lunes, 25 de junio de 2018

She lived as herself


   Amanda had never been known for being kind to anyone, rather the opposite. She was normally vicious to every single one of the people that worked for her and she would never accept a negative answer from everyone. Amanda Carvey was the daughter of the owner of the company, a man that had died only a few years ago in a ski accident in the Alps. Amanda had to step up and take control, something that most members of the board were against. That was, until they were able to see who she really was.

 They didn’t care for a woman commanding the ship. But that was before they saw the kind of woman she was. Amanda ruled with an iron fist from her first day and wouldn’t let anyone tell her something different than what she wanted. She didn’t accept advice and, when addressing her, she would often remind others that she was now the head of the company and not her father. Maybe they had gotten use to him but that was the past. Her father was no longer there to captain the ship in such a careless way.

 In her mind, her father had been an idiot with all the family’s assets. He had not done his job of really taking care of the wealth of the family. It wasn’t like he had lost too much money or anything like that. Rather, he had been exceedingly cautious and the company had run stale, no generating interest of any kind, whether it was with its clients or with its partners. People saw it as a dinosaur that refused to die and Amanda had seen that ever since she was a teenager and she had taken an interest in the family’s business.

 She laid off a lot of people during her first week and forced all the remaining workers to double their efforts, making lunch hours very restricted and putting up a “points” scale in which workers of any type would get points for their mistakes in the eye of the new owner. Too many points would mean that the person could get kicked out at any moment, so everyone tried their best not to upset Amanda. And they stayed there because the salaries were still very good and very difficult to earn in the modern world.

 In her first year running the company, she earned almost double that what her father had earned in his last full year as chairman. She was so glad about it that she even authorized for the most loyal and hard working people in the company to receive a substantial bonus to their usual earnings. People thought, for a second, that it was because she was getting a bit softer and kinder but that wasn’t it at all. It was because she was happy to have made a much better job than her father, she had shut off all the criticism around her and now people trusted her to be the one to lead them.

 However, her abrasive personality took a really heavy toll on her personal life. Her mother distanced herself from everything that had to do with the company and would no let her daughter talk about it when she came in for visits at her countryside home. Beside the company, there was no real connection between mother and daughter. The first had sent the second to boarding school from a very young age, so they had no idea what the other liked or thought about. There was no relation ship or empathy.

 Their weekly dinners would largely consist of silences, only interrupted by the mother scolding the daughter when she pulled out her phone in order to check stocks or talk to someone at work. So those dinners were only about honouring the late father’s legacy and nothing more. They both wanted to show respect to someone that was never there, someone who had drifted through life without ever really making a proper impact.

 The father had always preferred to take the private plane to some far away place where he could use his latest yacht and enjoy the best foods. He would always invite some people to come with him, people that enjoyed his millions and his stupid comments about life that didn’t make any sense, because he had no sense of the real life. He didn’t know real people, not even his immediate family. And his company was the laughing stock of the rich society he inhabited in, he just didn’t know it.

 But Amanda did know. She had always known that her father was just a stupid clown to all other people and that, by extension; her family had been laugh at for a long time. That ended the day she took control of their assets and made her family even more powerful and rich, more respectable and a force to be reckoned with. Her mother was just one reminder of the past, who didn’t even care about anything. She only cared about her check being on time and that was it. She was practically out of reality.

 And yeah, Amanda had no boyfriend or girlfriend, and her friendships were non-existent, unless you count business associated. She knew some men tried to court her because of her success, but she disarmed them pretty fast, with only words. Sometimes, she did “good” things because she felt she could lure more people towards her goals, but there was nothing good or positive about her attitude. She only lived to torture the memory of her father and to prove to everyone else that they had underestimated her and her family for far too long. It was her time to rule and she was not going to leave space for anyone else, no matter what she had to do to achieve her goals.

viernes, 22 de junio de 2018

Amor y guerra


   Su cuerpo se sentía bien. Debo confesar que siempre que pienso en él, recuerdo aquellos momentos cuando dormíamos juntos y besaba su espalda. Parecía que el tiempo iba más despacio durante esas mañanas, en las que el sol acariciaba todo de la manera más tranquila posible. Era como si el mundo se hubiese dado cuenta de la felicidad que sentíamos y lo celebraba con nosotros. No me avergüenza decir que hacíamos el amor varias veces al día, pues la conexión que teníamos era completa y difícil de explicar.

 No era solo sexo, era mucho más. Era amor y cariño, pero también amistad y un cierto grado de compañerismo. Al fin y al cabo nos habíamos conocido trabajando en la base, él siendo uno de los miembros de la parte administrativa y yo siendo un reciente ascendido a sargento. Creo que mi felicidad por ese logro había hecho que nuestra relación pudiera florecer. Tal vez si eso no hubiese sucedido, no hubiésemos visto en el otro lo que ahora vemos todos los días y no nos cansamos de compartir.

 Pero ahora ya no estoy con él, estoy lejos. Pienso en su cuerpo desnudo mientras duerme, pues asumo que no debe estar despierto aún. Aunque tal vez sí lo esté porque recuerdo que un día que llegué muy temprano él ya estaba desayunando y viendo televisión. En esa ocasión, me confesó que se había acostumbrado a dormir conmigo y que, cuando yo no estaba, su cuerpo parecía despertarlo para que estuviese pendiente de mi llegada. Era algo muy tierno pero no había pasado de nuevo.

 Tal vez estaba despierto hace horas y veía la tele, tratando de no pensar en mí o en lo que yo podría estar haciendo. Estaba a un mundo de distancia pero lo veía como si lo tuviese en frente. Quise poder tomar su mano y abrazarlo, compartir otro momento más con él, pero eso no podía ser. Por fortuna, mi trabajo no había demandado estar en un lugar fuera de nuestra ciudad en todo el tiempo que nos habíamos conocido, ya casi dos años. Pero el tiempo había llegado de pasar por el trance de la separación forzada.

 Antes de irme, compramos un gato que llamamos Garfield. No era un nombre muy inventivo, pero mi idea había sido la de darle una compañía a mi amado mientras yo no estuviese ahí. Obviamente él tenía su trabajo y varias responsabilidades, pero yo sabía bien que el problema era más bien por las noches y en las mañanas, cuando normalmente éramos solo nosotros dos. Sabía como se sentiría porque yo me sentiría igual. Estar alejados dolía bastante pero había que aguantar y enfrentar la realidad de las cosas y del estilo de vida que llevábamos y que habíamos elegido.

 Iba en un helicóptero sobre una selva completamente verde, casi impenetrable. Los árboles crecían con poco espacio entre sí, construyendo como un domo sobre el suelo húmedo que había debajo, donde más signos de vida luchaban por subsistir a cada momento. Mi trabajo era el de ayudar a entrenar a un nuevo grupo de reclutas en una base militar remota, todo relacionado a un programa de cooperación internacional que se había instaurado de manera reciente. Me habían elegido por mis dotes de mando.

 Cuando por fin llegamos a la base, un pequeño lugar construido en la ladera de una gran montaña, me sentí todavía más lejos de él que antes. Era como si me hubiesen transportado a otro planeta, pues no había signos de una civilización avanzada, fuera del helicóptero que se apagó rápidamente, mientras el equipo y yo nos presentábamos con los jefes de la nueva base y pasábamos revista a los soldados. Eran muy jóvenes o al menos así los veía yo, viéndome a mi mismo en sus ojos y expresiones. Fue algo extraño.

 Cuando terminas esa primera revisión, pude ir a mi tienda asignada. Allí, descansé un rato hasta que no pude aguantar y busqué al comandante de la base para pedirle ayuda: necesitaba comunicarme con mi hogar. Cuando por fin lo encontré, el comandante casi se ríe de mi. Debí pensar que no habría internet en semejante lugar tan remoto. Me explicó que la única comunicación que tenían con el exterior era por radio con el ejercito y, según las condiciones del clima, vía teléfono satelital.

 Les pedí el teléfono prestado pero me dijeron que no era posible usarlo en ese momento pues tenían notificación de que una tormenta se acercaba y eso haría casi imposible el uso del aparato. Yo iba a responder pero un estruendo en el exterior me calló por completo. Pensé que era ya uno de los truenos de la tormenta, un relámpago tal vez, pero no era eso. Salimos todos corriendo al patio central, donde estaba el helicóptero, y vimos como una sección de la selva parecía haber estallado en llamas, de la nada.

 No era tan cerca como había parecido pero tampoco era lejos. El comandante me explicó que esa era, en parte, la razón para poner una base en semejante lugar: narcotraficantes usaban la profundidad de las selvas vírgenes para construir laboratorios donde pudiesen hacer las drogas que quisieran. Siempre eran lugares muy rudimentarios, sin reglas de seguridad para nadie, fuese consumidor o manufacturero. Eran el nuevo cáncer de la selva y debían ser extraídos antes de que sus experimentos pudiesen poner en riesgo, no solo la vida de la gente, sino la de todo un ecosistema.

 Me asignaron un grupo de cinco chicos y con ellos nos asignaron la misión de ir al lugar del incendio y ver si habían heridos o narcotraficantes que pudiésemos atrapar en la zona. Me dio nervios mientras entrabamos en la selva, pues iba con personas que no estaban preparadas para semejante misión. Ni siquiera habíamos tenido tiempo de entrenar una vez. Pero entendía la necesidad de ir antes de que escaparan los delincuentes, así que no dije nada al comandante cuando me pidió liderar el grupo.

 Les aconsejé que sostuvieran las armas bien apretadas al cuerpo, para tener mejor control sobre ellas. No debían disparar a menos que yo se los ordenara, así nos ahorraríamos momentos que quisiéramos evitar. Les avisé que siguieran mis pasos y que rotaran su mirada para todas partes: arriba, abajo, frente, atrás y a cada lado. Debían ser camaleones en la selva y eso era en todo el sentido de la palabra. Los noté nerviosos pero teníamos un trabajo que hacer. Fue entonces que les dije que pensaran en la persona que más quisieran.

 Tal vez eran más jóvenes que yo pero tal vez tenían una novia en casa. E incluso si ese no era el caso, podían pensar en su familia, en sus amigos o en quién fuera. El punto es que usaran a una persona como ancla, para no soltarse por la selva haciendo tonterías. Sabían bien que había una cadena de mando y que debía respetar protocolos claros. Se los recordé mientras caminábamos, mientras yo pensaba de nuevo en mis momentos con el amor de mi vida, que debía estar pegado al techo sin saber de mí.

 Entonces el ambiente empezó a oler más a humo y una rama se quebró a lo lejos. Pasó exactamente lo que no tenía que pasar: uno de mis chicos no tenía el arma pegada al cuerpo y se asustó de la manera más tonta. Disparó una ronda hacia el lugar de donde venía el ruido y casi suelta el arma de la tembladera que le dio. Tomé el arma y le dije que se fuera para atrás. A los demás, les ordené que me siguieran y que no hicieran nada. Cuando llegué al lugar del incendio, vi algo que nunca hubiese querido ver en mi vida.

 Un niño, de unos diez años o tal vez menos, yacía en el suelo de la selva. Me acerqué a él y noté que todavía respiraba. Mi soldado le había dado con su ronda. Seguro el niño estaba escapando del incendio y pisó la rama que se quebró. Lo tomé en mi brazos y traté de ayudarlo.

 Mi amor, debiste estar allí. Hubieses sido de mucha más ayuda. El niño murió a mis pies y la moral de mis soldados se fue rápidamente por el caño. Llevamos el cuerpo de vuelta y lo enterramos. No sé que hacer ahora. Te necesito más que nunca, mi ancla. Esto parece imposible sin tu presencia.

miércoles, 20 de junio de 2018

Survival


   Fire blurred my vision every single time I leaned over my right leg to run. It hurt like nothing else had ever hurt me, but I had no choice. Running required me to be agile, not minding what was happening with the rest of my body. Those legs that had carried me around all my life had to work at the top of their game, never minding anything else. I felt the taste of iron in my mouth and my mind seemed to leave my body for a couple of moments, but somehow I moved on through the night, like a wraith between rocks and chopped trees.

 When light finally broke the darkness of the night, there was not much to look at anyway. The fields had been almost carbonized and smoke filled every single corner of the once green and lush environment. I stopped and tried to hear the world around me. My ears were buzzing and my head was turning like crazy but I tried anyway but I couldn’t hear a thing. It was then when I noticed that my leg was in a horrible state, a large part opened and spilling blood all over. However, the pain was not as bad as it was supposed to be.

 I tasted iron again and realized I had bitten my tongue while running. There was blood on my head too but I didn’t touch myself to know where it was coming from. It was urgent to find a place to get the proper help I need because, after all that had happened, I was still alive. They had sent troops after me, I had been strapped to a torture table for days and yet there I was, in the middle of a field that they had apparently abandoned. I started walking once more, trying to find a proper exit to that horrible place.

 I might have wondered through the smoke for several hours. I knew it was still day because there was light but it was very hard to see where the Sun was exactly. I tried to identify it a couple of times but it was absolutely useless. So I moved on, walking through the scorched plains, hoping to find a place to rest for a while. I have to confess I never thought of anyone else during that time, I had only myself in mind. What would I be good for if I died? The only way to help others was if I made it alive to the other side.

 When light began to wane, I found the first untouched trees that I had seen in several days, maybe more. I had no idea how much time had passed since everything had started. But there they were, smelling like smoke, with the tips of their leaves burned, but alive nevertheless. I walked into the forest, with a frankly good mood. No one would enter the forest to only look for me. There was a lot more to do in the world than to go after one person that got away. Maybe they thought nature, or what remained of it, would finish the job and make my bones be food for the ground.

 In the dark, I eventually found something of use. It was a small village, made of about a dozen little houses. It looked like one of those places were people gather when they expect to be mining for something, one of those temporal towns that were built back in the day, when retrieving the remaining minerals was of outmost importance for the world. Now, all those miners and their families worked in the big factories in the cities. The old villages had been left to rot under the sun and the rain and everything else.

 Plants had overrun the place, flowers growing everywhere. The smoke around there was much less dense. I was able to breathe a little bit easier. I walked around and eventually found the little hut that had worked as the doctor’s office. Maybe they hadn’t been able to attract a proper doctor to that remote place, only a nurse or maybe someone that came once every two or three weeks to help as much as they could. As I expected, there wasn’t a lot to use around there but almost nothing was better than nothing at all.

 I cured my wounds with whatever there was around and I was lucky enough to discover a linen closet filled with clean sheets and other fabrics. I cut a large one in order to use as bandages for my wounds. My body felt a little better, especially when I lay down in a cot. There was only the light of the moon, which happened to be almost getting to its fullest state. The beautiful pearl color of its surface, visible past the sheet of smoke, made me think of the past, of simpler times that I had been lucky enough to live.

 I fell asleep, dreaming about things that I remembered but mostly about things I had no idea how to understand. It was obvious that I had begun to forget things. Their attempts to make me less of a human had actually worked, as I didn’t feel like my old self anymore. My dream did not make any sense and everyone in it, or most of them at least, felt as a fabrication of my mind or maybe even someone else’s. It was so disturbing, that I woke up very suddenly, sweating profusely and damning my humanity.

 I realized I had slept much more than I had thought. It was morning already and the sound of birds reached me. For a moment, it seemed very normal. But then I realized there was no way. The plain had been destroyed or at least most of it. It was improbable that wildlife would have found a way to survive the destruction of the war and all other things that had happened. I stood up and went running outside, realizing I was not dreaming at all. There was a bird singing somewhere close, and I wanted to see it. I wanted to remember what a bird looked like, one that was real.

 I walked, slowly, out of the smoky cloud that had covered me for hours, maybe even more time. I seemed to be walking on the edge of the forest. The bird was chirping away, probably flying away slowly. I eventually arrived to a place where the trees began to be shorter and there were more rocks and reddish soil. It was then when I saw the little bird making the noise. It was small, brown in color and a little bit puffy. I thought it was the most beautiful thing I had ever seen. It was happy and talented and free. That was the most important: free.

 I wanted to go closer, to touch him, at least for a moment. But another sound cut me off from desire. The bird seemed to notice it too because it suddenly stopped singing. It stayed on its branch, silently staring right into a group of trees. Then, suddenly and very fast, a bullet rushed through the air and blew up the bird into oblivion. I saw its feathers fall slowly to the ground. I saw beauty being destroyed just because it was there. I felt enraged but also very much confused. I really didn’t like that at all.

 A group of two men and a woman came from the trees. I had walked back a bit just before, hiding behind the thickest tree I had been able to find. I trembled when I realized who they were: Ravagers. They were mercenaries that captured rebels in order to surrender them in exchange for money or food. Sometimes even more ammo for their guns. They didn’t care at all for the rights of others to live or to think differently. That was all done a long time ago. They had sold their souls for a cheap price.

 The woman grabbed the bird from the ground and did something I only heard, because I couldn’t make myself watch any of it. I only heard the crackling of bones and then laughter. I knew of their sadistic ways, identical to those of the people in power. There was no real difference between them. They had all been complacent in what had happened in the country. In the world, even. I only waited for them to go and they eventually did, walking back into the trees, their voices unable to hurt my ears anymore.

 When I felt better, I decided to go back to the village and grab everything I could find that might be useful. I used an old rag to make a sort of bag and put everything I could inside. I put that ball of stuff almost at the end of a thick stick I had found in the forest, getting ready for my next move.

 That night, I decided to walk in the opposite direction of everything that I had seen the day before. They had been the ones to almost kill me. My legs and feet walked on, hoping to move away from everything that had happened. Nevertheless, deep down, I knew that wasn’t at all possible.

lunes, 18 de junio de 2018

No hay nada como el placer

   No hay nada como el placer. Es una sensación bastante simple, cuyo único objetivo es el de generar una respuesta más que agradable en el cuerpo de un ser humano. Por supuesto, el placer puede ir mucho más allá de una simple sensación física pero creo que no debemos ir demasiado lejos con ello porque entonces ya no es placer sino algo más, más elaborado y complicado, más hacia el terreno del amor y todos esos sentimientos que tienen mil y un recovecos para recorrer durante la vida.

 En cambio, el placer es simple y efectivo. A todo el mundo le gusta sentirlo, venga de donde venga. De allí vienen precisamente muchas de las obsesiones que los seres humanos pueden llegar a sentir. Algunos no pueden dejar de vivir y pensar en aquellas cosas que les han dado un gusto indescriptible y simplemente se amarran al hecho de querer sentirlo a cada rato. Hay obsesionados con la comida, con el sexo y con la adrenalina. Incluso hay personas obsesionadas con sentirse bien.

 El placer más inmediato, sin duda alguna, es el que nosotros mismos podemos proporcionarnos sin ayuda de nadie más. La masturbación es seguramente lo que se viene a la mente de la mayoría pero no es lo único. Los seres humanos somos capaces de encontrar placer en una gran variedad de cosas, por lo que sentirse bien puede ser diferente pero igual de fácil para todos. Algunos se sienten perfectamente al hacer ejercicio y otros al probar el dulce sabor de un buen pedazo de chocolate. Todo depende.

 La masturbación es solo una de muchas cosas que podemos hacer solos para generar placer. A la mayoría nos gusta y para la mayoría es un placer relativamente fácil de obtener. Además, sabemos exactamente cual es su punto culminante pues existe la palabra “orgasmo”. Es esa palabra y otras similares las que son claves cuando hablamos del placer. Es esencial saber cual es el limite al que debemos llegar para que esos placeres no terminen apoderándose de nuestra mente y convirtiéndose en obsesiones.

 No hay nada peor que una obsesión que no deja de crecer y de molestar en el interior del cerebro humano. Es casi como un virus que se mete en el cuerpo y se rehúsa a salir pues el clima interior es simplemente perfecto. Lo mismo pasa con una obsesión que encuentra un buen lugar para crecer y ser más de lo que jamás pudo ser en otra persona u otra situación. Por eso debemos conocer nuestro límites y, por supuesto, debemos saber qué es lo que nos genera placer y porqué. Si nos entendemos bien, el riesgo de que lo que nos gusta se convierta en algo perjudicial, baja sustancialmente.

 Para esto, debemos reconocernos de la manera mas honesta posible y encuentro que quienes tienen mayor facilidad para esto son las personas que muestran al mundo quienes son en realidad. La mayoría de personas jamás haría algo así porque se sentirían demasiado expuestos, tal vez vulnerables a ataques externos de personas que quieran usar esos placeres para atacarlos. No es poco común en el mundo que se usen cualidades humanas como armas para atacar a dichos seres humanos.

 Sobra decir que es un comportamiento bajo y de ética reprobable pero no es poco común. Por eso muchas personas deciden no ser ellos mismos o al menos no una versión completa a plena vista de todo el mundo. Por ejemplo, es muy probable que cuando estábamos en el colegio nos gustaba alguna serie o dibujo animado pero nos daba mucha vergüenza decirlo en voz alta porque los demás opinaban que dicha pieza de entretenimiento era solo para niños de mucha menos edad o algo por el estilo. La vergüenza entra en juego.

 La vergüenza es como el miedo, armas que han usado aquellos que no tienen ideas propias o fundamentos reales en sus convicciones, utilizadas para demoler al ser humano desde adentro. Y cuando digo esto no me refiero al corazón, un centro simbólico del alma humana, sino al cerebro. Esas armas son como puñales que atacan directo a nuestras ideas, a lo que genera cómo somos y cómo nos comportamos. Nos hacen retirarnos a un rincón oscuro para que nadie nos mire como bichos raros.

 Eso siempre ha sido y será extraño pues el ser humano parece incapaz de entender que todos somos raros, de una manera o de otra. Por pura genética, somos cada uno diametralmente distinto al otro. Sí, de acuerdo a la ley somos iguales para efectos de tener una sociedad funcional decente pero biológicamente y neurálgicamente no tenemos mucho que ver del uno al otro. Somos hombres y mujeres, tenemos pelo y apéndices, podemos hablar y escuchar y reír pero eso no nos hace cien por ciento parecidos.

 Adentro de nuestra cabeza, dentro de nuestro cerebro, somos diferentes porque nuestras ideas originales nos hacen únicos. Esa es la meta de muchos en este mundo: crear cosas que nadie más haya creado. Y con cada una de esas creaciones, vamos construyendo un mundo mejor, a partir de lo que cada persona va aportando, a partir de lo que cada uno es en realidad. Son esas diferencias las que nos hacen ser capaces de construir máquinas sorprendentes y de llevar nuestra conciencia a nuevos niveles cada vez más increíbles. Y el placer es el que genera esas creaciones.

 Sin el placer, nadie habría descubierto nada. Se requiere de pasión, de amor por lo que sea que se está haciendo para se genere el placer, el gusto máximo por lo que se siente en el cuerpo. Y como dijimos antes, no todo es puramente físico. Es más una amalgama de amos estados del ser humano, lo físico y lo mental. Lo espiritual es otra cosa más ambigua y menos fácil de detallar pero nuestro cuerpo y nuestra mente están aquí siempre y son aquellos que crean el mundo que habitamos, los únicos que pueden cambiarlo.

 Votar por quién se tiene una convicción personal fuerte, hace parte de sentir placer. Se siente bien por el deber bien hecho, por hacer parte de algo más grande que uno mismo. Igual que cuando hacemos una obra de caridad. Eso que se siente después no solo es satisfacción sino placer, de ver caras felices y de saber que el mundo no es solo lo que tenemos por dentro ni lo que somos nosotros como seres humanos sino que va muchos más allá de nuestras manos y nuestras mentes. Es más grande que todo.

 Y por supuesto, el placer nos da esos momentos privados que recordamos para siempre. De pronto nuestro placer son los videojuegos y siempre recordamos aquella primera vez en la que pudimos terminar un solo juego por nuestra cuenta. Tal vez nuestro placer es el de cocinar ricas comidas y por eso siempre recordamos aquella vez que pudimos hacer feliz a alguien con nuestras creaciones culinarias. O puede que nuestro placer sea solamente sentarnos a leer lo que alguien más ha escrito.

 Sin duda el placer más evidente, aunque tal vez no el mayor, es el que relacionamos a las relaciones sexuales. No siempre son placenteras, a veces son todo lo contrario. Pero cuando hay placer, es bastante particular por una circunstancia que lo cambia todo: es una experiencia que se comparte con una o más personas, dependiendo de los gustos personales. No es algo que hacemos solos, físicamente o en nuestra mente. Lo compartimos, casi como un ritual antiguo que se propaga para siempre.

 Nuestra biología, la manera cómo nos reproducimos en el mundo y nos perpetuamos en esta Tierra, tiene ese factor metido ahí, como si alguien lo hubiese puesto a propósito para darnos una razón más para seguir tratando de estar aquí. Un fragmento de felicidad en la incertidumbre.

 El placer es simple pero abre tantas dimensiones, a tantos sentimientos humanos y realidades, que nos recuerda que siempre es importante saber y reconocer quienes somos, pues es la única manera de vivir una vida sincera y honesta, con nosotros mismos primero y, luego, con todos los demás.