rompía la tela o algo por el estilo. Yo de eso no sabía nada pero mejor hacía lo que me decían. El agua era liquida pero algo turbia por el barrio. Sin embargo, al tacto, no tenía nada de consistencia de barro. Eso sí, estaba a una temperatura perfecta, como si la Tierra supiera cual es calor que soporta una persona promedio. Sin pensarlo mucho más, entré al agua y al poco tiempo estaba recostado a un lado, cerca de unas rocas, con los ojos cerrados.

 Era hermoso. Sentir el agua caliente y en movimiento por todo mi cuerpo. Además el dolor sí parecía alejarse de mi, como si se tratase de otra prenda de vestir que tenía que quitarme. Instintivamente miré hacía mi mochila, donde estaba toda mi ropa. No había posibilidad de que nadie la cogiera ya que el lugar estaba desierto. Había elegido el mejor momento para venir y decidí disfrutarlo cerrando los ojos y dejando que el guía hiciese lo suyo, moviéndome ligeramente. Decidí ponerme a sacar ideas de mi cabeza, aprovechando el momento de relajación y me encontré a mi mismo creando un pequeño cuento que desde hace varios meses me rondaba la cabeza. Pero en ese momento lo vi completo y no lo podía creer.

 Abrí los ojos y decidí hundir todo mi cuerpo en el agua y untarme algo del barro en la cara y el cuello. Debía ser bueno para la salud. Así que me hice una mascarilla del cuello para arriba y volví a mi posición anterior, cerrando los ojos. Pero no los tuve mucho tiempo así porque una voz interrumpió mis pensamientos. Era otro hombre, como de mi edad, que entraba a la misma termal. En ese momento me sentí un poco enojado ya que había otras en donde meterse y no había razón para sentarse allí conmigo. Pero no dije nada y simplemente cerré los ojos de nuevo, de pronto eso lo dejaría callado. Pero no fue así. Me saludó y me dijo su nombre entero.

Al comienzo no respondí, pero entonces mi cerebro procesó lo que el tipo había dicho y casi me resbalo en el fondo lleno de barro cuando caí en cuenta de quién tenía en frente. Abrí los ojos y lo vi, igual que yo, con los ojos cerrados y el cuerpo relajado. Por alguna razón había cosas diferentes respecto a él pero tenía que ser la misma persona. Aunque de pronto no era quién yo creía que era. Al fin y al cabo que hay muchas personas con el mismo nombre. Decidí que estaba equivocado y simplemente volví a mi posición anterior, tratando de recordar donde en mi historia fantástica me había quedado. Pero el hombre hizo un comentario del agua y eso me sacó de mis pensamientos. Le respondí que “sí”, aunque no tenía idea de lo que me había preguntado.

Aparentemente la respuesta no había sido la correcta. Lo sentí incorporarse y se disculpó conmigo, diciendo que no había caído en cuenta que no era un lugar para hablar, y menos cuando se venía a pasar un tiempo relajante. Yo le dije que no se preocupara pero él siguió, diciendo que la verdad era que no hablaba mucho con nadie desde que había empezado a tener dolores de espalda agudos. Muchos creían que se los merecía y él mismo dijo que lo más probable es que eso fuese cierto porque él siempre había sido una rata. Por alguna razón, la palabra me llamó la atención y abrí los ojos. De nuevo, me resbalé y casi trago agua.

 Cuando tenía unos diez años, no era el niño más simpático del mundo. Al menos no con otros niños. En casa todo era perfecto, tenía unos padres amorosos y hermanos con los que jugar pero en el colegio las cosas nunca habían ido peor. Hacía poco me había cambiado de colegio y en el nuevo, que era más grande, me sentía más pequeño que nunca. Y al parecer eso se notaba porque los demás me miraban como un bicho raro. Me sentía horrible, como si hubiese hecho algo malo y era algo que aumentaba cada vez que me ignoraban o claramente no querían estar en mi presencia. Fueron años horribles, momentos en los que decían cosas a mis espaldas y otras en mi cara. Había un chico que era especialmente desagradable y no podía creer que ahora lo tenía en frente.

Sí, el extraño parlanchín de las aguas termales era él. Claro que había crecido y todo eso pero sus rasgos eran los mismos. Incluso su cabello casi plateado seguía igual y sus labios delgados que parecían los de un personaje malévolo de alguna serie infantil. Que yo abriera los ojos lo hizo hablar más e incluso quiso estrecharme la mano pero yo no hice nada. No podía moverme de la impresión y lo que menos me interesaba era ofenderlo o no. Era una de las personas que en mi vida me había hecho sentir más miserable y ahora me hablaba como si nada, como si nada nunca hubiese pasado. Y entonces vi mi mano y recordé la mascarilla de barro, que al parecer me estaba protegiendo del pasado.

 El tipo había dicho la verdad cuando me dijo que hablaba con nadie porque habló conmigo como un loro. La verdad es que yo prácticamente no decía nada. Era él el que parloteaba a una velocidad increíble y yo solo pensaba en aquellas palabras odiosas que me había dicho alguna vez. Otra parte del cerebro me decía que él era solo un niño en ese momento y no sabía lo que decía. Pero mi rabia, mi dolor, no podían ser detenido por semejante argumento tan idiota. Lo observé hablando y hablando y entonces pensé que era un regalo más de la naturaleza, traérmelo enfrente, en bandeja de plata. Era mí momento esta vez y lo iba a aprovechar.

 Así que, en mitad de una frase que no estaba escuchando, me acerqué a él y le pegué con un puño y con todas mis fuerzas en la cara. El golpe lo noqueó por un momento. Pensé que iba a pelear, a refutar, a hacer algo. Pero solo se cubrió y empezó a llorar como si tuviera los diez años que yo tenía cuando me torturó a mi. Me lavé el barro del cuerpo y me le acerqué, todavía con rabia. Visiblemente le había dañado el tabique y, aunque no debería, sentía placer de haberlo hecho. Él me miraba con terror pero supe que no sabía quién era yo. Tan solo le dije que eso era por años de tortura y porque necesitaba sacar el odio que había sentido por él por tanto tiempo. Casi podía ver su cerebro funcionar pero no me importó.


 Salí del agua rápidamente y saqué de mi mochila la ropa. No me importó estar mojado. Solo me puse unas sandalias y empecé a caminar hacia la salida. Pero entonces alguien me cogió de un brazo y me di cuenta que era él. Me soltó apenas lo miré con odio y me dijo, sangrando de la nariz, que lo merecía. Que había venido a lavar sus errores pero sabía que nada los quitaría para siempre pero que necesitaba perdón. Yo no sabía que decir, también porque él estaba desnudo diciéndome todo eso. Pero entonces le sonreí y él sonrió y le dije que podía pedirle disculpas a su puta madre. Casi corrí a la salida y por poco me pierdo en el bosque pero cuando llegué a mi auto me sentía mejor, como si me hubiese quitado un edificio de encima. 

lunes, 13 de julio de 2015

New life

   Just before the quake, all the horses left the fields. The Winston’s employees had left them put to pasture but they had no idea of knowing they would behave so strangely right before and after the quake. They never came back and only a couple could be retrieved from other farms. People were too busy attending to the wounded to worry about some horses. The family had not had any casualties but their offices in the city had been destroyed and that was devastating enough. They lived on their bank and their bank was now destroyed. They had data and other offices but it would take time to put everything in order again. Everything was in chaos though, and what remained of the building had been looted once and again.

 Jonathan and Peter, father and son, had decided to leave for the city immediately, in order to focus on the retrieval of data from their other offices in order to rebuild. So they left Regina and Vivian, mother and daughter, alone with their staff. Only the lifetime gardener and one maid had stayed with them. The rest had, comprehensibly, left their jobs to be with their families. Every single family had at least one casualty so people were just gathering and looking to be together, not to split or fight because someone had been lost. The air was also contaminated with this worry, this sentiment of grief and death. Many said that the city, once a thriving metropolis, was now an enormous graveyard and that all efforts should be concentrated on that, because they needed to go back to normal and that was impossible with that feeling in the air.

 The two women waited for days and later weeks. But Jonathan and Peter wouldn’t come back. The last time they had heard of them, they had said that it was better for them to go to their offices in Hong Kong, where all back up was stored in order to put everything back into place but the women had not heard anything from Hong Kong either. They had called them there and the people at the office assured them that no one had come from the main offices to retrieve anything. Regina just asked them to call if they ever knew anything but they never did because her husband and her son would never go there. She was alone with Vivian and they spent the days, wondering and pacing.

 Finally, on one rainy day almost a full month after the quake, a man from the police came t tell them the bad news. Apparently Jonathan and Peter had been caught up in a skirmish of victims against security forces. The first ones were complaining because of the poor medical attention that was being paid to the people. It was obvious many officials and firemen were used to help the rich get their things back, so the mobs went for everyone. Father and son were there when it all started and they were two of first victims, only identifies until recently. Regina fainted as was helped by the policeman and Vivian went very white and just couldn’t say a word.

 Now, the two women were all alone. They had lived like queens but now their reign was over and they had to face the truth. With the bank collapsing as it was, with former friends becoming their enemies, money started to run out. The house couldn’t stay perfect, as it had always been, forever. So they had to take the difficult decision to sell it, and use part of the money to buy a country house, way smaller than their mansion, in a town nearby. The gardener and the maid had to go too and the day they left, it was the first and only day that the women treated them like family. Finally, one day in autumn, the two women took all that they had not sold with the house, and left their manor forever. Neither of them looked back not even for a final glance at the grand house.

 Regina still hoped they could get some of the money back, or at least keep one of their many business. But when people heard they had been left with nothing, they started to pull off from every single business they had ever established. It all went to hell and the women finally realized they had never had any friends but just people that saw them as a trampoline to make their own lives better. They didn’t resent them however, because Regina knew very well that was what her husband had done with many of them too. They were just paying them with the same currency and she couldn’t blame them for that, even at sight of their awful prospects in a house that had nothing on the manor.

 It wasn’t the poorest house in the world as they had two floors, a kitchen, two bathrooms and a small patch to grow vegetables. But that was not how they felt. Fortunate would not have been a word either of them would choose to describe their situation. Vivian was especially sensitive, as she had been courted by a very handsome and rich man just weeks before the tragedy. And now, of course, he had disappeared in thin air and she knew she would never again have such an opportunity to make her life better. Now, no man with prospects would ever look at her and she would be condemned to marry some nobody or to stay alone and bitter.

 But they couldn’t just mourn and complain. Because the money they had saved would run out soon if they didn’t find a way to get things in order. So Regina decided to start growing several types of vegetables in the garden and asked Vivian to go around town and look for a proper job, something decent but with a handsome pay. Vivian complied but that was an impossible task to fulfill. There was no work as many had left to the city to rebuild. She walked all over town until she got to a bar and realized they were looking for a new waitress. She knew that it wasn’t a great job or a well paying one but it was the only thing she could find. Besides, she could really use a drink or two.

 When Vivian told her mother, Regina wasn’t happy but she wasn’t sad either. She just sighed and realized that life is not what would like it to be and that we just have to do what it’s necessary to keep on moving. She started growing her veggies and in a short time she started selling them to the shops in town. People recognized her and most shut their door on her face, when they knew it was because her and her husband that many of them had lost their life savings. That it was their home, their cursed manor, and the one that had caused all of their misery along the years. No one wanted to help the woman that had been there and did nothing and she felt miserable because they weren’t wrong at all.

 Tired and with her feet hurting, she tried one last house and when they opened she realized whose house it was. Because it was her former maid Rosie the one that had opened the door. She didn’t know what to say and was about to run away but Rosie grabbed her hand and made her come in. Regina didn’t know Rosie had a convenience store in her home, were she sold flour, sugar, rice and many other things. She sold vegetables two and, without any further talking, she decided to buy the vegetables Regina had brought with her. The former rich woman could not believe her ears and she was even more surprised when Rosie told her they would need veggies very often as many people in town were being hosts of their city relatives who had lost it all.

 The two women signed a contract and, before parting, Regina hugged Rosie. She told her that she did not understood why she was so kind with her after all those years together but she thanked her with all of her soul. Rosie just answered that she had been a nice person to her and that it wasn’t in her heart to let someone starve simply out of spite. Besides, she had never invested in Jonathan’s bank, so she hadn’t lost any money. Regina laughed at that and discovered on the way home that it was the first time in many months that she laughed. The only people that could do that were her family and now she only had Vivian.

 They had never had the best mother-daughter relationship, but now someone could have confused them with sisters or best friends. Vivian would tell her mother everything she had seen or heard at the bar and Regina would tell her daughter about all the anecdotes and jokes she learned with Rosie when working with her, because Rosie had also realized that, in their mutual benefit, they needed a larger patch of dirt to grow the goods, so she was helping Regina to make that a reality. Vivian was doing great at work and was respected and adored by her employer, an old man that had seen more of life than he wanted and realized he only needed a glass of beer in one hand and his wife Ellie in the other.


 Eventually, mother and daughter lived a respectable life, full of happiness and enjoyment. They once thought their former life was the only thing that could make them happy but they realized they had only being happy when Jonathan and Peter were there. They still remembered them often and cried for them but not for long because now they had reasons to live and that’s what they were going to do. Just live.