viernes, 18 de diciembre de 2015

Extraña llamada

   No recuerdo muy bien de que estábamos hablando pero sí que recuerdo que íbamos por la zona de la ciudad que empezaba a elevarse a cause de la presencia de las montañas. Como en toda ciudad de primer mundo, todo estaba cuidadosamente organizado y parecía que no había mucho campo para algo estuviera mal puesto o que un edificio fuese muy diferente al siguiente. Todo era muy homogéneo pero con el sol del verano no parecía ser un mundo monótono sino muy al contrario, parecía que toda la gente era auténticamente feliz, incluso aquellos que sacaban la basura o paseaban a su perro.

 Con mi amigo hablábamos a ratos, hacíamos pausas para mirar el entorno. Nos entendíamos aunque tengo que decir que amigos de pronto era una palabra demasiado grande para describir nuestra relación. La verdad era que habíamos sido compañeros de universidad, de esos que tienen clases juntos pero se hablan poco, y nos habíamos encontrado en el avión llegando a esta ciudad. Como por no ir a la deriva y tener alguien con quién hablar, decidimos tácitamente que iríamos juntos a dar paseos con la ciudad, con la posibilidad de separarnos cuando cualquiera de los dos lo deseara. Al fin y al cabo que ninguno de los dos conocía gente en la ciudad y no estaba mal compartir experiencias con alguien.

 Ese día estábamos juntos pero fui yo, cansado, el que me senté contra el muro de un local comercial cerrado junto a unos hombres de los que solo me había percatado que tenían la ropa blanca. Ellos estaban agachados pero no sentados, seguramente para evitar manchar sus pantalones blancos. Me di cuenta que me miraban hacia el otro lado de la calle por lo que yo también hice lo mismo. Era la esquina de una de esas cuadras perfectamente cuadradas de la ciudad. Había dos grandes locales: uno daba entrada a un teatro en el que, justo cuando voltee a mirar, apagaron las luces del vestíbulo. El otro local era una pizzería donde algunas personas se reunían a beber y comer.

 De pronto los hombres se levantaron y se dirigieron hacia el teatro. Sin explicación alguna, yo también me puse de pie y los seguí. No le avisé a mi amigo por lo que él se quedó allí, mirando su celular. Yo entré al teatro que tenía sus luces encendidas de nuevo pero decidí no acercarme al punto de venta de billetes porque no hubiera sabido que decir. En cambio me senté en unas sillas vacías, como de sala de espera. Desde allí pude ver que los actores que había visto afuera estaban discutiendo con alguien que parecía trabajar allí también. No se veían muy contentos. La conversación terminó abruptamente y los actores se acercaron a mi. Me asusté por un momento pero solo se sentaron en las sillas al lado mío, hablando entre ellos y después quedando en silencio.

 No sé porque lo hice porque normalmente no soy chismoso ni me meto en las cosas de los demás, pero allí estaba en ese teatro sin razón alguna. Y cuando el actor sacó su celular, el mismo actor junto al que me había sentado afuera, no pude evitar mirar la pantalla. Solo vi que era un mensaje de texto pero no tenía tan buena vista como para leerlo y la verdad no quería ser tan obvio, así que me puse a mirar los afiches de obras pasadas que había en un muro opuesto, como si me interesaran.

 El hombre entonces se puso de pie y se dirigió adonde había unos teléfonos. Por un momento ignoré que la presencia de esos aparatos fuera una reliquia del pasado pero no dudé su presencia allí. Mi amigo llegó justo en ese momento, dándome un codazo y preguntándome porqué lo había dejado solo afuera. Solo le pedí que hiciera silencio y nada más. No podía explicarle porque estaba allí.

 Miré al hombre hablar por teléfono durante un rato. Quería saber que estaban diciendo, quería saber qué era lo que decía y con quién hablaba. Era un presentimiento muy extraño, pero sabía que en todo el asunto había algo raro, algo que había que entender y que no era solo entre esos personajes sino entre todos los que estábamos allí, incluso mi muy despistado amigo. Era una sensación que no me podía quitar de encima.

 Cuando el hombre colgó, lo vi acercarse pero me dirigí a mi amigo cuando ya estaba muy cerca. Le dije muy crípticamente, incluso para mí, que nos iríamos en un rato. No tengo ni idea porqué le dije eso pero estaba seguro de que era cierto.

 El actor se me sentó al lado visiblemente compungido. Lo que sea que había hablado al teléfono no lo había recibido muy bien. Se había puesto pálido y era obvio que sudaba por el brillo en sus manos. Podía sentir su preocupación en la manera en que respiraba, en como miraba a un lado y a otro sin en verdad mirar a nada y a nadie.

 Mi celular entonces timbró una vez, con un sonido ensordecedor. Como lo tenía en el bolsillo, el volumen debía haberse subido o algo por el estilo, aunque con los celulares más recientes eso no era muy posible. Al sacarlo del pantalón y ver la pantalla, vi que era un mensaje de audio enviado por Whatsapp. El número del que provenía era desconocido. Miré a un lado y a otro antes de proceder. Desbloqué mi teléfono y la aplicación se abrió.

 El audio comenzó a sonar estrepitosamente. Era la voz del actor que estaba al lado mío que inundó la sala y la de otro hombre. Torpemente tomé el celular en una mano y la mano de mi amigo en la otra y lo halé hacia el exterior. Él no entendía nada pero como yo tampoco, eso no importaba.

 Lo hice correr varias calles hasta que estuve seguro que no nos había seguido nadie. Fue un poco incomodo cuando nos detuvimos darme cuenta que todavía tenía la mano de mi compañero de universidad en la mía. La solté con suavidad, como para que no se notara lo confundido que estaba, por eso y por todo lo demás.

 La voz me había taladrado la cabeza y eso que no había entendido muy bien lo que decían. Miré mi teléfono y el audio se había pausado pero yo estaba seguro que no habían sido mis vanos intentos por apagar el aparato los que habían causado que se detuviera el sonido. Con mi amigo caminamos en silencio unas calles más hasta la estación de metro más cercana, pasamos los torniquetes y nos sentamos en un banco mirando al andén. Allí saqué mi celular de nuevo y vi que el sonido ya era normal. Miré a mi amigo y él entendió. Puse el celular entre nosotros y escuchamos.

 Primero iba la voz del actor, que contestaba el teléfono en el teatro. La voz que le respondía era gruesa y áspera, como la de alguien que fuma demasiado. Era obvio que el actor se sentía intimidado por ella. Sin embargo, le preguntó a la voz que quería y esta le había respondido que era hora de que le pagara por el favor que le había hecho. La voz del pobre hombre se partió justo ahí y empezó a gimotear y a pedirle a la voz gruesa más tiempo, puesto que según él no había sido suficiente con el que había tenido hasta ahora.

 Esto no alegró a la voz gruesa que de pronto se volvió más siniestra y le dijo que nadie le decía a él como hacer sus negocios ni como definirlos, fuera con tiempo o con lo que fuera. Le tenía que pagar y lo amenazó con ir el mismo por todo lo que le había dado, además de por su paga que ya no era suficiente por si sola. Antes de colgar, la voz de ultratumba hizo un sonido extraño, como de chirrido metálico.

 El tren llegó y nos metimos entre las personas. Adentro compartimos con mi amigo un rincón en el que estuvimos de pie todo el recorrido. Solo nos mirábamos, largo y tendido, como si habláramos sin parar solo con la vista. Pero nuestra mirada no era de cariño ni de entendimiento, era de absoluto terror. Había algo en lo que habíamos escuchado que era simplemente tenebroso.  Por alguna razón, no era una amenaza normal la que habíamos oído.

 Llegamos a nuestra estación. Bajamos y subimos a la superficie con lentitud, sin amontonarnos con la masa. No nos miramos más ese día, tal vez por miedo a ver en los ojos del otro aquello que más temíamos de esa conversación, de ese momento extraño.

 Esa noche no pude dormir. Marqué al número que me había enviado el audio pero al parecer la línea ya estaba fuera de servicio. No escuché la conversación de nuevo por físico susto, porqué sabía que entonces nunca dormiría en paz.


 Hacia las dos de la mañana tocaron en mi puerta y creo que casi me orino encima del miedo. Esto en un par de segundos. Fue después que oí la voz de mi amigo. Lo dejé pasar y esa noche nos la pasamos hablando y compartiendo todo el resto de nuestras vidas, creo yo que con la esperanza de que sacar a flote otros recuerdos nos ayudara a olvidar esa extraña experiencia que habíamos tenido juntos.

jueves, 17 de diciembre de 2015

War there, peace here

   The park slowly fell into disuse. First, because it was all the way up the hill, something that had been a prime feature of the place but later was seen as just a silly way to make people pay more money for just some rides that they could easily find somewhere else. The rollercoaster, the ferris wheel, the bumpers cars and all those stands where you could get food and silly prizes were still there fifty years later but in a very different state.

 The city had wanted to dismantle the park but it would have been really expensive and it wasn’t a very rich area to pay for anything that big so they decided to send a team of experts to define if the park was safe as it was or if it had to be demolished, at least partially.

 It was a team of only three people that checked every single machine and structure for a period of five days. They used special devices to help them and took pictures. They were very noticeable in town because it wasn’t a very big city and people knew each other really well. It wasn’t a secret that most people believe the park should be left alone, as it had memories for many of the inhabitants of town but also because it was a very obvious and unique feature of town to have the park overlooking them from a hill. It was something like out of a movie.

 By the end of their studies, the team agreed the park was safe and that only some parts of the rollercoaster should be either demolished or repaired in order to avoid a future collapse. What surprised everyone was that the city council did nothing with the study and decided to file everything concerning the park. As they saw it, it was a place that was out of bounds, so if something collapsed no one would be hurt. After all, a perimeter fence had been built around the park many years ago and they could still manage to electrify it in order to keep out any intruders.

 The citizens were not very happy about this, as it would mean that a portion of the city’s electricity would go to a place no one cared about anymore. Some people presented their complaints but nothing happened. So the subject was left alone for a long time and people eventually forgot about the danger the study had shown, the electrified fence and so many other details that the council had omitted about the park.

 In the period of time that followed, the park was only seen as a feature of the city, like the rest of the hills and the forest to one side and the lake to the other. It was just something that was there and that no one really cared about a lot. It was ten years later, when young people, who didn’t know anything about the park and all that had happened with it, decided to are each other to cross the fence and get into the park. No one really knows why that came up but it did.

 They weren’t surprised when the first boy started climbing the fence and wasn’t electrocuted. Inadvertently, they had been the first people to realize that the perimeter fence of the park had not been electrified in many years. Actually, it had only been like that for a few months until the city dropped it. However, the townsfolk were never notified so they still thought safety was paramount among the rulers of the town.

 The kids loved to enter the park and eventually someone brought a pair of industrial cutters and made a whole on the fence in order for everyone to come in and just play around. Important to say they were just children and young adults, the oldest been twenty-five years old. The young ones liked to go around and destroy what could be destroyed, as well as use the former walkways as places to play baseball, pee and practice their shooting with toy guns. In the summer, they changed that to water guns.

 Meanwhile, the older new visitors went all the way up there to have beer and smoke cigarettes or marihuana. There was no place in town to do any of that without someone’s parents been aware of them so it was like a gold mine when they realized no one was looking at them in the park. Many got really drunk and passed out but friends would always help the guy or girl in trouble: they would help the person eat something, vomit as much as they needed to and then help them go home and say they had been food poisoned.

 Surprisingly, parents were very slow to understand what was happening and there’s no way to blame them as the country had entered another war in a far away land and many of the sons of the town had decided to go and defend the honor of their land. The truth behind this was that unemployment was rampant, which combined by the very traditional values of the region, made for a large part of the population supporting that war and being very proud that their children were participating in it.

 When they began to be killed, pride mutated into despair and worry and the fact that kids were smoking and drinking and playing in a dangerous place, was not really an important thing in the parent’s lives. They wanted to win that war but also see their boys, and in some cases girls, come back. The first coffins arrived only five months after the war had started.

 The perpetual state of mourning and overused patriotism was the perfect veil the younger kids needed to go to the park in the hill and just get away from their parents who spent every second of their day putting flags in every corner of the house or watching TV, usually the most fanatic TV station ever.

 They’d rather be shooting their toy guns to the roller coaster’s pillars or from the lower seats in the ferris wheel. It was amazing how the ambiance changed from the town square to the hill park. In the hill everyone laughed and ran and you could always pick up some gossip from the girl that sat in the benches to talk about their schoolmates. Even pets were allowed now as kids brought their dogs and other animals for their classmates and friends to meet.

 The truth is the place had become a kind of haven for children that were ignored at home. If the parents weren’t there for them, their friends would be. Many became friends after meeting in the park and many fell in love there too, initiating many relationships that would last for years and years, although kids had no idea of this.

 Even things as forbidden as two boys kissing was normal in their little world up in the hill, no one said anything to the boys that did it because there was an unspoken agreement that no one would judge anyone for anything they did, unless it was pretty violent or just wrong. For example, a group of kids saved a girl from being raped by some guy in one of the bumper cars and they decided to form some sort of security group, telling others to be aware of their surroundings at all time.

 Life was good for those kids and teenagers. And it was just like that for some years until an accident happened, the one that eventually was set to happen: the rollercoaster collapsed and killed two children and destroyed part of the fence and toppled trees that were located down the hill. As everyone in town was able to see the tragedy, no one was able to ignore reality anymore.

 Parents grieved now for the kids they had at home and realized what the city had done to them. Lawsuits ensued and media frenzy was created, as people loved all the drama and the tragedy behind this story.

Meanwhile, kids mourned their dead too and mourned the loss of the only place they had to be themselves, to enjoy being young in a world were adults were crazy enough to praise children going to war. The ones in the park talked about the subject often and thought all their parents were insane, even if none of them had said that to them ever.


After the tragedy, the town went back to worrying about those who had left willingly to die. But kids wouldn’t take it anymore. It all started with a twelve year old grabbing all the national flags in the house, piling ALL of them and burning them at the backyard. War had come home.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Tatuajes

   Nunca hubiese pensado que terminaría en la cama con él y mucho menos que me obsesionaría con algo tan típico hoy en día como sus tatuajes. Había visto otros antes, yo no tenía ninguno. Me parecían, en general, intrigantes pero nada que me volviera loco al instante o que me causara una respuesta demasiado obvia. Pero esta vez, por alguna razón, fue diferente. No sé si fue por la espontaneidad del descubrimiento, la simetría, el cuerpo del individuo o el hecho de que sentía haber cruzado una frontera que no debía o que no era mi deber cruzar.

 El caso es que cuando le ayudé a quitarse la camiseta esa noche, mis ojos quedaron prendados al instante del tatuaje en su costado derecho. A pesar de tener un cuerpo perfecto y de ser una persona que sentía que yo no merecía, olvidé todo eso por esa noche y me fijé solo en la tinta en su cuerpo. En el lado derecho, sobre el costado de la caja torácica, tenía un símbolo tatuado muy simple pero del tamaño preciso y como si hubiese sido escrito en su piel con pluma.

 No sé si él se dio cuenta, pero me pasé un buen rato besando su costado, pasando mi lengua sobre el tatuaje como si con eso fuese a absorber el conocimiento de lo que significaba el símbolo. Era algo tan simple, con un significado seguramente igual de simple, pero a mi eso me daba exactamente igual: en su cuerpo, en ese momento, después de ver sus delicados ojos cerrarse por el placer, ese tatuaje tan tonto era una revelación para mi.

 Para que no pareciera aburrido o que no sabía hacer nada más sino besar un costado de su cuerpo, me trasladé lentamente al otro costado. A él parecía no importarlo y fue en un momento, mirándolo, que me di cuenta que esos besos a él le gustaban más que a la mayoría de los hombres. Esos ojos cerrados indicaban una sensibilidad que no todo el mundo tenía, pues muchos preferían ir directo a cosas más obvias, ya vistas miles de veces en películas pornográficas. Estos besos no eran así.

 Cuando llegué al otro costado no pude evitar sonreír. Había otro tatuaje, del mismo tamaño que el anterior. La diferencia estaba en que este tenía un diseño un poco más complejo y tenía color. Además, para mi alegría, lo reconocí al instante. Creo que por eso dejé su cuerpo un momento y me dediqué a besarlo a él. Sentí una conexión que iba más allá de solo la relación sexual que estábamos teniendo o a punto de tener. Él era como yo, es decir, tenía gustos como los míos. Ese tatuaje me había transportado a mi infancia por ser el símbolo de un videojuego, por ser una marca en su cuerpo del tiempo y de la inocencia. Casi nos quedamos sin aliento después de besarnos entonces.

 Muchas veces es torpe cuando se llega a quitarle el pantalón a alguien, a menos que ya no lo tenga. Pero en ese momento, por alguna razón, nuestros ojos quedaron enganchados y mis manos siguieron haciendo lo que querían, despojándolo a él, con habilidad, de unos jeans de esos que se usan hoy en día, con la bota apretada y todo apretado.

 Cuando dejamos de mirarnos, se los quité con fuerza y entonces descubrí un tercer tatuaje. En ese momento ignoré sus tiernos pero sexis calzoncillos blancos. Decidí que era más interesante ese pez japonés que le trepaba el gemelo izquierdo, debajo de los poquísimos vellos que tenía. Mis manos, de nuevo, empezaron a actuar solas, independientes de mis ojos que no podían de mirar a ese pez y su curvatura, como parecía desaparecer detrás de esa pierna torneada, como parecía estar vivo con esos colores brillantes y hermosos.

 Mientras tanto mis manos lo tocaban todo pero yo seguía con la vista en su pierna. No sé si él se dio cuenta porque yo para ese punto había dejado de mirarlo a él. Ya no me importaba si se daba cuenta que su piel, que sus tatuajes mejor dicho, me obsesionaban y que hubiese podido quedarme esa y muchas noches más admirando cada milímetro de su cuerpo que estuviese cubierto por tinta.

 Le besé las piernas, le masajee los pies y las piernas y volví cerca de él y de su boca. Su sabor  era verdaderamente único y sumaba un detalle más, algo que simplemente mejoraba todo lo que acababa de ver. Este tipo tenía una cuerpo increíble, era alto, tenía una cara perfecta y sin embargo estaba allí, conmigo y mi cuerpo que no tenía nada que ver con el suyo. Mientras nos besábamos me molestaba que el trataba de tocar mi cuerpo pero se encontraba con que yo no era como él y por un momento me di cuenta que se abstuvo de seguir explorando.

 No separamos de nuevo y pensé que debía hacer lo que habíamos venido a hacer. Se podían hacer muchas cosas antes del sexo como tal pero si no se hacía siempre habría un cierto nivel de decepción, como cuando vas a un matrimonio y no hay pastel o te celebran tu cumpleaños y no hay regalos. Es incompleto. No quiero decir que siempre tenga que ser una experiencia completa pero es mucho más placentera si lo es.

 Bajé entonces a sus calzoncillos, que me hicieron sonreír, y empecé a bajarlos cuando vi otro tatuaje más. Era como estar en una isla del tesoro y descubrir que no había una solo punto marcado con una X sino mucho más, y todo con premio. Debajo del elástico del calzoncillo estaba su nombre. Quise reír porque me pareció curioso y también porque no conocía más de él que su nombre. Nunca me había molestado en averiguar más.

 Y sin embargo allí estábamos, yo a sus pies y él con una respiración rítmica, que aumentaba cada vez que besaba su tatuaje. Después terminé de bajarle los calzoncillos. En esa zona, como es de esperarse, me tomé el tiempo aunque debo decir que casi todo el tiempo estuve pensando en los tatuajes que había visto y en lo extraño que era que alguien pudiera tener tanta tinta en el cuerpo y no se le notara nunca. Era como si vistiera debajo de la ropa el uniforme de un superhéroe. Era el mismo nivel de poder, al menos para mi.

 Se podría decir que en mi mundo, hay hombres, claro, pero están divididos en grupos y niveles, otros siendo claramente mejor que otros a los ojos de la humanidad en general. Los hombres con tatuajes siempre eran más sensuales, más atrevidos, más salvajes y él no parecía ser la excepción, menos aún cuando podía ver con facilidad como su espalda se arqueaba con cualquier roce de la piel, haciendo brillar sus tatuajes con la luz ideal.

 Después de un rato nos besamos de nuevo. Fue en ese momento en que él quiso, y lo dijo con su boca y no con su cuerpo, que yo también me quitase la ropa. La luz era tenue pero no lo suficiente, no como me gustaba a mi que era casi a oscuras. Pero me quité todo nada más para complacerlo pues era lo justo. Al fin y al cabo había disfrutado su cuerpo por un buen rato antes y hubiese sido muy injusto de mi parte decirle que no a cualquier cosa que quisiera. Su deseo debía ser concedido.

 Como para evitar comentarios o que mirara más de la cuenta, le pedí que se pusiera de espaldas para apreciar el resto de su cuerpo. No fue sorpresa que debajo de la nuca tuviese otro tatuaje, esta vez un símbolo tribal en forma de ave. Lo besé, pero por alguna razón no tuvo el mismo encanto que los otros, parecía algo puesto allí por su yo inseguro, su adolescente que había pedido el mismo tatuaje que otros se habían hecho millones de veces antes.

 El resto de su cuerpo posterior estaba inmaculado, solo el ave y un pedacito del pez de la pierna rompían la blancura de su piel, cubierta en partes por pecas y en otras por vellos muy finos y casi inexistentes. Le besé la espalda y me sorprendió oírlo gemir. No sé si fue cruel de mi parte, pero me interrumpí en un momento y le pregunté porque no tenía un tatuaje en la espalda baja. Él se rió y solo dijo que yo debería ayudarle a conseguir el diseño ideal.

Esa propuesta me sonó a reto y, durante el resto de la noche, imaginé qué podría irle bien en esa zona, tan delicada y suave y torneada como el resto de su cuerpo que era simplemente perfecto.

 Lo hicimos todo y cuando terminamos, cuando nos poníamos la ropa, él me dijo que debería hacerme un tatuaje también. Según él había muchos lugares donde se verían bien. Distraído, le dije que seguramente habían muchos artistas excelentes en ese mundo pero él sonrió y me explicó que lo que quería decir era que mi cuerpo le encantaba y que un tatuaje lo adornaría perfectamente.


 Al instante me sonrojé. Nos besamos y nos separamos y yo me di cuenta que no le creí lo que había dicho, ni una cosa ni la otra, pues nunca creía en los halagos de ese tipo. Pero de todas maneras me produjo una sonrisa que se mantuvo varios días en mi rostro y que le agradecí en secreto.

martes, 15 de diciembre de 2015

Dogs love rainy days

  There were puddles of rain everywhere, forming small lakes, an interconnected system of fluids that occupied a large area in the center of the park. The storm that had hit the city the night before had been very strong and it was a miracle that all that remained from it were a couple of puddles and some tree branches that workers from the city had already cleaned up, right before the largest amount of people came into the park in the morning.

 Some children had already begun to enjoy the mud in the puddles and the parents let them be, seeing it was good they could at least go out to the park and have some fun.

 Pet owner Loretta had decided too that her small dog needed to breath after being kept inside for the duration of the storm, which had lasted about three straight days. The poor dog didn’t really like to live in an enclosed environment and would get really annoying very fast. Loretta walked the poor Roger all around the park, enjoying the mud and the wet trees and the large amount of other dogs that had also come out to play and were visibly as excited as Roger to be in the park.

 Loretta decided to let him off his leash, as she knew he wouldn’t go very far. She had trained him to follow only her voice and it seemed to work some weeks ago when they visited a relative of hers in the countryside and Roger would come back after having scared every single sheep possible.

 So the dog went away with other dogs as his owner chatted with the other humans. The first thing the dogs did was going to the large area where everything was mud. They enjoyed it a lot as they could play with one another while feeling the refreshing scent and texture of wet dirt. For a dog, that combination was a winning one and it was really difficult to explain why. Maybe it was because it reminded them of their most basic instincts; of the jungles and forests their ancestors had gone through, hunting, before their domestication.

 After almost covering their entire bodies with mud and under the close surveillance of at least one of the humans, they ran to the place where all the fallen branches had been put into a big pile. It was a very big mound made of sticks and leaves. Each one of the dogs tried to grab a stick to play with but most of them were just able to pull some leaves out of them. The branches were very thick and it was after several minutes struggling that they realized the mound was full of bugs.

 There were some beetles and worms and a myriad of other little creatures that had come down to the ground when the storm had pulled every single one of those branches down. The whole ecosystem of the trees had been messes with by the storm but that’s something neither dogs nor humans care about. The dogs barked at the branches for some time at which point one of the owners had to come with a special whistle and distract them away from the pile and closer to the rest of the people.

 The dogs obeyed for a while but then they left for the other side of the park, where the real lake was located. The geese and ducks that lived in it were nowhere to be seen; possibly resting in some of the homes humans had built for them. The dogs normally loved to chase them; barking at them and making them run like crazies. But the surface of the lake was now like a mirror and the water was as cold as it was normally in the winter.

 However, the dogs encountered a group of elderly humans entering the water. They were doing so through an area that looked like a tropical beach but without the palm trees or the warm climate. Yet, there were about nine men and women there, dressed up in their swimming outfits, about to enter the chilly water.

 Somehow, the dogs felt it was something that had to be seen and, besides, they knew elderly humans were mostly kind to them and loved to pet them and feed them. So there was probably no problem if they got near.

 The humans slowly entered the water, laughing and complaining. But after some time they were all inside, asking others how cold it was and saying the water felt really good all around their bodies. The lake also had many branches and leaves and felt dirtier than usual but that didn’t bother them

 The dogs got bored fast and decided to move on into a square were many events took place. There were fountains, from where they drank some water, and many children that would come and pet them, some softer, some harder. Contrary to popular belief, not all dogs like children. Some of them loved the firm hand of an adult human instead of the hesitating one of a child. They were too insecure for some of them and dogs needed reassuring instead of hesitation.

 When one of them started barking to a girl, who instantly began to cry, one of the owners came and took him away. With humans, if you overreacted in any time, you could lose all the privileges you enjoyed, so the smartest dogs tried to be as calm as possible, only sounding the alarm if something really didn’t made sense to them.

 The pack went on to the only area of the park they had not explored that day: the forest. It wasn’t really a proper forest, instead a small area covered in the former woodland that had been present in the area before the city started to grow without control. It had been preserved because some birds would rest there in the spring and in the summer and even in the months leading to winter when every single flying creature escaped to warmer climates.

 The best thing to do in those woods was to smell the ground and everything around it. Some branches had been picked up here and the dogs were eager to try and pick them up, as a present for their owners. At least half of them, eager to show some proof of how much love they had to give, had already grabbed a branch and left the woods to go their masters and show what they had found. That would probably begin a whole game that could last for hours.

 Only some of them remained, of them was Roger. He was not the type of dog that liked branches. He loved the toys he had back home, the kind that made a wheezy noise when he grabbed them in his snout. Branches were not that big for him so he kept on smelling the floor of the forest and noticed something almost right away: the smell of piss.

 He instantly went crazy, eager to find out the source. But as he sniffed more of it and other dogs followed him, he realized that odor had not come from a dog. Actually, it hadn’t come from any other animal. He recognized it as the smell of human piss. Roger knew it well from his adventures in Loretta’s bathroom. He noticed, though, that the smell was a bit stronger this time and decided to follow the trail, because there was one.

 The dogs then arrived at the thickest part of the forest that was located by the perimeter fence that enclosed the whole park. The odors here were strangely stronger and it was very particular because the storm was strong enough to clean up all of that. Any human who had pissed around those trees, had to have done it after the storm was over, very early in the day, even in the dark.

 Then Roger began to bark. Others dog did the same. What he sniffed next was not pissed and it was something he knew was bad. So he barked loud and clear. The human that followed them came first and remained speechless for a minute, then left yelling, probably asking for help. The rest of the owners and many others came in, including two humans in uniform. They got closer to Roger and other dogs and checked what they had found.


 It was the body of a male human, all covered in leaves. His pants were still wet and his mouth was covered by some kind of plastic. Roger kept barking until Loretta came and took him away. Apparently some humans did not like to stay indoors, just like him.