jueves, 24 de marzo de 2016

Muerte de la madre

   El pequeño auto blanco se detuvo a un costado de la vía interna del cementerio, al lado de un gran árbol que se inclinaba sobre la vía haciendo sombra y dejando caer sus hojas secas encima.

 El primero que salió fue Ricardo y luego siguió Alex, este muy cabizbajo y con los ojos bastante rojos. Tenía en sus manos un pequeño arreglo floral pero casi lo deja caer al suelo cuando salió del auto. Afortunadamente, Ricardo había dado ya la vuelta y atrapó las flores antes de que se estrellaran contra el piso. Le preguntó a Alex si estaba bien y este solo asintió. Era evidente que mentía pero no podía obligarle a volver a demorar mucho más el proceso. Al fin y al cabo habían venido para afrontar las cosas y no para seguir huyendo.

 Cuando Alex hubo salido por fin del carro, caminaron unos cuantos metros sobre el césped del lugar. No todas las tumbas tenían flores y a algunas ya ni se le podían ver los nombres de los difuntos. El viento y el agua los habían borrado con el tiempo. Algunos tenían flores muy bonitos, casi recién cortadas, pero otros no tenían nada o, lo que es peor, solo ramilletes de flores podridas y grises, que hacían que el lugar se sintiese aún más triste de lo que ya era.

 Por fin llegaron al lugar indicado por la mujer de la recepción. Todavía no habían quitado la carpa que tenía el logo del cementerio, lo que quería decir que estaban ajustando todavía algunos detalles de la tumba. Ricardo se detuvo junto a una de las columnas de metal de la carpa y Alex solo se dejo caer al suelo húmedo. La lluvia que caía ligera persistía desde hacía unos tres días.

 Alex rompió en llanto. Empezó a decir cosas pero no todas las entendía Ricardo pues las decía media voz, interrumpido por su sollozo que cada vez era peor. En un momento parecía que no podía respirar y Ricardo dio un paso adelante pero Alex, sin darse la vuelta, lo detuvo con un gesto de la mano. Ricardo devolvió el paso y vio a su esposo, desde hacía solo unos días, llorar sobre la tumba.

 Luego, sí se le entendió muy bien lo que decía. Le pedía disculpas a su madre por haberse casado en secreto, por haber huido y por haber peleado con ella tantas veces. Se disculpaba por su actitud en varias ocasiones y pedía que por favor le dijera que lo perdonaba. Eso era obviamente imposible pero Ricardo, que no era creyente, no dijo nada. Además las palabras de Alex también lo herían un poco pero sabía que no se trataba de él si no de muchas otras cosas que tal vez ni entendiese pues esa mujer que estaba allí enterrada no era su madre sino la de Alex.

 La lluvia arreció y Ricardo tuvo que acercarse más a Alex para no mojarse. Esta vez no lo detuvo. Ya no lloraba con fuerza, más bien en silencio, casi acostado encima de la tumba. Apenas se escuchaba su respiración accidentada, su nariz ya congestionada por las lagrimas y por el clima que no hacía sino ponerse peor. Ricardo tuvo que tocarle el hombro y preguntarle si estaba bien. Alex, de nuevo, solo asintió. Se echó la bendición y dijo una oración en voz baja. Momentos después, corrían al carro y se metían rápidamente.

 Ricardo empezó a conducir sin saber muy bien adonde ir. Y aunque le preguntó a Alex, este no decía nada. Miraba a un punto lejano más allá de la ventanilla y de la lluvia y no parecía capaz de dar una respuesta que tuviese sentido. Así que Ricardo salió del cementerio y se dirigió hacia el hotel donde se estaban quedando. Era extraño alojarse en un hotel cuando estaban en su ciudad natal, pero con la muerte de la madre de Alex, todo los había cogido por sorpresa. Habían tenido que llegar sin avisar a nadie y a muchas personas era mejor ni avisarles que estaban allí.

 En el camino, Ricardo trató de hacer charla, comentando lo bonito que era el carro y lo barato que había salido su alquiler. Él nunca había hecho eso y le parecía muy curioso. Pero Alex no decía nada, ni siquiera parecía que estuviera allí con él. Solo cuando se dio cuenta para donde iban fue que dijo tan solo dos palabras: “Tengo hambre”.

 Estaban en un semáforo y afuera ya estaba diluviando a Ricardo lo cogió esa afirmación por sorpresa. Imaginó que Alex quería comer algo fuera del hotel, o sino no hubiera dicho nada. Así que trató de recordar todo lo que conocía de camino al hotel y entonces le llegó la imagen de un restaurante con el que había ido varias veces con sus padres. Estuvieron allí en unos diez minutos.

 Alex seguía sin muchas ganas de nada pero al menos parecía menos pálido que antes. Ricardo le puso un brazo encima y lo acarició, terminando con un beso en la mejilla. Alex se limpió una lágrima y no dijo ni hizo nada.

 Adentro del restaurante se sentaron junto a la ventana y siguieron viendo como la lluvia caía por montones. Se oía el rumor del viento, que parecía querer romper el ruido de volumen tan alto que salía del restaurante. Había bastante gente y había sido una fortuna encontrar una mesa. Ricardo empezó a leerle el menú a Alex pero este en cambio empezó a hablar, mirando la ventana.

 Decía que su madre, desde que era pequeño, le había dicho lo que soñaba para él: una vida típica con una esposa hermosa y devota y un trabajo de “hombre”. Tal cual lo decía. Y desde temprana edad él sabía que había muchas cosas mal con lo que ella decía pero nunca le dijo nada. Al menos no hasta que lo encontró a los quince años besando un chico en frente de la casa y le gritó que era su novio.

 Alex explicó que para entonces ya peleaban todos los días. Su relación nunca había sido buena, en ningún aspecto, y la única manera en que se comunicaban era gritándose y respondiéndose de la peor manera posible. Alex dio algunos ejemplos de los insultos que usaban y Ricardo no pudo evitar sonreír pero dejó de hacerlo pronto pues Alex parecía determinado a seguir hablando.

 Recordó que su padre siempre había sido el segundo al mando de su hogar y cuando murió, pues no cambió mucho. Fue duro perder un padre justo cuando se empieza a ser hombre. Alex supuso que eso no había sido muy bueno para él y que la sola presencia de su madre y hermanos no había sido suficiente. Además, lo admitía, ir a la iglesia todos los domingos de su vida no aminoró la culpa de lo que hacía.

 Le admitió a Ricardo, mirándolo por fin a los ojos, que por mucho tiempo sintió culpa y odio hacia si mismo. Se iba a ir al infierno y algunas veces, a los quince o dieciséis, bebía tanto que ya no le importaba el destino de su alma. Era feliz diciéndole a sus novios y amantes que el infierno los esperaba a todos.

 Justo en el silencio que siguió, llegó la mesera. Ricardo se demoró un poco y pidió lo que pensaba era lo más rico, así como dos jugos de frutas que hacía mucho no probaba. Apenas se fue, Alex siguió hablando, esta vez del punto clave: su matrimonio.

 Ricardo sí sabía esa historia: ellos vivían hacía un par de años en otra ciudad, en otro país lejano y allí se habían conocido. Les parecía gracioso que fuesen del mismo sitio pero se vinieran a conocer tan lejos. Durante ese tiempo la relación fue creciendo. Vivieron juntos y entonces vieron que el siguiente paso natural era casarse y lo hicieron. Ricardo no tenía a quién avisarle pues él nunca había tenido padres, solo amigos a los que llamo y que se entusiasmaron con la noticia. A Alex no le fue igual.

 Fue horrible escucharle repetir lo que le había dicho su propia madre y su hermanos. Ese fue otro día en el que lloró pero pareció recomponerse más rápidamente. Fue él el que decidió que se casaran lo más pronto posible. Alex agregó a su relato que su madre le había confesado, en la rabia del momento, que su embarazo no había sido deseado y que estuvo a punto de abortar pero el padre de Alex la detuvo justo a tiempo. Eso era lo que le carcomía la mente ahora y no lo dejaba en paz.

 Cuando la comida llegó, Alex apenas dejó de mirar por la ventana. Comía lentamente, como si estuviera a punto de morir. Entonces Ricardo se puso a pensar que podría hacer para mejorar esa situación e hizo lo primero que le vino a la mente, sin pensarlo.

 Casi tumbando el vaso de jugo, se inclinó sobre la mesa y le dio un beso a Alex en la boca. No pocas personas se dieron la vuelta para verlos pero eso no importó pues el efecto deseado había sido conseguido: Alex por fin dejó de mirar hacia fuera y miró a los ojos de Ricardo. Se besaron otra vez y se tomaron de la mano por el resto de la comida. Hablaron de otras cosas y, cuando ya se iban a ir, Alex rió  por un chiste tonto que había recordado Ricardo.


 Esa noche Alex lo abrazó con fuera y Ricardo estuvo seguro que Alex había llorado. Pero no dijo nada. Solo abrazó fuerte y besó su cuerpo, para que supiera que estaba allí, siempre.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Small green man

   The only thing Serena could do was drive. The desert was an enormous place and she felt good entering it with the old car she had bought in the city. The idea was the cross the whole length of the desert, taking pictures and getting to know the few people that lived there. She had a fascination about that place and, although she had already visited the largest cities in the world, her mind was set know in getting to know the Earth’s most isolated places. She put on some music in the old radio and drove away from the city at first light of the morning. That day, she stopped several times to take pictures of the rock formations and of the animals of the area. It was dangerous, but she didn’t mind.

 The first night of her trip, she slept in the car. She just parked by the road and covered herself with a blanket. From that point of view, she could see the moon, which also fascinated her. It was its brightness and uneven terrain that made her wonder, for a long time, if people would ever be able to walk there permanently. She fell asleep fast just by looking out. Early next morning, a sandstorm woke her up and she had to wait inside her vehicle until it had moved on elsewhere. It was a violent situation but she had loved it because it was so unique. The storm indicated that the future held many secrets and interesting things and one of those happened just a few hours later.

 He was walking by the road, very slowly, visibly on the verge of collapsing due to the horrible heat one had to endure in the desert. When he saw the car, he tried to wave but was so tired he couldn’t and just collapsed by the road. That was the way Serena had to notice him. She stopped the car and ran outside. The man had fallen on his face and had hurt his forehead with a rock. She carried him inside and sat him on the copilot’s seat. She didn’t have much water but used some of it to wake him up. As he came to his senses, Serena notices that the man was not a common sight: he was rather short but with big bulgy eyes and greenish skin. He had normal hands and legs but his skin seemed “fake” somehow.

 When he woke up, he congratulated Serena and asked if she had any water. Whatever she had left, he drank it in haste. He was very thankful but then fell asleep very fast, after dropping Serena’s thermos to the ground. She picked it up, closed the copilot’s door and then got in the car and started driving again. The man was in no condition to keep walking and she couldn’t just leave him there so she decided to carry him to whatever place she found. She didn’t stop for the whole day, mainly because she was scared to be alone with such a strange man. She just wanted their shared journey to end as fast as possible. That night, she almost gave up but finally found a motel past midnight.

 The manager was a young man with his face covered in pimples. He was reading a science magazine when Serena opened the door and asked for two rooms. When he looked at her, the young man started looking for the keys but then realized there was a small strange man behind Serena. She almost screamed when she heard his weird voice, a bit squeaky. He thanked Serena for the ride and the water and told the young man that he wanted a room too. But he told them, as he looked suspiciously at the small man, that there was only one room available with two beds and another one with only one bed so should choose what to do. Serena thought about sleeping in the car again and letting the small man take the single room but her body hurt a lot from all the driving.

 It was the squeaky voice of the man and his stubby hands on the counter, who asked for the double room. He told Serena it would only be for one night and that way they could take care of each other. And then he winked at her, which she didn’t really know what it meant.

 The young gay gave them the keys and indicated the way to go: it was just across the parking lot. So Serena told the little guy to go there first. Meanwhile, she would park the car in front of the room. After she did so, she entered the room to see that the small man had taken off his shoes and socks and was lying there on the bed closest to the door. He had his eyes closed so she could stare at him longer than usual.

 It was not only his statue and the weird hue of his skin. Besides his eyes, his little hands and feet were also kind of puffy, as if they were filled with water or something. Maybe he had been walking too long or maybe he had an allergic reaction to something in the desert and that was why he looked like that. As she sat down on her bed and took of her shoes, she realized how strange it was for anyone on Earth to be walking alone through a desert. Or maybe he had been left there… The desert was a place of many strange events, where people saw lights in the sky and had encounters with life from other planets. Maybe her new friend was a little green man, of the other ones.

 She then asked him what his name was and he answered right away. “Gordon. Gordon Shumway.” Was it wrong that he had answered so fast? Maybe it was his real name but she was sure she had already heard that name before. Or maybe she was just tired and her mind was jumping to conclusions. He asked her name too and she only said “Serena”. They talked for a while about their love for the desert, which they discovered was mutual. They talked about certain species and plants and about the beautiful sunrise. And, slowly, they feel asleep at the same time.

   When she woke up the following morning, the first thing she felt was how hot the room was. The desert had to be burning up. She was glad to be inside a room, on a bed. She wondered if it was early and if she should start her journey of the day right away or maybe just ask for some breakfast and then take some pictures around the place. It could be interesting to talk a bit more to the young receptionist and to any other person working in the motel.

 Then, she recalled the earlier day and finally opened her eyes. Gordon, if that was his real name, wasn’t there. His bed sheets were all over the place so maybe he was still around or maybe he had just left… with her car. She sprung up the bed and ran outside. For a moment there, her heartbeats almost made her deaf. But there was no need for that:  the car was there and looking towards the reception, she saw Gordon waving at her and telling her to come. She raised her hand to indicate she had heard.

 After putting on her shoes, she walked to where Gordon was and realized here was a small dining room, with a few tables, by the reception. The lights must have been turned off the previous night because she hadn’t seen it. The pimples boy was there and it was him who served them as a waiter. They had orange juice and black coffee and lots of bread with butter and jam and also some scrambled eggs. The quality was not the one of a five star hotel but it certainly wasn’t bad at all for a desert motel.

 Serena and Gordon chatted all the way through breakfast, starting the conversation where they had left it the previous night. They talked about all the creatures they had seen and also about their journeys and what they were planning for life. Gordon confessed that he still wanted to roam the desert and showed Serena a bag the boy had gave Gordon as a gift. He only had two big bottles of water inside and an old map. Then, he asked Serena for a one last favor before parting ways.

 That afternoon, they both penetrated even more into the desert. Serena took, on Gordon’s suggestion, an alternate road, which went straight into a national park. The small man told her he had some business to do there, as if it was an office building or something of the sorts. Once they started seeing more hills and rock formations, they stopped the car. She got out and took some pictures as Gordon looked all around, mumbling. He finally choose to walk to a far away mountain, which he said would have a great view over the whole desert and he could do whatever he was he wanted to do.

They bid farewell with a very peculiar hug and a smile and then parted ways. As she went into the car, Serena saw the little man walking very fast towards the mountain he had chosen. Secretly, she admired him for his sense of adventure and because he seemed to know more about life than her.


 After an hour of driving, before she hit the main road, she stopped the car and looked up to the first few stars of the night. And then laughed. It was strange how funny she had thought Gordon was, considering she was the one who had arrived to this planet only a couple of years ago. She was the “new” girl in town. Maybe he looked like a small green man but she had seen some of the real ones and they much less pleasant and adventurous.

martes, 22 de marzo de 2016

En movimiento

   No querían darse cuenta. Lo negaban, o mejor dicho, ni se les pasaba por la cabeza que pudiese ser una posibilidad. Lo que hacían era ir cuidándose el uno al otro, ir sobreviviendo la escasez de comida y el constante movimiento de un lado a otro. Al fin y al cabo los estaban buscando y no podían quedarse quietos esperando a ver si los atrapaban en alguno de los muchos pueblos y caseríos en los que decidían quedarse a dormir. A veces no había ni eso, sino musgo o algún rincón mullidito entre los árboles.

 Ya habían viajado, a pie, unos quinientos kilómetros y todavía les faltaban quinientos más para poder llegar a la costa. Era un camino muy largo pero era la única oportunidad que tenían si querían volver a hablar en voz alta alguna vez en sus vidas. No hablaban casi, no decían nada que no fuese muy necesario. No era solo por el miedo a que los descubrieran sino también porque estaban tan cansados que si no era necesario simplemente no abrían la boca.

 En el camino se encontraron a otros huyendo y presenciaron como la policía y los militares arrestaban a algunos e incluso les disparaban en el sitio, sin preguntar nada y haciendo caso omiso de los gritos y de las suplicas para seguir viviendo. Habían dejado hace mucho de ser hombres íntegros y respetuosos de la ley. La ley había empacado y se había ido quién sabe adónde. Los cuerpos se iban acumulando cada vez más y ya ni siquiera eran disidentes y demás. Era cualquiera que subiera mucho la voz.

 Por eso evitaban, en lo posible, pisar la carretera o los caminos labrados hacía mucho tiempo. Preferían atravesar por entre las tierras abandonadas por los campesinos y quitadas a los hombres y mujeres que habían tenido tierras propias, para hacer sus casas o para labrarlas o para lo que sea. Ya todo pertenecía al Estado pero el Estado todavía no era supremo y no podía vigilarlo todo. No estaba todavía en todas partes, eso tomaría algo de tiempo todavía y de eso se aprovecharon ellos dos.

 Se daban la mano cuando tenían que cruzar los alambres que cercaban las fincas abandonadas y para cruzar arroyos que crecían a veces por las lluvias en las tierras altas. Los únicos que los veían pasar eran los animales: vacas a punto de morir y pájaros que, como ellos, se dirigían a otro lugar, pues nadie quería estar en semejante lugar ya nunca. Podía haber sido un paraíso alguna vez, un paraíso incompleto, pero ya no habría posibilidad de que eso ocurriera nunca.

 Los grupos que tanto habían luchado al margen de la ley eran ya cosa del pasado, habían sido los primeros en ser eliminados, esta vez sistemáticamente, sin contemplaciones de ningún tipo. La gente no se quejó entonces y por eso pasó lo que pasó.

 Cuando llegaron al gran río, supieron que el camino que habían hecho era correcto pero ahora debían elegir entre quedarse de un lado y del otro o incluso podrían robar un barco y navegar río abajo. Pero al ver que nadie utilizaba sus lanchas, era evidente que el transporte fluvial no era lo común y se notaría bastante. Decidieron entonces cruzar al otro lado y volverían cuando hubiera otro paso encima del río.

 En el puente no había nadie. Empezaron a caminarlo temblando un poco, abriendo los ojos más de la cuenta pues era de madrugada y no se veía mucho pero era el mejor momento del día para cruzar. El puente era metálico y había visto mejores tiempos. Cada paso resonaba y al poco rato tuvieron que quitarse los zapatos para no hacer ruido y caminar descalzos.

 Entonces uno de ellos apuntó con la mano al otro lado del puente. Una luz roja. Había visto una lucecilla allá al otro lado. El otro le preguntó de qué hablaba pero su respuesta fue la de callarse. Lo tomó de la mano y lo hizo devolverse lo más rápido que pudo. Fue a tiempo puesto que la lucecilla era una de esas que se ponen en los aparatos de comunicación. Y si no la hubieran visto se habrían hundido con el metal del puente en el fondo del río pues el Estado y su magnifico líder títere habían aprobado la demolición de estructuras “viejas e inútiles” en todo el país. La verdad era que solo querían bloquear el paso de la gente y mantener a todo el mundo encerrado. Campos de concentración pero sin el encierro evidente.

 Los siguientes días no hubo comida. Guardaban algunos enlatados que habían logrado robar de alguna tienda en la mitad de la nada o de casas abandonadas. Pero no era suficiente, menos aún con el calor que hacía en las lindes del río. No era uno de esos bonitos países templados sino un infierno tropical con todas las de la ley. Caminar de día era horrible y los pies parecían doler el triple al pisar las piedritas recalentadas durante el día.

 Dormían mal pero siempre uno junto al otro pues, aunque no lo decían, tenían miedo de separarse. Una cosa era hacer el viaje en pareja y otra muy distinta era hacerlo juntos. Tendrían más oportunidades de sobrevivir si trabajaban con ambos ingenios y eso ya lo habían comprobado cuando eran terroristas. Porque eso era lo que habían sido y la verdad era que estaban orgullosos. Habían plantado bombas tratando de frenar al nuevo Estado, les hacían atentados.

 No funcionó como debía y hubo civiles muertos, como siempre los hay. Pero ganaron un tiempo que salvo a miles pues pudieron escapar y ahora era su turno. Pero ya nadie en ningún lado se oponía pues no había manera de oponerse sin ser descubierto rápidamente.

 El siguiente tramo del viaje, de un par de días, fue a través de una zona muy plana, caliente y desprovista de vegetación capaz de ocultarlos. La técnica era solo viajar de noche y de día ocultarse en alguna de las casas abandonadas entre los vastos cultivos que se habían podrido hace meses. En algunas de esas casas casi se podía vivir a gusto, no feliz, pero a gusto. Había camas y una cocina y aunque no usaban la segunda para no ser descubiertos, era bonito ver un lugar que parecía estar congelado en el tiempo.

 No fueron noches normales pero incluso hubo una vez que sonrieron y durmieron un poco más de lo normal. El último día en la sabana central vieron de nuevo a los militares y estos casi los pillan si no fuera porque parecían ir muy de prisa a alguna parte. Ellos dos no sabían lo que se planeaba y que no eran prioridad en esa región. Pues era una región que siempre había sido reacia al gobierno actual y ahora ellos les iban a cobrar por tratar de bloquear sus yacimientos de petróleo y otras riquezas.

 Mientras penetraban los pantanos, ocurrió una masacre tras otras. Pero no se enterarían de nada hasta muchos años después, cuando ellos serían los que llevarían uniforme.

 En las ciénagas tuvieron que aprender a abrir los ojos aún más y a tener cuidado con donde pisaban. Fueron picados por diversos insectos y otras criaturas, vieron caimanes e incluso hipopótamos y vieron como muchas zonas estaban inundadas de agua apestosa, cubierta de mosquitos. No se acercaron mucho a esos lados pero tenían ideas de porqué eso era así.

 Los árboles seguían siendo escasos pero no eran ya necesarios. El Estado no tenía nada que hacer en semejante región y ya la ocuparía cuando tuviese las zonas más ricas ocupadas. Entre el agua, el lodo y los mosquitos, no había nada que el Estado quisiera pero si algo que los dos terroristas necesitaban y era el camino a la costa. Era solo seguir el agua y tras casi una semana se acercaron a uno de los puertos más grandes.

 Se disfrazaron un poco, maquillaron su cara con lodo y tierra y fueron adonde todo el mundo iba: a la entrada del puerto. Allí había montones de personas y el Estado las vendía para trabajar como esclavos. Aunque en realidad no era tal cual. Lo único que querían era ganar dinero al expulsar indeseables del país y solo dejaban salir a quienes no significaran un peligro futuro.

 Como ya lo habían hecho antes, mataron para cruzar de noche y meterse en el primer barco que vieron. Allí amenazaron primero y suplicaron después. El barco zarpó con ellos escondidos entre el pescado fresco y solo salieron de allí dos días después. Habían dejado medio cuerpo entre el pescado y el aire del mar era un cambio drástico a lo que habían estado viviendo durante los últimos meses. Además, la compañía de tanto marinero hostil no era lo mejor del mundo y tampoco tener que pagar el viaje con trabajo de esclavos.

 Pero ya se liberarían, ya verían cómo hacer para seguir avanzando. Porque ambos sabían que nada terminaba en ese barco, si acaso una etapa pero nada más. Entre el pescado fresco se dieron de nuevo la mano y cada día se la darían una vez, apretando un poco para no olvidar nunca lo que se siente tocar otro ser humano que, al menos, te entiende algo.


 Eso cambiaría después pero, por el momento, era más que suficiente.

lunes, 21 de marzo de 2016

It

   Sitting by the windows was probably the only good distraction I could find, the only good way to think about something else and not about… Well, about It. I remember a movie where It is also a monster, but in that case the character is fiction, it just doesn’t exist. Yet, my It does exist and he lives inside of me, more exactly, inside my mind. That’s why the only safe place for me is here, by the window, looking down on the street, looking at people that shouldn’t be out of their home at this late hour. I followed them with my eyes, from the moment I see them on one side of the street to the other and I wonder if they have to be awake because of the same reason I am awake. It makes me feel less lonely to thank someone else understand how awful it is.

 I don’t really know when it began. For me, it’s difficult to put a date on it as I have never been good with handling time. That is an awful disadvantage and, in the past, I tried to fix it by wearing two watches at the same time and looking the hour on my cellphone every ten seconds. But that only made me unstable and people feared me, called me names and, with time, I couldn’t get any work or any friends. I was particular, but not unique or anything. I just can’t seem to understand how to be a normal person and I blame It for all of this. I know, I feel, he has been with me for far longer than I can remember and that It has influenced my opinion and way of behaving in the world. Yes, I’m somewhat insane, but it’s all because of It, I’m more convinced that ever.

 It started showing in nightmares just before I lost my first job. I believe I was working in an office that had to do with publicity and advertising and all of that. I spend long hours doing designs and drawing and writing and would only go to sleep if I felt I had it finished. But that wasn’t very often because I was never really satisfied with what I did. So sleep began to be more and more scarce and that’s why now, I don’t really care about not sleeping all that much. I’m used to now. Back then I drank lots of coffee and I liked to spend my nights in a well-lit room. Not anymore. Light bothers me because it reminds of what I’m not.

 When It first appeared, I didn’t realize it would be a problem. I mean, we have all had nightmares, night terrors. We have all been woken up, sweating and panting and shaking because our minds cannot decide if you have just experienced is true or false. My problem with It is that, every time I wake up, I happen to know it was all true, because it really hurts and because, sometimes, I can see It outside of my head. Some say I have really gone insane and some others beg me to go to a psychiatrist, thinking a shrink could manage what I have inside. But they can’t, they have no idea what I’m dealing with.

   Sometimes, It takes the form of a classical monster. Maybe a huge scorpion or a spider, maybe a creature I had seen when I was little in some cartoons or I don’t know where. Some other times, It is my family, my old friends and many other people that have come in close contact with me. The fact that It can be anyone, that It can manipulate me with my own memories and feelings, is what scares me the most. Once, I thought I was having a dream about my mother, cooking a delicious dessert she used to make when I was little. The dream was just ideal but in a second it turned into a nightmare. It was my mother and she became this hideous version of herself, blaming me for her death earlier that year, blaming me for not taking good care of her.

 Looking at the night rain, I remember that was one of the awful ones. I remember waking up screaming so hard that the neighbors thought I was being attacked in my own home. The police was called and that was the first time I was put in some kind of watch list. They have one where they put all the crazy ones; all the people that have a screw loose and that may just go insane in any second. From that day I was a lunatic and from that day too I became terrified of my own mind. It was inside of him, It was me and It wasn’t at the same time. Because I refused to believe, no matter what shrinks said, that every part of that nightmare had been created by my subconscious. No, that couldn’t be right, I just wasn’t capable of that but no one existed that could say the opposite.

 My nightmares occurred more and more often and after the third time the police came into my house, I decided not to sleep at all. I medicate it myself, buying or stealing what I needed. Sometimes the Internet was enough for me to have whatever crazy medication was good enough for me not to sleep. My quest for peace began there but, I just now there won’t be any piece as long as I have that thing in my head. Because I can feel It plan and think. It’s sickening but I really do believe someone else is in my body with me and it makes me sick and I don’t want to have any part of it but I don’t get to choose.

 It’s early, probably 5AM, I hear a hammer in the distance and I know it must be the downstairs neighbor that cannot apparently get anything right in his house. But that sound, as annoying as it can be, is at least the confirmation that I’m steal alive and well and awake. He could use that hammer all day long, on my head if he wanted too, and I would be the happiest man alive because it would mean I have the upper hand and not It, never It. I eat but not as much as I used to. Those days are quite over because I am quite done myself with everything. Now I just eat to keep on going, although I don’t really know why.

 Maybe it would be better for me, for my head too, to be in a crazy jail. But then, I would be in a cell with It, every single day of my life, and I wouldn’t be able to do it. I mean, I have already thought of ending it all here, not only to stop It from hurting me again but to end every single thing that happens to me everyday. Because, if I’m honest, this is no good life to live. I’m in constant fear of myself, I am afraid of things I haven’t even seen and I cannot control myself ever. My imagination, something that was my proudest characteristic, has been destroyed by this fight that hasn’t gone anywhere. I have sacrificed so much that I don’t think I have anything else to fight with. I’ve become an empty shell and, sometimes, I cannot feel anything.

 Looking at the city at early morning is somewhat relaxing. Even with a huge headache like the ones I always have, it is really nice to see that life beyond me keeps on going and that even if I’m fucked by my life, others are thriving and are finding happiness and hope and all of those good things most people talk about. I cannot feel happiness by myself anymore and my ability to smile has been greatly diminished after hours and hours of not been able to sleep. But I can say I would smile as I have never smiled before if I knew that, with me gone, It would be gone too. I have found myself laughing at that thought and although it makes me feel crazy, I don’t really mind feeling that. I am, anyway.

 I drink lots of coffee and smoke like a chimney, my hands trembling and my skin, that skin that used to be so soft and warm, it’s turning yellow. I am losing everything that I was, one small step every single day and, to be honest, I don’t mind. Because some of these morning I feel that maybe I am winning, even if winning means my death is coming soon. I feel It move inside, I feel It complain and try to make plans in order to survive what I’m doing but, surprisingly, I seem to be much more stronger than I ever imagine I could be. After all, it’s IT that’s inside of me and not the other way around. I control this thing, this body and soul and whatever else I have inside.


 It is mine and, ultimately, I am It. But it doesn’t matter anymore. I am far beyond trying to comprehend any of what has happened, any single part of my life that makes me go crazy. I have stopped looking for answers and trying to feel again, I don’t need to know why he was using them against me and why do I have It inside. I don’t need to know all of that anymore because I don’t give a fuck anymore. I’m screwed, I’m done, I surrender and there’s no shame in that. Because if I do that, It will go away. So I will die and It will die with me and we will burn in hell together and I will smile for the first time in ages because I have finally done something good on this wretched life.