martes, 19 de enero de 2016

Crecer

   Las cosas cambian en la vida, no todo puede quedarse exactamente igual, como si nada sucediera. Siendo jóvenes, todos pensamos que lo que vendrá después será mucho menos divertido, menos atractivo y ni un poco interesante. Algunos se lo toman a pecho entonces y deciden hacer todo lo posible para hacer sus juventudes memorables y así tener “algo que contar” cuando sean mayores y viejos, por allá a los cuarenta.

 Gloria, a quién no le gustaba mucho su nombre pues todo el mundo decía que era de señora mayor, estaba en ese momento de su vida, en la frontera entre la juventud y las responsabilidades. Había seguido estudiando después de terminar la carrera de cine, pues en ese ámbito ella creía que había que especializarse en algo o sino nunca destacaría en nada. Además, había estado buscando trabajo como loca por un tiempo y no había encontrado nada, así que no era mala idea seguir estudiando mientras salía algo.

 Por fin, a pocos meses de terminar su especialización, la llamaron de una productora y le dijeron que buscaban a alguien para que los ayuda en la producción de varios tipos de productos audiovisuales. Ella supo que, aunque sonaba como un cargo lleno de responsabilidades y trabajo, seguro no lo sería pues no le darían el mejor lugar a una novata. Pero igual fue a la entrevista y se llevó muy bien con el hombre que le hizo las preguntas. Ese hombre, que terminaría por contratarla, se llamaba Raúl y sería su jefe directo. Todo lo que hiciese, debía reportárselo a él.

 El trabajo era sencillo y, más que todo, de oficina. Debía redactar documentos, pasar cifras de un lado a otro, hacer presupuestos y cosas por el estilo. Raúl le dijo que, por el momento, no iba a ver mucho de rodajes o cosas así pero que eventualmente podría pasar que la necesitaran para visitar locaciones y negociarlas o con actores o cosas por el estilo.

 Ella estaba feliz y compartió la noticia de su nuevo trabajo con sus amigos. La verdad era que el plural parecía ser demasiado extenso para el caso porque eran solo dos sus amigos de la universidad, Laura y David. Fueron a tomar algo juntos y se dieron cuenta que ya no eran jovencitos, ya no eran los que habían sido cuando se habían conocido años atrás en la universidad. Cada uno estaba haciendo lo suyo con su vida, a su manera, y había crecido acorde. La verdad era que, por alguna razón, parecía una conversación triste pero no lo era.

 Decidió celebrarlo saliendo a bailar el siguiente viernes. Se dieron cita en un bar, desde donde saldrían a la discoteca que Laura había propuesto. Ella llegó con su novio, David solo y Gloria también. En el bar tomaron unas cervezas y hablaron de tonterías, chismes de la televisión y noticias recientes, nada muy elevado.

  A las dos horas estaban en la discoteca y Gloria se dio cuenta allí, de golpe, que la idea tal vez no había sido la mejor del mundo. La música estaba tan fuerte que era más ruido que música. Había mucho humo en la entrada, de toda la gente que salía a fumar y adentro casi no había lugar para moverse: si alguien bailaba como era debido era casi seguro que golpearía a varias personas sin habérselo propuesto.

 En el lugar se encontraron con un grupo de personas de la universidad. Los saludaron como mejor pudieron (gritando y sonriendo) y se unieron a ellos como por no hacerles el desplante de quedarse aparte. Era una de esas cosas que uno hace por no caerle mal a los demás, como si eso fuera lo peor que pudiese pasarle en la vida. A Gloria le venía mal porque tuvo que contarle a cada persona la razón por la que estaban festejando y tuvo que aguantar los falsos deseos de cada uno de ellos. Ninguno la conocía más que de vista entonces sabía que eran deseos infundados.

 Hacia las dos o tres de la mañana, la joven y sus amigos salieron por fin de la discoteca. Pero del otro grupo uno llamado José, que conocían mejor pues habían estudiado la carrera con
preguntó si quierían ir a a su na, cuando ya era menos peligroso moverse por la ciudad.
o grupo uno llamado Josuedarse aparte. él, les preguntó si querían ir a a su casa, que quedaba cerca, a tomar algunas más y allí esperar a la llegada de la mañana, cuando era menos peligroso moverse por la ciudad. A Gloria no le llamaba nada la atención irse a la casa de nadie, pero Laura y su novio le recordaron los robos y demás crímenes que habían tenido lugar en los días pasados. Era mejor cuidarse.

 La casa de José era tan cerca que caminaron. La mayoría de sus amigos fueron también. En el camino, Gloria llamó a su madre y le aviso que llegaría más tarde y que descansara tranquila. Cuando colgó, ya estaban entrando al edificio. El apartamento era típico de un hombre solo: todo por el piso, como esperando que algún fantasma se pusiera a recoger todo y ponerle en su lugar. La cocina se veía asquerosa, con platos acumulados y otros con comida a medio terminar.

 Se sentaron en dos sofás viejos y los amigos de el dueño de casa repartieron cervezas que habían comprado de camino al lugar. Gloria les dijo que no tenía dinero para pagarles y ellos le dijeron que no se preocupara. Entonces vio como empezaban a hablar de cosas que ella no entendía mucho y terminó por darse cuenta que hablaban de drogas, tema que ella nunca habían entendido bien pues alguna vez había fumado marihuana con Laura y David y le había parecido lo más aburrido del mundo.

 Sin hacerse esperar, empezó a aparecer la consabida droga y fueron pasándola como si se tratase de la piedra filosofal.

 Gloria la pasó y la verdad era que ya se arrepentía de haber venido. Tenía sueño, le dolía el cuerpo y prefería descansar para poder aprovechar el sábado. Pensaba organizar un poco su cuarto, invitar a su madre a comer algo sencillo y de pronto ver con ella una de las películas que tenía por ahí guardadas.

 Ni Laura, ni su novio ni David fumaron marihuana pero todos ellos vieron a los demás fumar y tomar y fumar y tomar por unas tres horas al menos. El tiempo parecía no querer avanzar y lo peor no era eso sino el nivel de la conversación del grupo de personas que tenían en frente. Hablaba cada uno de sus proezas con el alcohol y las drogas, qué, cómo, cuando y dónde habían consumido y que les había sucedido entonces. Por lo visto había algo que Gloria no entendía porque dichas anécdotas le resultaban de una estupidez extrema. Y no porque se pensara mejor que ellos sino porque en toda la noche no habían hablado de nada más interesante.

 Fue más tarde, cuando Gloria se sintió más visiblemente molesta, pues los hombres y las mujeres habían empezado a hablar por separado y mientras que las chicas hablaban de superficialidades de rigor, los hombres habían comenzado a hablar de chicas y la forma en que lo hacían daba asco. Gloria los escuchó, a José y un amigo de él, cuando fue al baño un momento y estuvo a punto de salir a golpearle en el estomago, pero se controló.

 Sin embargo, cuando el dueño de casa le dijo que era una “aburrida” por no fumar marihuana, Gloria solo le dirigió una mirada de asco, se levantó y se fue de allí. Casi corriendo, sus amigos la siguieron. Cuando la alcanzaron, ella ya estaba pidiendo un taxi por su celular. Mientras esperaban, ella les explicó que ya había pasado ese tiempo en que la gente deja que le digan lo que se les de la gana a la cara, en que todo hay que tragárselo por temor a que los demás crean que nos es alguien interesante, como ellos creen serlo.

 Durante el viaje a casa, que fue más bien rápido, los amigos no se hablaron entre sí. Cada uno pensaba en sus cosas, la pareja incluida. Después de dejar a Gloria dejarían a Laura y después los hombres llegarían a sus casas, algo más tarde. Más tarde ese día, Gloria supo que había madurado pues se dio cuenta que se había puesto de pie cuando jamás lo había hecho, había defendido su voz frente a los demás. Eso la hacía sentirse orgullosa de si misma, como si fuera nueva.

 Le hizo el desayuno a su madre y juntas hablaron toda la mañana de varios asuntos, desde el pan con el que comieron los huevos hasta la crisis de refugiados. Y el lunes siguiente pasó lo mismo con las personas del trabajo. No solo hablaron del trabajo sino también del cine y de sus gustos personales y aficiones, de sus familias y de cosas que parecían ser tontas pero que en verdad no lo eran.

 Así fueron todos los días en los que Gloria trabajó allí. Conoció mucha gente que valía la pena y que tenía algo que decir en el mundo. Si tenían miedo, no se les notaba pues hablaban de lo que hablaban con una seguridad inmensa y una calma ejemplar. A Gloria se le fue pegando algo de eso, fue aprendiendo a ser una persona más construida, mejor.


 Con sus amigos se veía seguido y habían decidido siempre hacer planes que siempre disfrutasen y no obligarse a nada. Además, y todos tenían responsabilidades y la verdad era que esa estabilidad, después de la inseguridad de la juventud, era bienvenida. Tenían cosas que decir, no se enorgullecían de estupideces que no significaban nada, tenían la fuerza para aprovechar la vida y golpear a los miedo en la cara, en vez de justificarse por cada paso que tomaban. Al fin de cuentas, habían crecido.

lunes, 18 de enero de 2016

Rush

   What did I dream? What did I eat last night?  What was my last thought before closing my eyes and falling asleep? It’s silly, but I don’t remember any of it, or at least not once. I have to be still and really try hard to remember the answer to every single one of those questions and many more that appear many minutes after I wake up. Does it all have to do with this? Is it all connected, as many people believe? They think that if one thing happens and then another or something else on the other side of the globe, then it’s all connected. To me it sounds stupid and very easily dismissible as a theory but who am I to trump over the delusions of so many of our fellow human beings. Maybe it’s better to let them wonder through the cosmos and just not pay attention to whatever they might have to say.

 Yet, I feel confused, scared and my stomach is rumbling like mad. Did I lose my last meal too, even if I haven’t vomited at all? It feels like I have. My belly really hurts and my body overall feels tired and weak in a very weird way. It’s like something took away my bones for a single second but I can still feel them readjusting to their original positions. It also feels as if the room had been completely moved like a gigantic cube while I was sleeping, causing my senses to become insane. I can’t really tell if up is that way or down is that other way. I don’t know and to be honest I have no intention to help anyone in that department. I just want this very awful feeling to leave me, my heart to stop pounding. It seems it wants out.

 Turning on the light in the room, and I say it in singular because there’s only the one, was not the best idea. Only to see the mess I caused… Well, it wasn’t me and it was, all at the same time. Maybe that’s why I feel a little bit guilty too, like when you’re little and you pee your bed. And you are conflicted between going to your parents and tell them what happen. Or maybe, you think, you can clean it yourself and put the linen in the washing machine and no one will ever know. And when they realize what happened, you feel weak and shaky and you cannot really talk and you want to cry but know it’s not really a moment to cry because, somehow, it doesn’t feel like it.

 My stomach is the worst part. It’s still restless and I don’t know if it’s a good idea to have breakfast. I mean, what if I just expel all of that in an hour or less? I don’t want to be cleaning that or feeling even worse than I feel right now. I don’t want to risk my mental health and my physical one. Besides, the possibility of having to clean the floors (here’s hoping it’s the floors…) does not really excite me at all. If anything, it makes my stomach even more restless, as if I had a very violent electric eel trapped in there and she stings me every time I think of pulling her out of her cozy environment. I don’t feel good, that’s the point.

 Breathing has become harder. I don’t know why, but it feels like this room, filled with freezing air, is running out of oxygen. However, I don’t want to open the window and become a human popsicle. Because even know, seating on my bed, I can feel that damn cold air like a snake going up my legs, through my belly and chest and to my brain. My fingers feel weird too, like they are about to crack. And I still cannot breath. Opening my mouth seems futile and only my nose is trying to keep me alive but I have no idea how skilled my nose is, even less right now when the punch had come from the area. I try to inhale some air and it feels heavy, almost solid. I can almost feel its taste and it doesn’t taste good at all.

 Why is that? Because of the surroundings I guess. I know now I don’t like this student life, or at least not at this age anymore. I sound old but I’m not, I just complain every single second about things that I have decided to be my life, so if you think about it, I should just shut up. And I do. I don’t really use my vocal chords as much as I did back home, although that is kind of obvious. After all, they are your family and you love them or at least I love mine. If you have issues with yours, well, sorry for that. But these other people, the truth is I don’t care for them at all. They could die out there, rammed by a bus, and I would honestly not give a shit. I would only worry for the next person, the next boring and predictable human male to stay in that room and talk about booze and pot, because apparently this is it for humanity.

  Well, that let’s a weight out, somehow. But still feel a bit lost. After all, my awakening today was too fast, too confusing and a little of a low blow. You never know when things are going to take a turn, one of those turns that changes your whole mindset for the day or even for more time. I hate it when it happens because change scares me and it scares me a lot more than I imagined it. I want it all the same over and over and over again and I’m not ashamed of confessing that. Because I don’t see anything over the hill. No green grass, no cute little houses, no beautiful people smiling at me and doggies coming to greet me. I don’t see anything.

 The future scares me and maybe my body had finally realized it. Maybe the war between my insides and my mind has begun and this, whatever it is that’s writing this, is in the middle of the fight. And I know there will be blood and pain all over, there will be losses and gains and my mind is going to spiral down a wormhole that I have made for myself. Because, if we are objective, no one else is guilty more than ourselves. If there’s something happening to us, we probably had it coming and we even knew that it was coming, even if we chose not to acknowledge and just pretend nothing was happening, as we often do.

 That roll of toilet paper is starting to look funny somehow. I guess it’s because it is. Such a funny thing to have around one’s house, when you think about it. It’s shape; it’s function, the one it is built and all the strategic marketing behind such a strange object. I don’t mean that to be funny or make some funny toilet jokes. I’m afraid I don’t know any of those so I cannot be funny that way. Actually, I have no idea if I’m funny in any way. Maybe I’m like the toilet paper, that’s just strange and everywhere and that’s me sometimes. There but not there at the same time, however always out of place, as if I was an extra and I always come in the scene a little too early or too late. I do feel like an extra sometimes and I believe we all do everyday, so I don’t really fell bad about it.

 I put on my socks again, as they slid out of my feet during the night. Maybe that’s the reason why I feel like I feel right now. But I doubt it. What do socks have to do with anything? I just want my feet to feel a bit warm in order for my body to stop trembling and for my belly to calm down. I know I have responsibilities and all that but I’m seriously thinking about staying in bed all day. The idea seems very alluring and a very great one, I must say… Fuck, there they go again with their music and their noise. I don’t care what time of the day it is; you just don’t shove your tastes down people’s throats. It says a lot about someone, music and how they behave with it and how they consume it or however you want to say it.

 My pillow was spared, mostly. I want to lay my head on it and just close my eyes because I start to feel a little dizzy again. I just want to rest and not have any of that annoying noise around me. I don’t want to feel more than the warmth of the bedspread and the smell that I leave in my pillow. That may sound a little bit self-centered, but I guess it is the only way to calm me down, to make me realize all of this is real and that I’m not imagining anything strange and crazy. Actually, I do want this all to be my imagination and I don’t mean this morning, I mean this whole part of my life. Because it doesn’t feel right and I’m just holding on, trying to make time pass day by day.


 All the blood I spilled this morning… It tells me it is real and that I still have to keep my ground, I still have to wait and endure for more time. I’m not a good person but I don’t think I’m bad either. I’m in between. When I woke up to a rush of blood coming out my noise, successfully avoiding everything to be tainted in red, I thought it was a punishment for something, I thought it was because I had done something wrong and now I was paying for it. Maybe through just the bleeding, maybe through something more. I don’t know that for sure and to be honest I don’t really want to know because my head is spinning. Although that awful music might have something to do with it… Sometimes I do hate people.

domingo, 17 de enero de 2016

Rebajas

   Como Adela no era nada tonta, decidió ser objetiva con lo que iba a buscar en la tienda y no ponerse a ver cada una de las prendas, como lo hacía siempre la gran mayoría de las mujeres. Le hubiese gustado, no podía negarlo, pero era la época de rebajas y todo estaba relleno de gente y con un calor que no provenía ni de la calefacción ni del clima. De hecho, a fuera el viento parecía venido directamente desde la Antártida. Entrar a cada tienda tenía entonces una parte buena y una parte mala. A ella le daba un poco lo mismo: tenía que aprovechar la época pues sus ahorros no eran demasiados pero los tumultos nunca habían sido su fuerte. Detestaba ir a conciertos o discotecas o mercadillos pues no se podía no respirar y ella se sentía ahogarse.

 Lo primero que necesitaba eran unos jeans nuevos, unos que incluso pudiese ponerse para el trabajo. Así que se abrió paso entre el mar de gente, seguramente codeando a más de una señora atravesada, y llegó a la zona de los jeans. Era gracioso como allí no había tanta gente pues la gran mayoría de los jeans rebajados y los otros estaban mezclados y la gente prefiera estar donde supiera que estaba lo más barato. Con paciencia, y gente pasándole por detrás a cada rato, se puso a mirar los pantalones que había. Pero la verdad era que ninguno le gustaba mucho y los pocos que veía con la cintilla de rebaja estaban horribles o no eran de su talla. Sin embargo encontró algo de ropa interior de colores, su favorita, y algunas medias pues las que tenía daban lástima.

 Se alegró al llegar a la caja y ver que su modesta compra era más barata de lo que había pensado. Pagó y salió al frío de la calle, donde dos corrientes de gente fluían, uno para cada lado. Era increíble ver la cantidad de personas que podía haber juntas en un sitio. Fue tal el impacto que Adela se quedó allí parada como tonta y solo reaccionó cuando una mujer bajita le pegó en una pierna con su bastón. Miró a la mujer de mala manera pero seguro ni se dio cuenta y desapareció rápidamente entre la gente y Adela, después de masajearse el lugar atacado, decidió que era mejor hacer lo mismo.

 Era como subirse a una de esas pasarelas que había en los aeropuertos, que se supone aceleraban la velocidad del viajero si necesitaba conectar de uno a otro avión. En este caso no había pasarela, era solo la tromba de gente que llevaba a Adela, casi sin sentir que caminaba. En un momento, le dio por revisarse los bolsillos y verificar que tenía todo lo que había traído con ella. Siempre en esos lugares había ladrones o pervertidos o quién sabe quién. Por fin vio el siguiente almacén que pensaba visitar y salió como pudo de entre el grupo de gente. Sintió la piernas normales de nuevo y entró en el recinto determinada a encontrar unos jeans y algunas blusas de las más baratas que hubiese.

 Y las había. Tanto así que dos mujeres se estaban peleando por una bonita blusa color salmón que al parecer una de ellas había descubierto pero la otra había agarrado primero. Seguramente era la última talla. La sección de rebajas era enorme y había mesa tras mesa tras mesa de artículos mezclados y desordenados con cintillas de color rojo. Había de todo allí y casi había que excavar para poder encontrar algo. Adela se puso a la tarea y sacó bastantes cosas que se quería probar. Incluso había debajo de las mesas unos zapatos deportivos con unos dibujos muy bonitos que le hubieran gustado comprar, si la rebaja hubiese sido mayor.

 Jeans encontró, pero ahora tocaba hacer la fila para los probadores y parecía algo de nunca acabar. Debía ser, pensó ella, que nadie venía a la tienda fuera de temporada pues el recinto para probarse la ropa era muy pequeño y eso que estaba en la sección de mujeres. A los hombres entonces les tocaría probarse los pantalones en un rincón. Era absurdo. Además había montones de ropa que la gente se había probado y había dejado y Adela apostaba que la gran mayoría iba a ver cosas y probárselas para al fin comprar una o ninguna.

 Pasó una hora entera cuando por fin pudo entrar a probarse la ropa que tenía en las manos, que menos mal era mucha o simplemente lo hubiera dejado todo y se hubiera ido. Ya con la cortina cerrada, aprovechó y sacó del bolsito que llevaba una pequeña botella de agua. Bebió la mitad del contenido y respiró lentamente, tratando de recuperar su compostura. La verdad era que no se sentía bien, el tumulto le venía mal y ponerse a hacer filas con la música electrónica a todo volumen, los gritos de la gente, los empleados casi echándose encima de los compradores. Tuvo que dejarse caer al piso e inhalar y exhalar con calma.

 Cuando se sintió mejor, empezó a probarse la ropa. Se demoró casi otra hora en ello porque pensó que si por fin había podido entrar a los probadores, pues era mejor aprovechar bien el espejo que había y elegir con inteligencia. Todas las blusas que se probó, unas cinco, decidió llevárselas. Estaban muy baratas y prefería llevárselas de una vez y no ponerse a pensar en otros sitios. Los jeans, de nuevo, no la convencieron. No estaban mal pero había algo que no le gustaba. También se probó un pantalón rojo muy bonito que le venía bien cuando saliera con sus amigas o algo así. O para cuando fuera, ya decidiría.

 La fila de la caja pasó rápido y pagó todo en un momento. El cajero trató de convencerla de comprar algunos de los artículos de la caja, tonterías hechas en alguna maquila asiática, pero ella se negó de tajo, tomó su bolsa y salió de allí como alma que lleva el diablo. Afuera, se sentía un poco mareada y tuvo que buscar un lugar donde sentarse.

  Pero no había donde sentarse así que se hizo contra una edificio por donde no pasaba nadie ni olía muy a feo, y se dejó caer ahí. De lo que quedaba de la botellita solo se tomó la mitad. La otra mitad se la echó por la cara, pues sentía un calor inmenso a pesar del viento de la noche. Aparentemente se veía peor de lo que ella pensaba pues un policía, quién sabe salido de donde, se le acercó y le preguntó si se sentía bien. Ella solo asintió, se puso de pie como pudo y se fue caminando, como para probar que de verdad sí estaba bien.

 Pero no lo sentía así. Caminó un poco aturdida y menos mal vio una de esas cafeterías de cadena y entró. Pidió un jugo frío y un café caliente fuerte. También compró un pedazo de cheesecake de limón para con lo demás. No era una compra que hubiese previsto y sabía que después tendría que ver como hacía con sus finanzas, pero no le importaba mucho. Así no pudiera comprar nada más, prefería dejar las bolsas a un lado y tomar el jugo casi de un solo sorbo. El sabor frío del durazno o pera o lo que fuese se sentía como un elixir de vida.

 Cuando terminó, ella se quedó mirando la botellita de vidrio donde había estado el jugo y recordó que desde hacía mucho lidiaba con se problema, con sentirse a veces abrumada con la cantidad de gente y las voces y el calor que producían. Solo pensarlo la mareaba más y por eso tomó un poco del café, que le quemó la lengua pues todavía estaba caliente. Probó el cheesecake pero no le puso mucho atención al sabor porque seguía recordando tonterías.

 Recordaba, por ejemplo, los varios momentos en los que sus amigas la habían invitado a bailar a sitios, a conocer chicos y demás, y ella en más de una ocasión se había desmayado de las maneras más embarazosas posibles. Bueno, es que no había manera de desmayarse y que fuera algo espectacular, siempre era raro y la primera reacción de la gente no era tener consideración y ayudar sino siempre juzgaban primero y luego sí alguno que sintiera algo de culpa se agachaba y la ayuda a ponerse de pie. Eso pasó hasta que la dejaron de invitar.

 Eso la había alejado mucho de una vida social normal y por eso se la pasaba trabajando o leyendo o haciendo cosas que no tuvieran que ver con más gente. Si acaso podía salir con sus amigas a beber algo pero si no eran demasiados y era una cafetería como en la que estaba ahora. Era algo triste pero decidió no sentir pesar por sí misma pues eso no se lo podía permitir. No quería ser una víctima para nadie y mucho menos para sí misma. Alguna manera encontraría de tener una vida más o menos normal, sin venirse abajo por la cantidad de gente.


 Entró solo una tienda más y lo hizo porque estaba más vacía que las otras. El jean que compró ahí ni le fascinó ni le disgustó. Estaba apenas para el trabajo. Zapatos no compró, lo haría otro día en otro lado. Caminó por una calle solitaria hasta la avenida en la que pasaba su bus. Allí se sentía más a gusto pero no había ni un alma para ver la triste sonrisa que se le dibujaba en la cara.

sábado, 16 de enero de 2016

Morning after

   He woke up hugging his pillow and naked. He had no memory of when and why he had removed all of his clothes but a glance to the floor next to the bed proved it was all there, all over the place. Unfortunately, there was also a smell that hit him hard and fast and which he was not preferred for. He was too tired and dizzy to get up from the bed and grab everything and put it in a bag. But he had too because the smell was too powerful and he couldn’t rest in peace with vomit all over the place. Because that’s what the smell was.

 He did what he had to do as fast as he could and went back to bed. He didn’t put on underwear or even a t-shirt to counter the cold morning. He simply covered himself with the thick bedspread and closed his eyes, ready to sleep for a couple more hours. But he couldn’t. He turned around in bed, tried hugging the pillow, tried sleeping on the side, on his back or his chest, but none of the positions worked. He just couldn’t fall asleep and he found frustrating because he did feel tired.

 Apparently when arriving that morning, he had had the time to pull down the blinds on his window and that’s why it the place look nice and dark but according to his alarm clock it was almost one in the afternoon. He had no idea at what time he had arrived but he knew he wasn’t going to sleep anymore. And that frustrated him. Anyway, he stayed there and just closed his eyes, listening to the sounds of the city.

 Suddenly, he heard the vibrating noise of his cellphone but the device was not on his night table. It wasn’t on the floor either and he hadn’t felt it in any of the clothes he had put on a bag to wash later. For a moment there, he thought he was imagining things and that the sound was only in his head. After all, he had a lot too drink and his body was still processing it all so maybe he was just hearing things that weren’t there. He closed his eyes, again, changed the position of his legs and tried to relax.

 But the sound came back. That humming sound felt near but it wasn’t in any of the obvious places, unless he had left it in the bathroom. But he didn’t remembered having been there after he arrived. So he stood up and went to the bathroom and didn’t find anything. Taking advantage of having stood up, he decided to pee and it was there when he realized where the cellphone was.

 When he finished in the bathroom he opened the door of his room, which was unusually closed, and found his boots lying there and his cellphone inside one of them. He couldn’t explain how he knew the device was there but the important thing was that he had found out and that he could happily return to his bed.

 There, he found out it had been a friend who had been calling, causing the cellphone to vibrate. She had called four times and had sent two messages asking if he was all right. He tried to remember if he knew why she was so worried but didn’t really know, although the most likely thing was that he had left the party without telling anyone and as drunk as he was she had been worried for him. He did kind of remember wandering around the streets, feeling the piercing cold of the morning and not even knowing exactly which bus he had to be taking to go back home. He finally got into one and probably fell asleep in it but woke up just a few blocks away from his usual stop.

 He decided to write a short message to his friend and let her know he was a bit confused and still dizzy but alive and well in his bed. She responded at once, telling him she had not been lucky enough to rest all day because she had a wedding to go and had to prepare for it. She was actually really late, even if the event was going to be place late that night. She told her friend to let her now the next time he decided to leave drunk from a party and he told her that if his brain worked that next time, she would get her warning.

 The man left his cellphone on the nightstand and just stayed there. He looked up to the ceiling but he was actually thinking about the party: he had been invited because the people that had organized it knew his friend but he had no real knowledge of anyone there. That’s why, from the moment he arrived to the moment he left, he started gulping down glass after glass of alcohol: wine, rum, vodka and so on. The cocktail he was making in his belly was more dangerous than any of the actual cocktails that were made for people in clubs and pubs.

 No one even looked at him all night, not to say “Hi” or to fake and interest and ask something. And to be honest, he happened to dislike most of the people more and more as the night went on and the alcohol dissolved in his body. They all seemed so pretentious, so full of shit to be honest, that he didn’t even want to be having a fake conversation with them, he though that would be even more excruciating that the embarrassment he felt when someone entered the bathroom when he was vomiting. But he never saw the face of the person, so he couldn’t care much.

 He left the party because, as always, he felt like the odd one out, like the different one even when he knew for a fact that he wasn’t different or special or anything like that. He didn’t have any tragedy in his life, he was suffering from anything like a disease or something and he was alive and well and living. He couldn’t really complain about anything but he left that party because he couldn’t take it anymore.

 It may have been the alcohol but he was sure that even sober he would have been bored even faster that he had been. Because he couldn’t try to join any of the conversations as people looked at him in bad way when he tried to enter one: he would just stand there and listen and try to elaborate some opinion on what they were talking about and then realize that some of the people looked at him as if he was something horrible standing there or, worse, as if he had no right to be there.

 He hated parties and going out and all that shit because of that, because every single time he did it he felt judged by one or many, he felt judged because he never had enough money to spend, he felt judged because he was in silence for long periods of time, he felt judged when he finally gave his opinion and people found it to be wrong somehow and it was very tiring. He realized that he gulped down alcohol when it was free and he could do it because it created a barrier that protected him from everyone being assholes and it kind of worked.

 But he knew he couldn’t do that always. He couldn’t just hide behind glasses and glasses of vodka because he wasn’t really that person, he wasn’t a drunkard because he loved alcohol, and he was one only when he felt the need to escape. And when he didn’t have any money he just left the places where he was because pressure proved to be too heavy sometimes. No one ever tried to stop him or anything but he did dream about that, he wanted someone some day to be finally interested by him, even if there was nothing to say.

 It was his belief that everyone wants that in life, everyone wants to feel interesting and wants someone to be there and be all amazed and dazzled by your life, even if there’s nothing that’s amazing or marvelous or interesting in it. He knew that he wanted that. Even more, he needed that person urgently but whoever he was, because it had to be a he, wasn’t here and with some many people in the world and his way of being and so on, he knew it would be different.

 He was clear too that he wouldn’t change his way of being, his personality, because that would be just compliance and trying to change to make others feel nice and he didn’t wanted to be one of those people. He wanted someone to be happy with the actual him and not with some clever invention that made everyone more comfortable. He actually pitied people that went through physical and personality changes just to please, he thought of them as pathetic little people that lacked the balls it needed to go through life, even when he also felt very weak most of the time.


 He decided to turn around, lay in his belly and just sleep a bit more. He finally felt he could close his eyes and go to a land that was only his and maybe there he would find that person he needed. Maybe they would hold hands and talk or just share a moment together. Then, when time would come to open his eyes, he would just promise to wait patiently until the day they would actually meet.